Seducción: Blanca x Eiji
La campana del ascensor tintineó su armonía en la recepción de luces cálidas. El piso reluciente y el escritorio tallado del fino roble exhibía la opulencia del hotel. Por medio del rabillo del ojo ubicó algunas personas de opulenta apariencia en sus distintos actividades que él se propuso ignorar.
Por sus largas piernas se creía que estaba a paso apresurado, beneficioso para su persona al llegar a la recepción con una sonrisa educada.
La recepcionista le devolvió el gesto luego tras ver en su computador.
—Buenas noches, señor Blanca — su voz suave indicaba buenas noticias para el hombre. —, su compañía le espera en la habitación habitual.
—La trescientos tres — dio una leve carcajada. —. El señorito nunca cambia...
—Le hemos ofrecido otras alternativas, creo que le ha generado estima ese cuarto en particular.
Blanca asintió, manteniendo su postura.
—No se angustie, señorita Natasha — mostró sus dientes con cierta picardía censurada. —. Yo poseo esos mismos sentimientos.
La mujer se ruborizó un poco antes de entregarle las llaves.
—Disfrute su noche, señor Blanca.
Al momento de tomarlas, le apretó suavemente la mano.
—Lo aprecio. Tenga buena noche usted también.
Nuevamente usó el elevador para ir a su destino. Pudo haber optado las escaleras, su condición física es buena y solo eran tres pisos, pero hubiera sido molesto. Ya estaba caliente en su entrepierna, solo deseaba que su amante no hubiera esperado mucho.
El pasillo estaba desolado, solo podía asegurar la presencia de personas por los gemidos amortiguados por las puertas del hotel. Fue el suficiente incentivo para Blanca en casi correr a la habitación y abrirla con un movimiento firme.
De inmediato, el olor a flores de cerezo y humedad impregnó sus sentidos. Sin embargo, no pasó por desapercibido la iluminación de las cuatro paredes con brillos tenues, una gama de condones y lubricantes sobre la pequeña mesita de noche, y algo muy característico de la habitación: la sillas ondeadas, los lazos hechos de tela fina y las cadenas martilladas sobre el cabecero de la cama.
—Te ves complacido.
Blanca observó la silueta saliendo del baño y todo su cuerpo se tensó.
—Eiji.
No era de menos la mirada hambrienta de Blanca hacia el japonés. Su amante vestía una ajustada bata coral de charmeuse satin que le llevaba hasta la mitad de los muslos, exhibiendo sus tonificadas piernas, la curvatura de sus glúteos pomposos y sus duros pezones. Se acercó a él con sus pies desnudos y, en puntillas, se puso frente a frente. Rápidamente sus ojos se conectaron y por poco sus labios también pero Eiji ladeó su rostro de forma traviesa mientras que su dedo delineaba el arco de cupido del hombre.
—Siempre listo para empezar, sin darle preámbulo a una conversación banal entre nosotros... — remarcó con un susurro tortuoso en los labios de Blanca. —. Quisiera saber sobre tu día.
Entonces, la respuesta del hercúleo hombre fue rodearlo con los brazos hasta sentir sus costillas sobre las ropas y darle un apretón a las nalgas, ganándose un suspiro junto con una mirada complaciente.
—Para eso es la charla postcoital, mi querido señorito.
En eso, Eiji se revolvió entre respingos por los gruesos y largos dedos curiosos que levantaban la única flácida tela sobre sus glúteos. Expuesto ante su merced, el chico le comenzó a quitar el traje que llevaba puesto entre besos tiernos depositados en el mentón y cuello. Fue de apoco que se maravilló al ver nuevamente ese robusto pecho, bíceps y brazos marcados.
Un beso de bienvenida le plantó en uno de sus pezones, seguido de un toque demencial en la línea del alba del hombre.
—Blanca... — era el epítome de la perfección varonil. Un adonis que aún le faltaba quitarle la carcasa de abajo para magnificar su gloria.
El hombre, hipnotizado por los dulces tratos de japonés, exhaló sobre sus cabellos hasta sentir la oleada de calor en sus adentros. Tanto era el poder que tenía el japonés sobre él, un simple pensamiento y ya su mundo se ponía a flor de piel. Por lo mismo, los ojos de ambos se abrieron de par en par, conscientes del movimiento errático de sus corazones al sentir el bulto en sus entrepiernas rozarse dentro de sus ropas.
—No digas más y déjate llevar... — Blanca, atraído por lo terso de la piel, comenzó a palpar y amasar lentamente el trasero, provocando que Eiji sobresaltara y se pegara a su torso aún más. La longitud de sus dedos era tal que podía molestar el orificio de su amante con sus yemas al empujar suavemente las paredes anales. —... por este placer...
Eiji arqueó su espalda y echó hacia atrás su cabeza, permitiéndole al hombre, que le doblaba en tamaño, besar con sus labios entreabiertos su yugular.
—Por favor... Blanca... — su quijada se tensó, nublándose su mirada en el techo. Si Blanca no lo estuviera sosteniendo, caería rendido en el suelo.
Sin esperar más, el hombre se deshizo del nudo que mantenía fija la delgada tela del cuerpo del japonés. Su silueta esbelta, tallada con unos cuantos músculos tonificados, fue revelada tras el jalón en la parte trasera de la prenda. Blanca quedó embelesado por tan estrafalaria belleza, tan delicada y perfecta en un varón.
—Oh... —puso sus ojos en blanco y gruñó. —. Como me seduces, Eiji... — con su lengua bordeó con saliva espesa y caliente la manzana de adán, sintiendo las vibraciones de los gemidos del japonés.
La deleitosa agonía en escuchar los júbilos libidinosos avivó el fuego en el interior de Blanca. Cerró aún más la distancia entre ellos con sus labios, provocando un leve quejido ronco en Eiji pero eso no lo detuvo al devorarlo con sus besos. La impetuosa lengua de Blanca tomó el control, sintiendo la adrenalina al escuchar el gemido ahogado. De la misma manera sucedió con su mano derecha al deslizarse de sus glúteos hacia el muslo interno para tocar deliberadamente los testículos del japonés. Mientras tanto, la otra mano la alzó entre los cabellos azabaches y dio un tirón suave de ellos para posicionarlo mejor a un beso más profuso.
La respiración de Eiji se tornó irregular ante el masaje desesperado de Blanca sobre su entrepierna con su enorme mano. Incluso podía sentir una sonrisa en sus labios. Lo amaba, lo deseaba, necesitaba más de él.
Eiji sabía que esto era un mero calentamiento.
—B-Blanca... —jadeó, procurando recuperar el alimento.
Ante la imagen embriagada y sensual visible en la expresión del chico, Blanca chasqueó un beso en su mejilla y lo cargó al estilo nupcial hacia la cama. Tenerlo en sus brazos lo sentía frágil, un concepto que no era concorde con su espíritu. La forma de devoción de su cuerpo, entregarse por completo a él lo conmovía. Al vivir en mundos distintos, Eiji siendo casado y padre de familia y él un afamado empresario, no podían estar juntos, solo esos momentos efímeros de amantes conservaban la pasión a flote.
—Hoy serás mi presa — comentó al sentarse en el filo de la cama, su mirada se oscureció en lujuria. —. Te drenaré hasta que te desmayes... —relamió sus labios y se inclinó en el oído, sintiendo la tensión en los músculos del japonés. —, te mantendré en mis brazos, no te soltaré hasta que recuperes el conocimiento y volveré a penetrar... — lamió el lóbulo y Eiji chilló al mismo tiempo que rodeó sus brazos en el cuello de Blanca. —. Es nuestra noche para expresar con mi cuerpo cuánto te adoro y te anhelo...
Las emociones de Eiji eran un alboroto. Era increíble como este hombre conquistaba cada fibra de su ser. Por medio de un abrazo sellando el afecto y las promesas, Blanca luego lo acomodó en la cama al sentarse en horcajadas y expandiendo su cuerpo junto con el del él sobre el colchón y se inclinó al chapar sus labios nuevamente. Tuvo cuidado en no recaer todo su peso para no asfixiarlo.
Entonces, con ese miedo latente de por medio, Blanca se incorporó un poco y continuó besando las líneas de los hombros y brazos. Eiji estaba ensimismado por la atención, su enredado cabello entre los dedos de su amante, sus ojos almendrados llenos de deseo y sus labios hinchados y separados en maravilla, sus piernas envolvieron el la cadera del hombre, haciendo un delicioso vaivén que quemaba. Era para hacerle entender que llegó la hora de quitarse el pantalón.
Al entender la intensidad, Blanca lo complació con una sonrisa. Rápidamente se desvistió en frente de su anonadada cara, exponiendo por fin su gran miembro erecto en todo su esplendor.
La emoción se esbozó en el rostro de Eiji, no podía dejar de ver ese pene latente y creciente. Justo cuando quiso tocarlo, Blanca lo sujetó de sus muñecas y se inclinó hacia la cama, siendo menos cuidadoso en recaer su peso y obligando las piernas de Eiji abrirse para que accediera el paso, esa era la idea: tenerlo quieto mientras le mordía el labio inferior, lo recorría con su lengua y después besarlo para escuchar los agudos gimoteos de su amor. El cuerpo de Eiji comenzó a contraerse al sentir la fuerza ejercida sobre sus muñecas y el ritmo pegajoso de ambos miembros viriles tocándose.
Blanca se excitó por el semblante colorado de vergüenza y fruición en Eiji, por lo que sus movimientos fueron más vehementes y los gemidos se intensificaron al romper el ósculo. El rechinido de la cama y el sudor de sus cuerpos sobre estimularon los sentidos de ambos, era tan adictivo que el presagio de un orgasmo no fue suficiente para Blanca.
Al rato, Eiji se corrió sin previo aviso, ladeando su cuello e intentaba recuperar el aliento. Sin embargo, Blanca no le daba tregua, siguió besando sus labios para que reaccionara. Al tener percibir un soso movimiento en ellos, trazó varios besos sobre la clavícula, pezones y bíceps a un tembloroso Eiji. Una de sus manos acarició su cadera para calmar un poco los sentidos del japonés. Al verlo recuperado levemente, comenzó a estimularlo nuevamente, haciendo que arqueara su espalda y jadeara estrepitosamente.
—Ah... Blanca — una intensa ola de calor cosquilleó su parte baja. —. ¡Blanca!
Eiji Okumura era su perdición.
Sin mediar palabra, colocó las muñecas del chico en las esclavas colgadas en el cabecero, las ajustó lo suficiente para que no le cortaran la circulación o quedaran flojas e interrumpieran la diversión. Después, acomodó a Eiji para que se sentara y recostó su espalda en el respaldo, viéndolo expectante.
Entonces, una vez teniendo a Eiji cómo él quería, descansó sus manos sobre las rodillas mientras daba un apacible masaje hasta llegar a sus muslos internos. El japonés exhaló y el sonido de las cadenas forjaban un ambiente sicalíptico.
La respiración de Blanca se sentía candente y el sudor comenzó a deslizarse sobre sus macizos abdominales. En su pene aún conservaba la amalgama de líquido seminal de ambos que, paulatinamente, creció más y más hasta gotear en las sedosas sábanas.
Fue en ese momento que Blanca se arrodilló, apartando las piernas de Eiji para tener el camino libre y posicionar su miembro en el rostro del japonés.
—Parte tus labios — su voz ronca y entrecortada delataba su falta de paciencia ante el placer. —. Déjame pasar...
Solo el hecho de pensar ese grueso pene en su boca, Eiji sintió escalofríos placenteros.
—Bienvenido a casa... — con una sonrisa lamió en todo el largo. Ahora los papeles se invirtieron en ver quien se deshacía en deleite.
De una lenta estocada le introdujo la mitad de su pene, saboreando sus jugos que comenzaron a escurrir en la comisura de sus labios. La lengua de Eiji lo envolvía como podía y su voz rajada transmitía alborozo. Era tan grande que Blanca se preguntó a sí mismo si podía tocar la úvula con su punta.
—Eres hermoso... Eiji, amor...
Continuó con los pequeños empujones y los gemidos se intensificaron. Aún así, Blanca estaba codicioso en tomar cada aspecto de la vulnerable lascivia del japonés, quería arrancarle suspiros y quemarlo en placer y no es suficiente lamerle la polla.
Con uno de sus largos brazos tomó de la mesita el lubricante y vertió lo suficiente para que sus dedos escurrieran desde su antebrazo hasta la cama. Con precisión, Blanca echó lubricante en sus yemas y observó el orificio de su amante. Estaba palpitante, listo para su entrada triunfal.
Por lo mismo, cesó las estocadas en su cavidad, provocando que Eiji lo observará curioso cuando lo sacó. A través de una sonrisa dulce, Blanca palpó la cálida mejilla con su mano limpia, luego guio a flexionar sus piernas y elevar su cadera para que su espalda estuviera acostada. Aprovechó al tenerlo inmóvil de sus brazos, contorneó y repasó con la yema de sus dedos la suavidad de la piel del bícep femoral de una pierna, tibial y el tobillo. Lo alzó aún más para acariciar con sus labios la planta e inspiró el agradable aroma que desprendía.
—Ah... — Eiji se desparramó más sobre el colchón ante el cosquilleo.
De inmediato comenzó a dilatarlo por medio de movimientos circulares y profundos de sus dedos. No fue paciente en turnarlos sino meter dos al mismo tiempo. El lubricante se pegaba perfectamente en las paredes anales y Eiji se tensó en su quijada al gemir. Por la flexibilidad de sus extremidades no sintió dolor al permanecer su pierna alzada prolongadamente, es más, al estar vulnerable por la marcha de besos que Blanca protagonizó le hizo jadear sorpresivo y se intensificaron por el paso de la lengua entre sus dedos, su empeine y la curvatura de su pie.
Eran mil y un sensaciones abrumadoras que Eiji disfrutaba de tales mimos. Su cuerpo entero se sacudió y cerró fuertemente sus ojos porque Blanca intensificó en sus empujones y en chuparle parte de su pie en su boca. Las cadenas chocaban entre sí y sus manos las sostenían si su vida dependiera de ello.
Permitió inundarse en el abismo que Blanca le estaba arrastrando. Su mente se tornó en blanco al sentir que se había mojado nuevamente con su líquido caliente en su entrepierna. Apenas estaba saliendo del trance cuando su amante le elevó ambas piernas, las colocó y las separó lentamente sobre los hombros, dejando expuesto su orificio. Le acarició los muslos para sentir el deseo vehemente en cada fibra de los músculos palpitantes de su pareja al verse reflejado en la mirada fogosa.
—Voy a entrar. — deslizó el condón en su pene y rozó los testículos de Eiji.
El japonés sintió escalofríos en su espalda y cerró sus ojos ante la presión del glande de su amante penetrarlo suavemente para que se acostumbre al ritmo y no dañarlo. Las paredes anales de Eiji se expandieron por las crecientes y paulatinas embestidas. Finalmente perdió los estribos por el nuevo vaivén desesperado en llegar más a fondo. Ante la intensidad gruñó por cada estocada marcada, arqueó su espalda y sus labios temblaron al ser sostenido por la cintura.
El sonido de sus cuerpos frotar lo estaba volviendo loco.
—Blanca... Oh, Blanca... — pronunció Eiji tras abrir sus ojos y apreciar nuevamente el sensual semblante del corpulento hombre. —. ¡AH! — gimió por pura reacción al sentir la húmeda lengua en pantorrilla trazar un camino de saliva hacia su talón.
Esto alentó al aludido en agarrar aviada y penetrarlo más profundo.
El cuerpo entero de Eiji se tensó por un invasor respingo, lleno de delirio al ser presionado en su próstata, su punto más sensible. Jadearon por el simple hecho de estar perdidos en su propio placer, aún más cuando Blanca lo comenzó a estimular su duro pene con su encubridora y cálida mano.
—E-Eiji... — ayudó al japonés a balancearse arriba y a abajo, hasta percatarse que su propio pene desapareció en sus adentros.
Entre alaridos, el chico eyaculó primero, mojando la mano de su amante. Blanca lo hizo dentro del condón en las últimas embestidas. Eiji inmediatamente pudo sentir el tibio líquido guardado dentro del látex.
Hubo una orquesta de sus respiraciones laboriosas en la habitación y descansaron estando inertes en la misma posición. Fue hasta en ese efímero reposo que Eiji resintió sus piernas colgadas en los hombros de Blanca y se durmieron sutilmente. El hombre no era ajeno a ese dolor, por lo que suspiró complacido, dejando con cuidado las extremidades en el colchón y con sus largos brazos liberó las muñecas de las cadenas.
—Blanca... —Eiji retorció su espalda y encogió sus brazos. —. Sigues dentro de mí...
La expresión del susodicho era hilarante. Parecía que lo hacía con esa intensión.
—Perfecto.
Con un poco de ayuda, Eiji se sentó en el regazo de Blanca y le indicó que lo rodeara por su cuello. El chico, complaciente, se acomodó entre los fornidos brazos de su amante y conectaron sus labios mientras que pene de Blanca hacía de las suyas y comenzaba a moverse nuevamente.
N/A: Yo no tenía planeado sacar esta pequeña antología. Sin embargo, vi la convocatoria de MontinFanficker y me animé en hacerlo xD ¿Qué les puedo decir? Necesitaba escribir algo candente ignorando el drama de Confía, ama y crece y las escenas soft de Brotherhood.
Además, hace mucho que no doy amor a un Blanca x Eiji akakaka. Aproveché en sacar otras parejas cracks porque no tienen la atención que merecen y les veo el potencial.
Si todo sale bien, la próxima semana subiré el siguiente capítulo. Si te has leído la sinopsis, sabrás de ship me estoy refiriendo ♥ 🔥🔥La idea es tener terminado los otros restantes durante abril.
Esto no afectará la actualización de mis otras historias, así que no se preocupen ♥ :D Cuídense mucho y gracias por leer ♥ ♥ ♥ ♥
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