Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝐈: 𝕻𝖗𝖊𝖘𝖆

La luz blanquecina de la luna se cuela en mi habitación como un delgado y tenue rayo. Mi piel, bajo su resplandor, luce pálida y demacrada, haciendo un contraste extraño con la espesa oscuridad que abraza las paredes.

De pronto, aquel recuerdo tormentoso viene a mí y azota mi mente con implacable brusquedad, haciéndome sentir ansiosa e insegura en el confín de mi propia casa. Con mis manos temblorosas tomo el cuchillo que yo misma había depositado en el buró empolvado de mi habitación como forma de protección, para después hacer una ligera incisión en mi muñeca. El líquido carmesí se asoma por la herida en cuanto el filo corta la primera capa de piel, pero antes de que logre siquiera derramarse esta comienza a cerrarse.

¿Cómo es que mi cuerpo tiene la misma capacidad de cicatrización que ellos?

Lágrimas traicioneras se agolpan en mis ojos y una sensación asfixiante de soledad me invade las venas. Estoy justo como ellos me quieren: vulnerable, triste. A su merced. No soy una oponente digna, ni alguien que intentará salvarse porque sé que ni empeñándome en ello lo conseguiré.

Ellos también lo saben. Y saberlo los regocija. Mi miedo será su platillo fuerte y mi cuerpo sin vida solo un simple postre.

—Arielle... —escucho mi nombre y, por mero instinto, agarro el cuchillo y empuño el filo en dirección a la puerta.

Sacudo la cabeza y trato de concentrarme en la voz. Es igual a la de mi tía Gretchen. Suave, dulce...

—¿Pasa algo? —Mi voz sale quebrada y frágil, casi inaudible.

El parecido es tanto que podría jurar que es ella, pero ¿y si no?

Mi visión empieza a tornarse borrosa y llevo una mano hacia mis mejillas; ambas están húmedas, empapadas de lo que supongo es llanto.

La pregunta aquí es: ¿en qué momento comencé a llorar de nuevo?

—Pensé que querrías compañía —musita, tímida.

Me incorporo y me obligo a mí misma a dejar el cuchillo en su lugar. Mi mano retembla ante la posibilidad de dejarme desprotegida; y mi mente, tanto aterrada como desconfiada, me sugiere no abrir la puerta. Hay miles de dudas, y aunque yo trato de disiparlas, estas permanecen allí, pululándome en la cabeza con cada segundo que pasa.

Los caídos tienen la habilidad de manipular a las personas, de poseerlas o incluso imitarlas, así que en cualquiera de los tres casos estoy perdida.

Me armo de valor y aferro mi dedos al cuchillo, escondiéndolo tras mi espalda. Una parte de mi desea que sea ella; solo ella, tratando de reconfortarme y animarme, pero ¿y si es un vil truco? No puedo fiarme, tengo que esta lista.

Le debo a mi madre el estarlo. Su muerte no fue en vano.

De inmediato puedo sentir como la culpa empieza a apoderarse de mi sistema, pero aún así no flaqueo.

Lentamente me acerco a la puerta y la abro. Apoyo mi cara en el umbral de madera, alternando la vista en ambos lados del pasillo, buscándola. Nada: ni un alma se asoma por aquel solitario y oscuro corredor. Antes de poder abrirle paso a una sensación confortante de alivio cada músculo de mi cuerpo se tensa, aporreándose en el proceso. Siento un potente mareo y antes de que pueda anticiparlo me encuentro adolorida y desorientada. El dolor que martillea mi cabeza es tan intenso que, sin lograr controlarlo, empieza a expandirse por todos lados, devorando cuanta parte sana ve.

Me desplomo en el suelo y suelto un quejido de dolor. Siento como si mil agujas afiladas estuvieran penetrando mi piel.

Exhalo a profundidad, tratando de calmar mi respiración que en algún momento que desconozco se volvió más estrepitosa. Con el última fuerza que me queda levanto el rostro y alcanzo a ver como una densa nube de vaho asciende por el aire.

La nube termina de rodearme y es entonces que comprendo lo que sucede. Hay algo entre las sombras, asechándome como un gato asecha a...

—Cuánto tiempo, pequeña ratoncita —exclama una voz demasiado reconocida. Saberlo cerca me hiela cada gota de sangre y eriza cada filamento de mi piel.

Es él. Es el maldito que cada noche se hace presente en todas y cada una de mis pesadillas.

«Ratoncita».

Suelto un bufido al escuchar cómo me ha llamado y él me intensifica aún más el dolor para castigarme. ¿Qué quiere? ¿Humillarme? ¿Lastimarme más de lo que ya lo ha hecho?

Otro quejido emerge de mi garganta y entonces él se detiene. Para lo que sea que está provocándome estos espantosos dolores de cabeza.

—Ethaneel —digo, sin dejar pasar la oportunidad de que ya me permite hablar. Devuelvo el nudo que se asentó en mi garganta a su lugar e intento ponerme de pie como sea.

No sé como es que logré pronunciar su nombre, pero lo cierto es que haberlo hecho hace que me sienta asqueada de mi propia lengua.

—No preguntaré qué haces aquí porque es muy obvio, ¿no? —inquiero, tajante.

Trato de parecer firme y segura, aún cuando dentro de mí ocurre todo lo contrario.

—Eres más lista de lo que pensé que serías, ratoncita. Estoy muy orgulloso de ese cambio tuyo.

Siento como mi estómago se retuerce en su sitio. ¿Qué pretende?

—¿Por qué no me dejan en paz tú y los tuyos? —le cuestiono, ignorando lo que me dijo hace apenas unos segundos.

—Ay, ratoncita... quisiera, pero simplemente no se nos da la gana —replica, enseñándome una sonrisa socarrona que, deduzco, solo sirve para burlarse de mí.

—Imbécil —digo, más para mis adentros que para él.

Ese pequeño acto "de valentía" pudo costarme la vida. No sé si soy muy valiente o muy tonta.

—Cierra la boca —ordena, volviendo su semblante serio y molesto. Miro de reojo y veo a sus manos cerrarse en puño. Mi actitud altanera desaparece tan rápido como vino y se convierte en una de miedo puro—. No te conviene portarte así conmigo, ratoncita. Sabes muy bien que tengo a tu tía en mi poder.

Observo como su sonrisa se ensancha nuevamente y aquella aura de fastidio se transforma en mera satisfacción.

Un nudo sube nuevamente a mi garganta, haciendo que me atragante con mi propia saliva. Aun cuando en el fondo sabía que algo así había sucedido, no puedo evitar sorprenderme. El shock es más apabullante de lo que pensé. ¿Es posible que este hombre tenga cautiva a la única persona que me queda en el mundo?

—Estás mintiendo —aseguro, incrédula.

—¿Por qué lo haría? ¿Para hacerte pasar un mal momento y disfrutar tu sufrimiento? Por supuesto, pero ese no es el caso de hoy. No te estoy mintiendo, ratoncita, al menos no hoy.

Pasan los segundos y luego de palabras vagas e inútiles que sólo consiguen ponerme más nerviosa reconozco mi error, sintiéndome una estúpida por haber caído en la trampa que el caído frente a mí consiguió imponerme; al abrir la puerta dejé entrar a su esencia corrompida.

Ellos no entran a ningún sitio a menos que, directa o indirectamente, se los permitas. Por eso se valen de imitar voces y poseer personas; para manipular tu percepción de la realidad y que, pensando que es alguien conocido, los dejes entrar en donde estés.

—Aun así no te creo.

—Pues si no me crees te invito a comprobarlo. De todos modos a eso venía: a llevarte a donde está recluida tu tía.

Una alerta dentro de mí mente se enciende y me quito justo para evitar que me atrape con los brazos. Corro detrás de mi escritorio y burlo a Ethaneel lo suficiente como para portar en dirección precisa el cuchillo y planear mi estocada; apuñalarlo no lo matará pero logrará neutralizarlo lo necesario para darme tiempo de escapar.

Él me atrapa y me toma por el cuello, sacándome de mi escondite.

—¿En verdad pensaste que podrías evitar lo inevitable?

—No lo sé —farfullo, sintiendo como su enorme mano poco a poco va cerrándome el paso de aire fresco—. Pero lo averiguaré.

Entierro el cuchillo en su pecho y entonces me suelta. Ethaneel cae al piso y yo caigo junto con él; coloco mi cabeza entre mis rodillas para recuperar el aire faltante más rápido y él se arranca el cuchillo del pecho.

El filo se mantiene seco y reluciente, probando una vez más que criaturas como él no sangran. Jamás sangran. Se da la vuelta y, por la palidez de su rostro, confirmo que ataques como ese le retiran gran parte de su energía. Está a punto de desmayarse y yo aprovecharé su inconciencia para huir.

Antes de que cierre los ojos me acuclillo a su lado y aprovecho para hacer la pregunta que muero por hacerle desde que supe de la existencia de los caídos:

—¿Qué tengo? —lo interrogo, girándole el rostro para que me mire a los ojos—. ¿Qué es lo que tiene alguien como yo para que seres como tú me busquen hasta por debajo de las piedras?

—Tienes un futuro, Arielle —asevera, con un tono de voz débil y susurrante que nunca había tenido «el placer» de oír en él—. Y en ese futuro, está una persona que nosotros necesitamos capturar.



*・゜゚・*.。.*・

¡Qué onda! ¿Cómo andan? Con esta historia me iré mucho más lento de lo habitual porque hay muuuchas cosas que debo componer. Arreglar las inconsistencias no me será fácil así que me tomaré mi tiempo.

Igual les doy las gracias por estar aquí y leerme :,)) Nos vemos en el siguiente cap que, espero, no me tome un siglo corregir. Los qm.

Con amor, besos perrunos y saludos angelicales,

Nactaly.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro