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Capítulo 25

Los movimientos que el chef Gautier hace sobre mí me tienen sin aliento, sumida en un placer del cual siempre necesito más. Nuestras respiraciones entrecortadas marcan el ritmo de nuestros cuerpos disfrutándose. Sus fuertes brazos ubicados a los lados de mi cuerpo se ven tentadores e incrementan mi deseo. La vista no está nada mal tampoco, el rostro de Henri me deja saber que siente el mismo placer que yo, relame sus labios al mismo tiempo que ve rebotar mis pechos, con un mechón de cabello moviéndose en su frente.

En el único momento en el que este hombre se ve ligeramente desarreglado es en el sexo.

Justo ahora parece que solo existimos nosotros dos, nada ni nadie puede molestar ni interrumpir cuando nos dejamos llevar de esta manera. Ningún tipo de...

¿Qué es esa música? ¿De dónde viene ese sonido? No me deja concentrarme. Los jadeos de Henri disminuyen y el ruido se hace cada vez más fuerte y molesto. Comienzo a moverme de manera involuntaria, buscando con la mirada el origen de tal sonido, pero no encuentro nada. De los nervios empiezo a patalear para todos lados y termino cayendo.

Cuando vuelvo a la realidad me doy cuenta que estoy en el piso de mi habitación y me acabo de caer de mi propia cama.

Mierda, solo era un sueño.

Froto mi rostro con mis manos en señal de frustración y noto que me encuentro agitada y un poco sudada. Con los ojos aún cerrados tanteo la superficie de mi mesa de noche hasta que encuentro algo con que sujetar mi cabello ya que lo tengo pegado a mi nuca. Me quedo en el piso intentando despertar del todo mientras rememoro el sueño que acabo de tener, me iría a dormir de nuevo solo para poder terminarlo.

El sonido que me había despertado vuelve a invadir la habitación. Ahora que estoy despierta lo puedo reconocer con facilidad. Es mi teléfono que está sobre la cómoda sonando al estar recibiendo una llamada.

No me sienta nada bien leer el nombre en la pantalla cuando lo tomo en mis manos, pero sería demasiado desubicado no contestar así que llevo el celular hasta mi oreja.

—Hola— atiendo de mal modo y la persona del otro lado de la línea lo nota, lo sé por el silencio que se produce.

—Isla, scusa il tempo, sé que es temprano.

—Bastante— evito informarle que no me molesta la hora a la que ha llamado sino la interrupción de la imagen de Henri sobre mí. Suelto un suspiro pesado y de nuevo se produce una breve pausa del otro lado.

—Veo que ya te has enterado de todo—suelta Piero aceptando al fin el mal humor evidente en mi voz.

Sé que no debería hablarle mal, no me hizo nada malo a mí después de todo, pero no puedo evitar mirarlo con otros ojos y sentir cierta desconfianza ante la bondad que siempre me brindó. Sin embargo, no puedo faltarle el respeto, sé que no debo. La influencia del italiano en el mundo gastronómico es amplia y tenerlo de enemigo sería perjudicial para mi carrera.

—Así es.

—¿Me odias?

Su pregunta me descoloca por completo, titubeo unos segundos antes de contestar buscando las palabras correctas.

—N-No es mi lugar odiar a nadie. Pero sí creo que actuaste mal, y la otra mujer también. Y ni siquiera me hagas mencionar al otro pedazo de...

La ira que vuelve a nacer en mí no me permite terminar la oración. Tengo calor en mis venas y mi mandíbula apretada. Volver a pensar en que Henri de verdad vivió rodeado de traidores me hace hervir la sangre.

Va bene, te entiendo. Aun así, te propongo mirarlo de otra manera. En los ojos de Henri soy el villano, en los ojos de Brigitte soy un héroe.

—¿Un héroe? ¿En qué clase de mundo viven que consideran que eso es ser un héroe? No hacía falta lastimar tanto a una persona. En cuánto Brigitte fue consciente de sus sentimientos hacia Jaques debió haberle dicho a Henri. No hacía falta abandonarlo el día de su boda, una boda en la que Henri no tuvo ni voz ni voto, por cierto.

No tengo idea porqué estoy hablando de esto con Piero, aunque en mi defensa el preguntó primero. Igual se siente extraño estar defendiendo al chef Gautier. Seguro parezco una tonta enamorada y Vitale se va a dar cuenta, tengo que disminuir mi intensidad. En vez de seguir dando vueltas nerviosas por la habitación decido sentarme en la cama y así relajarme un poco.

—En eso te doy la razón por completo. Brigitte y Jaques fueron estúpidos. Pero bueno, uno no elige a sus amigos.

—La frase es "uno no elige a su familia", de hecho, a nuestros amigos sí los elegimos— Piero suelta una carcajada ante mi corrección.

—Es verdad. El punto es que uno no deja a sus amigos ser estúpidos en soledad, uno tiene que ir y ser estúpido junto a ellos.

Su concepto de amistad me parece algo controversial. En mi opinión eso solo aplica si la estupidez no involucra el daño hacia otra persona, mas no es momento para lecciones de vida.

—Entonces priorizaste tu amistad con Brigitte sobre tu amistad con Henri.

—Sí, lo hice. Aunque para serte honesto no sé porque fue así, simplemente se dio de esa manera—vuelve a hacer una pausa antes de retomar el habla—. De igual manera ya es algo tarde para arrepentirse.

No estoy de acuerdo, no es así. Deberían ir a pedirle perdón a Henri, dar la cara. Sin embargo, prefiero dar el tema por terminado antes de meterme en un problema innecesario.

—¿Tu llamada era para hablar de esto?

—No, sé que no soy tu persona favorita en este momento, pero tengo una noticia que te va a encantar—dice y en vez de responder me quedo en silencio esperando que vuelva a hablar—. La cadena de televisión donde emitieron el programa del cual participaste está organizando un evento que englobe las celebraciones de Navidad y Año Nuevo. Se va a llevar a cabo el día veinte.

Entiendo hacia dónde va la conversación y me es imposible no entusiasmarme.

—¿Voy a tener que cocinar?

—Esta vez no, eres una de las invitadas. Todos los que han participado de alguna forma u otra en la programación del canal a lo largo del año están invitados. Lo único que tienes que hacer es ir y disfrutar. También va a haber importantes invitados del mundo gastronómico, por supuesto.

No me esperaba ese tipo de noticia, ésta es todavía mejor. Jamás me han invitado a una fiesta de este tipo y mi emoción se hace presente a través de una amplia y satisfecha sonrisa. Amo ver como mi esfuerzo y trabajo rinden frutos. Estos son los pequeños momentos que me recuerdan porqué vine a esta ciudad en un principio.

Además, saber que no voy a tener que estar cocinando sino mezclándome con los demás invitados es novedoso. Planeo sacar a relucir mi lado descarado para hacer sociales y codearme con gente conocida. Voy a hacer lo posible para que todos recuerden mi nombre.

—¡Es una excelente noticia! —exclamo al fin, luego de salir del shock inicial.

—Sabía que te iba a poner contenta. Mañana seguro recibas la invitación oficial. Ah, casi lo olvido, es un evento de gala así que tienes que vestir elegante, y tu entrada incluye un acompañante. Ciao, bellísima.

Piero corta la llamada dejándome soñando despierta. Es una oportunidad maravillosa. Encaro mi día con una energía renovada. Aprovecho la mañana libre para darme un baño, comer un buen desayuno y ordenar un poco el departamento. Al mismo tiempo no dejo de hacer una lista mental de todas las cosas que debería hacer antes del evento del canal. Conseguir un vestido y zapatos nuevos es mi prioridad. Aunque también debo pensar a quien llevar como acompañante.

Cuando es hora de partir para el restaurante mi buen humor perdura, de hecho, aumenta al recordar que Rebecca y Boris tienen el mismo turno que yo, quiero contarles la noticia.

En cuanto llego percibo a la cocina funcionando a mil revoluciones y rápidamente mis ojos encuentran la razón, el chef Gautier volvió. Su aspecto desarreglado evidencia que está trabajando desde temprano, aun así, porta una sonrisa en su rostro, una que logra contagiarme. Este es su lugar en el mundo.

Luego de cambiarme y saludar a mis compañeros me acerco al chef y tironeando suavemente de la manga de su chaqueta blanca lo hago mirarme para indicarle con una inclinación de cabeza que me siga.

Mirando primero para todos lados para asegurarme que cada uno siga concentrado en su estación entramos al gran congelador.

—¿Cómo va tu vuelta al...

No logro terminar de hablar. Henri se abalanza sobre mi boca sin darme respiro. El peso de su cuerpo me hace caminar hacia atrás sin despegar el contacto hasta chocar contra la pared. Sus labios cálidos y húmedos me hacen perder la razón, si alguien nos encontrara estaríamos en grandes problemas. Sin embargo, Henri me enciende como una llama que quema todo rastro de sentido común.

Sus manos se enroscan en mi cabello al mismo tiempo que presiona su pelvis contra mí haciéndome notar que no soy la única excitada. El sonido de sus jadeos contra mi boca provoca un pinchazo que se hace sentir en mi entrepierna.

—Mi vuelta al restaurante va muy bien, gracias por preguntar—sonríe antes de pasar a devorar mi cuello. El maldito sabe que ese es mi punto débil.

Quiero pasear mis manos por su cabello rubio, sin embargo, el gorro de chef no me lo permite. Me conformo con agarrarlo con ganas por el cuello de su chaqueta instándolo a continuar. Los mechones despeinados que salen por debajo de su gorro me resultan tentadores y adorables en partes iguales.

Henri se aprieta más contra mi cuerpo obligándome a elevar una pierna para rodear su cintura. Me doy cuenta que no hay vuelta atrás cuando separa sus manos de mi cabello solo para ubicar una dentro de mi ropa hacia mis senos y con la otra intenta bajar la pretina de su pantalón. El deseo anticipado que siento entre mis muslos me hace soltar un gemido ahogado que solo lo enciende más, apurando y entorpeciendo sus movimientos.

Justo cuando estoy por deslizar mi mano dentro de su pantalón un estruendo nos interrumpe haciéndonos saltar y separarnos en el acto. El sonido es inconfundible, a alguien del otro lado se le cayó una sartén. Nos miramos preocupados antes de echarnos a reír como niños. La temperatura de mi cuerpo no parece entender que estamos dentro de un congelador. Las mejillas de Henri están teñidas de rojo y estoy segura que las mías también.

—Perdón—sentencia al mismo tiempo que endereza su gorro y acomoda su pantalón—, tenía ganas de hacer eso desde que desperté.

Sonrío ante su honestidad y aguanto una risa al pensar que yo también quiero esto desde que me levanté luego de soñar con él, pero nunca podría confesarle eso.

Me siento aliviada al ver que nada ha cambiado, una parte de mí creía que el chef se arrepentiría de lo que pasó entre los dos, tal vez que se portaría seco y distante en el restaurante o que directamente perdería mi trabajo. Nada de eso resultó así.

—Tengo algo para contarte—digo y me mira intrigado—, desde el canal donde se emitió el programa en el que participé me han invitado a un evento para celebrar las fiestas de fin de año.

—¡Isla! Eso es excelente, felicitaciones—su entusiasmo es genuino, lo noto por la amplia curvatura de su boca y la manera en la que sus ojos me miran.

El abrazo en el cual me envuelve me toma desprevenida. Le devuelvo el gesto aprovechando para hundir mi cara en su pecho. Inhalo profundo apreciando su aroma. Su perfume siempre se mezcla con los olores de los alimentos que cocinamos en el Doux Paradis y no podría ser de otra manera. Su esencia nace y termina en la cocina.

—Muchas gracias—contesto cuando nos separamos—. Hay algo más, la entrada me permite llevar un acompañante, ¿te gustaría venir conmigo?

Cuando la pregunta sale de mi boca me siento estúpida y me arrepiento al instante. Aun así, su nombre fue el primero en el que pensé al enterarme del evento.

—No.

La sequedad de su respuesta tan directa me obliga a abrir los ojos con sorpresa. No tendría que haberle dicho nada.

—Oh, está bien. Tienes razón, fue tonto de mi parte preguntar, seguro no quieres que te relacionen conmigo, soy chef en tu restaurante y...

—Isla, no lo digo por eso—interrumpe—. ¿Cuántas veces te han invitado a una fiesta así?

—Ninguna, es la primera vez.

—Exacto, tienes que disfrutarla y hacer que la atención se centre en ti. Si voy como tu acompañante la gente va a hablar de nosotros, comenzarán a hacer conjeturas y murmurar, o tal vez se concentren en mí cuando en realidad deberían estar hablando de tu talento. No quiero robarte protagonismo, te invitaron porque te lo mereces, porque te esforzaste para conseguirlo, aprovéchalo.

Asiento dándome cuenta que tiene razón, no lo había pensado de esa forma. Sus palabras me hacen sentir que le importo y cierta calidez invade mi pecho.

—Será mejor que salgamos—sugiero cuando el frío finalmente se hace presente en mis manos y me pone a tiritar.

—Tal vez quieras peinarte un poco antes de salir, te ves deliciosamente caliente y no voy a permitir que nadie inicie rumores ni hable mal de ti en mi propia cocina.

Su comentario me atraviesa de pies a cabeza sacudiéndome por completo. No sé cómo reaccionar así que me quedo de pie pasando mis manos por mi cabello mientras él toma una bolsa del estante de los mariscos y la deja en mis manos.

—¿Qué hago con esto?

—Llévalo para disimular, al parecer hoy cocinaremos vieras—se dirige hacia la puerta, pero se vuelve a girar hacia mí—. Vieras gratinadas.

Después de unos minutos salgo y todo parece seguir como si nada por lo que suspiro con alivio. Me voy a mi estación y comienzo a trabajar, aunque me cuesta dejar de pensar en el beso de hace un rato. Decido llevar mi mente a otro lado para hacer la jornada más amena así que me pongo a pensar en quién me acompañará al evento. Considero decirle a Dominic, sin embargo, prefiero invitar a alguien a quien le pueda ser útil conocer gente del ambiente culinario.

Cuando terminamos el turno y estamos quitándonos los uniformes le consulto a Becca si quiere ser mi acompañante, pero con desilusión me confirma que no va a poder porque tiene que venir al restaurante ese día. Entonces me queda una opción.

—A juzgar por el baile en estado de absoluta ebriedad cuando fue la fiesta que Henri sé que te gusta divertirte, ¿vamos? —le pregunto a Boris mientras salimos por la puerta de servicio.

—Aunque me ofende que me hayas dejado como última opción, ¡por supuesto que sí! Soy excelente compañía para las fiestas, prometo no dejar que te aburras. Además, nunca le diría que no a beber y comer gratis.

Los tres reímos por el comentario acertado de Boris y continuamos caminando hacia la entrada del subterráneo. Sin embargo, una repentina mano sujetando mi muñeca me impide seguir. Al darme vuelta veo al chef algo agitado, es evidente que corrió para alcanzarnos.

—Henri, ¿pasó algo? —inquiero preocupándome.

—Ya sé que no voy a ir a la fiesta, pero estaba pensando que podemos hacer otra cosa para Navidad, tú y yo solos—contesta recuperando el aliento.

Sus ojos destellantes esperan mi respuesta. Su respiración caliente choca con el aire helado generando una nube con cada exhalación, su pecho aún sube y baja un poco acelerado. Su mano todavía encierra mi muñeca. Cada detalle que voy notando lo hace lucir más vulnerable.

—Trato hecho.

El alivio que le otorga mi respuesta transforma su rostro. Pasa de la seriedad a una sonrisa suave que rápidamente se ensancha de oreja a oreja acompañada de una risueña y contagiosa carcajada.

Navidad con Henri Gautier. No suena nada mal. 

🎄⭐ Se acerca la Navidad en Crème Brûlée 🎄⭐ y vendrá con un inesperado invitado especial.

Las hornallas no eran lo único caliente en la cocina hoy 🥵🥵

¡Espero que les haya gustado el capítulo! Los votos y comentarios son de gran apoyo :) 💖Muchas gracias por darle tanto amor a la historia, estamos cerquita de las 7k lecturas 😲

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