Capítulo 5
"It's my party and I'll cry if I want to".
Harry había aprendido a usar el lavavajillas. Y eso lo convertía en un completo ganador. Aunque claro, no podía presionarse a usar la lavadora, no quería ir tan rápido.
Era sábado por la mañana. Harry empujaba el carrito de supermercado por el pasillo. Mientras Oliver, quien estaba sentado en el asiento para bebés del mismo, se quejaba de todo lo que su tío decía.
—Esto es humillante, ¿Sabes? No puedo creer que me hagas esto. ¿Qué tal si alguien me ve? ¡Adiós a mi reputación!—Dijo cubriendo su rostro con ambas manos.
—Tienes 5 años, ¿Qué clase de reputación tendrías?—Inquirió el rizado.
—Una mejor que la tuya, seguramente.
El mayor colocó una mano en su pecho, fingiendo ofenderse. — Cállate, creo que ni siquiera sabes el significado de la palabra "Reputación".
—No lo sé. Pero suena importante. Y tú, estás arruinando la mía. Te pido. No. Te exijo que me saques del carrito. No soy un bebé, ya estoy grande para estás cosas.
—Oliver, los niños de tu edad aun comen tierra. Así que se un niño normal y deja de quejarte. Además fuiste tú quien no quiso usar el arnés.
—Eso era una correa.
—Ambos sirven para lo mismo, ¿No?
—¡Pero no soy un perro!—Chilló el pequeño.
—Ya. Silencio. Aturdes mis oídos.
Oliver se cruzó de brazos. Molesto por la actitud del mayor.
Harry sujetaba con una mano la libreta del niño. Mientras leía detenidamente las lista de alergias del menor. Asombrado, ya que en ella no había solo alimentos, sino también medicinas, animales, plantas y hasta tipos de telas.
—¿Quién rayos es alérgico al arroz? —Exclamó irreverente.—Esto es absurdo.
—No es mi culpa.
—Tendré que memorizar todo esto.—Dijo frustrado.—¿Qué se supone que es un Puerro?
—Es un vegetal. Pero tranquilo, te lo haré más sencillo. Soy alérgico a todos ellos. Solo evítalos.
—No mientas. Te he visto comer ensalada. Enano oportunista.
—Bien. Tú ganas.—Masculló. Y Harry sonrió enormemente.—No soy alérgico a todos. Pero no me gustan para nada.
Nunca había sido fanático de los lugares concurridos. Siempre le parecieron obscenos, en cierta forma. Pero aquí estaba caminando por el Centro comercial con sus bolsas del supermercado en brazos.
La fiesta del amigo de su renacuajo era a las 11:00 A.M. Por lo que debían comprar un regalo. Y él, sin ningún conocimiento de lo que podrían o no llevar, veía vagamente las vitrinas de las tiendas.
Oliver estaba parado a su lado. Cargando en sus pequeños brazos el frasco de miel, que el mismo insistió en llevar.
—¿Qué regalo crees que le guste?—Preguntó Harry. Esperando que la respuesta no fuera a costarle más de £15.00.
—Quiere un libro. Uno que nos leen siempre en clase.
—¿Sabe leer?—Preguntó Harry incrédulo.
—En mi curso todos saben hacerlo.
—¿También tú?
—No, yo no. Aún estoy aprendiendo.—Dijo y Harry enarcó una ceja.—En mi defensa, nos mudamos hace tres meses acá. Entré casi al final del año escolar y en mi escuela anterior no hacia nada de lo que hago aquí. Aquí están más adelantados.
—¿Tres meses? ¿Tan poco?
—Sí. Vivimos un tiempo en Nottingham con papá, después en Gredford con mi tío Charlie. Y ahora estamos aquí, en Londres.
Oliver tenía 5 años. Harry se marchó de casa con 16 años recién cumpliros. Su hermana estaba por graduarse y él se había convertido en la desgracia de una familia con problemas.
Gemma tenía que haber estado embarazada desde antes de que él se marchara.
Tal vez por eso lo ayudo a irse. Porque él no era el único con problemas.
—Bien. ¿Y qué libro es?
—No sé el título. Pero se trata de un tipo llamado Juan Ramón, al que no le gustaba los huevos verdes con Jamón. O algo como eso.
—¿"Huevos Verdes con Jamón"?
—Sí. Esos no le gustan.
Harry río. —No. El libro se llama así.—Le dijo sonriendo.
—Quien lo diría.—Exclamó el pequeño. Y caminaron hasta la librería.
*
Eran casi las 12 P.M. Sí. Naturalmente, iban tarde.
Porque Oliver no encontraba nada digno de la ocasión entre su ropa. Y porque Harry no sabía cómo envolver un regalo.
El mayor podría considerarse a sí mismo como inútil para muchas cosas. Excepto para la ropa.
Peinó al niño adecuadamente. Según él. Y lo vistió de forma tan selecta que casi podría decirse que creó un clon suyo. Con lo poco que encontró.
El pequeño estuvo contento con el resultado. Porque claro, todo era más fácil cuando él cooperaba.
Ambos con camisa a cuadros y el cabello revuelto. Salieron rumbo al parque donde la fiesta ya había comenzado hace rato.
—Cielo, ¿Por qué no vas a jugar con tus demás amiguitos?
—No quiero.—El niño castaño, estaba sentado junto a la mesa de regalos, bajo un árbol. De brazos cruzados e indignado por las preguntas de su madre. Con los ojos aguados a punto de romper en llanto.
—Tal vez se le hizo tarde amor. No llores. ¿Sí? Es tu fiesta. Es para celebrarte.
—Tienes razón. Es mi fiesta, y lloraré si quiero.
Tomó aire. Tobías era un niño consentido, que pocas veces obtenía un "No" por respuesta. Al igual que Oliver, era más inteligente que los niños de su edad. Pero eso también lo convertía en una persona exigente.
Su padre lo veía desde arriba. Molesto. Al niño no parecía importarle mucho todo lo que sus padres habían hecho por su cumpleaños. Ninguno de los juegos que habían montado le llamaban la atención. Ni los regalos. Ni la comida.
Solo estaba sentado allí. Lloriqueando por su amigo. El niño con el que se había encaprichado recientemente.
—¿Por qué está llorando Toby?—Preguntó el pequeño de cabello negro junto a ellos. Cuya presencia no habían notado.
—¡Viniste!—Exclamó el de ojos marrones empujando a ambos padres. —Creí que no lo harías.—Musitó en tono más bajo, abrazándolo.
—Jamás.—Terminó el otro. Y ambos salieron corriendo hacía uno de los trampolines que estaban cerca.
Harry caminó perezosamente hacia la mesa de regalos a dejar el suyo. Bueno, el de Oliver. Y encontró a una persona que jamás esperó ver usando pantalones cortos. Y que jamás debió usarlos.
Su verdugo. Es decir, su jefe. El Sr. Martin Lahey. Esa persona a la Harry tendría que lamerle los pies si es que necesitara un aumento.
El Sr. Lahey solía ser muy amable con todos. Excepto con Harry. Como toda la demás basura en su vida. Su trabajo, no era diferente. El había manifestado su odio contra Harry desde el primer día de trabajo. En el que el hombre enfatizó lo mucho que le desagradaba su cabello y lo estúpida que era su forma de caminar.
Pero hoy era su día libre. Y le valía una mierda lo que él pensara o le dijera. Así que confiadamente. Puso el regalo en la mesa.
—Que sorpresa verte por acá, Styles.—Dijo el hombre observándole de pies a cabeza.
Tragó duro.— Lo mismo digo Señor. — Bajó un poco la mirada. Y quiso reír al notar que también traía sandalias. Pero no lo hizo.—
—Los demás niños están por allá. Ve con ellos, Muchacho. Divierte y haz muchos amigos. —Dijo sarcásticamente. Tratando de ofenderlo.
Harry por inercia. Se giró la cabeza hacia donde su jefe había señalado. Y vio al joven castaño que jugaba fútbol con los pequeños mientras reía.
—Lo haré.—Dijo. Y se fue sonriente.
La risa de Louis era melodiosa.
El de ojos verdes estaba sentado entre el llano viéndolo jugar con los niños. Todos ellos lo seguían indiscutiblemente a donde iba. Aun fuera de la escuela. Lo veía como un líder. Un guía.
Notó que un grupo de adolescentes lo veían demasiado. Eso era incómodo.
Desprendió una de las flores amarillas que había junto a él. Se levantó, y se acercó a Louis cuando lo halló sólo.
—Hey. Hola.—Saludo "Espontáneamente". Aunque eso había sonado bastante forzado.
—Me alegro de Verlo, Sr. Styles.
—Creí que ya habíamos hablado de eso. No soy tan grande. Dime Harry.
—Lo siento. No puedo. —Comentó respetuoso.
—Por favor. Yo le digo "Señor o Señora" a las personas solo cuando las respeto mucho o me dan miedo. Espero no darte miedo.
Rió.—No es eso. Lo que pasa es que no puedo tratar de esa forma a los padres de los alumnos.
—No estamos en la escuela. Además ni siquiera es mi hijo.
—Aun así, es parte de mi ética profesional.
Harry no sabía el significado de la palabra "Ética". Pero sonaba importante.
—Y si te dijera que traje algo para ti, ¿Cambiarías de opinión?
—No. Pero querría saber qué es.
—Bien. Cierra los ojos.
— No voy a cerrar los o...—Ciérralos.— Dijo "severamente". Louis obedeció.
—Ahora junta tus manos al frente y extiéndelas.— Obedeció de nuevo. Harry colocó la florecilla en su manos. —Ya. Ábrelos.
—¿Una flor?
—Sí. Y es sólo para ti. Ah, Pero no es solo una flor, es una flor única.
El grupo de chicas adolescentes chilló detrás de ellos.
—Gracias. Pero le he visto arrancarla del arbusto de allá.
—Bien. No es única. Pero sí muy bonita, ¿Cierto? ¿Acaso no merezco al menos un cumplido por mi esfuerzo?
Louis bufó.—Uhm. ¿Bien hecho, Harry?
El susodicho iba a contestarle algo jactancioso. Pero era hora de partir el pastel. Y Harry nunca en su sano juicio rechazaría un postre gratis.
Autosuficiente le dijo.—¿Vienes?—Y ambos caminaron hasta la mesa para cantar el "Happy Birthday". Donde los niños brincaron al rededor de Louis una vez más.
El pastel era de fresas con crema.
Luego de cantar para el cumpleañero y de mil chistes Fallidos de Harry.
Los dos terminaron sentados en el suelo. Conversando. Mientras Harry comía su quinto pedazo de pastel.
Louis sabía que la actitud fanfarrona se Harry era un intento por cubrir algo más. No había estudiado en vano.
—Oye. Tranquilo, el pastel no irá a ningún lado. Despacio, estás ensuciándote toda la cara.
—Este es el momento donde doblas tu servilleta y limpias sonriendo la crema de mi rostro.
—Oye amigo. Creo que Hollywood te ha estafado. Eso no pasa en la vida real.
—Me doy cuenta. Creo que he sido timado.—Dijo fingiendo tristeza. Oliver estaba atascándose de pastel muy cerca de allí. Mientras Harry lo veía sonriendo.
—Parece que son iguales.—Dijo el otro divertido.
—No creo. Yo no solía comer tanto como él. Y uf, nunca me dejaron comer postre.
—¿Por qué?
—Mi mamá creía que todo iba a hacerme daño. Era un poco, sobreprotectora.
El más bajo asintió levemente. Analizando la información, sin comentar nada más.
—Louis, ¿Te gustaría salir alguna vez conmigo?—Lanzó Harry de repente.
—No. Lo siento.
—No seas cruel.
—No soy cruel. Es solo que, no me gustan los hombres. Lo siento.
Harry sabía que el universo lo odiaba. Pero no tanto.
Le sonrió al de ojos azules.—Bien.—Se levantó.— Me tengo que ir.—Dijo tranquilamente.— Fue un placer hablar contigo.Pero si cambias de opinión avísame. —Terminó y fue hacia Oliver, quien se había quedado dormido en algún punto del parque.
El Sr. Lahey había estado observándolos todo el tiempo. Y no le había gustado particularmente la actitud de ambos, ni tampoco el trozo de conversación que había escuchado.
Harry levantó a su sobrino del suelo. Y lo cargó hasta la salida.
Eran casi las 5:00 P.M. No podía creer que el día hubiera pasado tan rápido. Eso era asombroso.
Se sentía aliviado. Él hubiera creído fielmente en las palabras de Louis, y hubiese desistido de molestarlo. Pero no. Simple y sencillamente porque Louis no era buen mentiroso y le vio cruzar los dedos al responder. Eso para Harry, era más que suficiente.
La belleza de Louis no era sorprendente. Desde luego, aquellos que lo veían no quedaban completamente encantados. Sin embargo, hablar con él. Era irresistible.
Louis se despidió de los padres del anfitrión y del mismo. Y luego se marchó del lugar.
En auto su casa no estaba tan lejos. Entró a su vehículo y sacó cuidadosamente la florecilla—que había guardado de la forma más discreta que pudo en su bolsillo—y la colocó sobre el tablero del auto. Estaba ya un poco magullada, pero se veía linda allí.
Llegó a su casa en menos de diez minutos.
—Max, ya llegué. —Anunció. Y cerró la puerta.
Hola.
Quería comentarles, unas chicas me preguntaron amablemente (Gracias por sus amenazas, lindas. Las amo.) ¿Qué días iba a actualizar regularmente?
A lo que contesté. Que no tengo ningún día específico. Y que subo un nuevo capítulo cada vez que el anterior pasa de los 45 votos. :'v
Los quiero.
Manténganse con vida. J.S.
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