5. Corazón, mente y entrañas
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5.
<<Corazón, mente y entrañas>>
—Yo conozco una —anunció alguien.
La voz pertenecía a una chica de cabello largo y lacio color castaño apagado y algo desvaído. El águila de Ravenclaw resplandecía en su pecho y sujetaba la mano de una rubia de Slytherin que, a su vez, apoyaba la cabeza en su hombro con una sonrisa dibujada en su pacífico semblante.
Ambas se sentaban en uno de los mullidos butacones de terciopelo color granate que había a un lado de la chimenea de modo que la mitad de su rostro quedaba ensombrecido. Tenía una voz rasgada y profunda, poco común, además de una mirada afilada e inquisitiva.
—La leí en unas viejas crónicas que encontré ocultas en un estante mohoso de la biblioteca —Les explicó—. Ocurrió hace cientos de años en la antigua academia de magia que se levantaba en el lugar donde ahora está Hogwarts. Su nombre era Academia Corktree.
>>. Esta historia habla sobre un oscuro cataclismo, la masacre de jóvenes magos y brujas y el fin del mundo mágico.
>>. Esto es lo que leí:
Llamaban a aquella época los tiempos de la magia salvaje.
Quizás os sorprenda saber que, por aquel entonces, no existían las varitas mágicas, ni se usaban hechizos para encauzar el poder de la magia. Esta nacía libre, poderosa y, a veces, incontrolable en el interior del mago o la bruja, lo cual daba lugar a muchos problemas y altercados, en especial con los muggles.
Los jóvenes brujos y brujas tenían problemas para controlar sus poderes y esa fue la razón de que aparecieran las primeas academias de magia. Según se cuenta, Corktree fue la primera en abrir sus puertas aquí, en Escocia. Lo que querían entonces era enseñar a esos chicos cómo manejar el don que habían recibido para que no hicieran daño a nadie, ni a sí mismos.
Algo todavía más curioso.
Esta magia salvaje podía manifestarse de manera muy distinta dependiendo de cada persona, aunque por lo general (y exceptuando algún caso insólito) los magos y brujas de antaño se dividían en tres grupos diferenciados.
Estaba la magia que brotaba del corazón, considerada la más simple pero también la más dulce y hermosa, propia de los sanadores. Algo inestable e imprevista, solía darse en magos que provenían de familias donde había mezcla de sangre.
La magia que nacía de las entrañas, de los impulsos y la intuición. Era una magia más poderosa y salvaje, que se centraba en la transfiguración del mago en todo tipo de criaturas. Se decía que los brujos y brujas con esta magia poseían un espíritu animal y que, en la mayoría de los casos, acababan perdidos en él, olvidando que alguna vez fueron humanos.
Por último estaba la magia de la mente, la más poderosa de todas. Propia de seres solitarios e introvertidos gobernados por la razón y descendientes de linajes mágicos incorruptos. Su poder eran las facultades mentales: la adivinación, el conocimiento ilimitado y también, el control mental de otros.
En Corktree seleccionaban alumnos y los instruían en estos tres tipos de magia desde muy jóvenes hasta casi convertirlos en alumnos. A la cabeza de la academia siempre había un director, mago de la mente, que era quien decidía el destino de sus alumnos. Según las crónicas, el último director que tuvo la escuela fue uno de los magos más poderosos que existieron. Tenía la capacidad de leer las mentes como si fueran libros impresos y podía ver el futuro con pasmosa claridad.
Él fue quien vio venir el Cataclismo antes que nadie. Uno tan terrible y devastador que caería del cielo, matando a todo aquel que albergara magia en su interior, destruyéndola para siempre. El fin del mundo mágico tal y como lo habían conocido, generaciones y generaciones de brujos y brujas... perdidas.
Cuentan que, cuando el resto de sabios se dejó llevar por el pánico que sus propias visiones les producían, aquel director logró mantener la sangre fría e idear un complejo ritual que pudiera evitarlo. Por desgracia, la única manera de parar el desastre era que un grupo de brujos y brujas se sacrificaran por el resto, entregando su magia y sus vidas a cambio.
El director, sin perder tiempo, reunió a los alumnos del último curso de la academia y les planteó la cuestión tal y como él lo había visto.
—No existe otra solución —Les dijo—. Solo vosotros, con vuestro sacrificio, podréis salvar la magia de su devastación.
>>. Así ha de hacerse, y así se hará.
Aunque el sacrificio debía ser voluntario, aquel hombre frío y sin escrúpulos les habló como si todo estuviera decidido. Y sus estudiantes, aterrorizados y confusos, aceptaron ser los que morirían para salvar el mundo.
—¡Oh, por merlín! —exclamó una de las Hufflepuf—. No es posible que lo hicieran —La sala había caído en el silencio, solo roto de vez en cuando por el eco de la tormenta. Todos escuchaban el relato con gran atención—. ¡¿Cómo podrían aceptar algo así?!
La narradora exhibió una expresión impasible cuando la miró. Sus ojos gris verdoso se habían mantenido entrecerrados en todo momento, como si leyera esa historia de un libro invisible.
—Aquellos chicos no debían tener más edad que nosotros —sugirió alguien.
—Así es —reveló la Ravenclaw sin apenas alterarse—. Supongo que su director no les dio mucho tiempo para pensar en lo que hacían.
>>. Estaban en esa academia, solos con él, pensando en sus familiares y amigos que iban a morir a causa del Cataclismo si ellos no lo evitaban.
—Los manipuló —adivinó otro chico.
—¡O tal vez los hechizó! —exclamó otro de repente—. ¡Era un mago de la mente!
—Creo que se rumoreó algo así...
—Entonces... ¿Todos murieron? —preguntó la Hufflepuf, mostrando una mueca contraída por la pena.
La Ravenclaw calló unos instantes, pensativa. Parpadeó cuando la rubia que sostenía su mano se inclinó sobre ella y le acarició la mejilla.
—¿Qué pasó después, mi amor?
—Esto es lo que pasó:
El día de Halloween, poco antes del ocaso, el director llevó a los alumnos del último curso a un cuarto de la torre más alta de la academia. Habían aceptado su destino hasta el punto de haber escrito cartas de despedida a su familia, decididos a dar su vida por salvar la magia. No obstante, a medida que el momento se acercaba el miedo y la incertidumbre empezaron a causar estragos en su determinación.
La habitación, pequeña y enjuta, se llenó de gemidos de pánico, de lamentos que chocaban con el picudo techo de piedra negra. Muchos temblaban, se cogían de la mano para darse ánimos... Entre ellos, sin embargo, había una joven llamada Eva Bennett que se mantenía serena. Era una bruja del corazón. Quizás su vida no había sido muy feliz hasta ese momento y por eso le costó menos que al resto hacerse a la idea, o quizás era alguien de corazón valiente y generoso, que en verdad pensaba que valía la pena sacrificarse para salvar a otros.
¿Quién sabe?
Minutos antes de que todo ocurriera, Eva miraba al resto de sus compañeros, recorriendo deprisa los rostros asustados y deteniéndose solo en detalles menos significativos. No sintió el deseo de buscar consuelo en brazos de una amiga porque temía que al verse reflejada en otras pupilas llenas de terror, ella misma se vendría abajo. Pensaría en su madre, en su casa... y reconocería el natural miedo a morir que se esconde en el interior de cualquier persona joven que apenas ha comenzado a vivir.
—¿Dónde está Hayes?—preguntó el director. Su penetrante mirada de plata buscó entre los rostros de sus alumnos y su ceño se frunció con impaciencia—. ¿Alguien sabe dónde está el señor Hayes?
>>. Para que el ritual funcione deben estar todos.
Eva sintió como si algo al rojo vivo atravesara su corazón. Sus compañeros, aquellos que aún eran capaces de hablar, murmuraron sobre Darren Hayes casi aliviados por tener otro asunto en el que centrar sus pensamientos.
—Quizás nos haya dejado tirados a todos —dijo uno de los chicos—. Traidor...
—No se puede confiar en un mago de las entrañas —convino otro—. Siempre cambian de opinión y hacen lo que más les conviene.
—Él no haría eso —declaró Eva al instante, clavando su mirada en el rostro rojo y tenso del chico que había hablado. Fue capaz de responder sin que la voz le temblara, sin hacer apenas un gesto alterado—. Darren no nos abandonaría nunca.
>>. No es ningún cobarde.
Nadie la contradijo. Las disputas en aquel momento parecían algo vano y sinsentido.
Eva respiró hondo y dirigió su mirada a la puerta, convencida de que Darren Hayes la cruzaría de un momento a otro. Lo haría. Ella necesitaba que lo hiciera. Porque Eva se había prometido que resistiría el miedo, la pena, el egoísmo natural de quien desea vivir por encima de todo y se entregaría al sacrificio convencida si durante los últimos instantes de su vida podía contemplar el rostro del chico al que amaba.
Y ese era Darren.
Eva le había querido casi desde el primer día en que lo vio en clase con apenas cinco años, pero nunca se atrevió a confesarle sus sentimientos. Darren provenía de una de las familias con más alcurnia mágica de la sociedad mientras que ella era una simple bruja del corazón. Jamás se había permitido si quiera soñar con que él pudiera corresponder sus sentimientos.
Sin embargo, la idea de morir parecía menos mala si lo hacía junto a él. Y por eso, Eva estaba decidida a ocupar un asiento al lado del chico durante el ritual.
Los minutos pasaron y el cielo empezó a oscurecerse. Algunos de sus compañeros se apiñaron junto a las ventanas y observaron como las sombras se precipitaban sobre los bosques que rodeaban la academia. Los animales callaron y los árboles se estremecieron, replegándose sobre sí mismos, retrocediendo...
—La magia se oculta —dijo alguien, asombrado y con lágrimas estallando en su mirada—. Hasta los árboles saben que algo malo va a ocurrir.
—Ya no falta mucho —determinó otro en actitud resignada.
El director los hizo sentar en círculo, alrededor de una enorme mesa de mármol llena de inscripciones rúnicas. Eva, que no quería separarse de la puerta, fue arrastrada por otro alumno para ocupar su lugar. Eligió un asiento que tenía una silla vacía frente a ella y esperó.
Esperó y confió sintiendo ya que la vida empezaba a abandonar su alma.
—Maldito Hayes... —refunfuñó el director.
—También falta Adams, señor.
—Estará con Hayes, siempre van juntos —El hombre meneó la cabeza—. Habrá que intentarlo sin ellos.
—Pero... ¿Funcionará, señor?
—Funcionará —determinó el director, muy seguro.
—Y el cobarde Hayes se salvará, mientras que nosotros...
Habían ensayado el cántico varias veces y todos sabían lo que tenían que hacer: cogerse de las manos, elevar sus voces al unísono y entregarse al sacrificio. Eva comprobó que ahora todos parecían asustados casi sin excepción y se percató de que la angustia también empezaba a invadir por su cuerpo.
Volvió la cabeza hacia la puerta, pensó en Darren y entonces, esta se abrió.
—¡¿Dónde os habíais metido?! —gruñó el director a los dos chicos que llegaron sudorosos y resollando por la carrera—. ¡Habéis estado a punto de estropearlo todo! ¡Sentaos de una vez!
>>. Casi es la hora.
La oscuridad del exterior reptaba por las paredes de piedra de la torre y traía consigo frío y desesperación.
Eva miró la silla que tenía frente así y deseó que Darren se sentara ahí, lo bastante cerca de ella como para que su presencia pudiera reconfortarla. Pero fue Adams quien salió corriendo ante el alarido del director y se precipitó sobre ella. Ya había puesto una de sus manazas sobre la madera cuando Eva apretó los párpados. El corazón se le estaba desbocando, la garganta se le secaba...
—Ahí voy yo —dijo una voz. Cuando la chica volvió a mirar, Darren había apoyado su mano en el hombro de Adams, deteniéndole antes de sentarse. Le señaló la silla vacía al otro lado de la sala—. Vete tú a esa.
—¿Qué más da?
—He dicho que aquí me siento yo —Darren clavó sus pupilas oscuras en su amigo y la sombra del animal que habitaba en él asomó sus garras. Adams se retiró sin decir más y Darren tomó asiento.
Eva trató de disimular el intenso suspiro que quiso escapar de sus labios. Lamentó no estar sentada a su lado, pero era tarde hasta para eso.
—Empezad con el cántico —ordenó el director—. Es el momento.
Los jóvenes alumnos se tomaron de las manos, inclinaron la cabeza y empezaron a recitar las palabras al son de una funesta melodía. Eva podía sentir la humedad que desprendía la mano que sostenía con su derecha, también la fuerza con que le apretaban los dedos de la izquierda, pero cantó igual que todos los demás y dejó que su espíritu se uniera al del resto.
Durante unos instantes, todos respiraron en una falsa atmósfera de armonía en la que sus distintos poderes formaban un todo que se elevaba por encima de ellos, hacia algún lugar del techo de la torre. Casi les dio la sensación de estar a salvo hasta que escucharon un chasquido tan fuerte y violento que creyeron que el cielo se había partido por la mitad. Algunos chillaron de miedo, sin poder evitarlo, deteniendo la plegaría.
—¡No rompáis el círculo! —ordenó el hombre—. ¡Seguid cantando!
Muchos se echaron a llorar y sus voces sonaron distorsionadas, ahogadas y flojas, pero aun así el cántico siguió. Las velas que iluminaban el cuarto se apagaron a la vez cuando un vendaval helado recorrió la estancia. Una oscuridad, profunda y negra lo llenó todo, para después convertirse en una extraña luz que se abría paso a través de los cristales; grisácea y enfermiza al principio.
Pero, de repente, se intensificó tanto como si fuera un relámpago y el silencio más absoluto se hizo en el exterior. El mundo podía haber desaparecido ya de lo intenso que resultó ese silencio. Eva supo que había llegado el momento. Estaba a punto de morir y eso le dio mucho miedo.
¿Dolería? ¿Se quedaría dormida? ¿Despertaría después, en otro mundo?
Levantó los ojos para mirar a Darren por última vez y descubrió que él también la miraba a ella, con fijeza. Y en un único y desesperado instante de lucidez comprendió que él también la amaba. No necesitó oírlo, fue una verdad que vio en sus ojos y creyó con todo su ser. Darren la amaba y eso colmó de alegría su corazón hasta el punto de olvidar que ambos estaban a punto de morir. O tal vez no, porque entonces fue cuando sus ojos se llenaron de lágrimas de desesperación.
Darren hizo una mueca de dolor al verla y rompió el círculo, extendiendo sus manos hacia ella. Nadie protestó, todo el mundo chillaba y lloraba y Eva se estiró desde su silla para cogerlas. Los dedos se entrelazaron con fuerza y todo se perdió en una espiral de gritos, luces parpadeantes, crujidos y estallidos.
Sintió que se quedaba sin aire en los pulmones. Ahí estaba la muerte que no iba a apiadarse de ella.
Todo se oscureció por completo.
Los que escuchaban el relato contuvieron el aliento.
La Ravenclaw desvió su mirada al suelo y se humedeció los labios con lentitud. Antes de que alguien pudiera hablar, continuó:
Lo primero que Eva notó fue el silencio y por eso siguió creyendo un poco más que sí había muerto.
Pero cambió de idea cuando experimentó el dolor en su cuerpo. Abrió los ojos y vio que la luz había vuelto a cambiar; ahora era de una tonalidad sepia sucia, más débil, quebradiza al dibujar los cuerpos tendidos en el suelo o derrumbados aún en las sillas. Cerró los ojos, consternada, hasta que sintió que las manos que sostenían las suyas también se movían.
—¿Darren? —murmuró, retorciendo el cuello. El chico, tumbado bocabajo, se agitó al oír su llamada—. ¡Darren, responde!
—¿Eva? —Movió la cabeza, con los ojos entrecerrados y la miró—. Estás viva... —Gruñó al intentar moverse—. Estamos vivos —murmuró, perplejo.
—Nosotros sí, pero...
El resto de sus compañeras y compañeros estaban muertos a su alrededor. El director, quien habría de salvarse gracias al ritual, también estaba en el suelo sin vida. El Cataclismo los había alcanzado.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Darren cuando lograron ponerse en pie. Tambaleantes, se asomaron a una de las ventanas para encontrarse con un mundo devastado al otro lado—. La magia... se ha ido.
>>. ¿Por qué no ha funcionado el ritual?
Eva no respondió, aunque creía conocer la respuesta.
Ella nunca quiso morir. Su voluntad verdadera no era la de sacrificarse aunque habría estado dispuesta a hacerlo si no quedaba más remedio... al menos, antes de saber que Darren correspondía sus sentimientos. En ese momento, al tomar sus manos, supo que no podía entregar su corazón al cataclismo porque ya no le pertenecía.
No lo hizo a propósito, pero estaba segura de que había sido ella la culpable.
Quizás también Darren aunque jamás le diría que había sido su amor mutuo lo que les había salvado, matando al resto de brujas y magos.
Sacrificios. Amor. Ambos pueden ser una peligrosa arma de doble filo...
—Según cuentan las crónicas; cada hombre, mujer y niño tocados por la magia perecieron ese día —concluyó la Ravenclaw y exhaló un hondo suspiro—. Solo Eva y Darren sobrevivieron.
>>. Se dice que dedicaron su vida a buscar el más pequeño reducto de magia que siguiera existiendo para traerla de vuelta a la vida. Y que por siempre cargaron con la culpa de haber destruido el mundo mágico.
—Oh...
Malfoy respiró hondo, tenía la boca seca y ninguna idea clara en su mente. Sentía el peso de Evie sobre sus piernas y que ella le había cogido la mano en algún momento de la historia, pero no recordaba cuando había sido.
Permanecieron inmersos en la extrañeza de esa historia, perplejos, hasta que alguien alzó la voz tras carraspear.
—Es imposible que algo así pasara —habló el Ravenclaw que se sentaba pegado a Nott—. Habríamos oído hablar de ese supuesto Cataclismo antes...
—¿Quién lo habría contado? ¡Si no quedó nadie!
—¡Entonces no existiríamos nosotros tampoco!
—Bueno... —opinó Evie—. Quedaron un mago y una bruja con vida.
—¡Pero no es posible que ellos dos solos repoblaran todo el mundo!
—A mí me ha dado un poco de miedo —reconoció la Hufflepuf con una leve sonrisa. Un Slytherin la rodeaba con su brazo mientras le pasaba la otra mano por la espalda—. Es decir, debió ser aterrador para esos chicos...
>>. Casi podía sentir las sacudidas y los temblores que sufrió la torre mientras lo contabas...
—Yo no he mencionado nada de sacudidas y temblores —apuntó la Ravenclaw.
—¿Ah, no?
El silencio regresó y más de uno se frotó los brazos, mirando a su alrededor con recelo, como si algo malo hubiera pasado entre esas paredes.
—Yo creo que el tal Darren sí pretendía huir —aventuró alguien, poco después—. Trató de escabullirse justo antes del ritual para que nadie pudiera ir a buscarle.
>>. Sabía que los otros sí se sacrificarían y él podría vivir.
—¿Ah, sí? ¿Y por qué volvió?
—Debió darle un ataque de culpabilidad...
—No habéis entendido nada —declaró la pequeña pelirroja de Gryffindor—. Regresó por Eva. Porque estaba enamorado de ella... ¡Qué romántico!
—¿Romántico? ¡Destruyeron el mundo mágico!
Y era cierto, en teoría.
Si esa historia resultaba ser auténtica, aunque ninguno de ellos tuviera tal intención, aferrarse a sus sentimientos mutuos fue lo que masacró al resto de brujos y brujas del mundo en aquel momento.
¿Era romántico o un acto deleznable?
La pequeña pelirroja de Gryffindor parecía tener muy claras sus ideas al respecto.
—No se le puede dar la espalda a quien amas —insistió la misma chica—. Aunque eso pueda tener consecuencias.
Ella lo sabe bien, pensó Draco.
Ella y la mitad de las personas que había en esa sala habían demostrado, no hacía mucho, que estaban de acuerdo con ese argumento. Ninguno había dado la espalda a sus sentimientos pese a las dificultades y por eso, y porque tampoco se arrepentían ahora de su decisión, brotaron sonrisas comprensivas, un poco resignadas y encogimientos de hombro que indicaban estar de acuerdo, entre los susodichos.
—Es cierto —murmuró Evie, como hablando consigo misma, aunque él pudo oírla—. No se le da la espalda al amor —El chico hizo una mueca, todavía culpable por lo que eso había implicado en el pasado.
Sin embargo, ¿no era un hipócrita por albergar esos sentimientos?
Él tampoco pudo darle la espalda cuando su vida estuvo en juego.
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¡Hola, magos y brujas!
Como empezar la semana siempre es un poco duro, aquí os traigo un nuevo capítulo del fic para animaros ^^ ¡Con relato de terror incluido! ¿Qué os ha parecido?
¿Sabéis qué?
Desde pequeña he tenido sueños extraños (como la mayoría, supongo) y he tratado de construir historias con los pocos que recordaba al despertar, pero es bastante dificil. Lo que parece tener mucha lógica en el mundo de los sueños se convierte en algo sin sentido cuando intentas narrarlo. Pero hace ya dos o tres años soñé con esa historia: un grupo de estudiantes atrapados en una torre, a punto de morir, una chica que daba vueltas en medio de gente que lloraba hasta que la puerta se abría y un chico aparecía para sentarse a su lado.
Es de los pocos sueños que he podido escribir como relato sin cambiar apenas nada.
¿Por qué soñaría algo así?
En fin, espero que os haya gustado ^^ Si ha sido así, votar el capítulo y dejarme un comentario con lo que os ha parecido.
¡Hasta pronto!
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