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Tú y yo


La vida, en retrospectiva, siempre solía lucir mucho más corta.

Los pesares, las incertidumbres, los malos tragos, y las tragedias. Se acumulaban en olas de tristeza que golpean nuestras costas con mucha más fuerza que la primera vez. Desgastando las rocas que hubieran estado allí, remarcando las heridas con el tiempo.

Los buenos recuerdos, la felicidad, el encanto, y los sueños- a su vez- se acentuaban en la mente como escenas de una película, con filtro de verano y sonidos de calma.

Yuuri había tenido su justa dosis de cada una de ellas en sus años de vida. Un pequeño resumen de su existencia que la hacía lucir mucho más apresurada de lo que de verdad hubiera sido. Y, más veces que las que no, se encontró a sí mismo observando el camino que ya había recorrido como si de una cuesta hacia abajo se tratase. La línea descendente atrapaba su mirada, obligándola a hundirse más y más hacia abajo; aunque no fuera capaz de dilucidar dónde era el final.

Una caída libre al vacío, donde la única manera de saber que había tocado fondo, sería escuchar el sonido de su cuerpo impactando contra el suelo.

Aprender a abrir los ojos al mundo, sostenerse por sí mismo, y desear alcanzar el otro lado del espectro había sido un trabajo arduo y difícil. Un compromiso consigo mismo que había tomado mucho tiempo en aceptar. Y todo había empezado con la llegada de Victor.

La vida de Yuuri estaba sazonada con su propia y común visión fatalista de las cosas, pero eso no quería decir que no hubiera habido momentos felices. Su infancia, su familia, sus amigos, e incluso su carrera. Si Yuuri dedicaba algo de su tiempo para ejercitar la memoria, podía recordar perfectamente muchos de ellos: Los cariñosos roces de mejilla que sus padres le dieran cuando fuera un cachorro y hubiera algo hecho algo particularmente adorable, el aroma de la comida de su madre desde la cocina llenando el ambiente entero del hotel, la esencia familiar de Mari impregnándose en él cuando la abrazaba por la espalda durante los largos paseos en bicicleta por la costa de Hasetsu, la sonrisa de Yuuko cuando hubieran sido capaces de completar una rutina idéntica y sin fallos, la calidez de su expresión al decirle que le tenía fe y sabía que llegaría lejos, su primera fiesta con Phichit, e incluso la primera medalla que hubiera ganado con Celestino como su entrenador.

Sin embargo, de entre todas, las memorias más felices tenían que ser las que había compartido con Victor.

Sus entrenamientos en la intimidad del pequeño rink en Hasetsu, moviéndose al son de la imaginaria música en completa sincronía. El beso durante la copa de china, con las manos de Victor protegiendo su cabeza y su espalda, con los ojos del mundo entero sobre ambos, y los de Victor únicamente sobre él. Las calles de Barcelona, el aire frío de invierno golpeando contra sus mejillas y haciendo que su mano temblara un poco más, mientras intentaba colocar el anillo en el dedo de Victor. Su primer dueto con la canción que había terminado de sellar el destino que uniría sus vidas. Las muchas cajas que habían tenido que abrir y las muchas horas que les había llevado tratar de encajar todas las pertenencias de Yuuri en el apartamento de Victor, armando el rompecabezas que ahora sería la vida de ambos. El primer beso fuera de cámaras, con las temblorosas manos de Yuuri aferrándose al rostro de Victor y las de Victor sosteniendo con firmeza su cintura, lo cálido de sus respiraciones y lo suave de sus labios. Su primera noche juntos, entre risas y suspiros ahogados, con el cálido cuerpo de Victor embonando perfectamente dentro de el de Yuuri, mientras su corto aliento le susurraba miles de promesas de amor al oído. La primera vez que los dientes de Victor hubieran buscado el lugar exacto para morder su cuello, cómo Yuuri había tenido que ahogar un par de respiraciones asustadas y cómo las manos de Victor habían dibujado patrones en su espalda para distraerlo, mientras sus dientes se enterraban en su carne suave. El aroma que había tenido Victor en ese momento, y esa expresión aún indescriptible para Yuuri cuando sus miradas se hubieran vuelto a juntas. Y por, sobre todo, la expresión durmiente de Victor cuando ambos no hacían nada más que compartir lecho, uniendo sus manos y dejando el estrés del día a día fuera de su pequeño constructo de amor.

Victor y Yuuri, Yuuri y Victor.

En un espacio donde no existía nadie más que ellos en el mundo.

Yuuri conocía sobre tristeza y también conocía sobre felicidad.

Y, también sabía, que uno era partícipe activo para la obtención de ambas.

Por eso, mientras esperaba que el vuelo que lo llevaría desde Detroit hasta su siguiente destino emprendiera vuelo, trataba de darse ánimos que iba en búsqueda de la segunda.

En la tierra congelada de Rusia, una oportunidad estaba esperando por él.

❆ ❆ ❆  

Cuando Victor despertó la mañana siguiente, lo hizo gracias a las lamidas emocionadas de Makkachin. Haciéndolo a un lado con cariño, mientras acariciaba su cabeza, Victor se encontró con una visión muy diferente a la de días pasados.

La luz que se colaba por sus cortinas mal cerradas no lastimaba sus ojos, su cabeza y su cuerpo se sentían ligeros como una pluma, su garganta no ardía ni su boca le pedía agua, y el silencio y vacío de su habitación no se sentían tan abrumadores.

Era un día como cualquier otro en la cotidianidad que ahora era su vida.

Tomó su celular de la mesa de noche, notando un par de notificaciones que decoraban la cabecera del mismo y dando una repasada a los últimos mensajes que hubiera enviado. El nombre de Yuuri aún estaba en la cima de la lista.

Cuatro días habían pasado desde el final del Trophée Eric Bompard, Victor se había tomado bastante tiempo para revisar los resultados del mismo, sorprendiéndose ante los nombres y la fotografía de quienes habían ocupado el podium aquel día. Con una ligera duda instaurada en su mente, se había dado el tiempo de revisar los programas de Yuuri que no habían tardado mucho en ser subidos a internet.

Su programa corto le había recordado al Yuuri del pasado. Ese que se movía con gracia y fluidez pero que no parecía encontrar su centro para embonar todo aquello con la técnica de sus saltos, sus movimientos eran imprecisos y sus formas poco adecuadas, aunque Victor aún podía encontrar cierto encanto en un patinaje que podría verse incluso amateur. Era una imagen vulnerable.

Había quedado en quinto lugar, cosa que no era muy rara.

Quizá las preguntas de Yakov estaban relacionadas a eso. Victor solía tener comportamientos muy particulares cuando se trataba de Yuuri.

Su programa libre había sido un poco más como Victor recordaba al Yuuri del presente. Había un par de aspectos que quizá podría mejorar, pero el talento era innegable, así como también su espíritu. Yuuri era la imagen de un luchador en la pista, uno que caía y se recogía las veces que fuera necesario. Era una llama que parecía avivarse en los momentos justos, encandilando con su luz y atrayéndote con su calor. Yuuri era un espectáculo que uno simplemente no quería dejar de ver.

Un tercer lugar no estaba mal, se dijo Victor entonces, quizá intentando darle ánimos de manera silente. Yuuri podía hacerlo mucho mejor, como había hecho en temporadas pasadas, pero no era un puesto para hacer en menos.

Victor estaba orgulloso de Yuuri. Siempre lo había estado. Sin embargo, enviar una felicitación escrita, o hacérselo saber por una llamada, no parecían escenarios adecuados. Victor siempre había estado allí para felicitarle por cada medalla nueva, por cada triunfo y por cada reconocimiento.

Aunque quizá podría hacerlo después.

Al menos eso era lo que quería pensar.

Se levantó y preparó el desayuno, tarareando una vieja tonada que había estado practicando más de una vez en su teclado. Con el sonido de sus notas, el apartamento no parecía realmente tan grande. Después de comer, regresó al sofá para volver a ver el video de Yuuri, que estaba ya esperándolo cargado en su celular. Se encontró perdido en la música del cuerpo de Yuuri, en sus saltos y movimientos. Una, y otra, y otra vez.

—Oh, Yuuri

Rio por lo bajo, mordiéndose el labio inferior.

Cerró el video. Revisó sus mensajes, sin encontrarse con ninguno nuevo. Presionó el nombre de Yuuri en su lista de contactos, frunciendo el ceño ligeramente cuando el tono lo enviaba directamente al buzón de voz.

Parpadeó un par de veces, observando la pantalla oscurecida con un gesto de confusión. Sin darle mucha importancia, decidió entonces decantarse por los mensajes.

El último había sido suyo, pero no tenía problemas en escribir sin haber recibido una respuesta aún.

Dejó que sus dedos golpetearan el borde del aparato un momento.

Sopesó sus palabras un momento.

'Espero poder verte pronto'

Escribió, dejando que su mirada se detuviera más de lo necesario en la frase.

Verlo, saber de él, o lo que fuera. Incluso escuchar su voz parecían suficiente para Victor en ese momento. Su dedo bailó un momento en el botón de enviar, pero antes de presionarlo, el sonido del timbre lo hizo sobresaltarse.

Makkachin lanzó un ladrido observando la puerta.

— ¿Uh? —Victor no estaba esperando visitas. Y los muchachos del rink probablemente estarían demasiado ocupados con sus prácticas en meses así de críticos como para darse algo de tiempo y pasar a hacer un montón de nada con Victor.

Dejando el celular a un lado avanzó hasta la puerta, pensando que quizá sería alguno de sus vecinos o el guardia de seguridad informando algo, o quizá Yakov había encontrado algo de tiempo -o una razón necesaria- para dejar su apretado horario e ir personalmente a gritarle a Victor por algo.

A Yakov le gustaba usar esa excusa para pasarse por su casa.

Sin embargo, todas las posibilidades elucubradas en la mente de Victor terminaron muriendo una vez hubiera abierto la puerta.

Ni en sus más extrañas fantasías habría esperado ver a Yuuri frente a él, con las mejillas sonrojadas y sus hombros subiendo y bajando, delatando que al parecer había llegado hasta allí corriendo, con el cabello desordenado y una maleta colgando de su hombro.

—Yuuri...

Logró soltar finalmente, creyéndose incapaz de decir alguna otra cosa en ese momento.

—Perdón por aparecer de improvisto—respondió Yuuri, aun intentando recuperar el aliento—Pero un hombre, hace unos años, viajó muchos kilómetros desde aquí hasta casa sólo por cuatro palabras mías. Y creí que era hora de devolverle el favor

❆ ❆ ❆  

Victor había tenido muchas visiones de Yuuri antes. Después del banquete, cuando lo hubiera dejado atontado y con muchas de las ideas que tenía del mundo y de sí mismo completamente cambiadas, cuando le hubiera visto patinar al ritmo de su rutina, cuando ambos se hubieran vuelto uno por primera vez, cuando había visto su espalda alejarse de él y ahora- creía que ninguna de esas podía compararse con el real.

—Ah... Yuuri—Se encontró repitiendo, al tiempo que estiraba su mano, retrayéndola casi al instante y haciendo que su cuerpo tuviera un ligero estremecimiento. Sus ojos entonces fueron los únicos que le permitieron analizar a Yuuri, su expresión, y los pequeños movimientos que aún hacía. Su nariz captó su aroma, aún si era bastante suavizado por los supresores que él sabía que Yuuri tomaba—Estás aquí.

Yuuri olía suave y agradable. Casi feliz.

—Sí—respondió Yuuri. Estaba sonriendo—Estoy aquí.

Victor tragó en seco.

— ¿Quieres pasar?

Yuuri no tuvo que dudar para responderle aquello.

❆ ❆ ❆  

El apartamento de Victor lucía casi como siempre lo había hecho. Casi, siendo la palabra clave. Yuuri suponía que era obvio no esperar cambios muy grandes, pues Victor nunca había sido mucho de remodelar cosas más allá de su propia habitación, aunque sí podía notar pequeñas cosas que antes no habían estado allí.

Un libro, un disco, algún adorno nuevo. Era casi como si su mente intentara jugar a señalar las siete diferencias con las viejas memorias que aún guardaba del lugar. Intentando calcular qué tan grande era la brecha entre el pasado que habían tenido Victor y Yuuri y el presente, únicamente de Victor.

Escuchó la puerta cerrarse una vez hubiera estado en medio de la sala, demasiado inseguro aún sobre si podía moverse de allí o no. Pero sus dudas terminaron siendo innecesarias e inútiles, pues lo siguiente que Yuuri pudo sentir fue a Makkachin, quien había estado al parecer oculto detrás de él, lanzarse sobre él con toda la emoción y fuerza que podría tener un can de su tamaño; lamiéndole la cara con avidez y haciéndolo caer hacia atrás.

Escuchó a Victor correr desde la puerta, arrodillarse junto a él y ayudarlo a sentarse de nuevo mientras apartaba a Makkachin.

—Makkachin, no, no. Eso no se hace, perro malo.

—Está bien—instó Yuuri, sonriéndole a Victor en agradecimiento. Se puso de rodillas con cuidado y abrazó al perro, recibiendo un ladrido de felicidad en respuesta. Makkachin seguía siendo tan suave como siempre, con sus pequeños rizos casi como algodón actuando como almohadas para su tacto. Victor sólo les miraba, intentado ahogar lo que parecía ser una risa.

Makkachin ladró de nuevo, girando el rostro para poder lamer nuevamente a Yuuri, y él creyó que podría llorar en ese mismo momento. Realmente había extrañado todo eso. A Victor, a Makkachin, la casa...

Cuando Makkachin creyó que había tenido suficiente, se separó del cuerpo de Yuuri, regresando a deambular por la casa mientras agitaba su cola de un lado a otro, dejando a Yuuri en su lugar sin estar completamente seguro de que debía hacer en ese momento.

En la soledad de la sala, y con la mirada de Victor sobre él, intercambiando lo que parecía ser mil peticiones con los ojos, Yuuri creyó que tenía mil cosas por decirle, pero ninguna de ellas parecía querer dejar su garganta.

—Viniste...

Pero no fue necesario, pues Victor se le había adelantado. Hablaba con tono suave y parco, y sus labios lucían trémulos con el movimiento.

Yuuri tuvo que contener un suspiro. La pequeña intimidad que le traían los susurros de Victor hacía que los sintiera más juntos de lo que realmente estaban, en un pequeño apartado del mundo, donde sólo existían ellos dos.

—Quería verte—admitió bajando la cabeza ligeramente, sus ojos se fijaron en las manos de Victor- demasiado pálidas y delicadas. Tuvo el deseo de tocarlas, pero se detuvo antes de hacer algún movimiento. No estaba seguro si podía tocar realmente a Victor o no aún.

Yuuri elevó la mirada, intentando atrapar los ojos de Victor nuevamente, empero ahora era Victor quien le rehuía la mirada, frunciendo ligeramente los labios y tensando los hombros. Todo su lenguaje corporal parecía gritar incomodidad, y Yuuri podía olfatearlo también, escondido entre las capas del aroma normal de Victor, ese pequeño destello de estrés.

Yuuri nunca había sido particularmente fanático de los supresores, y sólo los usaba porque era necesario para la clase de vida que tenía, pero en ese momento agradecía que los estuviera tomando; pues dudaba que hubiera sido capaz de aguantar el aroma completo de Victor desde esa pequeña distancia. Mucho menos si parecía gritarle que había algo mal con él y que Yuuri tenía que hacer algo para remediarlo.

Yuuri no era capaz de aguantar el aroma de Victor estresado.

—Me alegra—respondió Victor, aún sin mirarle directamente—Me alegra que vinieras.

Yuuri amplió un poco su sonrisa. Victor se aclaró la garganta, poniéndose de pie y ofreciéndole su mano para que Yuuri hiciera lo mismo.

—Pero ehm- ¿Cuánto tiempo te quedarás?

Preguntó Victor mirando su maleta sin pena, haciendo que Yuuri la aferrara un poco más a su cuerpo.

No era una particularmente grande, se podía llevar cargando y sólo tenía un par de cambios de ropa y otras necesidades diarias. Además de productos de cuidado omega.

—Tres días—Admitió. Tres días parecía demasiado con el pequeño intervalo de tiempo que aún tenía hasta su siguiente competencia, y Celestino se lo había mencionado casi como un recordatorio antes de que Yuuri hubiera pasado a la sala de abordaje- pues junto a los días de viaje eran casi cinco, pero Yuuri realmente necesitaba pasar un poco de tiempo con Victor.

—¿Y tienes donde quedarte?

Yuuri jugueteó con su pie un poco.

Los problemas con orquestar un viaje tan rápido, era que la planeación siempre parecía quedar en segundo plano.

—Puedo buscar un lugar.

No tenía que ser muy costoso, o demasiado elegante, mientras tuviera un poco de agua caliente y sabanas limpias Yuuri se podía acomodar. Cerca del aeropuerto, normalmente, habían pequeños hoteles que podrían servir para eso, lugares donde la única atención que brindaban era darte un cuarto y no preocuparse mucho por a qué hora regresabas o a qué hora salías. Tenía muchas cosas que hablar con Victor, y sabía que tenía que aprovechar el tiempo todo lo que fuera necesario, hasta el último segundo.

Victor parecía incapaz de poder apartar sus ojos de la maleta de Yuuri.

—Puedes quedarte aquí...

Yuuri parpadeó, sorprendido.

—Quiero decir—Victor se aclaró la garganta—No tenemos que compartir cama ni nada por el estilo—Victor sólo tenía una cama, después de todo, y ellos nunca se habían molestado en habilitar una habitación extra. Lo que ellos hubieran compartido antes, y el lugar donde Victor vivía ahora, era su viejo apartamento de soltero. Era espacioso, cierto, y tenía varios cuartos, pero no más dormitorios—Puedes quedarte con la cama—Victor hizo una señal con el dedo, indicando su dormitorio, casi como si creyera que Yuuri había olvidado donde estaba—, y yo vendría al sofá. Eres un invitado después de todo y-

El rostro de Victor pareció teñirse de blanco por un momento, mientras sus labios permanecían ligeramente abiertos y sus movimientos algo rígidos, como si de pronto hubiera olvidado qué se suponía que tenía que decir.

Ser capaz de dejar a Victor Nikiforov sin palabras era algo que Yuuri, probablemente, habría disfrutado en otra clase de situación. Pero en ese momento era todo lo que no quería.

—Victor, no. Esta es tu casa—Y sintió que quería morder su lengua por tener que usar ese posesivo donde antes hubiera usado nuestra—el sofá es mucho más de lo que puedo aceptar.

