Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 21

El día se siente ideal. Las estrellas no suelen lucirse mucho en esta ciudad por los altos edificios y la gran cantidad de luces, pero hoy siento que va a ser la excepción.

El plan de comer en el auto fue cancelado cuando no encontramos ningún lugar agradable y libre donde estacionar. Sin embargo, sí compramos las hamburguesas y ahora nos encontramos caminando con nuestro pedido por el Central Park buscando un lugar para comer. Si fuera por mí estaríamos en el primer banco posible, mi estómago ruega por comida y se hace oír. Pero al parecer Henri no es solo quisquilloso en la cocina y estamos caminando hace diez minutos buscando lo que según él es "el lugar indicado".

—Se va a enfriar la comida, se nota que nunca comiste una de estas fría, es como masticar suela de zapato—protesto para que el chef se apiade de mí.

—¡Ahí! —chilla emocionado señalando un banco sin gente alrededor y un hermoso árbol poblado de flores blancas detrás.

Sonrío al ver como acelera su paso para que ninguna de las personas que pasan caminando le quite el lugar. Y también agradezco que haya tenido mantas en la parte de atrás de su auto porque no falta mucho para que sea de noche y el frío se siente cada vez más.

Nos acomodamos en el banco y coloca una de las mantas de estampado escocés sobre mis hombros, levanto la mirada y le agradezco en silencio para luego apresurarme a abrir la bolsa y devorar un pedazo de hamburguesa que por suerte sigue caliente.

Mastico despreocupada y apurada mirando al frente y se me escapa un sonido de satisfacción, pero pronto siento que me están observando entonces me giro.

—¿Qué? Tenía hambre—le digo a Henri sin dejar de comer. El continúa con la hamburguesa sin desenvolver entre sus manos.

—Me gusta verte cocinar, pero no me imaginé que pasaría lo mismo con verte comer— responde con la sonrisa de lado que tanto disfruto ver.

Mis labios se curvan hacia arriba con su comentario y vuelvo a meter la mano en mi bolsa tomando un puñado de papas fritas. Saladas, aceitosas y deliciosas, justo como la comida chatarra debe ser.

Henri comienza a desenvolver la hamburguesa con algo de duda y yo solo siento ganas de reír con su desconcierto, aunque ésta fue su idea y ahora tiene que aguantarse. Su expresión frustrada es demasiado hilarante. Finalmente termina de abrirla, la acerca a su boca y prueba un pequeño pedazo con los ojos cerrados. Luego de masticar unos segundos los vuelve a abrir grande de golpe y sus cejas se elevan en sorpresa. De forma inmediata se gira hacia mí y no dice nada, traga y se queda con la boca abierta sin poder creerlo. Los ojos le brillan y los dos sonreímos al mismo tiempo.

—Así de buena, ¿verdad? —consulto divertida.

—No lo puedo creer, ¿cómo puede ser tan rica esta porquería? Hace años no comía una.

Empieza a comer a la misma velocidad que yo y me contengo de señalarle la pequeña mancha de kétchup que tiene en su barba. Sé que se va a sentir mal si le digo, y por otro lado lo hace lucir adorable y humano. La mayoría de las veces se ve y actúa tan perfecto que dudo si lo cambiaron por un robot cuando nació o algo así.

—Lss ppss—intenta hablar con comida en la boca y no le entiendo nada. Lo nota por lo que se apresura a tragar y yo rio—, las papas están cocinadas terriblemente mal, están blandas y con exceso de aceite, además se nota que han sido recalentadas. No deberían tener tan buen sabor.

Se lleva otro puñado de bastoncitos amarillos a la boca manteniendo el ceño fruncido. Verlo comer con tanto placer, pero al mismo tiempo indignado me resulta tragicómico.

Terminamos de comer en un cómodo silencio que pronto es roto por Henri.

—Realmente reaccioné mal el día de la reseña, te acusé de no saber actuar bajo presión cuando en realidad fui yo quien parecía no saberlo. Los nervios se apoderaron de mi conducta—empieza pensativo—. Sin embargo, hay algo que no deja de darme vueltas en la cabeza y quería preguntarte. ¿Qué fue lo que pasó? Sé cómo trabajas y ese día no estabas siendo tú misma.

Hago una breve pausa mirando hacia adelante, donde unos pájaros se pelean por unas migajas de pan de hamburguesa que Henri les arrojó. Tomo aire dudando si contarle lo ocurrido o no, pero al final me decido por hacerlo, después de todo me gusta más cuando somos honestos entre nosotros.

—La noche anterior Dominic, mi compañero de piso—aclaro de forma pausada—, organizó una fiesta y no solo no pude dormir nada y moría de cansancio, sino que en la misma un miserable imbécil me tocó sin mi permiso y no podía sacármelo de encima entonces...

No puedo terminar de hablar. Henri se pone de pie de un salto dejando caer las bolsas vacías que descansaban en su regazo. Su rostro se transforma por completo pasando a estar todo rojo.

—¿A dónde vas? —grito cuando comienza a caminar con prisa y ante mi llamado vuelve rápido dando zancadas.

—¿Quién mierda era? ¿Cómo se veía? Voy a buscarlo y voy a romperle la cara— no para de hablar a toda velocidad trastabillando sus palabras hasta que se pone de cuclillas frente a mí, apoyando sus manos en mis rodillas—. ¿Cuál era su nombre? ¿Por eso estabas así? — pregunta y asiento—. Soy un estúpido, el peor de los imbéciles. Jamás se me hubiera ocurrido que...

—La verdad sí fuiste un imbécil— lo interrumpo—, pero yo tendría que haber dicho algo. Soy una profesional, tendría que haber hablado y explicado que no podía ir, o que no podía estar junto al equipo que cocinaría para Piero. Mi orgullo, mi ambición y mi estado algo caótico me nublaron. Estaba cansada, enfadada, con impotencia, distraída— confieso luego de un pesado suspiro—. Por suerte ya estoy trabajando en todo eso y me siento mucho mejor. Sin embargo, no sé el nombre del tipo, aunque Dominic se encargó de romperle la nariz, cosa que podría haber hecho yo tranquilamente, soy muy fuerte, ¿sabías?

El chef sonríe ante mis palabras finales antes de contestar.

—Sí, lo eres. Y tendré que agradecerle a tu amigo más tarde.

Se me queda viendo, sus labios están curvados hacia arriba, pero sus ojos se ven tristes. Al cabo de unos segundos se pone de pie y vuelve a tomar asiento al lado mío. Entonces una idea surge en mi mente y no puedo frenar mi lado curioso.

—¿Ahora puedo preguntar algo yo? —inquiero y él inclina la cabeza accediendo a mi pedido—. ¿Cuál es la historia con Vitale? ¿Qué pasa entre los dos?

Su mandíbula se tensa ante mi pregunta, lo noto al instante, pero también noto el esfuerzo que hace para intentar contestar a pesar de lo mucho que le molesta hablar del tema. Y aprecio dicho esfuerzo más de lo que puede imaginar.

—Vitale y yo nos conocemos hace muchos años, nos vimos por primera vez en la universidad— piensa mirando hacia abajo, como si estuviera rememorando—. Éramos todos muy unidos—me sorprendo ante su elección de palabras que indican que habla de alguien más, pero lo dejo seguir hablando. En su rostro se asoma una triste sonrisa, casi irónica—. Se podría decir que confié en las personas equivocadas. Vitale me traicionó y puedes llamarme rencoroso si gustas, pero no estoy dispuesto a perdonarlo, sobre todo porque él no se arrepiente de lo que hizo.

No me esperaba que fuera tan abierto y aunque todavía no sé bien de qué habla o en qué sentido lo puede haber traicionado decido callar y no seguir indagando. Después de todo esto es lo que más me ha contado hasta ahora del tema. Lo que sí puedo asegurar es que mi visión sobre Piero ha cambiado bastante por más que no deje de ser la palabra de uno contra la del otro. Supongo que depende solo de mí en quien confiar, a quien creerle.

—Suenas dolido.

—A nadie le gusta que lo lastimen—sus suaves ojos celestes me analizan con intriga, asumo que buscando algún tipo de reacción de mi parte ante su breve relato sobre su pasado.

Ese simple gesto me demuestra lo que ya sospechaba hace rato, no está acostumbrado a abrirse con nadie.

—Cambiemos de tema—sentencio con el plan de dar vuelta el ambiente melancólico que nos invade.

—Por favor.

—¿Qué le pasa a tu pito?

Sus ojos abiertos de par en par con perplejidad me hacen estallar de risa hasta doblarme al medio. Esto es lo que quería conseguir, alivianar de nuevo la situación.

—Mierda, ya lo sabías.

—¡¿Entonces es verdad?!

—¡NO! —grita con ambas manos extendidas hacia mí—. Por supuesto que no. Esas cosas no existen, las maldiciones digo.

—Pero sí has estado con mujeres del restaurante—comento y el asiente—. ¿Tantas fueron? —vuelve a asentir, esta vez desviando la mirada hacia el frente. Un cosquilleo incómodo y sin sentido nace en mi pecho.

—Las relaciones no son para mí, no hago esas cosas—intenta explicar, aunque desearía que no lo hiciera.

Por algún estúpido motivo su comentario me cae pesado y tengo que pestañear varias veces seguidas para esconder cualquier sentimiento que esté por escapar de mi explosiva personalidad.

—Las echaron entonces—intento indagar volviendo al tema anterior.

—Claro que no, no caigo tan bajo ni soy una mierda. No les haría eso, acostarme con ellas y luego dejarlas sin trabajo.

—¿Entonces por qué se iban? Tiene que haber una explicación, los rumores no surgen de la nada.

Piensa un poco mirando al suelo frotando sus manos entre sí antes de contestar.

—Tal vez no soy alguien de quien convenga estar cerca por mucho tiempo—confiesa volviendo su vista hacia mí, dejándome ver de nuevo la expresión que lo acompaña desde que llegamos al parque, tristeza mezclada con dura aceptación.

—Supongo que estaré atenta a cualquier nueva renuncia.

—No va a haber ninguna, hace meses que yo no...—detiene de golpe su propio hablar mirándome de reojo.

—Que no... ¿qué?

—Nada—sentencia firme.

Genial, de nuevo ha levantado un muro alrededor de sí mismo y entiendo que no va a terminar su oración ni contarme nada más por lo que sé que insistir sería en vano. Exhalo algo decepcionada, pero siendo consciente de lo diferente que este encuentro ha sido a los anteriores. Ir conociendo más al chef se siente casi como un privilegio, algo a lo que sé que no muchos pueden llegar.

Sabiéndome afortunada aprovecho el silencio para observarlo. Sigue luciendo algo cansado, aunque ahora no tan pálido y decaído. La genética ha funcionado a favor del chef. Me agrada cuando descuida un poco su barba dejándola crecer unos centímetros. También me resulta placentero el aroma de su perfume que la brisa de un otoño al cual le queda poco para convertirse en invierno me deja apreciar con mayor intensidad. Intento tomar una fotografía mental para grabar en mi memoria su recta nariz algo respingada, sus finos labios rosados y sus pequeños ojos celestes levemente caídos que guardan tantas emociones queriendo salir. Me gustaría poder conocerlas todas.

Al cabo de un rato me pongo de pie y girándome hacia él extiendo mi mano.

—¿Ya nos vamos? —pregunta decepcionado.

—¿Qué pasa? ¿No te gusta separarte de mí?

—No dije eso.

—No hace falta que lo hagas, tu cara ya lo dice todo.

Sonríe e imita mi acción, tomando mi mano para ponerse de pie.

—Te llevo a tu casa, lamento si fue una salida aburrida.

—¿Y cuándo dije que quería ir a mi casa? Tengo ganas de comer postre, pero esta vez invito yo.

Su rostro se ilumina y empezamos a caminar acercándonos primero a un cesto para tirar las bolsas de comida. Luego Henri acomoda de nuevo una de las mantas sobre mi espalda y la otra la lleva colgada de su brazo.

La noche ya se ha hecho presente y, como supuse cuando recién llegamos, las estrellas se ven exquisitas y brillantes, dándole un toque especial al momento. Caminar al lado del chef se siente familiar y agradable, me deja pensando que podría acostumbrarme, aunque sé que no estaría bien. Sus dichos sobre las relaciones vuelven a hacer eco en mi cabeza y me distraigo. Es su carraspeo el que rompe la paz y me trae de nuevo a la realidad. Cuando giro mi cabeza me está mirando dubitativo, frota la mano libre por su pantalón antes de hablar.

—Solo para dejar las cosas en claro, no hay nada malo con mí, ya sabes, con eso—señala su entrepierna con disimulo y luego mira hacia los costados para comprobar que nadie lo estuviera observando.

Me limito a reír divertida, sin embargo, para mis adentros solo puedo preguntarme por qué se preocupa en aclararme algo así.

Por otro lado, miro nuestras manos entrelazadas y pienso que para ser alguien que dice no querer estar en una relación parece disfrutar mucho hacer estas pequeñas cosas. No lo veo reacio a nuestro cálido contacto, a nuestras charlas abiertas y honestas, o a conseguir la dirección de mi casa solo para invitarme a comer. A mi parecer hay algo que lo tiene en negación, que parece frenar todos sus impulsos, sus ganas de más.

Pero no me voy a poner a averiguarlo porque, a decir verdad, yo tampoco estoy muy segura de qué es lo que quiero. Siempre fui muy confiada y mis objetivos profesionales no han cambiado. Sin embargo, ahora tengo un nuevo desafío en mi camino y suspiro fuerte pensando que se me está haciendo difícil cumplirlo.

No enamorarme de Henri Gautier. 

Espero que les haya gustado el capítulo sus votos y comentarios son suuuuper apreciados

Era hora de que tuvieran la conversación sobre el 🍆🍆🍆🤣👀Vamos sabiendo más cosas sobre la vida del chef Gautier.

💥🔥💣En el capítulo siguiente muchas cosas van a salir a la luz, muchas verdades van a ser descubiertas💥🔥💣

Nos leemos, gracias por el apoyo :)

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro