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Capítulo 6

Un mundo extraño

Rodaric estaba conmocionado, un dolor punzante parecía taladrar su mente.

Se sentía confundido, al frente tenía tres personas desconocidas y estaba dentro de un cuarto extraño.

Tras intentar recordar algo de su pasado, sintió que el suelo se sacudía y comenzó a notar que alguien le hablaba, era el emperador, la persona que lo rescató del hielo.

—Rodaric, hola... —dijo moviendo la mano frente a su cara.

—Perdón, intento recordar, pero no puedo.

—Justo eso te estaba diciendo, voy a intentar recuperar tus recuerdos con mis poderes. Pero antes debes abrochar el cinturón —comentó sujetando su propio cinturón que lo envolvía en su asiento, para que él entendiera cómo.

—No entiendo.

—Vamos a despegar, y si no quieres salir despedido hacia el techo, lo mejor será que lo hagas.

—¿Cómo hago eso?

Alón se acercó y deslizó el cinturón frente a él y lo aseguró por un costado y repitió el proceso con otro más desde el otro lado. Rodaric vio que los otros dos que estaban en la mesa lo tenían puesto, así que no se alarmó.

El suelo vibraba y se mecía. Alguien habló por las bocinas indicando que ya comenzaría el despegue.

«Despegue», era una palabra que Rodaric no entendía. Se asustó al escuchar la voz que parecía venir de todos lados y más aún cuando despegó haciendo que la inercia los empujara contra sus acentos.

Cuando comenzaba a acostumbrarse, una fuerza intentó lanzarlo hacia arriba, entonces entendió la función del cinturón qué lo sostuvo.

Después todo se normalizó. Alón se quitó el cinturón al presionar un botón. Rodaric al verlo, hizo lo mismo.

—Ahora intentaré recuperar tus recuerdos —dijo colocándose detrás de él—. Solo relájate.

—¿Tú puedes usar magia?

—Tengo una enorme cantidad de poderes —respondió colocando sus manos en su cabeza.

Alón comenzó a sumergirse en lo más profundo de sus memorias, pero al observar que lo más lejano que tenía era el momento en que Rodaric despertaba tosiendo en el hielo, dejó de ver sus recuerdos. Todo su pasado se había desvanecido por completo.

Rodaric se alejó hacia una ventana, observando el universo. Que lo dejó impresionado. Extasiado se quedó ahí observando, pero entre la inmensidad del cosmos algo comenzó a inquietarlo, se sintió solo. Notó cómo otro de los que estaban ahí sentados lo miraba con intriga. Luego miró a Alón y le susurró al oído:

—Podemos hablar con Rodaric, me intriga saber de él, ¿podría hacerle estudios? No soy la clase de científico preparado para poder realizar esa clase de estudios, pero es una oportunidad única.

—No puedes —dijo Alón con un tono serio—. No hasta que les dé autorización. Este chico tendrá que pasar por muchos procesos, primero lo dejaremos adaptarse al mundo y que tome confianza, como dictador a veces suelo ser algo cruel. Mis métodos son cuestionados, pero nunca haría algo tan extremo como para quitarle la libertad absoluta a una persona, si lo van a analizar, será porque él así lo quiere.

—¿Dices que la chica es una Dibond, con capacidades de teletransportarse y de generar explosiones? Eso va a ser un grave problema. Con lo mucho que costó erradicar esa clase de poderes, sobre todo los de la teletransportación. Podríamos volver a tener ladrones difíciles de atrapar —explicó mientras la nave comenzaba a vibrar por la salida de la atmósfera.

—No seas exagerado Sander, no te preocupes. Ella volverá por su amigo, pude sentirlo. Tienen un vínculo que los une. Se aman, o al menos ella lo ama a él. Pues este chico, ¿cómo se llamaba? ¡Ah, sí! Rodaric. Él ya no recuerda ni quién es —comentó Alón mientras Sander miraba a Rodaric a lo lejos y Leamsi, que estaba sentado al lado de Sander decidió ir a hablar con Rodaric.

—Es increíble que pudiera recuperarse de su estado criogénico tan rápido, perdió la memoria, pero aun así no es natural, incluso siendo elfo —dijo Sander mientras Alón lo miraba algo molesto.

Sander se dio cuenta de que la pregunta lo había incomodado y es que Alón no quería revelar que Rodaric también era vampiro, pero eso le hizo pensar que la chica también debería de haber sido afectada por el descongelamiento. Algo pasó, el calor con el que derritió todo dejó el lugar a una temperatura cálida por un momento, quizás fue eso. Su mente estaba sumergida en esos pensamientos cuando volvió a escuchar que Sander le preguntó:

—Lo que no puedo entender es cómo pudo vencerlo aquella chica. Ya pude ver lo que es capaz de hacer y nunca imaginé que a alguien como usted pudieran herirlo —dijo Sander intrigado.

—Me confié, no esperaba enfrentar a alguien con poderes antiguos y de ese nivel de destrucción. La chica era ágil. Por esa razón hoy en día ya todas las razas tienen sus poderes limitados genéticamente desde que nacen, para que no causen problemas —respondió Alón, recordando algunos de los momentos de esa pelea, y Leamsi de pronto dijo:

—Me cuesta creer que mi raza, la humana, sobreviviera ante las otras razas, porque según la historia tenemos un promedio de 3700 años coexistiendo en este mundo, ¿no es así?

—Sí, pero eso es porque tras la llegada de las razas con poderes, se desató un caos terrible, la llegada de los humanos a este mundo fue como una forma de equilibrar todo. Siempre se va a requerir que alguien haga las tareas difíciles, aquellas que solo con destreza y habilidad puedes lograr, no con poderes y magia. Durante la búsqueda de mis tesoros pude conocer mucho sobre toda la historia —explicó mientras una voz en toda la nave informaba que ya estaban por aterrizar.

Llegaron a Linrra y descendieron en el Palacio, sobre la misma explanada de donde antes despegó.

Rodaric, abrumado por la majestuosidad, recibió de Alón la noticia de que aquel sería su hogar. Al tocar suelo, Alón indicó a Sander y Leamsi aguardar en el Salón Real para discutir ciertos asuntos, señalando un corredor. Acto seguido, Alón le pidió a Rodaric que lo siguiera.

Rodaric contempló cómo se aproximaban a un cilindro que ascendía del piso al techo. El tubo, metálico por fuera, albergaba en su interior un mecanismo complejo e incomprensible para él.

—Observa, este artefacto nos elevará... para que lo entiendas. Al adentrarte en el cilindro, un paso tuyo se convertirá en un impulso mayor. Un salto podría elevarte a gran altura. Es un sistema que resulta divertido —Alón le explicó a Rodaric, quien examinaba el cilindro con atención. Unas paredes con almohadillas revestían el tubo por dentro.

—No comprendo. ¿Un salto aquí me hará alcanzar mayor altura? —Rodaric preguntó, movido por la curiosidad.

—Exactamente, prueba dar un salto —Alón lo animó mientras él, con un leve impulso, ascendió varios niveles, para después descender lentamente a su posición original—. Ves, es sencillo. Lograste llegar al séptimo piso. Ahora nos dirigimos al último, el decimoséptimo. Salta con todas tus fuerzas. Tal vez necesites un impulso adicional para alcanzarlo. Puedes lograrlo apoyándote en los muros, pues aquí la gravedad es casi nula.

Rodaric brincó con todo y tal como dijo Alón, llegó al piso dieciséis. Con ayuda del muro dio un pequeño empujón en dirección al diecisiete, cayendo con suavidad en el suelo. Alón llegó después y lo miró diciendo:

—Bien hecho, fue divertido, ¿no es así? A los niños les encanta jugar en estos elevadores, aunque son raros y costosos —dijo Alón con una sonrisa.

Continuaron entre pasillos blancos y de luz azul, pasando por muchas puertas. Luego llegaron a la entrada de una habitación, donde el emperador sacó una pulsera blanca. Tomó el brazo de Rodaric y se la colocó.

Esta se ajustó mecánicamente a la muñeca. Luego movió la mano de un leve tirón hacia un sensor y la puerta se desplegó de par en par.

—Esa pulsera debes acercarla al sensor para poder entrar —explicó Alón—. Ahí mismo tienes dinero que puedes gastar en comida u otras cosas.

—No entiendo, ¿como que tengo dinero en esto?

—Lo entenderás después —respondió suspirando—. También puedes usarla para comunicarte conmigo o con cualquier otra persona, todos en Linrra las tienen porque es obligatorio tenerlas al cumplir los siete años. Ya no podrás quitártela. Es como un teléfono inteligente, pero más avanzado, ya lo entenderás después.

Al abrir la puerta se podía apreciar un cuarto que aparentaba ser grande. Las cuatro paredes eran pantallas que proyectaban un paisaje. Simulaban que el cuarto se encontraba en medio de una isla a la orilla del mar. Rodaric se asombró al verlo, porque sus sentidos estaban siendo engañados. Él sabía que habían subido muchos pisos como para salir a un lugar así. Pero cuando el viento sopló en la proyección moviendo las plantas sin poder sentir la brisa, se dio cuenta de que era falso. Alón caminó a un costado de la cama y le dijo:

—Este es tu cuarto... Ya te acostumbrarás a usarlo. —dijo suspirando un poco—. Si quieres algo puedes pedírselo a la IA de tu cuarto, debe estar por aquí su nombre —explicó buscando los datos en un menú que había desplegado en la pared—. Aquí está... Sara. ¡Pues claro! Era lógico viniendo de quien vivía aquí antes. Observa esto... «Sara, podrías traerme un vaso con agua fría" —dijo mientras una voz femenina respondía.

—Claro, enseguida se lo traigo.

En el muro se abrió un hueco del que salía una bandeja con un vaso de agua y Alón lo tomaba y le ofrecía a Rodaric.

—¿Quieres agua? —preguntó entregando el vaso.

—¡Claro! —respondió sujetando el vaso entre sus manos.

—Ya me tengo que ir, cualquier cosa puedes pedirle a Sara que me llame si necesitas algo. Puedes pedirle lo que sea —dijo mientras Rodaric asentía con la cabeza y Alón se marchaba.

Rodaric comenzó a observar su nuevo cuarto con una mezcla de fascinación y perplejidad. Las sábanas y almohadas si las comprendía. El resto irradiaba una novedad desconcertante, suscitando en su interior un torbellino de incertidumbre.

Pero solo fue capaz de entender en dónde podía dormir. En ese instante aprovechó para inspeccionar por vez primera, los objetos que tenía dentro de su bolso de piel. Pero solo había una pluma.

Las memorias de los eventos previos regresaron. Aún abrumado por la crudeza del frío, la resaca de un dolor palpitante en su sien, y la neblina de amnesia, logró evocar las palabras finales por la joven al entregársela. Justo antes de provocar aquella explosión con la que desapareció, dejando el techo y hielo colapsar sobre él.

«Él me dijo que esto pasaría, y también que te diera esto».

Con esa enigmática frase, Rodaric examinó la pluma detenidamente.

A simple vista, parecía emitir una luz blanca. Pero si la observabas con detalle, cada pequeño rayo de luz desplegaba miles de colores como diminutas partículas de arcoíris que se entrelazaban para formar un sinfín de filamentos luminosos microscópicos.

La pluma ejercía un efecto hipnótico sobre él, pues se quedó absorto en su contemplación durante un buen rato mientras estaba sentado al borde de la cama, con los pies tocando el suelo. No parpadeó en todo ese tiempo, pero al final bostezó varias veces y se desplomó de espaldas en la cama, quedándose dormido con la mitad del cuerpo fuera de ella y provocando que Rodaric comenzara a sentir que estaba sumergiéndose en alguna especie de trance, en algún tipo de sueño místico.

Aquí les dejo la Canción de este Capítulo.

https://youtu.be/CVAKrq2ZT4Q

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