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ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 23

Capítulo 23

Ashton.

Aún me cuesta creer lo que sucedió esta tarde. La manera en que me dejé llevar y como el momento surgió por si solo. La besé, fue perfecto. Las imágenes se repiten en mi cabeza y ahora solo o un nombre se encuentra en repetición «Maia» .

Empujo la cabeza contra la almohada y paso la mano que no me duele por mi rostro. El cuello me pica recordando la sensación su piel contra mía. Mi cuerpo se comporta como un reproductor de sensaciones y son las suyas las que se empeña en recordarme. No tenía entre mis planes contarle mi problema, pero ya me he rendido y confiar en ella me sale natural. Estaba preparado para contar todo, quitarme el peso de mi verdad y dejarlo todo a sus manos. Aunque creo que no podría soportar si ella no perdona mis mentiras, porque no se lo he dicho explícito, pero sé que la forma en que lo oculto es una manera de engañarla. Necesitaba un seguro y esa promesa firmada sobre las olas es la manera ilusa en la que creo que todo estará bien.

Me siento impotente. No debería pasar esto, debería quererla, pero no de la forma en que lo hago. Paso mis dedos sobre mis labios. Un suspiro escapa de ellos antes de que lo pueda ahogar.

La repentina luz amarillenta proveniente de una pequeña lamparita al lado de mi cama llama mi atención. Tony se incorpora en su cama. Me mira con hastío.

—¿Ahora andas de enamorado?

Enarco una ceja. Tony se acomoda en la cama y deja descansar su cabeza sobre una de sus manos. Mueve un poco las sábanas para que vea su torso desnudo. Me mira con burla.

—¿Tú que sabes?

—Tus suspiros ridículos no me dejan dormir.

—Ya, mira cuánto me importa eso.

—¿Cómo está tu mano? —masculla. Señala mi mano con la barbilla.

La muevo e intento tragarme el latigazo que recorre mi extremidad. Han comenzado a crearse costras en mis nudillos, pero el ardor persiste.

—¿Y a ti qué te importa?

Se deja caer de espaldas. Aprieto la mandíbula cuando comienza a reír y flexiona sus brazos para que se le marquen los músculos. He convivido con él lo suficiente para saber cuáles son sus intenciones.

—Es cierto, no me importa. —responde.

—¿Después de tantos años no te cansas del mismo juego?

Se encoje de hombros y deja su cabeza directamente sobre la almohada. Estira sus brazos, ambos los observamos, él con admiración y yo con molestia. Luego me mira y extiende una sonrisa.

—Es divertido ver tus reacciones.

Tony acostumbra a restregarme su cuerpo en cara. Está muy bien formado debido a los ejercicios y, conociendo mi debilidad, le encanta presumirlo. Para él es divertido mostrarle el cuerpo atlético que siempre he soñado al chico con trastornos alimentarios.

—Me das tanta pena. —siseo.

—Pena me das tú que intentas dar lástima para obtener atención. Pasó con todos y ahora traes a la pelinegra en el saco.

—Tantos años y no pierdes los celos.

—No tengo nada que celarte. La cobardía no es algo que admire o quiera.

—Deja de provocarme.

—Llevas años con un psicólogo y no pones de tu parte para "mejorarte" —espeta. Dibuja las comillas en el aire e intenta dejar mi condición sin credibilidad—. Me parece que aquí el que siempre ha buscado atención ha sido otro.

—Ya veo que madurar no es lo tuyo. Y que utilizar los problemas de los demás, problemas que no te incumben en lo absoluto para tapar tus celos, sí lo es.

—¿Y qué tendría que celarte?

—Ya lo sabes y eso te carcome la cabeza —espeto. Los ojos verdes se han oscurecido. Su mandíbula se endurece en un claro indicativo de que lo he incomodado—. Déjame en paz porque aunque tenga la mano jodida, te puedo lanzar un derechazo.

—Que ganas tengo de irme y no verte la cara.

—Para tu felicidad ambos cumplimos los dieciocho pronto. Nos tendremos que marchar y no tendrás que ver mi preciosa cara, ni extrañar nuestras maravillosas conversaciones nocturnas.

Se queda en silencio antes de apagar la lámpara con furia. Me importa poco si se ha molestado. Me da la espalda dando a entender que nuestra conversación llegó a su fin. A mi cabeza llega un niño con gafas y la furia me atropella.

—Si me entero de que le haces algo a Joshlio no dudaré en partirte la cara. —advierto.

Se queda callado. Noto el subir y bajar de sus hombros.

—Deja de comportarte como su hermano, porque no lo eres.

—Pues me comporto, lo hago porque su supuesto hermano no hace más que dañarlo y aplastarlo. Ese pequeño vive con miedo a decepcionarte y tú no haces más que hacerlo añicos. Ahí están tus celos, en que él me quiera y a ti ni te haga caso, pero tú no haces nada por ganarte su cariño.

Se levanta con brusquedad. Intento mantener los ojos abiertos cuando mi cuello se ve aprisionado contra el colchón. Ha tardado dos segundos menos que la última vez. Le sonrío con burla y Tony aprieta su agarre.

—Cállate la boca, Ashton.

—Yo soy cobarde, pero tú también lo eres. Trata de meterte en la cabeza que estamos tan acostumbrados a la idea de que debemos recibir cariño, que olvidamos qué hacer para merecerlo —La voz me sale con debilidad. Una vena alterada le surca la frente. Miro fijamente sus ojos—. Has algo por merecerlo.

Podría intentar quitármelo de encima, pero lo conozco lo suficiente para saber que no pasará de esto. Espero paciente a que se calme y, aunque tenga los ojos llorosos producto a la presión, le dedico una sonrisa hipócrita. No tarda mucho en apartarse. Aprieto mis dientes para evitar toser. Se tambalea y deja caer sobre su cama.

—Tú no lo quieres y aún así él sí te quiere a ti.

—No hables lo que no sabes.

—Aquí cada cual tiene sus problemas como tantas veces me has dicho. Entonces te aconsejo que te enfoques en los tuyos y me dejes en paz, porque como puedes ver, estás igual de jodido que yo.

—Cállate la boca.

Paso la mano por mi cuello y trago saliva. Me tapo con las sábanas, de reojo noto como se queda sentado unos segundos para luego acostarse.

—Piensa en lo que te he dicho, Tonito.

Resopla ante mi burla. Aprieto los puños. Usualmente nos ignoramos, pero ya estoy cansado de él y creo que el sentimiento es mutuo. Pocas veces hablamos y cuando lo hacemos solemos estallar de esta forma. Joshlio es un niño excelente y me enfurece la forma en que Tony lo trata las veces que se digna a hablarle o responderle cualquier pregunta al pequeño. No intervengo porque la última vez todo terminó en golpes y el mayor castigo me lo llevé yo. Además, Joshlio no me habló por una semana. Puede que él me quiera, pero Tony es la única familia de sangre que le queda y lo defenderá por encima de todo.

La primera semana cuando llegué a aquí fue perfecta (dentro de lo que cabe). A pesar de la situación tan dura que vivía, encontrarme con un chico de mi edad en un lugar como este fue un alivio, calma que duró poco hasta que empezó a comportarse de esta forma.

Hablamos algunas veces y compartíamos cosas en común. Él vivió junto conmigo todo mi proceso, los gritos, mis peores momentos, y como la cabeza me jugaba en contra empujándome a ataques de pánico. Sus comentarios estúpidos los he tenido que soportar bastante tiempo, pero él no se libra de las verdades que le suelto en cara. Extraño mi antigua habitación y no tener que soportar esto, pero es lo que hay y debo resignarme. No le iré a Lillian con preocupaciones absurdas cuando tiene muchísimos problemas. Ya es suficiente con no tener que verle la cara en la escuela e intentar ignorarlo.

➻➻➻

—¡¿Que pasó qué?!

Estoy terminando de recoger las bandejas cuando el grito de Claire me exalta. Parte de la sopa va a parar a mi sudadera, dejo la bandeja sobre la mesa provocando un ruido sordo. La tela se pega a mi cuerpo dejando una sensación desagradable. Poso la mirada en el enorme manchón que se extiende con lentitud sobre la tela blanca.
Claire cuando se lo propone puede escucharse hasta en Londres.

—¡Cuenta!

Respiro profundo y volteo buscándola con la mirada. No tardo mucho en encontrar los dos moños que se hizo hoy en el cabello y que no paran de saltar mientras da brinquitos sobre la silla. Maia también está en la mesa con su cabeza escondida entre los brazos, de espaldas a mí. Camino hacia ambas cuando más gritos por parte de la asiática me atormentan.

—¡No me lo puedo creer!

—¿Qué no te puedes creer? —pregunto.

Maia alza la cabeza casi en un pestañeo. Reprimo mi sonrisa y tomo una de las sillas libres.

—Tonterías —contesta mientras mira a Claire con ojos mucho más abiertos de lo usual—, ¿no es verdad?

—Sí, sí, sí, tonterías —afirma la pelinegra mientras acomoda su flequillo y tose. Intercalo la mirada entre ambas. Maia decide desviar la suya, Claire le presta atención a mi prenda arruinada— ¿Qué te sucedió? ¿Decidiste darte un baño alternativo?

Trae la frente arrugada. Entrelazo mis manos sobre la mesa y me inclino hacia adelante.

—Sucede que tus gritos de cabra loca asustan a cualquiera. Se me volteó la bandeja de Eliot por tu culpa.

La carcajada que no demuestra ni un ápice de culpa hace que se le achiquen sus ojos. Solo así me doy cuenta de las ojeras que carga.

—Y la niñita histérica decidió asustarse.

—¿Niñita? —Me enfoco en la chica que ha decido no mirarme desde que me senté—. Maia, dice Claire que soy una niñita. ¿Tú también lo crees?

Voltea. Me escanea con ojos entrecerrados. Paso la mirada por su cabello oscuro que está recogido de forma desordenada y no puedo evitar que el recorrido termine en sus labios. Retiro una hebra que quedó prendada de su brillo labial. Pestañeo varias veces mientras me recuesto en la silla haciendo el inútil intento de retirar esa imagen de mi cabeza.

—¿Y bien?

—No creo que lo seas —confiesa un poco con fastidio. Una coloración rojiza, casi imperceptible, adorna sus mejillas—. Amaneciste de muy buen humor.

—Hay días buenos y días malos. —respondo con simpleza.

Ambas pelinegras me observan con una sonrisa, una más disimulada que la otra, eso hace que me mueva incómodo. Me vuelvo a enfocar en las notorias ojeras de Claire. Me extraña porque ella siempre aparenta traer ese aspecto fresco y descansado.

—¿No dormiste bien? —pregunto.

Tomo el bajo del mantel para limpiar parte de mi sudadera. Si Lillian, o peor, Débora me pillan, los gritos serán peores que los de Claire. Podría ir y cambiarme, pero Tony no ha bajado y no tengo ganas de toparme con él.

—Más o menos.

Algo en su semblante decae y se recuesta en la silla. Mira sus manos y me quedo observándola.

—Lucas habló conmigo, me contó porqué se distanció y todo eso. No pude dormir bien. Me sentí tan idiota cuando hablé con él, tanto tiempo pensando que había hecho algo mal, que quizás no soy suficiente para él. Duele, ¿sabes? No tengo idea de cuánto tiempo pasará para que deje de doler, pero sé que en algún momento parará, me sentiré mejor.

Mi boca se abre en una O y luego la cierro con lentitud. Se queda observando sus manos y me incomoda que se sienta tan triste. Creo que todos fuimos testigos de la amistad que ambos tenían y de cómo esta se fue desmoronando.

—Entiendo. —Es lo único que puedo decir.

—Pero no amarguemos la mañana con las desgracias de Claire —proclama desviando la conversación con una palmada—. Hoy podemos ir al pueblo por la feria. Nos quedan dos días de descanso.

—Pensaba que no te agradaba la idea de las vacaciones. —agrega Maia.

—Es que me costó adaptarme a la idea de que no tendríamos que ir a la escuela. A veces me obsesiono con ella.

—Eres un poco rara. —responde tomando un poco de pan de su bandeja.

Mi estómago ruge y muevo la cabeza alejando cualquier instinto. Estiro mi mano y tomo una rodaja de tomate. No me reclama.

—Podemos pedirle permiso a Lillian e ir a la parte baja del pueblo. —sugiero.
La pelinegra abre los ojos y apunta a Maia con asombro.

—Wow. Tienes que hacerlo más seguido.

—¿Hacer qué?

—Tonterías. —responde con rapidez y le dedica a Claire una sonrisa demasiado forzada.

—Sí, no es nada —responde con lentitud. Volteo los ojos. Sea lo que sea, no me lo van a decir—. Igual habrá que pedirle permiso a Débora o Susana porque Lillian fue a Manchester.

—¿De nuevo?

—¡A que es genial! —exclama. Claire apoya las palmas sobre la mesa. Me reservo mis comentarios porque no le quiero arruinar la mañana—. Ya saben lo que eso significa. Aunque igual y regresa temprano.

—Sí, ya sabemos eso. —agrego. Intento reprimir mis ganas de hacer una mueca— ¿Bueno, han visto a Susana?

—Ahora que lo dices no la he visto.

Desvío mi atención a Maia, esta parece tensarse y se mueve ligeramente sobre el asiento. Presto atención mientras la observo esconder un mechón de cabello detrás de su oreja. Todos nos quedamos en silencio, hasta que se da cuenta de que esperamos una respuesta suya.

—Oh no, yo tampoco la he visto. —Suelta con demasiada rapidez.

Inclino ligeramente la cabeza y me quedo observándola unos segundos. Trae el cabello en una coleta floja, recogida con una de esas felpas suaves y mullidas que trae de vez en cuando en la muñeca. El color amarillo en diferentes tonalidades combina con su sudadera y converse.

—Se va a caer. —El susurro de Claire me espabila. Me enfoco en ella. Esconde sus labios cuando cae en cuenta de que la he escuchado.

Arrastro la silla para ponerme de pie y ambas se me quedan mirando.

—Iré a buscar a Susana —Veo a Tony entrar al comedor y me parece un buen momento para cambiarme la sudadera que traigo hecha un asco. —Regreso en un momento.

—Vale.

Tomo el lado contrario justo por detrás de Maia solo porque quiero algo. Me coloco detrás de la pelinegra de suéter amarillo y tomo la felpa que se desliza con suavidad hasta liberar todo el cabello que cae en cascada.

—¡Oye! —Maia voltea incrédula. Deslizo la felpa por mi muñeca— ¡¿Pero qué haces?!

Me encojo de hombros.

—Me gusta tu cabello suelto.

—Podías darme la sugerencia. —reclama. Intenta acomodar los mechones rebeldes.

—Ay Ash, que tosco y raro eres a veces. —masculla Claire.

—Ya saben, Tarzán. —Es la referencia que ofrezco.

Me encojo de hombros y, para este punto, mientras la cara de la asiática denota confusión, el rostro de Maia ha pasado de unos ojos entrecerrados a una sonrisa que decido acompañar.
Definitivamente hoy es de esos días buenos.

Salgo de la zona del comedor y dejo detrás todo el barullo de los niños. Masajeo mi muñeca sintiendo la suavidad de la tela mientras continúo caminando en dirección a la oficina de Lillian. A veces Susana suele pasar tiempo allí sumergida entre los libros. Toco la puerta. Nadie responde. Toco de nuevo y, creyendo en la posibilidad de que Susana esté leyendo con audífonos, giro la perilla. Le ha dado por leer de esa forma desde que Lillian le obsequió los audífonos en su último viaje a Londres.

Entro y la habitación se encuentra vacía. El ventanal detrás de la amplia mesa de oficina permite que se cuele el sol hasta iluminar los papeles y carpetas que hay esparcidos. Los estantes con libros viejos, más lámparas en más paredes, y un sillón en la esquina, le da cierto añejo a la decoración. Me acerco hasta rodear la mesa y sentarme en la enorme silla. De vez en cuando le dirijo miradas fugaces a la puerta por si alguien decide entrar.

Me fijo en las carpetas y plumones que tiene por doquier. Esto está hecho un desastre. Tomo una carpeta al azar y la abro. Contiene los gastos en comida y los préstamos anuales pedidos al banco. Me fijo en los detalles y la cantidad que debe ser pagada cada cierto tiempo, no es mucha, y supongo que pidieron tal cantidad para sufragar algún gasto extra que el gobierno no considere imprescindible.

Dejo la carpeta sobre el mar de papeles y tomo otra. Una pequeña media sonrisa se me escapa cuando veo que esta es la lista de nuestras aspiraciones. Aquí se encuentra el nombre de cada niño y anexado a este un sueño futuro. Recuerdo todo el tiempo que Lillian me suplicó que le diera mi información. Leo el documento mientras me recuesto en la silla.

Suliet Expósito. 5 años. Tiempo de permanencia en el sistema de adopción y niños de acogida: 5 años. Causa: abandono de la menor. Tiempo en este establecimiento: 5 años. Aspiraciones: Ser maestra.

Nota anexada: —

¿Cómo que no hay nota anexada? ¿Dónde queda eso de lanzar la primera bebida que encuentra a la gente?

Macarena Alejandra Edwin. 9 años. Tiempo de permanencia en el sistema de adopción y niños de acogida: 2 años. Causa: Maltrato infantil. Tiempo en este establecimiento: 1 año. Aspiraciones: Ser diseñadora de modas.

Nota anexada: Alergia al maní.

Tony y Joshlio Broly . 17 y 8 años respectivamente. Tiempo de permanencia en el sistema de adopción y niños de acogida: 6 años. Causa: Muerte de ambos padres producto a accidente automovilístico (presentan familiares, pero no cubren los requisitos para la tutoría) Tiempo en este establecimiento: 5 años.

Aspiraciones: Universidad de Londres.

Nota anexada: Tony tiende a ser apático.

Y un idiota, deberían agregar.

Leo toda la hoja soltando de vez en cuando alguna risa al leer las ocurrencias de los niños. Deslizo la mirada hasta encontrar mi nombre.

Ashton Ludwig. — El leer mi antiguo apellido inglés y no Mazzei (el italiano) provoca que una sensación de asco me recorra el cuerpo, solo llegué a portar el apellido Mazzei por un año, hasta que la bomba explotó y tuve que volver a retomar mi apellido inicial. Continúo leyendo— 17 años. Tiempo de permanencia en el sistema de adopción y niños de acogida: 10 años. Causa: Maltrato infantil por parte de un familiar con consentimiento de padres biológicos. Tiempo en este establecimiento: 4 años. Causa: Privación de los derechos de libertad para sus tutores por motivos ajenos al menor. —Se me vuelve inevitable no apretar la hoja ante el recuerdo de lo poco que duró mi momento de felicidad con una nueva familia, pero el dolor en mis nudillos es casi el ancla que evita que se me nuble la visión— Aspiraciones: Sobrevivir.

