Flechazo: Sing x Eiji
El corazón de Sing bailó al ubicar a Eiji en la esquina del primer pasillo de la Facultad de Artes.
Aprovechó el momento en aproximarse a paso rápido pero sin llegar a correr puesto que no quería asustarlo. Y es que le ha pasado con personas asustadizas cuando lo ven acercarse y gritan involuntariamente. En parte no las culpaba, debía ser una historia sacada de las pesadillas al ver a un hombre macizo de un metro con noventa andar como si fuese un titán.
Lo que menos quería era que Eiji le tuviera miedo, eso sería el fin para el pobre Sing.
Desde que vio a Eiji en una fiesta de la Facultad de Economía, la cual él cursaba, se enamoró de un flechazo. Charlaron, tomaron unas copas y bailaron toda la velada. Lo mejor que le ha pasado en su vida. Incluso, para mandar sus ilusiones hasta las nubes, una fuente confiable (un pajarito de mohawk morado) le confirmó que era gay.
¡Qué tan perfecto puede ser este destino! ¡Nada podría arruinar su amor a primera vista! Salvo... una persona.
Los ojos almendrados de Sing se oscurecieron al percatarse de una figura sigilosamente pasar por detrás de su crush.
—¡Eiji! — rodeó los hombros con su brazo. —. ¿Estás listo?
—¡Ah! — el rostro se le iluminó. —. ¡Ash! Pensé que tenías clases...
—Aún sin estudiar pasaré el curso. — sonrió ampliamente y arqueó su espalda.
—Eres un creído. — hizo un mohín pero luego se unió a las risas con el rubio.
Sí, su némesis en el amor... la sucia rata de Ash Lynx complicaba más su cortejo con el precioso de Eiji Okumura. Lo peor es que el japones siempre pone esa carita embelesada cada vez que ese estúpido aparecía.
¿Acaso Sing era el personaje desechable? Ese en las historias de romance que se enamora del protagonista y se sabe que es la segunda opción?
En un giró inesperado de eventos, Eiji lo vio por medio del rabillo del ojo, luego confirmó su presencia al girar su rostro y un espléndido rubor maquilló sus mejillas.
—¡Sing! — un ademán llamó más la atención de las personas. —. ¡Hola! ¡Aquí!
El aludido se maldijo así mismo. Fue descuidado y ahora tenía que ir y soportar esa mirada calculadora de Ash. Era sumamente molesto y pavoroso al mismo tiempo, pareciera que lo quería asesinar.
Sin embargo, no debía de acobardarse enfrente de su ser amado.
Por lo mismo, se aproximó tenso hacia ellos, forzando una sonrisa.
—¡Hey, muchachos! — una gotita de sudor se deslizó por su sien. —. ¿Qué les trae por aquí?
¡Argh, nuevamente esa fulminante mirada de lince de aquellos ojos verdes lo penetraban hasta la médula! Ese Ash Lynx no sabía como disimular.
—Pensaba ir al cine ahora — sonrió débilmente. —. Quise escribirte para saber si estás disponible hoy y fuéramos pero te vi pasando — parpadeó, reflejando un hermoso fulgor en sus ojos. —. ¿Puedes? Incluso... si estás ocupado... podemos ir otro día, ¿qué dices?
—Sí, Sing... Eiji ha querido ver esa nueva película de Batman contigo.
Sing hubiera aceptado sin tapujos a no ser que ese petulante y prospecto de novio de Ash no lo tuviera enganchado de su cuello. Además, esos ojos verdes esmeralda lo hacen estremecer y no podía concentrarse en la conversación; lo veía expectante y un poco ansioso.
Lastimosamente, Eiji ya estaba tomado para ese día. Perdió una batalla hoy, mas no la guerra.
—Lo siento, no podré...
Ambos chicos se mostraron sorprendidos.
—Oh, comprendo... entonces, ¿el viernes?
Si esto iba a ser una cita, Ash Lynx no debía de escuchar sus planes.
—Te llamaré cuando pueda... quisiera descansar un poco estos días —los señaló. —. Pueden ir ustedes, se van a divertir.
Eiji bajó la mirada e intentó sonreír a duras penas.
—C-Claro...
Así, Sing se alejó rápidamente de ahí. No quiso lidiar con esa posición tan incómoda. Se sentía un poco aturdido y ¿decepcionado? Era como si Eiji borrara todos los momentos épicos y confortables con él al estar cerca de Ash Lynx, no podía explicarlo bien, pero ellos se conectan con una mirada especial, casi hipnotizante. Dicha confusión no quería que fuera una vulnerabilidad, una ventaja para el rubio.
