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━━15: La coronación

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El castillo telmarino en paz parecía mucho mejor que la noche en que atacaron, el pueblo tranquilamente veía a los recién llegados, recibiendo con sorpresa a los narnianos a quiénes creían extintos desde años atrás. Miraron con asombro aquellos minotauros y centauros que avanzaban con pasos lentos en medio del pueblo, así como los enanos que marchaban detrás de ellos, los ratones corriendo con sus cortas patitas para tratar de alcanzarles el paso, los faunos con el peso de sus pezuñas, siendo arrastrado sobre el suelo caliente debido al sol y detrás de ellos, avanzaban los antiguos reyes de Narnia, los cuatro hermanos exhaustos por la batalla, con las heridas sobre su cuerpo a causa de estas, los cortes que no parecían ser tan profundos, pero generaban ciertas molestias.

Entre ellos venía quién sería su futuro rey, el príncipe Caspian quien tiempo atrás había huido para liberarse de la tiranía de su tío y buscar darle a Narnia el Reino que por generaciones les habían arrebatado. El próximo rey que, a pesar del dolor y el sufrimiento, estaba dispuesto a dar lo mejor de sí, estaba dispuesto a dar lo mejor para ser mejor Rey que sus antecesores. Estaba dispuesto a ser el Rey, hijo de Adán, que los narnianos por tanto tiempo habían necesitado, sabiendo que los reyes de antaño prontamente se irían de vuelta a su propio mundo.

Detrás de él le seguían los soldados de su tío rendidos por la batalla, en paz, después de haber dejado atrás a los dos adversarios y a los que se habían dado la fuga después de ello. Y, detrás de ellos, con suma elegancia avanzaba el león del que habían escuchado hablar por años, como una leyenda, el león que había creado Narnia, el león que había derrotado a la Bruja Blanca. Avanzaba con delicadeza, tan alto como ningún otro león había sido, con una melena tan dorada y ojos del mismo color que brillaban bajo la luz del sol encima de ellos. A su lado entonces se encontraba una joven, no mayor que Caspian o el Sumo Monarca, tampoco tan menor como la pequeña Lucy. Se trataba de Ayleen, la chica de la leyenda, la que sería su salvadora, la que en la profecía ayudaría a Caspian a recuperar su trono y liberaría al príncipe perdido del dolor al que había sido sometido.

Una chica tan común como cualquier otra, la diferencia de ella eran sus ojos, tan dorados como la melena del león que estaba a su lado, caminando al mismo paso que ella. Tan dorados como el brillo reflejado en las aguas cuando el sol se ponía en el alba, tan dorados que parecían irreales, un sueño. Los telmarinos miraron, sin saber quién era o cuál era su propósito ahí, pues no era una telmarina, pero a juzgar por sus orejas tampoco era una Hija de Eva. Era alguien diferente, cuyo propósito en la tierra narniana era desconocido. Ellos cerraron la marcha finalmente, siendo seguidos únicamente por el soplo del viento ondeando detrás de ellos y las calles, de haber estado tranquilas, procesando lo que ocurría a sus alrededores, ahora estaban llenas de festejos, vítores y exclamaciones por parte de los telmarinos recibiendo con gusto a su nuevo Rey.

—¿Crees estar preparada para dar el siguiente paso? —preguntó unas horas después Edmund, cuando ambos habían terminado fuera del balcón de uno de los aposentos del castillo telmarino, viendo a la multitud que festejaba la victoria narniana.

Le habían prestado un conjunto de ropa con colores azules, fuertes y nítidos que contrastaban con su pálida piel, lo cual solo hizo que los pensamientos de Ayleen se desviaran y no dejara de verlo, así como de pensar en él.

—¿Paso? ¿A qué te refieres? —preguntó rápidamente confundida, girándose para mirarlo algo alarmada.

—A convertirte en Reina —contestó él de forma segura, alzando los hombros mientras mantenía la vista fija más allá de los muros, en la vegetación que rodeaba a Narnia.

Por unos momentos había pensado en otra cosa, pero al notar que no era eso de lo que hablaban se dio el lujo de respirar tranquilamente. Aunque lo otro tampoco ayudaba en nada. Suspiró, dejando caer sus brazos sobre el respaldo del balcón, echando la mirada hacia abajo.

—No, tampoco.

—¿A qué te refieres con tampoco? —inquirió Edmund entonces, girando el rostro para verla finalmente, lo que solo logró que el rostro de Ayleen se pusiera ligeramente rojo por la insinuación—. ¿Pensabas en otra cosa?

—¡No! —Negó de inmediato alarmada, culpando a sus pensamientos. Cerró los ojos por unos momentos al tener una breve visión que le hizo sacudir la cabeza con brutalidad. No podía estar pensando en aquello—. Solo me confundí.

Edmund asintió con su cabeza, con esa sonrisa habitual en él que comenzaba a causar conflictos en la morena. Ayleen lo miró entonces, él le había ayudado, le había dado las palabras de consuelo que más había necesitado en todo ese tiempo mientras los problemas comenzaban. Mientras comenzaba a descubrir la verdad y se comenzaba a adaptar a lo que era vivir en Narnia, estar en Narnia. Mientras luchaba con las visiones que no la dejaban ni respirar por ocasiones. Había sido el apoyo que había necesitado sin saberlo, a pesar de que habían discutido en su primer encuentro.

Sin embargo, comenzaba a sentir algo por él, que no sabía que era, porque no lo había sentido nunca y, debido a ello, le aterraba siquiera pensarlo. Pero cuando lo veía, cuando lo escuchaba, podía ser capaz de sentir su corazón latir con tanta fuerza como si estuviera enfrentándose a mil demonios, como si estuviera en el abismo y él fuese su única compañía, como si la respuesta a sus problemas fuese él y nada más.

Ambos entonces se miraron por un tiempo indefinido, en el que sus corazones latieron como si fuese uno solo, en el que sus ojos buscaban los contrarios con desesperación. No importaba lo demás, no importaban nada en esos momentos más que ellos mismo. ¿Debía sentirse así? Ayleen no había experimentado algo así por el estilo jamás, no sabía si era correcto, no sabía sí él se sentía de la misma forma que ella.

—Solo para que sepas —murmuró con lentitud El Justo—, yo también pensé en eso.

La nieta de Aslan inmediatamente apartó la mirada de él, pasando saliva por su garganta, separándose unos pasos de él, pues increíblemente habían terminado bastante cercas el uno con el otro.

—Pero no está bien —habló como pudo—. Apenas nos conocemos.

—¿Apenas? —preguntó él con el ceño fruncido—. Hemos estado juntos desde antes de la batalla, han sido varios días, he escuchado tus penas y tú has escuchado las mías, creo que nos conocemos perfectamente —replicó.

—Pero solo conocemos eso, nada más, creo que así no es como funciona —contradijo ella en cambio, soltando un suspiro. El azabache apartó la mirada de ella entonces—. Quiero saber sí lo que tú sientes por mí es lo mismo que yo siento por ti —murmuró con lentitud, dando un paso para estar más cercas de él.

Quería estar segura de que lo que ella sentía era igual de real a lo que sentía él, quería saber que no era una alucinación, un sueño o mucho menos una visión. Porque sentía con él lo que no sentía con ningún otro, ni siquiera con Caspian, a quien consideraba una persona muy importante para ella, a pesar de sus diferencias. De manera que permanecieron juntos por el resto de la tarde, hablando sobre sí mismos, sobre sus cualidades, así como sus defectos, sobre lo que más le gustaba y sobre las cosas que más detestaban. Se rieron, discutieron, bromearon entre ellos, pero al caer la noche, siendo cubiertos por el blanco y brilloso manto de la luna, los dos se habían conocido, los dos habían aclarado sus sentimientos y supieron entonces que eran reales, que se sentían plenos estando el uno junto al otro. Que vendría siendo un comienzo para ambos y era lo único que importaba.



La mañana del día siguiente, mientras narnianos como telmarinos preparaban todo para la coronación, Ayleen había decidido bajar del aposento que le habían dejado para descansar mientras recorría los muros del castillo, esperando no extraviarse, pues estaba lleno de pasadizos y era su primera vez estando ahí. Sentía nervios, pues tenía entendido que sería coronada ella también, pero no lo quería, no estaba preparada, no lo había hecho del todo bien. La profecía había buscado a la Salvadora, pero ella no lo había sido, ella no había salvado a nadie, ella había terminado cargando con el peso de la verdad que fue descubriendo a medida que pasaba el tiempo en Narnia. No tenía las destrezas necesarias para serlo, no era nada más que una niña, no era nada más.

Avanzó tratando de orientarse hasta que finalmente logró salir del castillo, quería tomar algo de aire fresco sin pensar en los demás, quería relajarse un poco antes de que viniese lo siguiente. Inspiró profundamente en cuanto salió, viendo el horizonte extendido frente a ella, lleno de vida, con árboles que danzaban como nunca antes, moviendo las ramas ligeramente de un lado a otro, viendo el cielo teñido de un azul tan profundo que era el tipo de color que no se reconocía en otro mundo más que en Narnia, vio a lo lejos a las ninfas y las hadas de bosque celebrar la libertad que les habían arrebatado años atrás, vio, finalmente, a lo lejos la vida que le esperaba, porque muy en el fondo de su corazón, sabía la respuesta, sabía lo que haría, había hecho su propia elección.

—¿Qué es lo que piensas, mi niña? —Escuchó a Aslan hablar, con su voz solemne, mientras se hacía paso para llegar hasta su lado y mirar lo que ella observaba.

—Al fin sé que es lo que voy a hacer —murmuró con lentitud, en un hilo, tan bajo que por unos segundos creyó que su abuelo no le había escuchado—. No quiero ser Reina.

Tras pronunciar aquello cerró sus ojos, enfocando sus pensamientos en una sola cosa, una visión.

—¿Qué es lo que dicta tu corazón? —preguntó entonces Aslan, sin cuestionar su decisión, pues a través de sus visiones le había mostrado la razón y él había comprendido.

—Aprender —respondió, en un tono un poco más alto, con el mentón en alto, firme en sus decisiones, firme en lo que quería ser, firme en la persona en la que esperaba convertirse.

Aprender para ser una mejor persona, aprender para ayudar a otros, aprender para encontrarse a sí misma, aprender para ser libre. Y lo haría con valor, con el coraje de sus acciones y la audacia de sus propósitos, porque había llegado sin ser nadie, más que la princesa vidente de una profecía, pero estaba en ella el cumplirla y convertirse en la salvadora, convertirse en la persona con el coraje suficiente para enfrentar por cuenta propia a las adversidades que le deparaban en el futuro para formar un mejor mundo.

—¿En dónde lo harás, mi niña?

—Conozco el lugar indicado —dijo, siendo honesta, compartiendo miradas con él.

Porque, ¿qué mejor lugar para aprender que aquel perteneciente a ella misma? Se iría junto a Imran, Génesis y los demás Skyvstid, aprendería con ellos al saber que ellos habían cometido errores y habían logrado aprender de ellos. Porque esa era la parte humana que les mantenía siendo ellos al final de cuentas y ella también debía aprender a distinguir la mejor manera de aprender de sus errores, porque los iba a cometer, pero esperaba poder solucionarlos. Porque al final de eso se trataba todo, de aprender. Siendo humanos o no, siendo mitad elfos o no siéndolos, siendo telmarinos o siendo narnianos. Al final, lo único que les mantenía unidos, era aquello.

—Entonces, deberás tener esto. —Aslan inmediatamente sopló su rostro cuando ella se giró hasta él, causando que por instinto cerrase los ojos, dejándose llevar por el aire de esperanza y valor directo hacía ella—. Y la brújula —continuó, haciendo aparecer el brazalete que en un principio había estado en su posesión al habérselo otorgado la primera noche en que se vieron—. Así encontrarás el camino a casa, cuando estés lista para tomar tu lugar donde corresponde.

—Habré encontrado el camino a casa con o sin brújula —respondió, con una pequeña sonrisa mientras se colocaba el brazalete en su brazo—. Porque sé que con tu rugido el invierno fue acabado y cuando agites la melena, es cuando volverá la primavera y cuando escuche tu rugido lo oiré, así esté en los confines de la tierra y cuando agites la melena lo veré, porque yo todo lo veo.

Aslan la miró sabiamente, asintiendo, pues al final, también había comprendido lo que era.

La princesa vidente, aquella que todo ve y que todo escucha.



Cuando la coronación estuvo por dar comienzo, pudo escuchar claramente el sonido usual de las trompetas y las flautas tocadas por los faunos dentro del vestíbulo donde coronarían a Caspian, quien vestía elegantemente una capa blanca en conjunto con su vestimenta y tenía el semblante nervioso, nervioso de aceptar finalmente su destino.

—Recuerda respirar —murmuró Ayleen, pues aún no habían entrado al salón aunque ya se había llenado de telmarinos y narnianos por igual.

—Espero hacerlo bien —comentó en cambio, antes de echarle una mirada al notar lo despreocupada que se veía.

No llevaba una capa como él, llevaba un vestido liso color plata y tenía el cabello recogido en un moño que solo provocaba que sus orejas estuviesen a la vista de los demás y sus ojos contrastaran con la plata de su vestimenta. Dorado contra plateado.

—¿Por qué no estás nerviosa? —preguntó entonces en un susurro.

—Porque yo no recibiré una corona hoy, Caspian —respondió, alzando los hombros—, pero sí quieres me pongo nerviosa en tu lugar.

—Graciosita —repuso el azabache en su lugar, aunque en su posición soltó una risa nerviosa—. Tendrás que explicarme esto después.

—En realidad no hay nada que explicar. —Ayleen alzó los hombros desde su posición—. Narnia está en buenas manos y yo aún tengo muchas cosas por hacer, no estoy lista para dar ese paso.

Y probablemente nunca lo esté, pensó para sus adentros, soltando un suspiro.

Apretó el hombro de Caspian transmitiéndole su apoyo, mientras esta vez las trompetas sonaban para que avanzara. Por lo que, el primero en hacerlo fue él, seguido de los reyes de Antaño y finalizando con Ayleen y con Aslan, mientras los demás veían por donde pasaban. Al finalizar, llegaron a sus lugares correspondientes mientras Caspian se quedaba en pie frente al trono, dispuesto a recibir el título por el que había peleado y con el que liberaría a Narnia.

Fue coronado entonces bajo el seudónimo El Navegante, dispuesto a dar lo mejor de sí para reinar bien. Así como Peter, cumpliendo las disposiciones de Aslan, confirió la Orden del León a Caspian, y Caspian en cuanto fue armado Caballero, la confirió a Buscatrufas, a Trumpkin y a Reepichep, y nombró al maestro Cornelius su Canciller; confirmó también el oficio hereditario de los Osos Panzones como Mariscales de los Campos de Batalla. Hubo un gran aplauso.

—¡Larga vida al Rey Caspian! —El vestíbulo se llenó de celebraciones—. ¡Qué largo sea su reinado!

Al finalizar entonces salieron con el pueblo, montados sobre sus corceles mientras avanzaban entre las calles telmarinas con el pueblo recibiéndoles con felicidad y entusiasmo, comenzando a ver que una nueva era les esperaba a todos, con un reino que haría lo necesario para mantener la paz entre un pueblo y el otro. Por un rey dispuesto a regresarle al pueblo narniano su reino.

Festejaron entonces por el resto de la tarde, comieron, bebieron, bailaron con las dríadas de bosque, cantaron las melodías de los faunos y Ayleen no pudo sentirse más plena, hablando con Susan, riendo por los comentarios de Reepichep, evadiendo a Buscatrufas que se empeñaba en darle más comida al estar en desacuerdo con su peso todavía, viendo con alegría a Lucy sentada a un lado de Aslan, viendo a los árboles y náyades y al anochecer, lanzaron luces que brillaron encima del castillo, resplandeciendo entre las estrellas; se sintieron felices, plenos, dispuestos a lo siguiente.

Y, en medio del festejo, ambos volvieron a cruzar miradas hasta que en menos de un parpadeo, estuvieron uno frente al otro. Edmund tomó su mano con delicadeza mientras esbozaba otra de sus típicas sonrisas y Ayleen le miró a los ojos, sin saber que esperar.

🎵

Antes de que el rey pudiese decir algo, se escuchó el sonido de las flautas de los faunos tocando una nueva melodía que alegró a los presentes, por lo que, en menos de un santiamén los niños comenzaron a correr por el patio saltando y bailando por la música. Lucy entusiasmada no dudó en tomar la mano de varios narnianos y llevarlos consigo al patio el cual se comenzó a despejar, prontamente la música les puso a bailar, pues a diferencia de las usuales melodías que los faunos tocaban para dormir, está era una totalmente diferente.

Se hicieron de lado mientras los demás comenzaban a buscar pareja y bailar al compás de la música, intercambiando pareja siguiendo con el ritmo popular de la canción. No fue hasta que Lucy corrió hasta ellos que salieron del ensimismamiento en el que terminaron dentro, la pequeña reina les tomó a ambos de brazo y los empujó al centro del patio donde comenzaron a bailar junto a los demás en círculo, siguiendo los pasos que los demás hacían. Ayleen de tantas pasadas terminó bailando con Caspian, hasta después ir con Peter y al finalizar con Susan u otros narnianos, con quienes compartió sonrisas y un par de comentarios más para completar mientras el viento ondeaba en su cara y revolvía sus cabellos, mientras sus ojos brillaban a la luna y a los presentes y se sentía prontamente más animada.

Ahí bailando con los demás sintió mil emociones, mil experiencias y, pese a que no se sabía el baile, hizo el intento y logró memorizar los pasos así como los giros que daban. También aprendió cada cuanto cambiaban de pareja y lo estuvo haciendo, disfrutando de la felicidad que le provocaba el estar compartiendo un momento de gozo y festejo junto a los narnianos.

Prontamente todo comenzó a sentirse divertido, lleno de alegría, mientras disfrutaban el bailar unos con otros, el ritmo de la música entonces comenzó a aumentar y la danza se hizo más rápida, giraron a su alrededor, siguiendo la adrenalina en sus venas, las sonrisas ensancharse, hasta que sin querer, buscó a Edmund con la mirada quien parecía hacer lo mismo, se sonrieron el uno al otro sin decir nada más, intentando llegar hasta al otro sin éxito alguno.

Los pasos aumentaron la rapidez, las personas aplaudieron mientras bailaban, los niños brincaban sobre sus lugares uniéndose al baile. La alegría abundó el espacio, los intercambios de parejas se hicieron más frecuentes, las personas corrieron para seguir el ritmo, rieron, gritaron de alegría, continuaron bailando. Ayleen giró entre tantas personas dejándose llevar por la música y en medio del patio, dando círculos mientras danzaba cerró los ojos experimentando dicha sensación. Hasta que volvió a cambiar de pareja, alzando la vista para finalmente encontrarse los ojos avellanas del Rey Justo, ella sonrió de alegría mientras él de ternura al verla así, pues nunca la había visto tan feliz.

Bailaron y giraron, hasta que con una última vuelta cerraron el baile, sus manos terminaron unidas y sus ojos centrados en el otro, sus respiraciones chocando la una contra la otra y sus corazones latiendo con la misma sintonía. En esos momentos, solo existían ellos dos.

—No me dejes caer —murmuró entonces Ayleen cuando recuperó su respiración, aun siendo sostenida por él.

—Te dejaría caer solo para reírme —comentó con un toque divertido en su voz, haciendo que la media elfa le mirara, soltando un bufido—. Caería contigo sino lograra sostenerte.

Eso fue lo único que necesitó escuchar, no necesitaron decir nada más. En medio del patio mientras los demás veían expectantes lo que ocurría, solo existían ellos dos, hasta que la distancia se acortó, hasta que la mano pálida de Edmund acarició la mejilla de Ayleen, hasta que lentamente la cercanía entre ambos se comenzó a perder, hasta que sus labios finalmente se unieron el uno contra el otro. Y, esta vez, no era para detener un ataque de pánico.

Ambos se sintieron entonces felices por algunos instantes, mientras sus labios se movían al mismo compás y experimentaban la misma sensación. Alegría que compartían, sin pensar en la realidad, sin ponerse a pensar en que no se verían hasta no luego de un largo tiempo, porque ambos tenían marcado sus destinos en direcciones opuestas. Él regresaría a su mundo y ella solo lo haría para despedirse del profesor, quien fue su abuelo en el mundo de los hombres y al final regresaría a su tierra prometida. Regresaría a Narnia para cumplir con su destino.



¿Qué piensan de Ayleen y Edmund?🥺💞


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