━━17: El inicio de todo
Hace unos años, te prometí que nos volveríamos a ver, ¡pero si supieras todo lo que he pasado! He disfrutado muchísimo estos años, me he convertido finalmente en la Salvadora, aquella chica de esa vieja profecía que hablaba de mí.
Le he demostrado al mundo que no me convertí por una profecía, que lo hice por mí misma, que a veces las profecías solo determinan la persona que anhelas ser, pero para lograrlo necesitas hacerlo por cuenta propia.
¡Edmund, si supieras! Los Skyvstid tienen bastante secretos, mucha magia, mucha vida, me siento en casa cuando estoy con ellos. Han sido de lo mejor, he cometido errores en el camino que ellos me han ayudado a enmendar, he sido guiada al camino de la luz.
No te miento de que han sido tiempos difíciles, si te soy honesta, pero lo he conseguido tras un arduo trabajo. Esta es la primera carta que te envío, porque las demás solo las hice pedazos, pero quiero que sepas que he tenido una nueva visión y por eso mismo te he mandado esta carta.
Hace algunos años dejé de tenerlas, por lo que esta me ha sorprendido, pero estoy nerviosa, nos veo juntos. Lo cual me pone muy feliz, por una parte, porque ha ocurrido algo más.
Espero que no tardes en venir, te he echado mucho de menos justo como a los demás, pero ahora que ya he descubierto quién soy, estoy dispuesta a dar un paso hacia el destino. Porque yo, soy Ayleen Kirke, nieta del gran Aslan, hija de Usamah el joven león y Casiopea, una hija de Eva. Soy la Audaz, la Salvadora, la princesa Vidente.
He cumplido mi destino, he ayudado a otros, he hecho mi parte, pero han sido bastantes años en Narnia que no tengo idea cuanto tiempo ha pasado contigo, ¡te quiero! Y espero que aún me recuerdes, aunque sea un poco.
Hay tantas cosas que debemos contarnos, ven y bailemos en el árbol de la memoria.
Ayleen Kirke
(A partir de aquí, contiene algunas referencias del libro La última batalla)
Se encontró con Edmund poco después de su estadía en Narnia, al finalizar de la aventura en la que él junto a su hermana ayudaron a Caspian para descubrir sobre el paradero de los siete señores de Telmar, fue un emotivo y triste encuentro como el último.
Poco después, pensó que se encontrarían tan pronto como mandó la carta como mostraba la visión, pues en la visión ella aún se veía joven, pero los años pasaron en Narnia y pasaron hasta que sintió que había envejecido lo suficiente. Hasta que perdió las esperanzas, hasta que todo terminó y un día despertó en un lugar diferente, hermoso, lleno de vida, de pocos problemas, de felicidad y había vuelto a su juventud de nuevo, donde se reencontró con viejos amigos del pasado y pudo saludar con lágrimas en sus ojos a su amigo Crey que miles de años atrás había dado la vida para salvarla, se encontró con Caspian, Buscatrufas, Trumpkin, Imran y un par de Skyvstid con los que había pasado el resto de sus días, conoció a su padre, se reencontró con su madre, sintiéndose plena y en casa, acompañando por siempre a Aslan a los lugares que iba.
Muchísimos años después, tras un gran problema en el que se vio implicado el Rey Tirian, Ayleen tuvo una nueva visión en donde vio a Eustace y Jill Pole en Narnia, los conocía un poco, los había visto de igual forma cuando arribaron a las tierras mágicas, así que no había dudado en contactarse con Aslan nuevamente, tras haber estado en su lugar de descanso.
Esta vez, mientras Lucy y Eustace hablaban la tierra comenzó a temblar. El aire tan dulce se volvió súbitamente mucho más dulce. Un resplandor surgió tras ellos. Todos se dieron la vuelta. El rey Tirian fue el último por el miedo que sentía. Allí estaba el anhelo de su corazón, inmenso y real, el León dorado, el propio Aslan y ya estaban los demás arrodillándose y formando un círculo alrededor de sus patas delanteras y enterrando sus manos y caras entre su melena y él inclinaba su majestuosa cabeza para tocarlos con su lengua. En seguida se concentró en Tirian, mientras, de la misma manera, apareció una nueva figura a su lado, una bella joven que aparentaba tener diecinueve años mientras los demás se incorporaban.
Era tan bonita que su cabello castaño resplandecía con mechas doradas, justo igual que sus ojos, de un dorado impresionante que parecía casi irreal. Un joven pariente del león a su lado, con orejas largas y puntiagudas, con el cuerpo delgado y un vestido blanco y ligero, amoldado a su figura que brillaba desde la adversidad. Y, justo entonces, sus ojos se encontraron con varios en la multitud que reconoció, vio entonces a su abuelo Dígory y los ojos brillaron. Entonces no dio más rodeos y se encaminó hasta ellos, con esos ojos brillosos y ese cabello revuelto tan característico en ella, con esa aura que resplandecía y mostraba al mundo, con ese coraje que la había determinado como persona, mientras Aslan se concentraba en lo que Lucy le decía.
—¿Ayleen? —preguntó finalmente su abuelo Kirke—. ¿Eres tú, mi bella niña?
—Soy yo, abuelo —respondió, tras una larga pausa, esbozando una pequeña sonrisa sin mostrar los dientes, mientras sus mejillas se tornaban ligeramente rojas—. Mi persona favorita —añadió en un murmuro, antes de que el anciano profesor extendiera sus brazos hacia ella para recibirla de forma fraternal.
—¡Oh, cómo has crecido y qué mucho has cambiado! ¡Ven aquí, mi niña!
Ella no pudo contener las lágrimas, mientras corría hasta él, pues aunque para el profesor habían pasado pocos años, para Ayleen habían pasado los suficientes como para envejecer y volver con Aslan nuevamente. Como para contar su historia a los viejos amigos con los que se reencontraba, como para añorar el regreso de las personas a quienes más había querido, como para reflexionar y saber qué tan lejos había llegado y lloró en el hombro de su abuelo, liberando todos los sentimientos llevados en todo ese tiempo, porque se había sentido sola durante varias ocasiones después de cumplir con su misión y ser la persona de la profecía.
—Cuéntame todo, quisiera saberlo —comentó dulcemente su abuelo, cuando se separaron mientras limpiaba las lágrimas de su nieta, a quien había criado y alimentado desde los seis años, sentía un afecto profundo hacia ella y viceversa.
—Te lo contaré, tendremos mucho tiempo para ello —comentó, sorbiéndose la nariz—. Lo he visto.
Entonces su atención se centró en los demás, pudo reconocer con facilidad a Eustace que estaba junto a Aslan y a Jill, pues sus últimas visiones habían sido con ellos. Vio a Lucy y sonrió al ver lo mucho que había cambiado, hasta que miró a la amiga de su abuelo, Polly, y fue a saludarla. Al finalizar, vio a Peter y a Edmund. Este último hizo que su corazón latiera con tanta fuerza que sentía que se le saldría del pecho en cualquier momento. Peter hizo un asentimiento en su cabeza como saludo, mientras le daba un rápido abrazo y, al final, se encaminó hasta el pelinegro.
—Te esperé —murmuró cuando estuvo lo suficientemente cercas de él, como para admirar el color oscuro de sus ojos justo como el de su cabello y notar que su rostro había cambiado, pues ya no eran más esos niños que se habían conocido tiempo atrás—. Te vi en una visión, te esperé —continuó, con un nudo en su garganta que le estrujaba desde adentro.
Los inviernos han ido y venido.
Te eché de menos joven y libre.
Para un baile alrededor del árbol de la memoria.
—También te extrañé —comentó de vuelta, aún sin creer que la tenía frente a ella—. Estás tan hermosa como ese día.
Ambos se miraron y ambos se abrazaron, duró tanto que no importaba lo demás si se tenían el uno al otro. Y ambos lloraron, al saber que, después de todo, no habían sido promesas vacías, se habían reencontrado y estaban dispuestos a no dejarlo ir. Para retomar lo que por años atrás habían comenzado.
Y aunque Ayleen hubiese querido permanecer junto a Edmund un poco más, eso no era todo, aún faltaba una última cosa.
—Pero vengan, niños —comentó Aslan, después de haber demostrado a los demás que no habría salvación con los enanos testarudos—. Tengo otro trabajo que hacer.
Ayleen no perdió el tiempo y caminó a su lado hasta la puerta, siendo seguida por todos los demás. Aslan entonces levantó la cabeza y rugió:
—¡Ya es tiempo! —Y después más fuerte—. ¡Tiempo! —Y, en seguida, tan fuerte que debe
haber sacudido a las estrellas—: ¡TIEMPO!
La puerta se abrió de inmediato.
Todos estaban al lado de Aslan, a su derecha, y miraron por el abierto portal. En la tierra todo era tiniebla; verdaderamente no habrías podido decir que mirabas un bosque si no vieras el punto donde terminaban las oscuras siluetas de los árboles y comenzaban las estrellas. Pero después que Aslan hubo rugido una vez más, a su izquierda distinguieron otra silueta negra. Es decir, vieron otra mancha donde no había estrellas; y la mancha se fue alzando más y más alto y se transformó en la silueta de un hombre, en el más inmenso de todos los gigantes. Todos conocían Narnia lo suficientemente bien para calcular en qué sitio debía estar parado. Ha de estarlo sobre los elevados páramos que se extienden hacia el norte más allá del Río Shribble. Entonces Jill y Eustace recordaron que, mucho tiempo atrás, en las profundidades de las cavernas, debajo de aquellos páramos, ellos vieron un enorme gigante dormido cuyo nombre era Padre Tiempo, según les dijeron, quien despertaría en el día del fin del mundo.
Vieron asombrados todo lo que ocurría, vieron las infinitas estrellas fugaces caer del cielo, así como otros fenómenos, escucharon un cuerno mágico, vieron a la que había sido Narnia destruida en pocos segundos, consumidos por la oscuridad y el frío, hasta que el sol se murió y se llevó la luna consigo, hasta que no quedó nada más que la oscuridad total.
—Peter, Sumo Monarca de Narnia —dijo Aslan—. Cierra la puerta.
Peter, tiritando de frío, se inclinó hacia afuera en la oscuridad y tiró de la puerta. La puerta chirrió sobre el hielo al empujarla. Luego torpemente (porque en ese momento tenía las manos entumecidas y amoratadas) sacó una llave de oro y con ella la cerró.
Habían visto bastantes cosas extrañas a través de aquel portal. Pero más extraño que todo eso fue mirar a su alrededor y encontrarse a la tibia luz del día, con el cielo azul sobre sus cabezas, flores a sus pies y la risa en los ojos de Aslan. Se volvió con rapidez, se agazapó, se azotó alegremente con su propia cola y salió disparado como una flecha dorada.
—¡Vengan más adentro! ¡Vengan más arriba! —gritó por encima del hombro.
Pero ¿quién podía seguirle el paso? Ayleen cerró los ojos dejándose llevar por las sensaciones producidas al estar con él y corrió, siendo seguida de los demás. Sintiendo la alegría de su abuelo recorrer sus mismas venas, no escuchó a los demás que hablaban por atrás, solo escuchó el llanto de Lucy y quiso decirle que todo estaba bien. Pero la emoción recorrió sus venas que siguió corriendo hasta que su figura se volvió invisible y prontamente, había desaparecido junto a su abuelo.
Cuando los demás finalmente atravesaron las puertas doradas, se encontraron a sus viejos amigos, Reepichep, el señor Tomnus, Trumpkin, los castores, Caspian, los centauros y el lugar se llenó de besos, lágrimas y abrazos de felicidad hasta que finalmente comprendieron en donde estaban, mientras más arriba y más adentro viajaban era como llegaban a su destino.
Así que entre la multitud, el rey de Reyes, Peter, saludó a sus viejos amigos, conmocionado, mientras su hermana lloraba y hacía lo mismo. Sin embargo, el segundo rey buscaba a alguien en especial, que no encontró, por lo que, desanimado, seguido de los demás fueron hasta arriba de las montañas y los acantilados cuando sonó el cuerno del Rey Francisco.
—Ustedes todavía no se ven todo lo felices que quiero que sean —dijo Aslan.
Lucy replicó:
—Tenemos tanto miedo de que nos eches de aquí, Aslan. Y tú nos has mandado tantas veces de vuelta a nuestro propio mundo.
—No hay nada que temer —respondió Aslan—. ¿No han adivinado?
Sus corazones dieron un vuelco y una salvaje esperanza nació en ellos.
—Hubo realmente un accidente de trenes —expresó Aslan, suavemente—. Tu padre y tu madre y todos ustedes están... como solían decirlo en las Tierras Irreales... muertos.
» Las clases han terminado: han comenzado las vacaciones. El sueño ha concluido: esta es la mañana.
Todo comenzaba a ser prontamente una nueva esperanza que llenó de alegría el corazón de Edmund, sin sentirse triste. Así que, con los ojos brillosos buscó hasta que la encontró, después de que hubiese desaparecido sin más, esta vez, veía algún punto en específico en la orilla de la colina.
—Estoy feliz —murmuró la joven de ojos dorados al verlo acercarse.
—También lo estoy —respondió, posicionándose a su lado—. Leí la carta —manifestó pocos minutos después.
—¿Lo hiciste? —preguntó ella entonces, un poco asombrada—. Fue... Hace mucho tiempo.
—Llegó a mis manos unos días antes del viaje en el tren —explicó, Ayleen frunció ligeramente el ceño al no comprender como es que había llegado, aunque sabía que la respuesta era magia—. Así que, ¿te debo un baile?
—Lo haces.
Se miraron por varios minutos que se sintieron como segundos, se miraron con el corazón latiendo con la misma sintonía y sus ojos, cafés contra dorados, chocaron, hasta que sus labios se unieron luego de mucho tiempo, sabiendo que aunque habían cambiado, se habían esperado el uno al otro. Y bailaron bajo el árbol de la memoria, donde se contaron sus aventuras, pues tendrían todo el tiempo del mundo para ser felices.
Y para nosotros este es el final de todas las historias y podemos decir con toda verdad que ellos vivieron felices para siempre. Pero para ellos era solo el comienzo de la historia real. Toda su vida en este mundo y todas sus aventuras en Narnia habían sido nada más que la tapa y el título: ahora, por fin, estaban comenzando el Capítulo Primero de la Gran Historia, que nadie en la tierra ha leído; que nunca se acaba; en la cual cada capítulo es mejor que el anterior.
Pero si tienes el coraje suficiente para imaginarlo, podrás verlo, podrás oírlo y podrás ser parte de ello.
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