Al estar fuera de vista de los chicos, Eiji suspiró profundamente, sacando su malestar al aire.
—No te pongas triste, Onni-chan — palpó su espalda con estima. —. Ven, te invito a un bobba tea...
El japonés asintió.
—Es un poco frustrante...
—Sing es una cabeza dura — dulcificó su expresión. —. Ya verás que se percatará de tus sentimientos.
—Espero...
Para animarlo mejor, Ash comenzó a hacerle cosquillas cerca de sus costillas, el área más sensible de Eiji. En un santiamén, estallaron las risas y el resto del mundo desapareció entre ellos.
—Ah, así es el Eiji que conozco... — su mirada se suavizó.
—¡Ash! — sujetó rápidamente sus manos y les dio un apretón. Su expresión mansa iluminó el panorama. —. Gracias...
El aludido se sintió reconfortado. Al ver a Eiji feliz, él también se contagia con la emoción.
*
Ha pasado una semana desde ese último encuentro con ese par y Sing ha intentado evitar a Eiji por completo.
Cada vez que le mandaba un mensaje, respondía cortante o una llamada que recibía, la contestaba pero le costaba un poco en continuar con la conversación.
Eiji era un buen chico, pero su corazón le pertenecía a Ash, incluso la idea de que fueran solo amigos le carcomía el alma. Aunque doliera, tenía que aceptar el hecho que nunca será de él, el japonés jamás le regalará esa mirada tierna que le entrega a Ash.
Aún estaba en fase de negación, era tan complicado sacarse de la mente esa risueña sonrisa y esos ojos brillantes como una lluvia de estrellas.
Una noche, tuvo que quedarse a clases hasta las nueve. La iluminación del campus y la poca afluencia de personas emanaba un ambiente ligeramente nostálgico porque la mayoría eran parejas divirtiéndose o pasando el rato entre ósculos románticos bajo la luz de la luna.
La vida misma debe odiarlo en demencia, esa es la conclusión que ha llegado por estar pasando por el desamor de esa manera, no ser correspondido y ver como se lo quitan un don nadie con carita bonita.
Sin embargo, al caminar por la Facultad de Ciencia para ir a la parada de autobús, pudo vislumbrar que también las clases habían acabado en ese edificio. Para su mayor desgracia, ahí estaba el síndrome de sus amarguras, el rubio que vilmente se ha posicionado como número uno en el corazón de Eiji: Ash Bastardo Lynx.
Quiso dar la vuelta para no encontrarse con él. Ya su humor se fue por los suelos al verlo desde lejos.
—¡Hey, tú! — una voz ronca se emitió con mucho volumen. —. ¡Sing!
En ese momento, el chico deseó ser aquel enano que era en la adolescencia. Se hubiera podido esconder entre la muchedumbre sin ser tan vistoso.
—¿Qué? — el desgano se hizo presente en su contestación y su expresión.
El implacable porte físico de Ash le dio un poco de escalofríos. Pareciera que quería golpearlo. ¿Por qué? Les dejó espacio para que Eiji y él no tuvieran problemas en su relación.
—Quiero hablar contigo. —no le preguntaba, era una orden que Sing no iba a conceder.
—Otro día será — retornó su camino y le dio la espalda. —. Estoy ocupado.
De repente, un dolor punzante se activó en su hombro en virtud del agarre desmedido de Ash.
—No mientas — su ceño fruncido y su rostro llenó de ira conmocionaron a más de un transeúnte. —. Eres solo un cretino que juega con el corazón de Eiji — rechinó sus dientes al soltarlo y lanzarle una mirada furiosa. —. Así que aléjate de él, no necesita una escoria como tú.
Le fue difícil para Sing captar las palabras de Ash; un dédalo de incomprensiones se armó en su mente.
—¿Uh? —boquiabierto y con rostro ligeramente cómico pudo elaborar algo audible. —. ¿Me hablas a mí?
—¡¿Y con quién más, estúpido! — se molestó todavía más.—. ¡Eres quien estaba coqueteando con Eiji!
Si antes estaba en la Luna, ahora se halla en Plutón.
—Pero... — encogió sus hombros. —. ¿Ustedes no son pareja...?
Ahora el anonadado era Ash.
—¡¿Qué?! — exhaló, ofendido. —. ¡No!
—Aún así... lo estás cortejando. — Sing no sabía si ambos estaban en la misma sintonía.
¡¿Qué carajos pasaba?!
Ash quedó mudo, observando a Sing desorientado.
—Para nada... — musitó, estando más tranquilo. —. Creo que esto es una confusión por parte tuya...
Sing se quería arrancar el cabello y quedarse pelón como Shorter. Se negaba a creer que esos dos no eran nada. ¡Nadie es así de empalagoso si no es con un novio o una novia!
—¡Ustedes dan mensajes confusos! — dio una carcajada locuaz. Sentía que su mente explotaría. —. ¡En especial tú, Lince!
—¿Ah...? — levantó una ceja.
—¡Sí, son tan cercanos que da miedo! Pregúntale a alguien más y les dirán que ustedes son novios gay viviendo la vida a color de rosas.
Esto era el colmo. Incluso Ash estaba reflexionando la situación en silencio, llevándose una mano en su mentón.
—Somos mejores amigos, nada más. — explicó con naturalidad.
Pero nada era normal en ellos. Sing se estaba hartando.
—¡No mientas, tonto! — se acercó a Ash para analizar alguna brizna de engaño. Se enojó más al no hallar ninguna. ¡Rayos, este tipejo es un gran actor! —. ¡Te gusta Eiji y él a ti! ¡Es tan obvio!
Ash reflexionó sobre aquello. Nunca se cuestionó lo que tenía con Eiji porque esa mutua afinidad profunda entre ellos era genuina. Era la persona que podía derramar sus lágrimas, quién ha derretido esas capas de hielo en su ser y dejar libre sus secretos y sentimientos reprimidos que lo ahogaban. Asimismo, él era quien aplacaba el dolor en Eiji. El hecho era simple: se aman por lo que son por dentro.
—Eiji es mi alma gemela... —confesó una sonrisa delicada. El ambiente se pacificó de repente. —, pero no significa que lo vea como el amor de mi vida...
Sing le tomó unos segundos en reaccionar. No estaba seguro si eso tenía sentido.
Aún así, lo dejó pasar por la próxima migraña que sentía.
—¡¿Entonces por qué esas miradas raras cada vez que me ves?! — posiblemente el rubio le estaría mintiendo para humillarlo.
En eso, Ash cruzó sus brazos y su temple se endureció.
—Me quería asegurar que tus intenciones fueran sinceras...
El chino se dio un manotazo en su frente. Mientras más hablaba con Ash, la charla se ponía peor.
—¡¿Qué?! ¡Eras un chaperón o qué?! — su rostro se tornó colorado. ¿Qué era Ash realmente de Eiji? ¿Un buen amigo, un gay sin salir del closet, una mamá o un ángel guardián?
—Efectivamente. —asintió, orgulloso.
Esa belleza despampanante de Ash se deformaba por su modo muy raro de pensar.
—No puedo creerlo. —refunfuñó. Todos esos celos por nada. —. ¡Por tu culpa me hiciste retroceder con mi relación con Eiji!
La vergüenza de Ash reflejada por los ligeros meneos de su propio cuerpo solo significaban algo: culpa.
—Todavía no es muy tarde —quiso calmar los nervios al chino con un rayito de esperanza. —, Eiji te sigue queriendo, no ha dejado de pensar en ti.
El rostro de Sing se retorció, embobado.
—¿Ah...? — un intenso sonrojo invadió desde la coronilla hasta el cuello. —. ¿En serio? — todavía preguntó incrédulo.
Ash negó con la cabeza. Aún no hallaba ese encanto que Eiji balbuceó desde que lo conoció, era como si lo hubiera hechizado.
—¡Ve por él, lelo! — agitó su mano desdeñosamente. —. A Eiji le gustas.
En esta ocasión, las órdenes fueron realizadas rápidamente, sin dubitar.
—¡Sí! ¡¡Ya voy!! — conocía donde vivía. Cuando Eiji se emborrachó, lo acompañó hasta su lugar hasta que durmiera a salvo. Desde entonces, por respeto a su persona, no lo ha visitado sin alguna invitación. Pero por hoy será una intromisión necesaria, su impaciencia en dejar las cosas en claro no podía esperar.
En un parpadeó, Sing se marchó corriendo, olvidando por completo que podía asustar a varias personas en su camino.
Ash parpadeó, estupefacto.
—No lo decía en sentido literal... pudo haber esperado hasta mañana —bufó con una sonrisa burlesca. —. Menudo idiota.
Ojalá que Eiji no estuviera dormido, y si lo estaba era seguro que le daría insomnio a lo que pueda ocurrir en ese apartamento.
Por lo mismo, Ash le mandó un mensaje, sin esperar una respuesta apagó su celular y se dispuso a irse.
"Eiji, te enviaré un regalo afuera de tu apartamento. Por favor abre cuando el timbre suene."
*
El japonés levantó una ceja al leer las palabras de Ash. Supuestamente esa noche se la pasaba editando fotografías de su proyecto final de curso y no le gustaba mucho que fuese interrumpido.
—Ash de mierda... — masculló al momento de dejarse caer en su cama. —. ¿Qué querrá ahora?
Tuvo que cortar sus brotes de inspiración y esperar sea lo que esté planeando su amigo. En su mente se imaginó alguna pizza, unos refrescos o algún libro que compró para que él lo leyera. Generalmente eso le manda Ash a su apartamento: llenar su panza hambrienta o su cerebro con conocimiento.
Entonces, Eiji esperó mientras veía videos aleatorios de tik tok para matar el tiempo preciado que estaba desperdiciando cruelmente.
Sin embargo, su espera no duró tanto como él creyó. El timbre retumbó en sus oídos y suspiró para disipar su molestia. No iba a descargar sus malas vibras con el repartidor pero lo consideraría si era Ash detrás de la puerta.
Lo que no se imaginó era tener en todo su esplendor a Sing Soo Ling frente a su morada, su mojada camisa pegada a su sudoroso cuerpo, respiración jadeante y expresión ansiosa no contrarrestaron su adonis figura.
—¡Eiji! — su sonrisa iluminó el pasillo pero alteró el rostro del aludido.
—¡¿S-Sing...?! — juntó ambos brazos, petrificado. —. ¡¿Qué haces aquí?!
De repente, la determinación se dibujó en Sing.
—Necesito hablar contigo —frunció su ceño, pensante. —. ¿Es un buen momento?
—¡Sí! —alzó la voz, emocionado. —. No estaba haciendo nada importante — su sonrisa se aguadó de nervios. —. P-Pasa adelante, por favor...
Un involuntario tic en su ojo sacudió los sentidos de Eiji. Maldijo a Ash por no decirle con anticipación, le hubiera dado tiempo para arreglarse.
Cuando se hallaron solos en el pequeño apartamento, el silencio fue lo que pasó entre ellos. El pobre japonés estaba tan aturdido que ni siquiera fue cortés en invitarlo a tomar asiento. Ambos, estando de pie, observaban a todos lados a excepción de sus rostros.
El ambiente era ambivalente, las emociones estaban a flor de piel y la incomodidad de estar cerca del uno al otro pesaba en sus acciones.
No obstante, Sing quiso romper esa barrera invisible que edificaron con sus propias inseguridades.
—Eiji, ¿cómo estás? Hace mucho...que no hablamos.
El chico se tensó y se preguntó, sarcásticamente, de quien fue la culpa de alejarse sin explicación. Entonces, negó con la cabeza, no era el momento de juzgar... no deseaba empeorar las cosas.
—Ya sabes... ocupado — lo observó con ojos curiosos. —, igual que tú.
—Eh, sí... — se rascó la nuca.
—Pero ya no lo estoy tanto... — arqueó su espalda y se acercó a él, inconscientemente de puntillas. —. ¿Qué hay de ti?
—La verdad, de eso quise hablar.
—¡Ah! Eso quiere decir que ya podremos salir juntos.
La actitud atrevida de Eiji conmocionó a Sing. Aparentemente no se encontraba decepcionado por ese lapsus en su "amistad".
—¿Quieres... tener una cita? — él también lanzó todo por la borda, el japonés le inspiró a ser lo mismo.
A pesar de que Eiji intentaba jugar con la situación, un escalofríos recorrió por su espina dorsal.
—¿Una cita...? — tragó saliva. —. ¿Y por qué...?
La pregunta era estúpida pero quería escucharlo salir por los propios labios de Sing.
—¿Por qué? ¿Me preguntas por qué? — si Ash estuviera presente, lo abuchearía. —. Porque yo... he sido un imbécil... y quisiera compensarte por haber sacado conclusiones antes de tiempo.
—¿Sing? — Eiji no comprendió nada a donde quería llegar.
Entre tanto mezcolanza de emociones, Sing pudo canalizar mejor que su amor se conectara con sus palabras.
—Porque me gustas, Eiji — una oleada de calor se impregnó en su rostro. —. Por favor, sal conmigo... — exhaló sin aliento. —. Seamos pareja.
Los oídos de Eiji comenzaron a zumbar, solo con la primera oración ya había caído rendido a los pies de Sing. Su cabeza le dio vueltas y el rubor intenso le nubló la vista.
Era demasiado bueno como para ser verdad.
—Sí — susurró vacilante. —. ¿Esto es real...?
Sing parpadeó perplejo, la expresión atontada de Eiji era una lindura.
Batiendo récord por el mayor atrevimiento de su vida, el chino se aproximó hacia Eiji, acaparando su sombra en todo su cuerpo. Por puro reflejo, el japonés alzó la mirada y conectó con aquellos ojos almendrados que destellaban un hermoso fulgor.
—¿Quieres saber si esto es real? — extendió su mano y palpó la mejilla caliente, pudo sentir su tersa piel como la seda.
De inmediato, Sing inclinó su rostro hacia adelante sin dejar que el contacto físico que compartían se rompiera y supiera Eiji sus intenciones al tocar más insistentemente la piel. Sus caras quedaron a solo centímetros de distancia.
—Quiero... — los ojos embriagados del japonés fueron el impulso para la sonrisa complacida de Sing.
Eiji no terminó de hablar porque entonces los labios del chino estaban sobre los suyos. Fue incómodo al principio; Sing se olvidó de cerrar los ojos y Eiji siguió golpeándose la nariz mientras hallaban el ritmo. Pero pronto se tranquilizaron y empezaron a tocarse, juntar sus lenguas y emitir sonidos deleitosos.
En su entusiasmo juvenil, pronto quisieron despojarse sus ropas pero Eiji se separó de golpe de sus labios, ocasionando pavor en Sing.
—Espera — jadeó, empujando su palma contra el pecho de Sing, sintió que él respiraba hondo. —. Te quiero.
Sing exhaló, pudiendo respirar mejor ahora.
—Pensé que me ibas a rechazar o algo así...
—Casi se cumple... — una risita endulzó los oídos del chino. —, pero llegaste justo a tiempo...
—Bien. — su cerebro no se concentraba al cien por ciento, sus deseos de seguir disfrutando a Eiji continuaron martirizando.
Luego, Sing se inclinó para besarlo de nuevo, sus bocas se encontraron con facilidad y el beso fue alegre y amoroso. Estaban eufóricos, ebrios de su amor y de la absoluta imposibilidad de que alguien los interrumpiera. Solo eran ellos y nadie más.
Casi en desesperación, Sing acarició con su mano ociosa el pecho de Eiji y luego deslizó la otra hacia su estómago para sentir la tensión en los músculos del abdomen del chico.
—S-Sing...— dejó de besarlo y un hilito de saliva que extendió en sus labios.
—Eiji, yo...— gruñó y cerró sus ojos al sentir una oleada calida en sus adentros. —. ¿Quieres hacerlo?
—Espera, espera — dijo, tratando de recuperar el aliento. Ambos estaban sonrojados; Eiji tenía una buena idea de lo que Sing estaba tratando de hacer. —. ¿Estás seguro de que quieres hacer esto?
—Por eso pregunto. — besó su frente con suavidad.
Se miraron el uno al otro, impotentes para dejar de sonreír.
—Sing... — Eiji se mordió el labio, dudando. Ya podía decir que esta vez era diferente, y por mucho que lo emocionaba, también lo asustaba.
El aludido se inclinó de nuevo, lentamente esta vez, Eiji lo observó, un poco cauteloso. El beso fue suave, y oh, tan dulce.
—Por favor.
Eso destruyó por completo las últimas fuerzas de Eiji y asintió. Se besaron de nuevo, Sing lo convenció para que se acostara, los brazos del japonés se enrollaron alrededor de su cuello automáticamente. Sing lo besó con tal anhelo que a Eiji le pareció que se había estado conteniendo durante algún tiempo. Se preguntó por el bien de quién había hecho eso.
El balanceo lento comenzó a acompañar sus besos, las piernas se deslizaron entre las piernas del otro y pronto estaban jadeando entre sus bocas. Besándose y tocándose por todas partes, aunque había un entendimiento silencioso de que deberían mantenerlo lento porque era la primera vez para ambos.
Las manos de Sing vagaron hasta la cintura de los jeans de Eiji, se detuvo lo suficiente para preguntarle si estaba bien y este asintió con pudor. Sus jeans se apartaron por los dedos hábiles del chino, aunque Eiji se los quitó a él con un poco menos de delicadeza. Su camisa fue la siguiente, y después de que Sing dio su consentimiento, también se quitó la ropa.
Sin perder un segundo, Sing también se quitó la ropa interior y, como Eiji nunca lo había visto, su mirada se dirigió irresistiblemente hacia abajo. Los latidos de su corazón se aceleraron y se sintió enrojecido. El pene del chino era más grande que en sus fantasías y ya estaba medio erecto. El japonés sintió que se ponía más duro con solo mirarlo desnudo y desearlo. Su respiración de repente sonó demasiado fuerte en sus propios oídos.
Sing se acercó a él, y el toque fue eléctrico.
—¿Yo puedo?
Eiji asintió. Se prescindió de su última prenda de vestir.
Se sentaron y simplemente se miraron por un momento. Ambos respiraban con dificultad, incapaces de controlar la forma en que sus ojos recorrían el cuerpo del otro, devorando con la mirada la forma en que querían hacer con sus cuerpos.
Los ojos de Eiji de repente se abrieron, entró en pánico mientras miraba a Sing.
—¿Qué? — preguntó Sing rápidamente, leyendo la angustia de Eiji.
—Nosotros no... no tenemos...— se obligó a decir la razón de su vergüenza. —. Condones o... lubricante...
Eiji vio a Sing, ya rosado, sonrojarse.
—Sí los tengo. — sonrió, orgulloso.
Él no trató de ocultar su sorpresa.
—¡Qué! ¿Cuándo? ¿Cómo...?
Sing se encogió de hombros tratando de parecer indiferente y sin éxito. No quería darse color y pasó por la farmacia para estar preparado para la acción nocturna antes de llegar a confesarse.
—Lo que sea. El punto es que los tengo.
Eiji quiso persistir, ardiendo de curiosidad, pero Sing le puso una mano en el muslo y las preguntas desaparecieron de su mente. Podía esperar, en ese momento no era tan importante, lo que importaba era la textura de la piel desnuda del chino bajo sus dedos, su cálida boca, la forma en que sus manos lo acariciaban. Lo que importaba era la forma en que la boca de Sing encajaba con la suya, su sabor familiar y el ruidito que hacía cuando Eiji chupaba suavemente su lengua.
Esta vez el japonés empujó a Sing hacia abajo, y la sensación de toda esa piel apretada contra la suya lo dejó sin aliento. Las manos de Sing estaban por todas partes, tocándolo como lo había soñado, mejor que cualquiera de sus sueños.
Sin querer, se presionaron uno contra el otro, sus caderas se alinearon y comenzaron a moverse uno contra el otro nuevamente. Eiji se habría contentado con seguir eso hasta su conclusión, se sentía tan bien, pero Sing lo estaba empujando hacia atrás, y la neblina de deseo que se había asentado en su cerebro se disipó como el humo por una ventana. Se congeló e inmediatamente buscó los ojos de Sing, listo para detenerlo todo.
Sing leyó la preocupación en su rostro y sonrió, su mano recorriendo la espalda de Eiji con dulzura. Entonces el chino giró a Eiji al colchón boca arriba, recibiendo un ligero jadeo. Besó su mejilla, observó la forma en que el japonés cerraba lentamente los ojos, entregándose a los suaves besos colocados por toda su cara, a lo largo de su cuello, de su pecho, prestando especial atención a sus sensibles pezones que hicieron gimiera y apretaba sus labios. Sintió a Sing tensarse un poco cuando llegó al vértice de sus muslos y colocó un ligero beso en cada uno de sus caderas antes de volver a subir por el cuerpo de Eiji.
Después Sing se alejó brevemente y sacó la caja de condones y la botella de lubricante de su pantalón tirado a un lado de la cama. Tomó un par de condones y los colocó a mano y abrió la botella, miró a Eiji en ese momento y asintió.
Se acercó Sing y, mientras lo hacía, Eiji abrió las piernas y se mordió el labio, tratando de reprimir el ardiente deseo que lo recorrió al ver sentir los dedos de su amado invadiendo sus partes privadas.
Entonces Sing frotó el líquido entre sus dedos para que el lubricante no estuviera frío y colocó uno en la entrada de Eiji, mirándolo.
—¿Estás bien?
Eiji no pudo hallar sus palabras, así que asintió nuevamente.
Para relajarlo, giró sus dedos en el anillo exterior del ano antes de presionar lentamente. Eiji hizo un ruido y Sing se detuvo de inmediato, sintiendo la tensión en su cuerpo.
—Sigue adelante.—Eiji buscó la expresión de Sing.
