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Capítulo XXV

El castillo de Kanel

La luz del alba logró filtrar algunos rayos de sol por un instante, un efecto común que ocurría cuando el sol se asomaba por el horizonte, dependiendo de tu suerte podría durar solo un pestañeo o un lapso suficientemente largo para sentir su calor.

Para suerte de ellos, los rayos del sol se filtraron perfectamente en el punto donde acampaban, atravesando la tela de la tienda que habían montado. La suave caricia del calor y la luz sobre sus párpados hizo que todos despertaran a la vez.

Asombrados, se miraron incrédulos entre sí y, al ver sus expresiones, confirmaron que eran testigos del mismo evento.

Emocionados y eufóricos, salieron para festejar y recibir al sol, al que no habían visto en muchos años. Incluso a Yata, que solo llevaba unos días en la oscuridad, le costaba recordar cómo era ver la luz del sol iluminar el paisaje.

Pero cuando salieron, el sol comenzó a cubrirse de nuevo, dejando a todos desanimados. Fue como beber una taza caliente en invierno y luego recibir un chorro de agua fría.

La cruda realidad volvió a golpearlos. Se miraron entre sí, no podían creer que la vida les hiciera tal broma. Para Saki fue como pasar de un sueño a una pesadilla y las lágrimas le brotaron de los ojos.

— Pensé que ya todo había vuelto a la normalidad —dijo secándose las lágrimas de los ojos.

— Ya había visto ese efecto a lo lejos. Algunos rayos logran filtrarse cuando el sol se asoma, y puede pasar a cualquier hora, pero es mucho más raro —comentó Baldock mientras los demás miraban hacia abajo desanimados.

—Al menos pudimos ver este paisaje bajo la luz del sol una vez más, ya no lo recordaba —dijo Yata intentando ver el lado positivo y haciendo que todos reflejaran una pequeña sonrisa en sus rostros.

—Es verdad —respondió Yagami—. Quiero creer que es un mensaje de los Precursores para alentarnos a lograr que todo vuelva a la normalidad. Debemos ir a su castillo para matarlo y averiguar cómo eliminar esas nubes.

—Ya les dije antes que no lo maten si aún no saben la causa de las nubes. Con Yata tienen la ventaja para presionarlo hasta que sepan cómo resolver eso. Si lo matan, quizá nunca lo sepan —dijo Baldock, haciendo que todos comprendieran el problema.

—Yo... Creo que los dejaré ir sin mí. Me preocupa que mi padre piense que me pasó algo si no regreso a tiempo. Creo que debería regresar a mi reino —dijo, dejando a Yata sorprendido. Él esperaba contar con su apoyo.

—No puedes dejarme así, seguramente no tardaremos. Puedo acabar con cualquier vampiro como si fueran enemigos de práctica —respondió él, muy desanimado, y Baldock tosió un par de veces para decir algo.

—No tienes que regresar a tu reino, yo soy quien no los va a acompañar, porque no puedo ir con ustedes. Hay algo que tengo que contarles —argumentó, dejando a todos preocupados.

—¿Qué es lo que no nos has dicho? —preguntó Saki.

—Yo intenté matar a Kanel. Cuando las nubes se generaron desde su castillo, no lo pensé dos veces y me infiltré. Sabía que algo tramaba porque la cantidad de vampiros rondando la zona era cada vez mayor. Pero nunca conté con que tenían un ejército de hombres lobo que obedecían ciegamente sus órdenes. No se preocupen, ya no los tienen, son solo vampiros.

» Fracasé, obviamente. Me permitieron vivir, ellos no podían matarme por ser vampiro. Con sus licántropos, sí que podían ya que Tiránku, estaba ahí, el primer hechicero de la historia y mi maestro, supe que se fue a su isla junto con todos los licántropos que controlaba.

» Así que antes de que terminaran con mi vida, les pedí realizar un pacto de sangre. En resumidas cuentas, si yo intento atacar a un vampiro, me muero inmediatamente.

» Yo iré a avisarle al rey todo lo ocurrido y les entregaré algo por si tienen problemas —dijo, mientras de su gran chaleco sacaba un rollo de papel.

—¿Qué es eso? —preguntó Yata.

Es un pergamino que contiene un hechizo simple, pero poderoso. Imita el poder que tienen algunos Dibonds para desaparecer y reaparecer en otro lugar, al que llaman cambio de plano. Este pergamino funciona de la siguiente manera: ustedes, bajo su propia voluntad, deberán derramar su sangre en el papel y después decir la palabra "arcón", que en el lenguaje divino hace referencia a aquello que inicia una reacción, un cambio o un efecto. Seguido de esa palabra, usarán la palabra "enga hem", que significa que concedes sobre ti algo. En este caso, lo antes mencionado. La acción de derramar sangre activa unas marcas en el pergamino que toman sus palabras para realizar el pacto.

» Si están en problemas, solo tienen que mencionar la palabra "torim uramer", que significa activación de uramer.

» Así se llama el hechizo y eso hará que mi pergamino se active. Ya contiene mi sangre, así que en cuanto lo activen mi cuerpo me avisará con una especie de escalofrío y el solo hecho de abrir el pergamino los traerá de vuelta. Yo diré una frase y ustedes aparecerán sobre el pergamino.

—Son muchas palabras, no creo aprenderlas todas —mencionó Yata, preocupado.

—Solo son dos, las otras las repetirán conmigo al colocar su sangre en el pergamino.

—En ese caso, suena bien.

Baldock abrió el pergamino donde se encontraba escrito el hechizo con símbolos y letras extraños y, uno a uno, se fue realizando una pequeña cortada para manchar el papel con su sangre, repitiendo las palabras que Baldock les susurraba.

Al final, él cerró el pergamino mientras vociferaba con voz fuerte un conjuro que parecía estremecer los árboles alrededor. Con ello, dio por terminado todo y les pidió que recordaran las dos palabras que activan el pergamino. Les pidió que las repitieran varias veces mientras se acercaban al castillo de Kanel.

Baldock conocía una entrada secreta directa al interior del castillo, así que se ofreció a guiarlos. Mientras caminaban, les recordaba las palabras para que él los pudiera invocar de regreso.

Tras un luno y tres cuartos, llegaron a la entrada de una cueva en la montaña y comenzaron a detenerse al ver que Baldock se frenaba mirando hacia la entrada.

—Esta es una ruta muy larga, pero efectiva. Llega directa al interior del castillo de Kanel, que se encuentra en la cima de esta montaña.

—Ya veo, seguro tendrán puestos de guardias en el camino —dijo Saki, mirando lo oscuro que se veía todo.

—Seguro que sí, pero no tendrán problemas en acabar con ellos siempre que Yata esté al frente.

—Está bien, yo los guiaré.

—Solo una cosa. Hay muchos caminos ahí dentro. Si bajan demasiado, es un camino incorrecto. Si se dividen en tres, tomen el de la derecha. Y si son dos y no suben ni bajan, tomen el de la derecha también. Pero cuidado con uno que está oculto, porque parece que el camino siguiera su curso, pero no es así. Y si no pueden ver bien, no van a ver esa otra salida, que sería la correcta.

—No habrá problema mientras estemos atentos —respondió, mientras abría su palma alzándola frente a él para luego crear una diminuta chispa de luz azul que comenzó a parpadear, volviéndose en pequeños pulsos que aumentaban de tamaño hasta convertirse en una esfera de luz que irradiaba lo suficiente como para poder ver los detalles dentro del camino de la cueva.

—Veo que estás preparado, supongo que me llevaré sus caballos, solo espero que recuerden las palabras —dijo, sonriendo, mientras hacía relinchar a su caballo que encendía sus llamas que no le hacían daño a Baldock. Luego se marchó a gran velocidad, dejándolos solos frente a la cueva.

Yata giró hacia la entrada y miró con confianza a sus compañeros, mientras daba unos pasos lentos hacia la entrada. Sus amigos lo siguieron y se adentraron con Yata al frente, iluminando el camino. Cuando llegaron a la primera desviación, él dudó.

—Creo que dijo a la izquierda y luego a la derecha.

—No seas tonto, el camino es fácil. Siempre es a la derecha. Cuando sean tres, es al centro. Y las indicaciones no son confusas. ¿Cómo pudiste olvidarlo? ¿Recuerdas las palabras para que Baldock te pueda invocar? —preguntó, preocupada.

—La verdad, no —respondió, apenado.

—Primero dices "torim" y después "uramer", pero no las digas en voz alta juntas o activarás el hechizo. Recuérdalo —respondió, con un tono claramente molesto.

—Perdón, esperaba pronunciarlo después de ustedes. Solo lo repito y listo.

—A veces olvido que aún eres un niño en el cuerpo de un adulto. ¿No se te ocurrió que podríamos separarnos? No puedes hacer eso, porque solo imagina que los tres hubiéramos hecho lo mismo: esperar a que otro lo pronuncie. Solo son dos palabras.

—Está bien, pero ¿puedes repetírmelas?

—¡Es en serio! No puede ser posible. Primero "torim" y después "uramer", que no se te olvide.

Yata no dejó de repetir las palabras en su mente durante el camino. Sin problemas, llegaron a la última bifurcación, girando por el túnel que se curvaba mientras subía.

—No nos avisaron de que alguien pasaría por aquí hoy —dijo una segunda voz.

—No nos informaron de que alguien pasaría por aquí hoy —dijo una segunda voz.

Yata miró asustado a sus compañeros y ellos se quedaron inmóviles en silencio. Saki le hizo señas de que se acercara solo y nuevamente se oyó una voz del otro lado.

—¿Eres mudo o qué? —preguntó, mientras se escuchaba el típico sonido de una espada al desenfundarse.

—Soy yo —respondió Yata, asomándose.

—Acércate, para identificarte.

Yata se acercó hasta que sintió la presencia de los dos vampiros que tenía frente a él.

—Oh, sí, ya veo. Eres uno de los nuestros, con eso basta. Pasa —respondió, abriendo una puerta que mostraba unas escaleras muy largas.

Yata se alegró de que no los descubrieran, les sonrió y pasó a un lado de ellos diciendo.

—Me encontré en el camino una espada grandiosa —dijo, sacando la daga que los vampiros observaron.

La daga se convirtió en una espada ante sus ojos, atravesando al vampiro que tenía enfrente. El otro no alcanzaba a entender lo que pasaba y, antes de que pudiera reaccionar, ya había sido cortado por su espada.

El vampiro se desplomó hacia Yata y él lo sostuvo para dejarlo con suavidad en el suelo, convirtió de nuevo la espada en la daga y se la guardó.

—Ya pueden salir —dijo, dirigiéndose a sus amigos.

—¿Todo está bien? —preguntó Yagami, asomándose y viendo los cuerpos tirados. Saki se asomó después de ver que Yagami se relajaba.

—Como enemigos de práctica —dijo, recordando las palabras de Yata antes de entrar en la cueva.

—Deberías beber de su sangre —comentó Yagami, pasando por encima de ellos sin pisarlos.

—Está bien, lo haré.

—Yo me iré adelantando, no me gusta verte hacer eso —dijo Saki, comenzando a subir los escalones. Yagami siguió a la princesa.

Yata se agachó y comenzó a beber la sangre de uno de los cuerpos con una enorme expresión de satisfacción. Con una gran sonrisa, soltó un suspiro, se limpió la boca y repitió el procedimiento en el otro cuerpo.

Alcanzó a sus amigos al final de las escaleras, donde había otra puerta. Al abrirla, se encontraron en un cuarto que usaban como bodega, pues tenía una gran cantidad de barriles apilados.

Saki se acercó a uno y le quitó la tapa para ver su contenido, que parecía ser un polvo negro. Con sus manos, tomó un poco y lo frotó entre sus dedos y lo olió un poco.

—No logro saber qué es esto.

Yo creo que sí lo sé, déjame verlo bien —comentó, tomando un poco y oliéndolo—. Es pólvora, Baldock la ha usado antes. Es un descubrimiento del continente central.

—¿Para qué sirve? —preguntó Yata, iluminando el polvo con su poder de luz.

—¡No hagas eso! Es altamente reactivo. Lo usan para simular el poder explosivo que tienen algunos dibonds.

—Suena peligroso —respondió Saki, tapando con cuidado el barril.

—¿Hace falta tanto para simular una explosión así?

—No, nunca imaginé ver tanto. Con lo que cabe en una botella es suficiente. Con todo esto podrías hacer explotar este castillo.

—Eso suena a una buena idea —dijo Yata con una sonrisa malévola.

—¿Cómo funciona? —preguntó Saki, asustada al imaginar su poder.

—Normalmente con fuego. Su explosión es instantánea.

—Entonces no podemos usarlo. Moriríamos junto con el castillo. Lo mejor será dejarlo aquí.

Al final de la habitación, había otra puerta con una pequeña ventana por la que se asomaron y observaron un patio en el centro del castillo, rodeado por muchas puertas. Pero una les llamó la atención. De un techo al fondo del castillo salían nubes negras, y por el costado del palacio principal se veían varios destellos azules.

Una torre parecía ascender y luego conectar con el fondo del castillo. Por eso, la princesa, al ver cómo todo se conectaba, entendió todo rápidamente, pues pudo relacionarlo con el castillo de su reino.

—Ahí tiene que estar la respuesta, al fondo del castillo y la entrada es por esa puerta. Si llegamos, quizá sepamos cómo deshacer esta eterna noche —dijo Saki, emocionada.

—Pero hay vampiros rondando. No va a ser fácil.

Déjenmelo a mí —respondió Yata, acercándose a la puerta listo para abrirla.

—No te lances contra ellos o anunciarán que estás aquí y podrían hacer algo como lo que le pasó a Baldock. Él nos dijo que ya no tienen hombres lobo, pero podrían tener algo peor.

—¿Entonces qué hago? —preguntó, pues su plan era ir directo a atacarlos.

Justo en ese momento, sonó el sonido de una trompeta y los vampiros que cuidaban el lugar empezaron a retirarse. Y no solo ellos, de cada habitación salían vampiros y todos entraban por la puerta principal que parecía llevar al salón real del castillo.

—A veces lo mejor es esperar —dijo Saki, esperando a que el último guardia abandonara el lugar.

Cuando el patio quedó despejado, salieron hacia la puerta de la torre. Al abrirla, se encontraron unos escalones que ascendían en forma de caracol, rodeando el borde de la torre por dentro del muro.

Subieron cada peldaño hasta que por fin llegaron a la cima. Abrieron la puerta y llegaron a un balcón, una especie de torreón circular que conectaba con otra parte del castillo a través de otra puerta. Yata empezó a tener algunos destellos borrosos y se frotó los ojos.

—¿Pasa algo? —preguntó Saki, preocupada.

—Estoy viendo cosas. Son imágenes borrosas, pero se están aclarando.

—¿Qué estás viendo?

—Espera, aún no lo sé. Creo que veo el bosque desde el aire. Todo está oscuro, pero parecen árboles. Y ahora veo el castillo en el que estamos. Es como si algo se acercara volando. Viene muy rápido. La imagen es más clara. Ahora está aquí. Puedo verme a mí y a ustedes como si yo volara.

—Emm Yata... Mira arriba —dijo Yagami, viendo algo sobre su cabeza.

Cuando Yata abrió los ojos y miró arriba, un ave negra empezó a descender y se posó sobre la barda del balcón de la torre. El ave hizo un par de graznidos y Yata la observó fijamente a los ojos.

—¿Qué pasa? —dijo Saki, sin poder entender lo que ocurría.

—Es como el vínculo de sangre entre vampiros, pero diferente. Transmite paz y me veo en sus ojos y él se ve en los míos.

—Ya sé qué pasa. Es un vínculo animal. Es un poder que tienen los druidas, una raza que suele ser salvaje y habitar en los bosques. Seguramente obtuviste el poder de uno de los vampiros de hace un momento. No le apartes la vista. No desconectes la mirada. Solo tienes una oportunidad para conectar con el cuervo —explicó Saki, casi susurrando para no interferir con lo que estaba ocurriendo.

El ave lo miraba fijamente, primero con un ojo y luego con el otro. Yata también. Ambos parecían estar en una especie de trance, que duró un rato hasta que el cuervo volvió a graznar y luego voló hacia Yata, posándose en su hombro.

—Ya está, él nos va a acompañar. No me pregunten cómo es que lo sé. Solo sé que él quiere ayudarme. Puedo ver y oír lo que él ve si yo quiero.

—¡Genial! ¿Puedes pedirle que vuele alrededor del castillo y saber qué ocurre?

—Lo intentaré —respondió, mirando al ave directamente a sus ojos. El cuervo voló alto y empezó a girar alrededor del castillo. Yata cerró los ojos y observó lo que su nuevo amigo estaba viendo. Al ver por una de las ventanas grandes, se dio cuenta de que todos los vampiros estaban reunidos. Así que guió al cuervo hacia la ventana para ver bien lo que pasaba.

Él reconoció rápidamente a Kanel, que hablaba al frente de todos. El cuervo se acercó. Al ver un hueco entre los ladrillos, se infiltró y caminó por una viga de madera para escuchar y ver lo que ocurría.

—Y todo va a ser como lo estábamos planeando. Por eso quiero informarles que Erok va a llegar dentro de dos lunos, quizá antes, para realizarles los mismos cambios que me otorgó a mí.

» El último barril de pólvora llegó ayer y es importante que conozcan su funcionamiento. Adelante, Cilio, explícales cómo funciona.

—Muy bien, la pólvora reacciona directamente con el fuego de una forma violenta. La electricidad y cualquier otra energía que pueda quemar lograrán el mismo efecto, incluso una fuente de calor intensa.

» Estos son los barriles que usaremos. Tienen este corcho en la tapa. En esta demostración, la pólvora está mezclada con una tierra negra, para que no cause daños al mostrarles el procedimiento.

» Van a cargar el barril y los van a dejar en el lugar que quieran destruir. Luego, con otro barril, van a quitarle el corcho y van a regar la pólvora por todo el camino, cuidando que sea una sola línea sin espacios. Ya verán por qué. Una vez que lleguen a todos los demás barriles, se alejarán y encenderán el principio del camino con una llama de este modo. Pero antes, dejaré este pequeño frasco con pólvora al final.

Al decir eso, el vampiro encendió una llama en la punta de su dedo y luego se agachó para tocar con la llama el camino de polvo negro que dejó. Yata pudo ver cómo el polvo se encendía con una llama muy alta y mucho humo y caminaba a gran velocidad por la línea hasta que llegó al final, donde se encontraba el pequeño frasco con pólvora, y explotó, destruyendo la piedra del suelo con un poderoso estallido sonoro.

El cuervo salió volando muy asustado, desconectando a Yata de la visión. Saki y Yagami pudieron notarlo y esperaron a que él les dijera qué fue lo que vio.

—Pude ver a Kanel y explicaron cómo funciona la pólvora. Y tengo una idea —dijo, corriendo de regreso y bajando las escaleras de la torre.

—¿Cómo que una idea? ¿Puedes al menos decirnos qué planeas? —respondió Saki, siguiéndolo con Yagami detrás.

—Ya lo verán —respondió. Al llegar al patio central, volteó a ver que sus amigos lo pudieran ver de nuevo. Y cuando ellos terminaron de bajar las escaleras y lo vieron, siguió corriendo hacia la bodega donde estaban todos los barriles de pólvora.

—¡Qué te pasa! ¡No puedes correr así, nos pueden ver!

—Tranquila, están en una reunión importante y esto nos puede servir mucho —dijo, tirando uno de los barriles al suelo y destapando el corcho para regar la pólvora.

—¿Qué haces? Eso es peligroso, ya lo dijo Yagami.

—Así es, y sé cómo usarla —respondió, tomando otro barril y destapando el corcho, regando la pólvora para crear un camino.

Saki y Yagami lo observaban sin entender lo que hacía y lo siguieron, mientras observaban cómo él creaba un camino por toda la orilla para que la pólvora no se notara a simple vista. Subió por los escalones de la torre y llegó al balcón, donde se encontraba otra puerta a la que no habían entrado. Esta conectaba con el castillo.

—Abran la puerta. Yo los sigo para regar la pólvora.

—Al menos podrías darnos una explicación —dijo Saki, molesta. Que ignoraran que ella era quien daba las órdenes la ponía muy alterada.

—El fuego camina por toda la línea, como si el polvo se quemara muy rápido. Y al llegar al final, explota. O algo así. No entendí del todo, pero es muy fácil. Solo debemos prender fuego a la línea. Tardará un poco en llegar a los barriles, así que nos da tiempo para que Baldock nos invoque.

—Entiendo, ¿pero estás seguro de que es seguro?

—Sí, al menos para nosotros sí lo es —respondió, con una sonrisa maliciosa.

Saki abrió la puerta y en ella se pudieron ver varias celdas vacías con cadena y grilletes. Un olor a sangre seca y vieja, una enorme cantidad de pelos regados por todo el lugar. Saki se tapó la nariz y los chicos intentaron aguantar la respiración. Caminaron hasta que escucharon los rugidos de una criatura enorme. Bajo la enorme puerta de madera, unos destellos azules se filtraban.

Llegaron a la puerta y, con algo de temor, se asomaron por uno de los huecos de la madera, donde pudieron ver a un gigantesco tigre blanco flotando y encadenado dentro de una jaula de metal enorme. El tigre no paraba de emitir descargas eléctricas y unas nubes oscuras que se elevaban y se filtraban por una rendija en el techo.

—¿Qué es eso? —preguntó Yata, al darle espacio para que Saki pudiera ver bien detrás de la puerta.

—No lo sé, incluso para mí esa criatura es desconocida. Pero parece estar en alguna especie de trance. Sus ojos están cerrados y ruge como si luchara con algo.

—¿Podría ser el Byakko? —preguntó Yata, recordando el diario que había encontrado.

—Claro, encaja perfectamente. Pero ¿cómo es posible que capturaran a un ser divino de tan alto poder?

—Yo digo que mejor entremos y veamos cómo liberarlo.

—Está bien —dijo ella, sujetando un lado de la tabla que bloqueaba ambas puertas. Yagami, del otro lado, hacía lo mismo. Yata la sujetó del centro y la levantaron para que la puerta quedara desbloqueada y pudieran abrirla.

Cuando lo hicieron, sintieron una descarga al pisar el suelo que los sacudió un momento. Notaron que las descargas eléctricas que el Byakko lanzaba impactaban contra la jaula y luego se dispersaban por el suelo.

—Si nos acercamos más, podríamos morir. Debemos despertarlo de algún modo —dijo Saki.

Ella tomó una de sus flechas junto con su arco y apuntó al Byakko. Y antes de que Yata la detuviera, disparó la flecha que impactó en la espalda de la bestia, ocasionando que gritara de dolor, pero sin lograr despertarlo.

—Tiene que haber una forma de lograrlo —dijo Yata, observando todo a su alrededor.

Yagami observaba bien todo, al igual que los demás. Pero solo él fue capaz de notar un collar en el enorme tigre.

—Tiene un collar. Seguramente, es lo que lo mantiene en trance.

—Eso tiene que ser. La pregunta es: ¿cómo se lo quitamos?

—Déjamelo a mí —contestó Yagami, se agachó y usó su poder para transformar las botas de Yata en un material que lo protegiera de la electricidad—. Tú ve y corta el collar del Byakko. Nosotros te cubrimos —dijo, convirtiendo sus botas con el mismo material y haciendo lo mismo con las de Saki.

Yata asintió y se acercó con cuidado al Byakko. Sacó su daga divina y la convirtió en una espada con la que cortó el collar que rodeaba el cuello del tigre. El collar se abrió con un chispazo y cayó al suelo. El Byakko dejó de emitir descargas, cayó al suelo y abrió los ojos. Miró a Yata de una manera penetrante y rugió con fuerza.

—¡Lo lograste! —exclamó Yagami.

—Sí, pero no sé si eso es bueno o malo —respondió Yata, retrocediendo lentamente.

El Byakko se levantó y sacudió su pelaje. Se acercó a la jaula y la golpeó con sus garras, rompiendo los barrotes. Saltó al suelo y se dirigió hacia la puerta, donde estaban los tres jóvenes.

—¿Qué hacemos? —preguntó Saki, temblando. El Byakko parecía observarlos con respiraciones muy fuertes.

—No lo sé, tal vez podamos hablar con él —sugirió Yata, recordando que el Byakko era un ser divino.

—¿Hablar? ¿Estás loco? —replicó Yagami, sacando su espada.

El Byakko se detuvo frente a ellos y los observó con curiosidad. Y sin abrir la boca dijo con una voz profunda:

—Soy Byakko, un espíritu protector de las puertas al mundo espiritual. Soy quien protege la puerta Oeste y veo que tú eres el elegido, pero tengo una pregunta. Me encontraba luchando contra otro ser divino que se rebeló contra el mundo, su nombre es Horus. Lo enfrenté por muchos años en una lucha eterna que no parecía terminar nunca, era más poderoso que yo cuando el sol lo iluminaba y me enfocaba en mantener el mundo en oscuridad para poder detenerlo. Pero de pronto desperté aquí y no entiendo nada.

—Todo fue un sueño, te estaban controlando para mantener el mundo en una eterna oscuridad —respondió Yata más relajado.

—Ahora recuerdo, estaba hablando con uno de los siete reyes de la alianza de paz y luego, creo que vi a Tiránku, pero después de eso apareció Horus destruyendo todo.

En ese instante, Yata fue golpeado por alguien desde atrás y lanzado por el aire hasta chocar con el muro, dejándolo muy conmocionado por unos segundos.

Saki se paralizó al ver a Kanel a su lado y Yagami intentó atacarlo, pero el dio un giro a una velocidad increíble, le quitó la espada y lo mandó a volar a un lado de Yata.

—¡Tú me encerraste en un sueño! ¡Me usaste para tus malvados planes! —gritó el Byakko.

—Técnicamente no fui yo, se requiere de un hechicero para eso —respondió Kanel con frialdad.

—Tiránku —dijo el Byakko con desprecio—. Tú y él morirán ahora mismo.

—¡Espera! —dijo Yata, convirtiendo la daga en espada.

—Justo como lo pensé, sabía que eras el elegido —respondió Kanel con una sonrisa maliciosa.

—¡Así es y seré yo quien va a matarte, no podrás hacer nada para detenerme! —respondió Yata con odio.

Yata se lanzó corriendo contra él con su espada lista para cortarlo, realizó un corte demasiado obvio esperando que Kanel no pudiera hacer nada para evitarlo ya que es un vampiro. Pero él lo esquivó tan rápido que desapareció de su vista y luego le dijo:

—Detrás de ti —susurró Kanel, apareciendo detrás de Yata.

Yata se asustó y antes de que pudiera girar fue golpeado nuevamente y lanzado por el aire, está vez el Byakko lo detuvo para que no se lastimara.

—No lo entiendo, no deberías poder atacarme, ni siquiera deberías poder entender que te estoy atacando —dijo Yata con incredulidad.

—¿Acaso no lo recuerdas? —preguntó Kanel mientras Yata recordaba sorprendido las últimas palabras de Kanel, cuando atacó el reino de Altariam—. Mi nombre es Kanel, nunca lo olvides. Han ganado... Por ahora, nos retiraremos, pero pronto volveremos y tú no serás ningún problema para entonces.

—Sí que lo recuerdo. ¿Pero cómo? —preguntó Yata, confundido.

Vas a morir de todas formas, así que te lo diré. Erok aún sigue con vida y me ha ayudado a ser un ser más perfecto —afirmó Kanel con arrogancia.

—¡Eso no es posible! —dijo el Byakko, furioso.

Kanel giró con una mirada confiada y llena de locura.

—Aunque no lo creas, así es y estará aquí pronto —anunció Kanel con una sonrisa siniestra.

—¡Te destruiré ahora mismo! —gritó el Byakko, lanzando un poderoso rayo. Kanel lo esquivó y tacleó al Byakko, lanzándolo contra el muro y comenzó a golpearlo en la cara, deslizándose de un lado a otro para conectarle fuertes golpes.

Yata y sus amigos no sabían que hacer, Kanel parecía ser demasiado fuerte, pero Saki logró ver la pólvora quemándose y alertó a sus amigos señalando las chispas siguiendo el largo camino que habían dejado.

—¡Se está quemando! ¡Digan las palabras! "torim uramer" —dijo Saki mientras Yata y Yagami las repetían. Pero cuando comenzaron a creer que no estaba ocurriendo nada, desaparecieron del lugar.

Ya solo nos queda un capítulo de este primer libro. Y será muy bueno 😊

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