Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 35

El color anaranjado del pronto atardecer comienza a hacerse presente colándose a través de los vidrios del auto de Dominic por más que estén polarizados. La palma de mi mano no es suficiente para sostener todo el peso de mi cabeza, así que también tengo que apoyar mi frente contra dicha ventanilla. Mis ojos se abren y cierran con pesadez, aunque no pueda terminar de conciliar el sueño. Como sea, ya podré dormir en el avión. O al menos eso espero. Mi fiesta de despedida se alargó hasta altas horas de la noche y además no pude dormir casi nada. Nunca logro hacerlo bien antes de un viaje, y menos cuando se trata de uno tan importante.

—¿Isla?

—Mhm.

—¿Qué le dijiste a Rebecca anoche? —pregunta mi amigo alternando su vista entre el camino y mi cuerpo desplomado en el asiento de al lado.

—Nada.

—¿Estás segura? Estuvo actuando raro, mirándome con ojos de perro mojado y llenándome de besos y abrazos.

—Eso no es raro, Dominic. Es lo que haría cualquier novia enamorada, supongo.

Ya me olvidé lo que es ser una novia enamorada. Suspiro y abro los ojos de nuevo para mirar el camino hasta que recuerdo la conversación que mi amiga y yo tuvimos en el balcón.

—Ahora que lo pienso sí le dije algo. Le pedí que te cuide porque te gusta hacerte el pecho peludo, pero adentro tuyo solo hay suavidad de conejito.

La cara de horror de Dom me hace estallar de risa, aunque a él parece no causarle ni un poco de gracia.

—¡Isla!

—¡¿Qué?! No tiene nada de malo.

—Arruinas mi reputación de macho alfa.

—Por Dios, Dominic. Te la arruinaste solito hace rato desde que pusiste a Rebecca en un pedestal. Y está perfecto que lo hayas hecho, mi amiga es una reina y merece ser tratada como tal.

Finalmente, Dom acepta su responsabilidad y el hecho de que es, según él en secreto, muy adorable. Continúa manejando concentrado en el camino y al cabo de media hora arribamos en el aeropuerto JFK donde voy a tomarme el avión que cambiará mi vida. En un silencio cargado de melancolía tomamos mis cosas que descansaban en el asiento trasero del auto y caminamos hacia la entrada.

Por suerte no hay tanta gente en el aeropuerto hoy, lo que lo hace ver más grande todavía. Mi amigo se pone a rondar los estantes de una tienda de recuerdos llena de camisetas y miniaturas de Nueva York, entre otros suvenires, mientras yo realizo todos los trámites previos a abordar el avión.

Cuando los termino noto que estuve aguantando el aire durante todo el proceso. Me dejo caer con pesadez en uno de los incómodos asientos metálicos aguardando a Dom que ahora parece estar comprando golosinas.

Cierro mis ojos e inclino la cabeza un poco hacia atrás empujando la angustia hacia adentro. Quiero pensar en otra cosa, lo que sea menos en mi partida. Pero resulta claramente inevitable. Ésta ciudad sí que es mágica. Si pude adaptarme en Nueva York, podré hacerlo en París, ¿verdad? No puede ser tan difícil. Aunque allí no tengo a Dominic para hacerme un té a las cinco de la mañana cuando las penas pesan demasiado. O a Becca y Boris para quejarnos luego de un día laboral interminable. Y tampoco tendré al amor más real que conocí en mi vida.

Justo en ese momento la mano de Dom se apoya en mi rodilla haciéndome abrir los ojos de golpe.

—Te compré algunas golosinas y un par de revistas para que tu vuelo no sea tan aburrido—dice con una sonrisa perfecta plasmada en su rostro.

—¿Quién va a hacer estas cosas tan lindas por mí cuando esté lejos? —inquiero y mi boca se frunce de manera involuntaria.

—Estoy seguro que va a aparecer alguien, solo tienes que prometer que no lo vas a querer más que a mí.

—Eso es imposible, fuiste el mejor compañero de piso posible.

—¿Entonces lo prometes? —insiste haciéndose el ofendido.

—Lo prometo.

—¿Me vas a extrañar?

—Muchísimo—contesto intentando que el nudo que se forma en mi garganta no sea tan evidente. Mis manos se aferran a las revistas arrugando las portadas—. Voy a extrañar todo menos el olor de tus pedos.

Dom larga una enorme carcajada tan auténtica que logra contagiarme. Nuestras risas sobresalen más que cualquier otro sonido en el aeropuerto.

—Y yo también te voy a extrañar. A todo menos a los largos pelos negros que siempre dejabas en la ducha—retruca sabiéndose vencedor.

Touché.

Mi amigo me rodea con su enorme brazo y me hundo contra su pecho. Solo me libera un poco cuando ya no puedo respirar. Nos quedamos un rato en silencio, Dom tiene su mentón apoyado en mi coronilla y yo tengo mis dos brazos alrededor de su cintura. Puedo sentir su mano acariciando mi espalda con calma. Al parecer no soy la única que no quiere decir adiós.

—Tu amistad es una de las cosas más lindas que me dio Nueva York—exclamo sin levantar la cabeza.

—Lo mismo digo, mi amor. Pero también me vas a tener que soportar en París. Pienso ir a visitarte seguido. Y estoy seguro que Rebecca también querrá hacerlo.

Sonrío tanto que se me cierran los ojos. Por más extraño que suene, se siente satisfactorio que ésta despedida duela tanto. Si no tuviera personas y recuerdos tan hermosos en Nueva York no sería tan difícil irme, y por eso me siento extremadamente afortunada.

Luego de estar un rato en silencio sumidos en un abrazo placentero levanto mi mirada para ver a mi amigo a la cara. Los nervios todavía mi acompañan.

—Dom...tengo miedo—confieso en un susurro casi imperceptible si no fuera por la cercanía en la que nos encontramos. Mi amigo asiente sonriendo de lado.

—El miedo es bueno, chiquita. Nos hace mover hacia adelante. Si nunca saliéramos de nuestra zona de confort la vida se volvería monótona y aburrida. Y eso puede estar bien para mucha gente, pero no para ti. Tú eres una soñadora, una inventora y una exploradora. Y me mataría verte estancada solo por miedo. Así que siéntelo, pero úsalo a tu favor. Que ese miedo sea un impulso y no una cadena.

Le doy la razón apreciando que siempre tenga las palabras justas para decir. También le dejo en claro que va a tener que dormir con el celular al lado de su cara y el volumen al máximo porque nunca voy a dejar de necesitar sus consejos.

Las risas se extienden hasta que es hora de partir y nadie puede acompañarme a la sala de espera previa al avión. Nos ponemos de pie para abrazarnos una vez más, sólo que esta vez un poco más fuerte y cuando nos separamos los dos estamos llorando desconsoladamente. Ver a Dom tan vulnerable me hace sufrir de una manera que no esperaba. Toma mi mano y caminamos hasta la última puerta, dónde muchas otras personas están en situaciones parecidas a la nuestra con sus amigos, parejas o familiares.

—¿Te gustaría escuchar algo muy estúpido? —pregunto y Dominic asiente mientras limpia la humedad de sus mejillas—. Realmente creí que Henri iba a venir a despedirse de mí. Sé que tendría que haberle dicho antes sobre todo esto. Aun así, estaba segura que lo vería una vez más.

—Lo sé—dice mientras su enorme mano caricia mi cabello—. A decir verdad, todos creímos que lo haría.

De pronto un alboroto se escucha a lo lejos. Las cabezas de las personas comienzan a moverse curiosas para todos lados intentando encontrar de dónde proviene el ruido. Algunos comienzan a murmurar y noto a Dominic ponerse en puntas de pie para poder ver mejor entre la multitud.

—Oh...por...Dios—murmura de forma entrecortada y quedando boquiabierto.

—¿Qué es? ¿Qué pasa? No veo, soy muy bajita. ¡Dom! ¿Qué estás viendo? —insisto mientras intento sostenerme del hombro de mi amigo para dar pequeños saltos sin obtener resultado.

—Isla, está aquí—alcanza a decir sorprendido —. El chef.

—¿Qué? —mi corazón se salta un latido y puedo sentir como todo mi cuerpo queda helado en el lugar.

Es entonces que la gente comienza a moverse del camino y en mi rango de visión aparece Henri Gautier corriendo a toda velocidad. Un chillido se escapa de entre mis labios, que rápidamente callo al cubrir por instinto mi boca con ambas manos por la incredulidad. Sus mejillas están rojas, su cabello se encuentra despeinado y su barba se ve crecida de manera muy sutil. Para ser honesta, luce increíble. Tiene una camisa blanca arrugada por completo y arremangada hasta el codo. No puedo evitar preguntarme quién mierda se pone zapatos tan elegantes para correr por un aeropuerto.

El chef pasea su mirada por toda la multitud. Debería gritar para que me vea, pero la sorpresa todavía me deja paralizada, aunque con las lágrimas queriendo fluir. Entonces noto que Dom levanta su brazo en el aire y lo empieza a sacudir para todos lados. Con la gran altura de mi amigo a Henri no le cuesta localizarnos de inmediato y aumenta la velocidad hasta llegar a nosotros.

—¡Isla! —grita cuando nos alcanza, como si no estuviera parado al lado mío. Se inclina hacia abajo apoyándose en sus rodillas para recuperar el aliento. Sus jadeos frenéticos me hacen creer que está corriendo hace rato. El aeropuerto no es pequeño después de todo.

—¿Qué haces aquí? —consulto y de reojo veo como Dominic se retira sin decir nada, entiendo que para dejarnos solos—. Desapareciste— reclamo dándole un golpe superficial en su hombro—. No te das una idea el miedo que tuve.

—¿Miedo de qué?

—Ese no es el punto, ¿a qué viniste?

—Desaparecí porque no quería influir en tu decisión, creí que si me alejaba de ti sería más fácil tu partida. Pero fui un iluso, al final me di cuenta que necesitaba verte, me quedaron cosas por decir—admite volviendo a enderezarse, aunque su pecho sigue sobresaltado por la corrida. No me puedo quejar, luce atractivo cuando está agitado.

—¿Qué cosas?

—Primero que fui un egoísta por desaparecer. Necesité de unos días para poner mis ideas en orden al parecer. Así que por eso te pido sinceras disculpas.

—Está bien, yo también debería pedirte disculpas por no contarte antes sobre el restaurante—menciono dando un paso hacia adelante y quedando más cerca de él—. ¿Qué es lo segundo?

—Y...lo segundo— lo escucho dubitativo hasta que carraspea y alza la barbilla para clavar su mirada en mí—. Lo segundo es que el mundo me demostró repetidas veces que es una mierda. Así que no creo en nada ni en nadie, pero si sirve de algo sí creo en ti. Eres la excepción, Isla, eres la única excepción.

Mierda, ¿cómo va a venir corriendo a último momento a decir algo así ahora? No es justo. Mis ojos explotan junto a la presión que siento en mi pecho. El llanto no es algo que pueda aguantar en esta situación. Henri termina de acortar la distancia que nos separa y me encierra entre sus brazos. Mis lágrimas se desparraman por toda su arrugada camisa y no me importa. Es evidente que a él tampoco ya que me ajusta más contra su cuerpo que sigue algo agitado.

—¿Sabes cuál era mi sonido favorito en el mundo? —vuelve a hablar y aunque no lo estoy mirando puedo notar en su voz que está sonriendo, por más que no sea una sonrisa de felicidad.

—¿Cuál?

—El tsssss cuando tiras a saltear la comida en una sartén con aceite o manteca bien caliente.

—Amo ese sonido.

—¿Quieres saber qué sonido lo reemplazó?

—Dejame adivinar—pido separándome un poco de él para poder mirarlo—. Mis gemidos—agrego y Henri ríe luciendo tan jodidamente bien como siempre.

—Esa es una buena respuesta, pero iba a decir tu risa.

Quedo boquiabierta ante su declaración. Percibo como mi cuerpo podría ponerse a temblar en cualquier momento. Me encuentro sensible y mi interior se remueve por completo con lo que dijo.

—N-no...no quiero escuchar esto justo ahora. Y-yo simplemente no puedo.

Trastabillo las palabras mientras doy un paso atrás imponiendo distancia y casi tropiezo por el torpe estado en el que se encuentra mi cerebro revolucionado.

—Tienes que hacerlo porque necesitas saber cuánto te...

No lo dejo terminar la oración. Salto hacia él y tapo su boca con toda la palma de mi mano.

—¡No lo digas!

—...cuánto te amo—termina diciendo como puede contra mi mano aún cubriendo sus labios.

—¿Me amas? —pregunto sorprendida y él solo asiente.

La duda se planta en mi cerebro como una espina que contamina todo a su alrededor. Duele, duele demasiado. Creí que la situación se parecía a la primera vez que partí, de Buenos Aires a Nueva York. Sin embargo, no es así para nada. Esta vez es muchísimo más difícil. Suelto su boca cuando mis brazos caen sin fuerza hacia mis costados.

—¿Tú me amas a mí? —quiere saber cuando me quedo en completo silencio mirándolo a los ojos con los míos cargados de lágrimas pesadas.

—Me había prometido a mí misma no hacerlo, pero sí lo hago, muchísimo—sollozo alterada—. Henri, no me quiero ir.

—Sí quieres—ladea su sonrisa y apoya su mano en mi mejilla, un gesto dulce que envía una corriente por toda mi columna—. Éste es tu sueño, lo que más quieres en el mundo.

Mis labios se curvan hacia arriba con amargura porque sé que tiene razón. Trabajé arduamente toda mi vida para llegar hasta este momento y no puedo perder la oportunidad.

—Ven a París conmigo—ruego levantando mi mirada para notar que sus ojos también están humedecidos.

La sonrisa se va ensanchando en su cara contradiciendo sus ojos cargados de lágrimas y amargura.

—Quisiera, de verdad me iría, pero no puedo—confiesa y ahora acuna mi rostro por completo entre sus manos—. Me fui de Francia por un motivo y no sé si estoy listo para volver todavía. Además, no puedo dejar solo a Ron y al Doux Paradis. No sé quién soy si no estoy en el restaurante. Es mi salvación, mi...

—Tu vida entera—lo interrumpo completando sus palabras ya que sé cuáles iban a ser—. Lo sé.

De repente una voz femenina resuena por altoparlante.

"Última llamada para los pasajeros del vuelo 853 con rumbo a París, Francia. Repito, última llamada, el avión se encuentra embarcando y pronto a su partida."

—Esa soy yo—susurro bajito con mi vista clavada en el suelo.

Henri apoya sus dedos en mi mentón para levantar mi rostro. Sus ojos celestes me escudriñan entera. Me siento desnuda ante la fuerza de su mirada y entonces comprendo que eso fue así desde el primer maldito día. Por fin entiendo la gran diferencia entre la primera despedida y ésta. A Luca lo quería, pero ya no lo amaba. En cambio, a Henri, ¿qué puedo decir? Lo amo con todo lo que soy.

—¿Puedo besarte una vez más? —pide con la voz entrecortada.

—Por supuesto que sí, chef.

Nuestros labios se rozan primero con cautela. El beso puede parecer superficial visto de afuera, pero los dos sabemos que nos lo tomamos con calma porque en realidad desearíamos que fuera un beso infinito. La boca de Henri me saborea como si nunca lo hubiera hecho antes. Mientras nuestros movimientos se aceleran con la ansiedad y las ganas, las lágrimas de los dos se deslizan por nuestros rostros hasta volver al beso salado. La lengua del chef invade mi boca y le devuelvo la acción. Sus manos se mueven contra mi cabello demandantes al mismo tiempo que yo lo sostengo con una mano en su cintura y otra en su trasero. Lo siento reír sobre mis labios cuando le pellizco una nalga.

Finalmente nos separamos al entender que ya es hora y de lo contrario perderé mi vuelo, aunque hubiera preferido que el tiempo se congelara justo ahí, mientras nos devorábamos con todo el amor del mundo.

El último beso que planta es en mi frente. Tomo sus manos y las aprieto antes de soltarlo y dirigirme a la última puerta. No hay nadie, solo la empleada con su impoluto traje azul marino y blanco con un pequeño corbatín rojo y el cabello perfectamente peinado hacia atrás. Entiendo entonces que todos los demás ya han entrado y soy la única que falta. Me acerco a ella arrastrando la pequeña maleta que viaja conmigo.

—¡Quiroga! —grita Henri haciéndome voltear—. ¡Vas a ser la mejor chef de París!

Esta vez no le contesto. Le dedico una sonrisa de lado, aunque tenga el interior destruido e inclino mi cabeza saludándolo una vez más. Él hace lo mismo con amplitud, mostrando toda su blanca dentadura. De verdad puedo verlo feliz por mí y con eso puedo irme en paz.

Le entrego mi ticket a la empleada que lo apoya en un escáner y me deja pasar recomendándome que me apure. Corro despacio por la manga que me dirige hasta el avión y busco el asiento con el número indicado en mi pasaje. El lado del pasillo y cerca del baño es lo mejor que pude conseguir en tan poco tiempo.

Tomo un espejo de mano del bolsillo de la maleta antes de ubicarla en el espacio sobre los asientos. Me miro y noto mis mejillas rojas y los ojos hinchados de tanto llorar. Suspiro aceptando mi presente y tomo asiento. Relajo mi espalda contra el respaldo y me pongo el cinturón como indica la luz sobre el techo. El motor del avión ya está encendido. Las ruedas se ponen en marcha y el avión avanza lento hasta despegarse del suelo.

Aprieto mis manos contra los apoyabrazos cuando el avión queda inclinado hacia arriba y sólo me suelto cuando lo siento enderezar nuevamente. No le temo a volar, aunque siempre me pone algo nerviosa. Limpio las palmas algo sudadas contra mi pantalón cuando ya pasamos el despegue. Luego agarro una de las revistas y barras de chocolate que me regaló Dominic. Comienzo a ojear las hojas por encima buscando una noticia interesante hasta que encuentro una columna de opinión con una reseña de Piero Vitale a un restaurante de comida árabe que abrió recientemente en la zona del Times Square. Una risa en forma de bufido se me escapa ante la coincidencia y recuerdo cuando le dije a Piero que algún día vendría a hacer una reseña de mi propio restaurante.

Tengo que esforzarme mucho cuando llegue a París, aunque el restaurante todavía no tenga ni nombre y falten muchos pasos hasta su apertura. Después de todo tengo muchas promesas que cumplir. Y la más importante es, al mismo tiempo, la última que hice. Le voy a demostrar a Henri Gautier que voy a ser la mejor cocinera de París. Voy a hacer que esté orgulloso de mí aún a miles de kilómetros de distancia.

Se lo voy a demostrar a todos, incluso a mí misma.

No necesito cambiar el mundo,
haré que la luna brille solo para que tú la veas,
haré que la luz de las estrellas rodee la habitación.
Y si sientes que la noche está cayendo,
quiero ser al que tú llames,
porque creo que podrías marcar el camino.

Solo quiero ser alguien para alguien,
Nunca tuve a nadie ni tampoco un camino a casa.
Quiero ser alguien para alguien.

Y si el sol está molesto y el cielo se enfría,
si las nubes se tornan pesadas y comienzan a caer,
de verdad  necesito a alguien a quien pueda llamar "mío".
Quiero ser alguien para alguien.
Alguien para ti. 

https://youtu.be/9vhCnQrOsbg

❤🥺Bueno, no tengo palabras así que les dejo este espacio para que me dejen las de ustedes.

💖Espero que les haya gustado el capítulo, recuerden que falta uno más y luego el epílogo (voy a subir ambos el mismo día) 💖

🎶La letra al final del capítulo es del video que les dejé y es la canción que siento que representa perfecto el momento de Henri corriendo en el aeropuerto para buscar a Isla🤭

Sus votos y comentarios me alegran el corazoncito, nos leemos en unos días...


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro