Capítulo 18
El sanatorio se levanta imponente frente a mí. No se nota que son tan grandes hasta que te paras en la puerta de uno y miras hacia arriba. Blancos, limpios, muy fríos y definitivamente demasiado iluminados. Los hospitales no son lo mío.
Aprieto la mano de Dominic quien me devuelve el agarre con fuerza.
—Tranquila, estamos juntos en esto.
—¿Estás seguro que estamos en el lugar correcto?
—Sí, esta es la dirección que me pasaron.
Hoy a la mañana, antes de la visita de Piero al restaurante, Dom me habló sobre algo que se conoce como "sesiones de emergencia". No estaba familiarizada con el término y, a decir verdad, el tampoco, hasta que una compañera de su trabajo tuvo que asistir luego de perder un embarazo. Se trata de una psicóloga que te acompaña en pocas sesiones, puede ser incluso una sola vez, siendo el máximo cinco visitas. La idea es tratar un tema puntual que esté molestando o afectando en ese momento y ser dado de alta.
—Ni siquiera creo necesitarlo— comento dando unos pasos hacia atrás sin darme cuenta.
—Isla, tuviste una crisis nerviosa y renunciaste al trabajo de tus sueños. Yo sí creo que lo necesitas— contesta mi amigo con su mano en mi espalda baja devolviéndome hacia adelante.
—¡No fue solo por lo que pasó en la fiesta!
—Ya lo sé, nadie dice eso— intenta tranquilizarme—, solo opino que tampoco va a estar de más desahogarte un poco con un profesional. Tal vez solo es una sesión. Y yo te voy a esperar justo del otro lado de la puerta.
—¿Espiando?
—Por supuesto que no— se defiende luego de una carcajada—. No es mi estilo. Aunque si te toca una terapeuta bonita tal vez entre al consultorio a pedirle su número.
—Estúpido— le reprocho golpeando su hombro—, no te olvides lo que te dije de la sopa de testículos. Yo siempre cumplo con mi palabra.
—Solo es broma— se defiende con las manos en alto—. Para ser honesto tu pequeña amiga rubia me tiene comiendo de la palma de su mano. Se siente extraño.
La conversación divertida logra distraerme e ingresamos al hospital entre risas y bromas. Cuando llegamos al piso correcto ni siquiera entiendo cómo llegué y algo me dice que Dom usó su humor para despistar mi atención y hacerme entrar de una vez.
Tomamos asiento en una diminuta sala de espera con tres asientos, una mesa llena de revistas del siglo pasado cuyas tapas ya están por perder el color, una planta en una de las esquinas que necesita ser regada con urgencia y una máquina de café.
Justo cuando escucho mi apellido ser llamado para entrar Dom vuelve a sentarse con dos vasos descartables llenos de café hirviendo y le hago un gesto con la cabeza para que no se preocupe y tome el suyo tranquilo.
Ingreso a un pequeño consultorio donde el color blanco predomina, contrastando bastante con la sala de espera algo deprimente. Una mujer con el cabello recogido en un rodete tirante y gafas cuadradas me sonríe desde una silla moderna de cuero y con su mano me indica que me siente frente a ella del otro lado de su escritorio.
—Ponte cómoda por favor— su voz calmada me resulta casi un cliché de película y contengo mis ganas de reír, a veces me pregunto cuándo me llegará la hora de madurar y que dejen de darme gracia tonterías así—. Me presento, soy la licenciada Lauren Coleman y voy a ser tu terapeuta por estos pocos días. Cuéntame, ¿qué te trajo aquí?
Pensaba que las palabras saldrían escupidas sin parar de mi boca, pero no está siendo ese el caso. En cambio, permanezco sentada ahí con la boca abierta considerando por dónde empezar. La terapeuta lo nota así que procede a romper el hielo haciendo ciertas preguntas puntuales para ir soltándome la lengua, y lo consigue.
Punto para la licenciada, pienso para mis adentros.
Antes de que pueda darme cuenta estoy hablando con ímpetu y lujo de detalles sobre todo lo ocurrido. No estoy triste, no lloro, no me desespero. Solo desahogo de manera fluida todo lo que tengo atorado en mi garganta. Al finalizar siento un alivio sin precedentes y hasta salgo del consultorio sonriendo y acordando una nueva cita para la semana que viene.
La cara de Dominic se ilumina al verme salir de buen humor y toma nuestras pertenencias de los asientos con apuro para luego acercarse a mí.
—¿Cómo estuvo? —consulta esperanzado.
—Mucho mejor de lo que esperaba, muchas gracias por insistir— apoyo mi cabeza en su hombro y me entrelazo a su brazo dirigiéndonos a la salida.
—Vamos, es hora de ir a casa y descansar.
***
Dormir por largas horas fue justo lo que necesitaba para terminar de recuperarme. Al levantarme me dirijo al baño y viéndome al espejo noto las marcas de las sábanas aún en mi rostro, pecho y brazos, una clara señal de un sueño profundo que me hace sonreírle a mi reflejo.
Camino hasta la sala porque recuerdo que mi celular sigue apoyado en la mesa, no lo quería cerca para poder dormir sin interrupciones.
Tengo un mensaje de Dominic avisándome que iba a estar en el trabajo y que lo llamara por cualquier cosa, pero sé que se imagina que no lo voy a molestar. También Boris quiere saber cómo estoy y encuentro un par de llamadas perdidas de Rebecca.
Es entonces que recuerdo el día anterior, la visita de Vitale, lo mal que todo terminó. Los nervios se apoderan de mí al darme cuenta que no tengo idea como terminó la crítica, solo puedo rogar que no haya salido mal y para corroborarlo llamo a mi amiga, mas no contesta ninguna de las tres veces que intento comunicarme. Lo más probable es que esté de turno en el restaurante.
Si todo salió mal por mi culpa no se me puede ocurrir algo más cobarde que haber renunciado, aunque en el momento fue lo que salió sin poder controlarlo. Muerdo la uña de mi dedo gordo con insistencia ante la incertidumbre y todos los posibles escenarios que pasan por mi mente.
Intento con Boris, pero tampoco responde. Se cruza por mi mente un segundo contactarme con Henri, sin embargo, la idea se esfuma rápidamente. Si él no me llamó yo no pienso hacerlo.
Es evidente que no le interesa que haya renunciado.
Basta, tengo que concentrarme en las cosas que en verdad importan. Y el Doux Paradis me importa muchísimo, junto con la gente que ahí trabaja, aunque yo ya no forme parte de ellos. Entonces se me ocurre algo un poco arriesgado, pero ya no tengo nada que perder.
Busco entre los contactos de mi celular hasta encontrar el que quiero y toco el botón de llamar, haciendo mi mayor esfuerzo por calmarme antes de que atienda.
—Estoy apurado, ma sempre disponibile per te. —el italiano contesta la línea de buen humor y suspiro aliviada.
—Voy a ser breve, lo prometo— hablo apurada para no hacerlo perder tiempo y que me corte—. Necesito saber si ya ha escrito la reseña.
—Jamás lo haría tan rápido, tengo que pensar muy bien que poner, no me tomo mi trabajo a la ligera.
—¿Será una buena crítica? — voy directo al punto, decidida a cumplir mi objetivo.
—¿Tú qué crees?
—Que lo puedo hacer cambiar de parecer— declaro llena de confianza.
Escucho a Piero rechistar del otro lado del teléfono, pero no pierdo las esperanzas. Si me concede la chance de hablar y explicarle cómo ocurrieron las cosas ayer tal vez le dé al restaurante una segunda oportunidad.
—Ven a cenar conmigo— sugiere sin rodeos. Me quedo callada sin saber que contestar por lo que el italiano vuelve a hablar—. Quieres hacerme cambiar de parecer, bueno, hazlo durante una cena solos los dos. Esa es mi condición.
—¿Hoy mismo? — pregunto con algo de duda.
Pensaba intentar persuadirlo por teléfono, explicarle lo que había pasado el día anterior. No sé cómo quedaría que salga a cenar sola con él. Mi mente recuerda las veces que Henri me dijo que no me acerque a él. Sin embargo, el chef Gautier ya no es mi problema.
—Si quieres convencerme de algo esta noche estoy libre, sí. Y no suelo estar libre casi nunca.
Apresurada por sus palabras accedo al encuentro.
—Isla, una cosa más—suelta y luego hace una pausa—. En este rubro es comer o que te coman. Te estoy dando esta oportunidad porque me agrada tu actitud de comerte el mundo. Es la única manera de triunfar en la gastronomía, y yo creo que es exactamente lo que vas a hacer.
Sin agregar nada más o dejarme contestar corta la llamada y me quedo analizando sus palabras con detenimiento. Si el mundo es comer o que te coman yo tengo pensado devorar todo a mi paso.
Me tomo mi tiempo para bañarme y elegir que ponerme. Me decido por ropa simple para que no piense que me arreglo como para una cita, pero formal porque al parecer iremos a un restaurante bastante elegante.
Cuando estoy lista salgo y subo al primer taxi que se digna a parar. La dirección que me envia Piero es de un nuevo restaurante de comida molecular en la zona de Chelsea Market. No puedo ser honesta con él y confesarle que ese tipo de comida me parece sosa y sin personalidad, por lo que voy a comer poniendo mi mejor cara de falsa satisfacción.
Al llegar al restaurante me pronuncio en la entrada dando el nombre de Piero y de inmediato cambia la manera en la que me tratan los empleados, la sonrisa de todos se agranda y su amabilidad crece exponencialmente. Un muchacho de baja estatura con el cabello peinado hacia atrás con algún tipo de gel me indica el camino hacia la mesa donde el crítico italiano ya se encuentra sentado.
—Isla, tan bella come sempre— menciona poniéndose de pie y saludándome con dos besos en las mejillas.
Puedo notar ciertas miradas de los demás comensales puestas en él, después de todo un rostro como el de Piero Vitale no pasa desapercibido en esta industria. Algunos lucen maravillados de estar en el mismo restaurante que él y de seguro les contarán la anécdota a todos sus conocidos. Solo espero que olviden la parte de que está cenando conmigo.
—Debo confesar que me sorprende que haya elegido un lugar de cocina molecular— le digo mientras el mismo muchacho que me acercó a la mesa toma mi abrigo y se retira para colgarlo en algún guardarropa.
Si éste es el tipo de restaurante que le gustaba entonces el Doux Paradis va a estar condenado con la reseña.
—Fui el primero en reseñar un restaurante de comida molecular en Nueva York, no este por supuesto— comienza a relatar mientras bebe vino de su copa—. Fui al restaurante esperando que sea una estupidez y terminé gratamente sorprendido— me observa para ver cómo reacciono a sus palabras—. No vas a entenderlo todavía porque eres joven, pero este tipo de comida también tiene mucho amor y dedicación detrás, Quiroga. Y además tienen el mismo objetivo que el resto, generar una experiencia única en quien la prueba e iniciar al comensal en un viaje de sensaciones a través de los aromas, texturas, colores y sabores. Innovar no tiene nada de malo.
Asiento sonriente dándole la razón y tomo la carta con mayor predisposición y una nueva mirada. Al final Piero termina eligiendo los platos por ambos y no me quejo porque entiende mejor que yo sobre este tipo de restaurantes.
—Entonces, ¿cómo fue su experiencia ayer en Doux Paradis? —interrogo luego de un rato para no parecer tan obvia.
—¿Mi amigo Henri te mandó a espiarme?
—Sabe, me llama la atención cuando lo llama "mi amigo" ya que parecen cualquier cosa menos eso— señalo a modo de broma y el italiano ríe—. Y no, no me mandó a espiarlo.
—Que no te llame tanto la atención, piccola. Hay muchas cosas que no sabes sobre Henri Gautier— su declaración sumada a la mirada socarrona que me dedica a través de sus gruesos anteojos me incomoda y no puedo evitar removerme un poco en el asiento—. Y aun así aquí estás, intentando salvarle el pellejo.
Frunzo los labios algo nerviosa y me llevo la copa de vino a la boca para disimular el estado en el que me dejaron sus palabras. Tiene razón, no llegué a conocer a Henri tanto como me hubiera gustado, y no le debo nada a nadie, pero igual no voy a dejar que se hunda el restaurante por una maldita reseña.
Doux Paradis es el primer restaurante de Nueva York que me abrió sus puertas, donde hice amigos que aún siguen ahí y merecen que su trabajo sea reconocido. En el restaurante viví tantas cosas en tan poco tiempo que no puedo permitir que por errores estúpidos se hable mal del mismo. También me permitió conocer a uno de los chefs más importantes de la industria, al que siempre he admirado de lejos y pude sentir de cerca. Empujo para atrás mis pensamientos para no sucumbir ante ellos mientras recuerdo los nervios del chef antes que llegue Piero y sus continuas palabras sobre el Doux Paradis siendo su vida entera y no queriendo que nada le pase, no lo puedo dejar sufrir de esta manera.
—No estoy intentando salvarle nada a Henri— miento—, solo vengo a explicar que cualquier cosa que haya salido mal en el restaurante fue mi culpa. Muchas cosas que no puedo explicar ahora salieron mal gracias a mis descuidos. Si sirve de algo para mejorar la crítica ya no trabajo más allí.
Piero luce sorprendido ante mi última declaración y justo en ese instante dejan las entradas frente a nosotros. Un pequeño frasco de vidrio repleto de humo dentro del cual descansa una pequeña bola blanca con una lámina fina de aspecto gelatinoso y color verde. Es una reinterpretación de un raviol de ricota y salsa de espinaca.
—Si ya no trabajas en el restaurante entonces escribiré que ya ni siquiera vale la pena ir— el italiano se carcajea ante su propio chiste e introduce la bola en su boca utilizando sus manos.
Copio su accionar y abro grande los ojos cuando el pequeño bocado explota en mi boca liberando todo el increíble sabor que tenía concentrado. Me pregunto cómo logran que realmente tenga la esencia de una pasta casera.
—Te dije que ibas a disfrutarlo—se regodea Piero y le doy la razón con un gesto satisfactorio—. No voy a intentar averiguar por qué ya no estás ahí, no es de mi incumbencia. Aunque asumo que si hiciste las cosas mal Gautier te despidió sin dudarlo dos segundos.
No me detengo a contradecirlo y solo desvío la mirada. No sé hasta qué punto me conviene abrir la boca teniendo en cuenta que Henri lo considera un enemigo o rival. Si suelto demasiado tal vez lo use en nuestra contra. O en su contra al menos, porque yo ya no tengo nada que ver con él. Recordar mi renuncia logra que me invada la tristeza.
—Solo deseo que escriba una buena reseña, señor Vitale. Sé lo duro que todos trabajan ahí y, aunque quiera creer lo contrario, la comida es excelente y de primera calidad. No hay una sola persona que...
—Isla— me interrumpe con una amplia sonrisa en sus labios—, no sé por qué asumiste que iba a escribir algo malo. Doux Paradis es un restaurante de primer nivel y el chef que lo lidera, aunque lleno de defectos, es uno de los mejores cocineros que he conocido hasta el día de hoy.
El alivio que siento es tal que se me escapa una sonora carcajada que contagia a Piero. Aun así, me sorprende lo que dice de Henri, pensaba que lo odiaba.
—Entonces, ¿por qué dijo que podía hacerlo cambiar de parecer?
—No lo sé, simplemente fue mi estrategia para que accedieras a cenar conmigo.
El maldito descarado sabe cómo conseguir lo que quiere. El ambiente ahora distendido y el rumbo que toma la conversación nos tiene riendo a ambos sin parar, ganando algunas miradas curiosas de las mesas que nos rodean. No esperaba pasarla tan bien y menos que la comida fuera tan deliciosa.
—Tengo una pregunta más— comento cuando ya estamos por el postre. Puede ser la única oportunidad que tenga de saber.
—Dispara.
—¿Por qué va a escribir algo bueno de Henri si no le cae bien?
—Que nuestra relación no sea la mejor no significa que no pueda reconocer su talento. El hombre sabe lo que hace, eso ya lo puedes confirmar tú también.
—¿Y cuáles son las cosas que supuestamente no puedo confirmar? Mencionó algo como que hay muchas cosas de él que todavía no conozco.
—No, no, piccola. Dijiste que tenías solo una pregunta más y ya la hiciste—contesta con astucia apoyando su dedo índice sobre sus sonrientes labios.
Le doy la razón aceptando mi derrota. Lo que queda de la cena transcurre en el mismo tono agradable y al terminar Piero se ofrece a dejarme en mi departamento. En el ascensor me saco los zapatos que me están matando los pies e ingreso a mi casa descalza. Dominic ya se encuentra allí junto a Rebecca y mira divertido el calzado colgando en mi mano. Están viendo una película en el sillón y me uno a ellos, pero le ponen pausa para que les cuente todo sobre la cena en la cual nadie sabía que estaba.
El relato es interrumpido por mi celular vibrando en el bolsillo trasero de mi pantalón y lo tomo apresurada, aunque quedo helada al ver de quién se trata.
—¡Isla, atiende! —me insta Becca logrando que de un pequeño respingo ante su grito. Mi amiga chilla más de lo que habla.
Salgo al balcón para atender la llamada en privacidad, pero de reojo veo a los dos chismosos asomados a la ventana observándome atentos.
—Hola...
—¿En serio tuviste una cita con Vitale? — puedo distinguir a través del teléfono que está apretando la mandíbula, aunque intente tener su voz calmada.
La ira me nubla y la decepción crece dentro de mí a pasos agigantados. Como una estúpida creí que me llamaba para que volviera al restaurante.
—¡¿En serio me estás llamando por esto?! Luego de lo de ayer desapareciste, ni siquiera intentaste contactarme o saber qué pasó.
—¿Tuvieron una cita sí o no? — vuelve a preguntar ignorando la molestia en mi tono de voz—. Sales corriendo del restaurante y te tiras en los brazos del causante de todos nuestros problemas.
—¡Justamente estaba intentando arreglar dichos problemas, estúpido! — del otro lado del vidrio puedo ver a Rebecca haciendo gestos con las manos para que me calme—. Además, ¿cómo supiste tan rápido? Recién llego a mi casa.
—Conozco a todos los dueños de restaurantes de Nueva York, Isla— me enfurece más todavía lo mucho que disfruto mi nombre saliendo de su boca—. Recibí un llamado contándome que una de mis cocineras estaba cenando con Piero, solos.
—Ya no soy una de tus cocineras.
Lo escucho resoplar con fastidio, pero permanece callado.
—Sabes que está casado y tiene hijos, ¿verdad? — rompe el silencio luego de unos segundos incómodos.
—¿Y eso a mí qué me importa? No fue una maldita cita.
—Te debería importar porque aun así se acuesta con cualquier cosa que camina.
—¡No conmigo! —recalco ofendida por asumir cosas erróneas y cuelgo la llamada.
Ni siquiera me molesta lo que pueda creer que pasó entre Piero y yo, pero sí veo mi ilusión de volver a trabajar con él destrozada, haciéndome sentir pequeña e insignificante.
De nuevo tengo que volver a buscar trabajo en una ciudad repleta de personas haciendo lo mismo que yo. Pero el problema es que no quiero trabajar en otro restaurante, solo quiero trabajar al lado de él.
Aaaaa, solo voy a decir que estoy orgullosa de Isla 😭❤
❓¿Creen que hizo bien al ir a cenar con Piero? Los leo...
✨¡Si les gustó el capítulo sus votos y comentarios son más que agradecidos y me calientan el corazoncito! ✨
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