Sing sonrió y continuó despacio y delicado. Observó el rostro de Eiji, sus ojos estaban cerrados ahora, sus manos en puños en la ropa de cama. Movió su dedo adentro y afuera; notando la forma en que el rubor en su cara se había extendido por su cuello y su pálido pecho.
Eiji sintió que Sing meneaba su cuerpo con el vaivén de sus dedos en su entrada, y cuando Sing gimió roncamente, notó gotas de líquido preseminal en la punta de su erección. El chino siguió sin prisas, sintonizando rápidamente con la forma en que el cuerpo de Eiji se tensaba y los sonidos que hacía cuando se sentía bien.
El tercer dedo fue presionado con el mismo cuidado que los otros, y solo después de tener el consentimiento de Eiji. Sentir la forma en que el cuerpo de su novio se abría era algo que Sing nunca había imaginado. Solo tenía vagas impresiones de cómo sería amarlo así, pero incluso esta forma de penetración era placentera para Eiji, y eso no se le había ocurrido, fue una agradable sorpresa. Sin embargo, pensó que la mejor parte era saber que ellos lo disfrutaran.
De repente, los dedos de Sing presionan suavemente un punto sensible, profundizando con creciente audacia al escuchar a Eiji gemir.
—¿Se siente bien?— la voz de Sing sonaba extraña a sus propios oídos.
—¡Sí! — arqueó su espalda y enroscó sus dedos de los pies.
Sing retiró los dedos y volvió a presionar, buscando de nuevo ese lugar. No lo entendió de inmediato, pero cuando lo hizo, Eiji volvió a gritar. Continuó, golpeándolo una y otra vez hasta que sintió que su propia respiración se hacía más y más rápida al ver cómo el placer se apoderaba de él.
—D-Detente — jadeó Eiji, Sing hizo lo mismo.
—¿Quieres parar?— preguntó con cuidado. Retiró los dedos con cuidado y esperó mientras Eiji recuperaba el aliento.
El chico negó con la cabeza y lo miró intensamente —Ponte el condón.
Sing dejó de funcionar en ese momento. Agarró el más cercano con dedos resbaladizos y era difícil conseguir abrirlo. Eiji emitió un sonido que sonó sospechosamente como una risa y se sentó.
—Aquí, dámelo. — dijo, con la palma hacia arriba.
Sing le pasó el condón tímidamente y Eiji lo abrió e hizo un gesto. Un segundo de confusión pasó Sing antes de que entendiera. Fue así que se acercó al japonés para que le colocara el látex en su largo. Entonces Eiji presionó el condón en la punta del pene goteante y lo hizo rodar suavemente hacia abajo. La sensación de Sing, verlo haciendo esto por él, lo hizo querer besarlo por todas partes otra vez.
Sing aplicó más lubricante y lo besó, mordiéndole el labio inferior antes de alejarse y recostar a Eiji sobre el colchón. Le abrió las piernas y se sentía caliente por todas partes, incapaz de evitar avanzar, atraído inexorablemente por la mirada en los ojos de Eiji.
Apoyado sobre el japonés, alineó la punta con la entrada de Eiji y se detuvo. Se miraron el uno al otro y se dieron un suave beso, y Sing presionó su entrada. Incluso la simple sensación de empujar traspasó el anillo de músculo estaba rompiendo la mente de Eiji.
Los pensamientos de Sing se distorsionaron, toda su concentración en moverse lentamente, en evitar que su cuerpo empujara con fuerza como si estuviera temblando por hacerlo. Cuando hubo empujado todo el camino se detuvo para recuperar el aliento, con los ojos cerrados, trató de acostumbrarse a la sensación, trató de no sentirse abrumado, pero Dios, Eiji se sentía increíblemente estrecho.
Eiji abrió los ojos y se encontró con los de Sing. Él también respiraba con dificultad, con la boca abierta, los ojos oscuros y el cabello desordenado. Su belleza era casi físicamente dolorosa para Sing.
—¿Estás bien? —preguntó Sing sonando tenso.
Eiji sonrió un poco.
—Estoy bien, ¿y tú? — Parecía divertirse y se apretó ligeramente alrededor de las caderas de Sing, este gimió y dejó caer su cabeza contra su hombro. El chino se rió, y eso también se sintió bien.
Sing levantó la cabeza y trató de fulminar con la mirada.
—Lo hiciste a propósito.
—Quizás...
Eiji chapó el rostro de Sing con besos, arrastrando su boca a lo largo de la línea de la mandíbula que tanto admiraba. Sing se apretó a su alrededor de nuevo y meció sus caderas y ambos jadearon. Se miraron ansiosos el uno al otro.
