Capítulo XII
Venganza
Rodaric empezaba a sentir que la cama lo envolvía y comenzaba a caer al vacío de espaldas durante un rato y lo que era arriba y abajo, de pronto se volvió atrás y adelante. La escena se aclaró, para ver un cuarto, el mismo que le habían dado a Yata para dormir en la posada del nuevo reino al que llegó.
Tan pronto como su sueño comenzaba, unos ruidos rompieron el silencio al otro lado del muro, una gran pelea se desataba y Yata despertó asustado.
Se escuchaban gritos, espadas chocando, algunos cristales y cosas de madera rompiéndose. De pronto el muro frente a él se partió y voló junto con un hombre que había quedado inconsciente a un costado de la cama de Yata.
Quien peleaba en el otro cuarto era el guerrero que le compró la flecha por el precio de una recámara. Al subir, justo antes de dormir, le dijo a Yata que intercambiaran habitaciones porque sus flechas habían llamado la atención de todos en la posada.
Era claro que la pelea era para a buscarlo, pero en su lugar se toparon con un soldado, y al parecer. Uno muy bueno, debido a que ya había acabado con al menos nueve hombres bien armados.
La batalla terminó y el guerrero miró a Yata sonriendo, era evidente que le gustaba tener ese tipo de peleas.
—Buenos días, siento haberte despertado con tal escándalo —dijo Vell amarrando con sogas a uno de los atacantes.
—¿Realmente son tan valiosas mis flechas?
—Sí, las doradas. Son muy letales... Los dragones arcanos portan en la frente una piedra: al romperla en puntas afiladas pudieron crear esas flechas. No sé cómo las conseguiste, pero no cualquiera puede luchar con un dragón de esos y salir con vida —comentó amarrando a más sujetos.
—¿Entonces, son simplemente flechas muy raras?
—No, son mucho más que eso... si una de esas piedras llega a tener contacto con la sangre, arderá en llamas infernales. Se han fabricado las armas más increíbles con esas piedras de dragón, funden el metal mejor que nada en este mundo.
—Eran de mi abuelo.
—¿A qué te refieres?
—Me las dio antes de morir.
—Oh... lo siento, todos hemos perdido a alguien en estos tiempos... en fin. Hoy me darán buena recompensa por ellos, son todos ladrones o asesinos. No podemos simplemente arrestarlos, tenemos que atraparlos mientras rompen la ley y justamente este tipo me dio mucha pelea, pero su recompensa vale más que tus flechas —comentó con un gran gesto sonriente.
Finalmente, bajaron y Vell le pagó al posadero por los daños ocasionados, al salir Vell miró a Yata y le dijo:
—Por cierto, sé que no eres de este lugar ¿A qué has venido?
—Me he quedado sin hogar y no sé. Solo llegué aquí, me dijeron que fuera al palacio y me presentara...
—¡No! Al palacio no. Si no tienes a donde ir te asignarán tareas horribles y te darán un pequeño cuarto lleno de lodo y con las ventanas rotas, morirás de frío si no es que mueres antes por agotamiento.
Te llevaré a otro sitio, no podemos ofrecerte grandes comodidades, pero con mis hermanos estarás mejor. Ellos son guerreros de elite como yo.
—¿Guerreros de Elite? ¿Cómo los guerreros Paitales? —preguntó interesado y Vell lo miró extrañado.
—¿Paitales? Esos son los guerreros del imperio élfico de Garasu ¿A caso es que bienes de ahí? —preguntó muy sorprendido.
—Sí, vengo de ese imperio.
—Pero, si hace ocho años que los vampiros los invadieron ¿Cómo es que has sobrevivido?
—Es una larga historia, te la contaré llegando si gustas —respondió mientras Vell lo miraba un poco de arriba abajo, le costaba creer que sobreviviera alguien que no parece ser nada fuerte, lo último que supo es que vivía en el bosque.
Caminaron un poco entre las calles cuando un sonido estremeció a Vell. Yata lo notó enseguida y ambos se detuvieron; Vell miró a Yata con los ojos temblando y una cara de horror que no hacía falta preguntar qué estaba pasando y menos aún cuando otro soldado aparecía por una esquina gritando '¡Llegaron los Vampiros, todos al refugio... los guerreros a sus puestos!'
—¡Maldición! Es el tercer ataque, me sorprende que atacaran tan rápido, el primero fue hace ocho años, meses después del ataque a Garasu. Logramos contenerlo y tardaron cuatro años en reponerse para otro ataque, luego tardaron casi dos años y apenas han pasado tres meses desde el último ataque, no nos hemos repuesto del último, pero ellos deben estar igual.
—Te ayudaré a luchar, tengo buenas flechas.
—¿Sabes usarlas?
—Soy un elfo, me enseñan a cazar desde pequeño.
—Perfecto, entonces acompáñame.
La mirada de Yata cambió, en sus ojos había furia y ganas de venganza, así que ambos corrieron por las calles, la gente salía de sus casas y corría hacia la montaña que se encontraba en el centro de la ciudad, esos rostros le llenaron la cabeza de terribles recuerdos, pero esta vez estaba listo para afrontarlos.
Finalmente, subieron unas escaleras que ascendían por la orilla de la muralla hasta llegar a la cima. Los guerreros iban llegando poco a poco.
Yata nunca había visto una muralla tan imponente. Todos los guerreros estaban formados en el techo de la muralla, solo eran 200 guerreros, pero podrían caber más de 5,000. Parecía una plaza y los guerreros se agruparon formando un rectángulo perfecto.
El rey subió montando un Gronn: Un gigantesco animal de patas musculosas y grandes garras, un cuello largo y unas astas similares a un ciervo. Él comenzó a hablar con un tono fuerte, era imposible no notarlo con una armadura tan pulida y con tantos adornos:
—Los cuervos han regresado desde el punto 32 al 41, eso significaba que los vampiros cubren una gran extensión de territorio y no tardan en llegar.
» Mi hija se unirá a la batalla porque ya es tiempo que demuestre que puede asumir el mando de general —Indicó mientras ella se acercaba desde atrás junto con un jaguar que la seguía con la misma elegancia que ella. Era una chica bella y su armadura se notaba más resistente que la del rey, se detuvo justo al lado del rey para decir unas palabras:
—Sé que es alarmante la distancia que cubren, pero seguramente no se han recuperado lo suficiente para vencernos. Aun así, estén atentos y recuerden... Morimos por el reino, nuestras familias y seres queridos... Ellos no tienen nada porque luchar, así que quiero ver esa fuerza y coraje en sus ojos, el destino del reino y del mundo está en sus manos —exclamó dejando que el rey continuara dando indicaciones.
—Mi hija controlará el lado este y yo el oeste ¿Queda claro? —indicó provocando que todos respondieran con un grito unísono.
Pasaron unas horas mirando al horizonte, los vientos soplaban y caía nieve, pero tras una espera la nieve dejó de caer, sin embargo, las ráfagas nunca cesaban, soplaban por el este y por el norte, y sin esperarlo todo se calmó, un silencio parecía detener el tiempo y helar la piel de todos los guerreros.
Fue en ese momento cuando por fin comenzó a verse movimiento a lo lejos. No era difícil ver cosas entre la nieve clara, así que cuando los vampiros comenzaron a acercarse más, todos los guerreros que protegían la muralla se miraban entre sí, muy aterrados; pues el número de vampiros era muy grande. Vell se sacudió un poco incrédulo y respiro muy fuerte.
—Esto no está nada bien, los vampiros se han multiplicado demasiado... no ganaremos, son incluso más que en el ataque de hace cuatro años y casi nos ganan, ahora nosotros somos menos de la mitad —dijo con su voz temblorosa. Yata intentaba no sucumbir al miedo, estaba lleno de furia y completamente centrado en una cosa; matar, matar y volver a matar. Deseaba vengarse por todo lo que había sufrido, así que respondió:
—Aun así, no podemos permitirles ganar sin luchar, como dijo la princesa, peleamos por el mundo. Tenemos que matar todo lo que podamos antes de morir y evitar que nos conviertan —dijo mientras Vell asentía aún desanimado y apretando su espada con fuerza.
Las tropas estaban ordenadas y con un plan estratégicamente ideado para sacar ventaja del terreno, en cuanto los vampiros se acercaron grandes catapultas, se dispararon con rocas que ardían en llamas y encendían el aceite que habían colocado en el suelo cubierto por la nieve.
Algunos vampiros caían en trampas: agujeros con estacas en el fondo y pisaban charcos de agua bendita que los volvía locos. En ese momento los arqueros comenzaron a usar sus flechas, Yata usó uno de sus poderes, al que había nombrado encantamiento de flecha, un poder del que su padre estaba orgulloso.
Consistía en encantar un objeto y lanzarlo, luego tu mente se trasladaba al objeto y controlaba el objeto haciéndolo girar para dar en el blanco deseado, siempre respetando la fuerza con la que el objeto viaja, cuanto más rápido mejor, aunque dificultaba los giros.
Su primera flecha era una dorada, e impactó en el pecho de un vampiro, dejándolo ardiendo en llamas, no solo por fuera, sino por dentro, convirtiéndolo en una especie de braza al rojo vivo por un largo rato.
Los vampiros eran demasiados, algunos se movían a velocidades sobrenaturales. Ignoraron las tropas que se encontraban fuera del imperio, protegiendo las murallas, y subiendo por sus muros a gran velocidad. Siendo los primeros en sembrar el caos entre todos los que estaban arriba. Sus movimientos eran tan rápidos que era muy difícil poder darles.
Vell tenía una habilidad que le daba ventaja contra ellos. Consistía en crear pequeños muros invisibles a su alrededor, al menos eso era lo que Yata entendía qué pasaba. Algunos vampiros se estampaban y él aprovechaba el momento para usar su espada, se notaba que estaba muy bien entrenado, siempre les cortaba la cabeza limpiamente y era hábil para esquivar ataques. Por otro lado, Yata se sentía lento, pero había acabado con tres vampiros aprovechando que estaban distraídos.
Yata continuaba utilizando sus flechas, pero ya había gastado la mitad, 15 para ser exactos. Justo en ese momento, un vampiro de las tropas lejanas lanzó una gran roca con energías brillantes antes. Las mismas que Asura empleó para las explosiones.
La roca impactó cerca de Yata explotando con mucha fuerza, el suelo se estremeció provocando que todos se tambalearan, afortunadamente a los vampiros que corrían rápido les afectó más, pues muchos tropezaron y los guerreros aprovecharon el momento.
Yata había caído al suelo, alguien le extendió la mano para que se levantara y cuando se dio cuenta de que era un vampiro, otra gran explosión, producida por una enorme roca de fuego, mandó a volar a Yata fuera de la muralla, cayendo en el tejado de una casa y quedando inconsciente.
La batalla aún continuaba, las tropas comenzaron a ser derrotadas, pronto fueron retirándose y viéndose obligados a luchar dentro de la ciudad, que desde arriba parecía ser más un festival de fuegos artificiales con tantos disparos de poderes sobrenaturales ejecutándose.
Yata despertaba con un dolor de cabeza aguda. Al darse cuenta de que la batalla seguía, tomó la espada de uno de los guerreros que habían muerto y se lanzó contra el primer vampiro que vio.
El vampiro giró al escuchar como Yata gritaba corriendo hacia él, pero para su sorpresa no pudo moverse para evitarlo. Cuando Yata le clavó la espada, el vampiro aún se notaba confundido y antes de morir dijo:
—¿Cómo pudiste? —susurró mientras Yata recordaba todo lo que le habían dicho aquellos vampiros fuera del templo.
Entendió que él podía atacarlos y que ellos no podían atacarlo a él. En su rostro una gran sonrisa se mostró, por fin se vengaría de la muerte de sus padres.
Siguió atacando a los vampiros, sin que pudieran hacer algo contra él, los guerreros del reino veían como los mataba con facilidad; era como si luchara contra muñecos de entrenamiento y una técnica en la espada deplorable.
Yata podía sentir la victoria, comenzó a guiar a las tropas para que se resguardaran, y los guerreros le obedecían sin dudar. No sabían cómo era posible que él matara a todos los vampiros sin el más mínimo esfuerzo. Se preguntaban qué clase de poder podría causar ese efecto en los enemigos.
Al final los guerreros se adentraron en una cueva dentro de la montaña que se encontraba en mitad del reino. En ese mismo lugar se ocultaban todos los habitantes que se venían horrorizados al ver entrar a los guerreros que se suponía debían mantener a los enemigos lejos del lugar.
Yata protegía la entrada, cada enemigo que intentaba entrar era asesinado por Yata, ellos no podían siquiera pensar en él como un enemigo, por mucho que vieran como atacaba a sus compañeros.
El rey veía todo desde adentro de la cueva muy emocionado, creía haber encontrado la solución para darle fin a este evento apocalíptico.
Pero los vampiros eran demasiados y Yata comenzaba a cansarse, su condición no era buena y los enemigos por fin se dieron cuenta de que si se acercaban a él morirían traicionados por otro de su especie.
Los enemigos solo lo miraban manteniendo su distancia, ninguno se atrevía a dar un paso o arrojar algún poder o flecha.
De pronto alguien comenzó a abrirse paso ente los vampiros. Era un sujeto con gabardina muy larga y de un negro brillante. Él miró a Yata y le dijo:
—Ya veo, en verdad eres de los nuestros, pero no del todo, es por eso, que tú puedes atacarnos y nosotros no. Ese sí que es un problema. Pero no lo será por mucho tiempo —dijo mientras todos los vampiros comenzaban a replegarse detrás de él y Yata se notaba muy cansado, respiraba agitado y todo su cuerpo temblaba con fuerza—. Mi nombre es Kanel, nunca lo olvides. Han ganado... Por ahora, nos retiraremos, pero pronto volveremos y tú no serás ningún problema para entonces.
Los vampiros se retiraron, todos esperaron a que los enemigos realmente se alejaran, usaban las visiones de un vidente para poder saberlo; cuando estaban fuera de peligro, todos festejaron con gusto. A Yata lo lanzaban por los aires con gozo y una felicidad que no habían tenido en muchos años.
El Rey salió entre la multitud y agradeció por lo que hizo. Por primera vez, a nadie le preocupaba haber escuchado que Yata era una especie de vampiro raro. Ya que fue su salvador.
El Rey le dijo que se presentara el siguiente día en el castillo situado en la cima de la montaña donde se encontraban.
Todos fueron a sus casas, algunos a reparar los daños antes de caer la noche y otros, cuyas viviendas quedaron destrozadas, no tuvieron opción más que buscar refugio en esa misma cueva, con fogatas y mantas calientes.
Vell no tardó en aparecer, ambos se dieron un abrazo muy largo y luego Vell lo miró con ojos serios y penetrantes.
—Nunca me dijiste que podías hacer eso, ¿Qué clase de poder usas? —preguntó mientras él se detenía, obligando a Vell hacer lo mismo para explicarle.
Yata le contó cómo fue el día en que lo mordió un vampiro y Vell estaba muy sorprendido, desde la muerte de sus padres, el haberse enterado de que era el elegido en ese momento y que ese mismo día un vampiro lo mordiera y se convirtiera dentro del templo era algo que nunca imaginó que pudiera pasarle a alguien y menos en un solo día.
Después de eso fueron a casa de Vell, donde conoció a sus hermanos, quienes no dejaban de hacerle preguntas, y Yata les contó toda su historia una vez más, hasta que la noche llegó, estaban todos muy emocionados porque supieron que él era el iluminado.
Mientras tanto, Sarat comenzaba a entender que Yata era Rodaric, Eso tenía que saberlo Alón. Él sabía que el iluminado era muy importante dentro de las historias que Alón perseguía al buscar esos tesoros.
Yata se durmió en el cuarto de Vell, en un piso de piedra calentada por la chimenea que se encontraba a un costado del cuarto, el calor lo arrulló rápidamente. El cansancio de la guerra lo dejó profundamente dormido en un instante, provocando que su sueño comenzará a desvanecerse.
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