Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 20

Henri

—¡Agrega dos corderos, dos abadejos y un risotto con trufas!

—¡No le agreguen salsa de maní a las verduras de la mesa 8 o nos comeremos una denuncia, el comensal es alérgico!

El restaurante está igual de ocupado que siempre por lo que no entiendo mi agotamiento el día de hoy. Cada vez que ingresan por la puerta de la cocina gritando nuevos pedidos tengo ganas de sacarme el gorro y la chaqueta y salir corriendo por la puerta de atrás.

Una sutil sonrisa se dibuja en mi rostro cuando me doy cuenta a quién me hace acordar esa actitud de sacarse todo y huir del restaurante. Desvío la mirada hacia su estación de trabajo, pero por supuesto no está aquí. No está aquí hace cinco días y yo ya perdí la cuenta de la cantidad de veces que me he volteado buscándola.

No saber nada de ella me tiene mal, peor de lo que quiero aceptar. Nunca fui de dormir mucho, no tengo tiempo para esas cosas, sin embargo, estos últimos días las pocas horas de sueño de siempre se volvieron nulas. No puedo evitar dar vueltas en la cama pensando si debería ir a buscarla, ¿habré hecho mal en dejarla ir tan fácilmente?

No, por supuesto que no. Ella fue la que quiso renunciar. Ya somos grandes y debemos hacernos cargo de nuestros propios actos.

A veces desearía no tener tanto orgullo así podría ir a buscarla, al menos para saber si se encuentra bien, porque ella también es orgullosa y dudo que quiera volver a trabajar aquí luego de la escena que hizo. Además, me gustaría saber qué carajo le pasó ese día ya que sé que ella no trabaja así, en poco tiempo demostró ser una de las mejores chefs que han pasado por esta cocina, sino no la hubiera elegido para formar parte del equipo.

Mientras sello los cortes de cordero al fuego sin ganas considero la posibilidad de sacarle información a Rebecca de alguna manera, he notado que se hicieron buenas amigas. Sí, esa es una buena idea, pero tengo que hacerlo de forma disimulada para no quedar como un maldito ridículo de quince años preocupado porque su enamorada no fue a clases.

—¡White!

—Sí, chef—contesta a mi llamado la rubia levantando la mirada de los platos que tiene adelante.

Rebecca también es una gran cocinera y agradezco para mis adentros que Isla se haya vuelto cercana a ella, ambas tienen mucho potencial.

Justo cuando estoy por preguntarle por Quiroga veo que ha confundido las salsas de la preparación y no puedo permitir algo así.

—Estás haciendo mal el risotto, es con hongos—señalo observando el plato y luego a ella.

—Disculpe, chef, pero es con trufas.

—Creo que sabría si es con trufas o con hongos, yo escribo el menú, White.

La rubia no dice nada y se limita a mirarme intimidada y señalar con timidez la pizarra que cuelga en la pared detrás de mí. Me giro con calma solo para ver la palabra "trufas" escrita en tiza blanca con mi letra. Definitivamente tengo la mente en cualquier lado. Estar tan disperso me está estresando, me encuentro fuera de mi zona de confort que es cuando puedo controlar todo lo que pasa aquí dentro, hasta el más mínimo detalle. El restaurante es mi segunda casa. De hecho, sería la primera si hubiera un lugar donde poner una cama.

Cocinar me salvó la vida y por eso siento que me debo entero a este mundo tan particular. La mayor parte de las personas no entiende mi obsesión y por eso me gano malas miradas de vez en cuando. Soy consciente de cómo me juzgan algunos, a mí y a mi perfeccionismo y exigencias. Salvo ella, ella lo entendió desde el primer momento y si quiero ser del todo honesto conmigo mismo tengo que confesar que eso lograba hacerme sentir menos solo.

—Perdona la confusión, sigue con el buen trabajo—musito.

Estoy por preguntarle algo sobre Isla, pero un grito interrumpe mis pensamientos.

—¡El cordero! ¡Se está quemando!

Merde.

Dejé la carne de cordero sellándose en la sartén y los olvidé ahí. No se me pueden quemar las cosas, no a mí. Y menos por algo tan banal como saber qué es de la vida de una persona que solía trabajar aquí. No entiendo qué me pasa últimamente.

Corro hacia mi estación y me apresuro a apagar las hornallas, pero la carne ya está quemada y arruinada, incluso la cocina se ha llenado de humo y mal olor por lo que algunos tosen o cubren sus rostros. Suspiro al notar que podría haber sido más grave y no llegaron a sonar los sensores de fuego activando los chorros de agua que caen del techo.

—¿Quién carajo incendió mi cocina? —inquiere Ron ingresando a zancadas a nuestro espacio.

Los murmullos se hacen presentes y la tensión de mis cocineros no tarda en aparecer. Nadie dice nada, aunque todos saben que yo soy el culpable. Por un lado, me satisface su respeto hacia mi persona.

—Fui yo—confieso haciéndome cargo. Ron luce desconcertado y se acerca hacia mí con rapidez.

—¡Todos sigan con lo suyo! —exige al resto poniendo una cara de malo que no le sienta bien, es adorable verlo intentar, pero no es su estilo—¿Se puede saber que mierda te pasa últimamente? Estos días estás actuando como un verdadero desastre— susurra apretando los dientes solo para que escuchemos él y yo.

Le hago un gesto con la cabeza para indicarle que hablemos en un lugar más privado y lo entiende al instante por lo que nos dirigimos hacia su oficina desde dónde todavía se puede percibir el olor a quemado. Tengo que esforzarme para no reír por la cara de asco que pone Baker.

Toma asiento en su lujosa silla de cuero marrón y yo hago lo mismo del otro lado de su escritorio.

—¿Tú vas a pagarme la lavandería? —pregunta acercando la manga de su traje hacia su nariz para olerse la ropa—. Este traje es italiano, ¿sabes cuánto vale? Ahora huele a fogata.

Su estúpido comentario logra quebrarme y comienzo a reír sin parar para luego terminar contagiándolo a él que se une a mí en las risas. Tenemos confianza suficiente para estas cosas y ese es uno de los motivos por el cual amo trabajar aquí.

Ron es una de las personas más cercanas a mí en esta vida, un hermano me animo a decir, y mi círculo es bastante reducido por no decir casi inexistente, así que de verdad significa mucho. Conoce todo lo bueno y malo de mí, mis secretos, mi pasado, mis sufrimientos, pero también mi fuerza y talento.

—Te pagaré lo que quieras, incluso repondré el cordero de mi propio bolsillo—contesto con algo de culpa.

—Dejando de lado las bromas, ¿me vas a decir que está pasando? No es algo de hoy, lo vengo notando hace días, estás disperso y ese no es el estilo del excelente chef Gautier.

—No logro concentrarme, Ron. No estoy durmiendo bien.

—Tal vez debas tomarte unos días de descanso, no venir por una semana.

—¡Eso jamás! —declaro estupefacto, no puedo creer que siquiera pensara una sugerencia así.

—¿Y qué hacemos entonces? No puedes seguir quemando cordero, Henri.

—Déjame...—empiezo, pero hago una pausa al dudar si decirlo o no—, déjame ir a buscarla y traerla de nuevo, por favor.

La cara de Ron se transforma, una sonrisa malévola se dibuja en su rostro y su mirada refleja el poder que tiene ahora sobre mí al verme vulnerable. Odio esto.

—Me dijiste que no fuera a hablar con ella sobre la renuncia, que no se la aceptara porque iba a volver sola a pedir disculpas—rememora frotando su barbilla con sorna.

—Como bien puedes ver no lo hizo.

—Y eso te está matando, no toleras perder, querías que ella viniera primero.

—Me está matando por otras razones lamentablemente— digo más para mí mismo que otra cosa.

—Encontraste la horma de tu zapato en cuanto a terquedad al parecer— una risa se escapa de su boca—. ¿Acaso te has enamorado? Nunca te vi tan estúpido.

—¡Claro que no! No digas tonterías— me apresuro a corregir removiéndome incómodo en la silla.

—Mejor, porque ya sabes lo que dicen de ti, ¿verdad? —pregunta y frunzo el ceño algo perdido, no tengo idea de qué está hablando y, a decir verdad, no sé si quiero saber, aunque sé que igual va a contármelo—. Que tu paquete está maldito.

—¿Mi paquete?

—Tu miembro, tu amigo, el soldado parado—hace gestos con la mano que intento descifrar boquiabierto—. ¡Tú pene, Henri, tu pene! Hay rumores circulando sobre que lo tienes maldito y luego de acostarse contigo renuncian— el maldito se ríe en mi cara sin parar, mientras tanto yo me entero de esto recién ahora—. Me vas a dejar sin empleadas, va a ser un restaurante lleno de salchichas.

—¿Es este lugar un restaurante o las oficinas de una revista de chimentos? ¿Qué pavadas son esas? Mi pene está perfectamente bien—espeto frustrado mirando hacia mi entrepierna, no puedo creer que se estuvieran diciendo esas cosas—. Encima tú tienes que imponer respeto y haces lo contrario, alimentas esos estúpidos dichos sobre mí.

—En mi defensa es algo bastante gracioso, tienes que admitirlo.

Me estaría riendo si no hubiera una parte de mi cerebro más preocupada pensando si tales dichos han llegado a los oídos de Isla.

—¿Puedo ir a buscarla o no? —insisto molesto y empezando a perder la paciencia.

—¿Desde cuándo me pides permiso para hacer algo? —pregunta y no pierdo tiempo en contestarle—. Sí, puedes ir. Cualquier cosa con tal de que dejes de hacer desastres en la cocina. La buena reseña de Vitale seguro trae una ola de nuevos comensales con paladares exquisitos y difíciles de complacer, te necesito al cien.

Sí, la reseña. Sigo sorprendido por lo buena que fue, sobre todo conmigo, estuvo cargada de elogios para el restaurante y su chef principal, pero viniendo de él no puedo evitar desconfiar de sus intenciones. Me pregunto hasta qué punto llega la influencia de Isla en el italiano y si esto realmente fue gracias a ella.

Los alcances de esta mujer me intrigan y fascinan en partes iguales. Es testaruda y ahora es claro para mí que hace lo que sea necesario para conseguir lo que desea.

—Necesito que me des su dirección—pido al darme cuenta que no la conozco.

—Por supuesto que no.

—¿Cómo que no? La tienes en su legajo, tiene que estar ahí.

—No te la voy a dar por dos motivos. Primero porque sería muy poco profesional de mi parte revelar información personal de una empleada, o en este caso una ex empleada. Y segundo, me resulta demasiado entretenido verte desesperado por una mujer y ser tú el que la persigue a ella para variar.

El maldito se vuelve a reír a costa mía y se me tensa la mandíbula con lo último que dice.

—Los dos sabemos que no sería la primera vez.

—No me refiero a esa ocasión y lo sabes—remarca poniéndose serio nuevamente, que sus ojos ahora me miren con algo de pena me irrita—. No seas tonto, Henri, ingéniatelas para encontrarla.

Toma su teléfono y se pone a jugar a alguna aplicación con estúpidos soniditos dando por terminada la conversación. Molesto me levanto y salgo de su oficina y me dirijo a la primera persona que se me ocurre puede darme algo de información.

—White, te necesito un segundo por favor—le hablo a la rubia haciendo un gesto con la mano para que me siga.

Camino hasta dentro del gran congelador para que nadie pueda escucharnos y noto que luce aterrada.

—Chef, si es por lo de las trufas pido disculpas, no era mi intención corregirlo y...

—No es por eso—la interrumpo—. ¿Tanto miedo me tienes?

—A decir verdad, sí— confiesa con la cabeza agachada hacia el piso y debo apretar los labios para no reírme.

—Si cometo errores necesito que me los señalen así que hiciste un buen trabajo, pero no era eso por lo que te buscaba. Quiero saber dónde vive Isla Quiroga, si es que conoces esa información.

—¡Lo sabía! —chilla Rebecca dando pequeños saltos y aplausos y agradezco haber decidido hablar a escondidas.

—¿Qué cosa?

—La va a ir a buscar, ¿verdad? Ella se arrepiente de haber renunciado, pero nunca lo va a admitir.

Sonrío de lado al saber eso, pero carraspeo pronto para que no lo note. Mientras tanto la rubia toma una fibra del bolsillo de su delantal y arremanga mi chaqueta hasta mi codo sin inconveniente para terminar escribiendo la dirección en el interior de mi brazo. La observo con las cejas levantadas y cuando eleva la mirada hacia mí sus labios se curvan y sus mejillas se sonrojan por el atrevimiento que acaba de tomar al correrme la ropa y escribirme la piel.

Satisfecho salgo del congelador, me quito la chaqueta y el delantal y me retiro por la puerta trasera sin saludar a nadie ni dar explicaciones, justo como hizo ella unos días atrás.

Ahora solo queda rogar que acceda a volver, sino es probable que termine acabado.

❤❤❤ AAAAAAAA ya sé que subí capítulo ayer, pero todos mis lectores son muy hermosos así que merecían actualización doble este fin de semana ❤❤❤ Estoy contenta con todo el apoyo que está recibiendo la historia :)))

⭐Si les gustó el capítulo los invito a dejar sus votos y comentarios, los aprecio demasiado y ayudan muchísimo más de lo que creen⭐

Sí, fue un capítulo especial porque es el mismo día del capítulo 19, pero desde el punto de vista de Henri. ❓❓ LES GUSTÓ LEER AL CHEF ❓❓ es el primer capítulo narrado por él, cuéntenme qué opinan...

🍰🍰🍰

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro