Capítulo 30
El año nuevo ha llegado en un abrir y cerrar de ojos trayendo consigo fuertes heladas que congelan la ciudad. Aunque disfrute del frío me encuentro maldiciendo internamente a Rebecca por querer pasar el descanso de nuestro turno de trabajo en el callejón lateral solo para poder fumar. Envuelvo de manera más ajustada la enorme bufanda que me regaló el chef alrededor de mi cuello y hundo mi rostro dentro de ella, inhalando y exhalando un par de veces para que la calidez de mi respiración le devuelva algo de temperatura a mi nariz que, tal como había notado Henri, se encuentra colorada.
—Entonces, ¿están saliendo o qué? —pregunta Becca fumando una gran pitada de su cigarrillo para luego exhalar el humo en mi dirección—. Perdón, no me di cuenta—agrega sacudiendo su mano sobre la nube gris que se ha formado haciéndome apretar los ojos y toser.
—No lo sé, supongo que solo estamos viviendo el momento día a día. Disfrutando sin cuestionarnos ciertas cosas.
Suspiro pensativa luego de responderle. A decir verdad, parece que mis palabras son un intento de convencerme a mí misma, más que a mi amiga. No tengo idea qué somos Henri Gautier y yo y si quiero ser honesta conmigo debo aceptar que me da algo de miedo averiguarlo.
—Suena a que estás intentando protegerte—acota la rubia.
—Tal vez es exactamente lo que estoy haciendo.
—Sabes, Isla, vas a estar tan ocupada intentando no salir herida que te vas a olvidar de vivir.
—Y-yo...no es...—su observación me deja con el cerebro en cortocircuito sin palabras coherentes para decir—. ¡No es justo que digas esas cosas tan inteligentes mientras estás apoyada contra la pared fumando como si fueras una intelectual!
Sacudo las manos para todos lados como un pájaro que quiere empezar su vuelo cuando no encuentro otra forma de retrucar sus dichos y Rebecca empieza a reír sujetando su vientre. Sin embargo, su risa se corta cuando la puerta de servicio se abre de golpe de manera violenta a nuestro lado.
—¡Se les terminó el recreo! Es nuestro turno de descanso—chilla Margot de manera alterada y su rostro cambia a uno de asco al ver el cigarrillo en la mano de mi amiga—. Retiro lo ducho, apaga esa asquerosidad y quédense cinco minutos más antes de que apestes toda la cocina con ese humo de porquería.
Vuelve a entrar cerrando la puerta con la misma fuerza con la que abrió y entonces Rebecca hecha a reír nuevamente imitando la cara de nariz fruncida de Margot.
Dejamos pasar el tiempo indicado antes de entrar. Aunque la forma de Margot no fue la mejor, tuvo un buen punto.
Justo cuando Rebecca abre la puerta mi celular vibra en el bolsillo de la abrigada campera negra que llevo puesta sobre el uniforme. Sé que ya no tengo mucho tiempo por lo que me apresuro a tomar el aparato y leer el mensaje que aparece en la pantalla.
"Piero Vitale: Isla, has conseguido una oportunidad increíble, de esas que no suelen presentarse dos veces. Estoy ansioso de que te enteres. Bacio"
Levanto una ceja intrigada al mismo tiempo que le muestro a Becca el mensaje.
—¿Qué será? —consulta cambiando su mirada de la pantalla a mis ojos.
Me limito a encoger mis hombros dándole a entender que no tengo idea y cambiando de tema entramos de nuevo al restaurante.
Aun así, mi intención de hacerme la desinteresada no funciona y me paso todo lo que resta del turno pensando y haciendo teorías en mi cabeza sobre a qué oportunidad se podría estar refiriendo Piero. Por suerte no imposibilita mi trabajo, he aprendido de mis errores, pero sí me encuentro inquieta y algo ansiosa.
Al parecer no lo he disimulado tan bien como quería, me doy cuenta de ello cuando al terminar el turno Henri se acerca despacio hacia mí luciendo preocupado.
—Isla, ¿ocurre algo? Te ves...no sé, como si no estuvieras aquí.
Sus ojos destellan expectantes, su ceño se frunce evidenciando su genuina curiosidad por saber cómo me encuentro. Por un momento me considero muy afortunada.
—No es nada, solo me siento un poco cansada.
Me muerdo el labio inferior al instante molesta conmigo misma por no decirle la verdad sobre el mensaje que recibí. Es solo que soy consciente de la pésima relación que Henri y Piero mantienen y preferiría no poner más leña en el fuego. Y menos quedar en el medio de la pelea de ellos dos.
—Está bien—comenta y no sé si se lo ha creído en serio o no, pero me regala una dulce sonrisa antes de plantar un apurado y disimulado beso en mi frente—. Por suerte ya has terminado tu turno. Iba a decirte si querías venir a cenar a mi casa, aunque lo mejor es que vayas a la tuya a descansar. Nos vemos mañana.
Asiento devolviéndole una sonrisa y me retiro del restaurante junto a Boris y Rebecca que charlan animadamente a mi lado.
—No, Becca, te aseguro que nadie sabe lo de estos dos—suelta Boris señalándome—. En el restaurante el chisme corre rápido y yo siempre soy el primero en enterarme de todo, te digo que nadie ha hablado de Henri e Isla teniendo sexo como conejos.
—¡Grosero! —le grito dándole un empujón con mi hombro.
—No lo puedes negar, Dominic y yo escuchamos como chocaban todos los muebles de tu habitación en Navidad—señala Rebecca logrando teñir mis mejillas de rojo.
—No lo estoy negando, solo no tiene porqué enterarse todo Nueva York.
A pesar de las bromas me siento aliviada que nadie en el restaurante esté hablando de lo que ocurre entre el chef y yo. Las cosas que me he ganado en esta vida han sido a base de mi esfuerzo y no me gustaría que nadie me juzgara o acusara de acostarme con mi jefe para crecer en el ámbito profesional.
Perdida en mis propios pensamientos la vuelta a casa se me hace rápida y en cuanto entro al edificio mi cuerpo empieza a calentarse. Decido subir por las escaleras en vez de tomar el ascensor para terminar de entrar en calor.
Me desplomo en el sillón agotada tras el trascurso del día y escucho una notificación en mi celular. Con algo de pesadez me incorporo y tomo el teléfono con mi peor cara de pocos amigos, que termina cambiando por completo cuando veo de que se trata.
Es un correo de Dai Na Yuang. Lo primero que hago es cuestionarme de dónde habrá sacado mi dirección de correo electrónico ya que con ella solo había intercambiado números de teléfono en la fiesta de Navidad del canal. Pero entonces comprendo que seguro Piero está detrás de esto y la oportunidad de la que hablaba se encuentra relacionada con Dai Na.
Mis ojos se mueven a toda velocidad y cuando termino de leer me vuelvo a reclinar en el asiento soltando un chillido de emoción que de seguro se está escuchando desde el primer piso, pero no me importa. Esto es importante en serio.
Dai Na ha organizado una fiesta privada en su casa y soy una de las invitadas, esta vez no debo pensar a quien llevar ya que fue aclarado que debo asistir sola. Me resulta emocionante pensar cuál es el fin de la misma y, como siempre, planeo sacarle todo el jugo. Codearme con alguien tan importante logra encender todos mis sentidos y erizar mi piel porque sé que cualquier situación sirve para acercarme a mi gran sueño.
Así que tengo tres días para prepararme para subir el siguiente escalón en el camino hacia mis objetivos.
***
Cuando pongo un pie fuera del taxi que me ha dejado en la casa de Dai Na me quedo sin aliento. Si el edificio de Henri me parecía lujoso esta casa es directamente salida de una revista de multimillonarios.
Tras unas altas rejas negras donde lo que menos falta es seguridad se aprecia una estructura blanca con enormes ventanas y gruesas columnas que sostienen la imponente fachada. La casa está tan iluminada que ni siquiera parece de noche. Luego de anunciarme se abren las rejas de forma automática y un señor mayor con antejos redondeados sale a recibirme tomándome del brazo para guiarme hacia el interior de la, podría decirse, mansión.
Lo primero que se ve al entrar es una enorme escultura dorada de dos mujeres desnudas con sus extremidades entrelazadas que contrasta perfecto con el impoluto suelo de mármol blanco con vetas grises.
Detrás de dicha escultura se ubica en perfecta simetría con el centro una escalera del mismo material del suelo, pero cubierta por una gruesa alfombra color crema y barandas de oro cuyo brillo deja ver que han sido recién lustradas. Parada frente a la escalera se encuentra Bo Fang, la asistente de Dai Na, luciendo un vestido púrpura y su cabello peinado hacia un lado. La noto mucho más cómoda que en la fiesta de Navidad, me recibe con una sonrisa y leve inclinación. Devuelvo el gesto y el hombre que me acompañó hasta esta parte se retira en silencio.
—Isla Quiroga, bienvenida. La señorita Yuang la está esperando, sígame por favor.
Bo Fang me conduce hasta un salón imponente con techo abovedado con una pintura de estilo renacentista plasmado en el mismo. No conozco tanto a Dai Na aún, sin embargo, sí siento su esencia plasmada en cada rincón de su hogar. En el medio del salón hay una larga mesa con la excéntrica vajilla ya puesta en ella y sobre ésta cuelga una lámpara gigante cubierta de piedras preciosas. Nadie está sentado porque los invitados están de pie conversando en ronda con Dai Na. Todos se quedan en silencio y se giran en mi dirección cuando escuchan que la puerta ha sido abierta.
No puedo evitar sentirme algo incómoda y observada, pero la sonrisa que se amplía en la cara de la anfitriona logra tranquilizarme. Extendiendo sus brazos se acerca hacia mí y me encierra contra su cuerpo tomándome desprevenida.
—La invitada que faltaba, ya podemos tomar asiento—exclama Dai Na y tomándome de la mano me dirige hasta la mesa.
La dueña de casa se sienta en la cabecera y me indica que tome asiento cerca de ella. Todos la obedecen sin dudar y una vez que estamos sentados me tomo el tiempo de observar a los demás. No reconozco a nadie a simple vista y por lo que puedo percibir casi todos rondan mí misma edad.
Dai Na aplaude dos veces y recién ahí noto la cantidad de personas de pie contra las paredes del salón. Hombres y mujeres con el mismo traje del señor que se encontraba en la puerta caminan hacia nosotros con bandejas de plata y dejan el plato de la entrada frente a cada comensal.
—Bo, dinos que nos han servido, por favor—pide la anfitriona con amabilidad.
La asistente se pone de pie al lado y carraspea antes de hablar.
—Para la entrada hemos servido camarón rebozado sobre una salsa de pepino y ají picante.
Con un gesto nos invitan a probar el plato que huele delicioso. Con algo de duda tomo mis cubiertos y llevo un bocado a mi boca. La combinación de pepino y camarón jamás se me hubiera ocurrido, pero para mi sorpresa van muy bien. Además, el picor del ají contrasta a la perfección con la frescura y suavidad del pepino. Probar platos así me demuestra que debo tomar más riesgos y por otro lado expanden mi imaginación y me motivan mucho así que me siento agradecida. Aunque aún me cuesta ocupar este lugar en los eventos y no el de la cocina. Todavía se siente extraño sentarme y que me sirvan.
De la entrada pasamos al plato principal y luego el postre. Aunque para la hora del último ya me siento bastante llena no puedo dejar de probar todo con asombro y genuina curiosidad. La comida es mi momento feliz sin lugar a dudas.
Cuando todos terminamos el postre Dai Na carraspea fuerte para que todos le prestemos atención y luego golpea un tenedor con suavidad contra el cristal de su copa, aunque esa acción es innecesaria porque ya tiene la mirada de todos sobre ella y no vuela ni una mosca.
—Si están hoy aquí es porque ya nos conocimos antes en persona en alguna ocasión—habla mientras mueve de manera exagerada su mano haciendo que el vino baile dentro de la copa que sostiene—. Me encargué de invitar solo a las personas que me parecían realmente interesantes.
La cara de los demás comensales cambia con esas palabras, algunos inflan su pecho con orgullo y otros sonríen con timidez. Mientras tanto Dai Na deja su copa para tomar con fuerza las manos de quienes tiene a sus costados, yo y del otro lado un chico de tez trigueña y cabello oscuro largo por los hombros. Los anillos que lleva la mujer se clavan contra mi piel, pero no digo nada.
—Y no solo son interesantes—continúa—, sino también jóvenes. Como ya bien sabrán considero que la juventud es lo que hace mover al mundo. ¿Saben qué más hace mover al mundo? —inquiere de manera retórica—. El dinero. Esto no es una fiesta común y corriente. Los he traído para informarles que de aquí saldrá el chef principal de mi próximo restaurante.
Siento como la sangre se detiene helada en mis venas. No estoy segura de haber escuchado correctamente. El agarre de Dai Na suelta mi mano para ponerse a aplaudir divertida ante las expresiones de estupefacción de sus invitados, y me incluyo en eso. Mi mandíbula ha caído dejándome con la boca abierta y la mirada perdida.
—¿Es en serio? —pregunta incrédula una chica de profundos ojos azules en la otra punta de la mesa.
—Por supuesto que sí, querida. No bromearía con algo así. Planeo abrir un nuevo restaurante, me sobran ganas y dinero y quiero ganar mucho más. Estoy segura que el aporte que un chef joven puede ofrecer a dicho restaurante puede ser maravilloso. Necesitamos platos con frescura, una visión juvenil y única, sabores nuevos que sorprendan a los clientes, un chef que no tenga miedo de experimentar.
Los ojos de la mujer brillan emocionados, pero yo tengo la boca seca de la sorpresa así que termino todo el contenido de mi copa de una sentada. Jamás esperé que ésta fuera la oportunidad a la que Piero se refería. Chef principal en un restaurante, ¿yo? Sé que puedo hacerlo, sin embargo, tengo la cabeza llena de dudas y preguntas. Por un instante la imagen de Henri cruza mi mente, pero la voz de la persona que tengo sentada al lado me trae de nuevo a la realidad.
—¿Y cómo sabremos quién será elegido?
—Ah, excelente pregunta. Van a cocinar para mí. Quiero recetas creadas por ustedes mismos. Probaremos sus platos y elegiremos el que más nos guste. Quien lo haya preparado será chef del restaurante. Así de simple, no soy una mujer complicada y tampoco me sobra tiempo para andar dando tantas vueltas.
—¡¿Cocinaremos ahora mismo?! —se exalta el joven de la piel trigueña.
—Claro que no, esta reunión fue meramente informativa—contesta Dai Na luego de largar una risa que invade todo el salón—. Les confirmaré la fecha luego, pero será un día de la semana que viene.
Mi corazón se salta unos latidos ante ese dato. Es muy poco tiempo para procesar la noticia y además planear un plato que definiría el futuro de mi carrera, podría decirse que tengo que cocinar el plato más importante de mi vida. No puedo preparar algo así no más. Me imagino que las personas sentadas a mi alrededor son todas muy talentosas, tengo que cocinar algo que me haga destacar. El calor causado por los nervios me empieza a invadir y sigue habiendo muchas preguntas en mi cabeza. Tantas que decido formular al menos una en voz alta para buscar calmarme un poco.
—¿En qué parte de Nueva York planea abrir el restaurante?
—¿Nueva York? —se carcajea Dai Na y fija su mirada en mí—. No, querida. El restaurante va a ser en París.
👀✋ París...ahí se las dejo, ustedes me dirán qué opinan...
💖Sí, adelanté capítulo porque, no hay porqué jajaja espero que les haya gustado. Si es así sus votos y comentarios son super apreciados y ayudan un montón a los escritores💖
Ah, la historia pasó las 10k lecturas 💣💣💣 GRACIAS GRACIAS GRACIAS por todo el amor y apoyo, todavía no caigo. Se les quiere mucho!
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