━━05: La profecía
El sol se alzó potentemente entre la cima del Altozano, mientras los narnianos al igual que los antiguos reyes caminaban en pasos lentos hasta su objetivo, durante todo el transcurso Ayleen no había dicho nada, ni se había acercado a los cuatro hermanos, cuyos tres de ellos no tenían idea quien era aquella muchacha que seguía a Caspian. Decidió que lo mejor era mantenerse al margen, sin dejar de prestar atención a lo que sucedía en su entorno.
—¿Cuántos son? —La morena se giró hasta notar el portador de dicha voz, era el hermano mayor a quien había visto en sus visiones.
Pudo darse cuenta de lo notado que había estado en comparación de hace un año, su cabello rubio más brillante y radiante que nunca, así como sus ojos tan azules como los de un zafiro, mientras su voz, al igual que su cuerpo y su rostro había madurado. Llevaba puestas prendas más cómodas a las que generalmente se usaban en la Tierra y en su mano izquierda sujetaba con fuerza un escudo plateado con un león rojo en el centro, mientras que en la mano derecha iba sujetando el mango de su espada que se mantenía guardada en su funda. A su lado caminaba la arquera, escrutando con sus grisáceos ojos el paisaje como si no recordara nada de lo que se cernía frente a ella.
—Me temo que no muchos —contestó Caspian quien había tomado la delantera dirigiéndolos a todos, luego se detuvo y se giró hasta ver a Peter—, pero cada día somos más así que aún hay esperanzas.
—Como sea —replicó el rubio.
Había estado tan distraída observando como Caspian centraba su mirada en la Reina Susan que no se percató cuando se encontraban frente el Altozano, todos se detuvieron y frente a ellos los centauros que se habían quedado hicieron dos largas filas en cada lado quedando un centauro enfrente de otro, al mismo tiempo desenvainaron sus espadas y las sostuvieron en alto dándoles la bienvenida a los grandes reyes del pasado. Ante aquello, los hermanos se adelantaron y avanzaron entre los centauros, mientras se adentraban al interior del Altozano y, seguidos de ellos, caminaron Ayleen y Caspian, siendo seguidos por los narnianos restantes, adentrándose en lo profundo de la construcción donde las criaturas que se habían quedado continuaban trabajando en la elaboración de armas.
En cuanto todos hubieron entrado, se dispersaron cada uno a sus trabajos, mientras que los Pevensie recorrían el lugar tratando de adivinar donde se suponía que estaban. Ayleen corrió con sus cosas directo al montículo donde dormía, situando todas sus armas en el baúl que anteriormente Aslan le había otorgado con todo su armamento, así mismo se sacó la armadura que en ninguno de esos tres días ocupó y guardó el escudo. Únicamente permaneció con la espada, se cambió con otro vestido más cómodo y ligero de color azul cielo sin mangas.
En cuanto terminó salió directo a la mesa de piedra donde se encontraban los hermanos reunidos junto a Caspian, el fuego había quedado en los alrededores del lugar iluminando todo y, sentada encima de la mesa partida, se encontraba la hermana menor observando con cierta melancolía la figura tallada del león frente a ellos.
—Debe saber lo que hace. —Finalmente soltó un lánguido suspiro, sin notar la presencia de la muchacha.
—Creo que depende de nosotros —contestó su hermano mayor, quien observó una última vez a su pequeña hermana y luego se giró hasta encontrarse con el rostro sereno de la chica.
—Me parece que ya habían visto a Ayleen —comentó Caspian luego de un minuto mientras todos permanecían en un incómodo silencio, Edmund tocó su labio partido en respuesta, recordando lo sucedido y la chica tuvo que encogerse en su lugar—. Ayleen, ellos son...
—Sé quiénes son. —La morena le interrumpió, mientras esbozaba una sonrisa un poco tímida—. Me han estado hablando de ustedes durante mucho tiempo.
—¿Cuánto tiempo tienes aquí? —cuestionó Lucy—. ¿Por qué siento que te conozco?
—Porque así es —contestó Ayleen—, en la casa de mi abuelo: Dígory Kirke.
—Te lo dije. —Susan observó con una sonrisa triunfante a Peter, mientras el rubio le daba unas monedas; la morena alzó una ceja y no comentó nada más.
—¿Y qué haces aquí? —preguntó Edmund al cabo de un rato, sentándose a un lado de Lucy.
Antes de que la morena pudiera responder, la mayor de los hermanos la detuvo alzando su mano para pedirle que se detuviera como si de pronto hubiese recordado algo, la atención se enfocó en ella y Ayleen nuevamente vio como Caspian posaba su mirada en la bella joven que tenía frente a él.
—Hace un año... Quiero decir, hace como 1700 años desde que estuvimos aquí surgió una profecía que encontramos en uno de los aposentos de Cair Paravel guardada bajo llave —comenzó, dándoles una mirada de soslayo a sus hermanos quienes no parecían recordarlo puesto que mantenían el ceño fruncido y su expresión arrugada en el rostro—. Se trataba de un pergamino descolorido, viejo y arrugado que hablaba sobre una chica que llegaría cuando los humanos invadieran Narnia a salvarlo, más allá de eso aquella chica cuyo nombre debía ser Ayleen tenía la habilidad de ver el futuro de Narnia, así como prevenirlo y ver más allá del pasado, de obtener todas las respuestas tanto como quisiera. —Susan hizo una pausa y giró para ver a sus hermanos quienes al parecer ya habían recordado—. Y ayudaría al príncipe perdido.
—Sí, lo sé —contestó Ayleen, recordando que el tejón le había hablado sobre la profecía—. Ayudar a Caspian a recuperar el trono.
—No. —La oji-gris posó su mirada en el mencionado sin expresión alguna y luego nuevamente la posó en la morena—. No es él.
» El príncipe perdido se supone que viene de las lejanas tierras de Narnia, que habita en un lugar desconocido entre criaturas y personas que no hay en la misma Narnia, que está hechizado esperando el regreso de su salvadora. Y esa se supone que vienes siendo tú, el lugar es de Narnia, pero a lo que nos enteramos nosotros gracias al amigo fauno de Lucy, Tomnus, Aslan exilió tanto a los seres como el lugar de su propio país dejándolos ocultos. Claro que hay pase, pero no es tan sencillo —Ahora todas sus visiones tenían sentido, los cabos sueltos se comenzaban a atar mientras miles de teorías, dudas y confusiones surcaban la mente de Ayleen y, por primera vez, sentía que todo tenía sentido.
Pero había algo que no cuadraba, ¿entonces por qué Aslan no le había comentado nada acerca de eso? ¿Por qué la hizo buscar a Caspian cuando el telmarino no necesitaba de su ayuda? ¿Por qué le había mentido?
—¿Cómo fue que encontraron esa profecía tan fácilmente? —inquirió Ayleen despejando su mente de todas sus preguntas posibles.
—No fue así —contestó Peter—, la caja bajo llave se encontraba en los aposentos de Aslan. Él no estaba ahí, pero sabíamos que él, aunque no estuviera sabía lo que ocurría a su alrededor. Encontrar la llave no fue la cosa más fácil...
Pero las palabras se comenzaron a hacer menos entendible mientras el rubio hablaba y le explicaba, sintió la brisa del mar, el ruido de las olas, el abrazar del sol y el rugir de los árboles y luego solo vio la figura de un león rugir en el gran desierto y cayó en un profundo sueño.
Ayleen se encontraba en el mar, mantenía sus mismas ropas, el sol comenzaba a ocultarse debajo del gran castillo que se encontraba situado encima de una montaña, la marea del mar iba bajando y los animales comenzaban a hacerse menos visibles. La morena observó a sus alrededores y se encontró la silueta de Aslan, con la mirada más tranquilizadora que jamás había visto, ni siquiera la primera vez que lo vio.
—Niña —dijo, avanzando con sus pasos lentos y calmados a un lado de la morena—. Hay algo que tienes que ver, antes de saber la verdad.
—¿Esto es una visión? —preguntó principalmente sin desviar su mirada del león—. ¿Esto es real?
—Claro que es real, mi niña —respondió con simpleza avanzando entre la montaña—. Pero es lo que tú interpretarías como una visión.
Ella no dijo nada, solo asintió, asombrada por ver como Aslan podía infiltrarse en la mente de la chica y como podía manipular sus visiones, así como ver lo que él quería que ella viera. Esta vez, sin duda, la visión se sentía diferente a las otras. Sentía como si estuviese realmente junto a él.
—Necesito que mientras ves lo que ocurrirá no me cuestiones, observa, al final hablaremos.
Cuando Ayleen se giró para ver nuevamente al león se encontró sola, caminando hacia el castillo. Comenzó a avanzar entre la montaña y los árboles, hasta que finalmente logró llegar a la entrada de este y se detuvo.
—Continúa —escuchó la voz de Aslan, pero seguía sin verlo todavía.
Hizo caso al león y se adentró al castillo, si por fuera estaba silencioso por dentro era todo lo contrario: faunos se abrían paso entre todo el vestíbulo caminando con prisa cargando charolas con comida, dando órdenes, sosteniendo pergaminos amarillentos, así como había también otras criaturas haciendo sus deberes. Pero entre todas esas voces escuchó unas muy familiares para ella, así que recorrió el vestíbulo hasta subir por las grandes escaleras que había en cada extremo de la sala y prontamente llegó hasta las habitaciones.
Había una que en lo particular le llamaba mucho la atención, la puerta blanca tenía una aldaba de oro con la forma de un león que emitía un rugido si trataban de abrirla, pero como era una visión, ella pudo adentrarse y, además, ahí estaban los Pevensie con mayor edad, incluso podía notar como Lucy ya era una completa señorita, hermosa. Los cuatro hermanos se encontraban alrededor de un mueble y Ayleen tuvo que acercarse más para notar lo que estaban viendo los hermanos.
Era un cofre de oro, con varios símbolos a los alrededores y letras en un lenguaje extraño, en este yacía una llave más grande a cualquier otra de bronce, los hermanos compartieron una mirada, para después insertar la llave en su respectiva abertura, abriendo finalmente el cofre.
Dentro de él había varios rollos de pergaminos junto a un brazalete de oro, completamente familiar para la chica de ojos dorados; en ese momento Ayleen se percató de que era aquel que posaba en su muñeca y lo observó con detenimiento, de ahí procedía su brazalete. Lucy lo tomó entre sus manos y en cuanto lo tocó inmediatamente lo soltó devolviéndolo en su lugar.
—¿Qué acaba de pasar? —preguntó el que parecía ser Edmund, cuya melena azabache llegaba a los hombros, era obvio que en su estadía en Narnia no se había cortado el cabello.
—El brazalete. —La castaña frunció el entrecejo sin apartar la mirada del objeto—. Me mostró algo.
—¿Qué te mostró, Lucy?
—Un muchacho —murmuró, todavía confundida—, estaba encerrado en un cuarto oscuro, recostado en una cama.
—¿Pudiste ver donde era eso? —preguntó Peter, pero la menor negó.
—Escuchen esto. —Susan hizo callar a sus hermanos mientras tomaba en sus manos uno de los rollos de pergamino, los otros tres se giraron hasta ella quien comenzó a leer:
Fuera del dominio, desterrados por su traición.
Con la sangre derramada de sus aliados, con el destierro por parte del gran león, con las criaturas capturadas y sometidos al exilio a causa de sus antepasados.
Aquellos quienes portan unas lanzas, aquellos con apariencia humana como disfraz, aquellos que fueron llamados Viajeros debido a sus recorridos como nómadas en el desierto, quienes ofrecieron su ayuda al hijo del gran emperador, pero lo traicionaron tras saber sus habilidades. Aquellos que esperan que un día ella llegue y les perdone por sus actos cometidos.
Se metieron con algo que jamás pudieron entender y ahora vivirían con eso: arrastrando hasta las más nobles criaturas y primogénitos a su maldición. Encerraron en el fondo de un castillo al príncipe perdido, custodiado por el dragón de los ojos rojos y el batir del fuego y el infierno.
Condenaron a uno de los suyos y ahora su recuerdo solo yacerá bajo las leyendas de Narnia, quienes esperan que su salvadora llegue y le libere.
Aunque sabemos que eso no va a pasar.
Tomnus
Los cuatro hermanos compartieron una mirada sin saber a qué se refería, Ayleen frunció el ceño, pues las palabras en el texto habían sido complicadas de entender. Si no entendió mal, entonces los Skyvstid habían traicionado a Narnia, así que ahora estaban desterrados. ¿Eso significaba que sus visiones fueron antes de que cometieran la traición o después? Sin embargo, salió de sus pensamientos para enfocarse en los hermanos.
—¿Deberíamos ir a hablar con él?
—Espera. —Susan interrumpió a Lucy, dándole la vuelta al pergamino—. Quien quiera que esté leyendo esto debe saber lo siguiente: Si Aslan no te lo ha ordenado entonces no toques el tema, si quieres respuestas no vengas a mí. Todo lo que quieres saber está aquí, no puedo ayudarles. Se lo juré a Aslan.
Pero antes de que Ayleen pudiese escuchar o ver lo que harían los hermanos desapareció del castillo y la visión ahora era en el lugar que anteriormente Lucy había descrito tras tocar su brazalete.
—Acércate a él —ordenó Aslan, claramente refiriéndose al muchacho que se encontraba recostado en la camilla.
La pelinegra asintió y se dirigió hasta el muchacho cuyo cabello rubio brillaba a pesar de la gran oscuridad que se sumía en el lugar. Ayleen lo pudo ver mejor, su cuerpo pálido y demacrado, a pesar de todo seguía conservando su físico a la perfección.
—Ha estado sumido en un sueño por casi 2000 años —habló Aslan, haciéndose eco entre el cuarto—. Los elfos eran aliados de Narnia durante varios años, criaturas que terminaron en tu mundo y se mezclaron con humanos miles de años atrás, luego nuevamente llegaron a Narnia viajando por todo el país conociendo nuevas criaturas, domando dragones y reclutando hadas.
» Creía que podrían ayudarme con Jadis antes de saber acerca de la existencia de la profecía de los hermanos Pevensie, me lo prometieron y, a cambio, yo les daría su propio lugar en Narnia y me ayudaron por años hasta que después me traicionaron. —Sin saber por qué, la castaña tomó la suave melena del león y la acarició comprendiendo todo—. Unieron a su causa varias de las criaturas que yo había creado; así que les dejé su lugar donde vivían, pero lo oculté de entre toda Narnia y los países siguientes de tal manera que ellos ya no pudieran seguir viajando.
—¿Por qué? —preguntó, refiriéndose al porqué de su ayuda con ellos después de todo.
—Porque no todos eran los culpables, niña.
Los grandes ojos del león se posaron en los de la chica y luego continuó hablando.
—Ahora, hay muchas cosas que no sabes aún y que, por tu propio bienestar, es mejor que no sigas indagando en eso. —Aslan alzó su mirada para verla—. Céntrate en la misión que te di, luego vendrá lo que sigue y pídele lo mismo a los Reyes y Reinas.
—¿Debería decirles que lo he visto? —preguntó Ayleen entonces.
—No...
Parecía que Aslan estaría por decir algo más, pero fue entonces cuando escucharon ambos un ruido cuando se suponía que no podían ser vistos y, además, estaban en un lugar lejos con un príncipe en una especie de trance. La morena se acercó al muchacho sin darse cuenta de que Aslan ya había desaparecido y observó al chico cuyos cabellos rubios les llegaban a los hombros. Lo último que vio antes de caer en un trance fueron sus ojos abriéndose.
Los cinco individuos observaron totalmente confundidos como la morena se convulsionaba frenéticamente tumbada en la mesa de piedra, sin saber que le estaba pasando.
—¡Lucy, tu poción! —exclamó Peter, sin saber qué hacer.
—¡Se la deje a Trumpkin! —exclamó la niña completamente asustadiza saliendo del lugar corriendo.
Caspian, confundido, observaba tembloroso a la chica que se movía sin control encima de la mesa. Al principio pensaba que se trataba de una visión cuando notó que caía al suelo luego de haber escuchado a Peter, pues siempre solía suceder así; por lo que la tomó en sus brazos y la dejó encima de la mesa de piedra, pero luego de unos minutos la chica comenzó a murmurar cosas extrañas, hasta que comenzó a convulsionarse y, poco después, a gritar.
En cuanto Ayleen dejó de moverse, fue Peter quien reaccionó antes que él y la tomó entre sus brazos para luego llevarla completamente desesperado fuera del lugar en busca de Lucy. A pesar de que no la conocía, sentía parte de la culpa luego de haberles hablado sobre eso y pensaba que, de cierta manera, por ese tema ella había llegado a tales extremos.
Corrió con la chica en brazos hasta que notó que la morena comenzaba a abrir un poco los ojos adormilada, confundida y asustada.
—Él no quiere que lo salve —murmuró finalmente, Peter se enfocó en ella.
—¿Quién? ¿Cómo te sientes?
—No siento las piernas —respondió en un leve murmullo, luego de tratar de moverse aún sobre los brazos del rubio.
Lo cierto era que, mientras Ayleen observaba los ojos azules del muchacho terminó escuchando los pensamientos del joven, quien le decía que su magia no servía ahí y que huyera. Pero como era bastante terca se quedó, solo sintió el fuego quemando sus piernas y horrorosas visiones sobre una guerra apoderándose de su mente. Visiones que eran tanto pasadas como futuras.
—Tranquila —habló entre jadeos el Sumo Monarca, con Ayleen sosteniéndolo del cuello.
Poco después la morena notó como la menor llegaba corriendo con su poción hasta su hermano, ambos se detuvieron junto a Caspian, con los otros dos hermanos siguiéndoles los talones y la pequeña abrió el pequeño frasco de cristal y le puso una gota en la lengua a la chica.
—Dentro de poco estarás mejor. —Lucy le dedicó una linda sonrisa que hizo que la castaña se tranquilizara un poco, detrás de ella estaba el enano de barbas rubias que Ayleen había visto con anterioridad y a quién no conocía.
—Hay unas hamacas del otro lado —comentó Caspian luego de acercarse hasta la chica para comprobar cómo estaba—. Puedo llevarla.
—Te sigo.
Pero Peter no soltó a Ayleen, por lo que a Caspian no le quedó de otra más que guiarlo por el interior del Altozano, hasta el lugar donde los narnianos dormían.
—Lo siento —dijo Peter dos horas más tardes llegando hasta el lugar donde Ayleen descansaba—. Si no hubiéramos hablado acerca de eso...
—No es nada, solo hay que centrarnos en los telmarinos por ahora —pidió, posando sus cafés orbes en los azules del chico—. Es lo que de verdad importa.
El muchacho asintió, sin más y sonrió.
—Y dime, ¿cómo es qué terminaste en Narnia?
—Supongo que te sabes la historia del ropero en casa del profesor...
Y, con esas palabras, Ayleen le contó a Peter sobre como llegó hasta Narnia, sabiendo que ese solo sería el inicio para una gran amistad.
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