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🍎CAPÍTULO VEINTIDOS🍎

Corrí por el sendero de tierra que llevaba al granero, mis pies apenas tocando el suelo. La furia me impulsaba, la rabia me ardía en las venas. No podía creer que Austros me hubiera ocultado la verdad sobre su vida, no solo a mi, sino a todos sus hermanos, a todos los que me habían recibido con los brazos abiertos en su familia. Mi rostro ardía con la vergüenza y la indignación me sofocaba como una ola.

La imagen de aquella mujer con el pequeño  se había grabado en mi memoria como una herida abierta. No podía creer que él, me hubiera ocultado algo tan importante, algo que lo definía como persona.

Ya aprenderá que Austros ama mentir, señorita White.

Recordé las palabras de Deimos el día que llegué a la vida de los Snow, las cuales ahora cobraban sentido.

Al llegar al granero, ví a Austros charlando con los demás , su rostro iluminado por una sonrisa que me causaba un dolor punzante, esa sonrisa que usaba siempre junto a sus comentarios audaces. Mi corazón se encogió, sintiendo que una parte de él se me escapaba.

—Austros —dije, mi voz temblorosa de ira—. Necesito hablar contigo.

Austros se giró, su sonrisa se desvaneció al verme. Tal vez se me notaba demasiado el enojo en el rostro.

—White —dijo, su voz apenas un susurro—. ¿Qué pasa?

Me acerqué a él, mis pasos firmes y decididos. El silencio se apoderó de la habitación, solo interrumpido por el sonido de mi mano impactando fuertemente en su rostro. Caelus se acercó de inmediato y me separó del cuerpo de Austros quien me observaba con los ojos llenos de furia.

—¿Te has vuelto loca? —me gritó.

—¡Eres un mentiroso de mierda!

Las lágrimas comenzaron a caer de mis ojos. El fuego de los celos ardía en mi interior. ¿Cuánto tiempo llevaban juntos? La ira me invadió, una furia descontrolada que me hacía temblar. ¿Cómo había podido ocultarme este secreto tan importante?

Era como si un castillo de naipes que había construido con tanto cuidado se hubiera derrumbado de golpe. Mi mundo se había convertido en un torbellino de dolor, de rabia, de decepción. No era solo que me hubiera engañado, era que me había hecho creer en algo que nunca fue real.

Las lágrimas brotaron sin control, ardientes y amargas. Me sentía vacía, como un barco a la deriva en un mar de dudas. ¿Cómo podía seguir adelante con esto? El dolor era tan intenso que me costaba respirar. La traición, los celos, la ira, se entrelazaban en un nudo impenetrable en mi interior.

Elais se acercó a mi y sostuvo mi rostro con sus manos. Su mirada dulce se encontró con la mía y de cierto modo mi respiración comenzó a calmarse.

—Bianka —su voz suave me transmitía paz—. ¿Qué pasa? ¿Por qué has golpeado a Austros?

Austros estaba furioso mientras Gerión y Caelus se interponían entre nosotros evitando que él se acercara a mi. ¿Acaso era capaz de golpearme?

—¡Te has pasado diez pueblos, Bianka White! —me gritó.

Y eso hizo que me hirviera la sangre. Me solté del agarre de Elais y aparté a Caelus de el medio.

—¡Ochenta pueblos te has pasado tu al ocultarnos a todos que eras casado!

El silencio inundó el granero, Austros desentonó totalmente su expresión y Gerión dejó de observarme para mirarlo a él. Todos lo estábamos mirando a él.

—¿De qué cojones hablas? —dijo sorprendido.

Reí, para colmo iba a negarla.

—Bianka está hablando de esta mujer —Balios apareció en la entrada acompañado de Elena.

Le apuntaba con un arma en la cien, el niño no estaba, seguramente lo había dejado custodiado por Lev. El rostro de Autros se descompuso al verla y rápidamente se acercó a ellos.

—¡Baja esa maldita arma! —le ordenó a Balios y luego envolvió sus brazos en el cuerpo de Elena.

Mis piernas se volvieron de gelatina y tuve que agarrarme al brazo de Gerión para no caer. Las lágrimas brotaron de mis ojos, calientes y saladas, como lava volcánica. Mi corazón se había hecho añicos, cada pedazo se convertía en un pequeño trozo de hielo que se derretía en mi interior. Elais, sin decir una palabra, se acercó a mí y me rodeó con sus brazos. Su presencia era un bálsamo para mi alma, un refugio en medio de la tormenta.

Lloré en su hombro, sin control, sin vergüenza, liberando el dolor que me ahogaba. Elais no dijo nada, solo me acunó en sus brazos, con una ternura infinita, como si me estuviera protegiendo del mundo.

—Respira —me susurró Deimos mientras pasaba su mano por mi cabello.

—¿Qué carajos significa esto? —escuché a Gerión preguntar con voz furiosa.

Austros se separó de Elena y luego llevó su mirada a sus hermanos. Su rostro serio, no había ni un rastro del Austros divertido que conocía.

—Elena no es mi esposa —informó y no pude evitar dudarlo.

Me separé de los brazos de Elais y lo fulminé con la mirada.

—Ella se presentó a si misma como tu esposa junto a un niño. ¿También piensas ocultar a tu hijo?

Mi voz temblaba con cada palabra que salía de mi boca.

—Elena es mi hermana biológica —soltó y pude ver la confusión en el rostro de los demás Snow—. El niño es su hijo, hace mucho tiempo contraté un detective para descubrir el paradero de mi verdadera familia y di con ellos, hice los exámenes pertinentes, somos hermanos.

Gerión apretó los puños y tomó una profunda respiración antes de hablar.

—¿Cómo supo donde estamos? —cuestionó.

—Siempre la he mantenido al tanto de mi ubicación, por si necesita mi ayuda, su esposo le pega, imagino que han huido de casa y vinieron por mi ayuda —llevó su mirada hacia Elena y ella asintió.

Algo no terminaba de convencerme. Pero si era su hermana, Austros confiaba plenamente en ella. Su mirada afilada fue directo hacia mi.

—Podrías haberme preguntado, antes de actuar como una loca.

Mi enojo no había desaparecido.

—Ella pudo haberse presentado como lo que es y no mentir —respondí y llevé mi mirada hacia Elena—. Has entrado en esta casa y lo primero que has hecho es mentir, no es una buena forma de empezar a relacionarte con la familia de tu hermano.

Mi voz fue severa, no confiaba en ella y en lo que a mi concernía tenía que ganarse mi confianza y respeto. Me había hecho pasar un mal rato con su jueguito de esposa necesitada.

—Lo lamento —dijo con vergüenza.

—Van a quedarse por unos días, hasta que consiga un lugar seguro para ellos —informó Austros y una sensación amarga me bajó por la garganta.

Gerión caminó hasta Austros con la expresión seria.

—Voy a investigarla y hasta entonces permanecerá encerrada en una de las habitaciones —Austros asintió—. Si encuentro algo sospechoso, yo mismo le daré un tiro en la frente, hermano.

Hizo énfasis en la palabra "hermano" y salió del granero. Detrás le siguieron los demás, Elais tomó mi mano para que saliera junto a él pero Austros habló.

—Me gustaría hablar con Bianka a solas, Elais. ¿Puedes acompañar a Elena a la casa?

Elais me miró de inmediato.

—¿Quieres hablar con él? —preguntó y asentí.

Él y Elena se marcharon y un silencio nos envolvió a mi y a Austros en el granero. El corazón comenzó a latirme con fuerza y un ligero temblor se apoderó de mis manos. Austros me miró desafiante, esperaba una disculpa de mi parte pero no iba a recibirla,  tenía motivos para actuar como lo hice. Y aunque Elena no fuese su esposa, nos había nos había ocultado su existencia.

Él caminó hacia mí despacio, sus ojos desafiantes hicieron que se me secara la garganta. Retrocedí inmediatamente pero mi cuerpo terminó chocando contra una de las mesas.

—Me diste una cachetada, White  —dijo mientras acorralaba mi cuerpo entre sus brazos.

—Te lo merecías por infiel —respondí usando toda mi fuerza de voluntad para no caer en su juego.

Austros sonrió con picardía y luego puso una cara de cordero asustado, sus ojos irradiaban ternura. No sabía como podía cambiar la expresión de si rostro y su humor tan rápidamente.

—No soy un infiel, Bianka.

Oculté las emociones que me provocaron escucharlo decir mi nombre por primera vez, levanté una ceja ante su respuesta y añadió:

—Por lo menos no contigo.

Un profundo suspiro salió de mis labios, estaba cayendo en su labia. ¿Pero acaso alguien podría resistirse? Sus manos tomaron mi rostro obligándome a mantener la mirada.

—Lamento que te enteraras de la existencia de Elena de esta manera, pero no me arrepiento de mis decisiones, White, es mi hermana y debo protegerla.

Una punzada de celos hizo temblar mi corazón. No quería mujeres cerca de ellos, solo yo. Era una egoísta y avariciosa, que anhelaba convertirse en la obsesión de los Snow.

—Ella no me agrada —le dejé claro.

Austros dió un paso al frente pegando aún mas su cuerpo al mio.

—Es mi hermana, debes tratarla bien.

Negué con la cabeza. Me rehusaba a convivir con ella, no me generaba confianza.

—¿Qué puedo hacer para convencerte, White?

Su voz sonó tan seductora y sexy que envió corrientes eléctricas por todo mi cuerpo. Me tensé y apreté la orilla de la mesa con mis manos, tratando de contener el deseo que comenzaba a arder.

—Absolutamente nada, Austros.

Me iban a dar un premio a la mejor mentirosa y él lo sabía. Una sonrisa traviesa adornó sus labios y levantó su mano para agarrar mi barbilla.

—Me gusta que seas posesiva con nosotros, pero no vuelvas a faltarme el respeto nena, porque entonces vas a conocer un lado de mi que no te gustará.

Asentí y luego usé toda mi fuerza de voluntad para alejarlo de mi. Austros no trató de impedir que mis manos empujaran su cuerpo lejos del mío. Noté su decepción pero no tenía ánimos para sus juegos, aún sentía el dolor de lo que acababa de pasar.

Caminé hacia la casa dejándolo detras, aunque sentía sus paso siguiéndome por todo el sendero. Adentro me esperaban los demás sentados en la sala. Desde que pasó el incidente en la antigua casa los Snow habían disminuido sus salidas, trabajaban en el granero y se reunían pocas veces en la ciudad con los detectives que estaban en la búsqueda de las famosas minas de diamantes de mi padre.

—La he dejado en la última habitación —le informó Elais a Austros, acto seguido pasó por mi lado y subió las escaleras.

Solté un bufido y crucé mis brazos. Estaba celosa de su propia hermana, a veces me asustaba a mi misma. Algo en esa chica me daba mala espina.

—Gerión la ha mandando a investigar, Bianka —me dijo Felis con una sonrisa divertida—. Si resulta ocultar algo te daré la pistola para tu misma te encargues de ella.

—Lo haré encantada —respondí y todos me miraron con sorpresa.

Solté un suspiro de resignación y me senté en el sofá más grande, justo en medio de Deimos y Caelus. Este último pasó su brazo por detrás de mi espalda y comenzó a acariciarme el cabello con suavidad.

—Solo es su hermana —añadió Elais—. No creo que debas preocuparte, princesa.

Eso era lo que más me preocupaba. ¿Y si había engañado a Austros? ¿Cómo iba a quedar él cuando se enterara de que el niño y ella no son su familia?

El celular de Gerión interrumpió mis pensamientos. Contestó de inmediato con el rostro serio y solo pronunció una frase.

—Entendido.

Cuando colgó todos lo mirábamos en espera de noticias. Guardó su celular nuevamente en el bolsillo y luego se recostó cómodamente en el sillón.

—Elena y Austros son hermanos.

¡Genial! —nótese el sarcasmo—. Ahora tenía que verle el rostro todos los días y ver como Austros se desvive cuidándolos a ella y a su hijo.

Me levanté del lugar con ganas de alejarme de todos. Mi batería social se había agotado, ellos parecieron entender que necesitaba espacio y no pusieron resistencia mientras subía a mi habitación. Austros bajaba junto a Elena en ese preciso momento y sentí la bilis subirme a la garganta.

—Venga, White, voy a enseñarle a Elena los alrededores, acompáñanos.

—Vete a la mierda, Austros.

Corrí hacia mi habitación y me encerré de un portazo.









Hola, hola
Si ya sé, no es mucho.
Pero después del bloqueo tan horrible que he pasado para mi significa un montón haber podido escribir este capítulo. 

Gracias a las que han esperado pacientemente 🥺🙏🏻
Espero poder seguir avanzando y que la inspiración no se vaya nuevamente.

Las amo mil❤️

Pdta: perdón por la hora, recién me pusieron la electricidad.

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