Wild World
'Usted es un hombre libre, señor Nikiforov'
Victor no pudo evitar recordar lo que el doctor le hubiera dicho una vez hubiera abandonado la consulta. Sentado dentro de su auto, observando el papel con sus resultados impresos, trató de darle sentido a los últimos minutos de su vida.
Que ya no necesitaba medicarse; eso era lo que su doctor le había dicho. Victor sólo había podido parpadear un par de veces, observando los números y abreviaciones en el papel, como si estos pudieran darle una respuesta a la pregunta que aún se estaba formulando en su mente.
—Ah...—había sido su muy elocuente comentario, recibiendo el papel y tomándolo entre sus manos.
El galeno le había sonreído entonces, un poco más amigable y dejando la fachada profesional que le hubiera conocido durante esos meses.
—Eso quiere decir que ya no le recetaré más hormonas—comentó, mientras escribía en una de las varias hojas que conformaban su historia. Victor tuvo que reprimir los deseos de estirar su cuello e intentar leer lo que sea que allí dijera—¿No es algo bueno? Ya no más agujas para usted.
No más agujas, no más visitas al hospital, no más hematomas en su brazo y no más lazo.
Un poquito más de normalidad para su vida.
La falta de respuesta pareció alertar al hombre frente a él, quien detuvo su constante escribir y le dedicó una mirada escueta. Con el rostro ligeramente agachado hacia abajo, y los ojos apuntando en su dirección, Victor se sentía casi analizado.
Tragó duro.
—Gracias.
Soltó finalmente, intentando sonreír.
El médico soltó un corto suspiro, dejando su bolígrafo a un lado. Cruzó sus manos nuevamente sobre el escritorio, y pareció pensar un poco lo siguiente que diría. Victor, por su parte, de pronto sintió la imperiosa necesidad de dejar el lugar. Quería estar solo.
—Parece algo sorprendido—Victor no estaba seguro de si esa palabra podría englobar exactamente cómo se sentía. O si sólo era una pequeña parte de la verdadera amalgama que eran ahora sus emociones—¿No era esto por lo que estaba viniendo aquí?
Su pregunta, como su tono en general, estaba ligeramente endulzado por algo que no terminaba de sonar como condescendencia. Victor se encontró preguntándose, por qué no parecía tener una respuesta inmediata para tal cuestionamiento.
—Sí—susurró después de unos segundos, sintiendo un pequeño pinchazón de culpa en la base de su nuca después de hacerlo—Así podría estar mejor.
Su respuesta hizo sonreír al galeno. Quien asintió, como si sintiera que era necesario tener que reafirmar su seguridad.
—Ahora—continuó, usando nuevamente ese tono que intentaba ser amistoso, y que en otra ocasión hubiera hecho que Victor se relajara e intentara seguir con el pequeño hilo de conversación que su doctor parecía querer crear—Vamos a terminar de escribir esto aquí, y estará libre.
Libre.
—Podrá ir a celebrar como le plazca—El médico seguía hablando, pero Victor sólo podía ver el correr de sus dedos y el bolígrafo sobre el papel—Un alfa de buen gusto como usted—el intento de halago que claramente estaba allí para hacerlo sentir mejor solo logró sacarle una media sonrisa, pero su doctor ni lo notó—De seguro que sabe cómo divertirse—Victor no sabía si estaba hablando porque sabía la clase de rumores que habían de su vida en su tiempo como patinador, o porque había reconocido su rostro como alguien de la televisión y lo hubiera relacionado con alguien de moderada fama, o si simplemente era la charla estándar que le daba a todos los pacientes que se despedían de él con algo que no fuera animosidad—Fiestas, atracciones turísticas, creo que hay una nueva obra presentándose en teatro- ¿o es que eso ya no es popular?—Selló el final de la hoja, dibujando después una rápida y descuidada rúbrica—O incluso, no lo sé, tratar de pretender a algún omega. Hay muchos peces en el mar, lo sabe, ¿verdad?
Victor lo sabía.
—Y—había puntuado finalmente—Usted es un hombre libre, Señor Nikiforov.
Libre.
Libre de las visitas al hospital, del pequeño refrigerador que tenía en casa y de las ampollas que guardaba allí, e incluso libre de buscar a alguien más que deseara acompañarle.
Victor no era ajeno al concepto de libertad. Él había sido libre toda su vida, después de todo.
Sin embargo, en ese momento, no pudo evitar pensar que la palabra terminaba teniendo un sabor amargo entre sus labios.
Después de todo, ni siquiera cuando aún hubieran quedado remanentes del lazo que compartía con Yuuri en el sistema, se había sentido como un prisionero.
Ni del lazo, ni de Yuuri.
Empero, en el silencio de su auto, con la mirada fija en el vacío y con los recuerdos de los meses pasados en su mente, Victor creyó que para el resto del mundo podría parecer así. Un alfa que sucumbe ante su instinto, y se va abajo llevándose más de una cosa a su paso.
Para Victor, un hombre que intentaba aferrarse al pasado, fijado en sus sentires y esperanzado sin reales pistas. ¿Un soldado en una causa perdida? ¿O una campaña que esperaba por volver a avivarse?
Quizá Victor sí había sido un prisionero. Uno de su propia necedad.
❆ ❆ ❆
Un día después de la partida de Phichit y Celestino, Yuuri recordó de manera nada animada que tenía una cita programada en la clínica aquella tarde.
Realizó su entrenamiento matinal como siempre lo hacía, saltándose el desayuno porque había dormido por sobre su alarma. Almorzó en un silencio ya poco familiar, pues la cháchara de Phichit solía ser su compañera en esas horas. Sintió una ligera punzada de incomodidad al darse cuenta que tendría que saltarse las demás horas de entrenamiento. Empero, y con una expresión de molestia en el rostro, terminó emprendiendo camino a la clínica de cualquier manera.
Las puestas corredizas se abrieron en cuanto estuvo lo suficientemente cerca, y el ambiente límpido y pulcro del lugar lo saludó. Yuuri repasó con la mirada un par de posters de niñas vestidas de enfermeras y haciendo el universal gesto del silencio mientras hacía su camino hasta el consultorio.
Las clínicas de Detroit ya eran conocidas para él, y en sus últimos controles creía que había podido reconocer a un par de pacientes recurrentes, aunque dudaba que alguno de ellos acudiera por las mismas razones que él.
Sacó su celular y comenzó a revisar sus redes sociales, una especie de manía que le había nacido en momentos de ocio. No era como si estuviera buscando algo en particular, sólo dejaba que las fotografías pasaran por delante de sus ojos sin dedicarle demasiado tiempo o pensamientos a ninguna.
La enfermera llamó a cuatro personas antes que a él, todos parecían rozar su edad y ninguno estaba acompañado de alguien que Yuuri pudiera identificar como parejas o familiares. Era curioso, cómo la salud reproductiva y planificación familiar parecía ser un tema que comenzaba a cobrar real importancia. La suficiente como para que más omegas tuvieran la confianza de buscar asesoría por su propia cuenta.
Cuando finalmente llegó su turno, Yuuri agradeció a la enfermera y se apresuró al interior del consultorio. Su doctor, le saludó como de costumbre, y comenzó a revisar los apuntes de su última cita junto con los resultados de los últimos exámenes que le hubiera pedido.
Su siguiente cita, se suponía, debería haber sido en un mes más. Sin embargo, con el Trophée Eric Bompard a la vuelta de la esquina, su doctor había insistido en hacerla antes. Era un mero control, para asegurarse que el cuerpo de Yuuri respondía bien ante los supresores tan fuertes que tomaba; y que no había presencia de efectos secundarios que les hicieran considerar cambiar la dosis.
Yuuri era bastante familiar con aquellas pruebas. Una larga hoja con demasiados cuadros marcados y subrayados, con dos sellos y firmas indicando que querían los resultados rápido; y la consecuente visita al laboratorio donde esperaría a que le sacaran uno o dos viales de sangre.
Dependiendo de la necesidad.
Yuuri tenía guardada la copia de su historial con supresores y demás menesteres omega en gruesos fólderes con micas dentro, era un tema que siempre hacía que su cabeza doliera, pues cuando aún recordaba vívidamente sus primeras experiencias con las tan molestas pastillas. En Hasetsu, cuando apenas estaba tomándose en serio sus sueños en el hielo, había tenido que experimentar con dos concentraciones diferentes hasta que encontrara una que no le hiciera querer devolver las entrañas cada vez que viera comida.
Ahora, y con un nivel hormonal medido con precisión y varios años ya a cuestas, los doctores parecían encontrar mucho más fácil el encontrar un buen supresor para él.
—Todo parece en orden.
Le sonrió el médico, y Yuuri no pudo evitar devolverle el gesto.
Yuuri no era particularmente observador con sus resultados, aún si cuando era cachorro encontraba tantos números y abreviaciones en negrita un poco intimidantes. Pero su doctor había estado repitiendo la misma frase en sus últimas visitas, y Yuuri quería creer en su palabra.
—Eso es bueno.
Dijo suspirando y llevando una mano hasta su pecho. Ahora estaría libre hasta su próxima cita, que no sería sino hasta pasado el Grand Prix.
Su interlocutor asintió.
—Sus niveles de hormona omega han estado estables durante sus últimos controles—dijo, encerrando varias cifras con un bolígrafo—Todo lo demás se ve en orden también...—y levantó la mirada, como si trataba de encontrar algo en la facie de Yuuri que le alertara de algo fuera de lugar—Y usted luce muy bien también... Ser un omega de nivel bajo debe ayudar también. Me alegra que ya haya terminado.
Sentenció finalmente, sonriendo y procediendo a realizar lo que a ojos de Yuuri eran arrastrados de letras en la hoja que tenía delante.
— ¿Disculpe?
Preguntó entonces, más como un reflejo que cualquier otra cosa.
Los doctores en Japón y Rusia, quienes lo hubieran visto en primera instancia, habían estado preocupados por su futura capacidad de concebir, y al corroborar que todo parecía en orden habían dejado de traer a colación cualquier tema que no fuera la adaptación de su cuerpo a la nueva tanda de supresores.
El médico frente a él parpadeó, antes de parecer entender el porqué de su pregunta.
—Su lazo, señor Katsuki—puntuó—las hormonas que este elevaría en su cuerpo, además de la omega se han mantenido en niveles normales. Creo que es un muy buen indicio para decir que no tendría que preocuparse más por eso.
Yuuri, de manera casi inconsciente, se encontró llevando sus dedos hasta su cuello; repasando con sus dedos la zona donde la marca de Victor debería de estar. O al menos, donde había estado.
La delicada marca en tonos púrpura había desaparecido ya, dejando la piel de Yuuri tan impía que casi pareciera nunca haber estado allí en primer lugar. Un acontecimiento al que Yuuri no le había querido dar demasiada vuelta, ignorándolo por entero y enterrándolo en algún lugar de su mente; decidiendo que era mejor tratar de pensar en qué le diría a Victor la siguiente vez que pudiera hablar por teléfono con él.
—Oh...—su voz se escuchaba casi como un murmullo. Uno de sorpresa, mezclado con la justa cantidad de incredulidad—No lo noté...
Por un momento, un breve silencio se instauró entre ambos.
Yuuri observó a su médico, y este le devolvió la mirada.
Y quizá sólo se debía a que Yuuri encontraba cierto sentido de lo tragicómico a toda la situación, o que simplemente estaba imaginando cosas; pero creyó que vio al galeno soltar una ahogada risa antes de hablarle de nuevo.
—Es normal—se apresuró a asegurarle, con una expresión que Yuuri juraría debería estar sólo reservada para los niños. O, en su defecto, no para un hombre de su edad—Es normal, señor Katsuki—el médico se aclaró la garganta. Yuuri se mantuvo silente, esperando alguna otra clase de aclaración—Sus niveles hormonales son bastante bajos—comenzó. Yuuri sabía eso, no por nada era un omega de bajo nivel. Como todos los seres humanos, tenía tanto hormona alfa y omega en su sangre -entra tantas otras más- donde esta última superaba con creces a la primera, llegando hasta cierto valor donde rompía la ligera línea que separaría a un beta de bajo nivel con el de un omega. No había un consenso universal acerca de cuál era el valor exacto, aunque los laboratorios trabajaran con intervalos normales ya establecidos. Y Yuuri, de alguna manera, había logrado cruzar esa línea—Los cambios en su cuerpo o su reacción a ciertos estímulos, y ciertos comportamientos no serán los mismos a los que tendría- no lo sé ¿un omega o un alfa de nivel alto? Esos siempre suelen ser más complicados.
>>Además usted estuvo recibiendo el tratamiento de equilibrio hormonal desde un estado temprano, ¿O me equivoco? Y con la cantidad de supresores que usa, no es cosa rara ¿Acaso no está feliz?
Yuuri sabía, a grandes rasgos, los por menores de un lazo que moría lentamente de inanición. Todo lo que sus maestros le hubieran explicado de manera escueta en la escuela. Aunque casi todas habían sido citando a viejas manadas japonesas, hubieran perdido a sus cabezas de familia alfas ante la guerra o el hambre en periodos pasados de la historia; crónicas de madres y padres omega por igual dejándose morir ante la desesperación, acabando con su vida y con la de sus cachorros en el camino.
Eran imágenes escabrosas, muy alejadas de la realidad que Yuuri había conocido.
—No...—fue lo primero que salió de sus labios. Y al notarlo, rápidamente se apresuró a corregirse—No, quiero decir...
No era algo que él hubiera esperado.
Para nada.
El doctor sólo le sonrió, asintiendo y dejando el tema correr. Sin hacerle más preguntas al asunto, y tampoco dándole más razones.
Yuuri agradeció el silencio un momento, aún sin quitar los dedos de su cuello, odiándose un poco de repente.
Pues, no recordaba haber sentido nada.
—Señor Katsuki—Dijo entonces el galeno, sonando extremadamente serio nuevamente. El cambio en su tono y en el ambiente tan repentino, logró que Yuuri dejara su posición actual, juntando sus manos en sus rodillas e intentando prestar toda la atención que pudiera—Está bien, de verdad. Usted no hizo nada malo—su historia estaba cerrada, y Yuuri, de repente, sintió que no era capaz de sostenerle la mirada al otro hombre; prefiriendo entonces enfocarla en las letras impresas de su nombre en un lado del folder con la insignia de la institución—Usted pasó por mucho, señor Katsuki—y el tono que usaba, le hacía pensar a Yuuri que la preocupación que sus palabras destilaban, así como el tono empático que de pronto había inundado su discurso, eran sinceros—No tiene que culparse por haberse perdido un poco de todo lo que le estaba pasando.
Y con eso, se terminó la consulta.
Yuuri asintió un par de veces, aunque no estaba completamente seguro de si había entendido todo lo que le había querido decir. La enfermera lo despidió amablemente a la salida, y Yuuri agitó la cabeza en respuesta.
La clínica y el departamento estaban separados por un muy moderado trecho de quince minutos en auto, o cinco si uno tomaba un taxi. Yuuri observó el camino un largo rato, sin decidirse por caminar hasta la parada o simplemente llamar a un taxi hasta allí para que lo recogiera.
Suspirando, decidió finalmente, que tendría que caminar.
Media hora entre el sonido de ruedas girando sobre el pavimento, personas hablando a su alrededor, y uno que otro claxon.
Cuando finalmente llegó a su apartamento, con las luces apagadas y el silencio de la falta de su compañero, Yuuri se sintió solo.
Quizá tan sólo como había dejado a Victor.
Dejó que su cuerpo golpeara la puerta ya cerrada a sus espaldas, y que se deslizara lentamente, hasta tocar el suelo.
Se mantuvo en esa posición por un largo rato, hasta que los colores rojizos de la tarde que alumbraban a través de la ventana más grande del apartamento hubieran mutado a los oscuros de la noche y se hubiera visto forzado a prender la luz.
Cenó en silencio, sin ánimos de siquiera prender el televisor.
Antes de que decidiera irse a dormir llamó a Phichit, pues había prometido que lo contactaría para desearle suerte y contarle cómo le había ido.
Hablaron por un par de minutos, Yuuri apenas podía entender las respuestas que su amigo le daba o responder adecuadamente a las preguntas que le hacía; pero Phichit parecía no estar enfadado por ese hecho.
—Oye, Yuuri—Al menos, hasta que cinco minutos dentro de la conversación, cambió ligeramente su tono por uno más serio—¿En qué piensas?
Cuestionó, dejando que el silencio se apoderara de la línea por un momento.
Yuuri sopesó su día. Su último año, su mano desnuda, y su cuello limpio.
—En que soy un idiota...
❆ ❆ ❆
Victor llegó a casa con un zumbido molesto presente en sus oídos. El frío del invierno que estaba golpeando a sus puertas comenzaba a azotar con más fuerza, y las ventiscas con sus arremolinados silbidos no hacían ninguna clase de maravilla por su persona. Sólo había sido una caminata desde el estacionamiento hasta su hogar, pero Victor sentía que el cansancio del día se había triplicado con sólo el recorrer de una decena de metros.
Makkachin corrió a recibirlo, lanzando un ladrido y estirando las patas como quien pide una caricia. Victor le sonrió entonces, intentando dejar el ajetreo de su día atrás.
Esa había sido su última sesión de práctica con el último de sus estudiantes, y la sola noción de eso parecía ser suficiente como para hacer valedero su cansancio.
La práctica había salido muy bien. Victor estaba seguro de que todos esos niños harían presentaciones excelentes.
—Lamento haberte dejado tantas horas, Makkachin—se disculpó mientras acariciaba la parte trasera de las orejas de su can con cariño, recibiendo un nuevo ladrido como respuesta.
—Ahora, qué tal si te doy un premio por ser buen chico.
Makkachin pareció más que feliz con la idea, relacionando la palabra premio con la cocina, Victor vio a su perro emprender su camino rápido y presuroso hasta la cocina.
Rio por lo bajo, dejando su abrigo en un perchero cercano y avanzando hasta la sala. Encendió el televisor, esperando que el sonido de fondo le ayudara a distraerse; deteniéndose apenas un par de segundos, reparando apenas en lo que los presentadores del show que acababa de sintonizar tuvieran que decir.
Arrastró los pies hasta la cocina, donde buscó un par de las golosinas que usualmente tenía a la mano para Makkachin. El perro las recibió con gusto, antes de dar vuelta y correr hasta su cama para disfrutar mejor del regalo.
Victor observó el camino que hubiera tomado el can por un momento, antes de regresar al salón principal.
La televisión aún tenía un programa que él no conocía y no tenía intensión de mirar, su teléfono aún estaba silente en su bolsillo, y su mente inquieta tratando de hallar algo que lo alejara de su pequeña burbuja de ansiedad.
Chasqueó la lengua ligeramente, comenzando a recorrer el departamento. No había suficientes cosas como para ponerse a limpiar. Los muebles no tenían capas de polvo, había enviado la ropa a que la lavaran, y los platos impecables en algún lugar de su aparador.
Sus ojos viajaron entonces hasta su teclado, cubierto por una fina capa de tela mientras no estuviera en uso. Sus dedos temblaron un poco, pero Victor tampoco tenía deseos de practicar.
Se detuvo, finalmente, frente a uno de los escritorios de su casa. Medianamente alejado de todo lo demás, en el estudio que rara vez usaba para algo que no fuera hablar con alguna figura medianamente importante para su carrera.
Se sentó en la amplia y mullida silla, dejando que el sonido de los muelles cediendo a su peso se grabara en su mente. Tenía muchas cosas importantes en el escritorio: recibos, agendas, documentos legales, incluso su pasaporte. Y, también, escondido en el último cajón a la derecha: sus papeles de divorcio y el par de anillos que Yuuri les hubiera comprado.
Victor no había abierto ese cajón desde que Yuuri hubiera dejado Rusia, aunque su contenido hubiera estado presente en su mente más de una vez. Dejó que sus dedos tamborilearan un momento en el escritorio, mientras su mirada fulminaba la manija del cajón.
Pasaron los minutos, el televisor soltó lo que parecía ser una carcajada enlatada, y Victor tomó una decisión.
Deslizó el cajón con cuidado, observando su contenido con expresión taciturna.
El folder de los papeles aún conservaba su límpida coloración blanca, y los anillos seguían descansando sobre este, no tan brillantes como Victor los hubiera recordado en su memoria. En otra realidad, Victor hubiera pensado que era buen momento para mandarlos a pulir.
Tomó uno de ellos, sin estar seguro exactamente de a quien le pertenecía, haciéndose para atrás en la silla y girándolo entre sus dedos.
A contra luz, y desde su ángulo, lucían más oscuros que la primera vez que los hubiera visto en la tienda. Cerró un poco los ojos, tratando de imaginar sus dedos y los de Yuuri, sus manos eran más largas, pero las de Yuuri un poco más delgadas; no por mucho, pero lo suficiente como para que Yuuri hubiera tenido que poner un poco de presión para hacer pasar su nudillo la primera vez que se lo hubiera puesto.
No eran anillos hechos a la medida, pero de alguna manera, Victor no había encontrado que existiera algún otro que encajara tan bien en su dedo.
—Yuuri...
Llamó al aire, aunque claramente no esperaba recibir respuesta.
En su última conversación, antes de ceder ante la inconciencia, Yuuri le había dicho que siempre le estaba buscando. Pero Victor había tenía demasiado miedo como para preguntar qué haría una vez lo encontrara.
La respuesta estaba al alcance de una llamada, pero Victor no creía querer saber la respuesta.
No aún.
Pues, una pequeña parte de su mente le decía que había la posibilidad de que no le gustara la respuesta.
Incapaz de observar el desolado anillo entre sus dedos por un minuto más, lo presionó entre su puño, llevándolo a su pecho y ahogando un suspiro, trató de ignorar el punzante retumbo de su corazón.
Cerró los ojos un momento, y tratando de concentrarse en el sonido del televisor desde la sala, dejó que tales pensamientos escurrieran lejos de su mente.
❆ ❆ ❆
Cuando Phichit regresó a Detroit, tenía muchas cosas que contar.
El aeropuerto estaba bastante conglomerado, entre las personas que llegaban y se detenían en largas colas a esperar por su equipaje y aquellos que aguardaban con carteles o simplemente fuera del área a que las personas que esperaban llegaran.
Yuuri esperaba por él y Celestino junto a una de las gigantescas puertas automáticas, envuelto en un gigantesco abrigo de invierno y una bufanda a juego que apenas dejaban ver su rostro.
Phichit abrazó a Yuuri y Celestino le dio un par de palmaditas en la espalda. Tomaron autos diferentes, Celestino de regreso al rink y él junto a Yuuri de regreso a su departamento.
Phichit acomodó las maletas con facilidad que sólo la costumbre otorgaba, Yuuri ya estaba acomodado en el asiento trasero del taxi; y Phichit le dio la dirección al taxista antes de acomodarse también él.
Con una sonrisa descomunal le informó que había quedado en segundo lugar, detrás de Leo, pero delante de SeungGil. Aunque suponía que era algo que Yuuri ya sabía.
— ¿Lograste ver la presentación, Yuuri?
Preguntó entonces, pues la actitud de su amigo por teléfono parecía estar completamente alejada de cómo lo había dejado, aún si después de su extraña declaración de idiotez hubiera intentado hacer menos al comentario.
Yuuri le sonrió un poco, la culpabilidad se veía claramente en sus facciones.
—Lo lamento, no pude.
Phichit sólo pudo asentir.
Lo había estado sospechando.
En realidad, había estado esperando la oportunidad para preguntarle qué era lo que le pasaba. Su cariño como amigo, y su instinto como beta se mezclaban en una intrincada maraña de desazones que no lo dejaban estar tranquilo a sabiendas de que Yuuri no lo estaba, y él no hacía nada.
—Está bien—correspondió, dándole una palmadita y sonriéndole sin preocupaciones—Te puedo mostrar qué tan bien lo hice en internet después. De seguro alguien subió los programas, siempre hay gente que lo hace.
Yuuri asintió, aunque no tardó en retirar la mirada y colocar esa misma expresión perdida que solía tener cuando pensaba en algo demasiado.
Phichit se mordió el labio inferior, intentando pensar en algo.
Podría hablarle del siguiente evento, donde Yuri y J.J. se estarían enfrentando y que de seguro sería graciosísimo verlos discutir, o quizá a Yuri haciendo gala del famoso dicho de si las miradas mataran... Mientras Jean Jaques sólo le miraría como si no terminara de entender el porqué de su actitud. Pero, su rivalidad sin sentido había parecido desaparecer -o menguar- con el paso del tiempo, así que quizá no encontrarían ninguno de esos dos escenarios. O quizá podría contarle sobre Leo y Guang que, de acuerdo a las palabras de Leo, parecían por fin haber espabilado y empezado a salir como un par de humanos normales. Phichit había sonreído ante eso, dándole un par de codazos juguetones a su amigo y preguntando un poco descaradamente si ya había intentado morderlo, haciendo que Leo se sonrojara cual tomate; alegando que las mordidas eran cosas que uno debía guardar para el matrimonio. Haciendo reír a Phichit, quien sólo había respondido con un claramente condescendiente 'claro, claro'.
Pero, y tras meditarlo un momento, se decantó por una tercera opción.
—¿Sabes?, no te voy a forzar a decírmelo—Estiró su mano, buscando la de Yuuri y sosteniéndola con cuidado. Sintió el cuerpo de su compañero sobresaltarse un poco, pero no cambió su posición—Lo que sea que te esté molestando esta vez.... Quiero decir.
Yuuri le miraba silente, pero con los ojos ligeramente más abiertos. Atento.
Phichit sonrió, sintiendo que sus ojos se rasgaban a la par con su boca.
—Pero al menos quiero que sepas que estaré listo para escucharte, si decides decírmelo.
Apretó con un poco más de fuerza la mano de Yuuri, siento la calidez de la otra piel en respuesta.
El semáforo que estaban a punto de cruzar cambió a rojo, y el automóvil se detuvo.
Yuuri observó sus manos unidas por un momento antes de devolverle la mirada, tratando de imitar su sonrisa.
—Lo sé—dijo, y parecía que de verdad lo hacía—Lo sé.
❆ ❆ ❆
La noche previa al inicio del Skate Canadá, Victor se encontró a sí mismo marcando el número de Yuuri en su celular de memoria. Dentro de una semana y unos días más, el Trophée Eric Bompard daría inicio, y Victor el tiempo de descanso Yuuri sería demasiado importante como para hablar la cantidad de tiempo que ellos acostumbraban.
El vacío que la ausencia de la voz de Yuuri dejaba en su interior era una de las razones, se dijo Victor, por las cuales se encontrara llamando aquella ocasión. Y, mientras el tono de espera comenzó a sonar en su oído, admite tuvo que admitir que también había algo de lo que quería hablarle.
Tragó duro cuando el sonido de la línea siendo atendida cortó el zumbido constante del celular.
Hablar de su lazo roto parecía algo importante en la mente de Victor, pero aún no estaba seguro de cómo debía abordar el tema. O, si era necesario siquiera mencionarlo.
Yuuri lo sabría. Tenía que hacerlo. Tenía que haberse dado cuenta.
Victor sabía, teóricamente, cómo era el proceso en los omegas. No esperaba que se convirtieran en manojos de nervios con ataques violentos como un alfa -aunque supiera de al menos un par de omegas con carácter mucho más vicioso que el de la media alfa- aunque no sería raro viendo comportamientos fuera de lo normal, reaccionando exageradamente a cualquier cosa que pudieran percibir como una mínima amenaza, o creyéndose en peligro constante. La mayoría se encerraría en su nido, encontrando el lugar como el único capaz de proveerles algo de la tan ansiada seguridad que pareciera habérseles arrancado sin miramiento alguno, mientras intentaban que la desesperación y el desasosiego del abandono fuera expulsado de su cuerpo junto a la necesidad de hormona alfa.
Sintió que sus palmas ardían un momento, empapadas de sudor.
'Cada paciente reacciona diferente' era algo que le había dicho su doctor también, en alguna de sus primeras consultas. Victor sabía cómo se suponía que un omega solía reaccionar ante la pérdida de su lazo; pero no sabía cómo se suponía que Yuuri había reaccionado. El mutismo y la depresión que lo había embargado los primeros meses de su decadente final había eclipsado cualquier rastro de emoción en su rostro, en su actuar, y en su persona entera.
Victor, pensó entonces, que hubiera sido mejor si el asunto no lo hubiera afectado en lo absoluto.
—¿Victor?
Preguntó Yuuri, sonando algo confundido, probablemente ante su silencio.
Victor abrió la boca.
—Yuuri—soltó, casi como un suspiro.
La idea de Yuuri recurriendo a hormona alfa, inyectándosela para calmar la necesidad de su cuerpo, era una imagen que Victor no quería implantar en su mente. No quería verlo como se había visto él.
Las palabras de su médico regresaron a su mente. Esas que le había dicho como fútil intento de animarlo el último día de su tratamiento.
Los sustitutos de hormona en ampollas, refrigerados e inyectados, no eran las únicas fuentes de estos.
Y, mientras Victor había optado por una opción con etiqueta y dosificada, la mayoría prefería obtenerla de las fuentes de carne y hueso.
Opción que tomaban tanto alfas, como omegas.
Opción que había estado presente tanto para Victor, como para Yuuri.
—Victor, ¿Estas bien?
El tono de Yuuri sonaba preocupado, y una octava más alta de lo normal.
Victor, sosteniendo el teléfono apenas contra su mejilla, se encontró parpadeando para dejar de lado su propio tren de pensamientos.
—Perdóname, yo—tragó un nudo que se había formado en su garganta, sintiendo lo que parecía una jaqueca aproximarse—Creo que... quiero ir a descansar.
Yuuri se mantuvo en silencio por un momento. Victor sintió su corazón golpear su pecho.