Respiro profundo y dejo la hoja sobre la mesa. Muevo algunos papeles hasta encontrar una goma y un lápiz. Me fijo en la punta del mismo y es poco lo que tiene, pero me alcanzará para escribir unas líneas. Lillian me preguntó esto hace poco menos de un año, y es cierto que mi aspiración continúa siendo la misma. Pero quizás es momento de barrer un poco la amargura y abrir espacio para que nuevos sentimientos se asienten.

Tomo la goma y borro ese último dato. Aunque tengo claro que si revisan este documento se darán cuenta del cambio en la tipografía, me aventuro y hago lo que para mí es crear espacio. Escribo mi futuro.

Aspiraciones: Mejorar, cambiar. Universidad de Londres.

Leo el resto de la nota.

Nota anexada: Presenta depresión y anorexia nerviosa. Antiguas autolesiones y pensamientos suicidas propios de la depresión. Comportamientos flemáticos y de inferioridad. No se relaciona con facilidad. Suele tener ataques de asma y pánico de forma esporádica.

Ficha técnica firmada por: Doctor Bill Romeva.

—Vaya historial. —susurro.

Ya eso no es algo que pueda borrar. En la vida no todo es tan fácil como lo que hice hace dos minutos. Si quiero borrar esto, será con esfuerzo del alma y afincar muy bien el corazón en la hoja, porque el grafito del dolor es más difícil de remover. Me recuesto en la silla y paso una mano por mi rostro. Solo quedan dos nombres en la parte trasera del documento y me doy cuenta de que son las fichas de Maia y Caroline. Leo cada una. El corazón se me agrieta al recordar lo que ya sé. Sin pensarlo mucho tomo el lápiz y relleno la casilla vacía de Maia al final de su ficha. No tiene nada escrito en la casilla de aspiraciones y me molesta verla vacía.

Aspiraciones: Ser pintora. Academia de artes.

Veo que tampoco tiene notas anexadas. No puedo detener mi mano cuando surca el papel.

Nota anexada: Presenta un talento único para dibujar. No le importa compartir una noche o un atardecer. Compañera de canciones y usurpadora de lugares ajenos, no importa si es una habitación o un corazón.

Pd: Siempre es bonita, pero me gusta más cuando trae el cabello suelto.

Dejo el lápiz sobre la superficie de madera y leo lo que escribí.

—Dios, que cursi —Apoyo los codos sobre la mesa. Masajeo mi sien— ¿Qué rayos te pasa, Ashton?

Tomo la goma para borrar, pero el intento queda frustrado cuando el sonido la puerta me alarma. Dejo todo así y me levanto de la silla con brusquedad. Me quedo estático mientras veo a Débora entrar a la habitación, viene distraía mirando su overol y aprovecho para alejarme de la mesa. Ella nota el movimiento y levanta la mirada. Pega un brinco.

—¡Jesús! —exclama llevándose una mano al corazón— ¡¿Me quieres matar?!

Observo como trae los pantalones llenos de barro al igual que las botas. Me extraña que estuviera trabajando en el jardín desde tan temprano.

—¿Por qué traes los pantalones así? —Es lo único que gesticulo. Hace una mueca indignada.

—Oh vaya, no tienes que disculparte, Ashton —Enarco una ceja porque veo que toma su posición dramática, ya intuyo lo que se avecina—. No, no, no. Tranquilo, si yo se que sabes que ya estoy mayor. No, olvida eso de mayor —rectifica su propio monólogo—. Sé que sabes que sería una desgracia que muriera de un infarto, lo sé. ¿Te imaginas?

—Me imagino.

—Que frío eres, chico —replica. La morena se lleva las manos a las caderas—. No se suponía que dijeras eso.

—Ya. —Ruedo los ojos.

—¿Y qué hacías aquí?

—Buscaba a Susana —respondo. Me alejo de la mesa hasta llegar a su lado—, pero igual tú nos puedes dar permiso. Queremos ir al pueblo. Ya sabes, hay feria.

Me analiza unos segundos en los que pasa la mirada con ojos entrecerrados por mi sudadera y luego se fija en mi muñeca. Aplana sus labios en una mueca cómica.

—Sí, claro, la feria —Se burla—. Ya que estás aquí, y que quede claro que sé que estabas fisgoneando, no me hagas pasar por tonta. Alcánzame esa carpeta azul que está sobre la mesa. Traigo las manos manchadas de tierra y no quiero que se manchen los papeles importantes que están ahí —Me acerco y tomo la carpeta. Debajo de esta queda una hoja. El título en negrita llama mi atención—. Ah, y un paquete de clínex que tiene en la gaveta, la de el lado derecho.

Leo el título de la hoja y desvío mi atención para abrir la gaveta y dar con el paquete de pañuelos. Paso junto a la mesa y tomo la hoja de paso.

—¿Qué es eso? —pregunta. Intenta quitarme el papel. Se lo enseño después de que limpia sus manos con uno de los pañuelos.

Su mirada va de la hoja a mí y viceversa. Por la nota de pánico que surcan sus ojos, sé que espera cualquier reacción de mi parte.

—Ash, esa era una propuesta que te haríamos más adelante.

Quizás el más adelante queda muy lejos, tal vez ya estoy preparado.

Trago saliva.

—¿Te puedo decir algo?

—Por supuesto.

—Cuando llegué a este lugar, estaba perdido. Me sentía enojado con la vida y sus razones para que me hiciera pasar por tantas cosas. Me volví frágil, filoso como un cristal, y yo mismo me cortaba con mis propios fragmentos a pleno gusto. No me reconocía, aún me desconozco.

—Tocaste fondo, Ash.

—Cuando se toca fondo llega un punto en que todo se siente tan asfixiante, que se necesita por todos los medios salir a tomar aire. La madera flota, y un náufrago de sus propias desgracias necesita flotar. La mente se encuentra tan nublada que quizás no entiende, o ve de manera errónea, lo que flota y lo que no, agarrándose en su desesperación de cualquier objeto sin darse cuenta de si su interior está hueco. No hay muchas opciones, agarrarse de algo estable es fundamental. Porque si nos damos cuenta tarde, y nos comenzamos a hundir de nuevo justo cuando estamos por tocar la superficie, el peso de la decepción crea un nuevo subfondo de oscuridad asfixiante —Débora me mira con firmeza—. Ahora te pregunto: ¿Crees que este sea mi trozo de madera?

Sacudo la hoja. Curva sus labios dejándome saber que no tiene ni idea.

—Solo tú tienes la respuesta a tu pregunta —Frunzo la frente—. Los cambios surgen de la falla y el intento. Ningún paso que des viene con cien por ciento de probabilidad de que sea correcto, siempre queda esa incertidumbre del "que pasará". Pero solo el plantearte un cambio ya es movimiento. En este caso, el náufrago tiene la capacidad de dirigir la fuerza y la dirección de la marea. Te pregunto yo a ti. ¿Estás dispuesto a agarrarte de ese trozo de madera?

Presto atención al encabezado de la hoja, la doblo con cuidado. La guardo en mi bolsillo mientras los ojos de Débora siguen cada uno de mis movimientos. Le entrego la carpeta y salgo de la habitación. Desde el pasillo la escucho gritar:

—¡Estoy orgullosa de ti!

Sonrío e intento tragar el nudo que tengo en la garganta.

—Lo sé. —susurro.

¿Será cierto que se puede modificar la fuerza y la dirección de la marea?

El papel me pesa en el bolsillo y me recuerda que ahora todo lo tengo en mis manos.

N/A:

Ay bb yo también estoy orgullosa de tí!

Ojalá y todos los días fuesen buenos :'(

Bueno, espero que les haya gustado el capítulo!! Si fue así, ya saben, regalenme una estrellita y comenten si les ha gustado <3

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