5.- Apodos
El silencio en mi hogar era lo único que necesitaba en ese momento. Miré atenta el Tablet entre mis manos y vi las mil formas en la que podría arreglar el diseño que me habían encargado realizar. Algo llamativo, pero que no sobrecargara a la empresa; jugué con los colores, con las letras, su tamaño y el color de éstas. Añadí imágenes y un slogan llamativo. Pero, pese al esfuerzo que realicé durante la mañana, nada de lo que hacía lograba convencerme.
Decidí que lo mejor era dejar pasar unos minutos, enfriar mis ideas y, volver a retomarlas cuando tuviese algo claro.
Y eso hice.
Cuando llegué al edificio, me encaminé hasta mi oficina para ponerme al día con lo pedido por la empresa. Dejé mis pertenecías sobre el sofá que decoraba mi lugar de trabajo, y bajé al casino con la intención de conseguir algo de café. Mis parpados se cerraban por si solos. Haber pasado la noche en vela ideando diseños me desgastaba, pero eran mi culpa. Me dejaba guiar por la ansiedad de hacer todo rápido para luego, no lamentarme al no haber hecho las cosas antes. Y, aunque en cierto modo me divertía ideando y haciendo los bocetos, tarde o temprano me arrepentía de no haber dormido lo necesario para que mi creatividad fuese óptima.
—Hola, Claire. —Paul Cooper se encontraba a mi lado, con su café en manos. Me sonrió amable, y me invitó a sentarme a una de las mesas antes de comenzar a cumplir con nuestro deber dentro de la empresa.
—¿Qué tal el fin de semana, Paul? —Pregunté. —¿Cómo está tu familia?
—Bastante bien. —Respondió él, dándole un sorbo a su café. — Bueno, eso es lo que me ha dicho mi hermana. No fui este fin de semana a verlos... —Confesó con cierta vergüenza en su tono de voz. Alcé una ceja y sonreí de lado. —He salido con Rachel...
—Vaya, eso no me lo esperaba. —Alcé las cejas. —¿Todo bien?
—Perfectamente. —Afirmó el muchacho. Más, me quedé en silencio pues, sabía que había algo más en su confesión. Las mejillas de Paul se enrojecieron y yo sonreí tierna y compresiva. —¿Tú crees que estemos haciendo las cosas bien? —Cuestionó dubitativo. — Me acordé de ti durante el fin de semana....
—¿De mí? Espero que haya sido de una buena forma... —Murmuré. Paul rio y negó ligeramente.
—Me acordé de lo que dijiste cuando el juego se propuso. Tú dijiste que ya no éramos niños chicos para jugar a esto, pero, aun así, estas participando...
—Por culpa de Evans. —Aclaré. —Y si estoy participando, es para refutar la creencia de Amanda y la de todos ustedes. —Reí. —Y bueno, Evans también está en ese plan... —Paul se mordió el labio, algo incómodo. —¿Hay algo que te inquieta? —Inquirí.
—Nada, en realidad. —Dijo. — Sólo me parece curioso que ambos no crean en que el amor se puede crear entre ustedes dos. Pero respeto tu opinión... Y la de Evans, claro... —Apresuró en decir. — Espero que ganen el juego. —Carcajeó finalmente.
—Gracias... Supongo. —Sonreí de lado, extrañada.
La voz de Amanda se escuchó en cuanto entró al casino, corrió hacia nuestro puesto y nos saludó a ambos con efusividad. Minutos después, entró Rachel en compañía de Luke y Chris. Se sentaron en torno a la mesa que estábamos ocupando con Paul y, los comentarios y risas no se hicieron esperar.
El ambiente era ameno, y me reí al ver la forma en la que Amanda y Luke simulaban ser novios. Me seguía pareciendo estúpido, pero de igual forma, no dudaba en reírme. Tomé las palabras de Chris y disfruté del momento al pensar que, después de todo, recibiría dinero por quienes perdieran el reto.
Luke rodeó los hombros de Amanda y ella, rio enternecida por el apodo que el muchacho le acababa de asignar.
—¿Borreguita? —Le dijo Rachel a Luke, entre risas divertidas. Luke asintió.
—Su risa es como el balar de una oveja... —Se encogió de hombros. —Me parece tierno...
—Tiene sentido. —Opinó Chris. —Considerando también que su cabello es ondulado... —Todos carcajeamos, divertidos.
—Ya que estas cooperando, Evans... —Le dijo Amanda, con una sonrisa en su rostro y su mirada dirigiéndose a mí con bastante entusiasmo. —Asígnale un apodo a Claire...
Chris se encogió de hombros y me miró con detención, analizando mi ser en busca de una cualidad para apodarme en base a ella. Todos reían por lo bajo, y más de alguno se atrevió a darle una idea para que Chris la tomara.
Más él, rechazó cada idea. Sonrió amplio una vez obtuvo lo que buscaba.
—Muñeca. —Dijo finalmente.
—¿Muñeca? —Cuestioné entre risas. Chris se encogió de hombros.
—Es lo primero que se me ha ocurrido. —Explicó el rubio.
—Me parece tierno. —Comentó Amanda. —Simple y tierno.
—¿Y qué apodo le pondrías tú a Evans, muñeca? —Me preguntó Rachel, alzando sus cejas de arriba hacia abajo, socarrona. Ello, me hizo sentir cohibida.
Miré a Evans, en busca de un aspecto físico o interior para apodarlo. Suspiré, y es que apodar a alguien nunca fue algo que se me diera bien pues, lo encontraba empalagosamente cursi. Más, me di el tiempo para buscar un apodo adecuado para Chris, quien esperaba atento a escuchar el apodo que le tenía.
Negué y, entre risas nerviosas, solté lo primero que se me vino a la mente.
—Cevans. —Dije y todos lanzaron una risotada, menos Chris, quien noté que sonreía con ternura.
—¿Enserio? —Cuestionó Amanda. —¿Él te acaba de apodar Muñeca y tú juntas su nombre y apellido? —Carcajeó con diversión.
—Es original... —Opinó Paul. —A decir verdad, es preciso para un amigo. Me gusta.
—Me agrada. —Opinó Evans, dando un ligero ademán con su cabeza.
—Ok, tengo otro. —Dije. Evans miró atento, al igual que el resto. —Cielo... —Amanda y Rachel se miraron entre si y asintieron mientras Luke, Paul y Chris sonreía afables.
—¿Por qué Cielo? —Inquirió Luke.
Di un suspiro antes de dar la explicación del porqué del apodo. Y es que decirlo me cohibía pues, era un aspecto físico que sabía atraía a las mujeres.
—Por sus ojos. —Murmuré. —Son como el cielo cuando el sol brilla en verano...
—Lindo apodo, Claire. —Me dijo Luke. —Y tiene mucho sentido. —Los demás, en silencio, asintieron en concordancia. —Bien, creo que debemos volver al trabajo. Müller nos despedirá a todos si nos ve aquí... —Rio el muchacho. Tomó su vaso con café y, levantándose de la silla, se despidió.
El resto hizo lo mismo. Cada uno se fue a su respectiva oficina. Cuando llegué a la mía, cerré la puerta y me instalé en mi escritorio.
Fue en ese momento cuando una idea surgió respecto al diseño pendiente que debía terminar.
La idea tenía relación con el color celeste.
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