16.- Primera pelea
Me miré al espejo y sonreí al ver mi anatomía reflejada. Me sentía bien y muy cómoda con lo que llevaba puesto. A decir verdad, no era nada extraordinario; una blusa de seda blanca y un jersey ligeramente rasgado. Estaban de moda. Cuando los vi por primera vez, no dudé en comprarme un par por mera cuestión de capricho. Ese día, era el primero en el que entrenaba uno de ellos y me sentía feliz al respecto.
Chris y yo habíamos acordado ir al cine a ver otra película. Habíamos visto a través de las páginas webs las que se entrenaban durante el mes. Ambos habíamos decidido por una de género dramático con cierto toque de romanticismo.
Al salir, le envié un mensaje anunciándole que iba saliendo de mi hogar y, que cuando él estuviese por llegar al cine, me avisara para salir a su encuentro.
Caminé por la ciudad. Había salido horas antes sólo para poder disfrutar del ambiente primaveral. Ante mí, todo se veía hermoso, y ello era extraño. Nunca me había sentido tan dichosa. Al menos no desde que Matthew decidió dejarme en el altar.
El trauma al vivir en carne propia una decepción amorosa de tal magnitud, lo llevé durante años en mi interior. Y pese a que le decía a mi familia que el pasado ya lo había superado, ello, era totalmente mentira. El fracaso en el altar, me había hecho desconfiar de los hombres y, por ende, del amor que la gente tanto aseguraba sentir para con su pareja. Simplemente no creía en ello.
Ahora tal parecía que todo cambiaba para mí pues, ese día mientras caminaba y analizaba mi vida, me sentía, inexplicablemente, como un ave fénix. Estaba resurgiendo entre las cenizas de la decepción amorosa, para verme totalmente renovada y amena ante la vida
Aun así, no dejé de cuestionarme el porqué de tal cambio en mi estado de ánimo y visión de la vida. Entre tanto pensamiento que tuve en tan pocos minutos, terminé asumiendo que mi felicidad era parte del crecer, aceptando las adversidades que la existencia me deparaba. También, asumí que, en parte, una muy pequeña, Chris tenía que ver. En años, la única vez que fui al cine, fue con él. Y ahora, ello se volvía a repetir de forma "seguida"
Mentiría si dijera que no me atemorizaba el hecho de comenzar a sentir algo por Chris, porque en el fondo, temía.
Sabía que Chris continuaba empecinado en querer ganar, lo veía en sus ojos, en su entusiasmo al seguirle el juego a los demás, discrepar y dar por hecho de que no había forma de que ninguno de los dos lograra la química que, muy el fondo, deseaban nuestros colegas por mero disfrute al restregarnos en la cara, lo equivocados que estábamos.
Yo, por otro lado, aún seguía con mi plan y, ese consistía en alejar a Matthew de mi vida hasta saber que él, había tomado un avión de vuelta a Italia. No había tenido noticias sobre él los últimos días; por alguna extraña razón, aún sentía que él merodeaba por la ciudad en espera de poder encontrarme y explicar el porqué de su ida al viejo mundo. Cosa que, no me importaba en lo absoluto.
En el fondo, muy en el fondo y, aunque suene egoísta y vil, Chris era mi escape y yo era la razón, su razón, por la que él saldría triunfador y conocedor de lo que era verdad: Entre nosotros, no había química.
Pero yo, en ese instante, mientras caminaba entre la multitud y cuestionaba nuestra situación, comencé a dudar de ello. Y temí; temí por mi corazón. Por primera vez en dos meses y medio de haber comenzado el juego. Temí ante la idea de no ser capaz de cumplir con la parte de mi trato con Chris.
Mi ánimo entonces, comenzó a adquirir un tono ligeramente gris.
Cuando llegué al cine, decidí comprar las entradas antes de que se agotaran. Una vez con ellas en mano, decidí enviarle un mensaje, mencionándole que luego, él me podría devolver el dinero. Faltaba media hora para que la función comenzara; me senté sobre una banca y descansé diez minutos antes de volver a ponerme en pie y mirar la hora. Decidí caminar y mirar los escaparates de las tiendas cercanas, mirando de paso a mi alrededor en busca del personaje conocido.
Pero entre todas las personas que pasaban a mi lado, tras más de media hora deambulando por los alrededores, ninguna se asemejó a él.
******
Tomé una bocanada de aire y exhalé con pesadez antes de entrar a mi oficina. Lo primero que vi fue la anatomía de Maeve ocupando mi puesto de trabajo; un par de carpetas yacías sobre el escritorio y al lado, un vaso de café humeante. Ella sonreía de oreja a oreja, mostrando su perfecta y blanca dentadura bajo sus labios carmesí.
Irradiaba felicidad.
Le agradecí el gesto, haciendo mención y halago a lo considerada que era conmigo. La muchacha me contestó con una sonrisa y un ligero asentimiento. Pero no dijo palabra alguna. Se levantó de mi puesto y rodeó el escritorio en busca del otro asiento para sentarse frente a mí y comenzar a trabajar en lo que nos convocaba.
Trabajamos, sin embargo, en silencio. La muchacha había aprendido a conocerme durante el tiempo que llevábamos juntas en el mismo lugar, por lo que, ella ya sabía cuándo había tenido un mal día y cuando no. Por cuestión de respeto, ella no indagaba en lo que me pudo haber sucedido hasta que yo, calmada, decidiera comentar algo al respecto.
Maeve era asertiva y muy respetuosa si se trataba de la privacidad del otro. No intervenía hasta que se le pedía ayudar y ello, su prudencia, se lo agradecí en muchas ocasiones.
Por lo tanto, la muchacha no tenía por qué preguntar sobre mi estado de ánimo pues, ese día, me sentía molesta y totalmente indignada.
—¿Peleaste con tu mamá? —Rachel me preguntó sin tapujo alguno. Aislada, me encontraba degustando un café y reflexionando en silencio, sobre la vida y las adversidades que cada ser humano debía enfrentar en mayor o menor medida.
—No. —Negué, y sonreí. Rachel frunció el ceño y soltó una carcajada silenciosa pero atrevida.
—Entonces peleaste con tu hermana. —Volví a negar. —¿Viste a Matthew? —Dijo, esta vez, con un tono distinto, denotando preocupación.
Frustrada al no tener el tino suficiente para decirle que me dejara sola, hice lo único que hacía cuando algo me disgustaba; rodeé los ojos. Rachel, conocía muy bien ese gesto, pero, aun así, no se fue de la mesa que, cabe destacar, no era la misma que utilizábamos por costumbre al reunirnos.
—No, Rachel. —Espeté. —No vi a Matthew y no peleé con nadie de mi familia. Quiero estar sola, ¿sí? Necesito pensar...
Rachel se encogió de hombros con desinterés. Creí por un momento que se molestaría y se iría de mi lado, pero en cambio, sucedió todo lo contrario. Se quedó a mi lado, pero no emitió ninguna palabra. Se quedó y tomó su café junto a mí. En silencio. En un silencio que deseaba compartir conmigo misma y con nadie más.
¿Tanto le costó enviarme un mensaje anunciado que no iría a ver la película conmigo? Me pregunté. Tomé otro sorbo de mi café y esperé a que éste, lograra sosegar la molestia que sentía al haber sido plantada por mi propia pareja ficticia. Sin ninguna explicación hasta el momento.
Me molesté, como era evidente pues, a nadie le gustaba ser traicionada de esa forma, independiente de la persona que fuese. Sin embargo, pensé, en silencio el porqué de mi molestia que, por cada segundo, aumentaba mis deseos por increpar a Evans y manifestarle mi descontento.
Más, en mi fuero interno, algo me hacía ruido y ello, tenía que ver con la importancia que yo le daba a la falta de Evans; Falta que, meses atrás, no me hubiese afectado tanto como en ese momento en el que tuve que entrar sola al cine y ver la película en compañía de nadie.
—Claire... —Murmuró Rachel. Alcé la mirada para verla. Más, al hacer eso, vi a Chris dirigirse hasta nosotros. Lucía un semblante circunspecto, pero sus ojos, reflejaban mucho más que ello. ¿Culpa? ¿arrepentimiento? Bien no lo sabía. En ese momento, lo único que quería era estar sola y evitar las excusas baratas de quien me había dejado viendo la película sola.
Rachel saludó a Chris con bastante efusividad, pero frunció el ceño cuando vio que yo no saludaba a Chris como siempre; con un abrazo y beso fugaz en su mejilla decorada por su frondosa y suave barba. La muchacha no dijo nada al respecto y, si algo quiso decir, tampoco pudo haberlo hecho pues, el rubio, antes de que dijera palabra alguna le pidió que nos dejara a solas por un momento.
Rachel asintió obediente, sin decir ninguna palabra. Yo, en cambio, tomé mi vaso con café y me levanté de mi asiento, decidida a dejarlo solo.
—Claire, espera...—Me dijo Chris. Mi brazo sintió la presión que hacía su mano para detener mi ida. —Te debo una disculpa.
—Chris, no hace falta. De seguro tenías cosas que hacer. —Le dije. Irónicamente, esbocé una sonrisa. — Cabe también la posibilidad de que tu celular se haya descargado, ¿no? Y el cargador de éste lo hayas extraviado. Toda calza, por eso no recibí mensaje alguno de tu parte.
Tomé su mano y la alejé de mí, comenzando, nuevamente, a caminar lejos de él. Pero Chris nunca se caracterizó por ser un individuo que se quedara en pie en un lugar, callado y sin exponer su opinión o excusa. Él, siguió mis pasos.
—Claire, lo siento... —Musitó abrumado. —¿M-me quieres escuchar, por favor?
Me detuve en seco y lo miré, casi con los ojos llenos de lágrimas. Que patético, pensé. ¿Por qué iba a llorar? Me pregunté en mi fuero interno. ¿Cuál era la razón por la que mis ojos amenazaban con derramar lágrimas?
Abruptamente, mi garganta se cerró y ello, provocó un dolor insoportablemente seco al querer hablar. Tosí para que el dolor se disipara, pero ello, no significó que las lágrimas también se fueran. Una logró escapar, dejando en evidencia lo que sentía en ese momento.
Chris frunció el entre cejo.
—¿Estás llorando? —Inquirió con una de sus cejas en alto. Su mirada denotaba extrañeza. No afirmé ni negué a su pregunta. —¡Oh vamos! no creo que esto sea motivo para que llores.
Chris logró soltar una risita divertida que, duró por muy corto tiempo. Se esfumó cuando me sintió gruñir entre dientes, indignada y haciéndome sentir peor de lo que me sentía hace minutos atrás. Antes de comenzar a llorar; antes de verlo caminar gallardo hacia mi dirección.
—Eres un indolente, Chris Evans. —Espeté, furiosa. —Es increíble cómo un idiota como tu es capaz de arruinarle el día a otra persona. —Escupí con ira, sin siquiera pensar las palabras que usaría. Chris parpadeó atónito, seguramente, extrañado ante el tono utilizado en mi voz. —Dejé esa tarde sólo para salir al cine contigo, porque en eso habíamos quedado, ¿no? a menos que para ti sólo haya sido una broma o un entusiasmo del momento.
—Lo siento, Claire. —Musitó, estupefacto. —Pero tenía cosas que hacer. No te quiero mentir, se me olvidó que teníamos planeado ir al cine. ¡Pero, vamos! íbamos a salir en plan de amigos, no sé por qué le subes el perfil. —Se encogió de hombros.
Volví a gruñir, aún más indignada.
—¡Eres un idiota, Evans! — Vociferé. — ¡Te envié un mensaje!
—¡No entiendo por qué me insultas! —Bramó de vuelta. — Somos amigos, no pareja, Claire. Los amigos pueden fallar en esto...
—¡Y las parejas igual, idiota! —Entre dientes volvía gruñir. — ¿Sólo bastaba un mensaje, sabes? si tenías planes más importantes que hacer, yo lo iba a entender. Es más, nos hubiésemos ahorrado esta estúpida pelea. —Mi sangre hierve por cada palabra que digo. — ¿Y sabes qué? —Le dije, mientras metía mi mano en el bolsillo trasero de mi pantalón, extrayendo el boleto de cine que había comprado para él. Inhalé profundo y, con rabia, pegué el boleto en su pecho. —Te perdiste una muy buena película.
No perdí el tiempo en quedarme a discutir con él pues, sentía que, si decía otra palabra más, rompería finalmente en llanto. Así mismo, tampoco me detuve al escucharlo llamar mi nombre.
Me fui, creyendo de igual forma que mi actitud no había sido la mejor. Sí, estaba enojada, y la actitud de Evans tampoco fue la más asertiva, pero ello, no era excusa para insultar a quien ni si quiera era mi novio de verdad, sino más bien ficticio.
Me pregunté una y otra vez el porqué de mi indignación tan exagerada. Pero tras sentirme aún molesta, no logré llegar a ninguna conclusión factible más que a la que Chris me había dicho anteriormente: el ser amigos y no parejas.
Mi error: Ver la situación como si de una pareja se trataba.
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