𝕻𝖗𝖊𝖋𝖆𝖈𝖎𝖔
Las sirenas de policía resuenan con fuerza por toda la calle acordonada. No sé cuánto tiempo llevo aquí, pero supongo que es mucho porque el aturdidor sonido ya no me molesta en lo absoluto. Las patrullas, distribuidas a lo largo del perímetro, están estacionadas en círculo, esperando con ansias llevar a algún culpable a las frías celdas de la comisaría.
Lo que ellos no saben es que en realidad no lo hay. Al menos no uno lo suficientemente creíble, según la lógica humana.
Sé que este momento tan terrible amerita más llanto, pero ya no puedo, es como si mis ojos se hubieran secado después de haber derramado tantas lágrimas. Mis piernas tiemblan al vaivén del frío viento nocturno y mis manos yacen inmóviles a mis costados, completamente rígidas. No sé si realmente hace frío o solo es mi propio cuerpo expulsando calor, deseando matarme de una hipotermia.
—Señorita, ¿puede acompañarnos a identificar el cadáver?
Cadáver. Me cuesta creer que en serio haya uno.
—Sí —digo, acompañando al oficial. No esperaba que mis piernas respondieran, pero lo hacen, de un momento a otro me encuentro siguiendo al oficial a la patrulla más cercana.
—Por favor, suba.
Me meto en el auto y el policía me hace el favor de cerrar la puerta por mí. Una vez acomodada en el asiento puedo observarlo mejor: es alto, delgado, de cabello azabache y unos ojos tan grises como los de ella.
Sonrío de tan solo recordarla.
El oficial se adentra en el coche también y es entonces que emprendemos la marcha. A medida que avanzamos y dejamos atrás aquella desgastante escena, me siento más perdida y sola que nunca. Mejor que nadie sé que ellos vendrán por mí tarde o temprano; que no se rendirán hasta encontrarme, capturarme e infringirme la mayor cantidad de dolor posible.
Lo que ellos no saben es que asesinar a mi madre fue el mayor sufrimiento que pudieron causarme. Hipnotizarla y hacer que se tirara del quinto piso de nuestro edificio, justo cuando yo llegaba de clases, además de ser un cruel y elaborado plan por parte de ellos, fue lo más devastador que pude presenciar alguna vez.
Ella cayó al oscuro e insaciable abismo de la muerte, llevándose consigo todo rastro de esperanza que alguna vez existió en mí.
*・゜゚・*.。.*・
Revisé una vieja memoria USB que tenía y, leyendo tooodos los archivos, me encontré con este borrador.
Leerlo fue como leer a una Nactaly completamente diferente. Porque la Nactaly del 2017 que escribió esta historia no es ni un poco de lo que es la Nactaly de hoy. Mi edad cambió, mis pensamientos cambiaron también... y ver el potencial que tiene esta historia me hizo querer reescribirla para publicarla, y eso fue justo lo que hice: que Crash viera la luz otra vez.
Quienes leyeron esta historia en aquel entonces, les aviso que habrá varios cambios; no descomunales, no se preocupen jajajaja. Y para quienes son nuevos por acá, ¡bienvenidos sean! Estoy muy feliz de tenerlos aquí <3
Con amor, besos perrunos y saludos angelicales,
Nactaly.
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