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Yo te conozco tan bien

Notas iniciales: No creí que iba a subir tan pronto. Vaya. Normalmente suelo tardar bastante entre capítulos. Pero me alegro de que no fuera el caso.

Ya pronto terminarán los flashback, lo prometo.

La trama avanza sola. Admito, que no tengo idea de a donde va. Desastre, lo sé.

Por cierto, los nombres que se mencionan fueron sugeridos por mi querida Fran ♥ Mucho amor para ella. 

 ❆  

—Yuuri—La voz de Victor llegó desde el otro salón, desde donde el olor de arroz recién preparado y jugo llegaba. Mientras el efecto de los supresores comenzaba a desaparecer, sus sentidos se volvían mucho más agudos. Quizá era muy pronto para que los antojos le atacaran, pero Yuuri debía admitir que el arroz y la fruta eran lo único que parecía sentarle bien a su molesto estómago—El desayuno ya está listo.

Makkachin lanzó un ladrido contento desde su posición, enrollado en los pies de la cama, manteniéndole caliente.

Yuuri no quería levantarse aún, su cuerpo se sentía cansado y en extremo pesado. Pero sabía que tenía que hacerlo.

Así que, dando un suspiro, se puso de pie y con paso lento avanzó hasta la cocina. Makkachin trotó alegremente detrás de él.

—Buenos días—saludó Yuuri, ahogando un bostezo. No llevaba los lentes encima, y la imagen de su esposo era más como una mancha borrosa en los lados. Pero aun así, podía diferencias la sonrisa que él le estaba regalando.

—Buenos días—devolvió el saludo Victor, antes de acercarse y dejar un pequeño beso en la frente de Yuuri, haciendo que un pequeño sonrojo se dibujara en su rostro. Esa clase de gestos, tiernos e íntimos, hacían que se avergonzara más que la desnudez de sus cuerpos en la alcoba.

Victor se separó un poco. Bajando ligeramente la cabeza.

—Tu rostro sonrojado es la mejor vista matinal, Yuuri.

Yuuri no pudo evitar ahogar una risa, mitad avergonzada.

—No digas cosas así.

Que su corazón galopara tan temprano en la mañana, no podía ser bueno.

Victor sólo pudo reír, tan alegre y ligero como sólo él, antes de depositar otro beso en su mejilla.

—Sólo digo la verdad—canturreó, antes de salir de la cocina. Yuuri observó la puerta una vez Victor se hubiera marchado.

Su marido era uno de los hombres más madrugadores que él alguna vez hubiera conocido, y aunque Yuuri sabía que Victor tenía que estar listo para las prácticas ya, no podía evitar que un sentimiento de soledad escalara por su estómago cada vez que le veía listo para partir.

Yuuri se sentó a la mesa, demasiado cansado como para ir por sus gafas en ese momento. Y, con la agradable presencia de Makkachin no muy lejos de allí devorando su propio plato de croquetas, comenzó a comer lentamente.

La fruta era fresca, y el dulce que traía a su boca era refrescante. Después de días sin poder comer nada, Yuuri agradecía que su cuerpo al fin pareciera feliz de tener comida dentro.

—Ya es hora de que me vaya, Yuuri—Dijo Victor, entrando de repente y causándole un ligero sobresalto. Estaba enfundado en ropa de invierno y llevaba su mochila al hombro—Regresaré lo más pronto que pueda. Makkachin, asegúrate de cuidar bien de Yuuri, ¿sí?

El caniche soltó un ladrido y movió la cola gracias a las caricias que Victor le dio tras la oreja.

Un beso de despedida, y Yuuri estaba solo de nuevo.

Ahogo un suspiro, y después de hacer una mueca, terminó el desayuno.

El apartamento, sin Victor allí, tenía un casi insoportable aire de soledad y silencio. Makkachin era buena compañía, pero Yuuri no podía evitar creer que el lugar era demasiado grande para una sola persona.

Makkachin ladró de nuevo, como si pudiera leer sus pensamientos. Lo cual era bastante improbable, pero quizá era, que su esencia comenzaba a oler bastante agitada. Los animales también eran muy perceptivos a esa clase de cambios.

—Lo lamento—Se disculpó Yuuri, antes de darle un par de palmaditas cariñosas en la cabeza—Tú tampoco debes querer estar aquí encerrado, ¿verdad?

El doctor había dicho que el ejercicio leve era lo mejor para el bebé. Y, aunque Victor se había visto un tanto contrariado ante la mención de aquello –sin sorprender a ninguno, realmente- finalmente había aceptado que era necesario.

Yuuri no podía patinar, y sabía que Victor tendría un paro cardiaco si tan sólo se le ocurría poner un pie en el hielo. Pero correr, o al menos intentar trotar, parecían opciones bastante buenas.

Le colocó la cadena a Makkachin, sintiéndose ya de por si emocionado ante el incesante movimiento de cola del caniche. Se colocó el abrió más grueso que tuviera, y tomando un largo respiro, salió del apartamento.

El guardia le saludó en la puerta, era un viejo alfa que siempre tenía una expresión solemne en el rostro, pero que no perdía la oportunidad para regalar una pequeña sonrisa a cualquier omega que cruzara la puerta. Yuuri suponía que era una de esas personas que había sido criada 'realmente a la antigua'.

Makkachin lucía impaciente por comenzar a correr, Yuuri se dio cuenta que tenía que sostener la correa con un poco más de fuerza para que no fuera muy difícil seguirle el paso. Normalmente, Yuuri dejaría que Makkachin anduviera libre, pero últimamente la gigantesca presencia de autos en la ciudad lo ponía nervioso. No quería correr riesgos.

Mantuvieron un paso constante durante varias decenas de metros, deteniéndose únicamente cuando Yuuri sintió que sus piernas le pedían un descanso.

—Espera- un momento—pidió entre jadeos. Makkachin sólo se detuvo, girando la cabeza hacia un lado.

Yuuri tomó un momento para recuperar el aliento. Sus manos estaban presionadas sobre sus rodillas y daba bocanadas grandes de aire. El viento helado en Rusia siempre estaba presente, muy diferente a los temporales más tibios de su ciudad natal, Yuuri creía que le tomaría un poco más de tiempo acostumbrarse a ello.

Makkachin hizo un pequeño sonido de disconformidad.

Sólo en ese momento Yuuri pudo notar hacia dónde era que el perro le estaba llevando.

—Pero aquí...

Era el camino hacia el rink de entrenamiento. No faltaba más de treinta metros.

— ¿Acaso querías ir a ver a Victor?—Preguntó, sintiéndose un poco tonto, ya que el perro claramente no podía responder. Y, también, porque sentía que se lo estaba preguntando a sí mismo. Vaya cosa. Rio con gracia, a veces su tren de pensamientos parecía una broma—Está bien, creo que yo también quiero verlo.

El doctor había dicho cero patinaje, ciertamente. Pero no había mencionado nada acerca de observarlo. Yuuri sabía por experiencia propia cómo eran los rink de entrenamiento, todos los atletas completamente concentrados con la adrenalina y el sudor mezclado con las esencias rebosando en el lugar. Pero él creía que su estómago ya estaba lo suficientemente estable como para poder aguantar ese golpe de olores.

—Bueno—se dijo—deberíamos sorprenderle.

El camino hasta el rink fue mucho más lento que el trote anterior. Yuuri no podía evitar sentirse ligeramente maravillado cada vez que estaba delante de este, con sus gigantes paredes y altísimas ventanas.

Entró lentamente, hasta que pudo escuchar el sonido de las cuchillas cortando con el hielo. Era como música para sus oídos. Relajante y-

— ¡Yuuri!

El grito de Victor cortó por completo el hilo de sus pensamientos.

— ¡¿Tazón de cerdo?!

Y, al parecer también había distraído al resto de patinadores.

Yuuri tuvo que ahogar un suspiro, pues pudo notar –y oler- la repentina molestia que emanaba desde Yakov.

— ¡Yuri, Victor. Regresen a la práctica!

Ambos alfa miraron con diferentes clases de ceño fruncido a su entrenador, quien luego de refunfuñar un poco más logró que regresaran a sus quehaceres en la pista.

—Lo lamento, entrenador Yakov...—susurró Yuuri una vez el hombre se hubiera acercado a él. Makkachin ahora simplemente estaba estirado cerca de la pista, parecía bastante contento con sólo permanecer allí tranquilo en compañía del resto.

Yakov sólo murmuró algo en ruso. Por el tono que usó, Yuuri supuso que estaba quejándose del comportamiento de sus estudiantes, pero no podía estar seguro. También era posible que se estuviera quejando de Yuuri.

Yuuri apreció un poco el silencio que siguió, tratando de concentrarse únicamente en el sonido de los patines correr y lo grácil que se veían los patinadores al hacer piruetas. Victor completó un quad flip al tiempo que Yurio clavaba un triple Axel.

Yuuri sintió su garganta secarse y los músculos de su mandíbula tensarse. Sus manos escocían ligeramente, y sus piernas temblaron.

Quería acompañarles. Pero sabía que no podía.

Un nuevo salto, esta vez de Georgi.

Yuuri suspiró, profundamente.

— ¿Estás bien, muchacho?

La respiración de Yuuri se detuvo un momento, antes de darse cuenta que tenía la mirada de Yakov clavada en él. Tragó en seco.

—Yo...—empezó. 'No' Fue lo primero que llegó a su mente. Porque era cierto. Si estar todo el día en el apartamento lo llenaba de ansiedad, ver patinar a sus compañeros lo frustraba. Lo frustraba porque el inminente deseo de acompañarles seguía ardiendo con fuerza en su interior, y aunque la lógica le dijera que por obvias razones tenía que mantenerse alejado de cualquier clase de riesgo. Su competidor interno le gritaba que estaba perdiendo mucho. Yuuri vagamente se preguntó cómo es que lo hacían. Cómo es que lo hacían los otros omegas que como él que se veían obligados a dejar parte de sus vidas de un momento a otro.

Tan pronto ese pensamiento cruzó su mente, un sonrojo se pintó en su cara.

Debería avergonzarse un poco. Era por un bien mayor. Era por su bebé.

— ¿Katsuki?

Animó Yakov.

—Estoy bien—admitió—sólo un poco cansado.

Yakov pareció analizar su rostro un momento, como si se dispusiera a encontrar algo que le indicara que él mentía. Yuuri esperó que su esencia no lo delatara mucho.

Finalmente, Yakov suspiró.

—Deberías regresar a casa... no es bueno que te agites tanto.

Un nuevo sonrojo apareció en su rostro.

Ató la correa en silencio, luego de asentir y murmurar una nueva disculpa. Se despidió de Victor con una suave agitada de mano, ganándose un lastimero quejido de parte de su pareja, un bufido de Yurio y un nuevo grito de parte de Yakov.

El camino de regreso al apartamento fue mucho más lento, Makkachin no parecía tener prisa esta vez y Yuuri tampoco. Los únicos compañeros que tuvo durante el camino fue el incesante sonar de los autos y el de su propia respiración al correr.

Cuando regresó al departamento, Makkachin corrió hacia el sofá, para acurrucarse y descansar. Yuuri observó al perro durante unos minutos. Su estómago y su reloj interno le decían que ya debería preocuparse por el almuerzo.

Yuuri suspiró.

Al menos eso mantendría su mente ocupada.

Se acomodó en la cocina, quitándose el abrigo y colocándose un delantal. Lavó las verduras, pensando en qué podía hacer. Victor llegaría para almorzar con él, ¿qué le gustaría comer a él? Quizá debió haber preguntado antes. Normalmente Victor pediría algo para el apartamento, pero Yuuri no estaba muy cómodo con comer a domicilio tan seguido. Menos ahora que su cuerpo lo hacía tan quisquilloso.

Sacó uno de los cuchillos, casi nuevos, que Victor tenía. Comenzó a cortar. El sonido de la hoja al chocar contra la madera resonaba contra sus oídos.

Cortante.

Su estómago tuvo una contracción, y el asco apareció repentinamente.

Antes de que pudiera empeorar ya se encontraba corriendo hacia el baño, para arrodillarse delante del inodoro y devolver todo lo que allí dentro estuviera.

El inclemente y continuo sonido de sus arcadas mezclado con los quejidos que Makkachin, quien había despertado por el ruido, hacía no muy lejos de él.

   

El banquete se había hecho larguísimo. Muchísimo más que cualquier otro al que Phichit hubiera asistido antes. Aún con Leo y Guang Hong allí para distraerle con su agradable charla, Phichit se encontró muchísimo más entretenido ahogando un par de copas extra de champagne.

En su defensa, Leo y Guang también lo habían hecho. El alcohol siempre hacía las cosas un poco más fáciles, y ayudaba a que olvidara las preocupaciones de momento.

—Hey, hey. ¡Leo, Guang!—Phichit llamó a sus amigos, cuando estaban a punto de salir del pequeño bar dentro del hotel. Tomó a Guang del cuello, envolviéndole con un brazo y acercando a leo al otro lado del omega.

— ¿Phichit?—preguntó Guang ante su repentina acción.

— ¡Es el perfecto momento para una foto!—Exclamó, antes de sacar su teléfono con la mano libre y sacar una foto mucho más rápido de lo que Leo o Guang creyeran posible.

Phichit+Chu

¡Gran noche! ¡Con el perfecto final!

#TorneoDeLosCuatroContinentes #GuangHongJi #LeoDeLaIglesia #PhichitChulanont

— ¡Phichit!—Rio Guang, aunque su voz estaba un poco más aguda, probablemente efecto del alcohol también. Ninguno de ellos había bebido lo suficiente como para hacer ridiculeces, pero por sus constantes risitas era claro que había bajado al menos un par de inhibiciones.

—Oh, vamos—defendió el muchacho—Una noche no está completa sin las fotos.

Y sin él compartiéndolas, claramente. Era una manía que nunca creía sería capaz de quitarse, y estaba feliz con eso. Las fotos eran una gran manera de conservar recuerdos. Todo aquello que uno no quería olvidar.

Quizá era por eso que antes se había empeñado tanto en tomar muchas de él y Yuuri juntos. Ese hombre era terrible manteniendo redes sociales...

— ¿Phichit?—Preguntó Leo, quien parecía haberse dado cuenta de su repentino silencio— ¿Estas bien?

El mentado se aclaró la garganta, intentando quitarle importancia al asunto.

—Sí, sí. No pasa nada—dijo moviendo la mano de un lado para otro—De cualquier manera, ya deberíamos regresar a descansar, ¿no?

Los vuelos de todos salían relativamente temprano el día siguiente, y sería mejor que aprovecharan mientras podían descansar en una cama como se debía.

Ambos muchachos se miraron por un momento, como si debatieran si debían decir algo más o no. Después de un par de segundos, simplemente asintieron.

Phichit sonrió con gusto, enrollando uno de sus brazos en la cintura de Guang Hong, haciendo que el muchacho se sobresaltara un poco.

— ¡Y te acompañaremos a tu habitación, claro!—Dijo emocionado, ganándose una mirada extraña de Leo— ¿Verdad, Leo?

El Alfa pareció confundido por unos momentos, pero rápidamente aclaró su garganta, asintiendo con un pequeño sonrojo qué, si le preguntaban, era culpa del alcohol.

Las habitaciones para los patinadores estaban repartidas entre el quinto y el sexto piso. Mientras Phichit y Leo estaban ubicados en el quinto, Guang tenía una habitación junto a su entrenadora beta en el sexto.

El bar del hotel y los ascensores no estaban separados por un largo tramo, y aun siendo tan tarde había varios huéspedes caminando por los pasillos llenando el ambiente de una mezcla particular de esencias. Phichit era un beta y su olfato no era el más agudo del mundo, pero podía decir que conocía bien cómo era que sus amigos olían.

Así que, no era extraño que se hubiera dado cuenta. Luego podría culpar al alcohol por su repentina soltura de lengua. Sí. Era por eso que, cuando el sonido del ascensor abriéndose frente a ellos llenó el ambiente, se le ocurrió preguntar:

— ¿Guang Hong... acaso estás oliendo más dulce?

Las puertas se abrieron. Leo y Guang parpadearon al unísono. Y, tres cosas ocurrieron a continuación.

Un brillante rojo escarlata se pintó en las mejillas de Guang, Leo hizo un sonido que podía competir con el de alguien ahogándose, y Phichit se preguntó si realmente era cierto que el alcohol mataba neuronas.

— ¡¿Phichit?!—Fue el grito semi ahogado de Leo, que parecía no saber exactamente qué decir ahora. Phichit rió nerviosamente mientras Guang se aclaraba la garganta.

Hablar sobre el olor de los omegas era, normalmente, clara señal de coqueteo. Pero era un gesto que normalmente sólo se veía en alfas. Alfas que eran lo suficientemente atrevidos como para hacerlo. Que un beta lo hiciera, no era cortés.

Una creencia que aún se mantenía en muchas partes del mundo, era la de que los betas realmente no deberían emparejarse con omegas. Su menor tasa de fertilidad, su incapacidad de formar un lazo... Los omegas eran tan escasos que era triste desperdiciar uno con un Beta. Y, aunque Guang probablemente no lo viera así, seguía siendo vergonzoso.

Esa no era la clase de cosas que se hablaban con cualquiera.

—Ah- ah. Perdón, perdón Guang—Phichit no podía detener su risa nerviosa. Por suerte, el sonrojo en el rostro del otro patinador ya había residido un poco.

—Está bien, Phichit—Guang trató de quitarle importancia al asunto, moviendo su mano de un lado a otro y entrando al elevador. Seguido rápidamente por sus dos compañeros.

La puerta se cerró detrás de ellos, y Phichit sintió ganas de golpear su rostro contra alguna superficie cercana.

—Es porque—Guang continuó, al parecer decidido a no dejar que el ambiente se terminara de tornar tenso—Pronto me tomaré un periodo libre.

Phichit abrió los ojos un poco. Leo hizo otro sonido de sufrimiento desde el fondo de su garganta.

No era secreto para nadie que los omegas, solían tomar un tiempo libre de los supresores. Este normalmente variaba entre un año y dos años dependiendo del nivel de los mismos. Guang Hong era un omega de nivel alto, así que no era extraño que tomara un tiempo después de cada temporada para dejar que su cuerpo cumpliera con sus necesidades biológicas. Phichit sabía que Yuuri solía tomarse un tiempo cada dos años también, por consejo de su doctor, por esta época. Aunque este último había estado evitando hacerlo un par de veces anteriormente, cuando su ansiedad y sus deseos de entrenar podían con él. No era extraño que después eso le causara mil y un molestias que iban desde migrañas hasta mareos.

Yuuri podía ser tan terco como una mula cuando quería.

—Ohh...

Fue el inteligente comentario que soltó Leo. Una cosa era tener el conocimiento teórico, una muy diferente era que algún omega trajera el tema a colación. Phichit podía sentir el calor acumulándose en sus mejillas.

—Pero estaré más que listo para la temporada que sigue—se apresuró a acotar.

Phichit y Leo sólo pudieron asentir. Deseando que el ascensor fuera más rápido.

   

Yuuri dejó que su cabeza cayera por entre sus piernas, sentado como estaba en el sofá de la sala, respirando lenta y pausadamente. Victor, con cuidado, acariciaba su espalda.

— ¿Acaso esto ocurre muy seguido?

Yuuri habría querido decirle a Yakov que no era nada, que los mareos eran 'normales'. Pero en ese momento, no podía llevarse a sí mismo a hablar, las olas de molestia le azotaban como un mar embravecido.

Victor hizo un sonido de desesperación que era muy parecido a su nombre, Yakov pareció tomar eso como una afirmativa.

Un bufido cansado llenó la habitación, antes que pasos se alejaran hacia la cocina.

— ¿Yakov?—preguntó Victor aún sin dejar de acariciar su espalda en un inútil intento de darle ánimos.

Pocos minutos después, el entrenador ya estaba de regreso con una taza entre las manos.

— ¿Entrenador Yakov?—Preguntó Yuuri, elevando un poco la mirada y observando el rostro ligeramente contrariado el otro hombre. Tenía tintes de molestia y preocupación por igual.

—Ten, Katsuki—La voz del alfa era más suave ahora, como si estuviera intentando calmarle. Yuuri habría encontrado el gesto un tanto gracioso, si no fuera porque peleaba con la imperiosa necesidad de mantener su almuerzo dentro de su estómago.

— ¿Té?

Preguntó Victor, parpadeando un par de veces.

Yakov bufó.

—Es bueno para los mareos—explicó simplemente, después de mencionar un par de hiervas cuyos nombres Yuuri no conocía y no terminó de entender—Mi madre solía tomarlo, cuando estaba en espera.

Victor parpadeó un par de veces, al igual que Yuuri. Él no sabía mucho del entrenador. Si tenía que ser sincero, toda clase de conocimiento del hombre venía únicamente de las medias historias que le narraba Victor –donde la mayoría terminaban con el pobre hombre gritando en exasperación- y, por la expresión de su marido; él tampoco sabía.

Tener a alguien que estuviera allí para apoyarlos, era realmente alentador.

— ¡Yakov!—fue el grito de Victor, quien se había separado de su lado sólo para envolver al otro alfa en un abrazo— ¡De verdad que serás un gran abuelo!

Y esta vez, Yuuri no pudo evitar sonreír.

Una vez Yakov se hubiera liberado del abrazo de Victor y hubiera murmurado sus despedidas, Yuuri encontró que el té realmente había ayudado. Aún podía sentir el horrible movimiento en su estómago, pero creía que respirando un par de veces muy lentamente lograría pasar ese episodio de mareos sin pena ni gloria.

Ahora, en la habitación, Yuuri buscaba comodidad. Quizá, por una vez, podría descansar sin correr al baño cada hora.

Dejó que su cabeza descansara sobre la almohada, y que sus manos viajaran hasta sus costados, acariciando ligeramente. Era un gesto involuntario, pero parecía que estaba buscando algo. Aún era muy pronto para que su estómago comenzara a estirarse, pero quizá... con un poco de imaginación, Yuuri podría...

No. Vaya idea.

—Sabes—La voz de Victor le llegó desde detrás. Últimamente estaba tan metido en sus pensamientos, que se le hacía difícil estar atento a los movimientos de otras personas—Creo—articuló, alargando innecesariamente la 'e'; al tiempo que se acomodaba atrás de él en la cama, y llevaba sus manos hasta donde las suyas propias descansaban—Que deberíamos comenzar a buscar por ropa para maternidad...

Yuuri sintió que iba a soltar una risotada.

Ropa de maternidad... nunca lo habría imaginado.

—Aún es un poco pronto para eso, ¿no crees?

Dijo en un tono que intentaba sonar desinteresado o incluso un poco severo, pero terminó pareciendo juguetón.

Victor hundió su rostro en su hombro, aspirando profundamente y acariciándole con la nariz.

—Nunca es demasiado pronto para consentirte, Yuuri—Susurró con voz cantarina, antes de dejar un pequeño beso en los espacios de piel que se lograban ver—Estoy un poco emocionado, sabes... Te verías hermoso, usando ropa de maternidad.

Yuuri sentía los labios de Victor moverse contra su piel. Se mantuvo en silencio, queriendo escuchar bien cada palabra.

—Yo no recuerdo mucho de mi madre, pues murió poco después de que yo naciera—No había tristeza en sus palabras, no. Era sólo Victor contándole parte de su vida, mostrándole algo que no era para el resto del mundo, ampliando su pequeño mar de secretos—Mi padre murió cuando yo era un adolescente, pero tampoco logré conectar con él durante ese tiempo...

Un momento de silencio, los brazos de Victor se fijaron más a su cintura, presionando con un poco más de fuerza.

—Nunca he sido capaz de hacer cosas de 'familia', Yuuri—Otro pequeño beso. Los labios de Victor aún rosaban su piel, haciéndole temblar, cuando murmuró lo siguiente—Hacerlas contigo es mi mayor ilusión.

Yuuri no dijo nada, no podía. Su garganta estaba demasiado cerrada como para hacerlo. Simplemente asintió un poco, aceptando el calor de Victor con cariño.

   

'Siempre quise hacer eso'

Las palabras que Yurio había dicho, resonaban en su mente con fuerza. Yuuri se había quedado en silencio, observando lo profundo que de pronto parecían los ojos verde aguamarina de Yurio.

'Siempre'

Su respiración era lenta, muchísimo más que en cualquier otro momento. Sus labios temblaban ligeramente, al igual que su cuerpo. Y no, no era miedo, ni repulsión.

Era mucho peor.

Era expectación.

Su cuerpo le pedía que lo hiciera de nuevo.

Pero Yuuri no podía moverse. No en ese momento.

El rostro de Yurio estaba sonrojado, como soliera estarlo cuando aún era un adolescente, su piel pálida coloreada con un rosa que parecía demasiado delicado para la naturaleza real de Yurio.

Yuuri rememoró por un segundo, la primera vez que le había visto una expresión así. Había sido hacia un par de años ya, en la cascada. La vulnerabilidad que irradiaba la imagen frente a él comprimía su corazón, dejándole sin aliento.

Yuuri abrió la boca, queriendo decir algo. Lo que fuera. Pero nada parecía realmente adecuado en ese momento. En un movimiento casi involuntario, dejó que su lengua repasara sus labios, como si intentara recabar algo del sabor del beso.

Pero la verdad, era que no lo había tenido. Había sido casto y suave, una presión casi suplicante de piel contra piel, dejando como único recuerdo el sentir de mariposas revoloteando en su estómago y el rastro casi fantasma del olor característico de Yurio.

Yurio, finalmente, pareció despertar del pequeño trance. Llevó su cuerpo para atrás, incrementando la distancia entre ellos. Yuuri tuvo ganas de estirar la mano y detenerlo, pero su autocontrol lo detuvo.

Yurio giró, alejándose del hotel. Yuuri sintió un vacío en su estómago comenzar a crecer, hasta que Yurio, con la voz más segura, como siempre solía hablarle, dijo:

—No me arrepiento, Yuuri.

Y el sonido de su nombre naciendo de los labios de Yuri fue lo que lo acompañó durante las siguientes horas, sonando como una canción contra sus oídos.

   

Que Victor no quisiera dejarlo solo en casa no era un secreto.

Normalmente decía que era por la preocupación, aunque Yuuri estaba completamente seguro que no eran más que exageraciones de su parte. Pero, estaban hablando de Victor Nikiforov, ese hombre era una hipérbole en pura esencia. Si él no exageraba un poco, no sería él.

Yuuri, por su parte, realmente no creía que semejante escándalo fuera necesario. La única actividad física que realizaba además de los paseos matutinos con Makkachin, era un par de estiramientos. Cocinar realmente no contaba.

—Pero- pero ¡Yo puedo hacer que traigan algo al apartamento, si tienes ganas de comer afuera!

Yuuri tomó aire, pidiendo paciencia a los cielos. Victor, quien ya estaba quince minutos tarde, seguía mirándole como si le hubiera roto el corazón desde la puerta.

—Entonces no habría realmente gracia con todo lo de 'comer afuera'—Trató de explicar, como si estuviera hablando con un niño pequeño y particularmente terco. No una imagen muy lejana de la realidad, Yuuri tendría que admitir.

Victor refunfuñó. Y ya eran casi veinte minutos tarde. Yuuri suspiró, frustrado. Necesitaba que Victor fuera a practicar, o tendría a Yakov gritándole a Victor por el teléfono las siguientes horas. Pero, Yuuri realmente estaba cansado de que la única vista a la que estuviera expuesto fuera la ciudad desde la ventana del apartamento y la ruta ya aprendida de Makkachin por la ciudad. Aún si sólo era para comer y más aire libre nunca hacía daño.

— ¿Qué te parece esto?—Dijo finalmente Yuuri, cuando una idea iluminó su mente—Te llamaré tan pronto regrese, prometo no tardar demasiado, el clima no está tan frío aún.

No como en el invierno, al menos.

Victor frunció los labios un poco más, antes de dejar salir un quejido, vencido.

—Está bien—accedió—Pero debes tener mucho cuidado, Yuuri—Dijo mientras le abrazaba con fuerza. Era casi como si Yuuri se aventurara a la guerra y no sólo a un paseo sólo por la ciudad. Aunque, siendo un poco justos, quizá se debía a que ya casi eran seis semanas.

Para ese momento los supresores se había eliminado por completo de su sistema, y Yuuri olía como lo que realmente era. Un omega. Un omega embarazado.

Aunque su vientre apenas comenzaría a notarse en otras seis semanas, probablemente, su esencia ya era bastante obvia, para cualquiera que se acercara lo suficiente. No era extraño que Victor hubiera incrementado sus cuidados tan exageradamente.

Victor le dio un profundo beso, que casi le obligó a dar un paso para atrás.

Otro efecto del cambio en su esencia, tendría que ser definitivamente que las reacciones de Victor parecían ser mucho más fuertes.

—Volveré pronto, Yuuri—Dijo sonriendo. Yuuri, con un pequeño sonrojo en las mejillas causado por la falta de aire, sonrió en respuesta—Makkachin—dijo ahora, con un tono más serio—Te encargo a Yuuri.

Y con eso, ya estaba fuera. Sólo media hora de retraso. Yakov probablemente fuera compasivo y sólo fuera a retenerlo unas dos horas más. Si tenía suerte.

Victor últimamente parecía no tenerla.

Yuuri suspiró, antes de comenzar con sus estiramientos y la religiosa tarea de tomar todas las vitaminas que el doctor le había dejado.

Los mareos habían desaparecido casi por completo ahora, y si en algún momento los tenía, sólo bastaba con que tomara un poco del té extraño que Yakov le había enseñado a preparar a Victor y unos minutos sentado para que la molestia se desvaneciera.

Todo parecía ir viento en popa.

Para cuando el reloj tocó el medio día, Yuuri había terminado cualquier cosa que pudiera hacer en el departamento. Pero no estaba tranquilo.

Sabía que apenas eran seis semanas, y que su estómago seguía bastante plano, aunque sin la normal tonalidad de sus músculos. Pero, sí había algo que había cambiado, y eso era su apetito.

Aún desde muy pequeño había tenido gran afinidad con la comida, pero esto parecía un poco ridículo. No pasaban más de cuatro horas sin que ya tuviera hambre de nuevo.

—Así me pondré gigante antes de las catorce semanas...

Aunque fuera un problema, tampoco era algo que pudiera evitar. Makkachin hizo un sonido agudo desde la puerta, ansioso por salir también.

Bueno, al menos podía usar eso de excusa esta vez.

Habían un par de restaurantes no muy lejos del apartamento que tenían personal que parecía sentirse cómodo hablando en inglés. Yuuri había estado intentando aprender un poco de ruso en su tiempo libre, y con la ayuda de Victor, pero aún no se sentía cómodo hablando con algún otro nativo. Su acento bastante notorio y su pronunciación algo floja.

Revisó los carteles que se alzaban, buscando alguno que permitiera a las mascotas y que pareciera tener algo apetitoso.

Finalmente decidió por un lugar pequeño, que parecía tener algún tipo de variación de comida italiana. Su estómago gruñó con gusto, en el momento que entraba. Un mesero no tardó en acercarse a él con un menú en mano y con una sonrisa en el rostro. Parecía ser extranjero al igual que él, si su inglés le delataba.

—Bue...—Se detuvo un momento. Parpadeando un par de veces. Yuuri le devolvió el gesto. Un beta, parecía ser de nivel intermedio—Buenas tardes—completó el pensamiento, arreglando su traje en un gesto de nerviosismo— ¿Le gustaría que le guiara a una mesa?

Yuuri presionó su mano contra la correa de Makkachin con un poco más de fuerza, antes de asentir con una pequeña sonrisa de cortesía.

El local era agradable y las mesas estaban considerablemente separadas, Yuuri agradecía un poco la privacidad.

El mesero esperó pacientemente hasta que Yuuri ordenara. Alejándose la mesa con una sonrisa demasiado amplia cuando hubiera terminado.

Yuuri se sintió un poco incómodo entonces.

No esperaba esa clase de reacción.

Makkachin lloró a su lado, probablemente olfateando su molestia. Yuuri giró el rostro hacia el caniche, sonriendo de manera tranquilizadora y rascando en la parte trasera de su oreja derecha.

No hubieron pasado más de diez minutos antes de que otra mesera se le acercara, ella también olía como una beta. Yuuri estaba un poco confuso.

— ¿Todo bien, señor?—Preguntó, abrazando con fuerza la libreta que tenía contra su pecho.

Yuuri elevó una ceja ligeramente.

—Sí...—respondió, no muy seguro del porqué del cuestionamiento.

La mesera amplió aún más su sonrisa, asintiendo.

—Qué bueno—dijo, y parecía que realmente estaba aliviada—Si necesita algo, lo que sea, no dude en pedirlo.

Terminó, sonando extremadamente seria, antes de dejar la mesa.

Y probablemente fue la manera en la que pronunció aquello último que hizo que algo terminara de hacer clic en su cerebro. Sólo le había ocurrido una vez, cuando aún estaba en Detroit y la temporada de descanso de sus supresores se acercaba.

Yuuri había estado en el comedor, ansioso por llevarse algo a la boca. Los días de celo eran agotadores y drenántes, tanto mental como físicamente. Así que era normal que en los puntos más bajos del ciclo los omegas decidieran comer un poco más, para guardar calorías para los días donde no podrían ser capaces de alimentarse por ellos mismos. Sin contar, que más adelante la sola imagen de la comida podía causar nauseas a la mayoría de omegas.

En momentos como esos Yuuri agradecía ser un nada resaltante omega de bajo nivel, sus celos normalmente duraban dos o tres días. No sabía cómo era que los de niveles superiores aguantaban cinco o la semana entera. Debería ser un infierno.

Su pequeño monólogo interno había sido interrumpido entonces por un par de betas, que al verlo observar la comida del resto con su bandeja ya casi vacía, se habían acercado y ofrecido sus almuerzos.

— ¡¿Eh?!—Yuuri no los conocía, no recordaba haberlos visto en ninguna de sus clases, y claramente tampoco eran del club de patinaje— No, no- no podría-

Pero ellos habían sido insistentes, dejando sus bandejas casi enteras frente a él. Haciendo que más de uno en el comedor girara el rostro para verle.

Yuuri conocía ese instinto.

'Proteger al omega' parecía estar escrito con cincel y sobre piedra en la mente de los betas desde su presentación. Y, ciertamente, los alfas tenían algo muy parecido, sin embargo este derivaba de su deseo por tenerlos como potenciales pareja.

Los betas normalmente parecían mediadores de paz y cuidadores del mundo.

Yuuri les agradecía, pero también lo odiaba.

Le hacía sentirse como una carga, o un problema del cuál tenían que encargarse.

Yuuri no esperaba que pasara de nuevo, y mucho menos en un lugar como este.

Dejaba un sentimiento desagradable en la base de su estómago.

Y, para cuando el primer mesero regresó con su plato y con una bebida que él no había pedido, diciendo que era de parte de la casa, Yuuri volvió a sentirse así.

De pronto el deseo de regresar a casa se hizo mucho más grande que su hambre. En casa, más que un omega, simplemente era el Yuuri de Victor.

   

El apartamento se sentía extremadamente frío, aún con Makkachin acurrucado a un lado suyo.

También, era demasiado grande.

Victor no estaba seguro de qué hora era, había estado despierto mucho tiempo ya, aún si no había puesto alarma. Aunque mantuviera las cortinas cerradas, y el teléfono desconectado, su reloj interno se encargaba de hacerlo despertar junto a la salida del sol.

Presionó con un poco más de fuerza sus dedos contra el suave pelaje de su perro, hundiendo su nariz en su cabeza. El aroma a limpio y la calidez que emanaban le habrían consolado en otro momento, pero ahora sólo eran un viejo recordatorio de otras mañanas parecidas. Mañanas que estaban perdidas ya muchos meses atrás, donde; junto al aroma agradable de Makkachin se mezclaba el dulce y envolvente de Yuuri.

Sus ojos estaban fijos en un punto invisible en la pared, tan blanca y vacía como se sentía Victor en ese momento.

Su pasada charla con Chirs había sido, por decir lo menos, iluminadora.

No era como en el pasado, cuando su inspiración y creatividad parecieran haber muerto. No. En ese momento Victor había creído que ya no era capaz de sentir nada, incapaz de encontrar belleza o atractivo en algo otra vez.

Sin embargo, el Victor de ahora creía que era incapaz de encontrar algo que no fuera tristeza y desesperanza. Su corazón no le permitía crear cosas hermosas, no con la sombra de sus heridas aún sobre él.

Victor antes se había sentido como una vasija vacía. Pero ahora sólo estaba lleno de lágrimas.

'No puedes seguir viviendo así'

Había dicho Chris. Y Victor, en lo más profundo de su mente, sabía que era verdad.

Pero no estaba seguro de cómo cambiar aquello.

Victor no estaba seguro de que supiera como seguir viviendo, tampoco.

Vida. Esa palabra, sólo la había logrado relacionar con dos cosas durante todos sus años de existencia. El patinaje y Yuuri.

Y ya había perdido uno.

Pero quizá podría usar el segundo, para solucionar lo primero.

Victor soltó a Makkachin, sentándose en la cama. Era como si una revelación estuviera intentando nacer en su mente.

Victor sólo sabía patinar, esa había sido la manera en la que había sobrevivido desde que tuviera memoria.

Aún no podía retirarse. Aún no quería hacerlo.

Una temporada. Sólo una temporada más.

La última.

Una última oportunidad para demostrarle a Yuuri cuánto lo amaba, y cuánto lo quería de vuelta. Pues sabía que Yuuri siempre le veía, aún en sus peores momentos, nunca había roto su promesa de verle.

Esta era la única manera que Victor tenía de gritar sus sentimientos. De darle forma a su desesperación.

Lo haría, le mostraría a Yuuri, y al mundo, de la única manera que él sabía.

Porque definitivamente, cuando Victor hablaba de vida, también hablaba de amor.

   

El departamento había estado extremadamente concurrido en esas últimas dos semanas. Además de la presencia de Yurio que había sido algo así como una constante desde que Yuuri y Victor se hubieran mudado juntos, ahora también a veces tenían a Mila y a Georgi pasando por allí de vez en cuando.

Eran visitas rápidas para saludar, o eso decían. Lo más probable es que Victor hubiera mencionado que Yuuri había estado un poco más sombrío de lo normal y ellos estuvieran preocupados.

Era un poco frustrante, pues Yuuri nuevamente terminaba viéndose como una carga. Pero no podía evitar sonreír ligeramente y sentirse más a gusto con el flujo de personas.

Incluso Yakov había vuelto, trayendo consigo un termo lleno de sopa caliente.

Yuuri no estaba seguro de qué era, pero vaya que le había sentado bien.

— ¿Aún no terminas?—La voz de Yurio salió con claros tonos de aburrimiento. Yuri giró su rostro ligeramente para ver al adolescente mandar mensajes desde su teléfono, con una expresión que parecía más contenta de lo normal. Probablemente estuviera hablando con Otabek.

—Ya no falta mucho, ¡Ten paciencia, Yura!—respondió Victor desde la cocina, el olor agradable de la comida ya comenzaba a llenar el apartamento.

La verdad era, que el regalo de Yakov había hecho más que simplemente gustarle a Yuuri. Haciendo, por consiguiente, que Victor hiciera su misión recrear la sopa que había traído su entrenador.

Aún si Yuuri le había dicho que no era necesario.

Incluso había invitado a Yurio para que probara su 'magnánima obra' como la llamaba él. Yurio se había negado al inicio, frunciendo el ceño y lanzando un par de maldiciones. Pero, finalmente, había venido de cualquier manera. Incluso había traído una bolsa llena de pirozhky de katsudon. Alegando que había hecho demasiados.

Cuando todos estuvieron en la mesa al fin, Yuuri pudo deleitarse con el sabor de la sopa nuevamente. No era exactamente igual a la que hubiera traído Yakov días antes, pero aún sabía agradable.

Victor le miraba como si fuera el día más feliz de su vida.

— ¿Te gusta, Yuuri?—Dijo, con la voz cargada de alegría— ¡Y en el primer intento! ¿Quieres más? ¡Ya mismo lo hago!

Yuuri le hubiera querido detener. Pero Victor parecía tan feliz que su primera experiencia culinaria fuera de su zona de confort fuera exitosa, que Yuuri se dio cuenta que no tenía corazón para hacerlo.

Además, con ocho semanas y contando, el hambre comienza a incrementar. Nunca estaba de más tener algo ya preparado en el refrigerador.

—Hey, tazón de cerdo—llamó Yurio, sacándole de su burbuja de pensamientos—Toma.

Dijo, antes de dejar un pirozhki en su plato.

— ¿Tienes hambre no?, puedes comer eso de momento.

Con una expresión de ligero puchero en los labios.

Yuuri no pudo evitar formar una sonrisa. Que un alfa ofreciera –o mejor dicho, entregara-comida de manera tan atrevida, podía ser visto de mala manera, especialmente si el omega en cuestión ya tenía pareja. Pero era Yurio, y era la primera vez que Yuuri le vía adoptar un comportamiento relacionado con su casta que no era violento.

Era encantador.

—Gracias—sonrió.

Yurio no respondió, sólo ocultó ligeramente su rostro con su chaqueta y giró en su lugar.

   

La noche había terminado de caer en Hasetsu hacía mucho ya. Yuuri y Yurio habían actuado como si nada hubiera pasado durante la cena, y tampoco habían hablado del tema mientras se hubieran bañado en las aguas termales.

Si alguien había notado el cambio en el ambiente entre ellos, o en su actitud de repente distante, no lo habían mencionado. Yuuri incluso había tratado de buscar la mirada de su hermana durante la comida, como tratando de hallar la mínima pista de entendimiento. Pero no encontró nada.

Tragó en seco. El sentimiento de incertidumbre y nerviosismo que se había estado construyendo en su estómago hasta ese momento parecía a punto de enfermarle.

Respiró un par de veces, tratando de calmarse. Estaba en su habitación, todo estaba bien. Aún si Yurio había hecho eso. Aún si no había hablado de ello después. Aún si Yuuri parecía querer volver a repetirlo...

Unos golpes a su puerta.

Un sobresalto.

— ¿Puedo pasar?

La voz de Yurio llegó desde el otro lado de la puerta, era tranquila y apacible.

Yuuri tragó duro. Avanzó hasta la puerta con mucha lentitud, antes de abrir, despacio.

—Yuri...o.

El mentado aún tenía una de las batas del hotel encima, la tela verde se abrazaba a su cuerpo de manera elegante, y la correa que servía para cerrar los lados estaba atada sin cuidado, dejando que parte de su pecho estuviera descubierto.

Yuuri sintió un escalofrió recorrerle. La esencia de Yurio era un poco más fuerte que en la tarde.

Yurio no se movía, parecía que estaba esperando algo. Yuuri captó la pista rápidamente.

—Adelante—dijo, moviéndose a un lado y dejando el camino libre.

Yurio entró a la habitación como si la conociera de toda la vida. Aunque Yuuri estaba seguro que era la primera vez que él ponía un pie allí.

La seguridad destilaba por cada uno de los poros del alfa. Yuuri incluso podría haber estado un poco celoso, si el nerviosismo no le estuviera comiendo vivo. El muchacho se sentó en su cama, y se mantuvo allí. Yuuri no tardó mucho en acompañarle.

Yuuri ya tenía ropa limpia encima, y gracias al baño previo, y la particularidad con la que había sido adecuada su habitación, los olores de afuera quedaban aislados. El ambiente únicamente llenado por el propio aroma de Yuuri y por la fuerte esencia que comenzaba a emitir Yurio.

Su estómago dio un giro, al tiempo que sus palmas comenzaban a sudar. Mordió sus labios en un gesto involuntario. Tenía que controlar su cuerpo.

—Tazón de cerdo—Fue Yurio el que inició. Y Yuuri estaba feliz de que hubiera usado ese apodo tan particular que había escogido para él en lugar de su nombre, pues no estaba seguro de cómo reaccionaría si volvía a escuchar esa voz llamarle—Tenemos que hablar.

Y era cierto.

Porque ese beso, podría parecer pequeño, pero traía millones de implicancias.

Implicancias con las que Yuuri no creía ser capaz de poder lidiar aún.

—Tazón de cerdo, yo...—Inició Yurio. Pero Yuuri realmente no quería pensar. Tampoco quería tener esa conversación en ese momento, no con sus manos casi temblando ni con su estómago intentando subir hasta su garganta. Sólo quería-

Él quería-

—Yurio—le cortó, haciendo que el más joven se sobresaltara. No por sus palabras, pero por sus acciones.

Yuuri rompió la distancia que los separaba, pegando su rostro contra el pecho semi descubierto de Yurio.

—Tazón de cerdo...

Eso estaba mal.

La mente de Yuuri gritaba eso a viva voz. Yuri era como de su familia, durante mucho tiempo le había visto como este pequeño y recientemente presentado alfa que intentaba copiar los manerismos más fuertes y violentos de su casta, siendo ruidoso y quisquilloso, pero con un gigantesco corazón debajo.

Yuri era de su familia. Y él no debería pensar esa clase de cosas con su familia.

Pero-

Yuuri cerró los ojos con fuerza, como si eso lograra que la idea desapareciera.

Pero- Yuri olía tan bien. Y Yuuri sólo podía pensar en el suave toque de sus labios, y el almizcle de su esencia. En lo seguro que le hacía sentirse que le rodeara y cómo quería más.

—Déjame...—murmuró—Déjame... sólo un poco...

Yurio se tensó por un pequeño momento, pero asintió de igual manera.

Yuuri sintió que le habían quitado un gigantesco peso de los hombros.

Hundió su nariz contra el lado descubierto del cuello de Yurio, donde más piel le saludaba. Dejó que el hipnotizante aroma de alfa del muchacho le llenara entero, frotando ligeramente su nariz contra él, haciendo que su cuerpo oliera como él.

Los brazos de Yurio lo abrazaron con fuerza, haciendo que sus cuerpos estuvieran aún más juntos. Yuuri no se quejó, en ese momento no podría.

Esto era todo lo que necesitaba. Todo lo que su cuerpo le gritaba que consiguiera.

—No me arrepiento—volvió a murmurar Yurio, muy bajito, contra su oído.

Si Yuuri hubiera estado pensando con sus cinco sentidos, se hubiera dado cuenta que sonaba como si estuviera intentando convencerse a sí mismo.

   

Victor no estaba seguro de que había pasado.

Esos últimos días Yuuri había estado en perfecto estado. Un par de dolores cólicos, y unos mareos en la mañana. Pero además de eso, todo estaba bien.

Por eso Victor no podía llevarse a sí mismo a entender, cómo era, que de un omega saludable, Yuuri había pasado a ser el desastre que había encontrado en su apartamento cuando había regresado de prácticas esa tarde.

Normalmente, Victor hubiera regresado mucho más tarde. Pero, desobedeciendo a Yakov, había decidido pasarse un momento por casa y disfrutar un poco del tiempo con Yuuri.

No podía estar más agradecido de haberlo hecho.

Cuando abrió la puerta y nadie fue a recibirlo, algo había hecho click en su cerebro. Como un aviso. Algo estaba mal.

Llevó sus pies lo más rápido que pudo a la habitación, donde normalmente Yuuri estaría leyendo alguno de los libros que había traído con él desde Japón. Pero no estaba allí. En su lugar, podía ver la puerta del baño adjunto abierta, y el sonido de arcadas y llantos ahogados de perro que venían de él.

Yuuri estaba doblado sobre sí mismo, devolviendo todo lo que tenía dentro. De su garganta salían quejidos apenas audibles, y su rostro estaba pálido.

Victor no estaba seguro de cómo había sido capaz de llamar a una ambulancia, pues no estaba seguro de que hubiera podido conducir en ese estado.

El camino al hospital era como una macha en su memoria, Victor no podía recordar exactamente cómo había sido. Tampoco recordaba porqué había llamado a Yurio. Quizá porque necesitaba a alguien allí, y el muchacho, además de Yakov, era la opción que siempre venía a su cabeza.

Lo único de lo que Victor podía dar cuenta, era de los gritos que Yurio le había dedicado una vez hubiera llegado. Porque vinieron acompañados de sacudidas, no unas muy amables.

— ¡Cálmate, demonios!—le gritaba— ¡Tu olor es desesperante! ¡Contrólate!

Victor sabía que tenía que hacerlo. Ya era un hombre maduro. Tendría que tener mayor control sobre su cuerpo. Pero en ese momento, era casi un imposible.

Yuuri. Su Yuuri estaba allí, y él no tenía idea de porqué.

Yurio tuvo el buen tino de sostenerlo con fuerza hasta que su respiración se normalizara, y sus sentidos regresaran a la normalidad.

Justo a tiempo para que el doctor saliera.

El hombre hablaba de manera calmada, casi fría. Victor no sabía cómo podía hacerlo.

No entendió mucho de aquello, y luego agradecería que Yura pareciera haber grabado todo lo importante en su mente. Decía algo del endometrio, demasiado delgado.

'Es normal, en atletas omegas'

No. Para Victor, ver sufrir así a su esposo nunca podría ser clasificado como algo normal.

'Es serio' Había dicho.

No era como si tuvieran que recordárselo.

Más palabras sin mucho sentido.

'El riesgo de aborto espontáneo tiene que tomarse con la mayor delicadeza'

Victor sentía que podría llorar.

   

Cuando Yuuri abrió los ojos, se dio cuenta que estaba envuelto en una maraña de mantas. También, se dio cuenta, de que en algún punto de la noche pasada se había quedado dormido.

Un sonrojo salvaje escaló por su cuello, cubriendo todo su rostro.

A su lado, su celular brillaba con el anuncio de un nuevo mensaje.

Yuuri realmente no sentía ganas de hablar con nadie. Y, normalmente, hubiera ignorado el aparato en pos se seguir hundiéndose en su propia miseria. Pero, temiendo que fuera algo importante, no pudo evitar ver al menos el emisario.

Yurio.

Yuuri creía que nunca antes se había movido así de rápido. Desbloqueó el aparato y leyó como si la vida se le fuera en ello. El mensaje era escueto y no especificaba mucho.

Yurio había ido a entrenar desde temprano al castillo de hielo, y le decía que después tendrían que terminar la charla.

El sonrojo en el rostro de Yuuri se incrementó.

Estaba avergonzado.

Yurio había dado el paso que Yuuri no había sido capaz de dar para arreglar las cosas entre ellos, y Yuuri únicamente las había hecho peores tras restregarse como animal necesitado contra el cuerpo ajeno.

—Agggh

Un sonido desesperado y casi agonizante abandonó su garganta, al tiempo que dejaba el aparato olvidado en algún lugar y hundía su cuerpo entre el manojo de sábanas que había sobre su cama.

Yuuri no quería salir.

Para nada. Si era posible, nunca.

El sentimiento de desesperación y estrés no era extraño para él. Lo había sentido muchísimas veces, desde niño, en Detroit, y cuando estaba a punto de participar en una competencia.

Los motivos que lo causaban siempre eran diferentes, pero la respuesta de su cuerpo siempre era la misma.

Esa había sido la razón por la cual, Yuuri no se sorprendió cuando notó que estaba anidando.

Los omegas normalmente anidaban como preparación de para el celo. Y, era un proceso bastante personal, diferente de omega en omega. Algunos limpiaban como locos, movían muebles y cambiaban cosas de lugar. Otros desechaban la mitad de cosas de una habitación, cocinaban cantidades industriales de comida, y otros tantos, tan sólo se preparaban una taza de té.

Yuuri, por su parte, era el omega más literal que hubiera conocido. Pues su manía de anidar, era casi construir un nido propiamente dicho con las frazadas. Envolviéndose de pies a cabeza y alejándose del mundo.

Normalmente eso siempre servía para ponerlo en calma. Rodeado únicamente de su esencia, haciéndole sentir completo y en paz. Si hubiera compartido su celo con alguien, probablemente le hubiera gustado tener prendas de esa persona también.

Victor y él nunca habían logrado compartir un celo, pues Yuuri había preferido saltarse esa temporada libre de supresores, ya que aún no terminaba de acostumbrarse por completo al apartamento que compartían ambos en Rusia, y no quería hacer destrozos en el lugar sólo en la preparación. Luego, la temporada ya había empezado. Yuuri había pensado tomarse su tiempo libre de supresores al final de esa temporada, pero el bebé había alterado por completo sus planes.

No.

Demonios.

Yuuri no quería pensar en Victor. O en nada que se relacionara con él.

La sola idea lo hacía sentirse mal.

Obligó a su mente a pensar en Yurio. Yurio quien no le traía recuerdos dolorosos y cuya esencia era potente y tranquilizadora. Yurio estaba bien, Yurio era seguro.

Y, Yuuri sabía que esa clase de pensamientos sólo se debían al instinto. Una respuesta común ante el estrés. Todo le gritaba que se aferrara a Yurio pues estaba cerca, era seguro, y estaba dispuesto.

Yuuri lo sabía.

Pero aun así no podía evitarlo.

   

Victor había sugerido que contrataran una enfermera.

Después del horrible susto que había vivido, el doctor había sugerido constante descanso. Eso quería decir, que Yuuri no debería dejar la cama mucho tiempo. Los trotes matutinos estaban prohibidos, al igual que cualquier clase de esfuerzo.

Pero caminar por el apartamento y cocinar no eran esfuerzos. Y, al menos eso, quería que Victor entendiera.

—Aun así creo que sería necesario— Acababan de regresar de un control, una ecografía y examen físico. El bebé parecía estar bien, su pared endometrial seguía siendo demasiado delgada. Pero el pequeño o pequeña se sostenía con fuerza, como todo un luchador. Yuuri no podía evitar que una pequeña ola de orgullo le llenara. Su bebé estaba bien y peleando. Él también tenía que esforzarse—No me gusta la idea de dejarte solo aquí, Yuuri.

Bufó, escondiendo su rostro en el hombro de Yuuri.

Ambos estaban recostados en la cama, con Victor detrás de él, abrazándole con delicadeza. Las luces estaban bajas y Makkachin dormía en el pie de la cama.

Yuuri tuvo que aguantar las ganas de suspirar, concentrándose mejor en la comodidad que era la cama y Victor a su lado.

—Pero yo no estoy solo...

Dijo.

Victor dio un pequeño salto.

Bingo.

—Yuuri...

—Nuestro bebé siempre me acompaña—Murmuró, logrando que Victor ahogara un gemido de derrota en su hombro.

Victor era increíblemente sentimental.

—Yuuri...—Se quejó nuevamente—Eso no es justo—dijo, llevando una de sus manos sobre el estómago de Yuuri, acariciando ligeramente—él es tan pequeño...

— ¿Él?—preguntó Yuuri con una pequeña sonrisa en los labios.

Victor asintió contra su hombro.

—Soñé con él, Yuuri—La voz de Victor tenía un tinte soñador que podría compararse únicamente con el de un niño—Un pequeño niño con tu cabello y tus ojos, con mi risa y mi nariz. Caminando en el hielo, viniendo hacia nosotros.

Yuuri no pudo evitar sonreír ante la imagen.

—Aleksei se veía muy feliz allí.

— ¿Aleksei?

Victor volvió a asentir.

— ¿No te parece un bonito nombre?—Dijo, mientras acomodaba mejor su rostro—A-lek-sei—volvió a repetir, entonando sílaba por sílaba con cariño—Era el nombre de un rey, y también el nombre de mi padre... Siempre me pareció que sonaba encantador.

Yuuri trató de imaginarlo por un momento.

Aleksei Nikiforov.

Sonrió como un tonto.

Sonaba precioso.

—O también podría ser Luka, ¿tiene un tono más japonés, verdad?—Victor parecía estar monologando así que probablemente no esperaba una respuesta, Yuuri asintió de igual manera—Significa Luz, y es un poco como la realidad, ¿no? Nuestro pequeñito es como una lucecita...

Yuuri tuvo que morderse el labio, para no decir nada.

—Yasha, también-Continuó—Era el nombre de un caballero, en un cuento infantil que yo adoraba. Fue el primer regalo que recuerdo de mi padre. ¡Aunque el protagonista llevaba un atuendo anticuado!—Y una pequeña risa— ¿Eso quiere decir que nuestro bebé heredaría tu horrible gusto por los trajes, Yuuri? Sería una desgracia...

Esta vez, Yuuri no pudo evitar reír como no lo había hecho en buen tiempo.

Completamente feliz.

Esperó un momento a calmarse por completo. Tomó aire, y habló.

—Sigues diciendo nombres de niños, Vitenka—Formó el nombre con cariño, todo el que le nacía en ese momento— ¿No has pensado que podríamos tener a una bebita?

No era difícil de imaginar, una pequeña con el rostro de Yuuri y con el hermoso cabello de Victor.

Victor pareció meditarlo un segundo.

Y, cuando Yuuri creyó que se había quedado sin ideas, habló.

—Misha... Misha—repitió. Otro silencio—Por ser un regalo de dios.

Yuuri asintió, sin decir nada más, dejando que el silencio les envolviera y concentrándose únicamente en su aroma y el de Victor uniéndose en uno solo, llenando toda la habitación.

—Pero sabes, Yuuri—murmuró Victor mucho después, cuando Yuuri ya casi se había abandonado al reino del sueño—El nombre que elijamos terminará siendo perfecto. Porque le pertenecerá a nuestro pequeño...

Yuuri habría querido concordar, pero estaba demasiado cansado.

Victor besó su hombro, antes de murmurar.

—Descansa, moye solntse

   

Yuri regresó a Yutopia ya muy entrada la noche.

Había pasado todo el día intentando distraerse entre la pista de hielo y las atracciones que podía dar Hasetsu. No se sentía listo para regresar y encarar a Yuuri.

Creía que iba a ser capaz de hacerlo la noche anterior, pero eso no había terminado como él creía.

Lo malo, era que tampoco podía decir que había sido un final desagradable.

Eso lo hacía todo aún más confuso.

Yuuri había sido lo más cercano a un enamoramiento juvenil que Yuri hubiera tenido. Se había visto atraído por el omega, primero, por su increíble secuencia de pasos y lo cautivador de sus movimientos. Su cuerpo parecía producir música, aun cuando sus saltos fueran patéticos.

Yuuri Katsuki era arte hecho persona.

Y Yuri Plisetski se había dado cuenta de eso.

Muchísimo antes que Victor.

Pero el destino había parecido empeñado en reírse en su cara de las maneras más irónicas ese año. Haciendo que ambos terminaran en el compromiso menos ortodoxo que Yuri hubiera podido ver alguna vez.

Yuri había escuchado, muchísimas veces, que el primer amor es el que más lastima. El que más huellas deja. Y, por eso, el que uno termina recordando para siempre.

Yuri no estaba seguro de aquello, pues Yuuri nunca había sabido de sus sentimientos, y ellos nunca habían sido nada. Pero ciertamente dolía, cada vez que veía el brillo de esos horribles anillos en sus dedos.

Un año pasó, y Yuri creía que sus sentimientos se habían quedado enterrados. Pues Yuuri y Victor, realmente no eran malas personas. Sólo demasiado intensos a veces para el pobre espíritu de Yuri.

Además-

Beka había llegado a su vida.

Yuri no sabía exactamente cómo era estar enamorado. Pues aún ahora, a veces le gustaba fingir que lo que había sentido por Yuuri era admiración y frustración. Pero estaba seguro, que los movimientos graciosos en su estómago y la falta de pensamiento lógico era una buena señal.

Lo cual, nuevamente, hacía esto aún peor.

Su corazón se sentía dividido. Y él se sentía un poco enfermo.

—Ah, Yurio—Le saludó Mari, una vez Yuri tuvo la suficiente determinación para regresar. Yuuri no estaba en la recepción, lo cual era un poco preocupante. Yuri quería hablar con él. No sería fácil si se estaba escondiendo.

— ¿Y tazón de cerdo?—Preguntó.

Mari pareció meditarlo un momento, para luego tomar el cigarrillo que descansaba en sus labios, y soltar una pequeña cantidad de humo muy lentamente.

—En su cuarto... creo que está estresado.

Yurio elevó una ceja.

—No ha querido dejar su nido en toda la mañana.

Mari hablaba como si no fuera la gran cosa, pero Yurio sintió que la vergüenza regresaba a él, junto con la molestia.

Refunfuñó, girando y listo para derribar la puerta del idiota a golpes si era necesario.

—Estás preocupado.

Dijo Mari. Él se detuvo.

'Estás preocupado'

También habían sido las palabras de Otabek, hacía meses atrás, cuando todo se había ido a la mierda. Cuando Victor parecía más un muerto en vida y Yuuri había entrado en lo que parecía un voto de silencio autoimpuesto.

Preocupado parecía una etiqueta de burla a como Yuri se había sentido en ese momento.

Pero, de alguna manera, dicho por Otabek no se sentía así. Quizá era porque el entendimiento estaba pintado en sus ojos en ese momento, o porque su voz era comprensiva pero no condescendiente. Pero había sido suficiente como para que Yuri terminara de quebrarse.

Otabek era el único que había logrado que se abriera. Que confesara el miedo y la tristeza que la situación le había causado. La frustración contra todo, el enojo contra Victor, la increíble y profunda tristeza que le producía el sólo pensar en Yuuri.

'Lo quieres'

Había dicho Otabek, una vez el silencio entre los intentos por acallar sus sollozos se hizo demasiado largo.

Yuri recordaba que le había mirado como si hubiera le hubiera ofendido. Pero no había sido capaz de sostenerle la mirada por mucho tiempo.

No podía mentirle a Otabek.

'Lo quieres, Yuri'

Y estaba sonriendo. Porque Otabek siempre parecía tener sonrisas para él.

Aunque esa última, había tenido ligeros rezagos de algo más. Algo que Yuri no quería terminar de entender. Porque conocía el sentimiento demasiado bien.

Tenía un poco de triste aceptación.

Sólo Otabek sabía completamente de sus sentimientos para Yuuri. Aunque eso no significaba que supiera todo lo que Yuri sentía.

Yuri se obligó a dejar ese tren de pensamientos. No servirían en este momento.

Cuando se dio cuenta. Ya estaba frente a la puerta de Yuuri.

Tocó la madera un momento. No podía oler absolutamente nada. No era extraño, los cuartos de los omegas normalmente eran a prueba de esencia, así que nada entraba o salía. Era bueno para su tranquilidad.

En alguien como Yuuri, pensó con gracia, era más que necesario.

Golpeó un par de veces.

—Yuuri...

Llamó, con voz trémula.

Esperó unos segundos, Yuuri le respondió.

—Pasa...

No era bueno entrar al nido de un omega en estrés sin su permiso. Yuri ya lo tenía. Tragó duro.

Yuri había estado sólo en contacto con una pequeña cantidad de omegas en su vida. Su propio abuelo era un alfa, y la mayoría de sus compañeros también. Su madre había sido una omega, pero ella había partido demasiado pronto como para que supiera cómo se comportaban. Sin embargo, estaban los libros y las clases. Yuri sabía en teoría cómo eran.

Pero verlos era algo completamente distinto.

Yuuri estaba en cama, sentado y envuelto en una maraña de frazadas como si estas pudieran protegerle del mundo, el cuarto entero había cambiado de posición, Yuuri había llevado todo un poco más cerca de él.

Yuri se acercó despacio, casi con inseguridad.

— ¿Yurio?—llamó Yuuri, levantando la cabeza y observándole directamente. Tenía los ojos ligeramente cerrados, probablemente porque no llevaba gafas y era difícil reconocer sus facciones más finas.

Yuri respiró profundamente. Podía olfatearlo.

El estrés, la preocupación, el increíble desasosiego.

Yuri odiaba relacionar esas cosas con Yuuri.

—Yuuri—volvió a repetir. Como si de pronto decir su nombre fuera algún tipo de mantra que hiciera que todo estuviera bien de nuevo. Aunque antes no hubiera sido capaz de decirlo una sola vez, optando por apodos y demases—Está bien.

Dijo. Aunque sabía que era mentira.

Nada estaba bien.

Pero no podía evitarlo.

La persona que quería estaba allí, sufriendo. Y su cuerpo entero le gritaba que alejara el dolor. Se acomodó a su lado en la cama, alentado por la falta de rechazo, haciendo que la cabeza de Yuuri descansara bajo su mentón, y envolviendo el cuerpo contrario con los brazos.

Yuri nunca había consolado a alguien, no estaba seguro de cómo hacerlo. Lo más cercano que conocía de eso eran las palabras de su abuelo, y las acciones de Otabek. Pero él no quería pensar en ninguno de ellos en ese momento. Se sentía incorrecto.

Así que hizo lo único que podía, dejando que Yuuri inhalara su esencia todo lo que quisiera, esperando que eso fuera suficiente para alejar cualquier cosa que le atormentara. O eso quería, pues no pudo detenerse por mucho tiempo.

La habitación estaba llena del aroma de Yuuri. Dulce e invitante. Omega. Mucho más dulce que nada que hubiera olido antes, y; en ese momento, parecía lo más apetecible que alguna vez le hubieran acercado.

Hacía que un extraño cosquilleo se formara en la boca de su estómago y que su boca comenzara a salivar, volviéndose amarga.

Yuri llevó su mano hasta la mejilla de Yuuri, acariciando ligeramente, con delicadeza que probablemente nadie esperaría de él. Levantándolo, despacio.

No debería. Porque Yuuri sólo estaba reaccionado así por el estrés.

No debería, porque él aún estaba demasiado confundido.

Claro que sabía que no debería.

Pero se sentía demasiado bien.

Y, el niño que aún vivía dentro de él, aquel a quien le habían arrebatado a su amor antes de que pudiera siquiera luchar por él. La parte alfa suya que aún gruñía lastimada, le pedía que siguiera.

Al fin tenía lo que quería. Sería tonto dejarle ir.

Porque- aún le quería.

Y-

Y, cuando fue Yuuri quien inició el beso esta vez. Yuri tuvo ningún argumento razonable para no devolvérselo.

   

Notas Finales: What a ride, eh?

Seré muy sincera, no sabía exactamente qué hacer con este capítulo. Consulté con mi querida Fran la trama que le estaba pensando, y ella pareció estar de acuerdo, ¡así que seguí con la idea! Está teniendo una construcción más lenta de lo que esperaba, y realmente creí que los capítulos serían más largos. Pero vamos avanzando. No creí que habría tantos flash backs en esta historia... ahora me siento tonta por creer que podría hacerlos entrar todos en un solo capítulo sin que fuera muy tedioso.

Creo que va un poco mejor así, en paralelo.

Nota aparte: Lo que ocurre con Yuuri es lo que uno llamaría imprinting, normalmente sólo ocurre con omegas en celo. Pero, también puede pasar con omegas en gran estado de estrés.

Oh, también. Pronto iniciaré clases. Pero, intentaré actualizar seguidamente. Quiero que este sea el primer fanfic que termino. He estado en muchos fandom antes, pero nunca he terminado ningún long-fic... ay.

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