Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

8.- Malas noticias.

Removí mi cuerpo bajo las sabanas, friccionando mis pies contra ellos para poder, de alguna forma, entrar en calor. Estaba dispuesta a seguir durmiendo, independiente de la hora que fuese. Más me fue imposible pues, a los cinco minutos de haber adquirido consciencia de lo que sucedía a mí alrededor, pude percatarme del molesto sonido que hacía mi celular al vibrar sobre la mesita de luz a mi lado. Gruñí. No había nada más molesto que recibir una llamada el sábado por la mañana.

—¡Margaret! ¡Son las ocho de la mañana! —Vociferé. Mi hermana soltó una carcajada estruendosa, obligándome a alejar el aparato de mi oreja. Refunfuñé.

—Oh, hermanita. Cuanto lo siento, pero debes venir a casa...

—¡¿Le sucedió algo a papá?! —Interrumpí, casi en un grito ahogado, asustada ante la idea de que a mi padre le pudiese suceder algo. Pero antes de escuchar una respuesta trágica, solo escuché risitas divertidas del otro lado de la llamada.

—No, nada de eso —Rio Margaret — Papá está en perfectas condiciones. Haremos un almuerzo familiar. —Explicó, dejando escarpar en el proceso, otras risitas divertidas.

Margaret era un año mayor que yo, contaba con veintiocho años, pero, muchas veces demostraba tener menos pues, su alma infantil se dejaba ver algunas veces ante situaciones del diario vivir. Aun cuando habíamos sido criada en la misma casa, con los mismos padres, de la misma forma, Margaret no demostraba ser ni la pisca de igual a mí. Era extrovertida, demasiado para mi gusto, muchas veces se dejaba llevar por sus impulsos y cometía errores que, con el pasar del tiempo, se arrepentía. Entonces, era yo quien debía estar a su lado sosteniendo a una Margaret destrozada por el amor o cualquier decisión mal tomada.

Si algo apreciaba de ella, era su confianza incondicional puesta en mí.

—¿Un almuerzo familiar?

—Sí, ya sabes. Papá, mamá...hermana... —Respondió con obviedad. Rodeé los ojos y volví a refunfuñar, más, mi hermana volvió a reí juguetona desde el otro lado de la llamada.

No me quejé. Un almuerzo familiar era lo necesario para poder distraerme y pensar en otra cosa que no fuese el juego y la rara actitud que había adquirido Evans. Aunque ello no fuese de mi incumbencia, Chris era mi amigo y me preocupaba. Su extraño actuar, pese a que negaba cualquier interés por ella, no dejaba de hacerme ruido y creer que el error era yo. Nuevamente, creía que un noviazgo ficticio no era la excepción para alejar a los hombres de mi vida.

Con Chris, ello sólo quedaría demostrado.

Acepté la invitación.

El hogar de mis padres quedaba relativamente cerca de mi hogar. A los veinticuatro años había decidido irme de casa en cuanto tuve dinero suficiente para comprar una vivienda y dejar el nido. Como era de esperar, mis padres evitaron aquella idea a toda costa, pero bien sabían ellos que conmigo, sus persuasiones no iban a funcionar del todo. No como a Margaret, que, al ofrecerle comida y techo gratis, no hacía falta predecir el "si" que se llevarían mis padres con triunfo.

Por el amor que les tenia, me las arreglé para poder encontrar una casa a seis cuadras de la suya. No era igual a mi hogar de origen; era un espacio reducido, pero era lo justo y necesario para llevar mi vida de soltera. Aspiraba tranquilidad y silencio cuando quería, algo que me sirvió bastante al querer terminar con algunas fichas laborales, mis diseños, o libros que había dejado sin terminar. Era lo que podía pedir en esos momentos: mi felicidad y, lógicamente, a mis padres, les costó trabajo comprender aquello.

Margaret me recibió en cuanto llegué a casa. tan alegre y risueña como siempre. En su vida no cabía espacio para la tristeza o pensamientos negativos. Ella, simplemente vivía el día. Estaba segura que, en su caso, ella hubiese tomado el juego con diversión, buscando una estrategia para poder ser ella quien ganara el dinero. En ese aspecto, Margaret me recordaba a Chris. Apostaba a que ambos, en esa situación lograrían congeniar con éxito.

—Llegas temprano — Dijo mi madre cuándo me vio cruzar la puerta de la cocina. Un tanto nerviosa, trató de desviar su atención hacía a mí. Fruncí el ceño, extrañada por su actitud, pero, sabiendo que algo le sucedía. No me podía engañar si de sus expresiones se trataban. Me era imposible si comenzaba a ordenar con torpeza la cocina.

—Mamá... —Margaret tomó de su brazo, gesticulando levemente con sus labios y lanzándole una mirada cómplice. Mi madre sonrió, respiró con profundidad y siguió haciendo lo que estaba haciendo, esta vez, con más parsimonia.

—¿Sucede algo? —Arqueé una ceja, sin comprender a que iba tanto nerviosismo. Tras de mí, como si de un gato se tratase, silencioso y ágil, sentí la presencia de mi padre. El aroma de su perfume me era imposible no identificarlo. —Papá...

—Claire, no creímos que llegarías tan temprano —Carcajeó. —¿Qué tal el trabajo? ¿Müller a tratado bien a mi pequeña? —Interrogó, esta vez un poco más severo. — Si se ha portado mal, dime y le dejaré las cosas claras...

—No papá, Müller se ha portado bien. —Reí. —Demasiado bien. —Aseguré. Y, aunque meses atrás había tenido ciertos problemas con el que era mi jefe y amigo de mi padre, decidí mentir ante ello. Sabia y conocía bien las reacciones de mi padre. Incluso mucho más que mi propia madre, la mujer que, afirmaba conocer a mi padre mucho más que cualquier persona.

—¿Alguna novedad? —Me volvió a preguntar mi padre. Se sentó en una de las sillas disponibles dentro de la cocina y, tomando una manzana, le dio un mordisco.

—Estoy a cargo de una muchacha. Practicante, muy simpática y aplicada. —Conté. Mi padre movió ligeramente su cabeza en un asentimiento. Margaret parecía indiferente a la novedad, pero mi madre, ella, simplemente alteraba mi paz al querer saber qué era lo que tanto le inquietaba.

—Me alegro, Claire. —Dijo mi padre. —Me alegro que te des el tiempo de enseñarle a otros. ¿Quieres un café? Tu madre ha hecho un pie de limón esta mañana.

Fruncí el ceño. Que mi madre hiciera un pie de limón durante la mañana, era algo que muy pocas veces realizaba.

Miré a todos en general; el silencio se hizo entre nosotros y, de repente, la cocina se tornó fría y poco tolerante.

—¿Por qué se sorprenden de que haya llegado tan temprano? —Cuestioné, curiosa y sin comprender aún. Miré a mi padre, esperando a que él me pudiese responder sin rodeo alguno.

Él, observó a mi madre y, a deferencia de Margaret quien intercambió mirada con ella, éste, asintió, autorizando a que abriera la boca de una buena vez. A lo que ella, sin razón lógica, negó con susto.

—Vamos mujer, tiene que saber. —Dijo mi padre a mi madre. —Tarde o temprano lo sabrá.

—¿Saber qué? —Interrogué. Todos intercambiaron miradas entre sí. —¿Saber qué? —Volví a insistir. Mas ninguno me dio una respuesta. —Vamos, ¿saber qué?

—Esto no te va a gustar, Hija —Me dijo mi padre al ver que ninguna se atrevía a mencionar palabra alguna. Mi progenitor, algo frustrado, cerró los ojos y, presionando sus sienes con sus dedos índices, dio un suspiro profundo. —No, claro que no te va a gustar... —Comentó casi para sí mismo.

—Papá... —Mencioné con irritación.

—Matthew ha vuelto. —Confesó. Sus ojos se abrieron y, observándome con cierto temor, añadió: —viene a almorzar con nosotros.

Lo último, no hizo más que derrumbar mi mañana y lo que quedaba del día. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro