Capítulo XVII: Quizás, quizás, quizás...
Él realmente no sabía cómo sentirse.
En su mente no podía dejar de maldecir mientras miraba sin esperanza en la dirección en la que había desaparecido ella con su moto.
En definitiva no.
No existían palabras que él pudiera pronunciar para describir lo que estaba sintiendo. Sin embargo, para cualquiera sería muy difícil describir una situación de esas que, a pesar de no ser tan raras, son demasiado difíciles de asimilar cuando suceden contigo. Entonces cuando se recuperó de su sorpresa, se puso como un loco, un demente... Y es que realmente eso era en ese momento.
Él corrió a su edificio de nuevo, porque patéticamente le había seguido dos calles; entró y de inmediato subió al asensor para darse un baño, ponerse algo decente e ir tras ella.
Dejar las cosas así no eran una opción.
Mientras estaba en la ducha ya había trazado un plan de búsqueda en el que Yashiro participaría, aprovechando que él también conducía ahora. Ni bien salió de la ducha ni siquiera se molestó en secarse el cabello y se puso lo primero que encontró, en lo que llamaba desesperadamente a Yashiro para que él la busque en la empresa y en caso de que fuera posible hable con Kanae sobre ello y le de noticias.
Al cortar la llamada, él ya se encontraba en el auto y arrancó de inmediato rumbo al Daruma-ya. Porque aunque ese era el lugar más obvio y era probable que ella no haya huído ahí pues al menos lo usaría para comenzar. Y es que cada minuto que pasaba estaba cada vez más preocupado... No, aterrado. Tenía miedo de perderla. Y es que no entendía qué pasaba por su mente pero tenía la seguridad de que dejarlo así no era una opción y no quería volver a pasar tanto tiempo así, lejos de sus brazos.
No, no podría aguantarlo.
En un principio estaba en la gloria, la siguió con una sonrisa de hecho, aunque claro que de todos modos estaba ligeramente preocupado de que ella no haya entendido que él la ama; eso además de que se sienta demasiado avergonzada o cohibida por lo que pasó y no se permita darle más de eso, lo cual realmente era una tragedia para este hombre hambriento de ella que solo quería saciar esa nueva adicción sabor a cielo. Porque, sinceramente, Kuon Hizuri no podría volver a conformarse con menos de lo que ella le dio, un viaje a otro mundo al cual quería volver para ya jamás regresar. Sin embargo, mientras le vio subirse a la moto detectó oscuridad y dolor en sus ojos. Se avalanzó para detenerla, pero no llegó a tiempo, ella arrancó antes de que pudiera alcanzarla. Fue en ese instante que una idea terrible llegó a su cabeza y en cuanto llegó se convirtió en su mayor preocupación, y eso era la posibilidad de que ella esté enfadada con él y que ya no se acerque a él como antes nunca más.
"¿Quizás siente que yo... me aproveché de ella?"
Perder lo que con mucho esfuerzo había conseguido no era algo que él pudiera soportar.
LLegó a lapuerta del Daruma-Ya y la expresión de los dueños al recibirlo le hizo saber que ellos no sabían nada y que, de hecho, debían de ser informados. Pero Kuon no tenía cabeza para más que ir en su búsqueda, no le importaba ya nada más, así que se disculpó con ellos y volvió a su auto para ir rumbo al edificio de la empresa a toda velocidad.
Todo este tiempo había sido una tortura para su corazón, y ahora que creía que de verdad había llegado al cielo... ¿Acaso está por perderlo todo?
"Un paso en falso, un maldito paso en falso, Kuon... Tú sabías eso."
Pero entonces frenó en seco.
No, no debía dejar que sus miedos lo derrumben antes de que si quiera se aclaren las cosas; él definitivamente iba a encontrarla y cuando eso suceda la hará escuchar y si es que fuera mucho pedir él también esperaba escuchar de ella, aunque sea un rechazo... Pero escucharla, necesitaba eso, necesitaba saber porque en todo este tiempo el solo poder sacar conjeturas de lo que pasa por su mente y su corazón se había convertido en una tortura que ya debía de parar.
No iba a perderla, porque sea cual sea el resultado él iba a enamorarla.
Estaba decidido.
De pronto, cuando estaba perdido en sus pensamientos recibió una llamada.
"Boss... Debí suponerlo..."
Con una sonrisa resignada contestó la llamada.
— ¿Qué sucede? —respondió con algo de amargura mal disimulada.
— ¿Es acaso un mal momento? —canturreó animadamente y hasta soltó una risilla maliciosa al final.
— Para que juegues conmigo, pues sí, lo es —tajante y más frío de lo que pretendía soltó aquellas palabras, ante lo cual el presidente solo soltó más risillas.
— Entiendo tu molestia, al parecer se te escap... Digo, se te perdió algo, ¿no es así?
— ¿... Ella... ?
— ¿Quién? —el presidente se hizo el tonto, obviamente a propósito para hacerle perder la paciencia.
— Contesteme directamente —escupió esas palabras como si le ardiera en el alma—... ¿Me odia?
— No... Lo sé, pero creo que si quieres adivirnarlo deberías venir por ella al castillo de rosas y acabar con su maldición, ¿no crees?
Kuon se quedó perplejo, mucho más cuando al intentar decir algo el presidente ya le había cortado la llamada. Sin perder más el tiempo se dirigió a la mansión Takarada en la que sabía que ella debía de estar, y aunque se encontró con mucha gente en el jardín principal, donde lo guiaron las personas al servicio del "jefe", él los ignoró a todos y corrió directo a donde el acertijo le dijo que ella estaría.
Pasó los límites del jardín y se adentró en el laberinto; en el cual, si es que no se perdía, encontraría justamente lo que estaba buscando. Y de un momento a otro, ya lo había encontrado.
Una construcción similar a un castillo, cuya torre más alta era de apenas tres pisos, aproximadamente. Un pequeño palacio que le pertencía principalmente a las rosas que sus muros protegían; un invernadero tan excéntrico como Lory Takarada, el dueño a fin de cuentas.
Sin embargo, no se quedó observando de más la construcció y subió a la cima, donde definitivamente se encontraba su princesa.
— Kyoko-chan...
Murmuró con cuidado, ella le estaba dando la espalda, al parecer realmente mirando a la nada.
— Co... Corn...
Ella susurró pero lo suficientemente alto como para que él pueda escucharla. Su voz denotaba emociones que ni si quiera él podía ser capaz de decifrar, pero comprendía que estaba nerviosa y que no tenía seguridad de voltear a encararlo. Y de todos modos, el que ella no lo mire le estaba doliendo demasido porque alimentaba de este modo su desesperanza.
Se quedó en silencio y él no pudo romperlo, porque estaba esperando una señal suya para determinar cuál sería su siguiente movimiento; ya que a pesar de su determinación tampoco quería olvidarse de la consideración al corazón de ella.
Su prioridad siempre sería su corazón.
Sin previo aviso, ella ya había volteado en su dirección y lentamente se encamiba a su encuentro, dedicandole una hipnótica mirada llena de secretos.
Y así perdió la cordura tan pronto como la había recuperado.
El universo, su universo, era ella, solo ella.
Fue inevitable, todo lo demás dejó de existir.
Es por eso que él, a pesar de que en el fondo sabía que seguramente era algo que lo dejaría como un loco, ignoró cualquier susurro de su razón y la tomó en sus brazos con fuerza.
— Lo lamento.
— Perdóname.
Ninguno entendió porque susurraron aquellas palabras al mismo tiempo.
— Yo en verdad —tomó aire y se aferró más a su cuerpo—... No quise asustarte.
— No estaba asustada, Kuon —le dijo suavemente con timidez—, y no lo estoy ahora...
Los susurros de ella le dieron un vuelco al corazón de Kuon. Ante lo cual él se apartó solo un poco para poder mirarla, pero en ese instante ella se aferró a él con fuerza y se acurrucó.
— Perdóname por lo de hace un rato, Corn...
Él la miró, ahora ella se había apartado pero le estaba tomando la mano con ternura, y ella se limitaba a mirarla... Sus manos eran tan pequeña que necesitaba usar ambas para sostener la suya. Y aunque su rostro estaba bajo, pues ella no se atrevía a alzarlo y se centraba en su mano, él podía notar su sonrojo.
— Especialmente porque no estoy arrepentida.
Se quedó en blanco, el único motivo por el que no la estaba besando justamente ahora ya ni siquiera era el público sino que tenía miedo de que este sea un desvarío y que si daba un paso en falso está frágil realidad se destruya por completo.
— Yo tampoco y creo que lo sabes...
Se quedó en silencio por un segundo y cedió a su deseo, le tomó el rostro con ambas manos y lo alzó para mirar a sus ojos, tenía que decírselo así... Justo así.
— Te lo dije, fue un sueño hecho realidad, Kyoko-can, y eso no es algo por lo que debas disculparte.
Ella lo mira de una forma misteriosa en muchos sentidos y entonces le sonríe y así él sabe que su universo está a salvo.
Le besa la frente y ella cierra los ojos ante el contacto.
— Te quiero, Kuon.
El tiempo se detuvo, al igual que su respiración y el correr de sus pensamientos.
— Te amo —le dijo en inglés.
Unas lágrimas salieron de sus ojos mientras seguía sonriéndole, él realmente no sabía comprender completamente qué pasaba por su cabeza pero haría algo al respecto, daría todo de sí para cuidarla y ayudarla a reponerse. Solo esperaba que ella le deje estar ahí, a su lado... Y ya, si es que el cielo se apiadaba de él por alguna razón, que aunque sea ella llegue a amarlo una décima parte de lo que él la amaba.
Por eso se lo dijo en inglés, porque así ella podría interpretar lo que le sea cómodo por el momento. Porque aunque su ambicioso corazón quería de una vez sacar el océano de sentimientos que tenía por ella, su prioridad era su corazón y su bienestar... No quería ahogarla en ese océano justo ahora.
De todos modos, ella sentiría su amor, él se aseguraría de eso y de enamorarla como nadie podría, porque nadie podría comprender esto.
Nadie.
Sabe que muchos podrían amarla y esforzarse por estar con ella, su diosa, pero para él, y aunque quizás eso sea demasiado vanidoso de algún modo, ninguno podría jamás entregarse del modo que él lo haría ni darle lo que él puede darle. Nadie es digno y nadie sabrá darle lo que él daría, porque pondría a toda su existencia en ello.
La ama, cada vez más.
Los anhelos de su alma esperarían sólo un poco, pero no dejaría de comunicárselos a su manera.
Acercó su rostro y juntó su frente con la suya, con devoción en cada movimiento, tanto y mirada. Ella se lo permitió, cerrando los ojos una vez que ya se habían acercado lo suficiente como para que sus respiraciones se encuentren; él hizo igual.
Una vez que sus ojos se cerraron se abrazaron una vez más. Y como separarse no era una opción, se acostaron en el pasto, rodeados por las rosas, tomados de la mano y mirándose en silencio, de alguna forma contándose acerca de las heridas de su corazón.
Él la volvió a abrazar y ella le acariciaba el cabello con devoción, él pudo sentirlo.
— Te amo —le dijo también en inglés.
— ¡Kyoko!
La exclamación venía de Kotonami Kanae, que bastante furiosa se acercaba a paso ligero. Ella de inmediato se levantó y corrió en su dirección, dejando a Kuon con una sonrisa de resignación.
Él se quedó tirado en el pasto, esperando a que le dejen solo para hacer su ridícula celebración, porque estaba tan feliz que sabía que iba a hacer algo patético.
Y así fue.
No bien las vio alejarse de ese lugar oculto del jardín de alguna forma se sorprendió haciendo acrobacias con la sonrisa bobalicona que jamás se imaginó ver en su rostro y terminó volviendose a recostar en el pasto.
— Sabía que te encontraría así.
Era la voz de su padre.
Realmente no estaba tan sorprendido porque Kuu ya le había dicho que volvería a Japón regularmente hasta tener una conversación formal con Kyoko. Eso fue en el día del funeral, al cual asistió junto a Juliena; con bastante discreción, por supuesto. Pero no se esperaba interactuar con él tan libremente considerando dónde se encontraban, la ocasión y la cantidad de personas que podrían descubrirlos.
Aun así extrañamente ya no le preocupaba.
— Esa chica en verdad es especial... Para ti.
Kuon solo le dio una sonrisa que sabía perfectamente que su padre sería capaz de entender; y la verdad es que comprendía la pregunta implícita en aquella afirmación al igual que la respuesta de de progenitor, por el cual estaba realmente orgulloso y agradecido.
— El desayuno ya empezó y Kyoko te está esperando.
En ese mismo momento se levantó.
— Tu madre va a ponerse celosa, ella tenía que llamarte diez veces para comer.
Kuon se encogió de hombros, sin poder dejar de sonreír por lo que ella le había dicho. Entonces padre e hijo se encaminaron.
— ¿Sabes? No tenía mucha fe cuando ella me dijo que prácticamente te veía como un dios de la actuación de una forma muy solemne y hasta intimidante.
— Yo tampoco, pero ahora creo que quizás...
— Quizás, sí... Yo también siento que esa chica, si todavía no te ama, podría llegar a hacerlo... Pero no te precipites, sinceramente estoy preocupado por cómo llegó.
— Ella...
— Llegó llorando y después se encerró con el presidente en su oficina.
Kuon suspiró.
— Sin embargo, al salir tenía una sonrisa decidida en el rostro, cambiada y maquillada como la viste.
— Oh...
Kuon lo entendía, pero a la vez estaba demasiado confuso.
— ¿Quizás...?
— Y lo que sucedió después solo es más confuso, le pidió a tu madre que hablen en privado, aunque sea la primera vez que se vieran después del funeral.
— ¿Hablaron en privado?
— Sí, de hecho me sentí algo ofendido porque no me dejaron participar en la conversación, pero de inmediato tu madre me regañó y me dijo que a juzgar por su mirada era algo que tenían que hablar de mujer a mujer.
— ¿Entonces...?
— Pues salieron aparentemente serenas, aunque tú madre tenía una sonrisa bastante grande la verdad, y cuando le pregunté me dijo que no le vuelva a preguntar porque jamás respondería, resaltando el jamás con su temible mirada.
Kuu hizo un puchero y Kuon estaba bastante impactado, también ansioso.
— No entiendo...
— Yo tampoco, pero acostúmbrate, es parte de estar enamorado.
—... Crees que...
— No sé si te ama, Kuon, para ser sincero creo que los sentimientos de esta chica justo ahora son demasiado complicados para su propio entendimiento.
— Lo sé...
— Pero creo que en definitiva le gustas y mucho, podría ser que hasta le encantes... Quizás...
— Quizás.
De alguna forma ambos sabían con sólo esa palabra a qué se refería el otro. Kuon sabía que su padre le estaba deslizando la idea de que era probable que su sueño con ella se haga realidad pero aún tenía que darse todo de forma apropiada, dar pasos lentos pero seguros. Tenía que ser paciente pero eso sí, firme y decidido. Por otro lado Kuu sabía que su hijo le afirmaba con su respuesta que él iba a jugar para ganar y que convertiría ese "quizás" en una realidad.
— ¿Habló contigo?
— Me dijo que me quería y que estaba agradecida de tenerme en su vida.
Kuon sonrió.
— Y me dijo que también agradecía que te haya traído a este mundo, porque eres el príncipe de las hadas con el que el destino le bendijo en el momento en el que más necesitó.
— Así que ya lo saben.
— Nos contó la historia y tú mamá ya estuvo hablando con una planificadora de bodas.
Kuon abrió los ojos en sobremanera y Kuu estalló en carcajadas.
— Ah... Era broma.
— No, en verdad lo hizo, reservó el mejor salón de recepciones en Inglaterra, en un castillo en medio de un bosque para dentro de tres años, se aseguró de especificar que quería que el tema sea magia, mundo de hadas, cuentos de hadas y que consigan alas realistas para que vuelen juntos.
— Mamá...
— Sí, lo sé... Pero se emocionó, y lo entiendo porque yo también lo hice, aunque el peor fue Lory, desde entonces no dejó de reír de forma aterradora cada dos minutos.
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