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━━07: Génesis

Miles de sentimientos contradictorios se embriagaron en su interior, se sentía molesta, confundida, pero, sobre todo, tenía una extraña sensación recorriendo su cuerpo, se sentía impotente; ¿quién diablos se creía Peter para venir y decir eso? ¿Cómo se atrevía a insinuar que Dígory no era su abuelo? ¿Entonces quién lo era? ¿Entonces por qué no le decía la verdad de una vez por todas? ¿Por qué tenía que esperar? Se estaba cansando de lo mismo, día tras día, descubriendo nuevas cosas que nadie le explicaba, hablando con un centauro que al final no había llegado al punto de nada, ¿de qué servía? Los azules orbes del rey se posaron en los dorados de la chica sin decir nada, simplemente la observó con una lástima inminente que causó que la chica se enfadara aún más.

—Lo siento —comentó Peter unos minutos después, pero Ayleen pasó de largo del rey, con los ojos llenos de lágrimas.

No había razón para que Peter le mintiera o le jugara una broma de muy mal gusto, eso lo sabía de antemano, pero aun así era imposible creer aquello. Dígory hasta ese entonces había sido su única familia, su padre ya estaba muerto cuando ella nació y su madre le había seguido un par de años atrás y él era el único que le quedaba, ¿quién diablos lo sería entonces? ¿Por qué el profesor la había cuidado? ¿Qué significaba aquello?

Lucy le dedicó una mirada de tristeza que encogió su corazón aún más y, con los ojos al borde del llanto, salió del Altozano en dirección al bosque para ocultarse. Todo se estaba saliendo de control, no podía ayudar a Caspian; de nada servía estar ahí, le había fallado a Aslan.

Terminó sentándose en una de las ramas de un árbol luego de haberse trepado, una de sus piernas quedó colgando en el aire mientras se recargaba en el árbol y cerraba los ojos dejando que las lágrimas se deslizaran bajo sus mejillas, después de enterarse de aquello los problemas de Narnia se veían chicos.

¿Cómo volvería a ver de la misma forma al profesor? ¿Cómo evitaría estallar en llanto cuándo le revelase lo que sabía? Pero, sobre todo, lo peor era ¿cómo podía olvidar qué aquel hombre era su abuelo? Aquel hombre que le contaba maravillosas aventuras que le habían sucedido cuando iba de vacaciones junto a su madre, aquel hombre que pedía amablemente a la señora Macready que les preparara chocolate mientras él le leía uno de sus diarios. Y, en medio de la confusión, Ayleen se secó las lágrimas pasando sus manos por su rostro, había recordado algo, cuando tenía 8 años Dígory le había hablado sobre un mundo mágico el cual él había visitado a través de unos anillos y le había dicho que se llamaba Narnia, pero con tantos años que pasaron lo había olvidado por completo. ¿Cómo había sido tan tonta como para ya no recordarlo?

El nudo en su garganta se intensificó, tan solo quería regresar a su vida antes de enterarse de la verdad. Pasó sus manos por sus orejas, que ahora eran más largas y puntiagudas y una mueca se formó en su rostro mientras su semblante se transformaba en uno de desprecio, odiaba esas orejas, lo hacía y también odiaba el brillo dorado que salía de sus ojos en algunas ocasiones. Odiaba todo lo que significaba cambio en ella, muchos quizás se alegrarían de estar ahí, en Narnia, pero Ayleen se sentía devastada, porque cada día que pasaba se enteraba de algo nuevo, algo que no tenía sentido, algo que cambiaría su vida para siempre desde aquel momento. Y, lo peor de todo, es que ya no había vuelta atrás.

Abrió los ojos encontrándose con el verde vivo de unos orbes que la observaban desde encima de una de las copas. Se trataba de una mujer, morena y alta cuyos cabellos estaban largos y negros, Ayleen la conocía: la había visto en una de sus visiones y, al igual que en la visión, la mujer tenía las orejas como ella y, a diferencia de otras mujeres, ella vestía pantalones con una cota de malla que la protegía. El semblante de la mujer se quedó serio, inexpresivo, mientras Ayleen se preparaba para saltar y salir corriendo, pero algo la detuvo.

Su muñeca brillaba debido al brazalete, así que desvió su atención al artefacto que tenía en su antebrazo.

—Creo que tienes algo que me pertenece. —La mujer habló, causando que Ayleen volviera a centrarse en ella frunciendo el ceño sin entender.

—¿El brazalete? —preguntó, sin quitárselo.

Por primera vez, la mujer sonrió sin mostrar los dientes.

—Mi brújula —contestó y le tendió la mano para que se la devolviera.

Pero la joven no hizo caso, volvió a mirar del brazalete a la mujer, ¿una brújula? Debería estar delirando, aquello era un brazalete. Sus ojos miraron a la mujer frente a ella sin parpadear, no le daba buena espina estar ahí con ella y menos desarmada.

—¿Quién eres? —inquirió.

—Creo que ya sabes la respuesta, Ayleen —dijo, la mencionada abrió los ojos sorprendida de que había dicho su nombre—. Aún con tu magia, para la magia de un elfo no es obstáculo alguno.

—Pero tú no eres un elfo —replicó.

—Soy la única en ser elfo pura —dijo, sin ningún atisbo de perder la paciencia—. Los demás son mitad elfo, mitad humanos. Todos —agregó, en cuanto notó que la chica estaría a punto de replicar.

—¿Entonces te diste cuenta cuándo yo te observaba por la visión? —cuestionó, el miedo o las ganas de irse y salir huyendo habían desaparecido, la mujer asintió—. ¿Cómo?

—Mis poderes y habilidades son cosas extraordinarias, pero que sin duda alguna me van a llevar a la perdición.

—¿Por qué estás aquí, Génesis? —Volvió a preguntar.

Al fin se había acordado de su nombre, cosa que no sorprendió para nada a la mujer quien simplemente suspiró dispuesta a retomar la palabra.

—He venido por mi brújula. —Señaló el brazalete, el cual seguía brillando bajo los penetrantes rayos del sol—. Solo así Aslan nos podrá perdonar.

Ahora recordaba la visión, en ella, Génesis hablaba claramente sobre qué habían sido desterrados por algo que habían causado en Narnia o a Aslan, era por eso por lo que les había dado uno de sus territorios narnianos escondiéndolos del mapa de las mágicas tierras y de cualquier lugar, su hábitat se encontraba en la nada.

—¿Cómo llegaste?

—Siempre hay maneras de volver, Ayleen y tú fuiste la clave.

—¿Yo? —Aquello comenzaba a tornarse cada vez más extraño (sin contar el hecho de que se sentía estúpida por hacer tantas preguntas y sonar confundida con todo lo que oía), si antes había estado lamentándose por saber acerca de su abuelo ahora eso parecía ser sumamente lejano. Narnia no dejaba de sorprenderla—. ¿Por qué yo? ¿Cómo es eso posible?

—Tú, Ayleen, nos salvarías —contestó y nuevamente recuperó su semblante sereno—. Pero ya es demasiado tarde.

—¿Tarde? ¿A qué te refieres?

—Aslan te ha dado órdenes, no puedes enterarte de nada que no te corresponde aún. —Su tono sin duda se había hecho más duro y Ayleen arrugó la nariz, para después echarse para atrás—. Por tu seguridad.

—Entonces te puedes ir yendo.

Sin más preámbulos la morena saltó del árbol emprendiendo su camino de nuevo hacia el Altozano, la mujer le siguió unos segundos después.

—Traicionaste a Aslan, no puedo darte el brazalete si es lo que ocupas para acercarte a él, no puedo dejar que lo vuelvas a hacer —dijo, sin ningún atisbo de perder la paciencia, en cuanto la mano de Génesis sujetó firmemente su brazo impidiéndole andar.

—No tuve otra opción, ella lo tenía y me amenazó con matarlo si no hacía lo que pedía. —Su voz ya no sonaba dura o frívola, se le comenzaba a quebrar y, por primera vez, Ayleen observó que sus ojos verdes brillosos se hacían cafés y lagrimosos—. Era mi hijo, mi muchacho... —Las palabras se le apagaron y Ayleen empezó a atar cabos tan rápido que por unos instantes desvió su atención y se acordó del muchacho de cabello rubio encerrado en un oscuro lugar custodiado por un dragón.

—El príncipe perdido... —murmuró.

—Así es. —Le cortó, luego su postura volvió a ser la misma de antes y sus ojos se tornaron verdes de nuevo—. Mi hijo, que lleva más de 2000 años sumido en un sueño, fue embrujado por la Bruja Blanca. Y sigue sin despertar.

—¡No es posible! —exclamó Ayleen, recordando claramente como había visto al muchacho abrir los ojos al momento que a ella la fuerza y el fuego del dragón la habían alcanzado en sus piernas, dando por hecho que, aunque estuviera en una visión ellos podían verla—, ¡yo lo vi abrir los ojos!

—Lo que tú viste fue una visión del futuro —replicó, ignorando el hecho de que ahora Ayleen se sentía más confundida que nunca.

¿Ver el futuro? Sí, esa mujer estaba loca, pero si eso era cierto entonces quería decir que lo de sus piernas aún no ocurría... No, no era posible, negó con la cabeza tratando de convencerse a sí misma. Además, no hacía crédito a lo que oía, si ese muchacho tenía más de 2000 años sumido en un sueño ¿por qué esa mujer seguía con vida? ¿Cómo es que se seguía viendo tan joven y bella luego de tantos años?

Antes de que alguna de las dos pudiese hacer algo Peter y sus hermanos se aproximaban hasta ellas, con sus armas en alto, todos apuntando a Génesis cuya expresión seguía serena. Ayleen tuvo que apartarse cuando se vieron rodeados por los hermanos y Caspian, quien llegó corriendo a último minuto posicionándose a un lado de Susan.

—Ayleen, hazte a un lado —masculló el rubio sin apartar los ojos de la mujer frente a él, luego sin ver si la susodicha había hecho caso o no desenvainó a Rhindon de su funda y apuntó prontamente a la mujer, Ayleen no hizo nada, ni siquiera se movió, simplemente permaneció inmóvil confundida—. Génesis, creí que había quedado claro desde la última vez...

—Peter, querido. —Le interrumpió, mostrando una sonrisa sarcástica—. No te metas en mis asuntos, no vine por ti.

—Pero si por ella. —Por unos segundos la mano que sostenía su espada la desvió apuntando a Ayleen y al verla ahí mismo hizo una seña con su mano libre a Edmund.

El azabache no esperó a que su hermano dijera o hiciera más, llegó hasta Ayleen, tomándola del antebrazo y haciendo que la siguiera hasta posicionarse a un lado de Caspian, que observaba confundido todo lo que ocurría.

—Tiene algo que me pertenece.

Había algo que Ayleen no lograba entender, ¿cómo Peter la conocía? Entendía ahora lo de la traición de la mujer, pero no entendía por qué Peter la observaba tan enojado, ¿qué había ocurrido con ellos?

—Como gran Sumo Monarca de Narnia, te pido que vuelvas a tu hogar y te quedes con tu pueblo —ordenó, Ayleen jamás había visto a Peter enfadado, sus ojos claramente se habían oscurecido más y su semblante serio y arrugado solamente lo hacían ver más atractivo aún—. No lo voy a repetir.

—Espera. —Ayleen avanzó hasta Peter, observando confundida a Génesis y a Peter—. ¿Por qué?

—Ella traicionó a Aslan —respondió, sus azules orbes seguían posados en los verdes de la mujer.

—Entiendo lo que hizo, pero tuvo sus razones...

—Te va a decir lo que quiere para conseguir su brújula. —La interrumpió—. ¿Acaso te contó cómo es la única forma de romper el embrujo en su hijo? —El rubio bajó su espada y desvió su atención hasta Ayleen, quien en su lugar frunció el ceño, luego volvió a mirar a Génesis—. ¿Lo hiciste?

—No.

—Dile —ordenó, pero la mujer se mantuvo quieta—. Dile la única manera de recuperarlo, ¡dile! —Pero Génesis se mantuvo tal cual, sin pronunciar nada. Ayleen la vio, inquiriendo con la mirada la verdad, pero la mujer de cabellos oscuros ni se inmutó, mantuvo sus labios en una fina línea—. No te preocupes, yo se lo diré. Reviviéndola.

En ese instante lo supo, la única mujer muerta en estas tierras era la Bruja Blanca, Jadis. Si ella lo había sometido a tal embrujo era la única que podía salvarlo.

—¿Y sabes para qué quiere la brújula? —Volvió a decir Peter, irónico—. Para llevar a cabo su plan.

—¿De qué sirve la brújula? —preguntó Ayleen, aún seguía con dudas sobre su brazalete.

—La brújula está encantada, te lleva hacia tu destino.

—Pero ¿cómo explicas que mi brazalete sea tu brújula? —Ahora Ayleen se giró a la mujer, antes de arrepentirse se quitó el brazalete y se lo pasó a Génesis ganándose una mirada de reproche por parte de Peter, ninguno de los otros decía nada.

Génesis sostuvo el brazalete entre sus manos y tocó la figura de rayo que tenía en uno de los extremos. Todos se mantuvieron callados, hasta que Génesis tuvo que pronunciar algo en una lengua extraña que ninguno de los presentes entendió:

Cuando la primavera llega y Aslan agita la melena.

Cuando el sol se oculta,

Y las hadas se asustan, ante la llegada de la noche.

Entonces se eleva como un rayo de luz

Siguiendo el horizonte, que a tu destino conduce.

El brazalete entonces brilló con gran intensidad y frente a los ojos de todos fue perdiendo la forma hasta convertirse en una brújula dorada, cuyo logo al centro era un rayo emanando destellos. Ayleen se acercó y la sostuvo entre sus manos, arrebatándosela a la mujer de ojos verdes y la observó tanto tiempo que recordó uno de los cuentos de su abuelo sobre Narnia que le contaba de pequeña, él también le había hablado sobre una brújula que había conducido a una niña al bosque entre los mundos tiempo atrás, llevándola a Narnia. Tenía que ser esa, no había otra explicación.

—¿La vas a revivir? —preguntó Ayleen luego de unos minutos bajando la voz, los hermanos y Caspian ya se había retirado nuevamente dejando solamente a Peter quien mantenía la situación.

—No —murmuró.

—Ayleen no se la des, te está mintiendo —comentó el rubio, sus ojos azules observaban con súplica a la morena quien en su lugar mantuvo los ojos en la brújula.

—Es un riesgo que estoy dispuesta a tomar.

—No es el momento para que te trates de hacer la heroína. —Le interrumpió el monarca, pero la castaña ya le había dado el artefacto a la elfa y se había alejado en dirección al Altozano dejando a los dos solos—. Lo que hagas, ella lo sabrá. Y sabes perfectamente quién es Ayleen, traiciónala y sufrirás las consecuencias.

—¿Por qué traicionaría a la nieta de Aslan, Peter?

Antes de que el Sumo Monarca pudiera replicar, la mujer había desaparecido con una sonrisa de satisfacción en el rostro.

Cuando Peter llegó a la mesa de piedra estaba completamente malhumorado por lo que había pasado, ignoró a unos narnianos que le hacían preguntas mientras avanzaba arrastrando los pies y luego, desquitó su coraje con uno de los muros del altozano, golpeándolo hasta que sus nudillos sangraron. Ahora tenía que acabar con los telmarinos lo más pronto posible antes de que lo peor pasara, pero no podía culpar a Ayleen de sus acciones cuando él le estaba ocultando demasiadas cosas. Peter no podía revelarle nada a Ayleen por órdenes de Aslan desde su primera visita, pero todo iba tan mal cuando la chica se enteraba por su cuenta, por otras personas o por su propia culpa.

—¿Qué más te dijo? —preguntó malhumorado posando sus azules ojos en la joven, sin esperar a que los narnianos se salieran o sus hermanos dejasen de observarlo ceñudos.

—Solo lo del príncipe perdido —respondió, en un toco seco.

El rubio no comentó nada más, permaneció callado con el rostro echando chispas. Lucy se acercó a él rápidamente y tomó su mano hasta guiarlo fuera del montículo.

Ayleen quedó perpleja, esto era su culpa, lo sabía. Aslan le había dicho que no era el momento de indagar en más cosas, que se esperara y ayudara a Caspian, pero no lo estaba logrando.

La impotencia y el enojo que había sentido al saber que Dígory no era su abuelo se había acabado, a pesar de que aún tenía esos sentimientos contradictorios no podía permitirse encerrarse en la simple burbuja para evitar a los demás, con paso decidido salió detrás de los dos hermanos hasta divisar la castaña cabellera de la niña. Antes de poder detenerse a reflexionar o echarse para atrás, Lucy se percató de que los seguían y se giró soltando la mano de su hermano.

—Fui una tonta —comentó, antes de que el rubio pudiese gesticular algo—. Pero no es momento de pensar en mis errores, tenemos que acabar con los telmarinos cuanto antes. Es por eso qué les llamó Caspian, ¿no?

Estaba hecho, exhaló ruidosamente y observó a Peter, quien asintió luego de asimilar las palabras de la morena.

—Tienes razón.

La mesa de piedra se comenzó a llenar luego de que Peter corriera la voz de que habría reunión, los últimos en llegar fueron los ratones quienes se disculparon inclinándose ante sus reyes y se infiltraron entre las criaturas hasta alcanzar un buen punto de vista.

—Han pasado varios días desde que llegamos a la ayuda de Caspian —comenzó el Sumo Monarca, apagando los murmullos de los narnianos en espera de la reunión—, pero en este tiempo que hemos estado aquí cada uno de nosotros nos hemos visto envueltos en nuestros propios asuntos, en la fabricación de armas, así como de armamento; por lo que, debido a eso, no hemos sacado a tema lo que de verdad importa.

Los presentes asintieron, Ayleen tuvo que alejarse unos metros de donde estaba hasta situarse en una de las paredes de lado de la mesa de piedra, donde se recargó y dejó que la luz de las antorchas iluminase su rostro. Comenzaba a marearse por estar encerrada con muchas criaturas en una sola habitación, pero no podía salirse ahora que de verdad harían algo para ayudar a Caspian. Recargó su cabeza contra la fría pared rocosa y entrecerró los ojos, regulando su respiración.

—Las tropas y máquinas de guerra de Miraz ya están en camino —continuó, apagando nuevamente los murmullos y avanzando hasta quedar en el centro posando sus azules orbes en las criaturas—, lo que significa que esos hombres no protegen el castillo.

—¿Y usted qué propone qué hagamos, Majestad? —preguntó Reepichep, dando un paso al frente.

En el tiempo que llevaban ahí, los narnianos se habían acostumbrado también a tratar a Caspian como su rey a pesar de que era príncipe todavía, por lo que, en ciertas ocasiones, era tratado de Su Majestad. Aquello causó sin duda una confusión entre Peter y Caspian, ambos respondieron a las palabras del roedor con puntos de vista diferentes; Peter, por su parte, dijo que sería mejor atacar antes y Caspian lo negó.

Tras echarle una furtiva mirada, finalmente, Caspian cedió ante Peter y le dejó tomar la palabra nuevamente.

—Nuestra única esperanza es lograr ser los primeros en atacar —puntualizó, ganándose una mirada irónica por parte de Caspian.

—Que locura —comentó el príncipe—. Nunca han penetrado ese castillo.

—Siempre hay una primera vez —repuso el rey, totalmente inexpresivo.

Ayleen estaba perdida entre la discusión, así que de mala gana se acercó hasta sentarse en la mesa a un lado de Lucy quien le sonrió cálidamente, luego sintió la mirada de Caspian clavada en ella, pero se abstuvo de hacer lo mismo y, en su lugar, observó a Peter.

—Además tenemos el elemento sorpresa. —Esta vez fue el turno del enano de barbas rubias hablar, Ayleen seguido olvidaba los nombres y esta era una de esas ocasiones.

—¡Pero tenemos ventaja en este lugar! —insistió.

—Aquí bajo tierra yo creo que lograríamos defendernos —interrumpió Susan, Ayleen ahora la observó a ella, quien a su vez compartía miradas con Caspian; no queriendo ver eso, desvió la mirada inmediatamente.

—En lo personal me siento más seguro bajo tierra —habló Buscatrufas, apoyando a la benévola.

La reunión se estaba saliendo de control, había varios que aún no expresaban de qué lado estaban, pero otros sí, asintiendo ante Peter o Caspian. El rubio volvió a observar a Caspian y se acercó a él.

—Oye, aprecio todo lo que has hecho, pero esto no es una fortaleza, ¡es una tumba!

—¡Sí! Y los telmarinos nos matarían de hambre si sus tropas nos siguen —replicó irónico Edmund, quien se mantenía sentado en una de las rocas que había a lado de uno de los muros.

—Yo traería nueces —dijo una ardilla, Ayleen tuvo que agachar la mirada para verla y junto a Lucy sonrieron de ternura.

—Sí y se las darías a los telmarinos. ¡No hables! —exclamó el ratón, para luego posar su mirada en Peter—. No tengo que decirle lo que creo, señor.

—Pues yo sí. —Ayleen se levantó de la mesa hasta avanzar y situarse frente al telmarino y al rubio, los ojos de todos se clavaron en ella y, obligándose a mantenerse serena, tragó en seco y observó a Caspian una última vez antes de observar al rubio—. Si nos quedamos nos van a derrotar y si vamos y nos infiltramos en el castillo también lo harán. En las dos maneras ellos nos superan en número, a pesar de que en estas semanas hayamos recuperado más de lo esperado —agregó, al percatarse de que los narnianos iban a replicar—. No obstante, apoyo a Peter. Es mejor ser derrotados allá a que descubran nuestro paradero y todo sea demasiado tarde, no podemos tomar el riesgo.

—Hablas de "ser derrotados" cuando ni siquiera sabes las probabilidades —comentó Edmund, el azabache se puso de pie con una sonrisa irónica y los dos pares de ojos cafés se observaron por unos segundos hasta que Ayleen desvió la mirada y se cruzó de brazos, bufando—. Que seas una vidente no quiere decir que lo sepas todo.

—¡Ni siquiera lo dije por ser una vidente! —replicó exasperada, la sonrisa de Edmund se esfumó—. Yo, al contrario que tú, he estado observando a los narnianos y haciendo lo posible por recuperar el trono de Caspian...

—¿Por qué, por ayudar a tu novio? —replicó el azabache, Peter a su lado rodó los ojos y Caspian se cruzó de brazos ante la pronta discusión de los jóvenes—. Ni siquiera has hecho nada de eso, te la pasas aquí como si estuvieras en casa, viendo cosas, ¡no he visto que muevas un dedo!

—¿Y tú sí? —inquirió Ayleen con una sonrisa burlesca—. Dime, ¿qué has hecho?

—¡Ya basta! —Fue el turno de Lucy para hablar y callarlos, Susan agradeció a su hermana por tomar la delantera y la castaña señaló el fondo del montículo—. Lo que tengan que discutir, ¡fuera! No tenemos que estar presenciando sus peleas.

Ninguno de los dos dijo o hizo nada, hasta que Peter prontamente tomó las riendas en el asunto y se dirigió a Glenstorm.

—Si filtro tropas, ¿te encargarías de los guardias?

—O intentándolo, moriré —contestó el centauro.

—Eso es lo que me preocupa. —La voz de Lucy ahora sonó más relajada, Peter observó a su hermana tras darse la vuelta.

—¿Qué cosa?

—Solo están considerando dos opciones, caer aquí o allá —contestó, dándole la razón a Ayleen con sus anteriores palabras.

—No parece que estés escuchando —musitó su hermano.

—No, tú no estás escuchando. —Ayleen y Edmund compartieron miradas, luego de darse cuenta quienes eran los que discutían ahora—. ¿Ya olvidaste quién venció a la Bruja Blanca?

—Creo que ya esperamos a Aslan lo suficiente —sentenció el rubio, para dar por finalizada la reunión, avanzando en dirección a la salida del montículo, dejando a todos perplejos ahí dentro.




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