Counting Stars
Todos tenemos un límite de aguante, yo no sé hasta cuando será el mío, pero no creo que sea por mucho tiempo. Tal vez caduque en segundos, horas, mañana o nunca, eso no se sabe, no hasta que un día te levantas harto y dices basta. Y creo que hoy es ese día.
Termino la cena atragantándome con los trozos de comida que se deslizan por mi garganta casi sin haber sido triturados previamente antes de digerirlos. Cassie me habla de lo maravilloso que fue hoy su día en el trabajo y de que le darán un aumento. Me alegro mucho por ella y también agradezco que sea quien está hablando sin parar.
-Cassie tengo que irme a trabajar- digo cuando por fin hace silencio, mientras me pongo de pie y busco mi abrigo.
-Desearía que algún fin de semana pudieras quedarte - me dice mientras me acomoda el cuello de la campera.
- Yo igual, pero te prometo que antes de la boda encontraré otro empleo donde no tenga que trabajar los sábados.
Cassie esboza una sonrisa al escuchar mis palabras y me da un beso en una de las comisuras del labio. Me dirijo a la puerta de entrada para marcharme sin antes haber tomado las llaves de la vieja y algo oxidada camioneta Chevrolet. Enciendo el motor y me pongo en marcha.
Las manos se me entumecen por el frío mientas conduzco entre las calles vacías de los barrios, lo cual es normal, dado que los fines de semanas en la noche concentran la vida en las autopistas, boliches, bares y hoteles. Tal parece que la frase "sexo, alcohol y drogas" no sólo se aplica en Las Vegas, sino que también en esta ciudad.
Estaciono la vieja Chevy frente a la ferretería Tom's para luego poder ir en busca del otro auto, el cual me espera en la próxima cuadra. El lujoso Porsche color negro y despatentado se encuentra estacionado esperando por ser manejado.
Enciendo el potente motor y me pongo en marcha nuevamente, pero esta vez rumbo a la "oficina". El trayecto se vuelve denso pero no largo. Repito una y otra vez el discurso poco elaborado que pretendo recitarle a El Jefe planteándole mi renuncia.
Estaciono el auto en el estacionamiento que rodea el tinglado de chapas. Diviso los autos que suelen usar Mike y Rodric, pero no el Jeep del Jefe.
- Buenas noche, caballeros- digo mientras intento ajustar mi vista a las luces blancas incandescentes que hay en el interior de la estructura.
Ambos están parados frente a un tablón lleno de paquetes de marihuana, sobres con otras drogas y blíster de pastillas. Rodric me responde dándome la mano, mientras que Mike sólo asiente moviendo la cabeza.
- El Jefe ha dejado la mercadería para que la distribuyamos en los lugares de siempre - me informa Mike.
Asiento.
Le hago una leve seña a Rodric para que espere una vez que Mike se haya ido.
- ¿Qué ibas a decirme?
- Voy a renunciar.
Rodric me miró como si le acabara de decir la mayor locura del mundo.
- ¡Estás loco! Hace dos años decías que esto era el negocio de tu vida y ahora me vienes a decir que renuncias.
- Hace dos años te recuerdo que estaba en el peor momento de mi vida y sabes que ahora no es así.
Hace dos años o tal vez más me encontraba en un pozo. No literal pero si metafóricamente.
Había perdido mi trabajo y mis padres me habían echado de la casa a causa de una discusión. Tenía deudas hasta la nuca y ni un centavo para pagarlas. Fue así cuando un buen día conocí a Rodric. Él me contó como era el negocio de las drogas y todo lo que implicaba ser dealer. Si ahora me lo ofreciera lo rechazaría ampliamente, pero en aquel momento estaba desesperado. De esta forma también conocí a "El Jefe" y a Mike e ingrese al turbio mundo de la alucinación y el miedo infinito.
Una noche de sábado, mientras trabajaba en una de los boliches del norte de la ciudad, conocí a Cassie. Su cabello rubio y rizado se movía al compás de la música agitada mientras su cuerpo se contoneaba de un lado al otro. Lucía increíble, llena de alegría y vida. Ese día supe que dentro de todo lo malo hay algo bueno, y que vale preservarlo. Es ella la razón por la que hoy decido ponerle punto final a todo esto.
- Rodric, gracias a ti ya no estoy en ese pozo y te lo agradezco pero ya no quiero esto para mí, tampoco para Cassie. Sabes que vamos a casarnos y... -intento continuar pero Rodric me interrumpe.
- Jeff, viejo, si dejas esto te mataran, sabes cómo son estas cosas. El Jefe apenas se entere te querrá muerto y no quiero ser yo a quien obligue a matarte.
- Lo sé y no me importa, después de todo tú fuiste quien me dijo que "quien no arriesga, no gana", y estoy dispuesto a arriesgar mi vida por una mejor.
- Está bien – me responde como si a su vez estuviese soltando un suspiro – pero déjame ayudarte.
- Te escucho.
- Yo hablaré con el Jefe sobre lo de tu renuncia mientras tú te escapas a esta dirección- me dice mientras escribe apresurado en un papel- date por seguro que enviará a sus hombre a buscarte al igual que a mí y a Mike, cuando esto ocurra te enviaré un mensaje para que te escondas y me esperes en el deposito que hay en ese lugar, pasaré a buscarte por ahí y te llevare al aeropuerto así compras el pasaje con el dinero que te daré, ¿de acuerdo?
Su mirada es fija. Asiento dándole las gracias.
- Ya, esta bien, basta de gracias, ahora tienes que irte, seguro que el Jefe y Mike no tardaran en llegar.
Es lo último que escucho antes de partir del tinglado. Desenrollo el papel arrugado con la dirección que Rodric me había dado. Para mi suerte conozco donde es. Antes quiero ir a mi casa y dejarle una nota a Cassie.
Llego a la casa tratando de no hacer ruido y sin tropezar con los muebles dado que esta todo oscuro. Entro a la sala de estar, tomo una birome y uno de los papeles de la pila de anotadores. Escribo:
Cassie:
Tengo que viajar de forma repentina esta noche. No me llames y tampoco le abras la puerta a nadie a no ser que sea Rodric. En cuanto llegue a destino te llamaré y te explicare todo. No te preocupes y por favor cuídate mucho.
Jeff.
Salgo y ahora si me dirijo a la dirección acordada. A medida que la noche avanza se va poniendo más fría y el roció cae sobre los techos de casas, autos y plantas. La briza es gélida y agradezco haberme percatado de traer conmigo la campera más abrigada de mi armario.
Mi celular vibra. Es un mensaje de Rodric.
"El Jefe y sus "sabuesos" ya han salido a rastrearte, también Mike, yo voy en camino. Espero que ya hayas llegado, y en caso que no, date prisa."
Me apresuro, marcando un ritmo más rápido con mis pasos. Estoy a tan solo a unas cuadras del depósito que me indicó mi amigo, pero aun así no es motivo para relajarse, cuando el Jefe quiere algo, en su mayoría lo consigue. Ruego que esta no sea una de ellas. Siento miedo pero lo callo con un pensamiento de que todo va a estar bien, y también con una cuota de esperanza.
Llego al depósito que está a oscuras e ingreso por una de las puertas que hay en el lateral derecho. En su interior, la inmensa estructura de chapa contiene grandes bloques de cajas, las cuales al parecer están rellenas con productos de limpieza. Me escondo detrás de uno de ellos con la esperanza de no ser visto en caso que alguien entre.
Al cabo de un rato se escuchan autos con motores rugientes. Mierda pienso. Una sensación de escalofrío me recorre el cuerpo tras el más mínimo pensamiento de qué pasaría si me encontraran. Una de las puertas se abre y alguien entra, sus pasos retumban en la inmensidad del galpón. Me preparo para salir corriendo, pero ya es tarde. Mike me ve. Me quedo inmóvil en espera de un improbable milagro que me cuesta creer que ocurrirá, pero finalmente se hace presente.
- Shhh- me hace seña de que guarde silencio, como si en ese momento pudiese articular alguna palabra.
La fría transpiración a causa de los nervios empieza a caer por mi frente y nuca, como así también aparece en mis manos.
- Escúchame bien Thompson, no hago esto por ti sino por Rodric, pero la próxima vez que te encuentre tendré que dispararte para que no hables de la organización, entendiste. Ahora corre lo más rápido que puedas y en lo posible sin que te vean, Rodric te espera en la otra punta de la cuadra.
Asiento con un mínimo movimiento de cabeza y comienzo a correr hasta salir afuera del depósito para seguir avanzando lo más veloz que puedo. La cabeza me da vueltas sobre lo que acaba de pasar, pero despejo eso pensamientos de mi mente y me concentro en correr. Puede ver a Rodric en la otra punta, pero también empiezo a escuchar gritos y pasos de los hombres del Jefe a mis espaldas. Solo un poco más Jules, solo un poco más, me digo a mí mismo. Disparos comienzan a llover. Uno, sigo corriendo, dos, corro aún más rápido, tres, me da pero no me detiene. Tan solo un poco más, ya casi, solo cinco metros más. Cuatro, me da de nuevo, disminuyo la velocidad, cinco, me da nuevamente y caigo al frío y duro pavimento. Logro darme vuelta y quedar boca arriba, los sonidos resuenan como ecos en mi cabeza. Escucho a Rodric gritando mi nombre, escucho más disparos, la voz de mi amigo cesa. Mi cuerpo comienza a temblar, y el dolo me estremece por dentro. Las imágenes pasan por mi mente como una película, los buenos momentos con mi familia y mis amigos, las noches de aventuras osadas con Rodric y Mike, por último Cassie. Las lágrimas brotan de mis ojos y caen, porque sé que en la mañana no voy a despertar, porque sé que la última imagen que tendré de ella es la de esta noche, porque sé que no habrá boda, sino un funeral, porque sé que tal vez cuando sepa la verdad me odie y tal vez no me perdone. Pero al mismo tiempo que las lágrimas caen suelto una leve risa con mis últimos alientos, porque por más que toda esta noche estuve inmerso en una persecución, nunca me había sentido tan vivo, porque por más que ahora este muriendo, por primera vez en mucho tiempo siento alivio.
Tal vez no tendría que haber contado tantos dólares después de cada venta, ni pensar en que cosas quería comprar o a que lugares quería viajar. Tal vez tendría que haberme conformado con lo que me hacía feliz en cada momento. Tal vez tendría que haber contado cada noche las brillantes estrellas junto a Cassie. Tal vez.
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