— ¿Está bien? —instó, llevando su palma contra su frente
—Está bien...—murmuró entonces Yuuri, demasiado quedo, antes de que Victor colgara el teléfono.
La pantalla reluciendo con el nombre de Yuuri Katsuki, y presumiendo el patético número de 01:30 saludó a Victor, casi como si se riera en su cara.
Sin poder evitarlo, lanzó el aparato a un lado, escuchando el sonido sordo del mismo al chocar contra el suelo.
Se llevó las manos al rostro, y le tomó menos de lo que había durado la llamada para sentirse avergonzado por lo que acababa de pasar.
❆ ❆ ❆
Está bien, repitió Yuuri mientras revisaba su teléfono después.
Se lo dijo a sí mismo después de que Victor le colgara, se lo dijo mientras practicaba por última vez los pasos de sus dos rutinas en la pista de Detroit, y también cuando Celestino, Phichit y él hacían la cola para el abordaje de su avión.
Trató de que la idea lo dejara una vez en el asiento, observando el paisaje diminuto y poco apreciable que eran los gigantescos edificios y carreteras siendo opacados por las nubes a través de la ventana, o poniéndose los auriculares e intentando repasar los pasos de la coreografía en su mente con la música resonando en sus oídos.
Normalmente trataría de usar el tiempo de vuelo para conciliar lo que pueda de sueño, pero esa era una idea que había sido descartada de la mente de Yuuri tan pronto como hubiera puesto un pie dentro del lugar. Sabía que eso afectaría negativamente en su actitud del día siguiente, sumado a la incapacidad de su cuerpo de funcionar tras un viaje largo; así que mentalmente agradeció a Celestino que los hubiera hecho viajar antes de lo que normalmente hubieran anticipado.
Aunque era un poco vergonzoso que ambos miembros del equipo tuvieran que adecuarse a los malos hábitos de su cuerpo.
Suspirando y aceptando la derrota, Yuuri giró el rostro, enfocando a un muy durmiente Phichit y Celestino, ajenos a su insomnio y pensamientos surrealistas, que inician con la melodía de su programa corto y terminan con el tono final de Victor en el teléfono.
❆ ❆ ❆
Victor terminó la pieza con una nota demasiado angustiosa para lo que quería expresar, para luego dejar que sus manos cayeran sobre las teclas en un cacofonético estridor que hizo saltar a su can.
Estaba acariciando la cabeza de Makkachin como intento de disculpa, cuando una llamada entrante a su teléfono logró desviar su atención.
Por un momento, esperó sin tomarlo, creyendo que podría ser Yuuri. Su cerebro no tardó en darle una sacudida por ese tren de pensamientos, haciendo que tomara el aparato y contestara sin observar al remitente.
La voz de Mila fue la que lo saludó desde el otro lado de la línea. Victor ahogó un suspiro entonces, sin estar completamente seguro si era de alivio o de algo más. Mila no comentó en su extraño gesto, y Victor le agradeció mentalmente por eso. Sus pequeñas reuniones de tres habían quedado relegadas ahora, pues la temporada había comenzado oficialmente y era momento de trabajar duro. Los eventos a los cuales había sido asignada Mila eran unos de los últimos; la copa de china y el trofeo NKH en Japón, y ninguno compartido con Sara, para su mala suerte.
—Lo lamento.
Le dijo Victor, porque sabía lo mucho que Mila había estado esperando por verla.
Sara le quitó importancia al asunto.
—Está bien—replicó—pero dime, ¿Viste a Georgi?
Victor sintió su garganta secarse un momento. Su antiguo compañero se había presentado en el Skate Canada, y aunque Victor hubiera estado deseoso de ver qué clase de presentación había preparado para esta ocasión, se encontró con que no podía llevarse a ver el evento. Era ridículo, y algo infantil, porque su único impedimento había sido uno de los otros participantes.
Yuri.
—No—confesó, ahogando un nuevo suspiro y llevando su mano libre hasta su cabeza, desordenando sus cabellos en un movimiento nada delicado—Pero apuesto a que estuvo muy bien.
—Hmm—dijo Mila, entonando apreciativamente—Algo. Bastante, diría la verdad. Deberías buscarla luego, estoy segura de que le gustaría saber que lo viste.
La mano de Victor se detuvo en su hacer, halando ligeramente unos cuantos mechones de cabello sin querer.
—Lo haré—y un pequeño resoplido de frustración—Y después le diré que tan bien lo hizo.
❆ ❆ ❆
Cuando el evento se dio por iniciado oficialmente, Yuuri intentó concentrarse.
Las luces, las cámaras, los periodistas y sus interminables preguntas- todo parecía un ambiente completamente diferente ahora. De alguna manera no como el que aún estuviera pintado en sus recuerdos de temporadas pasadas, o en el que hubiera revivido en su pequeña competencia en Japón.
En ese momento, Yuuri no sabía si amar u odiar semejante parafernalia.
Le traían nostálgicas memorias de viejos días, pero al mismo tiempo le servían como constante recordatorio punzante de un pasado menos agradable.
Una vez en la zona dedicada a entrenadores y patinadores, Yuuri pudo ver que los participantes del primer grupo comenzaban a prepararse. Con su inexistente descanso durante el vuelo y las horas extra que su cuerpo parecía pedirle para recuperarse, Yuuri se encontró perdiendo la práctica de la mañana. Phichit y Celestino se hubieran encaminado antes que él a dar una última repasada por su rutina, dejando que Yuuri recuperara toda la energía que necesitara.
Su cuerpo lo había agradecido, pero ahora no hacía más que elevar un poco su sentido de incomodidad. Ver al resto de competidores allí, lo ponía un poco nervioso.
Phichit le dio un empujoncito con el brazo, haciendo que le mirara con sorpresa.
—Vamos, Yuuri.
Yuuri tomó una bocanada de aire, asintiendo y comenzando a caminar.
Lo primero que sus ojos lograron captar, fue a Minami. No sólo por lo colorido de la mezcla de tintes en su cabello, o porque ambos estuvieran usando los mismos colores del equipo nacional de Japón, sino porque él había sido el primero en girar a verle.
De una manera que no podía sino hacerle recordar su encuentro en las clasificatorias de Japón hacía un par de años atrás.
Minami era un pequeño beta que parecía encantado con todo lo que Yuuri hacía. En un inicio había sido extraño imaginar que tuviera fanáticos, o que incluso otro patinador pudiera entrar en esa categoría. Pero ahora, y con el viejo consejo de Victor implantado en su mente, recordó que aún ante la incredulidad que él mismo se planteaba, tenía que ser amable.
La entrenadora de Minami parecía hacerle señas para que regresara su atención a ella, cosa que hizo sonreír a Yuuri, al mismo tiempo que le hacía una seña de reconocimiento con la mano, en forma de saludo.
El rostro de Minami se coloreó de un tono que parecía querer competir con el de su cabello, antes de lanzarse a decirle algo a su entrenadora con entusiasmo repotenciado. Yuuri tuvo que desviar la mirada, ligeramente avergonzado, sólo para notar que Minami no era el único que lo estaba viendo.
Dejó que Phichit, quien ya tenía su traje y demás arreglos listo, avanzara junto a Celestino; quedándose atrás por un momento. Yuuri sabía cómo era sentir un par de ojos fijos en uno, fuera en la pista, en una conferencia, o cuando alguien intentaba confrontarlo.
No estaba seguro de cómo debía calificar su situación actual.
No tardó mucho en encontrar de quién se trataba.
Desde una de las paredes del lugar, Otabek -quien también se presentaría en el primer grupo- parecía tener sus ojos fijos en él. No eran amenazantes, ni nada, pero la profundidad e insistencia con la que parecía estar observándolo era casi alarmante.
Yuuri tragó duro, sintiendo que sus palmas se mojaban con una pequeña capa de sudor, incapaz de apartar la mirada tampoco. Y, durante un pequeño momento, sintió casi como si los únicos presentes en el lugar fueran ellos dos. Sintió sus labios partirse, como si quisiera decirle algo; pero antes de poder intentar articular palabra- el grito de alguien allí rompió la pequeña conexión que ambos habían parecido establecer, haciendo que todos giraran el rostro en dirección a la pequeña conmoción.
—¡¿Podrías dejarme por un momento?
Alguna vez, alguien había bromeado diciendo que el grito que Michele Crispino había soltado cuando Yuuri le hubiera dado un abrazo hacía un par de años, había sido lo suficientemente fuerte y agudo como para romper un vaso de cristalería.
Yuuri difería educadamente.
Sus gritos normales también podrían cumplir la misma meta.
—Pero Micky
El entrenador de Emil, quien Yuuri recuerda como un beta, negó un par de veces con la cabeza; al tiempo que recibía empáticas miradas del resto de sus colegas.
Yuuri sintió ganas de ahogar una risa nerviosa, tomando un pequeño respiro antes de regresar su mirada a su antigua dirección. Otabek había regresado a terminar con sus preparativos al parecer, hablando con su entrenador en esta ocasión e ignorando a Yuuri.
Un pequeño suspiro de alivio dejó sus labios, antes de que trotara hasta donde Phichit y Celestino estaban esperando. Phichit le hacía señas con la mano para que se acercara, y Celestino hablaba con el entrenador de Michele.
Sus ojos se detuvieron un momento, observando de refilón cómo Emil parecía seguir incordiando al gemelo mayor de los Crispino, aunque Yuuri no era capaz de escuchar sobre qué.
—Sí que son un misterio, ¿no?
Le preguntó Phichit una vez hubiera estado lo suficientemente cerca como para que escuchara sus susurros, aunque su intento de secretismo difería enteramente con la manera en la que había sacado su teléfono para tomar un par de fotos del par sin vergüenza alguna.
Tratando de no hacer una cara ante el hecho, Yuuri solo pudo tratar de sonreír.
La verdad fuera dicha, durante mucho tiempo, Yuuri había pensado que quizá no era lo suyo ser omega. Porque no parecía entrar en los cánones de belleza que venía atribuidos a su casta, o porque no terminaba de encajar en la idea del omega ideal japonés que veía plasmado en la poesía, historia y familias más viejas que terminaban de conformar las tradiciones de su nación. Pero, y a salir un poco más a mundo, ahora había dejado esa idea un poco atrás.
Su pequeña incursión al continente americano, y subsecuente competencia en el mundo, le había mostrado una cara diferente de lo que era y podía ser un omega.
Y no había mejor ejemplo que el mismo Michele Crispino.
Tanto él como Sara habían saltado a la fama como los gemelos omega haciéndose de un nombre en el deporte. Que los gemelos idénticos compartieran casta era un hecho genético, pero que los fraternos lo hicieran sólo podía describirse con una posibilidad estadística.
Y, mientras Sara era bastante amable, coqueta y bonita. Michele era un torbellino que distaba de todo lo anterior. Porque no temía mostrar los dientes como un alfa, o incluso soltar unos sonidos que uno fácilmente podía entender como derivados de un gruñido.
Era una actitud que fácilmente se ganaba malas miradas, o el deseo de ignorarlo y tratarlo lo menos posible. Los omegas se sentirían intimidados, los beta fuera de su terreno, y los alfa-
—Me pregunto si la razón por la que se decantó por cuellos altos esta temporada es porque ya tiene una mordida.
Comentó como si nada Phichit, tomando una última foto y haciendo que Yuuri olvidara su pequeño monólogo interno.
— ¡Phichit! — le gritó intentando usar su voz de susurro, el mentado sólo se elevó de hombros como si no fuera la gran cosa.
— ¿Qué? —se defendió Phichit—Emil parece más que dispuesto—dijo dirigiéndoles una muy nada sutil mirada.
Y- Yuuri no podía negarlo.
No con la manera en la que Emil parecía querer adherirse lo más físicamente posible al cuerpo de Michelle, mientras este con un aire casi derrotado se limitaba a cruzarse de brazos y tratar de asentir ante su cháchara animosa.
Bueno. Yuuri no podía hablar por los alfa, pero al menos parecía que a Emil; la actitud de Michele no le molestaba en lo más mínimo.
Pero antes de que pueda opinar algo al respecto, Celestino les dio un pequeño toque en el hombro a ambos.
—Ya casi es hora.
Phichit asintió, pidiéndole a Yuuri que le deseara suerte antes de guiñarle un ojo y dejar el lugar junto a Celestino.
El pequeño esfuérzate que Yuuri le lanzó se terminó perdiendo en poco tiempo, mientras los tres primeros patinadores abandonaban el lugar en camino a la pista, haciendo que el nerviosismo que Yuuri creía olvidado gracias a los comentarios absurdos de su amigo regresaran como una ola de resaca marina.
❆ ❆ ❆
Cuando el primer grupo terminó su presentación, Mila no pudo evitar soltar un pequeño silbido de asombro. Georgi, quien estaba sentado a su diestra, y Yuri, quien miraba el evento desde una silla detrás de ellos, asintieron al son; como validando su reacción.
Los programas cortos habían sido bastante buenos. El niño japonés Minami había terminado tercero, Phichit en segundo, y Otabek -quien acababa de recibir sus puntuaciones- los había sobrepasado terminando en primero.
La razón principal por la cual veían el evento en primer lugar era el hecho de que Otabek estuviera participando. A Mila aún le atrapaba el estilo exótico y movimientos fuertes de Otabek, y además era algo lindo ver a Yuri tan concentrado en la pantalla del televisor. Mila podía jurar que casi escuchaba las silenciosas porras que su amigo le lanzaba a Otabek mientras este se deslizaba.
—La competencia se ve difícil.
Dijo, incluyéndose a ella también en el grupo pues las clasificatorias femeninas no tenían nada que envidiarles a sus contrapartes masculinas.
Georgi asintió, mientras Yuri murmuró algo que no terminó de escuchar.
La cámara giró su ángulo entonces, enfocando a la segunda razón por la cual -al menos Mila- estaba viendo el evento.
—Oh—dijo, sin importarle resaltar lo obvio—allí viene Yuuri.
El cuarto en participar, primero en su grupo.
La nariz de Mila no era nada comparable a la de un omega, pues dios sabía que sólo Sara y las personas como ella, en la época donde prescindían de los supresores, podían saber qué había estado comiendo un par de horas atrás con sólo darle una pequeña olisqueada. Pero, aún con su algo común nariz de alfa, Mila fue capaz de notar el cambio en la esencia de Yuri.
—Sí.
Yuri fue el único en responder. Moviendo ligeramente la silla hacia adelante.
❆ ❆ ❆
Cuando el sonido de los vítores y aplausos causados por la calificación de Otabek llegó hasta sus oídos, Yuuri sintió su cuerpo vibrar. Había estado usando tapones para los oídos hasta hace unos minutos, pero ya no podía prescindir de ellos ahora.
Celestino tomó su chaqueta y la dobló con cuidado sobre su brazo, antes de darle una palmadita en la espalda y desearle buena suerte.
Yuuri se deslizó al tiempo que escuchaba su nombre ser llamado por el presentador. En el medio de la pista, sus ojos no pudieran evitar girar hasta el Kiss and Cry, Allí, Otabek quien parece intentar sostener uno de los osos que le hubieran lanzado sus fanáticos, parecía tener sus ojos fijos en él.
Yuuri no pudo sostenerle la mirada más de un segundo.
Respiró profundamente, intentando ignorar el repentino peso extra que parecía sentarse en sus pies.
No debería de pensar en nada.
Victor le decía que siempre hacía mejor las cosas cuando su mente dejaba atrás las preocupaciones y se mantenía en blanco, tratando de sentir el momento y fundirse con el de manera casi absoluta.
Pero mientras adopta su posición inicial, y espera por la primera nota de su canción sonar, en lugar de la voz de Victor confesándole el mejor de sus trucos para ganar medallas de oro frente a la iglesia, es la voz de Victor de hace unas noches la que hace su aparición en su mente. Resonando como un eco perdido y lejano, repitiéndose un sinfín de veces.
Está bien.
Se repitió Yuuri, queriendo creérselo.
Está bien.
Se dijo, cuando la música comenzó a sonar.
No.
Definitivamente no lo está.
❆ ❆ ❆
Cuando el último patinador hubiera terminado de recibir las puntuaciones, y los nombres ordenados según el ranking hubieran aparecido en la gigantesca pantalla que colgaba del techo del estadio, Yuuri creía que el tiempo había pasado curiosamente lento después del final de su programa corto.
Había recibido su puntuación en el Kiss and Cry, mientras Celestino mantenía una mano firme en su hombro izquierdo.
Luego había buscado a Phichit, quien se había mantenido a un lado de la pista deseoso de ver a los demás interpretar sus coreografías.
Había sido el turno de Michele, y subsecuentemente el de Emil.
—Yuuri
Murmuró Phichit, posiblemente intentando llamar su atención. Pero Yuuri no giró a verlo.
Siguió mordiendo su labio inferior, que probablemente ya se encontrara destrozado para ese momento, si el sabor ligeramente metálico que sentía en su boca tenía que servir como indicador de algo y tratando de ignorar el deseo casi irrefrenable de golpear su rostro contra un muro o lanzarse a la cama del hotel y no dejar su habitación por al menos dos días seguidos.
La mano de Phichit se posó sobre su hombro, dando un ligero apretón.
Era molesto, porque no debería sentirse así. Es casi irrisorio, como un chiste donde él es la línea final.
No podía creer que esas cosas le siguieran pasando.
Y, aunque Phichit estuviera diciéndole algo, Yuuri sólo mantenía una cosa en su mente, suficiente para robar su atención de cualquier otro estímulo externo.
El gran número cinco junto a su nombre en la pantalla.
❆ ❆ ❆
❆Notas finales:
Antes de revisar si tengo las cosas para mi clase de mañana, les dejo este pequeño capítulo. Mi intención inicial para esta historia era que fueran veinte capítulos; incluido el epílogo (del cual curiosamente ya tengo como la mitad hecho, pff) Espero poder cumplir mi meta.
Las quiero ♥
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