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Yo viví

—No. Chris, escúchame, creo que he visto el video unas cincuenta veces...—Chris tuvo que ahogar una risa, mientras intentaba balancear el teléfono que sostenía en una mano y la cacerola que usaba para calentar, a baño maría, la tasa especial de Beatriz—¿Entiendes lo que digo?...

—Sí, Victor—puntuó Chris, apagando la hornilla—Es un video precioso, lo he visto en tu Instagram—Chris estaba bastante seguro de que no había una sola alma que hubiera sido seguidor de la carrera de patinaje de Victor y de su subsecuente incursión en el mundo de la coreografía que no hubiera visto el video de la ecografía de Yuuri.

Chris escuchó a Victor reír, con el candor de un niño.

—No pude resistirme a subirlo.

Chris entendía el porqué. Y, debía admitir, que los movimientos del pequeño bebé eran realmente encantadores. Cómo se mecía de adelante para atrás de manera lenta, como si estuviera jugando.

Beatriz había lanzado un gritito de júbilo cuando Chris le hubiera explicado que, esa silueta, era su pronto a ser primo.

—Me alegra que lo hicieras—Admitió, mientras luchaba por colocarse el guante de cocina para sacar la taza—Beatriz está muchísimo más emocionada ahora que el primo del que tanto le hablo tiene un rostro.

Aún si sólo podía verlo por la representación en imágenes de una ecografía.

La voz de Victor despedía júbilo.

— ¿Está emocionada por conocer a Aleksei?

Más que emocionada, tendría que decir Chris. La idea de familia de Chris había mutado con los años, haciéndose a la idea de hijos y un compañero, pero, aunque Beatriz pareciera anhelar más presencia infantil en su hogar, Chris realmente creía que con un bebé era más que suficiente.

—Mucho—aseguró—No deja de fantasear con la idea de cargar a un bebé, debe ser porque a la guardería que Francis la lleva siempre van omegas con más de un niño. Este lugar está lleno de familias grandes.

Victor rio con gracia ante su comentario.

—Esa es la manada americana para ti, Chris.

—Sí, sí, suenas como comercial de los ochenta—Ellos se habían mudado a los Estados Unidos hacía exactamente un año, motivados la oportunidad de trabajo que se le había sido ofrecida a Francis, y que Chris con sus inversiones podía tranquilamente cambiar de residencia sin que aquello significara mayor problema.

Dejar de lado Suiza y los padres de Francis, quienes les habían ayudado durante los dos primeros años de Beatriz, había sido difícil pues, aunque ninguno de ellos quisiera admitirlo; el miedo de padres primerizos aún no se les quitaba.

Victor y Yuuri los habían visitado poco después de la mudanza, trayendo muchos regalos de bienvenida -que Chris sospechaba no era más que una muy pobre excusa para comprarle más juguetes a Beatriz sin que fuera una época especial- y jugando con su pequeña, milagrosamente agotando toda la estamina que una pequeña de casi tres años pudiera gozar.

—Te acostumbrarás—le alentó Victor, y Chris no lo dudaba, pero el choque cultural aún era bastante notorio. Especialmente cuando la gente no veía una argolla de matrimonio en su dedo. Eso pasaba por vivir en una zona tan cercana a los suburbios, suponía.

—Sí, lo sé—suspiró—Tengo que colgar, Victor—Dijo entonces, creyendo que ya había pasado suficiente tiempo lejos de Beatriz, y si bien ella solía ser un amor de pequeña, se ponía particularmente irritable cuando su hora de la siesta no era respetada—Lidiar con tu sobrina enfadada no es algo bonito, créeme.

Victor lanzó una risa sin pena por el otro lado de la línea, antes de despedirse y dejar que Chris siguiera en lo suyo.

Finalmente, con las manos libres, Chris finalmente pudo comprobar la temperatura de la fórmula. Durante los primeros meses de vida, y de acuerdo a las especificaciones de su doctor, Chris se había encargado de darle pecho a su pequeña pues el contacto piel a piel era una excelente manera de incrementar el lazo entre omega y chachorro; para después pasar a usar un tira leche y dejar las botellas guardadas y listas para calentar.

Muchos pediatras aseguraban que después de la leche de omega, el consumo de la misma no era realmente necesario; pero Beatriz adoraba el sabor de la leche en polvo que vendían en américa. Quién lo habría imaginado.

Dejó caer un par de gotas sobre su muñeca, antes de darle una pequeña probada.

Perfecta.

Beatriz fingía ser toda una niña grande ya, alegando que pronto tendría cuatro -mientras levantaba dicha cantidad de dedos en su mano derecha- y que ya no necesitaba cosas de bebé: como que Chris le hiciera las coletas, o que su taza tuviera una boquilla de hule. Pero Chris conocía demasiado bien a su hija ya, así que aún ante sus exageradas muecas de molestia al ver el aún agregado de hule de su taza favorita, seguía llevándoselo de la misma manera.

— ¿Beatriz? —Preguntó Chris una vez hubiera entrado a la habitación de su pequeña, quien ya estaba envuelta como un pequeño bollo entre los gigantescos edredones de su cama. Tenían pequeños perros bordados con hilos finos, y un campo de flores en la base. A Victor siempre la había gustado regalar cosas así.

—Papi—murmuró, mientras le miraba con sus gigantescos ojos verdes e intentaba disimular un bostezo.

Chris sonrió. Francis llegaría en un par de horas más y juntos podrían preparar la cena. Chris era el encargado de poner a dormir a su pequeña, pero Francis era quien la hacía despertar, antes de llenarla de un mar de besos.

—Es hora de dormir, tesoro.

Como de costumbre, Beatriz frunció ligeramente sus pequeñas cejas al ver la tasa que él le hubiera traído, pero lo recibió de cualquier manera. Chris se sentó a su lado, dejando que su cabeza descansara sobre la de su hija mientras ella bebía sin hacer ruido.

Una vez hubiera terminado, y le hubiera devuelto el recipiente ya vacío con un tímido gracias, Chris finalmente se permitió dejarlo a un lado y envolver a su hija en un abrazo completo.

A Beatriz, como a cualquier otro niño, le gustaba abrazarse a sus padres en busca de calor. Chris recordaba que él mismo había hecho lo mismo con su madre omega cuando encontraba particularmente conciliar el sueño, el aroma dulce y relajante de los padres aseguraba un sueño plácido.

— ¿Cuándo papá regrese podemos ver a mi primo de nuevo? —Chris tuvo que ahogar la mitad de un suspiro que terminó mutando en una risa.

—Claro, cariño.

Cuando Victor colgó el teléfono finalmente, se dirigió sin prisas a la habitación. Yuuri descansaba, pues últimamente parecía que el peso de su propio cuerpo comenzaba a cansarlo. No encontraba posición exacta para descansar, y Victor se la pasaba intentando hacer alguna especie de arreglo milagroso con los cojines que le permitiera algo de sueño a su marido.

Encontró a Yuuri descansando en la cama, y sin pena se escabulló entre las cobijas, buscando su cuerpo. Escuchó los murmullos de aprobación y dejó que sus manos viajaran hasta su vientre, en espera de algo.

Lo sintió.

—Yuuri—murmuró con emoción, como un niño—¡Está pateando!

Yuuri se rió quedamente, mientras intentaba girar ligeramente su rostro.

—Si, Victor—afirmó—Lo hace.

Victor sintió su rostro colorearse ligeramente de rojo, pero Yuuri no podía culparlo por su emoción. Las patadas de Aleksei era delicadísimas, y en un inició había tomado mucho trabajo que Victor pudiera sentirlas. Ahora, se sentía como su pequeña victoria personal.

Yuuri soltó un gruñido ahogado, probablemente porque su espalda aún le dolía. Victor le sonrió con simpatía.

—34 semanas—dijo—ya estamos cerca.

El doctor había sugerido estricto reposo para Yuuri, ya que había notado ligeras anomalías en la membrana fetal, que amenazaban con romperse antes de lo previsto. 34 semanas, decía el doctor, se podía llamar prematuro moderado. Su idea era intentar que pasara de las 36, si era posible.

—Sí—aseguró Yuuri, mientras acariciaba su estómago—El bebé está siendo fuerte, yo también debo serlo.

Victor besó sus labios, como alentándole. Sin embargo, los deseos no son suficientes a veces.

La membrana fetal de Aleksei se rompió cuando la semana 35 estaba por empezar. Victor y Yuuri habían estado en casa, cuando contracciones dolorosas y demasiado pegadas las unas a la otra asaltaron el cuerpo de Yuuri.

Victor no recordaba exactamente cómo había sido el viaje al hospital, o cómo había logrado conducir hasta allí tan rápido. Lo que sí recordaba, eran las interminables horas en la sala de espera. Aun si luego la enfermera le hubiera asegurado que sólo habían pasado dos.

Aleksei Nikiforov nació el 16 de enero, pesando 2.300 gramos, cubierto por una finísima capa de lanugo, y sin llorar. Los médicos le habían llevado a la incubadora inmediatamente, asegurándose de revisar su corazón y sus pulmones, decidiendo que le darían un tratamiento para sus pulmones.

Victor había visto a Yuuri, aún cansado en cama y se había apresurado a llenar su rostro de besos, mientras le felicitaba por un trabajo tan bueno, y por haber logrado que su pequeño estuviera con ellos. Yuuri le había pedido que le dejaran ver al niño, pero eso aún no era posible. Victor se había quedado con él hasta que el cansancio lo dejara inconsciente.

Sólo entonces, y guiado por una enfermera hasta el cunero donde su pequeño descansaba. Usando un pañal demasiado grande para su cuerpecito, y con varias vías y chupones conectadas a él.

Victor no creía en el amor a primera vista. No hasta ese momento.

Porque con solo ver el rostro de su pequeño, Victor supo que le habían vuelto a robar el corazón.

❆ ❆ ❆ 

Yuuri pudo ponerse de pie al día siguiente, y con ayuda de Victor lograron hacer su camino hasta los cuneros. Había silencio, porque el ambiente donde Aleksei estaba, era privado. Sólo el continuo pitido del monitor y el correr del oxígeno por la cánula binasal parecían romper el ambiente.

Y, Victor creía, que estaba imaginando ese último sonido. No podía evitar ser un poco paranoico. Su hijo estaba allí.

Yuuri se detuvo, observando al pequeño a través del vidrio. Aún no lo había podido sostener, pero las enfermeras le habían asegurado que podría darle de comer el día siguiente, y pegarlo a su piel todo lo que quisiera, porque era necesario.

—Tiene tu cabello—le susurró Victor, envolviendo sus brazos alrededor de la cintura de Yuuri y presionando con delicadeza, como si intentara decirle que estaba detrás de él para apoyarlo.

Dejó un pequeño beso en su cuello.

—Y tus ojos. Los abrió hace unas horas, pude verlos.

Victor sintió a Yuuri asentir, mientras se relajaba ante su toque.

—No lo he escuchado llorar aún.

Sus pulmones, eran lo que más preocupaba a los doctores.

—No lo hizo cuando nació...

Victor tragó duro, dejando otro beso en la mejilla de Yuuri, esperando que eso calmara un poco su ansiedad.

—Por qué lloraría, sus papás están cuidándolo.

Le sintió asentir un par de veces, aún si aquello había sido lo que muchos llamarían una mentira blanca.

—Quiero tenerlo contra mi pecho.

—Los doctores dijeron que pronto, una enfermera nos ayudará.

Yuuri suspiró, y Victor sintió su peso con más fuerza. Giró el rostro ligeramente, besando a Victor en la comisura de sus labios.

— ¿Te he dicho lo afortunado que soy al tenerte?

Victor sonrió.

—No más de lo que yo soy al tenerlos.

Aleksei no lloró, tampoco, cuando lo sacaron de la incuvadora, pero parecía evolucionar bien. Tardó en buscar el pezón, una vez la enfermera hubiera intentado enseñarles cómo alimentarlo adecuadamente, pero comenzó a beber tan pronto hubiera estado en sus labios, la enfermera les pidió que vieran su rostro todo el tiempo que pudieran.

Victor creía que se iba a volver paranoico porque creía que su rostro se teñía de azul con cada pequeña succión.

Yuuri se encargó de calmarlo, mientras hacía pequeños dibujos circulares en la espalda de su cachorro.

Un doctor revisaba su corazón y sus pulmones diariamente. Y sus amigos pasaban, como si tuvieran un itinerario, uno por uno a la vez.

La primera había sido Mila, quien junto a un oso de peluche más grande que tres como Aleksei, había intentado hacer que el pequeño riera. Aleksei se había mantenido inexpresivo, pero sí había intentado tocar el rojo cabello de la muchacha. El segundo habría sido Georgi, quien, junto a su ya prometida, les habían visitado con una canasta llena de frutas y globos de felicitaciones.

