6. El Cazador
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
6.
<<El Cazador>>
.
4 meses atrás
.
—¡¡Draco!! —gritó una voz. Unos pasos apresurados la acompañaban, pero él estaba tan aturdido que no supo desde dónde provenían los ruidos. Los oídos aún le zumbaban, los bordes de su visión estaban borrosos. Notaba un sabor ácido y metálico en la boca—. ¡¡Eh, Draco!! —La voz se acercaba, pero fue incapaz de alzar los ojos del suelo. Le dolía el costado derecho y el brazo porque había aterrizado sobre ellos al caer de la escoba. También le escocía las zonas donde el fuego le había chamuscado la ropa llegando a rozarle la piel.
Al final, una figura oscura le alcanzó y unas fuertes manos le zarandearon por los hombros sin cuidado.
—¡Draco! ¡Eh! ¡¿Me oyes?! —Le preguntó esa persona—. Oí que habías vuelto pero... ¿Qué te ha pasado?
Por fin pudo levantar sus ojos hacia el rostro que tenía ante sí. Era Blaise, exhibiendo una mueca de seriedad y pánico que pocas veces había visto en él. Fruncía el ceño con furia y apretaba los labios con ansiedad ante su silencio.
—¡¡¿Qué?!!
—Crabbe ha muerto —Fue lo primero que dijo. Blaise espatarró sus ojos, después sacudió la cabeza y le apretó aún con más fuerza los hombros—. Hace tan solo unos instantes, en la Sala de los Menesteres...
—¿Cómo...? ¿Quién?
—No —meneó la cabeza, el aire entraba por su nariz ahora con más fluidez pero aún notaba un angustiante vértigo, como si el mundo estuviera del revés—. Ha sido él mismo...
Draco le contó lo que había ocurrido en esa sala y cómo había logrado escapar por los pelos de acabar carbonizado como su amigo. Zabini escuchó, dejando a un lado la evidente urgencia que le había llevado hasta allí y cuando lo hubo asimilado todo, soltó al rubio y empezó a despachar maldiciones en voz alta, agitando los brazos y pateando el suelo.
—¡¿El fuego infernal?! ¡¿En serio?! ¡¿Cómo se le pudo ocurrir invocar algo tan peligroso con su escasa experiencia con las artes oscuras?! —Se puso a chillar—. ¡¿Cómo pudo ser tan estúpido?!
Draco le observó, intentando recuperar el dominio de sí mismo. Los mortífagos que habían ocupado su casa y aterrorizado a su familia durante meses los obligaron a volver a Hogwarts cuando Voldemort los convocó allí para la Batalla, pero él había logrado escabullirse del resto. Tenía la mente clara y sabía lo que debía hacer, pero la repentina y, como bien había dicho Blaise, estúpida muerte de Crabbe le había dejado en shock.
A su alrededor la gente corría, se oían explosiones y gritos. ¡La lucha continuaba! Y no podía dejarse llevar por esa sensación de despersonalización que le había paralizado y entumecido sus pensamientos.
—¿Dónde están los demás? —Preguntó, entonces. Blaise respiró hondo, también volviendo a serenarse. Se pasó una mano por la cabeza y pensó.
—Los menores de edad han sido evacuados del castillo —explicó, hablando ahora más deprisa—. El resto están en las mazmorras.
—¿Qué hacen allí?
—McGonagall dijo que todos aquellos mayores de edad que quisieran quedarse a luchar por el colegio, podían hacerlo. Y los que no... debían irse —Chasqueó la lengua—. Ningún Slytherin quiso huir, pero por supuesto, tampoco podíamos unirnos a la batalla.
>>. ¡Muchos de nuestros padres y amigos están en el bando de los mortífagos! ¿De verdad esperaba que peleáramos contra ellos?
—¿Alguien de Slytherin se ha unido al Señor Tenebroso?
—Ni uno solo —respondió Blaise y en su voz asomó un hálito de orgullo, a pesar de la mueca de fastidio que adornaba sus rasgos—. No podemos unirnos a ningún bando, así que hemos vuelto a las mazmorras a esperar —Miró a su alrededor, chistando en voz baja—. Todo se está viniendo abajo...
—Deberíamos llevarlos al Gran Comedor —opinó Malfoy. Mientras atravesaba el castillo había observado que habían establecido allí un punto de reunión, también era donde llevaban a los heridos más graves—. Si nos escondemos, cuando esto acabe, podrán acusarnos de cualquier cosa.
>>. Que vean que los Slytherin no se unieron al bando equivocado...
—¿Y si el Señor Tenebroso resulta vencedor?
—No vamos a tomar parte en nada —respondió —. Esperemos que con eso baste.
Blaise asintió, tal vez porque no tenía, ni podía imaginar en esos momentos, un plan mejor que ese. Le palmeó la espalda a su amigo y por fin, logró recomponer una sonrisa.
—Los demás se alegrarán de que hayas vuelto —Le indicó, justo antes de echar a andar rumbo a la sala común de las serpientes—. Estarán más tranquilos contigo aquí... —Entonces, se dio cuenta de que el otro no le seguía—. ¿Qué?
Draco alzó su mirada, muy seria.
—¿Dónde está?
—Ya te he dicho que están todos en las mazmorras... ¿A quién te...?
—¿Dónde está? —repitió, apretando la mandíbula—. ¿Está en la enfermería?
Los ojos de Blaise se abrieron, por segunda vez, de una manera tan desproporcionada que en otra situación habría resultado incluso cómica. Sostuvo su mirada hasta que apretó los labios en una línea rígida.
—No, Draco —Le dijo con seriedad y retrocedió para encararle desde su superior altura—. Olvídalo, no es momento para eso.
—Está allí, ¿verdad?
—¡No! —rugió el otro—. No seas estúpido —Le advirtió. Draco parpadeó una vez e hizo el intento de darse la vuelta, pero Blaise le enganchó de la chaqueta y se lo impidió—. ¡¿Es que quieres morir?! Todos saben lo que hiciste el año pasado y no dudarán en atacarte en cuanto te vean.
>>. Y no te creas que a los mortífagos les caes mejor después de lo que pasó en Pascua en tu casa. Ahora mismo, eres objetivo de ambos bandos y la única posibilidad de que no te maten es que te quedes con nosotros, tus compañeros de casa. Solo nosotros podremos protegerte.
Sabía que Blaise llevaba razón. Tanto los de un lado como los del otro tenían motivos de sobra para acabar con él en cuanto se lo cruzaran en una esquina, y aunque pudiera defenderse de unos cuantos, no podría con todos. En algún momento cometería un error o el agotamiento le vencería.
Entonces, sería el fin. Y lo sabía con la misma claridad con que seguía oyendo las explosiones al otro lado del muro u olía el humo filtrándose por las ventanas.
Sin embargo...
—Tengo que asegurarme de que está bien.
—¡Pues claro que está bien! —Insistió Blaise, fuera de sí—. En la enfermería no le pasará nada...
—Entonces, ¿si está allí?
—¡Maldita sea, Draco! —Zabini perdió los nervios de todo, dándole un fuerte empujón que le estampó contra la pared—. ¡¿De verdad vas a jugarte la vida por una simple...?!
—¿Una simple qué? —Le retó, furioso—. ¿Una mestiza?
—No iba a decir eso...
—Ya conoces a los mortífagos —Le recordó con repulsión—. En cuanto tengan la oportunidad atacarán la enfermería, a los que no pueden defenderse.
>>. ¡Eso les divierte!
—¡También a ti si estás allí!
—Y a ella también —Se apartó de la pared, frotándose el costado herido—. Eso no va a pasar —Blaise sacudió la cabeza, quizás buscando algo más qué decir que lograra hacerle cambiar de opinión, pero Malfoy sacó su varita y decidió dar por terminada aquella conversación—. Ve a por los demás, sácalos de las mazmorras y llévalos al Gran Comedor.
>>. Procurad que nadie piense que vais allí a pelear...
—¡Ah! —El moreno se palpó la cara, presa de los nervios y de una risa oscura que se apoderó de él—. Procura tú que no te maten.
—¡Nadie va a matarme!
—Espero que no tengas que arrepentirte de esto, Draco.
.
Evie regresó con una taza humeante en sus manos que despedía un olor dulzón y tras sonreírle, tomó asiento a su lado en el sofá.
Draco apartó de su memoria los recuerdos de aquel día y la observó, cruzando los brazos sobre el pecho y bajando la barbilla. Le habría gustado ser la clase de chico que podía tenderle los brazos e invitarla a sentarse de nuevo en su regazo, porque en verdad le gustaba sentir la calidez de su cuerpo y estrecharla con suavidad. Al hacerlo se veía arrastrado a un lugar aparte del mundo donde todo estaba ordenado, en su sitio exacto y no había caos, ni problemas que perturbaran su felicidad.
Pero no lo era. Y no estaba preparado aún para serlo. Su antiguo yo aún pataleaba contra ese tipo de impulsos, recordándole lo que era o había sido. Si bien experimentaba esos arrebatos como si cada vez estuviera más hambriento de contacto o afecto, lograba soportarlos apretando los puños de manera disimulada y se conformaba con mirarla fijamente.
Al menos hasta que ella se daba cuenta.
—Ya sé lo que estás pensando... —murmuró Evie. A Draco se le aflojaron los brazos.
—¿Ah, sí?
Evie se elevó sobre sus propias rodillas y se balanceó hacia él, por un momento creyó que en verdad había adivinado su necesidad patética y volvería a sus brazos, pero apenas se inclinó un poco sobre él para hablar en voz baja.
—¿No es raro que los dos supuestos culpables de la extinción del mundo mágico tuvieran nuestras mismas iniciales?
El chico parpadeó, confuso, y volvió a hundir las manos en el relleno del sofá.
Solo cuando ella lo mencionó cayó en cuenta de aquella curiosa coincidencia, aunque no supo qué podía significar. Sin embargo algo helado le bajó por la columna vertebral haciendo que se removiera contra el sofá sin éxito, pues una poderosa inquietud se desató dentro de él.
—¡Eh, mirad eso! —Alguien alzó una mano hacia el techo y todos la siguieron con la mirada.
—¡Ah! —exclamó Evie, al mismo tiempo que muchos otros.
Con el mismo sigilo con que los murciélagos habían aparecido en la sala, ahora podían verse troncos de árboles, tan gruesos y retorcidos como los del Bosque Prohibido, reptando por las paredes de la sala. Duras raíces habían emergido bajo el suelo y sobre sus cabezas se extendía una cúpula de quebradizas ramas vacías salvo por los capullos muertos de flores no nacidas.
Tenía la apariencia de una ilusión que se desvanecería ante la mínima corriente de aire y sin embargo, los murciélagos que los habían estado acechando como gárgolas de piedra desde los rincones, salieron volando para ocupar las ramas y los recovecos de la madera. Al temblar, las ramas chocaron unas con otras haciendo ruido.
Crack... crack...
La habitación se llenó del olor del bosque y de ese frío húmedo típico de la vegetación viva.
—Esto es muy raro —opinó alguien, frotándose los brazos—. ¿De dónde han salido esos árboles?
—Covenant nos ofrece un auténtico Halloween —dijo otro, tan entusiasmado que incluso se frotó las manos por la emoción—. ¡Venga!
>>. ¿Alguien más se anima con otra historia?
Esta vez fue un Slytherin el que carraspeó llamando la atención del resto.
—Yo conozco una historia —anunció. Era un chico de piernas largas, sentado en una silla alta junto a la mesa de la comida. Cruzaba sus desarrollados brazos sobre el pecho y sus cabellos negros como el plumaje de un cuervo resplandecían azulados por las velas que flotaban sobre su cabeza—. La primera parte es real y seguro que la mayoría habéis oído hablar de ella. Ocurrió hace mucho tiempo y la noticia apareció en los diarios mágicos del momento.
>>. La segunda parte me la contó mi abuelo cuando ya era muy mayor... y no puedo estar del todo seguro de su veracidad.
El chico tenía unos penetrantes ojos igual de negros que su pelo, pero en ellos el reflejo del fuego crepitaba con su tono anaranjado natural, como si un par de luciérnagas se hubieran quedado atrapadas en sus pupilas.
Esta historia tiene su origen en la misma época en que nuestros fundadores abrieron las puertas de Hogwarts por primera vez. Entonces, la mayoría de estos terrenos eran bosques salvajes, oscuros y profundos, pero más allá de ellos se habían levantado modestas aldeas donde la gente subsistía trabajando la tierra y, con más o menos esfuerzo, lograban tener una existencia tranquila y feliz.
Cosechaban a finales del verano y con la llegada de la oscuridad y el frío, usaban su magia para preparar las tierras para el año siguiente. Los inviernos eran duros en esta zona, pero esas gentes también lo eran y habían aprendido a sobrevivir.
Días cortos y noches cada vez más largas, eso les trajo aquel otoño tan frío.
El otoño en que empezaron las desapariciones.
A principios de aquel octubre algunas jóvenes brujas dejaron sus casas sin que sus familias supieran qué les había ocurrido. Como si algo las hiciera salir e internarse en los bosques para no regresar.
Después de los primeros días de pánico e histeria, los aldeanos se atrevieron a entrar también en los bosques para buscarlas, pero lo único que encontraron allí fue el horror más absoluto e inimaginable; el suelo vegetal estaba regado con los cuerpos de las chicas muertas, su sangre helada alimentaba con maldad las raíces de los árboles que se retorcían de forma grotesca hacia el cielo nocturno. Las jóvenes estaban mutiladas, como si algún tipo de bestia se hubiera alimentado de ellas, no obstante, había elegido algo distinto de cada una. Y por eso supieron que aquello no era obra de una bestia.
Un ser oscuro y cruel había dado caza a esas pobres niñas con el pueril deseo de alimentarse de ellas y después, había dejado sus cadáveres en el bosque para que las criaturas y alimañas que le acompañaban se saciaran de igual modo. Un asesino. Un cazador. Alguien demasiado poderoso como para que unos pobres campesinos desconsolados pudieran vencerle. Y por eso los crímenes continuaron sin descanso, decenas de vidas inocentes fueron segadas.
Cuando Octubre estaba próximo a terminar el Cazador, que continuaba incansable con su tétrica misión, cometió el fatal error de atacar a una de las alumnas de Hogwarts. Y digo fatal porque cuando los fundadores descubrieron lo ocurrido, fueron tras él. Ellos eran los magos y brujas más poderosos de la época por lo que no tardaron en arrinconarle en el bosque. Cuentan que entre los cuatro lograron doblegarle en el suelo y cuando Salazar Slytherin le apuntaba con su varita para acabar con su vida, el Cazador soltó una terrible carcajada que escupió a sus enemigos, mirándolos como un loco sin esperanza y sin miedo.
—Volveré —Les prometió con simpleza—. No podéis acabar con el hambre que me corroe por dentro. Ni la muerte puede saciarme del todo.
>>. ¡Volveré, oídme los cuatro!
>>. Y devoraré los ojos, el corazón, el cerebro y hasta las vísceras de todas esas niñas que se ocultan en vuestra ridícula escuela. No descansaré hasta que cada una de sus jóvenes y sus deliciosas almas sean mías.
—Por supuesto, Slytherin lo mató —continuó relatando el chico—. Los fundadores redujeron su cuerpo a cenizas y las hicieron desaparecer del bosque.
>>. No volvió a desaparecer ninguna bruja y las gentes del lugar creyeron que todo había terminado.
—Pero no fue así —intervino un chico Gryffindor con expresión grave—. ¿Verdad?
El Slytherin negó con la cabeza con lentitud, provocando un estremecimiento entre los presentes. Malfoy se dio cuenta de que tenía los puños apretados sobre el sofá y se alegró de que Evie subiera las piernas y se acurrucara contra su hombro. Le permitió sentir su calor y captar el aroma delicado de su pelo mezclado con el dulzón olor de la infusión que estaba bebiendo.
—Tuvo que pasar mucho tiempo, al menos cien años —Les contó. Separó los brazos de su pecho e incluso se puso en pie, colocándose de perfil hacia el fuego como si pretendiera leer sus viejos recuerdos entre las danzarinas llamas—. Nuestros fundadores ya habían muerto y la leyenda del Cazador era poco menos que un cuento que se usaba para asustar a los críos de primero.
>>. No sé el año, pero mi abuelo afirma que cuando el Cazador atacó de nuevo, el hermano menor de su abuelo estaba en Séptimo y fue testigo de todo.
—¿Testigo de qué?
—De lo que ocurrió durante otro temible mes de Octubre.
El frío llegó antes de tiempo sin presagiar nada bueno para los alumnos y alumnas de Hogwarts.
La primera noche del mes, catorce brujas del último curso salieron de sus dormitorios y deambularon por el castillo sin ser dueñas de su voluntad. Salieron al exterior, a la helada noche, tan solo vestidas con sus camisones y al amanecer fueron encontradas por los profesores inconscientes, en las inmediaciones del Bosque Prohibido. Lo único que todas recordaban de lo ocurrido era que habían oído una misteriosa voz en su cabeza que las llamaba, y a la que no pudieron resistirse. Todas tenían además una marca muy peculiar en su cuello: algo afilado, como una garra, había rajado su piel.
La marca del Cazador.
El espíritu de aquel sangriento asesino había regresado a Hogwarts, tal y como amenazó que haría en su lecho de muerte, y había elegido a esas chicas como sus víctimas. Cada una de ellas tenía algo que él ansiaba devorar y que en el transcurso de eso horrible mes, fue arrebatándoles poco a poco, dejando tras de sí los cuerpos de las inocentes brujas. Si antaño, perseguía a sus presas por el bosque, ahora el Cazador las acechaba en sus mentes, robándoles su voluntad, haciendo que ellas mismas se entregaran a él.
Por eso, cualquier intento por protegerlas del director de Hogwarts o incluso de los magos y brujas del Ministerio de Magia resultó inútil.
Finalmente, solo quedó una bruja de las que habían sido marcadas. Como medida de protección, Sienna fue encerrada en una habitación de la torre de Astronomía, rodeada de encantamientos y hechizos protectores. Pasó largos días y noches en soledad, con la aterradora voz del Cazador resonando en sus oídos. Llamándola. Ella era la última y había perdido toda esperanza de sobrevivir.
Una noche, apenas unos días antes de que el mes finalizara, Sienna estaba encogida contra la puerta de madera del cuarto donde la habían recluido, concentrándose en los latidos de su corazón, en un vano intento de ignorar la perversa voz de su cabeza.
De repente, escuchó un ruido al otro lado de la madera y el pánico la azotó.
¡El Cazador! ¡Venía a devorarla!
Se hizo a un lado y sacó su varita. Apuntó a la puerta con tanto miedo que la mano le temblaba sin control.
—¿Sienna? ¿Estás ahí?
—¿Tavey? —La joven dejó caer su varita y regresó a la puerta, aliviada—. ¡Oh, Tavey! ¿Eres tú? ¿De verdad?
>>. ¿Cómo te han dejado subir para verme?
Tavistock era el novio de Sienna y, en realidad, no había pedido permiso a nadie para subir hasta la torre.
—¿Cómo estás? —quiso saber el chico, antes que nada.
—Asustada —respondió ella, sujetando las lágrimas con todas sus fuerzas. Se sorbió la nariz y apoyó la mano en la madera—. Tengo muchas ganas de verte.
>>. Te echo de menos...
—Yo también —dijo él. Sienna sintió el momento en que él estampó el puño contra la madera y supo que además estaba frustrado—. ¡Siento que el director Fronsac y los profesores no tienen idea de cómo salvarte!
—Hacen lo que pueden, Tavey...
—¡Ya han muerto trece chicas! —replicó el joven—. Y no han hecho nada más que lamentarse... ¡Son unos inútiles!
—Es una maldición antigua y poderosa —Le recordó Sienna. Sentía constantes latigazos en la cabeza, el susurro sinuoso de una voz lejana, rasgada y fría que trataba de abrirse paso a través de sus pensamientos—. Quizás no se pueda hacer nada.
—¡Me niego a aceptar eso! —Al otro lado de la puerta se oyó un golpe. Tavistock había soltado en el suelo algo muy pesado. Su voz pareció provenir desde abajo cuando volvió a hablar, de modo que Sienna también se sentó, sujetándose la cabeza—. He estado revisando tratados de artes oscuras, grimorios, manuales de magia negra...
—¿Dónde has encontrado todo eso?
—En la Sección Prohibida, por supuesto.
—¡Tavey! ¡Eso no está...! —Sienna notó un bamboleó en su mente, como si alguien la hubiese golpeado. Una risa oscura, palabras malintencionadas que la decían que no había esperanza. Hasta un sabor extraño en su boca. Apretó los párpados con fuerza para librarse de todo eso y se aferró a la presencia del chico—. Habla más fuerte, Tavey.
>>. Necesito oír tu voz.
—Hay un modo de salvarte —Le reveló Tavistock sin esperar más—. Un hechizo que te protegerá de la influencia del Cazador.
>>. Si lo hacemos bien, no podrá llegar hasta ti, Sienna. ¿Me estás oyendo? Se alejará de tu mente y serás libre de su embrujo.
El corazón de la joven, que llevaba semanas oprimido por el miedo y estaba casi resignado a la desesperación, le dio un vuelco. Se irguió sobre sus rodillas, apoyando ambas manos en la superficie que los separaba y miró con fijeza las protuberancias de esta.
—¿Es eso cierto? —preguntó con un hilo de voz—. ¿Lo es, Tavey?
—¿Cuándo te he mentido yo? —Le respondió y lo hizo con un tono tan entusiasta que Sienna pudo imaginarse su sonrisa. No. Tavistock nunca la había mentido, ni una sola vez. Y era el chico más testarudo que había conocido; si podía permitirse creer que existía un modo de vencer al Cazador, él era el único que podría encontrarlo.
—¿De qué se trata?
—Es un hechizo para vincular nuestras almas —Respondió—. Si se unen nuestras almas, nuestras mentes también lo harán y eso hará imposible que el Cazador pueda poseerte y hacerte salir —Hizo una pausa y resopló—. Es complicado, no te lo niego.
>>. Pero tú eres mucho más lista que yo y podrás resolverlo. Los dos juntos...
—No, Tavey.
—¿Cómo?
—No vincularemos nuestras almas —repitió Sienna—. Ni siquiera lo pienses.
Sienna ya había oído hablar de esa magia y era algo muy peligroso. Para empezar, el ritual de vinculación debía hacerse con gran cuidado o ambas almas podrían quedar dañadas para siempre. Pero eso no era lo más preocupante.
—Si el Cazador llegara a matarme estando los dos vinculados, Tavey, sería horrible...
—¡No me da miedo morir! —replicó él otro con vehemencia—. Estoy listo para sacrificarlo todo por ti, Sienna.
>>. Eso es el verdadero amor.
—¡No! No lo entiendes —Las lágrimas regresaron a sus ojos, la decepción repentina la estranguló y se echó a temblar—. Tú no morirías, Tavey. Sería mucho peor.
>>. Tu alma se marchitaría con la mía y aunque seguirías viviendo, no podrías sentir nada. Sería como estar muerto en vida. Vacío de todo lo que nos hace humanos.
—¡Es demasiado horrible! ¡No puedo hacerte algo así! —Insistió Siena.
—Pero yo...
—Escúchame —La chica tomó aire, intentó calmarse, hablar con serenidad para que él comprendiera—. Tienes que olvidarte de mí, Tavey. Se acabó. Fui marcada como las demás y me espera el mismo destino que a ellas.
>>. Encontrarás... un nuevo amor en el futuro y podrás ser feliz.
—¡De ningún modo! —replicó él. Un nuevo golpe hizo temblar el quicio, desprendiendo polvo de las bisagras—. Vale la pena luchar por un amor que aún vive.
>>. ¡Y tú aún estás viva, Sienna! ¡Aún estamos juntos!
—Por favor, Tavey, escúchame...
—¡No, no te escucharé porque es el miedo el que habla y no tú! —Escuchó que Tavistock se ponía en pie y giraba el pomo de la puerta, pero este no cedió—. Voy a entrar, Sienna, necesitamos hablar cara a cara.
—¡No! ¡No abras la puerta! ¡Es muy peligroso!
—Tranquila, todo irá bien.
—Tavey, por favor...
—Confía en mí, Sienna.
El llanto la silenció. Sienna estaba agotada, demasiado como para oponer resistencia. Estaba cansada del miedo, de la soledad, de la incertidumbre ante un destino que te acecha y que te va comiendo por dentro hasta dejarte vacía de esperanza. Ya no soportaba más aquella situación, habría deseado ser la primera en morir.
Retrocedió, con los brazos rodeando su estómago cuando escuchó a Tavistock desactivando los hechizos protectores con voz decidida y feroz. La puerta vibró, se iluminó y después estallaron las cerraduras cuando Tavistock la reventó usando su hombro.
El chico traía una expresión malhumorada y un enorme libro en sus manos. Arrojó el libro sobre el suelo polvoriento sin ningún cuidado y atrapó a la chica entre sus brazos, estrechándola con fuerza, con pena, con deseo. Sienna se dejó ir en el tacto familiar y se olvidó de contener el llanto.
—Tranquila, Sienna, todo irá bien —Le susurró él. Se apartó para mirarla con un semblante más tierno y le secó las lágrimas con los pulgares, para después besarle el rostro—. Nadie, ni un repugnante cazador de hace cientos de años, va a separarnos nunca.
—No dejaré que vincules nuestras almas —insistió ella, con el rostro pegado a su hombro—. No lo permitiré.
—Me ayudarás a hacerlo porque es la única manera de salvarte —rebatió él sin vacilar.
—No puedo hacerlo...
—Si podrás. Solo tú puedes desentrañar esta magia tan difícil.
—No lo haré.
—Sí lo harás.
Por más que el miedo a la muerte anidado en su corazón trataba de confundirla, Sienna siguió resistiéndose. Las palabras de Tavistock sonaban tan dulces, tan cargadas de verdad que quiso creerlas.
¿Y si era posible salvarse? ¿Y si en verdad podía vivir?
—El hechizo funcionará y ambos nos salvaremos.
—Oh, Tavey...
—Nos salvaremos el uno al otro. Confía en mí.
Y Sienna confió... porque eso era el amor verdadero para ella; la confianza. Y es que hay muy pocas personas en las que se pueda confiar de verdad a lo largo de la vida.
Estudiaron juntos el hechizo y con mucho esfuerzo, lograron llevarlo a cabo. Sienna y Tavistock vincularon sus almas y desterraron la voz del Cazador de la mente de la chica, y con ella, cualquier tipo de poder que albergara el espíritu.
El Cazador no pudo llevársela y una vez que Octubre acabó, el espíritu del asesino se marchó.
—Qué extraño —murmuró alguien—. Esta no parece una historia de final feliz.
Draco estuvo de acuerdo y siguió mirando al Slytherin que contaba el relato. Le vio torcer la cabeza, achicando un poco los ojos antes de seguir hablando.
Sienna fue la única de las catorce chicas que logró salvarse de la masacre. Pero la pesadilla no terminó ahí.
El Cazador regresaría a Hogwarts algún día. Nadie sabía cuándo, ni cómo sería la próxima vez, pero no había dudas de que lo haría. Y por eso, Tavistock y ella trataron de explicar lo que habían hecho para que en el futuro pudiera servir de ayuda a las nuevas víctimas del espíritu, pero por desgracia nadie quiso escucharlos.
Trece jóvenes habían muerto de un modo horrible, el Cazador había huido y no quedaba nadie más a quien culpar del dolor y el miedo que azotó el castillo salvo, tal vez, a la única superviviente del horror. El dolor puede hacernos actuar de manera irracional y tal vez eso fue lo que ocurrió en esta ocasión; nadie entendía del todo porqué Sienna seguía con vida, qué había hecho de diferente para salvarse pero, de algún modo, arremetieron contra ella.
Y al no poder resistirlo, Tavistock y ella se marcharon de Hogwarts llevándose el secreto consigo.
La voz del Slytherin se consumió entre el crepitar del fuego de la chimenea y un hondo y pesado silencio se impuso.
Ese final me resulta más creíble pensó Draco, apretando los labios. Tanto así que dio por cierta la historia en ese mismo instante. No obstante, la impresión causada por el relato fue tal que tampoco hubo nadie que se atreviera a cuestionarla.
—¿Volvió a ocurrir? —preguntó alguien y más de uno dio un respingo—. El Cazador... ¿volvió a Hogwarts?
—Aún no —respondió el chico, girándose hacia ellos. Despacio y rascándose la nuca volvió a ocupar su lugar en la silla, esta vez inclinado hacia delante, con los codos apoyados en sus rodillas—. Pero mi abuelo siempre insistió en que lo haría.
>>. Eso le contó a él su abuelo...
—Porque su hermano estuvo allí, ¿no? —recordó otra persona—. ¿Era el tal Tavistock?
—Si lo era, nunca me lo dijo —declaró el Slytherin—. Pero uno de mis antepasados vivió el rapto de las chicas, sus muertes, la partida del Cazador...
>>. Y escuchó su promesa de regresar algún día.
—¡Oh, cielos! —exclamó la misma chica Hufflepuf que ya habló durante la primera historia. Se retorció sobre sí misma hasta cobijarse en brazos de su novio con expresión asustada—. ¡Es horrible!
—Tranquila —musitó una Ravenclaw, repanchingada en uno de los butacones—. Nosotras estamos a salvo. Faltan solo unos minutos para que octubre acabe y es nuestro último año.
—¡Pero yo tengo una hermana pequeña en tercero!
—¡Oh! Entonces haces bien en temer.
La Hufflepuf volvió a sollozar cuando un nuevo trueno azotó los cristales de la habitación. Algunas de las calabazas estallaron y varios soltaron una exclamación de sorpresa cuando sintieron que algo helado les lamía los tobillos.
—¡Niebla! —exclamó la misma chica.
Entre las raíces del suelo, surgieron jirones de niebla que se deslizaron de manera sinuosa a lo largo de la sala. La tormenta aún retumbaba y los relámpagos trazaban con su luz fantasmagórica figuras grotescas sobre la espesa capa blanca que empezaba a cubrirlo todo.
Más de uno aulló, atemorizado, o subió los pies a su asiento alejándolos de la nueva aparición.
—¡¿Qué está pasando?!
—Vamos, chicos... ¡solo son historias! —Mencionó el rubio de Hufflepuf, mostrándoles su sonrisa amigable. Pero nadie dijo nada y tuvo que borrar su expresión—. Quizás se nos ha ido un poco de las manos.
>>. Podemos dejarlo aquí y otro día...
—Yo quiero contar una historia —anunció alguien más. Todos giraron la cabeza hacia la diminuta chica pelirroja de Gryffindor que seguía sentada en el regazo del grandulón de Slytherin.
—Missy... —La llamó Evie—; quizás sea mejor dejarlo por esta noche.
—Porfa... —La pequeña sonrió—. ¡La última historia!
>>. Todos habéis contado las vuestras y yo quiero contar la mía.
—¡Pues claro que puedes contarla, ratoncita mía! —determinó el grandulón, embobado.
—Bueno, pues adelante.
>>. Pero está será la última de la noche, ¿de acuerdo? Se hace tarde y todavía tenemos que volver a nuestros dormitorios sin que nos descubran o nos meteremos en un buen lío.
.
.
.
¡Hola, magos y brujas!
¿Qué tal habéis estado estos días?
Bueno, puedo anunciar que yo he estado escribiendo y revisando con todas mis ganas y que, gracias a eso, "Covenant" ya está terminada ^^ Me ha ocupado bastante más de lo que tenía en mente cuando empecé a escribir, pero eso suele pasarme siempre, así que... *__*
También es esta la razón de que no haya podido pasarme a responder los comenarios anteriores, pero pronto lo haré. He estado muy centrada en terminar y en que esta historia fuera lo mejor posible. ¡Espero que os guste! >.<
Pero por ahora... ¿qué os ha parecido el capítulo de hoy? ¿Os ha gustado más esta historia o la anterior?
¡Esta vez no lo soñé! Jajaja. He estado tratando de pensar cómo se ocurrió esta idea, en su momento, pues en sus inicios mi intención era escribir la historia del Cazador que regresa a Hogwarts cuando Draco, Evie, Harry, Hermione... etc, están en Hogwarts y ver como se enfrentaban a él, pero la idea no llegó muy lejos y preferí usarla aquí.
Espero que os haya gustado ^^ Si ha sido asi no os olvidéis de votar y dejarme un comentario con vuestra opinión.
¡Besotes para todos y todas!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro