1.- Desafío
Con pesadez y sin ánimo, observé las luces del lugar en el que me hallaba. Poca luz, murmullos por doquier y música. Tanto mujeres como hombres caminaban de un lado a otro con bandeja en mano y, sobre ella, vasos con cerveza, ron o lo que a la gente se le apeteciera pedir. No era un lugar que no conociera. Lo conocía perfectamente pues, había tenido la oportunidad de asistir con mis colegas a disfrutar de algunos vasos de alcohol después de un triunfo o simplemente para liberarnos del estrés semanal.
Claro, ese día, no había sido el mejor. Apenas era martes y mi semana se vio arruinada por la noticia que mi madre me dio durante la mañana; el diagnóstico de cáncer que padecía desde ese momento mi padre. Las sospechas de una posible enfermedad, habían sido aclaradas.
Y, aunque quise irme a casa apenas había terminado mi jornada laboral, Rachel no me dejó. Bien sabía ella que me hundiría en mi tristeza en cuanto cruzara la puerta de mi hogar, entre la oscuridad de mi pieza, esperando que todo fuese un mal sueño.
—Te despejarás, Claire. –Me dijo Rachel por tercera vez, después de haber negado igualmente, tres veces la invitación al bar que, como compañeros de trabajo, usualmente recurríamos. —Hazme caso, mujer.
Y, allí estaba, entre mis colegas, escuchándolos hablar, pero sin prestar atención a lo que realmente decían. Estaba sumida en mis pensamientos. Sin embargo, lograba sonreír cuando sentía que alguien se dirigía hacia a mí con alguna pregunta o comentario. Pero claro estaba que solo era una sonrisa automática, una parte de mi mente estaba alerta y reaccionaba ante el medio en el que me encontraba mientras que la otra, simplemente estaba bastante lejos de mi dominio.
El mesero se acercó a nuestra mesa y depositó en ella los vasos de cerveza que habíamos pedido. El vaso de wiski frente a mí se veía refrescante y, de alguna forma, el que salvaría mi noche. No quería embriagarme, pero sí olvidar al menos que la salud de mi padre era delicada en esos momentos.
—A la cuenta de tres. —Ordenó Rachel a los demás, alzando su vaso al aire. Luke, Paul, Amanda y Chris, imitaron, entre sonrisas, la acción de levantar el vaso al aire, esperado ansiosos el número tres.
Rachel, muchas veces actuaba como una líder sin autoproclamarse como una. Por lo general, las personas seguían a mi amiga como si fuese la líder del grupo y ella, simplemente aceptaba sin ser consciente de ello. Lo que me parecía curioso, pero divertido a la vez. Ser la amiga de Rachel, también tenía sus ventajas dentro de lo laboral.
Rachel, contó hasta tres y al terminar, todos chocaron sus vasos, mencionando entre medio el famosos "salud". Los vasos fueron vaciados en menos de cinco minutos, por lo que el mesero, después de encargarle más cerveza, volvió con cinco vasos más y una botella incluida.
Aun no lograba el punto máximo en el que el alcohol inhibiera todo pensamiento y dolor que me causaba pensar en mi padre y su padecimiento, por lo que era consciente del tema que mis compañeros con entusiasmo y entretención opinaban. El famoso juego que consistía en fingir ser novios con algún amigo, y, la pareja que perdía, es decir, quienes terminaban enamorándose, debía pagarles una suma de dinero a los demás.
Algo patético, pero, Amanda, daba fe en que el juego muchas veces daba buenos resultados pues, su hermana le había comentado que, de las parejas que se habían formado entre sus colegas, varias habían terminado siendo novios de verdad. No pude evitar soltar una carcajada. Para mí, aquello era algo imposible y estúpido si se trataba de pagarles a los otros por haber perdido.
—Es cierto. —Insistió Amanda después de que Chris, al igual que yo, soltara una carcajada estruendosa, discrepando de lo que Amanda daba fe, había dado buenos resultados. — Esas parejas ahora están casadas y han formado una familia. El hecho está en que, resultó. El amor para ellos estaba allí, en el mismo lugar. ¿Y si el amor de nosotros está aquí, entre nosotros? ¿No lo han pensado? —Cuestionó la pelinegra con entusiasmo. En sus ojos se veía el deseo de querer probar la eficacia del juego que su hermana había jugado con sus colegas, lo que me pareció además de patético, algo inmaduro.
—Pero es juego de niños, Amanda. —Opiné, casi entre risas. —Nosotros ya no somos niños.
—¿Y? —Volvió a cuestionar. —¿Dejaras de jugar porque tienes veintiocho años? La vida aún es joven para nosotros y, aun así, cualquier persona puede jugar a esto. —Argumentó. —Y ¿quién sabe, Claire? Quizás el amor de tu vida esté aquí, entre nosotros.
—¿Cuál es la probabilidad, Amanda? —Le preguntó Chris un tanto burlesco. El joven de cabellos claros parecía interesado en la respuesta que la muchacha le pudiese dar. Aun así, pude notar cierto escepticismo con respecto al resultado del juego. Asentí aprobando su pregunta.
—Realmente son pocas. —Respondió la muchacha, admitiéndolo entre vergüenza. Pues bien sabía que nadie probaría suerte con ninguno de nosotros. —Pero no pueden negar que suena tentador. Es más, creo que la vida nos puede dar una oportunidad. Somos seis, tres hombres y tres mujeres...
Y, dejando la propuesta en el aire, esperando que alguno de nosotros se motive, observó a cada uno con paciencia. Una sonrisa se alojaba en su mirada y yo, comencé a percatarme que mis compañeros accedían a probar suerte. Maldije mentalmente una y otra vez. Chris volvió a soltar una carcajada, rompiendo el silencio que nuestra mesa había formado.
—Es una estupidez. —Dijo. —Esto no dará resultado. Yo no seré participe de esto. —Volvió a reír. — Pero sí veré cómo varios de ustedes fracasan por conseguir el amor de su vida, el que seguramente está allí fuera y no aquí, entre nosotros.
Evans se cruzó de brazos, y, aunque su postura luciera en desacuerdo con el juego que se llevaría a cabo, no dejó de sonreír. Pues a mi parecer, él ya se podía imaginar el poco tiempo que durarían las parejas que se conformarían en ese momento.
—Eres un amargado, Chris. — Rio Rachel a mi lado. — Y tú igual, Claire... — Me encogí de hombros sin saber qué responder. Di un sorbo de mi cerveza, esperando que, entre ellos, eligieran pareja.
Sin embargo, Amanda sugirió algo que no creí se le fuese a pasar por su mente ya dominada por el alcohol. Volví a maldecir nuevamente, una y otra vez por cada palabra que la joven se había atrevido a mencionar como desafío a nuestro escepticismo. Sus palabras, fueron lo suficientemente fuertes como para remecer mi cuerpo ante el impacto de su tétrica oración. De todas las personas presentes allí, no creí que, a ella, se le ocurriese tal desafío.
—Desafío a Chris y a Claire ser novios por cinco meses. Ya que ambos no creen que el amor puede estar entre ustedes, lo verificaremos dentro de los meses siguientes. —Y dicho aquello, todos comenzaron a aplaudir y a apoyar la idea de una Amanda ya bastante ebria. Miré con desesperación a Rachel, esperando que ella pudiese terminar con la idea de la pelinegra, pero mi amiga, al igual que la gran mayoría de mis colegas, había perdido la razón; Encogió los hombros y siguió aplaudiendo entre risas, evitando mi contacto visual que pedía con desesperación su ayuda fraternal.
—Acepto. —Dijo Evans finalmente, formando una sonrisa desafiante en sus labios carnosos y de color rojizos. —Les demostraremos que el juego no funciona. — Y dicho aquello, me miró y guiñó un ojo, esbozando también, una sonrisa amplia y airosa.
Suspiré.
Esto, no era más que el comienzo del juego.
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