ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 21
Capítulo 21
Sufro de anorexia nerviosa.
El corazón se me agrieta ante su confesión. En el hospicio nos hablaron sobre ese tema. Usualmente una persona con esa enfermedad no logra visualizarse con ella, viven en un estado de negación. El hecho de que él sepa identificar su problema dice mucho, es un claro indicativo de que ha pasado por varias terapias que le han ayudado a abrir los ojos y, a su vez, el hecho de que lleve tantos años padeciendo lo mismo demuestra que no han surtido efecto.
El silencio se extiende entre los dos. La manera en que me abraza es reconfortante. La sudadera está adherida a mi piel de la misma forma en que me aferro a su torso. Mantengo la mejilla recostada a un lado de su cabeza, ninguno a dicho nada desde hace minutos. Siento que abrazo partes rotas y que si lo suelto se desarmará. Mi corazón late en la garganta. Me siento unida a él, como si un hilo rojo nos uniese y este se fuese estrechando más y más, y nos mantuviera así, juntos.
—No mereces lo que te han hecho.
—La vida es dolorosamente injusta, y hace oídos sordos ante reclamos. —susurra.
Tomo un poco de distancia. Sus ojos escudriñan mi rostro, pasa su pulgar hasta eliminar unas pocas lágrimas que se me escaparon.
—Te agradezco que confiaras en mí.
La tarde se convirtió en nuestra. Un tono naranja-rojizo se dibuja en el cielo. El agua es cálida y refleja esa misma tonalidad. Su rostro está demasiado cerca, puedo sentir su aliento perderse por cada rincón de mi cara hasta el punto de embriagar. Paso mi dedo índice sobre una de sus cejas, trato de seguir su forma, mi mano se aventura y la deslizo sobre el contorno de su cara. Mi corazón late con demasiada rapidez y un cosquilleo aflora en la punta de mis dedos.
No creo que le incomode lo que hago. Cierra los ojos por unos instantes y, cuando los abre, no queda más que sumergirme en ese azul, uno demasiado peculiar. El agua es lo único que se interpone entre los dos.
Dejo de respirar cuando coloca una mano en mi mejilla. Nunca había tenido tanta cercanía con un chico.
—Estás demasiado roja. —susurra.
—El sol.
Aprieto los ojos ante esa respuesta tan estúpida.
Los abro y siento el calor expandirse por mis mejillas cuando veo la sonrisa reprimida en su rostro.
—Cierra los ojos, Maia.
Los cierro sin vacilar, exhalo en un intento por mermar los nervios. Poco a poco voy sintiendo su aliento más cerca, reconozco cuando su cabello roza mi cara y deja descansar su frente sobre la mía. No me atrevo a moverme, su nariz está tan cerca que puedo sentir el ritmo de su respiración y eso me calma, porque la suya también está hecha un desastre. No quiero ni me atrevo a frenar esto. Se siente mágico. Tener esta clase de cercanía con alguien, sentir como su piel arde al igual que la mía y mi corazón late a mil por hora. La simpleza de compartir un momento de vulnerabilidad con alguien, equivale a la complejidad de depositar en mano ajena el corazón propio. Y es tan adictiva la adrenalina, la incertidumbre... que puedes sentir como el corazón se repone para entregarse otra vez.
De momento todo se congela, el sonido de las olas, mis latidos, los pensamientos. Toda mi atención recae en mis labios y en como siento algo frío y suave sobre ellos. Es increíble la sensación de electricidad que recorre cada parte de mí. No sabía que necesitaba tanto esto, un beso. Un beso de Ashton.
Sus labios se mueven sobre los míos, intento seguirle el paso y cuando sus manos se apoyan en mis mejillas y succiona mi labio inferior dejo escapar un suspiro. No tengo idea de si lo estoy haciendo bien, nunca había besado a alguien, lo único que hago es seguirle el ritmo y disfrutar. Ahora todo es cálido, como si hubiese un cubito de hielo y lo vieras derretirse, lento, con calma, y luego no hay hielo, solo queda agua, y he descubierto que me apetece nadar. No tengo idea de qué hacer con las manos. Sé que quiero tocarlo y, sintiendo un ligero temblor, las dejo reposar sobre la calidez de su cuello. Mi piel se eriza ante el sabor de su boca. Sus dedos se adentran en mi cabello. Poco a poco va mermando la intensidad y estoy obligada a suspirar cuando sus labios se alejan de los míos. El frío regresa junto a una sensación de vacío.
Los quiero de nuevo.
Deja descansar su frente sobre la mía y su mano esconde un mechón de cabello detrás de mi oreja.
—¿Qué acaba de pasar? —Hago un intento de susurro, pero me falta el aliento.
—¿No sabes qué es besar?
—Créeme, ya tuve esa conversación. —murmuro recordando mi conversación con las chicas.
Abro mis ojos y lo primero que encuentro es una sonrisa que se expande en su rostro, es perfecta, con hoyuelos incluidos. Sus labios están hinchados y pequeñas gotas de agua perfilan su rostro. Pestañeo encandilada ante la imagen que me ofrece. ¿Yo hice eso? Su sonrisa es la más linda del mundo porque es sincera, un gesto contado. Ashton sonríe por primera vez desde el corazón y yo quedo prendada de él. Abrazo la oportunidad de poder ver algo así, no es una sonrisa rota, ni irónica, mucho menos cortés. Una sonrisa se distingue por la intensidad con la que brilla el alma, y eso solo se puede saber cuando miras a los ojos. Los de Ashton brillan como si reflejaran un atardecer creado para los dos.
La luz reposa sobre parte de su rostro y resalta sus imperfecciones que para mí son un mapa, detalles necesarios para conocerlo a totalidad; porque Ashton no es perfecto, y es eso lo que lo hace hermoso.
Introduzco la mano entre su cabello húmedo. Mi cuerpo pica.
—¿Por qué? —pregunto. No acabo de asimilar lo que acaba de suceder y lo más extraño, para mí fue perfecto.
Tomo un poco de distancia.
—¿Qué hemos dicho de las preguntas sin sentido?
Frunzo el ceño ante su respuesta. Lo agarro del brazo cuando intenta regresar a la orilla.
—Ashton, responde. —siseo.
Vuelve a acercarse y el movimiento brusco hace que el agua salpique. No puedo dejar de mirar sus labios que están a centímetros de los míos.
—Me gustas.
Sus labios están tan cerca que me rozan mientras habla e imprimen su confesión en los míos como si fuese un tatuaje permanente. Las manos me cosquillean, mis oídos se taponean, y me he quedado sin habla, no esperaba esto cuando me levanté esta mañana. Y ahora todo es tan real.
—Me gustas tanto que a veces no sé cómo manejarlo, Maia. —suspira—. Me gustan tus ojos, tu manera de ver la vida, como eres, lo que haces y deshaces. Me gusta lo que representas y la manera en que me haces sentir. No eres vía de escape, tú me dejas encerrado con la diferencia de que te quedas conmigo. Esperas, eres paciente, y dejas que mi propia vía de escape sea yo —Noto como sus manos tiemblan cuando las coloca a cada lado de mi rostro—. Me gusta que seas un atardecer sempiterno. Me asusta que me guste tanto un pronombre, y ese pronombre eres Tú. Tú y tus pantalones rotos, tú y tus respuestas directas, tú y tus sudaderas anchas y cabello desordenado. Te convertiste en mi diamante, Maia... y eso asusta tanto.
No sé si son sus palabras, la forma en que las dice o simplemente la situación en la que estamos, pero no me cohibo al abrazarlo y, casi por instinto, mis labios encuentran los suyos. Esta vez soy yo quien lo beso de una forma más suave y tímida. Cuando me aprieta contra sí mis ojos se encharcan bajo mis párpados.
Pasamos un rato abrazados y quiero decirle que él también hace que me sienta suficiente, comprendida y feliz.
Pero se adelanta. Ashton nos separa un poco y fija sus ojos en mí.
—Solo quiero que prometas una cosa.
No me puedo concentrar cuando lo tengo tan cerca y acaba de decir todo eso. Mi cerebro se la pasa reproduciendo cada una de sus palabras.
—¿Qué?
—Las verdades pesan más que las mentiras, porque una verdad es tangible, es real. Quiero que cuando sepas mi verdad no me juzgues.
¿Su verdad?
Me aparto y lo miro extrañada.
—No te juzgaría Ashton. Sé lo que se siente ser juzgado... —posa dos dedos sobre mis labios y callo.
—Me prometiste atardeceres por siempre, contigo no necesito oscuridad. Hazme esta última promesa—. Suena tan desesperado que mi corazón se agrieta un poco.
