🍎CAPÍTULO QUINCE🍎
Mi sueño fue interrumpido por tres toques en la puerta y una vos masculina que no pude reconocer en medio de mi somnolencia. Miré a mí alrededor, estaba en mi habitación, en la casa de los Snow. Afuera el sol iluminaba el jardín, olvidé cerrar las cortinas la noche anterior en medio de mi llanto y mis ojos estaban sufriendo por culpa del exceso de iluminación.
Me levanté perezosamente y estiré mi cuerpo. Los golpes volvieron a repetirse y solté un bufido, quien fuese se encontraba apresurado. Mis pies descalzos hicieron contacto con el frío piso y un bostezo se me escapó mientras agarraba el pomo de la puerta y abría.
—Buenos días nena —Caelus me observó con una sonrisa y a su lado Austros empujó una bandeja llena de comida hacia mí.
—Te hemos traído un desayuno del perdón, White —él también sonrió.
Miré la bandeja que sostenían sus manos: habían panqueques con miel, avena, fresas y una humeante tasa con chocolate. Casi, pero casi, sentí un ligero sentimiento de pena por ellos, pero se borró al instante en el que recordé que me mintieron y que me habían llevado a su casa a base de engaños.
—No quiero nada de ustedes —les dije de mala gana dispuesta a cerrar la puerta pero Caelus me lo impidió.
—No seas mala, White —habló Austros—. Mira lo delicioso que se ve esto.
—Nos hemos despertado temprano para prepararlo, yo lo hice casi todo —Añadió Caelus.
Su hermano lo miró totalmente ofendido y le dio un ligero golpe en la cabeza con la mano que tenía libre.
—Quedamos en decirle que era entre los dos —le dijo.
—Eres un vago Austros, todo lo que hiciste fue quejarte porque estaba tardando.
La puerta emitió un sonido seco cuando prácticamente la cerré en sus caras.
—Te dije que no iba a funcionar —le dijo Caelus a su hermano con la voz cargada de reproche.
—Haces unos panqueques horribles, seguro por eso nos ha tratado así, esto huele fatal —le dijo Austros.
—Claro, por eso te comiste los cuatro que faltan.
—Estaba ayudándola para que no comiese mucho y mantuviese la forma, no ves que es una diosa —se defendió Austros.
Una pequeña risita se me escapó al escucharlos pelear como niños pequeños.
—¿Ahora qué vamos a hacer? —cuestionó Caelus.
—Vamos, tengo que planear algo para que nos perdone.
Escuché sus pasos alejarse de la habitación y solté el aire con frustración. Aquello iba a ser difícil, los Snow me iban a dar guerra, pero sin duda alguna había decido enseñarles a confiar en mi o por lo menos a contarme las cosas que tengan que ver conmigo o mi pasado. Pasé toda la noche llorando y reflexionando sobre muchas cosas, y estaba totalmente decidida a cambiar mi forma de actuar y de pensar.
Después de todo lo que Balios me contó, me di cuenta que no iba a servirme de nada seguir siendo Bianka la chica inocente. Estaba en peligro, muchas personas querían dañarme. Necesitaba convertirme en una mujer fuerte y enseñarles a los hermanos que podía enfrentarme a todo lo que estaba por venir.
Mi cabeza era un caos de ideas y pensamientos, confusión, rabia, dolor, sentía tantas cosas a la vez. Pero iba a enfrentar las cosas de a poco, una a una. Los primeros en la lista, eran los siete hombres con los que iba a convivir de ahora en adelante.
No tardé mucho tiempo en arreglarme, me puse la misma ropa con la que había llegado a la casa, la falda larga que Delle me obligaba a usar todo el tiempo y esa blusa holgada que tanto empecé a detestar. Caminé por el pasillo deprisa y bajé las escaleras, si mi noción no se equivocaba los hermanos debían estar esperando abajo para desayunar.
En efecto, sus siete miradas me encontraron en cuanto puse un pie en el comedor, no pronuncié palabra lguna y pasé directo hacia la cocina, pero antes de que pudiera alejarme Gerión me detuvo tomándome por el brazo con expresión serena, me alejé de su toque de inmediato.
—Bianka, ya sabes la verdad, no es necesario que sigas trabajando como nuestra sirvienta, Elais ha hecho el desayuno, nos encargaremos de contratar personal para la casa.
Llevé mi mirada a Elais, quien me dio una sonrisa bastante nerviosa y luego la regresé a Gerión. Era extraño mirarlos sin sentirme intimidada, creo que ese sentimiento hacia ellos, murió cuando me decepcionaron.
—No pensaba hacerles el desayuno, Gerión —le respondí con soberbia—. Por supuesto que no voy a trabajar más como su sirvienta, gracias a mi, tienen todo esto.
—Bianka..._—intentó hablar Deimos pero le hice una seña con mi índice para que se callara.
Sabía que intentaba advertirme sobre Gerión, pero me importaba muy poco la furia del mayor de los hermanos. Estaba dispuesta a lidiar con lo que fuese. Caminé hasta la cocina bajo las atentas miradas de los Snow. Agarré un encendedor, una botella de alcohol y regresé a la mesa. Primero me saqué la falda y la cara de terror de Elais fue increíble, se puso de pie de inmediato y se acercó hacia mi mientras se quitaba su camisa para cubrirme.
—¡No me toques! —me aparté hacia un lado mientras también me deshacía de la blusa.
Los demás solo me veían sin mover un músculo.
—¿Y ustedes por qué se quedan ahí como estúpidos? —les gritó a sus hermanos.
—Estamos disfrutando de la vista —respondió Felis—. No seas aburrido, Elais.
Gerión le hizo una seña a su hermano para que me dejase en paz y él regresó a su asiento, por mi parte camine hacia la mesa, evitando los pensamientos de vergüenza al estar completamente desnuda antes ellos nuevamente. Lancé el alcohol encima de la ropa y luego prendí el encendedor. Las prendas comenzaron a arder en llamas y una sonrisa dibujó mi rostro. Este era el fin de una vida llena de miedos e inseguridades y de ese fuego iba a resurgir una nueva Bianka. Miré a los hermanos y sonreí con suficiencia.
—Necesito ropa nueva —les dije—. Quiero una habitación como la de ustedes, mi propio coche y a partir de hoy quiero ser notificada de cualquier asunto relacionado con las riquezas de mi padre.
Ellos se miraron entre sí y el comedor quedó en silencio. La incertidumbre me estaba carcomiendo. Llevé mi mirada a Austros que negaba con la cabeza mientras sonreía, sin duda era el único que disfrutaba verme de esta forma. Gerión finalmente habló.
—Felis, Caelus, ustedes acompañen a Bianka a ir de compras —ordenó—. Yo me encargaré del personal de la casa, los demás sigan con su día como lo habían planeado.
Se levantó de la mesa de un tirón y caminó hacia la salida. Los demás le siguieron después. Solo quedamos Felis, Caelus y yo.
—¿Vas a ir así al centro comercial? —me preguntó Felis señalando mi desnudez y negué con la cabeza.
—Regreso en unos minutos.
Los minutos se convirtieron exactamente en dos horas, pero todo era parte de mi plan de venganza contra los hermanos. Llegamos al centro comercial más rápido de lo que pensé acompañados de varios guardias como siempre. Me encargué de que los dos Snow me acompañaran a cada departamento, evaluasen cada uno de mis vestuarios y cargasen con más de cincuenta bolsas, hice compras totalmente innecesarias y estúpidas, mientras ellos pagaban y me miraban con ganas de asesinarme. Llevábamos cuatro horas moviéndonos de un lado a otro
—Bianka —me dijo Caelus mientras caminábamos por un largo pasillo hacia otra tienda—. Has comprado muchísimas cosas. ¿No es suficiente, ya?
Llevé mi mirada hacia atrás, estaba todo sudado mientras cargaba las bolsas, Felis a su lado bebía una botella de agua, ambos respiraban agitados mientras yo solo llevaba una cartera de mano. Me había quedado con un vestido de los que compré puesto y unas lindas sandalias de tacón.
—Necesito más vestidos —respondí con frialdad y me giré dispuesta a seguir caminando pero mi cuerpo impacto con el de otra chica, que cayó en el suelo junto con las bolsas que cargaba, eran casi la misma cantidad con las que había castigado a los Snow.
Le tendí mi mano y la ayudé a levantarse con una sonrisa.
—Lo siento mucho —me disculpé.
—Tranquila, venía corriendo así que no te vi.
Era muy bonita, cabello rubio y ojos azules, con un vestido de flores, se sacudió el polvo inexistente y me sonrió.
—Soy Celeste, un placer conocerte.
—Bianka —le respondí cortésmente y escuché un bufido a mis espaldas, miré a Felis.
—Nos castigas con estas bolsas y para colmo te pones a socializar —me dijo con reproche y Celeste me observó apenada.
—No seas mal educado, Snow —lo regañé y él sonrió.
«Bianka, se supone que tienes que hacerlos enojar, no reír»
De repente unas voces bastantes peculiares se escucharon.
—¡Mierda! ¡Mis hermanas! —exclamó Celeste y comenzó a recoger todas las bolsas que habían caído al suelo—. Espero volver a verte, Bianka —me dijo antes de salir corriendo.
—Bien, ahora es cuando nosotros regresamos a casa —Caelus caminó hasta mí y enredó su brazo al mío.
—Aún no he terminado —dije.
Felis también se acercó e hizo lo mismo con mi brazo libre.
—Venga, ha sido suficiente castigo por hoy, nos largamos.
Entre ambos me hicieron caminar hasta la salida del comercial, les dieron las bolsas a los guardias y ambos montaron en la parte trasera del coche junto a mi, uno a cada lado.
—Hoy te has pasado, nena —comienza Caelus—. Entendemos que estés enojada, pero no somos tus esclavos.
«Por el momento»
Llevé mi mirada al frente ignorando sus palabras, pero mi cuerpo completo se estremeció cuando Felis acercó su rostro a mi oreja y lamió el lóbulo.
—Hasta cuando estarás enojada —me susurró—. Estoy muriendo por tenerte.
Su mano se posó en mi muslo. Llevé mi mirada a Cealus que parecía muy entretenido mirando a través de la ventana y luego volví a mirar al frente. La mano de Felis comenzó a subir lentamente por mi muslo.
«No podemos caer, tenemos que ser fuertes, Bianka»
Atrayendo toda mi fuerza de voluntad agarré su mano y la aleje de mi muslo. Le di una mirada llena de molestia.
—No vuelvas a tocarme.
Afortunadamente llegamos a casa y ellos bajaron del auto, sentí que volvía a respirar con normalidad. Entré a la casa dejándolos a ambos detrás y corrí directamente hacia la cocina por un vaso de agua. Pero me detuve abruptamente cuando observé a Gerión con una chica.
Si antes estaba enojada, ahora había aumentado por mil.
—Bianka —me dijo él—. Ella es Jissele, nuestra nueva empleada.
Miré a la chica de pies a cabeza, sus ojos estaban fijos en el hombre a su lado, no en mi, ni siquiera le importaba que él la estuviese presentando. Lo estaba mirando solo a él, a mi hombre, bueno a uno de ellos.
—Despídela —le dije pasando por su lado, caminé hasta la nevera y agarré una botella de agua.
Gerión me observó con confusión sin entender que había dicho o más bien, por qué había mandado a despedir a la chica.
—¿Qué has dicho? —cuestionó.
Ella me observó con temor y volví a repetir.
—Que la despidas.
Esta vez la chica observó a Gerión con cara de perro abandonado, buscando seguramente que él la protegiese.
—Puedes irte —le dijo a la chica—. Ya la has oído.
Ella me miró con cara de pocos amigos y salió dejándonos solos. Me giré y comencé a beber agua tranquilamente sintiendo la mirada de Gerión en mi espalda.
—¿Por qué has hecho eso?
No respondí, fingí ser sorda mientras continuaba saciando mi sed hasta sentí su cuerpo chocar contra el mío. Gerión me giró haciendo que quedara frente suyo, apretó su mano en mi garganta y estampó mi espalda contra la nevera.
—Estoy cansado de este jueguito, Bianka, deja de ser una insolente y responde cuando te pregunto algo.
Una sonrisa se dibujó en mi rostro.
—Me confundes —le dije—. ¿Puedes decidirte, soy una niña inocente o una insolente, Gerión Snow?
—Eres ambas, Bianka White, dime por qué me hiciste despedir a la chica.
La seriedad llenó mi rostro. En ese momento los demás hermanos llegaron a la cocina y observaron la escena, era el momento perfecto para dejar las cartas sobre la mesa.
—Porque no quiero ninguna mujer cerca de ustedes —respondí—. Porque soy codiciosa y los quiero solo para mi, me importa una mierda si no saben compartir, tendrán que aprender, porque planeo ser suya, así como ustedes son míos a partir de este momento, señores Snow, cualquier mujer que se atreva a acercárseles correrá el mismo destino que Brianna.
Gerión soltó el agarre en mi cuello y yo sonreí con malicia.
—Bien, si tanto insistes, vamos a tener una conversación todos.
Lo miré sorprendida y a la vez confundida.
—¿A qué te refieres?
Austros dio un paso al frente.
—Nos quieres a todos, ¿no, White?
Asentí.
—Pues tendremos que conversar y darle forma a esto —explicó Deimos—. Poner normas y límites, Bianka.
—Bien, conversemos.
Dije caminando hacia el comedor.
—No —Felis me detuvo sosteniéndome por el brazo.
—Ellos no hablaran de esto aquí —añadió Balios.
—Iremos al Edén, Bianka —me informó Elais.
—Allí es donde se encendió la chispa—Caelus habló y tomó mi mano—. Y ahí es donde la haremos explotar.
Jelouuuu...
No creí que fuera a lograrlo, pero aquí tienen el capítulo 💪🏻
Espero les haya gustado.
En el próximo capítulo los hermanos le pondrán a Bianka las cartas sobre la mesa y tendremos a un invitado especial 😌
Espero les haya gustado amores.
Nos leemos pronto.
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