Yakov y Lillia habían sido los siguientes. Lillia, sorprendiendo a Victor, había sido quien primero se había acercado al pequeño y había acariciado su cabeza con cuidado. Aleksei, quien dormía más que los bebés promedio, sólo había soltado un pequeño suspiro de tranquilidad ante el suave tacto de la mujer.

Victor habría preguntado por qué Yakov no se acercaba a saludar a su nieto. Pero el sonido del hombre tratando de aguantar las lágrimas había sido suficiente respuesta.

Los últimos habían sido Yuri y Otabek. Quienes habían visto a Aleksei como si de una estrella se tratara. Victor conocía esa mirada perfectamente, él mismo la había tenido, y aún la tenía cada vez que veía a su hijo.

Otabek había intentado entablar una charla educada con Yuuri, mientras que Yuri, se había acercado a su lado. Victor y él habían entablado lo que muchos calificarían como una relación civilizada. Se saludaban, y hacían charla cordial cuando coincidieran. Yuri ya no iba a su casa, pero más de una vez Victor había ido a ver los entrenamientos de quienes aún eran pupilos de Yakov.

—Felicitaciones—dijo entonces Yuri, haciendo que la pequeña burbuja interna de Victor se rompiera, alejándolo del trance en el que parecía sumido. Su rostro, ya cincelado por las claras marcas de la adultez, lucía extrañamente relajado. Yuri era un hombre, pero Victor en ese momento, veía al niño de quince años que había encomendado a las notas de agape—Victor, estoy muy feliz por ti.

Yuri estiraba su mano, y sus ojos se miraban directamente.

Victor le devolvió el gesto.

—Gracias.

Era sincero.

Cuando finalmente regresaron a casa, Victor esperaba ser recibido por tranquilidad. Había dibujado ese escenario en su mente muchas veces, ya que después de la muerte de Makkachin por la edad, no había nadie que llenara el apartamento de ruido cuando ellos no estaban. Encendería las luces, dejaría que Yuuri descansara en su alcoba, mientras él preparaba algo caliente, y ambos pasarían horas observando el rostro durmiente de Aleksei.

Quién dice que Victor Nikiforov no sabía organizar fiestas.

Pero, como con casi todas las cosas que Victor planearía a futuro, no salió exactamente como esperaba. Pues mientras abría la puerta y se adelantaba con la maleta de Yuuri a la sala, un montón de serpentinas y papel picapica le cayó directo al rostro

El grito de sorpresa se escuchó por todo el lugar, deteniéndolo en su lugar con una expresión que gritaba: pasmado.

Yuri, quien parecía encabezar la reunión, se rio con gracia mientras avanzaba hacia él llevando un pastel en las manos.

—Bienvenido, Victor.

Victor intentó hablar, pero parte del papel picado que había caído en su rostro le hizo estornudar.

Y aquella fue la primera vez que Aleksei rio, mirando el rostro desencajado de su viejo padre.

Yuri estaba a punto de cumplir 23 años cuando se lo pidió. Aleksei pronto tendría un año, y la última eliminatoria de la temporada previa al Grand Prix acababa de celebrarse.

En esos años Otabek y él habían entrado en una relación mucho más seria y comprometida. Otabek incluso había terminado mudándose a Rusia para vivir con Yuri y con su abuelo, ya que Yuri había insistido en hacer de St Petersburgo su hogar permanente. Quería cuidar a su abuelo de más cerca, y entre ambos podrían hacer el trabajo mucho mejor.

Otabek había cambiado de entrenador, uniéndose al equipo de Yakov, quien no podía creer que estuviera entrenando a otro patinador que no fuera ruso.

—Ayudaste al viejo a suavizarse, creo

Después de todo, yakov también ayudaba a Yuuri a entrenar. Aunque Victor hubiera querido negarlo una y otra vez, y Yakov no lo admitiera públicamente tampoco. Esa temporada compartiendo pista junto al equipo ruso, había sido un trabajo en equipo.

Ocurrió durante uno de los viajes de Victor, ya que además de coreografiar programas, también había comenzado a participar en espectáculos de hielo, donde el programa y la música de estos eran hechos por su mano.

Victor Nikiforov originales por completo.

Estaban en la casa de Yuri, habían tenido una agradable cena y Nikolai distraía al pequeño Aleksei intentando hacerle muecas mientras los gritos agudos del niño llegaban desde la otra habitación.

Yuuri agradeció su hospitalidad, y Yuri respondió luciendo nervioso. Mucho.

Otabek le tomó de la mano.

Esa cercanía era encantadora, ahora que Yuuri no necesitaba supresores, por el bebé y su salida oficial del circuito profesional, ya que su trabajo ahora era enseñar en una pista local al grupo más joven de patinadores, podía olerlos con facilidad. Cómo sus aromas se complementaban y lo tranquilos que parecían estar el uno al lado del otro. Sonrió.

—Yuuri, estaba pensando tomarme un par de temporadas libres del patinaje.

Habló Otabek primero.

Otabek apenas tenía 26, y si bien era una edad que muchos consideraban adecuada para retirarse, la carrera del muchacho había estado yendo viento en popa, ocupando el pódium muchas veces, y ganando el oro en las nacionales y una vez en los cuatro continentes.

—No es que esté inconforme con lo que hago, nada de eso—se apresuró a asegurar— Solo quiero tomarme un tiempo para pulirme, y pensar qué haré más allá de patinar.

Yuri le presionó la mano.

—Entiendo.

Pero no era todo.

—Hemos estado pensando mucho en el futuro—dijo entonces Yuri, frunciendo ligeramente el ceño al ver la expresión con la que él había respondido—No te sorprendas, yo también planeo, tazón de cerdo

El apodo le hizo reír.

—Ignora eso—pidió entonces Yuuri, haciendo un poco de aire hacia su rostro.

Yuri hizo un puchero con los labios.

—Sí, sí—razonó, recobrando la seriedad—Hay algo que Beka y yo hemos estado queriendo desde hace un tiempo—su voz profunda, y sus ojos brillaban de una manera muy particular. Estaba nervioso. Ansioso. Esperanzado—Es algo que hemos hablado y pensado, y que no podemos hacer solos.

Yuuri sintió un ligero cambio en el aroma de Yuri, pero decidió dejarlo pasar.

—Nosotros queremos tener un bebé.

Aun si las relaciones entre alfas y sus posibles matrimonios por registro civil habían sido aceptados, adoptar aún era un problema increíblemente engorroso en el mundo. Los trabajadores sociales preferían a parejas de beta, o parejas que por algún motivo no pudieran concebir. Aunque estas últimas eran pocas, porque la vergüenza social que enfrentarían solía poder con ellos. Su rol biológico, después de todo, era reproducirse.

Era un proceso que podía durar años, y ser emocionalmente devastaste.

Yuuri asintió, esperando por más.

—Adoptar... no es nuestra primera opción.

Yuuri había estado suponiendo eso.

Yuri se veía nervioso, más de lo que Yuuri pudiera creer posible. Otabek, a su lado, le tomaba de la mano con cariño.

—¿Alguna vez has escuchado de los vientres de alquiler?

Yuuri, sin poder evitarlo, rió.

—¡Hey!

—Perdón—Se excusó rápidamente—Yuri, lo lamento. Pero sonabas como una charla de salud para adolescentes—intentó calmar su respiración, no quería que pensara que se burlaba de su propuesta—claro que he escuchado de ellos.

Nunca había pensado en eso. Pero sabía que había muchos omegas, especialmente en los estados unidos, que prestaban sus úteros a parejas menos afortunadas que buscaban un bebé.

No conocía qué clase de legislación controlaba eso en Rusia, pero siempre podría revisar un poco.

—Espero que no creas que somos impertinentes, Yuuri.

Habló Otabek, y Yuuri podía ver la esperanza que estaba detrás de sus ojos.

Lo sopesó un momento, pensando en el rostro de Victor con Aleksei, al sonido de sus risas en la mañana y su pequeña piel contra sus labios cuando le besaba para desearle buenos días.

—Yo...

—Espera—Esta vez fue Yuri quien tomó la palabra—Tienes que hablarlo con Victor, verdad.

Yuuri detuvo sus palabras, para luego asentir.

—Sí.

Aunque Yuuri ya tenía una respuesta

❆ ❆ ❆ 

Era de noche cuando Yuuri habló finalmente con Victor.

Yuuri estaba arropando a Aleksei contra su pecho, mientras acariciaba su cabeza ligeramente con su cuello llenándolo de su aroma. Sus pequeñas manos se aferraron casi por reflejo a su ropa y Yuuri no pudo evitar besar sus cabellos.

Le había dicho la noticia a Victor con todo el tacto que tenía, después de cenar y con ambos en la habitación del bebé. Victor se había quedado en silencio, viéndole hacer, el ambiente estaba callado, pero Yuuri no estaba asustado.

Victor y Yuuri habían estado en sintonía mucho tiempo, y Yuuri creía saber cuándo era que su marido se sentía superado por una situación.

El silencio de Victor en cambio era más como aquel que uno tiene que atravesar cuando está sopesando una decisión importante.

Victor se acercó a ellos y comenzó a pasar, con sumo cuidado, uno de sus dedos por la mejilla de Aleksei, luciendo completamente hipnotizado.

—lo amo, ¿lo sabes?

Le susurró.

Yuuri sonrió, besando la mejilla de Victor.

—Lo sé.

'Y también te amo a ti', estaba implícito.

Dejaron al bebé en la cuna y ambos se abrazaron, viéndole dormir apaciblemente, deseando poder quedarse allí una pequeña eternidad.

Cuando regresaron a su habitación, ambos se buscaron bajo las cobijas. Victor busco su cuerpo en la oscuridad, pidiéndole en silencio que le dejara reclamarlo, con una necesidad que Yuuri no le había sentido en mucho tiempo. Yuuri se dejó hacer, respondiendo a los besos y caricias de su marido con avidez y cariño, exhalando su nombre con amor cada vez que le sintiera enterrarse en él.

Para después descansar, aún unidos y envueltos en un abrazo dulce, amparados por la oscuridad de la noche.

Yuuri casi se había dejado vencer por el sueño y el sentimiento de relajación que le dejaba la escencia de Victor dentro de su cuerpo, cuando finalmente le oyó susurrar. Tan despacio, que por un momento creyó que soñaba.

—Quieres hacerlo, ¿verdad?

Yuuri no quería mentirle a Victor, nunca.

—Sí.

Admitió, dejando un tímido beso en el espacio de piel que tenía más cerca.

Sintió a Victor acomodarse mejor, repasando sus dedos por su piel sudorosa.

—Está bien—dijo finalmente, y Yuuri intentó buscar por cualquier signo que le dijera que Victor mentía. Un latido más fuerte o más rápido, una respiración más profunda o la falta de la misma, un cambio en su aroma o un apretón desolado. Pero nada, sólo los labios de Victor descansando sobre su frente—Entonces, podré cuidar de un Yuuri en cinta otra vez.

❆ ❆ ❆ 

El procedimiento en la clínica, era todo lo que Yuuri esperó que sería. El increíble y tedioso papeleo, además de una larguísima charla con un médico especializado en fertilidad omega.

En la habitación, junto a él, Victor le tomaba de la mano y asentía una y otra vez ante las palabras del galeno, que para Yuuri podían resumirse en que la inseminación artificial seguía siendo un proceso basado en las probabilidades. Que sin importar qué tan bien fuera realizado, aún habría un gigantesco chance de que no resultara.

Yuuri lo entendía. Pero quería intentarlo de cualquier manera. Yuri y Otabek habían parecido más que dispuestos a pagar por el mismo, aún con menos del sesenta por ciento de probabilidades de una inseminación fructuosa.

En algunos casos, los omega usarían un óvulo ya previamente fertilizado que intentaría ser implantado en su matriz. Empero, dado que tanto Otabek y Yuri eran alfas y no contaban con los órganos necesarios para proveer uno, Yuuri había decidido que preferiría usar uno de los propios.

Su cuerpo no lo rechazaría de esa manera.

Yuri y Otabek habían provisto a la clínica con muestras, cada quien por su lado, alegando que no querían saber quién sería el donante; pues ambos serían padres del cachorro que nacería de dicha unión.

— ¿Está todo en orden, señores Nikiforov?

Preguntó finalmente el galeno, una vez su larguísima charla hubiera terminado. La pregunta era para ambos, pero los ojos del hombre estaban fijos en Victor.

Yuuri giró la mirada un momento, enfocándose en el rostro de su esposo. En Rusia, la ley dictaba que los únicos que podían brindar un vientre de alquiler eran omegas sin una pareja, o aquellos que la tuvieran con la completa autorización de sus alfas.

Victor miró al galeno, y asintió de manera solemne.

Yuuri le sonrió, antes de que una enfermera fuera a llevarlo a un consultorio aparte.

El proceso en sí fue incómodo, y algo vergonzoso. Yuuri no estaba acostumbrado a exponerse así a menos que fuera para una de sus citas anuales, pero aún en esos momentos ya se había acostumbrado a todo lo que el doctor haría o le pediría hacer.

Ahora, era algo completamente nuevo.

—Relájese, señor Nikiforov—pidió la enfermera, una beta bastante joven que parecía ser toda sonrisas—, necesita estar relajado.

Yuuri asintió, e intentó realizar ejercicios de respiración. Justo como los que había hecho en su trabajo de parto.

Tardó aproximadamente cuarenta minutos. Al salir, Victor, Yuri y Otabek le esperaban como si pudiera decirles la noticia de que alguien ya crecía en su vientre en ese mismo momento. Claramente, aquello era imposible.

Regresó a casa con Victor, despidiéndose de Otabek y Yuri con sendos abrazos, mientras Victor optaba por un más sobrio -y algo discordante con su personalidad- apretón de manos.

No fue sino hasta después de dos semanas que finalmente supo la respuesta. Aleksei dormía en su cuna, Yuuri había recogido el examen del laboratorio y utilizado la prueba casera -dejando las otras catorce que Otabek también había comprado, alegando que sería bueno tener diferentes marcas para estar seguro- y, ambas marcaban lo mismo.

Hormonas elevadas, y un par de signos positivos les saludaron.

Yuuri elevó la mirada, dándose cuenta de que los otros tres hombres en el departamento le miraban con sendas expresiones de miedo y ansiedad.

Yuuri tomó aire, para finalmente decir.

—Sí, estoy embarazado.

❆ ❆ ❆ 

El segundo embarazo de Yuuri había sido inmensamente diferente al primero. Mientras con Aleksei los antojos de dulces habían estado molestándolo sin parar, empezando por helado de chocolate y terminando por esos malvaviscos que podrían empalagar a alguien con sólo verlos, su segundo bebé parecía mucho más atrevido con sus peticiones.

— ¿Estás seguro de que quieres comer esto, Yuuri? —le preguntó Victor, mientras le servía un tazón sopero de lo que parecía ser guisado de cerco, con cebollas hervidas, y fruta encima decorada con algo de jalea.

Yuuri le dedicó una mirada confundida.

—Claro, ¡Huele delicioso!

Victor sólo le dedicó una mirada que parecía estar intentando analizar si lo que le decía era verdad, o sólo quería jugar con su mente.

—Está bien—aceptó finalmente, antes de sentarse a su lado y comenzar a tomar sus propios alimentos. Ambos compartirían el almuerzo, mientras Aleksei dormía la siesta, y cuando ambos hubieran terminado y Aleksei despertado, se acomodarían en la habitación principal, Victor observando cómo se alimentaba su pequeño mientras intentaba dilucidar si el estómago de Yuuri había crecido un poco más o no.

Yuuri sostenía la cabeza de Aleksei contra su pecho, mientras Victor acariciaba la mejilla de su bebé y alternaba su mirada entre el rostro de Aleksei y el estómago de Yuuri.

—Creo que ya noto algo.

Yuuri rodó los ojos, al tiempo que separaba a Aleksei de su pecho aún hinchado y lo cambiaba para que succionara del otro lado.

—Es demasiado pequeño aún, Victor.

Victor, quien ahora le miraba con un ligero puchero en los labios, se acercó a sus labios entonces para robarle un beso.

— ¿Acaso estás dudando de mi vista de águila, Yuuri?

Aquello lo habría hecho reír, de no ser porque el sabor de Victor aún se había quedado grabado en su boca.

Debido al embarazo, y que el padre era otro alfa, Victor no se sentía seguro tomando hormona omega directamente de la glándula en el cuello de Yuuri. El médico había extraído una cantidad considerable de la misma, que Yuuri se encargaba de suministrarle a Victor bisemanalmente. Por su parte, Yuuri se tenía que abastecer con algunos de los fluidos que pudiera tomar de su marido.

— ¿Qué pasó? —Cuestionó Victor entonces, sonriendo demasiado pagado de si mismo ante su falta de respuesta.

Yuuri se sonrojó, y acomodando mejor a Aleksei contra él mismo, simplemente murmuró.

—Eres un tonto, Victor.

❆ ❆ ❆ 

Yuri y Otabek visitaban el departamento tres veces por semana. Yuri, quien aún estaba activo en el circuito competitivo del patinaje parecía hacer mil clase de malabares para acomodar las visitas en su ya de por si apretado horario. Aún con el cansancio que entrenar le causaba, se notaba claramente el empeño que ponía en sus visitas y en seguir de cerca la salud de Yuuri.

Cuando Yuri se ausentaba, entonces solía ser sólo Otabek, y un par de veces había llegado acompañado de Nikolai, quien más de una vez había llorado ante la sola idea de tener un bisnieto, agradeciendo a Yuuri con una efusividad que ya comenzaba a relacionar con los rusos.

La primera ecografía a la cual Yuuri se sometió, fue casi tan emocionante como la que hubiera tenido para Aleksei. Sus ojos no eran entrenados como los de un médico, pero había podido observar la pequeña formación de tamaño de una habichuela. Yuri y Otabek habían estado presentes, pegados a la pantalla lo más que pudieran-causando una expresión divertida en la doctora que los atendía- mientras Victor, quien acunaba a un muy dormido Aleksei sostenía su mano.

La fotografía que les hubieran dado del pequeño ser que ahora llamaban hijo había ido a parar al Instagram de Yuri, levantando una ola gigantesca de preguntas que el joven alfa no había contestado.

Otabek y Victor habían encontrado la efusividad de Yuri graciosa, mientras que Yuuri sólo había temido por -el seguro- sermón que Yakov de seguro le daría por crear semejante revuelo. No importaba, habría dicho Yuri, pues estaba feliz de exponer su felicidad ante el mundo.

En casa, y cuando su vientre ya hubiera comenzado a hacerse más notorio, Yuuri había encontrado un patrón muy divertido para ver en su pequeño. Por un momento había creído que Aleksei se sentiría dejado de lado, ya que Yuuri pasaría mucho tiempo saliendo de casa a revisiones y en cama descansando, sin embargo, se encontró con que su cachorro que ya pronto cumpliría el año de edad estaba encantado con la manera en la que su vientre comenzaba a hacerse más notorio.

Yuuri y Victor habían tenido la costumbre de dormir con Aleksei en medio de ellos durante sus primeros meses de vida, temerosos de que de pronto dejara de respirar. Después, Aleksei había pasado a ocupar un lugar sobre el estómago de Yuuri, como si fingiera que lo tenía dentro de él de nuevo y pudiera cuidarlo mejor. Así, también, sentía mejor su respiración y podía pasar la noche entera velando por él.

En la actualidad Aleksei prefería su propia cuna, y tanto Victor como Yuuri ya no sentían la necesidad de despertar cada diez minutos para revisar al pequeño. Empero, ahora Aleksei parecía haber encontrado gracia en descansar abrazando el estómago de su padre.

—¿Te gusta, Aleksei?

Habría preguntado Yuuri alguna vez, mientras Victor, su hijo y él tomaban una siesta vespertina. Victor acababa de regresar de una presentación en Moscú, y el cansancio lo había llevado a buscar el calor de Yuuri y su pequeño para relajarse. Aleksei, quien normalmente debería haber estado durmiendo para ese momento, parecía demasiado interesado entre el sube y baja del cabello de su padre y el del vientre de Yuuri.

¡Bah!

Soltó entonces el niño, estirando sus pequeñas manos y dejando que su rostro descansara sobre el vientre hinchado de Yuuri.

Parecía que alguien más además de Otabek y Yuri ya adoraban al pequeño que venía en camino.

❆ ❆ ❆ 

Aleksei había sido un bebé con patadas delicadas. Aleteos de mariposa que Yuuri había sentido casi como un sueño, y que Victor había peleado por palpar durante largos minutos.

Por eso, cuando en medio de la noche, una fortísima patada le hubiera despertado; Yuuri no había podido hacer otra cosa más que despertar a Victor, quien en medio del estupor que le había concedido su anterior descanso sólo había atinado a levantar las manos como si intentara defenderse del ataque.

Yuuri habría bufado, y tomado una de las manos de su esposo para que descansara en su vientre.

Otra patada se dejó sentir.

Victor finalmente pareció recobrar todos sus sentidos.

—Yuuri...

Murmuró Victor a la oscuridad. Yuuri acarició la mano de Victor, que aún descansaba sobre él.

No tenían más que decir.

❆ ❆ ❆ 

El día de la ecografía que definiría el sexo del bebé, Yuri se encontraba participando en la primera clasificatoria de la temporada.

Victor había salido del país, igualmente, pues el lanzamiento de su primer disco de sencillos acababa de lanzarse en los Estados Unidos, y lo requerían allí por un par de días. El número de fanáticos que habían seguido su carrera en el hielo parecían más que entusiasmados por tener las piezas originales para sus programas de exhibiciones, y tener contacto con ellos era necesario.

Yuuri estaba en la clínica, tratando de distraer a Aleksei quien parecía particularmente enfurruñado ese día, mientras Otabek se ofrecía una y otra vez para traerle algo de la máquina expendedora. Yuuri se negó educadamente, y el silencio los rodeó hasta que fuera su momento de pasar al consultorio.

La doctora se sorprendió de ver únicamente a dos personas esta vez, ya que normalmente eran tres o cuatro, pero no dijo nada. Les sonrió a ambos, y les animó ante la idea de finalmente saber si tendrían un pequeñito o una pequeñita.

Yuuri le dio un pequeño beso en la nariz a Aleksei, antes de ofrecérselo a Otabek para que lo tomara entre sus brazos. Normalmente, quien parecía esforzarse por tomar a Aleksei cuando Victor no podía acompañarlos -o durante las visitas al departamento- era Yuri, quien tenía una mirada decidía y parecía tomarse aquello como un entrenamiento. Yuuri había creído, por mucho tiempo, que eso se debía a que Otabek no se sentía completamente cómodo con los niños, o que pensaba esperar hasta que el bebé naciera para intentar crear un lazo.

Sin embargo, cualquier idea que hubiera podido tener previamente desapareció al notar la facilidad con la que Otabek acunaba a Aleksei, y como se las ingeniaba para que sonriera y dejara de lado su anterior ceño fruncido.

La doctora comenzó con su revisión, y ambos enfocaron su mirada en la pantalla. Revisó un par de veces, y luego de un soltar una pequeña risita, finalmente dijo.

—Felicitaciones—Yuuri pudo sentir la alteración en el aroma de Otabek al instante. Emoción. Felicidad. Miedo—Tendrán a una niña muy saludable, por lo que puedo ver.

Aquella ocasión también se llevaron una fotografía, y un video que Otabek se llevaría a casa para Yuri.

Sólo que aquella vez, no fue Yuri quien subió la fotografía de la ecografía.

Fue Otabek

'Es una niña'

Ivanna tenía que ser la niña con más me gusta en las redes sociales en ese momento.

❆ ❆ ❆ 

Si Aleksei había sido prematuro, Ivanna era todo lo contrario. Los doctores habían programado una fecha de parto que la pequeña había ignorado por completo.

Cuando dos días hubieran pasado, todos comenzaban a perderse entre sus nervios, mientras que Yuuri seguía repitiendo que esa bebé llegaría cuando quisiera llegar.

Entendía de los posibles problemas que podrían suponer para ella al quedarse demasiado tiempo dentro de su matriz, pero Yuuri -quien como con Aleksei, había aprendido a entender qué pasaba con la niña con sus movimientos- aseguraba que todo estaba en orden.

Y no había estado equivocado.

Aleksei había nacido durante la tarde, poco después del almuerzo y exactamente a las 2:23 pm. Ivanna, por su parte, había decidido que sería divertido despertar a Victor y Yuuri a las tres de la mañana.

Si Yuuri creía que a Yuri le gustaba llamar la atención, podía suponer que su hija era exactamente igual.

❆ ❆ ❆ 

La noche que Yuuri regresó del hospital, después de que Yuri y Otabek se llevaran a Ivanna, Victor insistió en que Aleksei durmiera entre ellos; justo al medio de su gran cama matrimonial.

Aleksei no había dormido con ellos desde que fuera un pequeño de un par de meses, cuando ambos aún estaban demasiado asustados de que fuera a dejar de respirar en algún momento de la noche. La doctora les había dicho que él estaba bien, pero era un miedo que ninguno de los dos había podido quitarse.

En la oscuridad de la habitación, con sus siluetas siendo alumbradas por la luz de luna que entraba directamente desde la ventana, Yuuri fue capaz de distinguir la expresión de Victor. Mirando encantado el pequeño y regordete rostro de su pequeño.

Ya había pasado más de un año, pero Victor aún parecía tener estrellas en los ojos cada vez que veía a Aleksei.

— ¿Victor? —Preguntó Yuuri, porque de pronto la mano de su marido se había detenido en la cabecita del bebé, moviendo los pequeños cabellos que ya lo cubrían por completo.

—Es increíble, ¿No te parece, Yuuri?

Yuuri se mantuvo en silencio, pues parecía que Victor tenía mucho más para decir.

—Son como... pequeños milagros.

Victor sólo tenía ojos para Aleksei, pero Yuuri sabía que estaba hablando de Ivanna también.

Yuuri no pudo evitar sonreír, llevando su mano de manera lenta y sinuosa hasta la de Victor, tomándola con cariño y haciendo que bajara un poco- para terminar con ambas descansando unidas por sobre el estómago del bebé. Un escudo para algún mal invisible que tuviera la osadía de aparecer a mitad de la noche.

—Aún no puedo creer que pasara-

El nacimiento. El primer llanto de Aleksei. Sus primeros balbuceos. Yuuri no sabía a qué momento se refería Victor.

Todos eran un poco increíbles por cuenta propia.

—No puedo creerlo...

Murmuró, aunque su voz sonaba ligeramente contrita. Yuuri elevó un poco la cabeza, en preocupación.

Victor ahogó un suspiro sentido, hundiendo parte de su rostro contra la almohada, como si quisiera ocultarlo de Yuuri. Pero no había soltado su mano.

—No puedo creer que trajeras a otro milagro al mundo también, Yuuri.

Victor no había sostenido a Ivanna, aun cuando Otabek se lo había ofrecido. Pero sí había pasado un larguísimo minuto apreciando sus gigantescos ojos verdes y la pequeña pelusita rubia que la cubría, claros indicadores de quién era su padre.

En ese momento había tenido una extraña expresión en el rostro. Yuuri no había querido pensar mucho en ello, concentrándose en llenar el rostro de la pequeña de besos de bienvenida y despedida por igual.

—Vic...

—No puedo creer—logró articular, llorando abiertamente ahora—Que aún pueda sentirme así de feliz por Yura.

No hubo nada más que decir. En la oscuridad de la noche, y cubierto por el silencio y las sombras de la misma, Yuuri le robó más diez besos a Victor esa noche, al tiempo que secaba sus lágrimas con el candor de un amante.

Aleksei podía recordar su vida enfocada desde diferentes ángulos, siendo el primero de ellos, el reflector de las luces en un taller de danza.

El ballet parecía ser algo importante en la vida de sus padres, pues Aleksei recordaba haber visto un sin número de viejas filmaciones de su papá interpretando muchas piezas. Su padre se emocionaría, mientras le gritaba ¡Lyosha, Lyosha! ¡¿Acaso no es tu padre toda una estrella? Su papá se sonrojaría, de manera exageradamente cómica, haciéndole reír. Aleksei asentiría, y buscaría acomodarse entre ellos para ver el recital con emoción.

Por eso, cuando ambos hubieran sugerido que Aleksei intentara, él no había tenido ningún problema con ello.

Y tampoco lo había tenido cuando, y en la barra contraria, su mirada se había cruzado con la de Ivanna Altin. Los Altin, eran amigos de sus padres, y Aleksei podía recordar perfectamente todas las veces que Ivanna iba a su casa a pasar el tiempo. No únicamente en sus cumpleaños, como hacía Beatriz Giacometti -y aprovechaba para abrazarlo e intentar hacer peinados con su cabello- Aleksei sólo la dejaba porque uno tenía que ser amable con la gente, y Beatriz nunca se quedaba demasiado tiempo tampoco. Además, era más grande que él, y Aleksei sabía que la edad y los números más grandes significaban algo. No sabía exactamente qué, pero algo.

Ivanna, por otro lado, visitaba su casa con más frecuencia. Ambos se sentaban en la mesa de la cocina y comían el famoso plato de tazón de cerdo que la abuela de Aleksei le había enseñado a su papá a preparar. Era un plato japonés, y aunque Aleksei sólo había visitado Japón un par de veces y contados días, ya estaba bastante encantado con su comida.

Ivanna era callada, y siempre parecía estar atenta a sus alrededores. No era cariñosa como Beatriz, pero a veces parecía acercarse a Aleksei cuando estaba cansada y gustaba de usar su brazo para dormir. A Aleksei no le molestaba estar cerca de Ivanna, y a veces creía que así era como se sentía un hermano mayor.

Las clases eran entretenidas, y también lo era practicar con Ivanna.

Después del primer mes, y cuando ambos hubieran decidido que de hecho el baile les gustaba, Aleksei le había pedido a su padre que les tomara una foto.

Victor había parecido sorprendido por la petición de su pequeño, pero había aceptado sin problema alguno.

Aquella ocasión, Aleksei recordaba a Vannya con una sonrisa pequeña en los labios, y también recordaba la manera tímida como había dejado que Aleksei soportara su mano, sin entrelazar sus dedos.

Aquella era la fotografía favorita de Aleksei, aunque nunca lo fuera a decir.

Era un secreto que quería permaneciese como suyo.

Especialmente porque esa sería la última vez que vería la sonrisa de Vannya, ser dibujada así, y ser dirigida hacia él.

Cuando Aleksei cumplió siete años, su padre recibió una oferta de trabajo en Estados Unidos. Aleksei no podía recordar exactamente qué era todo lo que eso implicaba, sólo que ya no podrían seguir viviendo en Rusia y que su papá ya no podría seguir enseñando a los niños pequeños a patinar.

Aleksei recordaba aquella noche de manera casi poética. Su mente se había encargado de agregar filtros de noche profunda y el sonido del viento rompiendo contra los vidrios de la casa.

Su padre siempre solía tener una sonrisa para Aleksei, al igual que para su papá. Por eso era que Aleksei se había sentido turbado al notar el tono que usaba su padre. Susurraba, hablando profundo.

—No lo sé, Yuuri—había dicho, y Aleksei sabía que debería estar durmiendo, pero la incertidumbre no le dejaba—Tú tienes muchas cosas aquí ya. Tenemos. Aleksei sólo ha conocido Rusia, e Ivanna...

Aleksei no estaba seguro de qué tenía que ver su amiga allí.

Su papá habló entonces, de esa manera tan dulce que usaba cuando quería explicarle algo a Aleksei.

—No estaría dejando mi vida aquí, sólo partiríamos a otro lugar a construirla de nuevo—A Aleksei le gustaba escuchar hablar a su papá. Aún si su acento ruso era muy gracioso y no se parecía a la manera en la que su padre y él hablaban— Somos un matrimonio, un equipo. A veces se hacen sacrificios, pero estoy dispuesto.

Y así, Aleksei se había encontrado rumbo a su próximo hogar.

❆ ❆ ❆ 

Estados Unidos era completamente diferente a Rusia. En todo el sentido de la palabra. Desde el clima, hasta la gente.

Las escuelas funcionaban diferente, y el idioma era el mismo que a veces escuchaba a sus padres hablar.

Aleksei no era exactamente diestro con los idiomas, ya que a pesar de que su papá y sus abuelos hubieran intentado que aprendiera algo de japonés, su conocimiento del idioma se limitaba a un par de frases y palabras sueltas.

Aleksei recordaba algo de inglés de la escuela, pero le había tomado lo suyo el aprenderlo. Ahora, e instalado en una de las ciudades americanas más grandes del país, se había encontrado deseando que algo del talento natural de su padre con las lenguas se le hubiera pegado.

Pero no todo era malo, aún si Aleksei peleaba con sus conocimientos previos y la increíble cantidad de jergas que los niños americanos parecían tener. Además de su extraña fascinación por pedirle que hablara en ruso.

En la misma ciudad, vivían un par de amigos de sus padres. Los primeros eran los señores De la Iglesia, una pareja que según su padre habían sido compañeros y rivales de ambos. Antiguos patinadores.

Ellos tenían tres hijos, aún si eran mucho más jóvenes que sus propios padres.

La casa de los De la Iglesia era grande, y no era para menos. El hijo mayor tenía la misma edad que Alexei, y su nombre era Xuang Lu. Siempre tenía una sonrisa en el rostro, y de la mano llevaba a sus dos hermanos menores. Yang Guang, dos años menor que Alexei y dotado de una timidez que Aleksei creía sólo las caricaturas podían tener. Tomaba la mano de su hermano mayor y la presionaba con fuerza, intentando rehuirle a su mirada todo lo que pudiera.

La segunda, era dos años menos que Yang, una niña de mirada aguda llamada Ying Hua, quien parecía querer rehuirle a la mano de Xuang y no dejaba de observar a Aleksei como si fuera un punto rojo brillante.

No habría sido nada extraño que un par de años después, mientras llenaba a Aleksei de dulces que había comprado con su mesada, declarara que sería su novia, y que no había más que hablarse del asunto.

Ying y Yang eran temas que adoptarían matices confusos en la vida de Aleksei, una vez les diera el tiempo suficiente de mezclar sus colores con los propios. Empero, si algo obtuvo Aleksei de aquella visita, fue Xuang. El nombre de la persona que se convertiría en su primer amigo allí.

El segundo, era Phichit Chulannot, a quien le habían presentado como el mejor amigo de su papá.

Aleksei no tenía una larga experiencia con los amigos, pero al ver cómo era que el beta había corrido a abrazar a su papá, había entendido que le decían la verdad.

Phichit no se había casado, y al parecer dirigía una pequeña compañía que se encargaba de organizar shows en el hielo. La primera vez que hubieran ido a su casa, había sido porque su papá pensaba solicitar un lugar dentro del equipo de trabajo de Phichit.

Allí era donde Aleksei había conocido a su segunda amiga.

Phichit no se había casado, le había explicado su papá y su padre, pero había adoptado a una pequeña desde su tierra natal, en Tailandia. Lillibeth Chulannot tenía el mismo color de piel que tío Phichit, pero sus ojos eran dorado brillante. Sonreía con gracia y se reía de la expresión pasmada de Aleksei.

Fue un flechazo de amistad instantáneo.

❆ ❆ ❆ 

La cosa con Aleksei era qué, desde que nació supo que sus pulmones no eran todo lo bueno que podían ser. Muchas veces se había encontrado en cama por algún resfriado particularmente fuerte, perdiendo el aliento mientras intentaba alcanzar al resto de niños en la clase de deportes o tosiendo desaforadamente cada vez que intentaba ganarle una carrera a Lili.

Otra cosa con Aleksei era también, que sabía que eso algún día le pasaría factura. No era raro ver la cara de sus padres distorsionarse con preocupación cada vez que alguna de estas cosas pasaba. Aleksei pensaba que quizá un día terminaría en un hospital, o usando uno de esos inhaladores que usaban los niños de lentes de pasta gruesa y frenos en las películas que su maestra ponía los días viernes para distraerlos en la hora de tutoría.

Sus sospechas terminaron volviéndose realidad cuando cumplió diez años. No terminó usando un inhalador, pero sí terminó internado en el hospital.

Aleksei tenía que admitir que había imaginado ese escenario muchas veces en su mente, ambulancias sonando tan fuerte como en las noticias y sus padres gritando. Pero nunca hubiera imaginado que su primera vez en el hospital ni siquiera fuera por verdadera culpa de sus pulmones. No del todo.

Era verano y en el sur de California el calor era casi insufrible. Aleksei no era fanático del verano, y mucho menos del calor. Pero le gustaba porque significaba vacaciones; y vacaciones normalmente era igual a tardes en la piscina junto a Yang y Xuang, y pijamadas en la casa de tío Phichit mientras Lili ponía alguna película de zombies que sus padres normalmente le prohibirían ver.

Esa mañana tío Leo los había llevado a todos en su gran camioneta a la piscina municipal antes de ir al trabajo, tenía la música muy alto; con una composición de su padre tocando. Xuang siempre tarareaba cuando una pieza así sonaba en la radio, Aleksei que podía escucharlas en casa solía no prestarles mucho interés, más concentrado en ver los edificios pasar y contar en su mente cuánto faltaba para que pudiera hundirse en el agua helada.

Ir a la piscina pública era una tradición en verano, casi tanto como las largas advertencias sobre tener cuidado que les daba tío Leo o su propio padre antes de dejarlos. El agua no era muy profunda, si uno estiraba las puntitas de los pies podía tocar el fondo y aún respirar si se elevaba el cuello, además, había un salvavidas justo allí. Aleksei a veces no entendía el porqué de tanta preocupación.

O al menos no lo había hecho hasta que, e intentando imitar un clavado de Xuang, se había encontrado tragando agua suficiente como para inundar sus pulmones y enviarlo al reino del inconsciente.

Despertando con la imagen del techo blanco del hospital, y el sonido desesperado de sus padres llorando junto a él, mientras que tanto Xuang como Yang se abrazaban el uno al otro y le miraban como si fuera un fantasma.

Cabía decir que ese había sido el fin de las excursiones a la piscina.

O al menos, el fin de las excursiones sin dos adultos junto a ellos.

❆ ❆ ❆ 

La primera visita que Aleksei tuvo después de su accidente, fue a de Lili. Sus padres habían estado algo paranoicos con eso de no dejarlo salir, y Aleksei no quería traerles más angustia; así que tras tragarse sus deseos de abandonar la casa para hacer cualquier cosa que no fuera ver el pasto crecer, decidió quedarse y fingir que no moría de aburrimiento.

Lili llegó con una cesta de fruta -porque a los adultos, esas cosas les gustan- y un nuevo videojuego que quería probar junto a Aleksei.

Tío Phichit y sus padres nunca tenían problema u objeción alguna a que ambos organizaran una pijamada improvisada, y para suerte de Aleksei aquella tampoco fue la excepción.

A su pequeña reunión no tardaron en unírseles los tres hermanos De la Iglesia, quienes habían venido a visitar junto a sus padres, trayendo dulces chinos que el señor Guang-Hong había preparado especialmente para él.

Xuang no tardó en entablar una charla con Lili, mientras sus padres le preguntaban a Aleksei un sinfín de cosas que él no lograba terminar de responder sin sentirse algo mareado. Los padres de Xuang eran increíblemente protectores con sus niños. Y eso, solía traducirse a sus amigos también.

Una vez el interrogatorio hubiera terminado; Yang se habría acercado hasta él para darle un abrazo y pedirle que se recuperara pronto. Yang era un niño muy dulce, que, si no estaba tomando la mano de Xuang, estaba aferrado a uno de sus padres. Aleksei recibió los buenos deseos con una sonrisa, haciendo que el otro muchacho se sonrojara.

Había muchas niñas que se sonrojaban cuando Aleksei les hablaba en ruso en la escuela, diciendo algo sobre su acento y lo exótico que sonaba. Empero, era la primera vez que a Aleksei; ese sonrojo le provocaba cosquillas en la boca del estómago.

Aunque su pequeña burbuja de ilusión no duró mucho. Pues Ying ya estaba frente a él, con otro grupo de golosinas que él no estaba seguro de dónde había estado ocultando.

—Para ti—había dicho simplemente. Dejándolas en su regazo y sonriendo como si hubiera cumplido con una hazaña, haciendo que los señores De la Iglesia rieran ante el comportamiento de su hija y Aleksei siguiera preguntándose qué se supone que había pasado.

—No le hagas caso—le habría dicho Xuang una vez sus hermanos y sus padres se hubieran ido. Él no pensaba perderse una pijamada en casa de Aleksei, ellos tres eran algo así como un trío secreto, sabían cosas los unos de los otros que ni siquiera los hermanos -o los muchos primos de Xuang- podrían saber jamás—Es una etapa. Eso dice mi padre.

— ¿Etapa? —Preguntó Lili, mientras instalaba el juego que le hubiera traído a Aleksei.

Xuang asintió.

—Está copiando lo que ve a mi papá hacer. Está muy obsesionada con lo que hacen los alfas—Aleksei parpadeó un par de veces. Y, casi, pudo ver cómo los metafóricos engranajes giraban en la mente de Lili y en la suya también.

Aunque, la primera en lanzarse a reír fue ella, mientras Aleksei simplemente se daba un golpe en la cara.

— ¡Pero yo no soy un omega!

En realidad, Ying tampoco era una alfa. Ambos eran demasiado jóvenes como para presentarse. Así que no había razón para ese bastante peculiar intento de cortejo, si es que podía llamársele así.

Xuang se elevó de hombros.

—Trata de explicárselo a ella. Está convencida de que será una alfa, y quiere que tú seas su omega.

Aleksei puso los ojos en blanco.

—Tienes que estar bromeando...

No es como si él tuviera algo en contra de los omegas. Por supuesto que no, su papá era uno, después de todo. Había visto cómo su padre se encargaba de ayudarlo durante los puntos más altos de su ciclo e incluso le había explicado qué era el celo -a grandes rasgos- y cómo es que ambos debían cuidar de Yuuri.

Sin embargo, Aleksei no se veía como uno.

Muchos habían sacado a colación su apariencia, de rasgos finos y de una altura apenas aceptable para su edad. Aleksei sabía que era prematuro, así que eso no le sorprendía, pero la gente parecía atribuirlo simplemente a que, llegado el momento, se presentaría como omega.

—Bueno, Ale—Dijo Lili, aún si sabía que Ale no era el sobrenombre que le gustaba. Pero muchos allí encontraban decir Lyosha, algo extraño. Lili intercambiaba ambos sobrenombres cuando quería jugar con sus nervios—En su defensa, sí que tienes el rostro de esos lindos omega que salen en revistas.

Aleksei no pudo evitar rodar los ojos, una vez más.

—Por favor...

Xuang intervino entonces, riéndose mesuradamente.

—No creo. Es decir, no es que haya algo malo en ser un omega—puntuó. Uno de los padres de Xuang era un omega también, después de todo—Pero siempre he visto a Aleksei como... no sé, ¿un beta?

Intentó.

Aleksei parpadeó un par de veces.

—Quiero decir, yo también creo ser bastante beta—admitió entonces Xuang, tomando uno de los controles—me parece una buena casta. Me gustaría ser uno.

Aleksei pareció sopesarlo.

—Ser un beta suena bien...

Lili dio una palmada.

— ¡Un beta justo como mi papá!

Y su pacto, como los tres mosqueteros del libro, que se habían unido bajo la organización de Flor de Liz únicamente abierta para alfas; había sido crear su propio trío especial; un club únicamente formado por betas.

❆ ❆ ❆ 

Aleksei había adorado la danza cuando era un niño, aún si con el paso del tiempo se había dado cuenta que el ballet parecía no ser lo suyo. Había intentado con muchas maestras y maestros, pero sus dotes para danza le hacían llevado por un camino mucho más moderno. La danza interpretativa se le daba bien, al igual que los bailes de salón.

Aun así, había algo que Aleksei prefería mucho más que el baile. Y eso era el hielo.

Había visto las interpretaciones de sus padres, y la de los actuales íconos del mundo del patinaje.

Por eso, cuando se enteró que el famoso Jean Jaques Leroy abriría una escuela de patinaje en su ciudad, no podrían haberlo culpado por rogarle a su padre que lo inscribiera en ella.

Aleksei había aprendido bajo la tutela de sus padres, pero estando tan pronto a hacer su debut Junior, creía que necesitaba un aire nuevo, y un impulso extra. Jean Jaques, orgullo canadiense, era ese algo que Aleksei creía necesitar.

Su padre le había mirado como si acabara de cometer un sacrilegio, y aunque su papá le había asegurado que sólo era su padre siendo un dramático, Aleksei no había podido evitar preguntarse qué era lo que le había afectado tanto.

Así que, cuando Aleksei hubiera cumplido casi los catorce años, se vio inscrito en la escuela de patinaje del Rey JJ.

Había una gran demanda de alumnos, casi tanto como los que su padre recibía.

Había decidido que el primer día, iría sólo. Y eso había comprobado ser un movimiento astuto de su parte, pues mientras los padres parecían no querer despegarse de sus hijos bajo ninguna circunstancia, Aleksei se encontró libre de deambular por el lugar con tranquilidad.

Así fue que, se topó con alguien que sólo había visto por fotos en internet.

Tenía el cabello mucho más largo que la última que hubiera visto una foto suya, en una entrevista realizada por una revista deportiva, pero eso era normal. El propio cabello de Aleksei estaba creciendo.

Así que, utilizando toda la cordialidad con la que pudiera contar, hizo lo primero que se le vino a la mente.

Aleksei tenía casi catorce años, cuando con una sonrisa que quizá debió haber practicado, le preguntó a Julian Jermaine si quería que le llamara JJ.

Julian, por su parte, casi se había ahogado con la bebida deportiva que acababa de comprar desatando un, muy gracioso, desaforado ataque de tos. Había mirado a Aleksei a los ojos como si de un fantasma se tratase y, negando lentamente con la cabeza, había dicho simplemente no.

Algunos dirían que no era el mejor de los inicios para una amistad. Empero cuatro meses después ambos aún compartían una charla animada sobre todo y sobre nada en el descanso del almuerzo, así que Aleksei tenía que diferir educadamente.

❆ ❆ ❆ 

Aleksei tenía catorce años, y ya se consideraba un florecedor tardío, cuando finalmente se presentó. La mayoría de muchachos en su clase ya lo habían hecho, y habían empezado ese periodo escolar con nuevas esencias ganadas y un nuevo ego que parecían pavonear por todo el lugar.

Algas con cuerpos que parecía haberse estirado demasiado de un día para otro, omegas que ahora hacían algo muy parecido a un juego de pestañas con la mayoría de gente que pasaba cerca de ellos, y un grupo de betas que había parecido encontrar tranquilidad entre los de su propia clase.

Aleksei, quien siempre había creído ser fiel a su palabra; se presentó como un beta también.

Había ocurrido en su hogar, la noche después de la primera semana de parciales en la escuela. Aleksei había estado demasiado ocupado intentando entender ecuaciones diferenciales, cuando su padre se había detenido delante de él; mirándolo como si estuviera brillando.

Lyosha...

Habría murmurado, mirándolo y sonriendo de esa manera tan particular que tenía. Como si sus labios formaran un corazón.

—Padre...

Murmuró él, pero Victor fue más rápido.

—¡Yuuri! ¡Yuuri!

Había gritado, haciendo que Aleksei se sobresaltara. Su papá se apresuró a la sala, luciendo entre asustado y preocupado. Sin embargo, tan pronto sus ojos se posaron sobre él, su expresión cambió por completo.

Antes de que Aleksei pudiera preguntar qué pasaba, ambos ya se encontraban abrazándolo con toda la fuerza que tenían.

Y fue así, entre vítores emocionados de sus padres, que Aleksei supo que su esencia había cambiado; identificándolo como un beta.

Aleksei sabía que sus padres nunca habían tenido una idea de casta para él en la mente. Mientras que su padre decía que estaría feliz con lo que sea que Aleksei resultara ser, su papá siempre había dejado en claro, con evasivas que quizá creía que Aleksei no captaba, que esperaba que no terminara siendo un omega.

A Aleksei no le importaba. Él sí quería ser un beta.

Además, su tío Phichit le había enviado un cesto de dulces; felicitándolo por su presentación.

Premio doble, pensó.

Después de eso; Xuang, que era un año menor que él no había tardado mucho en presentarse. Había llegado a la escuela un par de días después, y durante la hora del almuerzo había chocado los cinco con él, en un claro símbolo de camaradería.

La nariz de Aleksei, que parecía haber cambiado de un día para otro; era capaz de captarlo ahora. Xuang ya no olía como un cachorro.

— ¿Beta mosqueteros? —Preguntó con una sonrisa.

—Beta mosqueteros.

Asintió Aleksei.

Lilibeth, a diferencia de ellos, iba a otra escuela; mucho más cerca de su propio hogar.

Y quizá esa fue la razón por la cual, la nefasta noticia -como habían decidido bautizarla ellos- les llegó un poco después.

Lili tenía la misma edad que Yang, aún si era más alta que él. Y al parecer era una de esas niñas que se presentaban mucho más jóvenes. Aleksei había leído sobre eso en la escuela; la etnia y el lugar de procedencia solían afectar mucho en eso, tanto como la herencia que uno hubiera obtenido de sus padres.

El problema no era que Lili se hubiera presentado antes. Claro que no. De hecho, no era la única de esa edad que lo habría hecho.

El problema radicaba, en que ella no se había presentado como una beta.

No. Cuando Lili se hubiera presentado, el par de glándulas salivales extra que descansaban en su mandíbula le habían indicado perfectamente lo que era: una alfa.

Aleksei juraría que no había visto a Xuang tan deprimido antes. Y creía que eso iba más allá a sólo sufrir por la ruptura de su compromiso infantil.

❆ ❆ ❆ 

Además de su debut como Junior y su presentación como beta. Hubo algo más que marcó los catorce años de Aleksei Nikiforov.

Aleksei conocía perfectamente cómo era que funcionaba todo aquello de los alfa y los omega, gracias a que en la escuela privada sí se impartía una clase de salud.

Sabía qué implicaba los celos, y qué era exactamente lo que ocurría con el cuerpo de su papá una vez cada dos meses, y por qué era que en esa temporada la casa de Xuang se volvía un buen lugar para quedarse por dos días. Sus padres eran amables, y Aleksei había encontrado el gusto para compartir con Ying y Yang también. Aún si la muchachita seguía intentando alimentarlo, aún a sabiendas de que él no era un omega. Yang era mucho más agradable para charlar, ya que, tomando la confianza suficiente, Aleksei había encontrado que tenían más en común de lo que él creería en un inicio.

Así que fue una increíble sorpresa que, mientras Aleksei preparara su pequeña maleta para pasar dos noches en una eterna pijamada con su mejor amigo y pensaba qué clase de bromas podría hacer para sacarle una risa a Yang, sus padres le pidieran ir a la mesa para hablar.

El rostro de su papá lucía curiosamente saludable, Aleksei sabía que los días previos a su celo; su papá se negaría a probar bocado y tendría una ligera palidez que le había hecho fruncir el ceño más de una vez cuando fuera un chachorro. Sin embargo, ahora, lucía completamente diferente.

Sus padres se tomaban de la mano y le miraban con una sonrisa.

Aleksei no sabía qué hacer de la situación.

Mucho menos cuando las siguientes palabras dejaron los labios de su padre.

Lyosha—le habría dicho Victor, sonriendo con cariño—¿Qué dirías, si te digo que serás hermano mayor?

Aleksei no recordaba exactamente cómo había respondido. Sólo que Xuang le habría intentado consolar el día siguiente, diciéndole que ser hermano mayor no era tan malo.

Y, si trataba de imaginar a alguien como el pequeño Yang, creía que no podía estar del todo equivocado.

❆ ❆ ❆ 

Era una regla no dicha del mundo, que los beta debían ser el pegamento que mantenía a una manada unida. Hogares, grupos de amigos, grupos de trabajo, etc. Aleksei era más que familiar con el concepto.

Estaba en su ADN, aunque a él no le gustara. Más de una vez se había visto a sí mismo dándole gusto a Ying para acompañarla a hacer cosas que no le gustaban sólo para que dejara de incordiar a Yang. O cuando sus padres peleaban por cosas tontas como los platos, terminaba ofreciéndose a lavarlos él, mientras se maldecía a sí mismo, a la mala memoria de su padre, y a su estúpido ADN.

Aleksei era familiar con todo lo que era ser un beta. Y, todos los beta que conocía también. Por eso no podía terminar de entender qué había salido mal con los gemelos Nekola

Marik y Cowley Nekola eran un año menores que él, y habían decidido que aquel sería su año debutando como juniors también. Aleksei estaba seguro que sólo uno de ellos estaba en la misma clasificatoria que él, pero al parecer, ellos nunca se separaban. Cowley no estaba tan mal, ya que normalmente tendría a ignorar al mundo para concentrarse completamente en su hermano. Marik, por su parte, gruñía a todo aquel que se pasara más de un minuto mirándole a él o a su hermano.

Y, en aquella ocasión. Había sido mucho peor. Ya que además de los gemelos, para animar a cualquiera que tuviera asignado aquel evento, también había ido la prima menor de ambos. Aleksei sabía aquello, pues una de sus madres era amiga de su padre. Y Aleksei había visto fotos de ella muchísimas veces en aquella gran casa de Italia donde vivían.

Sabrina Babicheva se veía como una niña adorable, aunque lo único que Aleksei podía notar era la casi visible aura de odio que ambos Nekola producía a su alrededor, como un campo de fuerza impenetrable.

—Eso no se ve todos los días—le habría murmurado Julian, quien había quedado en el mismo evento que él.

Aleksei no podría haber estado más de acuerdo.

Aleksei obtuvo plata en su primer evento, al tiempo que su nombre era vitoreado por sus padres y sus abuelos que habían ido a verlo.

Al llegar a casa, tenía una medalla en el cuello para presumirle a su mejor amigo, y Xuang tenía una noticia que amenazaba con cambiar todo lo que Aleksei creía hasta ese momento.

Yang se había presentado. Y ahora, había un omega extra en la casa de los De la Iglesia.

❆ ❆ ❆ 

Aleksei no terminaba de entender la mayor parte de cosas que le decían que estaban mal o bien hacer. No cuando se refería a las personas. Sabía que debía esperar que su padre comiera primero antes de empezar su propio plato, y que cuando estaba en una casa extraña debía esperar que ambos padres lo hicieran, para luego hacerlo él.

O que si su padre o algún otro adulto estaba molesto con él y lo reñía debía agachar un poco su rostro, mostrando ligeramente el cuello.

No sabía por qué estaba mal mirar demasiado tiempo a los omega directamente a los ojos si uno era un alfa, aunque ese apartado era algo que Aleksei no iba a discutir, cuando él lo hacía simplemente ganaba que la otra persona riera un poco y desviara la mirada antes.

Con dieciséis años, Aleksei creía que no entendía mucho del mundo.

Así como no terminaba de entender por qué se suponía que estaba mal que besara a Yang después de la práctica, con sus manos descansando en sus caderas y las manos temblorosas de él envueltas en su cuello.

Era como una hoja en el viento, siendo movida de un lado a otro. Haciendo que Aleksei quisiera abrazarlo con más fuerza, para evitar que se escapara de su toque.

—Estas temblando—susurró Aleksei sobre los labios sonrojados de Yang, quien le miró con una expresión que claramente le decía que no apreciaba su talento para señalar lo Obvio.

El rostro de Yang estaba sonrojado, y el su aroma apenas dejaba que la mente de Aleksei procesara las cosas como debían ser. Era dulce, embriagante. Delicioso.

—Cállate—dijo Yang, con voz queda.

Aleksei sonrió, pagado de sí mismo

—Cállame

Pidió, antes de que Yang le robara otro beso.

❆ ❆ ❆ 

Antes del cumpleaños número diecisiete de Aleksei, y cuando finalmente estaba listo para hacer el cambio a la categoría senior. Sus padres dejaron caer otra noticia importante sobre él.

Regresarían a Rusia.

O eso era lo que su padre le había dicho a Lili. Quien ahora que tenía una nueva hermanita también, otra niña que su padre había querido adoptar y que tenía la misma edad que el hermano menor de Aleksei, parecía haber ganado mucho más derecho a saber de esa clase de cosas. Cosas que normalmente sólo discutirían los adultos.

Lili sabía que tener quince años estaba bastante lejos de la adultez, pero por algún lugar se tenía que empezar.

— ¿Estás molesto, Ale? —Lili sabía perfectamente que a Aleksei ese sobrenombre no le gustaba, decía que sonaba a nombre de niña. Aunque probablemente la molestia venía de cómo era que ella lo pronunciaba. Cuando Yang lo decía a Aleksei parecía no incordiarle en absoluto.

Aleksei era su mejor amigo, pero a veces podía ser muy raro.

—¿Molesto? ¿Por qué lo estaría?

—Sabes—intervino Xuang como quien no quiere la cosa. Los tres veían un viejo musical mientras su padre y tío Yuuri repasaban los últimos detalles para el nuevo show de hielo que iban a presentar. El último antes de que los Nikiforov dejaran el país. El ruido de la televisión era opacado por sus voces, pero no importaba, era la quinta vez que ella les hacía verlo—Si estuviéramos en mi casa, mi papá ya te habría enterrado diez pies bajo la tierra sólo con la mirada por contestar con otra pregunta.

—Porque no haces más que matar al protagonista con la mirada, Ale—repuso ella.

Xuang hizo una expresión de clara burla mientras miraba a otro lado, Aleksei bufó exasperado.

—Porque quizá el protagonista se merece que lo miren así, ¿sabes?

— ¿Qué te ha hecho el pobre fantasma...? — Le cuestionó Xuang.

Aleksei se llevó las manos al rostro, en un gesto tan dramático que Lili hubiera reído si aquello no fuera de mala educación. Podía reírse de Aleksei después si quería. Sola o junto a su padre y hermana, Analyn.

—Nada, no me hizo nada. Estoy seguro de que era un hombre genial, antes de que se volviera loco y eso...

—Qué duro—Murmuró Xuang, dándole una palmadita en la espalda—Pero no lo llames loco, Aleksei—Xuang tenía ese no sé qué en su voz que hacía parecer que siempre intentaba darte un sermón, aunque Aleksei pareciera no notarlo—Sólo...Diferente. Apasionado y diferente.

Lili ahogó una risa.

—Xuang—Dijo Aleksei. Poniéndole una mano en el hombro y mirándolo como si estuviera loco—El sujeto mató a un tipo.

—Y era un acosador—Ayudó Lili, mirando a la pantalla.

Xuang les dedicó una mirada ofendida.

—Ok, ok. Defensores de la moral—dijo, separándose de Aleksei y cruzándose de brazos, observando la pantalla que ya se llenaba de la infinita cantidad de velas que había en la guarida del fantasma—Sólo espero no escuchar esos comentarios cuando me toque bailar en el acto telonero. ¡Se supone que es un número romántico!

Xuang era un bailarín de hielo. Su padre había hablado con tío Leo para ver si Xuang podía y quería participar haciendo un pequeño número antes del show principal, aprovechando de la fama que la compañía de su padre ya tenía para lanzar el nombre Xuang a cámaras, más allá de los torneos junior donde pudiera participar. Incluso iba la prima de Aleksei.

— ¿Cómo va a ser romántico si acabas de conocer a la chica?

Lili no entendía de romanticismo. Pero estaba segura que implicaba más que simplemente tocarse mucho y sonreírse bonito.

Xuang le dedicó una mirada plana.

—Actuación, Lili. Se llama actuación.

Iugh, tendrás que toquetear a Beatriz...

Aleksei dijo, frunciendo la nariz como si hubiera probado algo muy ácido. Beatriz Giacometti era una bailarina de hielo que estaba comenzando a alzarse a nivel competitivo, aunque siempre cambiaba de pareja, pues no parecía encontrar a un compañero que le satisficiera.

Era una omega bellísima, y Lili había visto muchas fotos de ella.

—No voy a...—El pobre Xuang parecía que se ahogaba con el aire—Yo no- ¡Vamos a bailar! ¡No quiero toquetear a la prima de Aleksei!

Lili se rió, Aleksei frunció el ceño.

—Beatriz no es mi prima.

Xuang elevó una ceja, luciendo incrédulo.

—Sus padres son amigos. La conoces desde que es una niña. Hay fotos de ella sosteniéndote cuando eras una masa rosada y chillante—sentenció cada punto con golpes en el aire juntando sus manos—Es tu prima, Ale.

Negación. Aleksei era muy bueno en aquello. Lili podría escribir un manuscrito entero de las razones por las cuales las personas como Aleksei Nikiforov parecían recurrir tanto a ese recurso.

Pero no tenía tiempo, ya que había prometido a su hermanita leerle las mil y una noches de principio a fin durante ese mes, antes de dormir.

Además, creía que escribir sobre ese fugaz romance entre Aleksei y el hermano menor de Xuang era algo así como violar un código de amistad. Lili era buena guardando secretos, y Xuan era pésimo notando sutilezas.

❆ ❆ ❆ 

Aleksei habia pasado por una larga concepción de lo que podían ser los amigos, había tenido varios en su tiempo en Estados Unidos, y creía tener algunos ahora en Rusia, aún con su gracioso acento que resultaba ser una mezcla extraña de todo y nada. Aleksei habia nacido allí pero ya no hablaba como su padre Victor.

Xuang debia calificar como el mejor de ellos, lo conocía desde que ambos eran pequeños e incluso tenían su pequeña hermandad secreta de betas -con una infiltrada- Xuang conocía todos sus secretos y sabía de que pierna cojeaba, pero había cosas que simplemente no podía hablar con Xuang.

Una de ellas era sobre amor. Y no solo porque su querido amigo pareciera sufrir de miopía en cuanto a romance se trataba, sino porque Aleksei estaba seguro de que existía algo así como un código que no te permitía hablar del hermano de tu amigo en esa clase de términos.

Xuang era genial para muchas cosas, pero para el romance y sus derivados estaba Julian.

Julian Jermaine Leroy era el único hijo de Jean Jaques Leroy, quien seguía siendo algo así como un ícono y héroe para Aleksei. Con su mudanza, se había visto obligado a cambiar nuevamente de entrenador. Estaba bien, creía, ahora que comenzaba a tomar su carrera con más seriedad, los estándares nuevos que su padre le daba parecían acoplarse mejor a la idea de sí mismo que Aleksei quería conseguir. Pero por suerte, eso no había aplicado a la amistad que ambos muchachos habrían entablado.

—Eres un idiota.

Le había dicho Julian, hablando a través de la video llamada y rodando los ojos.

Aleksei le había mirado como si aquello hubiera sido una ofensa mayúscula.

— ¿Se supone que estás intentando hacerme sentir mejor?

Pues él estaba seguro que, cuando uno le contaba que el omega de quien estaba algo así como encantado iba a estar quedándose en Rusia para estar bajo la tutela de uno de sus padres, convirtiendo así sus días en algo que no sabía si describir como un sueño o una tortura, un amigo intentaría decir alguna frase motivadora.

Aleksei sabía que Julian no era un poeta, o siquiera ducho con la oratoria. Pero esperaba que al menos le dijera un: vaya... eso es duro, amigo.

—No—decretó con simpleza—Sólo señalaba lo obvio.

Aleksei bufó, y Julian rió.

—No entiendo tu problema, realmente—Julian conocía su vida amorosa bastante bien, porque Aleksei solía ir con él para hablar de aquellas cosas más veces de las que quisiera aceptar. Él y Yang no eran precisamente novios, así que Aleksei se había permitido compartir un par de besos con algunas otras muchachitas betas en la escuela. No había sido igual.

Aleksei estaba casi completamente seguro de que, simplemente le gustaban los omegas.

Y no entendía, como era que Julian creía que ese no era un problema.

—Mi padre es un alfa, y mi madre es una beta—elevó sus hombros, restándole importancia— ¿Sabes lo que la gente dice de ellos? —Aleksei asintió un par de veces. No quería que Julian tuviera que decir eso en voz alta.

No era secreto que muchos habían teorizado que Jean Jaques, en algún momento y con toda la fama que tenía, dejara a su esposa beta por cualquiera de los omegas que de seguro pululaban por su círculo. No sería cosa rara, ya que muchos famosos habían hecho eso; dejando a sus amores de escuela por modelos nuevos.

Los alfas y omegas, estaban hechos el uno para el otro, después de todo.

—Pero ya vez—declaró con una sonrisa—Mi padre no llamaría a otra mujer su reina. Sin importar qué tan omega de alto nivel fuera—se cruzó de brazos—el amor va más allá de la casta, Aleksei. Creí que tú ya sabías eso.

Pero ese era el problema, pensó Aleksei. No sabía si realmente aquello podía ser llamado amor.

❆ ❆ ❆ 

No sólo Yang había hecho de Rusia su nuevo rink de entrenamiento. Mientras él tenía a Yuuri Nikiforov como entrenador; Xuang y Beatriz se habían inscrito bajo la tutela de Yuri Altin.

Era casi una tragicomedia.

Ya que su padre había creado otro drama, fingiendo estar eternamente lastimado porque su mejor amigo no le hubiera elegido a él para entrenar a su hija.

Tu no entrenas bailarines de hielo, Victor.

Habría sido todo el argumento de su tío Chris. Su padre había actuado como adolescente enfadado por al menos dos días.

Tener a parte de sus viejos amigos allí, era extrañamente reconfortante. Sus roles ya no eran los mismos que cuando fueran niños, pero la complicidad que existía entre Xuang y Aleksei se había mantenido aún a pesar del tiempo.

Aun así, eso no evitaba que Aleksei aún no pudiera decirle a su mejor amigo de las veces que le robaba un beso a su hermano, cuando este fungiera de niñera para Misha, quien curiosamente sólo aceptaba tener uno cuando era Yang quien se ofrecía para el puesto.

Se sentía algo culpable, especialmente porque le había ocultado incluso la ocasión que sus dientes habían avanzado un poco más de donde tenía permitido. Aleksei sabía que él nunca podría darle una mordida a Yang que dejara marca; no como la que su papá tenía. Pero eso no le había detenido de intentar.

En su defensa, Aleksei había intentado confesar más de una vez. Empero, cuando finalmente estaba decidido de hacerlo, Xuang había llegado con una noticia que juraba era descorazonadora.

Cuando Ying le llamó, le había dicho, Xuang agradeció haber estado sentado. Porque, si bien él se tenía a sí mismo como un hombre de razón que no gustaba de sobre reaccionar, creía que esa clase de noticias ya habían terminado cuando sus padres le dijeron que la aún sin nombre Ying estaba en camino.

—Estas exagerando.

Le dijo Aleksei, usando un tono que claramente intentaba ser burlesco. Xuang sabía que no podía esperar mucho de su mejor amigo, porque burlarse de la desgracia del otro parecía una necesidad en su amistad, pero eso no evitó que ahogara un bufido histérico entre sus manos.

Había ido a verlo para sentirse mejor. ¿Qué le costaba darle un poco de cuerda en su desesperación de hermano mayor?

—Cuatro niños, Ale—se quejó Xuang. Deliberadamente usando el apodo que Aleksei odiaba tanto porque el juego de ser un idiota lo podían jugar de dos—Cuatro. Y ni siquiera cuento a todos los primos que tengo y que viven allí. ¿Mis padres están intentando recrear esa vieja cosa de la 'manada americana'? ¿Es eso? Porque si me dicen que quieren suficientes niños como para hacer un equipo de ruckby, yo renuncio Ale.

Aleksei intentó no carcajearse, apelando a que tres hermanos no estaba para nada mal. Y que probablemente ya no tuviera más. Aunque ser el único beta en una manada poblada por alfas y omegas, debía ser estresante.

Lo único que pudo desearle Aleksei a su amigo, fue que alguno de los bebés -que resultaron siendo mellizos- compartiera su casta.

Pero Xuang ya había perdido la fe en que Daniel o Clara de la Iglesia terminaran compartiendo su destino como betas.

❆ ❆ ❆ 

Aleksei tenía muchos recuerdos de su infancia en Rusia. Algunos más claros que otros.

Pero había algo que nunca podría borrarse de su memoria. Aquello era, la sonrisa de Ivanna Altin.

Aleksei la recordaba como una niña menuda, con sonrisa casi tímida, y ojos completamente brillantes.

No como la muchacha altísima que se había acercado a él, cuando le hubieran pedido que visitara su viejo estudio de danza. Aleksei había dejado el ballet atrás hacía mucho tiempo, pero parecía que Ivanna no.

Aleksei ya no era el niño que quería sostener la mano de Ivanna, por algún motivo que hasta ahora no se explicaba. Pero Ivanna tampoco era la niña que parecía pedir por tener su mano tomada tampoco.

No enfundada así en cuero, y mucho menos con ese aroma de alfa tan imponente que parecía despedir.

Aleksei había estado en lo correcto al notar que ya no vería la sonrisa de Ivanna dirigida a él nunca más. Todo lo que ardía en los ojos de Ivanna, parecía ser pasión por la competencia.

Aleksei conocía de eso.

Misha tenía seis años cuando creyó comprender qué era estar enamorado.

Ese sentimiento gracioso en el fondo de tu estómago que te hace querer hacer cosas como las que hacían sus papás. Papá Victor hundía su rostro en el cuello de papá Yuuri mientras le abrazaba por detrás y cantaba al ritmo del viejo tocadiscos que tenían en el departamento y papá Yuuri parecía muy feliz al masajearle los hombros a papá Victor mientras el leía el último número de un diario que Misha luego se prestaba para colorear en las tiras cómicas del final.

Había un gato regordete allí que se le hacía la mar de simpático.

Sus padres siempre hablaban de lo parecido a ellos que Misha era.

"Tiene tu encanto, y tu cabello"

Decían cuando Misha tarareaba a la par de las notas de Victor.

"Tiene tus ojos, y también tu gracia"

Ya que Misha había heredado, al parecer, la flexibilidad de Yuuri y su destreza para el ballet. Aún sí sólo había recibido un par de clases.

Pero si tan parecido a ellos era, entonces, Misha creía que podía entender cómo era que sus sentimientos se extrapolaban para las personas.

Yang había sido una constante en su vida desde que Misha pudiera recordar. Así que cuando decía que algún día le haría su esposo, no bromeaba.

Sus padres reían y acariciaban su cabeza, mientras le decían que usaba palabras de gente grande.

Misha, aún con su visión infantil del mundo, sabía exactamente lo que quería.

Lo había visto en la televisión, y en los miles de libros que su papá Yuuri leía para él antes de dormir.

Los alfa y los omega se pertenecían, destinados a amarse, para la eternidad.

Por eso, su visión no hizo más que consolidarse, cuando al cumplir los trece años, se presentara como un alfa.

La primera vez que Ivanna puso un pie en un cementerio tenía cinco años e iba caminando de la mano de su papá. Otabek, pues mientras Yuri siempre era padre, Otabek siempre era papá.

Las cruces de mármol se levantaban como torres a su alrededor, y el pasto lucía particularmente verde al estar mojado por el rocío matinal. Era muy temprano, no había nadie más allí además de ellos.

El mar de letras que eran las inscripciones que inundaban el lugar eran un poco confusas, Ivanna podía jactarse de que leía muy bien. Ya había terminado de leer el principito y la sirenita, pero allí había varias palabras que aún no conocía.

Se detuvieron en una pequeña cruz de color blanco, Ivanna supo que ya habían llegado pues su padre dejó el gran ramo de flores que habían comprado esa mañana allí. Las letras en esta eran un poco más simples, estaban escrita de manera sobria y con trazos simples.

Nikolai Plisetski, ponía.

Amado padre y abuelo. Que su estrella brille siempre en el cielo.

Plisetski le hizo pensar en su padre. Aunque él ya no utilizara ese apellido.

Y abuelo le hizo pensar en aquella mujer que había ido a su cumpleaños pasado, dejándole un curioso vestido de tela muy fina que tenía que atarse con otra prenda. Kimono lo había llamado su padre, cuando lo hubieran abierto horas después en la tranquilidad de su apartamento.

Papá había hecho una mueca graciosa ante su rostro de confusión. Ella no conocía a esa mujer, aunque había escuchado a alguien llamarla su abuela.

No se suponía que aceptara regalos de personas que no conocía.

Está bien, había dicho su papá, mientras estiraba la prenda y dejaba que los dibujos de flores rosas se estiraran sobre la tela negra. Eran mucho más bonitas que la flores en su libro de colorear. Está bien aceptar regalos de la familia, Vannya.

Sus padres habían parecido estar particularmente obsesionados con lo que ella hubiera entendido después era la cultura japonesa. Querían que la estudiara, o que al menos intentara tener interés en ella.

Ivanna no era particularmente fanática de la misma, pero los trazos se le hacían fáciles de memorizar, y los sonidos parecían fluir con facilidad si su papá se tomaba el tiempo para explicárselos.

Su padre le había comprado palillos especiales, unos que se aferraban a los dedos y uno podía operarlos sin que se cayeran.

Lo habían hecho porque cuando iba a casa de los Nikiforov, veía como los padres de Aleksei los utilizaban para comer. Aleksei no se molestaba, y prefería decantarse por el tenedor. Ivanna estaba orgullosa de poder utilizar palillos. Le hacía sentirse, ligeramente especial.

❆ ❆ ❆ 

Otabek comenzó a notar los primeros cambios en Ivanna cuando ella cumplió ocho años.

La infancia de su hija había sido un camino con muchos baches, pues la pequeña niña había heredado mucho más que sólo la apariencia de Yura. Ivanna tenía un carácter severo y una voluntad que casi rozaba en la tozudez. Mientras más crecía, esto no hacía otra cosa sino ser más notorio. Desde su inicial frustración con los patines y la pista de hielo, que la hubiera llevado a lanzar su casco a un lado y pedir regresar a casa ese día, para luego regresar muy entrada la tarde y quedarse allí hasta que su balance fuera suficiente como para no caer. Hasta las incontables veces que Otabek la encontró intentando practicar en la sala de su hogar algún paso particularmente complicado que Lilia le hubiera enseñado en clase.

Los intereses de su hija, no parecían sino acentuarse y mostrarse más claros con el paso del tiempo. Cuando algo le apasionaba, no descansaba hasta tenerlo dominado; y cuando un cuestionamiento invadía su mente, no se detenía hasta que fuera respondido.

Ivanna adoraba pasar tiempo con él mientras trabajaba en la motocicleta. Las niñas de su edad normalmente preferían la televisión o buscar entretenimiento con juguetes o libros de colorear. Vanny gustaba de leer, pero parecía que no lo suficiente como para acortar el tiempo que acompañaba a Otabek en su improvisado taller en la cochera de su hogar.

—Papá—empezó un día Vannya. Después de que Otabek hubiera terminado de limpiar el aceite de su motocicleta. Hablaba lento y parecía mover sus piernas en un intento de distraerse. Otabek conocía ese gesto. Su niña estaba nerviosa—¿sabes qué aprendimos hoy en la escuela?

Otabek dejó de lado todo lo que estaba haciendo, para acercarse a Ivanna y negar con la cabeza.

—No, Vannya. ¿Qué aprendieron?

Su pequeña frunció ligeramente los labios.

—Hablamos sobre manadas. Manadas y familias.

Otabek asintió, pidiéndole que continuara.

Vannya abrazó sus rodillas contra su pecho, pero continuó hablando.

—Hablaron de las viejas familias rusas. De cómo los padres beta, que no podían tener bebés, terminaban criando a los niños de sus hermanos o primos omega, ya que ellos no podían ocuparse de todos.

Otabek asintió. Sabía exactamente hacia dónde se dirigía aquella convesación.

Vannya tragó duro.

—Los beta ahora pueden tener bebés, eso dijo la maestra—Otabek estaba seguro de que no habían explicado el complejo proceso y los tratamientos de fertilidad que ahora estaban disponibles para todos, pero Vannya tenía la idea correcta—Pero los alfa...

Otabek no dejó que terminara, poniendo una mano sobre el hombro de su hija.

Era una conversación que tendrían que tener tarde o temprano. Vannya no era tonta, y aunque Yura hubiera accedido a tomar su apellido en el registro civil e inscribir a su pequeña bajo el nombre Altin, Otabek estaba seguro que Vannya sabía que Otabek y ella no compartían lazos sanguíneos. No cuando era claro que sólo los omega podían concebir.

Yuri y Otabek se habían encargado de explicarle eso usando analogías de libros infantiles, y ella parecía haberlo entendido.

Sin embargo, nunca había traído el tema a colación de nuevo.

Y Otabek creía entender el por qué.

—¿Sí, Vannya?

Preguntó Otabek, sonriéndole dulcemente.

Vannya se mordió el labio inferior.

—Tú me amas, ¿verdad, papá?

Las últimas palabras de Vannya temblaron en su lengua, y Otabek sólo atinó a abrazarla con fuerza contra su pecho. Susurrando que por su puesto. Que no había mujer que él amara más que a su hija.

Cuando Yuri llegara esa noche, podrían responder por completo todas las preguntas que Vannya pudiera tener.

❆ ❆ ❆ 

Vannya creía que eso tenía sentido.

Compartir ADN con Aleksei Nikiforov. No es que ellos lucieran parecidos, para nada. Pero a ambos les había gustado el baile alguna vez, así que eso tenía que contar para algo.

Ambos gustaban de el tazón de cerdo, y ambos eran diestros.

A ninguno le gustaba particularmente el picante, y creían que los perros y los gatos eran lindos.

Ivanna intentó dibujar una lista en su cabeza, uniendo todos los puntos en los que ella y Aleksei se parecían con una línea blanca, y todos aquellos en los que diferían con una negra.

Su mente parecía un tablero de ajedrez para cuando hubiera terminado.

La noche en vela no le ayudó a llegar a ninguna conclusión. Pero su pequeño diagrama bicolor, le llevó a pensar, meses después. Que quizá el compartir ADN, realmente no era la gran cosa.

Ya que, en una mezcla tan pareja de colores, todas las similitudes y diferencias bien podían ser simple obra del azar.

❆ ❆ ❆ 

Ivanna tenía trece años cuando conoció a la hija de uno de los amigos cercanos de su padre. Yulia Popovich era la primera niña que conocía con cabello así de negro, y con ojos tan azules. Llevaba una muñeca que Ivanna juraba pertenecía a una franquicia de películas infantiles muy famosa últimamente, y le sonreía risueña.

Desde la sala pudo escuchar perfectamente cómo su padre se quejaba de que Mila Babicheva, la otra amiga cercana de su padre, estaba completamente atrapada en las garras de una bruja italiana que no quería enviarla a ella y a su hija a Rusia, donde podría tener un mejor entrenador. Ivanna sabía que se refería a él mismo.

Y, modestia aparte, Yuri Altin era uno de los mejores entrenadores residiendo en Rusia al momento. Así que Vannya le daba la razón.

Vannya sabía patinar, y una que otra vez había presentado un número como exhibición para la escuela de patinaje de la que su padre era miembro. Pero su pasión estaba bastante lejos del hielo. En el escenario, y con la música de compositores de siglos atrás. El ballet había sido su primer amor, y ella creía que lo sería toda su vida.

Quizá por eso había sido que Yulia le había terminado de caer tan bien. Pues tan pronto le hubiera visto, le había pedido que por favor le bailara una pieza. Vannya tenía su ligera cantidad de fama, tras haber obtenido el estelar en dos recitales.

Ella amaba bailar, sin importar el lugar.

Pero ninguna de sus amigas en la escuela le pedían que lo hiciera.

Así que, cuando Yulia lo sugirió, con semejante sonrisa y clara disposición; ella no pudo negarse.

Aquella había sido la mejor tarde de su vida. Y, la cereza del pastel, había sido cuando en la noche, algo que su padre le había contado más de mil veces también le había ocurrido a ella.

Había mucha gente que creería que la fiebre y casi ahogarse con la propia saliva era todo menos una bendición. Pero tanto Otabek como Yuri habían escuchado su grito de júbilo, al descubrir que ella también era un alfa.

Una familia de alfas. En la mente de Vannya, aquello era una fórmula para el éxito.

❆ ❆ ❆ 

Vannya recordaría con detalle la primera vez que hubiera visto a la hija de aquella Mila Babicheva de la que tanto hablaba su padre. Sabrina, quien tenía el cabello de un rojo tan vibrante que Ivanna había creído se podía comparar con el fuego, era una muchacha bastante agradable. Una omega apenas presentada que usaba falda de volantes y olía como fresas silvestres y miel.

A Vannya le agradaba.

Aunque su interés había terminado cuando ella se hubiera puesto a hablar de la patinadora, que al parecer, era su actual objeto de admiración.

Ying Hua De la iglesia, era una alfa que acababa de hacer su debut en la categoría Junior, de acuerdo a lo que Sabrina decía, y era todo un deleite para la vista.

Ivanna había aprendido muchas cosas ese día. Que, al parecer, le agradaba mucho cómo olían los omegas. Que, una muchacha podía hablar más de media hora sin cansarse; y que aunque Sabrina definitivamente quedaba fuera de su lista de posibles intereses; al menos podía entrar en la lista de posibles amigas.

❆ ❆ ❆ 

Cuando su padre dijo que alguien regresaba a la ciudad, Ivanna creía que se refería a algún viejo amigo del trabajo que ella no conocía.

Pero debió comenzar a sospechar cuando el rostro de su papá se curvó en esa vieja sonrisa sabida que ella había aprendido a identificar con el tiempo.

Empero, no podían culparla, acababa de obtener el estelar para el cisne negro, y aquella era la primera obra de peso emocional que se le encomendaba. Muchos creían que Vannya era bastante joven como para interpretar la carga emotiva del papel, pero sus maestras creían que podía hacerlo perfectamente bien.

Por eso tardó tanto en preguntar. Y, en que sus padres consideraran adecuado decirle, que quien regresaba era la familia Nikiforov.

Quien, al parecer, ahora tenía un cuarto integrante.

Vannya buscó en el baúl de sus recuerdos, notando con algo parecido al pánico que los únicos que tenían una imagen nítida eran Yuuri Nikiforov y Aleksei.

Ella no estaba segura de cómo tomar aquello.

Intentó no hacer mucho del asunto, prefiriendo en cambio concentrarse en la noticia que siguió a esa.

Su padre tendría un par nuevo de estudiantes. La segunda pareja de bailarines de hielo que accedía a entrenar.

Xuang De la Iglesia no había hecho realmente nada por llamar su atención, aunque Vannya había regristrado que de seguro tenía algún parentesco con la chica que Sabrina tanto idolatraba. Sin embargo, su compañera, sí había hecho que su rostro se sonrojada y que su boca se sintiera extrañamente más aguada.

Beatriz Giacometti era como esa clase de omegas de ensueño que las revisas de jovencitos describen. Ojos brillantes, cabello lustroso, cuerpo curvo, y un olor que podría hacer a cualquier ser consiente delirar de encanto.

Vannya no solía estar demasiado interesada en otras personas, pero se encontró escuchando cada palabra que la muchacha tuviera que decir de su pequeño hermano que le esperaba en casa, y de lo mucho que sus rulos rubios le asemejaban a un querubín.

De lo mucho que su padre omega había dicho que con un bebé era suficiente, pero al ver que sus amigos parecían sumergirse en una segunda ola de paternidad, no había aguantado el deseo de sostener a un cachorro nuevamente entre sus brazos.

Al parecer, Beatriz había soñado durante mucho tiempo ser una hermana mayor.

Y mejor tarde que nunca, de acuerdo a sus propias palabras.

Vannya nunca había escuchado a una persona hablar tanto desde Sabrina Babicheva, pero encontró que cada palabra que salía de la boca de Beatriz era bastante apreciada. Y, aquella noche, se encontró soñando con la imagen de un Anthony Giacometti con rizos de oro y traje blanco.

❆ ❆ ❆ 

Ivanna sabía que uno podía escapar de las responsabilidades por mucho tiempo.

De las responsabilidades, de los enfrentamientos, y de los problemas.

No que aquello fuera correcto, o siquiera recomendable; pero sabía que era posible.

Empero, estas nos encuentran. Nos rastrean como cazadores y nos sorprenden cuando menos lo esperamos.

Ivanna no sabía exactamente el por qué de su aprehensión para con Aleksei. Pero tampoco era un tema que pensara traer a colación en su hogar.

Por eso, tuvo que morderse la lengua cuando su padre y su papá, ambos usando los rostros que sabían que ella no podía resistir, le pidieron que hiciera una colaboración con el hijo mayor de los Nikiforov.

Vannya no tenía deseos de ser una patinadora profesional, pero eso no había evitado que practicara a la par de muchos otros durante esos años.

El evento que se celebraría, al parecer, era una conmemoración de un evento que mezclaba la celebración en nombre de la leyenda viviente que hubiera sido Victor, y algo que tenía que ver con unos onsen -aunque esa segunda parte, hubiera sido algo que al parecer no muchos sabían-. Vannya conocía esa palabra, eran baños japoneses al aire libre. Una vez los había visitado, aunque sólo podía saberlo por las fotos que sus padres conservaban de la ocasión.

Aunque eso no terminaba de explicar qué clase de relación podían tener ambos.

O por qué su padre le había comenzado a hablar de los diferentes sentidos del amor. Vannya no le había prestado suficiente atención en la escuela, ya que no le había parecido importante.

Fuera lo que fuera, su padre esperaba que ella y Aleksei presentaran un número especial.

Beatriz y su actual compañero de danza participarían también.

Cuando sus padres querían, sí que sabían que botones presionarle.

❆ ❆ ❆ 

Ver a Aleksei de nuevo, se sintió extraño. No era el niño que se ofrecía a tomar su mano, ni la imagen tan reluciente y brillante que su infantil mente se había empeñado en grabar.

Era un muchacho alto, con el cabello increíblemente negro y una expresión que claramente indicaba que el supuesto encanto de su familia había encontrado hogar en él también.

No olía como el cachorro de los recuerdos de Vannya, con esa familiaridad que en su momento no había sabido explicarse.

Aleksei ya no era la sombra del hermano que la pequeña Vannya había creído construir, aún en contra de su mejor juicio.

Era un beta, que parecía tan fuera de lugar como ella allí.

Vannya estiró su mano, ya que no sabía exactamente cómo debía reaccionar. Estaba enfadada, sin entender por qué. Estaba emocionada, porque quería destrozarlo y demostrar que ella era mejor que nadie en la pista, aún sobre el hielo. Estaba, incluso, algo triste. Porque la sombra del niño de sus recuerdos se perdía cada vez más entre la nueva imagen de Aleksei Nikiforov.

Aleksei le devolvió el gesto, estrechando su mano con muy poca fuerza.

Vannya apretó su toque.

Aleksei le imitó.

Estaba lista para comenzar a practicar.


Terminé de escribir un fanfic... no puedo creerlo..

Esto...debía ser muchísimo más largo. Pero me di cuenta que, la mitad de cosas que ocurren aquí, merecerían su propia historia. Hay un par de puntos que me gustaría ampliar (sólo porque me quedé con la curiosidad. Ivanna y Aleksei son uno de esos, el tiempo que duró el embarazo de Ivanna particularmente). Pero bueno, la semana que viene será un verdadero tormento para mí, y dudo que pueda estar por aquí en un medio que no sea el del teléfono, así que quería dejarles con el epílogo de esta historia.

Hay datos extra que a nadie le importan sobre todos los bebés en mi página de facebook, encuentro divertido dibujarlos.

Tengo un millón de cosas para decirles, pero no creo que mi gratitud pueda ser puesta en palabras. Ustedes se merecen un mundo, y yo no puedo darles eso. Así que, simplemente, quiero que sepan que todos aquellos que se detuvieron a darle una oportunidad a este pequeño experimento: Una parte de mi corazón es suya, los amo

https://youtu.be/Pnn9fcepVvE

Algunos extras:

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