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25.- Compitan en algún videojuego divertido o un juego de mesa

La voz de Paul Cooper rondó en mi cabeza durante semanas. Día y noche, a cualquier hora. Las palabras de Paul me dieron mucho en qué pensar.

Me sentía abrumada, y ciertamente hundida en la frustración de sentir que mis sentimientos que, bien juraba dominar, se venían alterados cada día más. Ya no tenía control sobre ellos, sino más bien, ellos sobre mí.

Aun así, decidí seguir con el juego. De ser lo contrario, levantaría sospechas y tendría que terminar pagando el error de haberme enamorado de Chris.

Evans me llamó durante la mañana del sábado, bastante temprano. Me leyó un par de desafíos que había destacado para que pudiésemos divertirnos durante la tarde. Elegí una actividad al aire libre. Necesitaba salir, y despejar mi mente. Claramente no lo iba a lograr si Chris estaba a mi lado. Perturbaría mi tranquilidad, más asumí que la actividad no duraría todo el día sino más bien una hora, máximo.

Nos reunimos en la plaza centrar de la ciudad. Caminamos lento, disfrutando de la tarde y el sol agradable que alumbraba en lo más alto del cielo. Quería hablar, pero a decir verdad, mi ánimo no me acompañaba del todo. Me vi envuelta en el desgaste emocional tras pensar por tantas semanas, que estaba arriesgándome demasiado al salir con Evans cada vez que él me proponía hacer algo de la lista.

Estaba cargando con algo que sola no podía hacerlo. El secreto del juego y las emociones que comenzaban a originarse tras el vínculo que forjé con Evans. Debía encontrar a la persona indicada para botar todo lo que llevaba atascado en mi garganta, aquello que presionaba y advertía con salir en cualquier momento a modo de confesión. Era una sensación extraña, jamás experimentada.

Chris me guio hasta unos puestos instalados en las áreas verdes de la plaza, exclusivamente para aquellos amantes de los juego de mesa. Nos sentamos frente a una mesa de concreto en donde se podía ver plasmado un tablero de ajedrez.

—Me dijiste realizar una actividad al aire libre. —Dijo. —Aquí hay una actividad que espero sepas jugar.

—Saqué tercer lugar en ajedrez en mi colegio, Evans. —Le informé. Chris alzó sus cejas por si sola, sorprendido. Reí divertida.

—No sabía que juegas ajedrez.

—Antes jugaba, ahora no.

—Bien, eso lo hace mucho más interesante. —Dijo el rubio, sonriendo con fascinado. —Te tengo una propuesta, y espero que la aceptes. —Alcé una ceja. —Quien gane tiene derecho a elegir otro desafío de la lista.

Miré el tablero de ajedrez y las piezas que Chris iba poniendo cuidadosamente en los cuadrados correspondiente. Hacía mucho tiempo que jugaba, por lo que comencé a pensar en que aquellos años sin practicar el juego, me sería un desfavorable si competía contra Chris.

—¿Cómo se te va a olvidar jugar, Claire?. — Me reprendí mentalmente, era imposible olvidar los pasos para jugar el juego. Pero temía. Temía de igual forma, ante todo lo que a Chris se le ocurriera por mantenerme allí, a su lado.

Tomé la primera pieza, un peón el cual moví para comenzar el juego. Noté una ligera sonrisa de Chris dibujada en sus labios. Me miró rápidamente antes de mover su primera pieza.

La jugada se veía interesante. Chris realmente era buen contrincante. Nos tomábamos el tiempo, analíticos y previsores antes de mover una pieza pues, cualquier fallo el otro aprovecharía la oportunidad y cantaría victoria.

—No lo entiendo. —Le dije. Mis ojos miraban el tablero en busca de un lugar óptimo para atacar a su torre que yacía a tres cuadrados de mi arfil. Me tenía ciertamente, rodeada con un caballo y un simple peón.

—¿Qué cosa? —Inquirió Evans. Movió a su rey justo al lado de una de mis torres.

—Estoy perdiendo. —Musité, perpleja. Tomé a mi torre y la moví de su lugar, lejos de su rey. —No entiendo por qué me invitas a ser partícipe de esto, Chris.

—¿Te refieres a la lista de desafíos? —Asentí tímida. Evans sonrió tierno. —Me divierto. Salgo de casa y me despejo. Ahora, ¿por qué tú siempre aceptas mis invitaciones? —Cuestionó. Tragué saliva. No creí que me fuese a poner en jaque.

Tomé uno de mis caballos y lo moví de su lugar, derribando a una de sus torres. Chris bufó por lo bajo.

—No lo sé, a decir verdad, igual me divierte salir de casa. —Me encogí de hombros. — Al principio te mostrabas reacio a ser partícipe de esto, Chris...

—Y tú también. Recuerdo tu cara cuando fuimos a ese bar, Claire.

—Tú me metiste en esto, Evans. —Le acusé.

—¿Y te arrepientes? —Cuestionó, fijo en el tablero. Tomó a su caballo y derribó uno de mis arfiles. Tragué saliva. Estaba muy cerca de mi reina. —Jaque...

Mierda, pensé. Moví mi reina tras un caballo.

—No, no me arrepiento si te soy sincera. —Dije con desinterés. —Esto me ha servido para conocerte, y saber qué tipo de hombre eres.

Fue allí cuando sentí la mirada de Chris fija en mi anatomía después de casi dos horas enfocado en el tablero de ajedrez. Alcé la mirada y me encontré con la tonalidad azuleja perteneciente a su mirada. Brillaban, pero era por la luz que nos proporcionaba el día. El sol relucía fuertemente.

Chris se inclinó ligeramente hacia a mí, sin dejar de mirarme. Quise desviar mi atención hacia el tablero y enfocarme en mi próximo movimiento. Pero la maravillosa vista que tenía de sus ojos, me lo impidió. Me estaba perdiendo, y me iba a perder de no ser porque Chris habló antes.

—Jaque mate, Claire. —Dijo, esbozando paulatinamente una sonrisa triunfal.

—Carajo. —Mascullé entre diente, viendo cómo Chris sacaba a mi reina de su lugar. —¿Es en serio? ¿Me has liquidado con un Peón?

—Claire, un simple peón puede hacer maravillas dentro del juego, siempre cuando lo sepas utilizar. —Me guiñó un ojo.

—Quiero la revancha. —Exigí.

—Otro día. —Rio socarrón. Guardó las piezas del ajedrez dentro de su respectiva bolsita y la depositando esta, en el bolsillo de su chaqueta. Luego hurgó en el bolsillo de su pantalón y sacó una hoja que desdobló y estiró sobre la mesa de concreto.

Suspiré, abrumada tras ver que aquella hoja era la de los desafíos.

—Tomémonos fotos. —Le dije, cuando leí uno de los desafíos. Chris negó.

—Ven, te iré a dejar a tu casa. —Se levantó de su puesto y me tendió la mano. Fruncí el entrecejo, recelosa cuando vi su mano tendida hacia a mí. —Se hace tarde...

Tomé su mano con temor. Había recordado el día en el que tomé sus dos manos con el fin de elogiar lo cálida y suaves que eran. Una ligera electricidad recorrió en tiempo record todo mi cuerpo cuando sentí nuevamente aquel bienestar. Inhalé, mi pecho temblaba, se contraía y dolía.

Di un par de pasos antes de soltar su mano. Pero Chris, bien sujetó la mía y entrelazó sus dedos con los míos. Le miré estupefacta cuando éste comenzó a caminar, más no dije nada. Chris sonrió, miro hacia el frente y caminó tan normal como siempre.

Tomarnos de las manos, era el desafío que él había elegido. 

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