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24.- Ayuda


El ambiente en la empresa era tranquilo. Era día viernes, por lo que las actividades disminuían desde las dos de la tarde hasta que la jornada laboral se daba por terminada a las siete. Revisé algunos proyectos que tenía pendiente, también me di el tiempo de leer algunos artículos de economía y diseño gráfico. Aun así, pese a que trataba de buscar algo que hacer para matar el tiempo, las horas transcurrieron lentas.

Decidí ir al casino y pedir algo de café. Últimamente había dejado de tomarlo por cuestión de salud, pero al ver que mi cuerpo lo necesitaba, no dudé en darle la cafeína que pedía.

Me senté en el puesto que, como colegas, usábamos en la hora de almuerzo. El casino estaba vacío, y no era extraño. Algo tenía los días viernes que todo el mundo permanecía dentro de sus oficinas. Me acomodé en mi puesto y suspiré mientras degustaba el sabor del café. Cerré los ojos y me dejé llevar por el día, el sabor del café y la vida misma.

La misma pregunta comenzó a escucharse en mi mente cada vez que quedaba en completo silencio. Durante las noches no podía conciliar el sueño si no le daba una respuesta clara y convincente a mi yo interno. Qué estoy haciendo con mi vida. La pregunta era simple, estaba jugando con mi destino, forjando el camino que, hasta el momento, me era totalmente imposible construir. Pero con el tiempo, comencé a dudar.

Admitir que algo comenzaba a sentir por Chris era un logro para mí. Lo había negado y lo pensaba hacer hasta que el desafío se diera por terminado. Cinco meses, pensé. Aún faltaban dos meses y Dios bien sabía que, dentro de esas semanas, uno de los dos podía cambiar de parecer. Me prometí no ser yo quien lo haría. Quería seguir con el juego, pero asegurándome de que iba a ganar la apuesta. No iba a perder mi dignidad y menos mi dinero por haberme enamorado de mi colega. No, claro que no. No me lo iba a permitir.

Tomé el último sorbo de mi café y me levanté con la intención de devolverme a mi oficina y rebuscar algo en lo que poder hacer mientras los minutos transcurrían. Miré la hora, aún faltaban dos horas para terminar mi jornada. Pensé en ir y visitar a Rachel, pero recordé que ella se había retirado antes por asuntos de fuerza mayor que, bien no me quiso decir.

De todas formas, no hubo necesidad de ir a su oficina o a la mía, porque Paul llegó, agitado y se sentó frente a mí.

—Al fin te encuentro. —Me dijo el muchacho dando un suspiro. Lucía cansado, sus mejillas rojas daban cuenta de que había corrido una maratón sin cesar. Supuse que había subido y bajado escaleras hasta llegar allí, frente a mí.

—Respira, ¿quieres? —Reí.

—No te encontraba por ningún lado. —Carcajeó con dificultad. Aspiró profundo y sonrió, mostrándose un poco más relajado.

—Sabes que si no estoy en mi oficina estoy acá. —Le recordé. Paul asintió ligeramente, sonriendo y dándome la razón. —Dime, en qué te puedo ayudar.

Paul se rascó tras la nuca, cohibido.

—Bueno, tu eres amiga de Rachel, la conoces más que yo. —Dijo. Fruncí el ceño, sin entender qué me quería decir. Le miré insistente. Paul carraspeó antes de hablar. —Quiero regalarle algo que tenga algún significado para ella. Creí que tú me podrías ayudar. —Se encogió ligeramente de hombros.

Sonreí con ternura. Que Paul y Rachel se vieran vinculados en una relación amorosa sin siquiera animarse antes del juego, era prácticamente un milagro para mí. Volví a dudar. Así como ellos, pensé, yo aún estoy expuesta a sentir algo más fuerte por Chris.

Temí.

—Bueno, Rachel no es de gustos elevados. Hasta con una pulsera de juguete la harías feliz. Por sobre todo si viene de ti. —Reí. —Un collar, a ella le encantan los collares.

—Estaba pensando en darle un anillo. —Musitó Paul, dubitativo.

—Creo que es muy formal, ¿no? —Paul frunció la nariz. —Comienza con un collar. Algo sutil y delicado. Le encantará. O una pulsera. O si quieres, le puedes regalar las dos cosas.

Paul carcajeó.

—Gracias, Claire. Ya sé lo que le voy a regalar. —Dijo, airoso.

—Van muy en serio ustedes, por lo que veo. —Alcé mis cejas de arriba hacia abajo, lo que hizo que las mejillas de Paul se tiñeran de rojo. —Me alegro por ambos, debo admitir que se ven lindos juntos.

—También tú y Chris. —Esbozó una sonrisa ladina. —¿De verdad sólo son amigos?

—Sólo amigos. —Afirmé. Paul parecía no estar muy convencido.

—Yo veo algo más, Claire. Desde fuera, ustedes parecen pareja, y una que bien da envidia. Son distinto, es cierto, pero extrañamente, se complementan perfectamente.

Fruncí el ceño, extrañada. Más, carcajeé divertida, pero también nerviosa. Negué entre risas y le aclaré a Paul que entre Chris y yo no iba a pasar nada. Aunque me estuviese mintiendo a mí, creí que decirle aquello a Paul me haría sentir, inconscientemente, capaz de ver a Chris sólo como un amigo.

—Amanda y Luke. —Dijo Paul. — Se veían como una pareja que prometían también terminar juntos, pero terminaron sintiendo lo contrario a lo que todos estimamos sentirían. Creo y, según mis cálculos, que dos parejas ficticias de cada tres, son las que terminan siendo parejas de verdad.

Lancé, nuevamente, una carcajada que retumbó estruendosamente contra las paredes del casino. Paul se mostraba serio, y ello fue lo que me hizo cerrar la boca. Él se tomaba sus cálculos muy en serio.

—Eso es algo probabilístico, Paul. —Discrepé. —Yo sé que no sucederá nada.

—Claire, Chris es un buen tipo, se demuestra frio e indiferente con todas las mujeres que trabajan aquí. Tú sabes que es él quien lleva la delantera entre nosotros, así que es normal que anden tras de él tratando de captar su atención. —Explicó Paul.

—¿Qué me quieres decir con eso, Paul? —Cuestioné. —¿Que soy la excepción en su vida?

—Así es. —Asintió el muchacho, convencido de sus palabras.

—Imposible, yo sé que él ve todo esto como un juego, y es así como debemos verlo, ¿sabes?

Paul carcajeó. Se levantó de su puesto y me dio un par de palmaditas en mi espalda con bastante delicadeza. Fueron ligeros golpes fraternales, como las que me daba Margaret cuando me veía agobiada con algo de la empresa. Pero también era las palmaditas que me daba cuando me quería decir "te lo dije". Paul, seguramente, utilizaba la misma técnica que realizaba mi hermana.

—Tarde o temprano verás lo que veo entre ustedes dos. —Me dijo antes de irse. —Soy analista, por lo tanto, sabes que soy bueno observando. Tú y Chris, terminarán juntos tarde o temprano. 

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