—Prometo no juzgarte.
Pasa saliva y peina su cabello con las manos. El ambiente volvió a tomar ese aire espeso y asfixiante. Estoy a la expectativa. Hace el intento de sonreír.
—Bueno, te acabo de abrir mi corazón y no me has dicho nada, con un tú también me gustas me conformo. —intenta bromear.
—Yo...
—¡Niños!
Ambos volteamos hacia la orilla.
Desde aquí se pueden observar las curvas de Débora y una toalla que envuelve su cabello.
—¡Vengan que se hace tarde!
Veo a Ashton de reojo. Parece aliviado, y no entiendo el porqué si no lo estaba presionando a nada.
Nos acercamos a la orilla, Débora trae las manos en su cintura. El cambio de temperatura me congela y la sudadera se adhiere a mi cuerpo. Ashton camina bajo la mirada de ambas y toma las toallas que dejó a pocos metros. Lanza una y la atrapo con dificultad.
—¿Qué hacían ustedes solos por aquí?
Dirijo mi atención a Débora que pasa la mirada entre ambos. Coloca las manos en sus caderas y mira un punto fijo en la cara del castaño, luego me observa y la sonrisa que intenta disimular es un puntapié a mi vergüenza. No sé como responder esa pregunta, me he quedado en blanco.
—Ya veo. Es tan linda esta etapa —Se abanica con la mano. Suelta un suspiro—, pero apresúrense que todos los estamos esperando.
Me quedo un poco pasmada. Corro detrás de ella cuando se aleja, no quiero que piense cosas raras. La agarro del brazo con desesperación.
—No es lo que piensas.
Frunce las cejas y acomoda mi cabello. Me siento ridícula.
—Traes los labios hinchados —susurra. Automáticamente mi mano se dirige a esa zona—, y Ash también los trae a juego. ¿Qué debo pensar? ¿Que les picó una medusa mientras se daban un chapuzón en la parte más apartada del pueblo?
—Yo...
Me observa con curiosidad. No se me ocurre ninguna excusa.
—Bueno, aclarado lo del beso, ¿nos podemos marchar? Me estoy congelando. —Me quedo boquiabierta cuando Ashton pasa junto a nosotras. Entrecierro los ojos.
—Vamos. —ordena Débora soltando la carcajada.
No me había dado cuenta de que nos alejamos tanto. Pasan unos minutos hasta que llegamos al grupo de niños. Susana trae el cabello húmedo al igual que Lillian, supongo que decidieron darse un chapuzón. La rubia trae al descubierto la parte superior de su bañador mientras que Susana está todo lo tapada posible. Mauro y Samantha están sentados en un toldo a pocos metros.
Me acerco y Samantha me extiende mi vestido, el cual agradezco que a estás alturas ya está seco. Mauro se levanta para hablar con Ashton y aprovecho ese instante para retirarme la sudadera húmeda y colocarme mi vestido. La tarde se ha convertido en noche y somos iluminados por las luces de los hogares y locales cercanos.
Tomo asiento junto a ella para esperar a que los demás se alisten.
—¿Y Claire?
Bufa a mi lado. Me extraña esa actitud.
—La última vez me gritó que quería estar sola y supongo que fue a dar un paseo a la orilla de la costa mientras el aire marino aleja su melancolía. —espeta con dramatismo. Voltea los ojos.
—¿Qué sucedió?
—Mi primo habló con ella y ahora Claire está en modo drama.
—A lo mejor se siente mal, hace un rato hablé con Lucas y me explicó la situación de ambos, puede que no se lo haya tomado bien.
—Mi primo hizo lo que pudo, no es tan difícil de entender. Hace una bola de algo minúsculo.
—Samantha, no sabes lo que hablaron ni lo que sucedió, no especules sobre lo que no sabes. ¿Tú estabas ahí cuando hablaron?
—No.
—Entonces lo que tenemos que hacer es apoyarla.
—Lucas se fue súper triste.
—Y Claire también está triste, si no vas a apoyar no hables, porque si Claire te escucha tal vez la lastimes más.
No puedo evitar que mi voz suene molesta. Toma una goma y recoge sus rizos rubios.
—Como sea. —Se levanta y ajusta la toalla alrededor de su cuerpo para unirse a los demás.
Trato de quitarle importancia al asunto y me uno a los chicos. A lo lejos veo a Claire acercarse, carga a uno de los niños y comienza a caminar junto a Lillian. En cuanto llegue a la casa necesito hablar con ella.
Busco a mi hermana con la mirada, trae una toalla encima y los rizos pegados al rostro. Ashton está agachado a su lado y supongo que conversan sobre algo porque el castaño asiente y se pone de pie. Decido acercarme, quedo a medio camino cuando veo a mi hermana estirar sus brazos y a él tomarla por la cintura y colocarla sobre su cadera. Da un paso torpe hacia atrás, supongo debido al peso, y mi pequeña apoya la cabeza en su hombro. Joshlio lo toma de la mano.
Pestañeo varias veces. Este chico está haciendo corto circuito en mi cabeza, y eso me lleva a recordar su confesión de hoy. Algo me imaginaba, su delgadez, la ojeras, cuando lo encontré en el baño, su falta de apetito, su manera de actuar. No me equivoqué aquella vez en la azotea, mi hermana brilla por mí y yo brillaré por él. Porque de mi parte, cuando la oscuridad se sienta pesada y comience a asfixiar, siempre tendrá atardeceres disponibles.
➻➻➻
Hace un rato llegamos a la casa. Pasé por la habitación de Claire, pero no me quiso abrir la puerta. Sabía que estaba dentro porque fui detrás de ella en cuanto pisamos la casa y quedé a mitad del pasillo cuando cerró la puerta con brusquedad. Comprendo que necesita su espacio. Decidí no presionar, sabe que aquí estoy para cuando necesite hablar, pero a lo mejor primero debe hablar consigo misma. He de suponer que su conversación con Lucas fue el detonante de esto, y como sé que le gusta, esto debe ser obra de un corazón herido.
Ducharnos fue un martirio, demasiadas personas para pocos baños. Mi hermana ya se encuentra durmiendo, llegó realmente agotada y yo debería estar igual pero no dejo de pensar en lo que sucedió esta tarde. Paso mis dedos sobre mis labios, sonrío. Tal vez fui un poco torpe, pero fue mi primer beso. No me esperaba que esto sucediera y más de una forma tan hermosa. Vuelvo a sentir mi piel erizarse.
Suspiro y me coloco las zapatillas antes de adentrarme al pasillo que queda iluminado por los apliques. Paso justo por delante de la habitación de Tony y Ashton, está cerrada. Poso la mano sobre la madera ¿Qué pretendes Maia? Sacudo la cabeza y me dirijo a la planta baja, paso por la zona de la cocina y tomo un plato con unas pocas frutas que sobraron del día.
Voy caminando de vuelta para comerlas en mi habitación. Hoy no hay ronquidos por parte de Débora y lo agradezco, porque creo que nunca me podré acostumbrar a ellos y ella no es muy partidaria de cerrar su puerta.
Masco un poco de manzana mientras me desplazo por los corredores. Quedo a medio caminar cuando veo la oficina de Lillian entreabierta, si de algo me he dado cuenta, es que no acostumbra a dejarla de esa forma porque posee papeles importantes que algún niño puede dañar. Me acerco con la intención de cerrarla, pero algo llama mi atención.
Frunzo la cejas y, con cuidado de no hacer ruido, la abro para aumentar mi visibilidad. Las manos me comienzan a temblar y dejo caer el plato al suelo llamando la atención de quienes están dentro. Mi respiración se vuelve un asco. Doy un paso torpe hacia atrás cuando hace el intento de acercarse. Ni en un millón de años me hubiese imaginado esto.
—Maia, escúchame.
Un pitido se instala en mi cabeza al escuchar la voz de Susana. Se intenta acercar, pero tomo toda la distancia posible. Observo a la otra persona que contiene su misma expresión de pánico en una esquina de la habitación.
Niego con la cabeza.
—Yo... No entiendo.
IG:c_valdes15
Twitter:cafecito_1503
¿What? Espera ¿Qué? ¿Y aquí que pasó?
Hagamos el bailecito de la victoria por el besito de Maia y Ash jajajajaj llegamos al besito justo en las 3k!!! Estoy feliz!!!!
Bueno el final está un poco confuso¿Quien será la otra persona en la habitación y por qué Maia se puso tan alterada? Bueno, en fin, intentaré traer el próximo capítulo antes del próximo Martes <3
¿Que les pareció el capítulo?
¡Besos para esa mejillas!
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