—¿Puedo moverme?— preguntó Sing, consciente de preguntar todo lo que pudiera. Eiji lo permitió con un beso en la puntilla de la nariz y asintió.
En eso, el chino agarró aviada y luego empujó hacia adelante, sintiendo el demencial placer en su interior. Luchó para mantener la cabeza despejada y no lastimarlo.
Cuanto más se movía, más difícil era recordar ser amable, pero Eiji lo soportó al hundir sus uñas en su espalda, instándolo a ir más rápido y embestirlo más profundo.Sing trató de buscar el lugar que había encontrado antes, era difícil por la forma en que estaba dividida su atención. Se movieron juntos, los pequeños sonidos del japonés lo animaban, hasta que finalmente encontró el punto que estaba buscando.
Entonces Eiji volvió a chillar, apretando el cuerpo Sing inesperadamente contra el suyo. Se sentía tan bien que casi se corría por la calentura de esos tonificados músculos rozando sobre su piel.
—¿Puedo...? — Sing se hallaba jadeante y lo intentó de nuevo. —. ¿Puedo tocarte?
—Sí. —fue la respuesta, prácticamente ahogada.
La mano de Sing inmediatamente fue hacia el largo de Eiji, duro y goteante contra su estómago. El calor del palpitante pene en su mano se sentía tan bien, hizo que el deseo de correrlo en su estómago se intensifica mientras lo acariciaba, sintió que el cuerpo de Eiji se tensaba con su creciente orgasmo. Quería decirle algo. Dile lo increíble que se sentía, cómo se estaba volviendo loco con la sensación de él, cómo era tan bueno que nunca quiso parar, cómo nunca quiso esto con nadie más.
La espalda de Eiji se arqueó, se apretó a su alrededor y se corrió con fuerza. Sing hizo un ruido ahogado; fue demasiado. Quería experimentar el placer del japonés por completo pero no podía, él también eyaculó.
Por un momento el único sonido en la habitación fue su respiración, ambos tratando de recuperar el aliento, bajando el placer. Eiji pasó su boca por el cuello del chino, presionando sus labios suavemente contra su clavícula. Sing mordió su hombro con suave lujuria y sonrió un poco cuando, con cuidado, comenzó a sacar su miembro.
Sin mediar palabra, se besaron largo y lento, disfrutando de la intimidad del momento, la cercanía que ninguno había experimentado antes. Tras el último beso, Eiji se resolvió con intenciones de incorporarse y Sing se deslizó fuera de la cama para quitarse el condón lleno de semen. Fue al baño, se lavó un poco y trajo consigo la única toalla que el japonés tenía en el baño. Lo usó para limpiar delicadamente a Eiji con su toque suave y amoroso, se miraron mientras lo hacía.
Eiji pudo ver la emoción en los ojos de Sing y había una sonrisa en la comisura de sus labios. Cuando terminó, Eiji colocó el paño sobre la mesita de noche y se fue directamente hacia los brazos de Sing. Presionó un beso en la mejilla antes de colocar su cabeza en el espacio entre el cuello y el hombro del chino. Luego, Sing tiró de las sábanas, rápidamente pateadas hacia un lado y se metieron debajo de ellas.
—¿Estás bien? —Sing lo rodeó por su cintura.
—Sí.— las manos de Eiji estaban en el cabello de su novio. Volvió a hablar después de una larga pausa. —. Esa es la primera vez que he tenido sexo.
—Yo igual... — una leve vergüenza pasó por ellos.
Sing presionó su rostro contra el cabello de Eiji y se rió un poco tembloroso. Ambos se besaron de nuevo.
Definitivamente nadie iba a dormir esa noche.
N/A: para mí fue tan extraño escribir como "mejores amigos" a Ash y Eiji a lo largo de este OS... Siempre han sido mi ship supremo. Creo que es la primera vez que sigo la voluntad de Akimi Yoshida en dejarlos en esos términos JAJAJAJA.
Hace tiempo que no le doy amor al Singeiji y aproveché el momento para hacerlo ♥ ♥ ♥
Con esta historia se termina la pequeña dinámica que quise intentar, en parte era para ponerme a prueba a escribir hard y probar con nuevas cosas xD Agradezco a tod@s que le dieron una oportunidad. Comprendo que no es del gusto de muchos y quizá unos cuantos se molestaron pero bueno... espero que al resto si les haya gustado en leer ships raros y no tan raros la verdad ♥♥♥♥♥♥
¡Nos vemos y gracias ♥!
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