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━━11: El duelo entre Peter y Miraz


Tenía una mala sensación sobre su estómago, por alguna extraña razón se sentía nerviosa, pensaba en el duelo y algo le decía que saldría mal, no necesitaba tener una visión para comprobarlo, las que había tenido con anterioridad le habían hecho creer que eran futuras. Minutos atrás ya habían ido a proponer el duelo a Miraz, pero en todo el recorrido y mientras Edmund leía ella había sentido un terrible revoltijo en su cabeza, así como una ligera sensación de mareo que no la dejaba en paz.

Pasó saliva por su garganta, volviendo a la realidad, mientras a lo lejos veía como Caspian ofrecía su ayuda a las dos reinas para montarse en el corcel negro, permaneció estática sin saber si interrumpir la escena entre la hermana mayor y el telmarino, hasta que finalmente retrocedió, para su mala suerte, arrastró el pie de tal forma que se escuchó hasta donde estaban los tres, captando su atención.

—No quería interrumpir —dijo de inmediato, sin evitar sonrojarse—. Será mejor que me vaya.

Dispuesta a marcharse, se dio la media vuelta para emprender camino junto a los demás, hasta que Caspian carraspeó impidiendo su ida.

—Ayleen —murmuró, vacilante.

—No es nada importante, en serio —contestó, girándose para verlo, Caspian alzó la ceja—. En realidad... Tengo que hablar con Peter.

Sin esperar respuesta de su parte emprendió camino directo a la mesa de piedra donde Peter esperaba pacientemente, mirando a la nada. Le había dicho que debían hablar, quizás era eso por lo que se sentía con esa terrible sensación en su cuerpo, no debía alertar a Caspian por nada.

—¿Ya fuiste?

—Ya —contestó, soltando un suspiro—. Caspian se encontraba despidiendo a tus hermanas.

El rubio frunció los labios, apretando los puños sin decir nada más, sus celestiales ojos se posaron finalmente en ella y esbozó una sonrisa sin mostrar los dientes, asintiendo lentamente con la cabeza.

—¿No te agrada? —preguntó dubitativa Ayleen, tomando asiento junto a él.

—No es eso, es un buen chico —respondió, ladeando la cabeza—. Pero no es bueno que se encariñe con Susan...

Ayleen alzó una ceja al no haberse percatado de aquello, la verdad era que siempre veía miradas cómplices entre aquellos dos, sin embargo, Ayleen era tan distraída que nunca prestaba atención a lo que ocurría a su alrededor.

—¿Por qué no? —¿Qué había de malo en que Caspian quisiera a Susan? Si es que la quería, Ayleen quería demasiado a Caspian como para no pensar en su felicidad, era su amigo después de todo—. Caspian es un buen amigo, un buen chico.

—Lo sé, pero nosotros no estaremos toda la vida aquí —respondió con simpleza—. Nosotros no somos de Narnia, aunque quisiéramos, tenemos nuestra familia allá.

—¿Pero y si se quedaran como lo hicieron antes durante varios años?

—Esa decisión ya no nos corresponde tomarla, no vinimos porque Aslan nos llamó, lo hicimos porque fue Caspian quien lo hizo.

—Supongo que eso complica un poco más las cosas.

La vista de Ayleen se posó en el suelo soltando una risilla nerviosa, la verdad era que no había pensado en lo que pasaría cuando todo acabase, cuando Caspian recuperara su trono (porque esperanza siempre era mejor que nada), no había pensado que debía de hacer después. A dónde iría. Estaba más que claro que no regresaría con el profesor Kirke, con su supuesto abuelo, le había mentido por años, jamás le había dicho la verdad, ¿y si no hubiera venido a Narnia se la diría algún día? Los días en Narnia la mantenían ocupada para pensar en lo que ocurriría después, pero ahora que finalmente lo hacía... ¿Con qué cara miraría al hombre que le mintió? ¿Qué más le estaba ocultando? Necesitaba respuestas de todo, aún si eso implicara terminar revelando más secretos, aún si eso cambiara su vida por completo.

Sabía que si quería podía tener una visión, cada día comenzaba a hacerse más experta en cuanto a esos temas, pero le aterraba lo que podría averiguar y era por eso que no lo hacía.

—Escucha. —Peter soltó un suspiro, mientras jugaba con sus manos un tanto nervioso—. En estos días he acostumbrado a decirte la verdad por partes y dejarte en mal estado, sé que es mi culpa —añadió al ver que iba a responder aquello, Ayleen asintió.

» Pero hoy tendré un enfrentamiento en el que es posible que muera, mis hermanos no saben todo lo que yo sé y por eso necesito contarte todo cuanto antes.

El corazón de Ayleen bombardeó más rápido de lo usual, mientras el rubio hablaba, una terrible sensación de pánico la invadió de pies a cabeza mientras comenzaba a sentir como la sangre le helaba los huesos y le impedía reaccionar. Peter la tomó del hombro, mientras Ayleen trataba de relajarse.

—No soy la persona indicada para decirte esto —continuó, haciendo que Ayleen le mirase a los ojos. Pronto azul contra dorado chocaron—. Aslan en persona me prohibió decir algo, Génesis no se sabe todo por completo y mis hermanos solo saben una parte. Sin embargo, si todo sale mal no habrá forma de que descubras la verdad.

—¿Qué verdad?

Alguien irrumpió en la mesa de piedra, tanto Peter como Ayleen se incorporaron en sus lugares mientras Imran y Edmund se adentraban en el montículo con sus armaduras ya puestas.

Imran era un muchacho apuesto y fuerte, volver a la vida de la había devuelto más color a su piel y a donde fuera que iba irradiaba buenas vibras. Apenas habían hablado él y Ayleen desde su último encuentro, cuando ella lo salvó; sin embargo, tampoco era como si quisieran hacerlo, ambos tenían asuntos distintos sobre los cuales debían de preocuparse.

La castaña pasó saliva por su garganta, sin saber que responder hasta que Peter se giró hacia los dos presentes y les sonrió para tranquilizarlos.

—Nada que deba preocuparnos por el momento —contestó Peter, pasando saliva por la garganta y compartiendo miradas con Ayleen.

—Es cierto —corroboró Imran, frotando sus rulos castaños hacía atrás mientras se acercaba hasta ellos—. Tristán y mi madre han estado preparando lo del duelo, aunque les he dicho que no hay de qué preocuparse han insistido en querer arreglar algo.

Ante aquella última palabra frunció una ceja y chasqueó la lengua, mientras Edmund seguido de él inflaba los mofletes.

—Peter es un buen espadachín y dudo que necesite ayuda de tu madre o de Tristán —comentó Ayleen unos minutos después.

—De eso no tengo dudas, Ayleen —replicó Imran sonriendo—. Las mujeres son muy tercas. Hola, Caspian —agregó cuando vio de reojo pasar al telmarino directo hacia ellos.

—¡Oh, claro que no! —alegó Ayleen en su defensa, ofendida.

—¡Por supuesto que sí! Deberías de ver como se pone Susan cuando algo le molesta, es un dolor de cabeza —interrumpió Edmund entre risas, a lo que Imran rio junto a los demás.

—Cierto, está mañana por poco me gano un buen golpe por parte de ella —comentó Imran.

—Es que ustedes son los culpables de que nos pongamos así. —En su defensa, Ayleen arqueó una ceja mientras los demás negaban efusivamente con la cabeza—. No somos tercas.

—Peter, el duelo está por iniciar —dijo Caspian unos minutos después de que los demás hubiesen parado la discusión para consiguiente, dar la media vuelta y salir del montículo dejándolos solos nuevamente.


Mientras salían del Altozano, Ayleen no pudo evitar preguntarse donde se encontraba Caspian, se suponía que debía acompañar a Peter. Avanzó a través de los narnianos, directo al campo de batalla, miró nerviosa una última vez detrás de ella y prosiguió a continuar, mordiendo su labio inferior, caminando detrás del Sumo Monarca y del rey.

—Ayleen no tienes que ver esto —murmuró Edmund, alentando su marcha para quedar junto a ella mientras tomaba su brazo para impedirle continuar su caminata—. Sube con Trumpkin y quédate con los arqueros.

Con su mano libre hizo una seña a Imran, quien asintió y caminó a lado de Peter.

—No me voy a quedar aquí —intentó forcejear contra la mano de Edmund para que la soltase, pero era evidente que no podía contra él—. Edmund, Peter me preocupa, necesito estar ahí con él.

—Yo sé que te preocupa, pero es arriesgado si todo se sale de control —intentó relajarla mientras la miraba a los ojos, no obstante, Ayleen apartó la mirada de él—. Habíamos quedado que te quedarías aquí, a salvo.

—Eso era si Caspian iba con Peter, ¡y no veo a Caspian! —susurró de forma histérica.

—Ayleen —murmuró el azabache ya cansado—. Por favor.

—Edmund, déjame ir —pidió a punto de estallar—. Peter iba a hablar conmigo antes de esto, pero no hubo tiempo. —Sus ojos se cristalizaron, mientras miraba finalmente a los ojos a Edmund y tomaba su rostro entre sus manos para que la viera y la dejara ir con ellos—. Por favor.

Después de unos segundos, Edmund asintió mientras Ayleen apartaba sus manos de él.

—Si se comienza a salir de control te vendrás con Trumpkin —sentenció Edmund mientras la castaña asentía agradecida.

—Lo haré.

Sin perder más tiempo, ambos continuaron su caminata, a la par que los vítores y los gritos de las criaturas narnianas se hacían presentes, una ola de gritos y aplausos les recibió mientras se apresuraban para escoltar al Sumo Monarca. Cada paso que daban alentaba su corazón, cada grito de apoyo les hacía creer que vencerían, pero ¿y si no era así?

¿Qué pasaría si perdían? Habría sido todo en vano, el venir, enterarse de cosas sobre las cuales nadie sabía más que Peter y Aslan. Habrían ido a Narnia solo para ver como perdían ante los telmarinos usurpadores, que formaban grandes filas frente a ellos, todos cubiertos con su armadura bronceada reflejada bajo los sutiles rayos del sol y listos ante la más pequeña anomalía para atacar en caso de que a su rey le ocurriese algo. El estómago se le encogió y una fuerte sensación de pánico abrumó sus sentidos, aun así se obligó a continuar con la mirada en alto sintiendo la mirada de los narnianos esperanzados detrás de ellos, así como la de los telmarinos viéndolos como si fueran una simple plaga que debía de ser eliminada de la forma cuál fuese posible.

Pasó saliva por su garganta, mientras el sonido se iba disipando y comenzaba a escuchar claramente el latir de su corazón ante los nervios. Tanto ella como Imran fueron detrás de los reyes por protección, así que Edmund no podía verla para decirle que se regresara. De cualquier forma, a tan solo unos pasos, Glenstorm los esperaba con la espada en alto no dudando un segundo en usarla de ser necesario.

Asintió ante sus reyes cuando acortaron la distancia y se dio la media vuelta para encabezar la marcha delante de ellos. Dos segundos después los cinco se encontraban de pie en el campo de batalla, mientras Miraz no dejaba de murmurar a uno de sus lores.

El hombre finalmente se puso de pie a la vez que Peter se detenía, mientras Edmund le pasaba la funda, de tal forma que, con un rápido movimiento, la desenvainó provocando los vítores de los narnianos a sus espaldas. Acto seguido, Miraz hizo lo mismo, acompañado del silencio, luego de haberse colocado el casco. Dio unos pasos al frente y se detuvo esperando a que Peter le imitara y cuando lo hizo prosiguió su camino mientras hablaba, con una voz tan potente detrás de ese casco.

—Aún hay tiempo de rendirse.

—Por mí adelante —respondió Peter en su lugar, sus azules orbes clavados en su oponente.

—¿Cuántos más morirán por el trono? —inquirió, listo para lo siguiente.

—Solo uno. —Se limitó a responder alzando su tono de voz mientras se bajaba el casco.

Dispuesto a tomar ventaja, Peter se acercó al hombre corriendo, subiéndose encima de una roca para tomar impulso contra el telmarino, un gran grito y acto seguido el choque de espadas y escudos dio inicio a tan esperado duelo por Narnia. El inicio del duelo había empezado fuerte, Ayleen vio desde su posición el choque de espadas estrepitoso y duro que les lograba hacer retroceder para evitar el impacto o quejarse a cada tanto.

Poco después, Peter soltó un espadazo al aire en un intento de continuar la pelea mientras Miraz, por su parte, había optado a darle un buen golpe con el escudo en la cara. Ayleen se mordió las uñas mientras observaba el duelo, rogando que ninguna visión la sacase de su realidad.

El duelo comenzaba a tornarse más violento mientras pasaba el tiempo, de vez en cuando los narnianos gritaban al cielo por el gran golpe que Peter asestaba contra Miraz y cuando era lo contrario se limitaban a gritar con enfado. Escucharlos ponía los vellos de punta a Ayleen, por lo que se limitaba a jugar con sus manos mirando un tanto nerviosa el duelo, pero nadie la había mandado a estar abajo, en primer lugar.

En cuestión de segundos cualquiera de los dos podría llegar a perder la vida... Se distrajo de sus pensamientos cuando Miraz dio un buen golpe a Peter, quitándole así su casco que lo protegía. El rubio, mientras tanto, con ágiles movimientos logró esquivar la espada de su cabeza en varias ocasiones, permitiéndole así cortar con el filo de su espada parte de la pierna de Miraz.

A pesar de los minutos, ambos estaban bañados en sudor, completamente adoloridos. Hizo una mueca cuando notó como Peter terminaba cayendo de espalda contra el piso, logró incorporarse a tiempo antes de que Miraz arremetiera contra él y le propinara varios espadazos. Luego, volvió a tumbar a Peter y Ayleen tuvo que verse ante la desesperada intención de no meterse para detener aquello.

Miró con preocupación cuando Miraz pisó el escudo que todavía estaba sujeto en la mano de Peter y emitía un sonido desgarrador ante el dolor. El rubio aún en el suelo rodó hacía adelante, mientras chocaba espadas con Miraz que iba detrás, hasta que cambió de dirección tomando desprevenido el telmarino y pronto ambos se encontraban en el suelo. El Sumo Monarca logró incorporarse a tiempo antes de que los cascos y relinchos de un caballo galopando se acercara. La castaña dio media vuelta junto a los demás, solo para observar cómo Caspian y Susan se acercaban por el perímetro, interrumpiendo por segundos el duelo.

—¿Necesita Su Alteza un respiro? —inquirió con sorna Miraz, mientras Peter recuperaba el aliento.

—¿Cinco minutos? —articuló Peter con cierta dificultad.

—Tres —replicó el telmarino, mientras ambos disponían a regresar con los suyos.

Sin perder más tiempo, Ayleen fue en busca de Peter para ayudarle a avanzar hasta los demás, la morena podía sentir como respiraba con dificultad y hacía muecas con cada paso que daba.

—¿Y Lucy? —preguntó a Susan en cuanto llegó junto a ella.

—¿Qué estás haciendo aquí? —La voz de Caspian la distrajo, con pasos torpes se acercó hasta él.

—No quiero estar allá. —Se limitó a responder—. Además, no estabas.

—Puede ser peligroso, no deberías estar aquí.

—No es decisión tuya, Caspian.

—Vayan arriba —interrumpió Peter—. Yo dudo que los telmarinos cumplan su palabra.

Ayleen abrió la boca para replicar, pero antes de que lo hiciera, Peter volvió a hablar.

—Es muy arriesgado que estés aquí —contestó, mirándola seriamente a los ojos—. Y no puedo darme el lujo de protegerte, aunque quisiera, estoy demasiado débil ahorita.

—No necesito protección —protestó Ayleen, ganándose una dura mirada por parte de los cuatro hombres presentes.

—Estarás mejor allá, confía en mí —dijo Peter, con suavidad—. Ve por tu arco y quédate junto a Susan.

Ya aclarado aquello, Susan se acercó hasta su hermano mientras lo abrazaba y le murmuraba unas palabras. En cuanto se separaron Ayleen la imitó, abrazando al chico con el que se había encariñado tan pronto, a pesar de que sus encuentros habían sido más discusiones que nada. Edmund asintió en su dirección al ver que dudaba en irse y, finalmente, ambas jóvenes corrieron en dirección al Altozano seguida de varios gritos por parte de los narnianos esperanzados.

No perdieron ni un segundo en ir arriba junto a Trumpkin y los demás arqueros en cuanto Ayleen hubiese sacado su arco de las profundidades del cofre. Compartieron miradas nerviosas mientras abajo, Edmund, Caspian e Imran ayudaban a Peter con sus heridas.

Finalmente, los minutos pasaron y prontamente ambos reyes se encontraban luchando más ferozmente que antes, chocando espadas sin cesar, Miraz hacía buen uso de su escudo mientras Peter trataba de defenderse con la espada. Gritos y júbilos al no saber qué ocurriría después, avanzaron en círculo por el campo de batalla sin dejar de chocar espadas una y otra vez. El corazón se le aceleró a Ayleen mientras observaba preocupada lo ocurrido debajo de ellos, ambos terminaron luchando en el suelo nuevamente hasta que se incorporaron con cierto pesar. Forcejearon algo con las espadas de forma rápida y violenta, hasta que la espada de Miraz salió por los aires.

Continuaron la pelea, Miraz defendiéndose con su escudo mientras Peter con la espada lo golpeaba sin cesar, haciendo retroceder al telmarino por el impacto. En un arrebato, la espada de Peter terminó zafándose de su agarre dejándolo así desprotegido, cosa que Miraz no desaprovechó y asestó un buen golpe contra el rostro de Peter y su escudo. El segundo intento provocó que Peter lograra tomar entre sus manos el escudo y con gran fuerza y el rostro rojo logró darse la vuelta provocándole un gran dolor al telmarino.

El hombre usurpador se libró de Peter dándole un codazo, terminaron trastabillando hasta que el rubio se alejó para recuperar fuerzas, sujetándose de la roca frente a él. Aquellos simples segundos bastaron para que Miraz tomara la espada que había tumbada bajo sus pies y se acercara con furia para contraatacar al Sumo Monarca. Con la armadura de sus antebrazos, logró protegerse del filo de la espada, empujó al telmarino y con suerte logró golpearle con el puño la pierna vendada. Eso bastó para que Miraz retrocediera del dolor y trastabillara.

—Un respiro —murmuró con la voz ronca, aún con dificultad para respirar—. Un respiro. —Volvió a hablar hasta terminar agachado frente a él.

—¡No es tiempo de ser un caballero, Pet! —exclamó Edmund desde su lugar, angustiado por el desenlace.

Finalmente, Peter se detuvo aflojando su puño y se apartó del telmarino, avanzando hasta darle la espalda. Aquella oportunidad sin duda Miraz no la dejó pasar, pese a su dolor, se incorporó de forma inmediata con la espada en mano para atacar, pero el grito de Edmund puso en alerta a Peter, quien logró quitarle la espada y, en su lugar, fue Peter quien se la encajó por debajo de su armadura. El telmarino ahogó un grito con el rostro tornado de rojo por el cansancio, los golpes y de pronto Ayleen sentía lástima por él. El Sumo Monarca logró incorporarse, quitándole la espada de un arrebato mientras el telmarino, arrodillado frente a él, respiraba con dificultad.

—¿Qué te pasa, muchacho? —articuló con la voz cansada Miraz, viendo a Peter que recuperaba el aliento y se mantenía firme con la espada en alto—. ¿No te atreves a quitar una vida?

—Yo no voy a hacerlo —espetó, bajando la espada.

Se dio la media vuelta y extendió la mano con la cual sujetaba la espada en dirección a Caspian. El joven príncipe se acercó lentamente hasta acercarse al rey, con el semblante sombrío tomó la empuñadura de la espada y acto seguido, Peter se alejó, no sin antes tomar su espada del suelo. La intriga prontamente se cernió sobre todos y cada uno de los presentes, Ayleen tuvo que acercarse más a la orilla obligándose a ver lo que ocurriría a pesar de que no quería. Caspian alzó la espada apuntando la cabeza de su tío quien por años le había mentido.

—Tal vez me equivoqué, es posible que seas un buen rey telmarino ahora, después de todo.

Aquellas fueron sus últimas palabras, antes de agachar su vista dispuesto a dar su vida, aceptando su derrota. El joven gritó con el rostro eufórico y clavó la espada tan solo centímetros de él, sin matarlo.

—No seré igual que tú —habló finalmente Caspian, cuando Miraz alzó la vista para verle—. No morirás, pero devolveré el reino a los buenos narnianos.

Lo siguiente que pasó fue algo que nadie de los presentes esperaba, Caspian se alejó y en cuestión de segundos Miraz se encontraba muerto, con una flecha clavada por detrás. La flecha de Susan.

Acababan de iniciar una guerra sin proponérselo.


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