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━━10: Plan de defensa

Ayleen sabía que no todo era bueno, nunca pensó que traer al príncipe Imran de vuelta a la vida sería tan agotador, tan doloroso, sufrió varios rasguños en las piernas a causa del dragón, pero todo era mental, le había dicho Génesis ya que, según ella, había utilizado magia muy antigua. Magia que Ayleen no recordaba haber usado, pues para empezar todo lo había hecho a través de las visiones, había interrumpido una visión sin saber cómo, ¿se podía hacer eso? Se preguntaba mientras era atendida por Lucy con su poción sanadora y por Imran, que podía manipular el hielo o formarlo, esas habilidades las había recibido apenas por haber estado tanto tiempo congelado, pues antes había sido un Skyvstid ordinario.

Estuvo en cama durante tres días seguidos, sin hacer nada más que en pensar las posibles respuestas al porqué tenía dichas habilidades, ella no podía ser una Skyvstid, era una humana, una hija de Eva. Algunas veces se obligaba a no pensar más en eso, no solo por evitar entrar en pánico sino que la cabeza le pesaba horrores y tenía fuertes dolores en la nuca, a veces sangraba de la pierna y otras se despertaba alarmada recordando al dragón de la cueva.

Algunos estaban preocupados por su salud, como el Sumo Monarca que iba varias veces a ver como se encontraba, la fiebre no bajaba y comía muy poco. Lucy la mayor parte del tiempo la acompañaba y le ofrecía de su poción para que eso aminorara el dolor, pero incluso su jugo de la flor de fuego parecía no hacer mucho efecto en ella pues no parecía tener síntomas de estar mejorando.

Los telmarinos habían estado acampando sin hacer nada todavía, aunque evidentemente les superaban en número, los tenían rodeados, de manera que los narnianos únicamente tenían el Altozano de Aslan como guarida. Tarde tras tarde Peter trazaba planes para librarse de ellos, pero cada uno resultaba más improbable que el anterior, llevaban una clara desventaja, Génesis aún seguía con ellos sin embargo ella no podía traer a su pueblo para pelear ya que Aslan todavía no los había perdonado, ya tenían ellos suficiente con haber entrado a escondidas sin su permiso y sus habilidades no les serían de mucha ayuda, pues al ser desterrados, Génesis no podía hacer uso de su magia e Imran tenía poderes muy limitados que no servirían para pelear.

El tiempo se agotaba, los segundos corrían marcando el reloj dejándoles sin opción.

Peter soltó un suspiro frustrado a la par que veía a Ayleen recostada, cubierta con una manta hasta el cuello, su respiración era lenta y sus manos temblaban débilmente sobre la manta encima de su pecho. El rubio la miró y dejó caer la cara, escondiéndola entre sus manos. Narnia parecía no estar en su favor esa vez, ahora no tenían a Aslan con ellos.

«Tal vez debemos darle una prueba» Las palabras de Lucy retumbaron en su cabeza, había hablado con ella poco después de que fracasaran asaltando el castillo telmarino, ambos habían hablado sobre el león al que tanto añoraban. ¿Cómo podían darle una prueba? Si estaban rodeados, un paso en falso y podría poner la vida de los narnianos y sus hermanos en peligro y lo que menos quería era eso.

El débil quejido que brotó de la garganta de Ayleen lo distrajo de su ensimismamiento, alzó la mirada al ver como la castaña tosía y se aferraba a las mantas, soltando un par de estornudos.

—Ayleen. —Su voz sonó rasposa, la joven parecía estar en una pesadilla puesto que se removía incómoda y hacía extraños gestos como asustada de algo. Peter se puso de pie al ver como empezaba a convulsionar—. ¡Lucy! ¡Caspian! ¡Quién sea, venga!

Tardó en escuchar pisadas hasta que las figuras asustadas de Caspian y Lucy aparecieron corriendo, la pequeña reina se inclinó sobre ella e introdujo en su boca una gota de su poción que la calmó, luego de unos minutos, Ayleen tomó una bocanada de aire y abrió los ojos con gran pesadez.

—¿Qué están haciendo aquí? —murmuró, tratando de incorporarse, algo desorientada de lo que sucedía a su alrededor.

—¿Cómo te sientes? —Peter evadió su pregunta, girándose hasta ella, volvió a tomar asiento a su lado en el borde de la hamaca y la miró con el rostro detonado a causa de la preocupación.

—Estoy bien —musitó, soltando un jadeo. Su dorada mirada se posó en los presentes e hizo una mueca—. ¿Qué hacen aquí? Deberían estar encargándose de los telmarinos.

—Tu salud es más importante —respondió Lucy, tomando su mano entre las suyas.

—Pues ya estoy mejor —replicó.

A pesar de seguir teniendo fuertes jaquecas se incorporó, no podían darse el lujo de desperdiciar más el tiempo y dejar ser aplastados por los usurpadores. De manera que se puso de pie, omitiendo proferir la mueca al sentir el horroroso dolor en la parte de la nuca, se aguantó las lágrimas por el dolor y avanzó hacia la salida del montículo entre tambaleos, puesto que había perdido el equilibrio por tantos días recostada reposando y por la herida en su pierna. A lo mejor Génesis tenía razón, sin querer la había escuchado hablar con Peter tan solo un día atrás, le había comentado que quizás el problema de Ayleen era mental y era por eso por lo que no funcionaba ni la poción de Lucy.

«Todo está en su cabeza —había dicho, unos metros más adelante de donde se encontraba recostada la castaña—. No se aliviará sin nada de lo que den hasta que ella misma sienta que está mejorando». Ayleen la tachaba de loca, ¿cómo podía hacerlo? Era difícil, además tenía miedo terminar en una visión. Las detestaba, aunque eso había salvado al príncipe Imran, sin embargo, ella gracias a eso estaba en esa forma, sin poder ayudar. Aun así, tenía que intentarlo.

Si los telmarinos los aplastaban sería el fin de todos y sería su culpa, por no esforzarse lo suficiente.

Los demás la siguieron compartiendo miradas extrañas ante el repentino deseo por querer levantarse y sentirse segura, aunque estaban seguros de que eso no era una buena idea, podría caer inconsciente en cualquier momento, debía estar descansando mientras ellos se encargaban de lo otro. Sin embargo, sus intentos por llevarla de vuelta a la cama fueron inútiles, Ayleen no cedió y los demás tuvieron que seguirla aún molestos porque la joven no les hizo caso alguno.

A Peter no le quedó de otra más que invocar una reunión.

La testarudez de Ayleen era admirable para Peter, quien avanzaba a rastras detrás de ella. Lo había intentado, la había engañado diciéndole que ya tenía un plan perfecto para vencer a los telmarinos, pero la castaña no creyó ninguna de sus palabras y continuó avanzando hasta el Altozano de Aslan. A pesar de que no mostraba signos o quejas de dolor, Peter notaba perfectamente las pausas que hacía y las muecas que emitía al sentir el dolor de su pierna, sabiendo que era imposible lidiar con ella, suspiró resignado.

Ya tenía bastante claro con Susan y Edmund cuando se ponían testarudos, era imposible hacer que le prestaran atención o acataran sus órdenes y Ayleen no era la excepción, pues era una niña claramente con muchos problemas de necedad.

—Bien. —El Sumo Monarca dejó soltar un suspiro, mirando a todos los presentes en la sala del consejo—. Ya que todos estamos aquí, es hora de iniciar la reunión.

—¿Qué propone que hagamos, Majestad? —A pesar de los años que estuvo sumido en un sueño, Imran parecía haber recobrado su actitud y su buena forma para mantenerse al tanto en las reuniones y apoyar en lo que fuese necesario.

Sus azules orbes miraron fijamente a Peter, para después pasarlos en los demás.

—No podemos arriesgarnos en perder las vidas de los pocos narnianos que hay —comentó.

Las palabras de Lucy se repetían constantemente en su cabeza, por lo que inspiró hondo antes de hablar y contarle a los de la reunión su plan. Era arriesgado, poco confiable y muy peligroso para su hermana, pero debían intentarlo.

—Tazas y timbales —comentó Trumpkin al escucharlo—. ¿Ese es tu nuevo plan?

Algunos coincidían con el enano, el último plan de Peter había salido mal, aunque gran parte había sido por la poca atención que habían prestado y lo mal que habían acatado las órdenes. Ayleen dejó escapar un suspiro, viendo como Trumpkin caminaba alrededor de la mesa.

—¿Enviar a una niña lejos, sola?

—Solo eso nos queda —replicó Peter, en un intento de no perder la cordura.

—No la dejaré que vaya sola —interrumpió Susan, quien se encontraba a un lado de su pequeña hermana, dando un paso al frente.

—¿No han muerto ya suficientes en esta guerra? —cuestionó el enano, con la mirada sombría tras llegar hasta la pequeña reina.

—Nicabrik también era mi amigo. —El sonido de la voz de Buscatrufas los distrajo, captando la atención de los presentes—. Pero perdió la fe, la reina Lucy no y, claro, yo tampoco.

Ayleen posó su vista en el tejón frente a ella. Había terminada sentada a un lado de Edmund en uno de los peldaños que conducían a la salida del montículo de la sala de reuniones. A comparación de la mesa de piedra, la sala de reuniones era más angosta, pequeña y una mesa redonda de piedra ocupaba gran parte del espacio, el cual era alumbrado por la luz de las antorchas.

Reepichep desenvainó su espada de su funda, llevándose la mano con la que sujetaba el arma al pecho.

—Por Aslan.

—Por Aslan. —Un oso imitó su movimiento, poniendo la mano sobre su pecho.

—Entonces voy contigo —acotó Trumpkin, aceptando el hecho de que Lucy tendría que irse.

—No, te necesitan aquí —repuso Lucy, poniendo una mano sobre su hombro.

—Debemos distraerlos hasta que las dos estén de vuelta —interrumpió Peter, captando la atención de los demás—. Además, necesitaremos toda la ayuda posible ahora que Ayleen está inestable, debido a lo ocurrido en el castillo no podremos dejarla sola en medio del combate por si una visión aparece. Por eso necesitamos cuanta más gente posible aquí.

—Si me permiten. —Caspian habló, quien se encontraba sentado al otro extremo en las escaleras opuestas junto a su profesor—. Miraz tal vez sea un tirano y un homicida, pero como rey tiene que apegarse a las tradiciones y expectativas de su pueblo.

» Existe una en particular que nos permitirá ganar tiempo.

El plan era retar a Miraz a un combate cuerpo a cuerpo contra Peter, aquello era más una distracción para que tanto Susan como Lucy pudieran salir fácilmente del perímetro sin ser atacadas. A pesar de que Ayleen tenía un par de dudas se mantuvo al margen, escuchando con atención cada uno de los puntos que Caspian sugería mientras Peter lo trazaba en el pergamino. Y mientras ellos continuaban enfrascados en su método de defensa, ella no pudo seguir soportando el dolor, por lo que, con gran dificultad, logró salir para tomar algo de aire fresco mientras observaba ceñuda el pueblo telmarinos que acampaba a unos metros de ellos.

—Tranquila, nada puede ser tan malo. —Edmund se situó con ella, sentándose a su lado sobre la gran roca.

—¿A qué te refieres?

—Sientes que has pasado por mucho todo este tiempo —continuó, observando el alba frente a ellos, dando por iniciado el comienzo de un nuevo día—. Pero no es así, con el tiempo te acostumbrarás a que una Narnia sin guerra no es Narnia. Por eso estamos aquí.

—Aun así, no es tan fácil —contestó, posando la vista en sus piernas—. He tenido que lidiar con tantas cosas en mi vida y esto es más de lo que puedo soportar. —Hizo una pausa para tomar aire y alzar la cabeza, sus ojos dorados se encontraron con los oscuros de Edmund—. No es tan simple, enterarte que tu familia no lo es y que puedes hacer cosas lejos de tu alcance. No es lo que yo hubiera pedido.

Hubo una larga pausa, en la que ninguno de los dos habló y el canto de las aves se hizo presente.

—¿Y qué es lo que tú hubieras pedido? —preguntó Edmund.

—Una vida más simple, sin mentiras. Aun si eso implicara no conocer Narnia jamás. —Sabía que sus palabras eran duras, que quizás se arrepentiría por haber dicho aquello.

Pero era lo que más anhelaba, anhelaba tener una vida que no implicara mentiras de por medio o personas diciendo ser tu familia cuando la realidad era otra. Los buenos recuerdos de su abuelo y su madre se habían acabado, siendo reemplazados por una sensación de confusión y decepción. Si el profesor Kirke no era en realidad su abuelo, ¿qué le aseguraba que la madre que creyó tener también lo era? ¿O el padre del que le habían hablado por años y jamás había conocido? Pensar en eso le formaba un nudo imposible de desatar en su corazón, le dolía. Odiaba tener que pensar en ellos mientras estaba en un mundo desconocido que parecía darle las respuestas que jamás obtuvo en su verdadero mundo. ¿Cómo debía actuar con eso? ¿Cómo podía seguir adelante cuando se sentía destrozada? Y, sobre todo, ¿cómo podía continuar en Narnia con esos poderes? Ella no quería tener que ver cosas, tener que enfrentarse a las visiones que la llevaban a una nueva verdad oculta. Porque cada vez que descubría algo nuevo, algo se rompía en su interior.

—Escucha. —El rey Justo tomó una bocanada de aire antes de hablar y se giró hasta ella, tomando sus hombros—. Nada de esto es fácil, has tenido que lidiar tu sola con cosas que jamás creíste posible y, sin embargo, aquí estás. Soportando el dolor físico y el mental, descubriendo cosas nuevas y haciendo cosas magníficas.

» Yo tuve que pasar por mucho en mi primer viaje a Narnia, cometí errores, errores que me marcaron de por vida y que me convirtieron en lo que soy ahora. Venir a Narnia no significa sufrimiento, es una salida, un lugar nuevo, un lugar espléndido. Un mundo para volver a la realidad.

Ante aquellas palabras, los ojos de Ayleen se llenaron de agua tratando de contenerse. Edmund la miró a los ojos, aún sin apartar las manos de sus hombros.

—Nada de esto es fácil, lo sé. Pero créeme, a veces es mejor afrontar la verdad a vivir toda una vida en un mundo de mentiras y fantasías. Y no todo es malo, todo lo que ha pasado es porque así debe ser y así está predestinado. —Soltó un suspiro, retirando con lentitud sus manos de ella. Su vista se posó abajo y, al final, puso una de sus manos encima de las suyas, transmitiéndole el apoyo que necesitaba en esos momentos—. Sé que puedes superarte y sé que dentro de esa persona frágil hay una con el coraje suficiente para afrontar la verdad. Porque, créeme, esto no lo es todo.

» Y mientras eso pasa, yo estaré a tu lado, apoyándote. No necesitas lidiar con esto tu sola, tal vez no sea el amigo del año, o pueda hacer que nos llevemos mejor. Pero mientras tu ocupes ayuda, aquí estaré. Porque eso hacemos, nos apoyamos entre todos.

Frente a él se derrumbó, dejando escapar las lágrimas acumuladas en sus ojos. Todo era tan difícil, y Edmund tenía razón; había tenido que lidiar con todo aquello ella sola, sin dejar que los demás la ayudasen y no era fácil, todo el tiempo estaba en una duda sobre quien era ella y sobre lo que ocurría en su vida que no había tenido el tiempo de pensar en los demás a su alrededor. No había visto lo preocupados que estaban con ella, Buscatrufas todo el tiempo la buscaba para que se alimentara como era debido, Peter junto a sus hermanos y Caspian habían tratado de ofrecer su apoyo con ella, preocupados por su estado de salud y todo lo que hacía. Incluso Crey, quien había muerto por ella.

Las lágrimas siguieron bajando, recordando la terrible muerte de su amigo, Edmund ya la había visto llorar por lo que no importaba, había sacado todo lo que la venía persiguiendo desde su llegada. Se había descargado con Edmund, soltando todo aquello que la carcomía desde dentro.

—Lo que pasó con Crey no fue tu culpa. —Como si ambos estuviesen conectados, Edmund sabía lo que pensaba en esos momentos—. Él hizo lo que todos habríamos hecho: te salvó la vida, sabiendo que no podrías tu sola en el estado en el que te encontrabas, deja de culparte por lo que pasó, él lo hizo valientemente y murió con honor, por una persona que valía la pena.

¿Cómo podía pedirle que no se culpara por aquello? Había intercambiado una vida por la suya, la había salvado cuando ella hubiera preferido que ese no fuera el caso. Sujetó con fuerza la mano de Edmund que con anterioridad se había posado sobre la suya y dejó escapar un par de sollozos mientras las lágrimas seguían bajando, porque parecían no tener fin. Todo era tan difícil y los problemas parecían no tener fin.

Odiaba los telmarinos, los detestaba por lo que habían hecho. Matando a gente inocente en la lucha por la libertad de su pueblo. Ahí, con él, todo lo demás parecía lejos de su alcance mientras lloraba y Edmund trataba de darle su apoyo; dejó caer la cabeza en su pecho, empapando su camisa con sus lágrimas. Tal vez no eran tan cercanos para ser amigos todavía, sin embargo, ambos sabían comprenderse y ella se había abierto por completo a él para que pudiese ver sus emociones cuando nadie más las había visto. Había estado aguantando por mucho ella sola, era tiempo de afrontar las cosas como eran y continuar, no podía seguir como estaba, ocultándose de todos. Se sorbió la nariz para después retirar las lágrimas en sus ojos con el dorso de su mano y se retiró lentamente del azabache hasta quedar frente a sus ojos.

—¿Te sientes mejor?

—Sí. —Ayleen asintió, ignorando el hecho de que su voz había sonado ronca a causa del llanto—. Gracias, Edmund.

—De nada, Ayleen. 

Soltó un suspiro, terminando de colocarse el brazal correctamente mientras veía que toda su armadura estuviese bien puesta. Había tenido que cambiarse el vestido por unos pantalones de cuero que Génesis le habría prestado, junto a una blusa de igual forma, al ya tener varia armadura que Aslan le había dejado el primer y último día de su encuentro solo necesitó sacarla del cofre y colocársela cuidadosamente, sin embargo, sabía que era mala para aquello y por varias veces estuvo repitiendo el proceso hasta que quedaron bien sujetas a su cuerpo o eso creía, pues no lograba que se quedaran quietas las piezas. Avanzó sin mirar hacia el frente saliendo del montículo, mientras trataba de arreglar desde su posición la armadura.

—¿Necesitas ayuda? —Caspian se acercó corriendo hasta ella, Ayleen negó.

—Puedo sola —respondió, volviendo a jugar con el peto de cuero para que se quedara en su lugar.

—Lo estás haciendo mal —replicó el telmarino soltando una risilla, causando que Ayleen pusiera los ojos en blanco—. Para empezar, está chueca.

Con un movimiento ágil en sus brazos se lo sacó, colocando cuidadosamente la coraza en el lugar correcto del torso, trastabilló al sentir el peso adecuado de la armadura y recobró el equilibrio, viendo como el peto dejaba de balancearse de un lado a otro.

—Así está mejor.

—Bien, así podré cabalgar con facilidad.

—No necesitas cabalgar porque te quedarás aquí, conmigo. —La castaña bufó como respuesta—. Estás enferma, no puedes salir y menos ahorita, necesitas descansar, ya lo sabes.

Desde su lugar Ayleen resopló, cruzando los brazos sobre su pecho, mientras se colgaba el carcaj con flechas detrás de su espalda.

—Bien —resopló, siguiendo a Caspian a través de los pasillos—. Pero entonces yo acompañaré a Edmund al campamento de Miraz.

—No, te necesitan aquí, ya irá con él Vendaval y Rompetiempo —replicó el telmarino.

—Sí, pero dudo mucho que dejen entrar a un gigante y a un centauro junto a él por lo supersticiosos que son —respondió—. Así que yo estaré ahí para ayudarle, en caso de ser necesario. 

Sabiendo que no había manera de hacerla cambiar de opinión, Caspian asintió en su dirección.

La lucha por Narnia estaba a punto de dar comienzo.

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