Victor parpadeó ante su respuesta, dibujando una expresión que casi podría imitar a una sonrisa.

—Ah... Yuuri.

Yuuri también tuvo ganas de reír.

—¿Te quedarás?

Preguntó finalmente, y Yuuri se encontró observando su propia maleta de refilón. No quería ser una molestia para Victor, pero-

Asintió. Victor le imitó.

—Debería preparar algo entonces.

❆ ❆ ❆  

Victor comenzó a lavar las verduras, sintiendo quizá con más fuerza cómo el agua fría caía por sobre sus manos, o lo liso del exterior de la comida. Yuuri se había ofrecido a ayudarle a cocinar, y Victor no había podido decirle que no.

Era un poco extraño compartir el espacio así nuevamente, haciendo algo que incluso parecería mundano. Pero Victor podía sentir cómo parecían estar en sincronía, su cuerpo no estaba tenso ni nada por el estilo, y de hecho el sonido de Yuuri cortando todo lo que Victor le pasaba parecía casi reconfortante. Era algo conocido.

— ¿Crees que con esto sea suficiente? —Preguntó Yuuri, y Victor se vio forzado a dejar de atravesar a la zanahoria que seguía lavando con la mirada, para girar su rostro hacia él.

Había un recipiente con un pequeño cúmulo de verduras dentro, una repetición de zanahorias y unas cuantas cabecitas de brócoli. Realmente no es algo que Victor creyera suficiente para preparar una comida, pero él no estaba esperando ninguna visita.

—Claro—dijo, sin embargo, pues a Yuuri parecía no importarle.

Y, mientras la situación entera parecía no poder aún terminar de cimentarse en la mente de Victor, Yuuri parecía mucho más en tono con el ambiente. Sus ojos aún no intentaban hacer contacto por mucho tiempo, y sus movimientos eran mucho más controlados, pero al menos no parecía estar listo para correr por la puerta en el primer momento en el que Victor se descuidara. Victor, por su parte, aún no estaba seguro de cómo es que seguía respirando.

Makkachin, sintiendo quizá el incesante bravo mar que eran las emociones de Victor, llegó desde la sala, comenzando a dar vueltas por su alrededor como si pidiera que alguien le diera atención o cariño, sin buscarlo realmente. Victor normalmente hubiera acudido al llamado silente de su cachorro, rascando una de sus orejas y acariciando su cabeza, pero con los ojos fijos en Yuuri – Victor descubrió que tratar de centrar su atención en algo más, era realmente difícil.

—Victor...

Y, también, que sólo logró darse cuenta que se había quedado mirándole cuando Yuuri dio un par de pasos hacia su dirección, estirando sus manos hacia él, pidiéndole que le diera la zanahoria que aún sostenía como un completo idiota.

Victor rio con nerviosismo, queriendo morderse la lengua tan pronto hubiera terminado. Yuuri simplemente tomó la verdura, y la cortó con rapidez, dejándola con el resto.

—Creo que puedo encargarme de esto—dijo entonces Yuuri, buscando con la mirada dónde es que había una olla.

Al menos, él también lucía nervioso.

—Sabes que yo puedo cocinar perfectamente bien, ¿no? —Replicó Victor, tomando el recipiente de manos de Yuuri antes de que fuera más lejos.

Era una broma cuando ambos estaban casados, aún si Victor podía preparar un gigantesco y básico número de platos dietéticos, nunca había sido realmente fanático de la cocina. Comer fuera y probar nuevas cosas siempre era mejor que hacer cosas para él solo. Y con Yuuri en casa, él solía preparar cosas para que Victor probara. Antes del bebé, al menos.

Pero la verdad fuera dicha, ahora Victor sabía hacer muchísimas cosas más que en aquella época.

Yuuri simplemente sonrió ante eso, un poco menos tenso. Un poco más real.

—Claro que lo sé—dijo estirando las manos y recuperando la comida—pero quiero hacerlo para ti, ¿puedo?

Victor sintió su garganta secarse un momento.

—Claro...

Su voz, casi como un susurro, pareció ser suficiente como para alcanzar a Yuuri, quien tras un pequeño asentimiento regresó a lo que había estado haciendo antes.

—Sólo dame un momento.

Pidió Yuuri, y Victor dio un par de pasos hacia atrás, hasta que sintiera su espalda chocar contra la pared de la cocina.

Carne con verduras era un plato simple, bastante fácil de hacer. Victor había practicado muchas cosas más complejas en esos meses, con una gran variedad de resultados, pero más de un par que podía llamar con orgullo éxitos. Y, sin embargo, la comida de Yuuri siempre había tenido algo especial en ella, algo que Victor no podía llevarse a sí mismo a describir. Simplemente era diferente.

Y quizá no sólo eso era lo único diferente en Yuuri. Pues, con la espalda apoyada contra el frio recubrimiento de la cocina, escuchando el rítmico avance de las manecillas del reloj, los ojos de Victor no pudieron apartarse ni un momento de la figura de Yuuri, maniobrándose con confianza en el pequeño espacio que ahora estaba compartiendo con Victor.

Sintió su mano cosquillear un poco, al igual que sus ojos. Era como esa pequeña línea que divide la realidad de los sueños; tan clara, pero a veces tan difusa; Victor no sabía exactamente en qué parte del espectro estaba en ese momento. Elevó su mano lentamente, dejándola descansar en su mejilla por un momento.

Parpadeó de nuevo.

Y se dio una pequeña bofetada.

—Auch.

Yuuri giró rápidamente.

— ¿Victor?

—No pasa nada—Aseguró, aunque aún tenía su mano pegada a su rostro—Voy a poner la mesa.

Yuuri sólo pudo asentir ante su extraño comportamiento, regalándole una pequeña sonrisa, y tardando un par de segundos más de los necesarios en regresar a su quehacer.

Victor asintió a su vez, aún si Yuuri no podía verlo, llevando su cuerpo hasta el comedor y poniendo en su lugar todo lo necesario para el almuerzo. Platos, cubiertos, vasos y servilletas. Observando su pequeño trabajo, Victor pensó que quizá debería servir un poco de agua, por si les daba sed. O quizá Yuuri preferiría una bebida más caliente, como ese té de cebada que siempre solía hacer- pero Victor no tenía nada parecido en su despensa en ese momento.

¿Dónde se supone que podía ir a conseguir algo así ahora?

O quizá sería mejor decantarse por un poco de jugo, aún si era esa mezcla insípida de agua y colorantes que siempre vendían en cajas.

O quizá café, aunque Yuuri siempre hiciera una expresión de dolor figurativo cuando probara un poco de cómo era que le gustaba tomar el café a Victor

O-

Su derivativa interna fue detenida por Makkachin, quien gruñendo un poco halaba de un lado de la bota de su pantalón.

— ¿Eh? —preguntó Victor en voz alta, ganándose otro pequeño gruñido de su can, haciendo que su cuerpo temblara un poco—Ah... sí.

Murmuró, dejándose caer en una de las sillas. Makkachin finalmente soltó su ropa.

—Estoy bien—aseguró, acariciando la cabeza del perro con cariño—Estoy calmado.

❆ ❆ ❆  

Cuando Yuuri hubiera terminado de servir su pequeño e improvisado almuerzo, pareció que necesitaba de la aprobación de Victor para sentarse en la mesa. Victor nunca había visto a Yuuri actuar con las maneras o costumbres sumisas de un omega antes, aún durante sus primeros días juntos en Hasetsu.

Quizá era porque Victor había sido el invitado allí, sometido sin darse cuenta a las normas dentro de la pequeña sociedad que era la manda de Yuuri, intentando acoplarse y ser parte del pequeño círculo como un invitado temporal.

Ahora, sin embargo, no había más reglas pre establecidas, ni cánones para seguir. No manada ni unión, no preceptos previos sobre los cuales manejarse.

Comenzaron a comer en silencio, acompañados únicamente por el constante golpeteo de los cubiertos sobre la loza.

Victor creyó que habían pasado al menos cinco minutos cuando sintió que ya no podía aguantar más el silencio.

—¿Y cómo has estado, Yuuri?

Victor no estaba seguro, no exactamente, si estaba preguntando acerca de la competencia. Cómo había tomado su actual posicionamiento en la tabla, cómo llevaba los entrenamientos, qué actitud pensaba tomar en su siguiente clasificatoria, o cómo estaba con todo el asunto que los envolvía a ambos en general.

Yuuri detuvo su accionar por un momento, dejando los cubiertos a un lado y mirándolo por sobre su largo flequillo. Su cabello estaba más largo que antes de dejar Rusia.

—Estoy mejor.

Victor no sabía exactamente a qué se refería.

—Y tú, Victor. ¿Estás bien?

Yuuri hablaba de manera suave, modulando cada sílaba y cada palabra con cuidado. Hablaba lento y despacio, casi como si temiera que sus palabras pudieran lastimar a Victor de alguna manera.

Tuvo que sopesarlo un momento.

Se preguntó si tenía una respuesta, una que pudiera sonar sincera a sus oídos estando frente a Yuuri.

—No lo sé—respondió finalmente, sintiendo que su diafragma se doblaba sobre sí mismo y le hacía soltar pequeños bufidos cómicos. Dejó sus propios cubiertos y cruzó sus manos, pegando sus labios sobre estas, intentando ocultar el temblor que los había invadido—Eso creo.

— ¿Y tú? —volvió a preguntar, aún si Yuuri ya había respondido—Porque sabes—Oh no, estaba hablando sin parar. Eso no le pasaba desde que fuera un cachorro e intentara contarle las cosas importantes de su día a su padre durante las noches, pero antes de dormir y con el cansancio encima todo parecía ser importante. Su boca hacía que las palabras se persiguieran entre sí, corriendo una tras otra como en una carrera, arrollándose—no pude ver tu programa en vivo, aunque sé que clasificaste. Quiero decir, tuvo algunos errores, pero sé que puedes arreglarlos. ¿Estás seguro de que no quieres estar practicando ahora mismo? Hay un rink no muy alejado de aquí y yo podría- no sé...

Yuuri colocó una mano sobre el hombro de Victor.

Victor no estaba seguro de cuándo fue que Yuuri se pudo de pie, o en qué momento de su cháchara sin sentido él apartó la mirada de Yuuri, pero ahora estaba frente a él, con ambas manos sobre sus hombros y su mirada fija en la propia.

Lo más probable es que su cuerpo estuviera expulsando feromonas que gritaran estrés y miedo por igual, tan fuerte que no sería necesario ser un omega para sentirlas.

—No—dijo Yuuri con una tranquilidad que Victor no le conocía, y que le hubiera gustado ver en él antes. Era reconfortante, porque parecía que cualquier rastro del vacío que antes hubiera invadido los ojos de Yuuri hubiera desaparecido por completo—Está bien—le susurró, levantando la mano, pero sin tocarlo, sólo acariciando ligeramente su mejilla con la parte externa de sus nudillos—No hay otro lugar donde querría estar... si tú aún me quieres aquí.

Victor sintió la calma invadirle poco a poco, mientras su cabeza se movía lentamente de arriba hacia abajo.

El aroma de Yuuri le traía tranquilidad.

❆ ❆ ❆  

Yuuri comenzó a lavar los platos, guardándolos una vez los hubiera secado. Victor aún conservaba la misma manera de organizar su vajilla de cuando ellos aún estaban juntos.

No pudo evitar sonreír al notarlo.

Cerró los cajones, deteniéndose un momento para golpetear ligeramente en la madera, tomando una larga y profunda bocanada de aire.

El lugar olía a Victor.

A Victor, a Makkachin, y le recordaba a la primera vez que puso un pie en el lugar.

Cerró los ojos un momento, suficiente para obligarse a sí mismo a salir del lugar, pues estaba tardándose demasiado.

En la sala, Victor estaba terminando de arreglar el sofá. De todas las cosas que Victor hubiera tenido antes en el apartamento, aquel sofá era lo único que Yuuri le había sugerido cambiar. En lugar del viejo y largo que Victor solía usar para descansar en las tardes, habían conseguido uno un poco menos llamativo que también podía desdoblarse como una cama. Yuuri, asumiendo que la relación entre Victor y sus compañeros de rink era mucho más cercana de lo que realmente era, lo había sugerido por si alguna vez alguno de ellos iba a visitarlos y terminaba decidiendo quedarse.

Nadie además de Yuri, quien había terminado quedándose un par de noches en su apartamento después de alguna práctica particularmente larga, había terminado usándolo al final. Aunque a Victor le había gustado el curioso mecanismo del mueble.

Había un par de mantas estiradas sobre este ya. Además de su propia maleta encima de todo.

—Oh, Yuuri—Victor se giró para encararle, como si lo hubiera descubierto haciendo algo que no debía—Yo quería- ya sabes, ordenar un poco.

—No tenías que molestarte.

Victor se removió en su lugar.

—Quería ser un buen anfitrión.

Yuuri dibujó una sonrisa, avanzando hasta donde estaba su maleta.

—Gracias.

Comenzó a sacar un par de cosas, dejándolas sobre la superficie del sofá, hasta que encontró su teléfono. Lo había guardado allí cuando se hubiera dado cuenta que su batería estaba muerta en el aeropuerto.

—Yo debería-

—¡Oh! Tengo un cargador aquí.

Yuuri negó con la cabeza.

—Traje el mío, debe estar por aquí-

Victor no le dejó seguir revisando, tomando su teléfono con cuidado de sus manos y asegurándole con tranquilidad que él se haría cargo. Yuuri asintió, mientras se recordaba que no había necesidad de sobresaltarse.

Él también estaba actuando alterado.

Victor se dirigió hasta su habitación, dejando a Yuuri para que terminara su búsqueda. Hasta que finalmente encontró tanto su cargador como el pequeño kit de aseo personal que había llevado. Era una pequeña maleta de color blanco. Revisó que todo lo necesario estuviera dentro, sacando todo para estar seguro.

Todo parecía estar en orden, incluso sus supresores diarios.

Estaba organizando todo nuevamente, cuando Victor regresó de su habitación y, por detrás de él, tomó los supresores- examinándolos con cuidado.

Yuuri giró su rostro algo desconcertado. Victor observaba las pastillas con infinito interés.

—Son diferentes a los que tomabas cuando estabas aquí.

Era una caja rectangular de color azul marino, con los días del mes escritos por detrás con tinta negra y un par con tinta roja como una guía para consumirlos correctamente. Si uno abría el paquete, encontraría la misma distribución separando las pastillas como un blíster cualquiera. Cuando hubiera estado en Rusia, la caja hubiera sido circular y de color blanco, con una división de colores que iba desde blanco, a rojo, amarillo y verde.

Victor tomó la cajita entre su dedo pulgar e índice, llevándola cerca de su oído y agitándola un par de veces.

—Pero sigue sin sonar como si hubiera algo dentro.

Hacía lo mismo que hubiera hecho la primera vez que le hubiera acompañado a una cita con su médico. Cualquier cosa para distraerlo del nerviosismo y casi vergüenza que le causaba hablar de cosas como su ciclo o hábitos reproductivos con un extraño.

Victor era quien siempre recogía su medicación en Rusia, llevando la receta que les hubiera dado el médico, y cuando finalmente le entregaba las cajitas a Yuuri- él siempre podía encontrar algún dibujo gracioso junto a la marca de los días o algún escrito particularmente rosa acompañándolos. A Victor siempre le había gustado hacer eso.

—Sí. En Detroit este es más común. Estaba usando una concentración menor antes, pero el doctor creyó que aumentarla sería una buena idea.

—Oh...

Yuuri asintió.

—Me hicieron una revisión hace poco—y quizá no era el mejor momento para hablar de algo como eso. Pero Yuuri tenía que hacerlo. Ahora—Dijo que todo estaba en orden, y yo no me he sentido particularmente mal tampoco—Se sentó a un lado del sofá. Por un momento creyó que el colchón acoplado no aguantaría su peso, pero ni siquiera pudo escuchar a los resortes quejarse. Victor lo imitó—Pero no fue lo único de lo que hablamos...—Y Yuuri estaba seguro de que Victor tenía que saberlo. Porque lo había notado, en la pequeña manera en la que su aroma había cambiado, en cómo su cuerpo parecía haberse tensado. En como el ambiente parecía haberse vuelto más denso—Sabía que eso pasaría en algún momento. Conmigo allá, y contigo aquí—Yuuri dejó que su mirada escapara hasta la mano de Victor. No por primera vez tuvo deseos de sostenerla, pero no lo hizo—Aun así... saber que nuestro lazo—su lengua se trabó un momento—ya no existía fue-

La mano de Victor se posó sobre la suya.

Yuuri levantó la mirada en un movimiento casi violento. Los ojos de Victor le estaban devolviendo la mirada.

Se había quedado sin palabras.

Lo sé.

Era lo que su mirada parecía decirle.

Lo sé.

Yuuri respiró profundamente, asintiendo.

—¿Quieres que vayamos a caminar?

Preguntó al aire.

Victor respondió asintiendo.

❆ ❆ ❆  

Yuuri sostenía la correa de Makkachin, mientras que con su otra mano intentaba arreglar la gruesa bufanda que suponía cubrir la mitad de su rostro. Junto a él, Victor caminaba envuelto en un grueso abrigo de invierno.

Su marcha, lenta y parsimoniosa, los había llevado hasta el puente que les daba la mejor vista de la costa y el mar. Makkachin trotaba junto a ellos, y ninguno de los tres parecía particularmente emocionado por correr o tan siquiera acelerar.

La tarde comenzaba a despedirse, convirtiendo sus tonos cálidos por un cielo nublado y oscuro. Los pasos de Victor, quien estaba tan sólo un par de centímetros adelante, se detuvieron en el punto medio exacto. Girando el rostro lo suficiente para enfocarse en el lejano mar.

Yuuri se detuvo a su lado, girando el rostro también.

—Me recuerda un poco a Hasetsu.

Los ojos de Yuuri enfocaron el perfil del rostro de Victor, con sus ojos perdidos en lo oscuro del agua.

—Antes, cada vez que veía el mar pensaba en St. Petersburgo, porque era el único hogar que conocía, y mi mente parecía querer compararlo con todo—Victor pareció meditarlo un momento, mientras le viento agitaba los mechones que cubrían parte de su rostro—Pero ahora sólo puedo pensar en Hasetsu. Es el único lugar donde hemos compartido una vista así al mar... juntos.

Yuuri pudo sentir la cabeza de Makkachin golpear contra su pierna, como si hubiera decidido aprovechar su pausa para descansar.

—No aprovechamos mucho de nuestro tiempo aquí para ver el mar, ¿no?

Victor rio un poco ante su comentario.

—Bueno, el clima no es exactamente el mejor por aquí. Creo que no habríamos podido sentarnos a descansar en la playa así.

Yuuri lo entendía. Cuando el frío los golpeaba, él prefería pasar el poco tiempo que tenían para ambos juntos en su departamento, enrollándose uno junto al otro, dormir un poco durante las tardes, o compartir una tarde viendo tonterías en el televisor mientras ambos abrazaban a Makkachin.

Le gustaba recordar esas memorias con cariño, no quería calificarlas como un desperdicio de tiempo.

Pero sí quería crear más como esas.

Yuuri dio un paso más cerca de Victor, haciendo que sus brazos chocaran y Victor mirara en su dirección.

—No importaría realmente, el frío, si puedo estar contigo.

Victor le sonrió ligeramente, tomando su mano libre casi con timidez.

—Vamos a cenar, Yuuri.

Yuuri asintió, halando ligeramente la mano de Victor y comenzando el camino de vuelta al departamento.

❆ ❆ ❆  

Cuando hubieran terminado de comer, y Yuuri hubiera estado sentado a un lado de la cama en la sala, Victor se acercó a él con un vaso de agua.

Yuuri le miró sorprendido un momento, y Victor respondió simplemente que eran para sus supresores.

—Siempre los tomabas a esta hora, y tiene que ser a la misma hora diariamente, ¿no?

Yuuri siempre solía ser demasiado estricto con los tiempos, llevando una alarma en su teléfono que le recordaba por si su día estaba particularmente atareado. Pero Victor aún no le devolvía el teléfono, que ya debía estar completamente cargado.

—Gracias—le dijo Yuuri, recibiendo el vaso y abriendo la pequeña caja de plástico de sus pastillas. Victor sólo asintió un poco, caminando a su habitación para tomar el teléfono de Yuuri y regresárselo finalmente.

Aún podía recordar la primera vez que le había preguntado a Yuuri si no era una molestia tener que recordar tomar la misma pastilla diariamente a la misma hora. Yuuri sólo lo había mirado con una expresión que parecía querer ocultar un sinfín de molestias, y sólo había respondido que era más fácil hacerse de costumbres que deshacerse de ellas.

Victor creía entender un poco más de eso ahora. Y era mucho más difícil deshacerse de aquellas que uno tenía que seguir por obligación, y de las que uno realmente gustaba de seguir.

Yuuri le agradeció por su teléfono, y Victor sólo se limitó a sonreírle y desearle buenas noches. Estiró sus pasos hasta su habitación nuevamente, cerrando la puerta apenas con fuerza por su Makkachin decidía dejar su cama, donde había caído rendido tan pronto hubieran regresado de caminar, para dormir con él. Aunque si es que el can hacía eso, probablemente terminaría yendo a descansar con Yuuri.

Él también lo había extrañado.

Apagó las luces antes de deshacerse de su ropa. Se quitó el abrigo, la camiseta y los pantalones, así como los calcetines. Victor solía dormir desnudo, sin importar mucho el clima de afuera. Pero una pequeña incomodidad en la base de su cráneo le obligó a mantener su ropa interior y colocarse una camiseta encima, además de unos pantaloncillos que sólo usaba cuando iba a entrenar al gimnasio.

Dejó que su cuerpo cayera sobre la cama, antes de enterrarse en la maraña de cobijas. Su mirad se fijó en el techo, mientras su mente viajaba a lejanías donde no era necesario que uno le diera demasiadas vueltas a las ideas. Dejó que el tiempo pasara, sin estar completamente seguro si había sido sólo cinco minutos o una hora entera ya. Su teléfono estaba aún en el bolsillo de su abrigo, y Victor no se sentía particularmente dado a buscarlo en ese momento.

Tragó duro y se sentó, observando las siluetas de lo que decoraba su habitación en la oscuridad.

Respiró un par de veces, contando hasta diez. Se puso de pie y arrastró sus pasos hasta la puerta.

Tomó la perilla, dejó que sus dedos se enfriaran con el metal, abriéndola sólo después de lo que pareció una eternidad.

Se detuvo en el marco de la puerta, dejando que su mirada se acostumbrara a la oscuridad de la sala también. No había ninguna silueta sobresaliendo de la espalda del sofá.

Victor dejó que su peso se apoyara contra el marco de la puerta, mientras susurraba alargando las palabras.

—¿No puedes dormir?

No pasó mucho hasta que recibiera una respuesta, la cabeza de Yuuri apareció sobresaliendo del borde trasero del sofá.

—No. Yo tampoco puedo.

Victor asintió, caminando hacia él y rodeando el mueble, sentándose en el borde opuesto al lado que Yuuri estaba usando.

Estaban algo alejados, pero Victor aún podía sentir el calor de las cobijas de Yuuri mezclado con el de su propio cuerpo emanando de un lado.

Escuchó el movimiento de mantas, así como el del cuerpo de Yuuri.

—Ven—Pidió Yuuri, Victor le miró de refilón. En la oscuridad, podía distinguir la entrada que Yuuri le había creado en el pequeño nido de mantas—Te vas a enfriar.

Victor dudó un momento, pero terminó cediendo a la petición. Avanzando con delicadeza hasta donde Yuuri estaba, acomodándose en los cojines y sintiendo cómo Yuuri acomodaba las cobijas a su alrededor. Ambos sentados mirando al frente, apenas separados, con la respiración del otro como única compañía.

Victor suspiró, dejando que su cabeza cayera sobre el hombro de Yuuri, y a Yuuri ladeando la suya propia para que cubriera la de Victor un poco, como si intentara unir dos piezas de un rompecabezas.

—Sabes...—dijo Yuuri, hablando entre susurros—No estoy seguro de qué esperaba al venir aquí...

—¿Sí?

Victor pudo sentir a Yuuri asentir.

—Sí. Me di cuenta de ello al estar en el avión, a medio camino más o menos... sólo quería verte, y estar contigo.

Victor dejó escapar aire que no sabía había estado conteniendo.

—Pues estoy aquí...

Victor sintió la mano de Yuuri buscar la suya por primera vez, aferrándose a su palma con cuidado y casi con timidez. Victor no lo rechazó.

—Lo estas... —Escuchó a Yuuri pelear por aire, como si de pronto fuera difícil respirar—creí que te había perdido.

Y no sólo porque ya no tuvieran el lazo que los unía.

Victor sabía eso. Creía saberlo bien.

—No lo hiciste, Yuuri—Victor giró su rostro entonces, al mismo tiempo que Yuuri lo hacía. Sus frentes chocaron, acomodándose la una contra la otra. Aún en el mar de sombras, Victor podía distinguir el pequeño brillo en los ojos de Yuuri, como la luna reflejada en un mar en calma—. Yo sigo aquí.

Los labios de Yuuri se rasgaron en una sonrisa.

—Sí... sigues aquí.

Murmuró, antes de dejar que su cabeza cayera contra el hombro de Victor y él hiciera lo mismo, hundiendo su rostro en el cuello de Yuuri, respirando muy despacio. Recordando y rememorando todo lo que ese aroma le hacía sentir.

—Yuuri...

Dijo, respirando por entre las letras.

—Dime, Victor.

Él se mantuvo en silencio por unos segundos.

—Nada... sólo me gusta cómo suena tu nombre en mis labios.

❆ ❆ ❆  

La mañana los encontró en el sofá, durmiendo apoyados el uno en el otro. Victor fue el primero en apartarse, riendo un poco y pasando su mano por su cuello.

Sus músculos parecían decirle que semejante posición sólo haría que la molestia que ya se construía en sus articulaciones sólo empeoraría en lo que quedaba de semana, pero Victor encontró que no había descansado así de bien en bastante tiempo.

—Debería ir a tomar un baño.

Y Victor normalmente le habría pedido a Yuuri que lo acompañara, usando alguna frase tonta que hubiera leído en internet sobre las bondades de ahorrar agua o algún otro truco barato de pseudo seducción, sólo para que el agua caliente cayera sobre ambos y desanudara sus músculos, Victor se encargaría de trabajar los nudos de los hombros de Yuuri, sólo para que después sentir los largos dedos de este masajear su cuero cabelludo junto con el shampoo mientras él hacía un pequeño esfuerzo de tirar su cuello para atrás.

Pero no creía que eso fuera adecuado ahora.

Yuuri lo miró un momento, para sólo asentir.

—Yo te voy a preparar el desayuno.

Victor vio a Yuuri levantarse e ir a la cocina, esperando por alguna clase de inspiración que le permitiera lanzar una petición algo atrevida, pero nunca llegó. Se puso de pie y caminó hasta la ducha, él también tenía una bañera, pero nunca la usaba a menos que tuviera mucho tiempo libre. Dejó que el agua le cayera encima, chasqueando la lengua porque apenas notaba que aquello le quitaría el poco de aroma de Yuuri que se hubiera prendado a él por compartir espacio la noche anterior, pero la necesidad de sus músculos le pedía que siguiera bajo el chorro de agua.

Cuando finalmente salió, ató una toalla alrededor de su cintura y comenzó a secar su cabello con otra. Recorrió el camino hacia su habitación, deteniéndose un momento en la entrada a la cocina. Yuuri parecía estar preparando el arroz, y ya había una jarra con jugo a un lado. A Victor le parecía tedioso tener que partir la fruta él mismo y exprimirla, pero era algo que Yuuri parecía incluso disfrutar.

—¿Victor?

La pregunta de Yuuri hizo que parpadeara un par de veces. No se había dado cuenta que sólo se había quedado allí, quieto y observando.

—Oh, perdón. Iba a cambiarme. La ducha está libre, por si quieres tomar una.

Yuuri asintió, y Victor le devolvió gesto.

Llegó a su habitación y se tomó su tiempo cambiándose, cuando regresó el arroz que Yuuri hubiera dejado en la arrocera especial que Hiroko les hubiera regalado el día día de su boda parecía estar listo ya. Victor comenzó a servirlo en tazones, como Yuuri le hubiera enseñado años atrás. Yuuri se unió a él no mucho después, luciendo mucho más fresco, agradeciéndole por la ayuda y acercándose a la estufa para hacer un par de omelette.

Ambos se sentaros a la mesa, comenzando a comer.

Victor se llevó un pedazo a la boca, y pudo notar cómo Yuuri parecía ansioso por saber qué pensaba.

Yuuri nunca lo había mirado así.

—Es lo mejor que he probado.

Y no era mentira.

❆ ❆ ❆  

A diferencia de la caminata de ayer, esta vez sus pies los llevaron a pasear sobre la pequeña brecha de playa misma. Hacía frío, y podían sentir la arena meterse por entre sus dedos. Makkachin no usaba correa esta vez, dando saltos alrededor de ellos y ladrándole al agua de vez en vez.

Cada quien llevaba sus zapatos en una de sus manos, mientras sostenían la mano del otro con la que hubiera quedado libre.

Pequeñas cantidades de agua helada aún llegaban a chocar contra sus pieles, y si bien los hubiera hecho temblar en un inicio, ahora incluso amenazaba con sacarles algunas risas pues se sentían casi como cosquillas.

— ¿De verdad se llaman así? —Pregunto Victor, usando un tono incrédulo.

—Aha—habían estado hablando durante todo el camino hasta la playa—a Phichit le gusta darle nombres realmente extraños a sus hamsters.

Victor soltó una risa ahogada.

—Bueno, a mí me parece lindo—Yuuri se detuvo, sosteniendo la mano de Victor con un poco más de fuerza obligándole a hacer lo mismo. Este le miró, girando el rostro, y Yuuri sólo elevó una ceja colocando una expresión de circunstancia. Yuuri estaba seguro que nombres de autores europeos que casi nadie conocía podían clasificar como muchas cosas, pero quizá no lindos. Victor sólo le devolvió una sonrisa pagada de sí misma como respuesta—. Pero no tan lindos como Vicchan.

Yuuri ahogó una exclamación.

—¡Dijiste que no lo mencionarías de nuevo!

Victor no borró su sonrisa.

—¡No pude evitarlo! Sí es adorable.

— ¡No! —se quejó Yuuri, empujándolo separando sus manos y empujándolo un poco, con aires juguetones—¡No lo es!

Victor no se quedó atrás e imitó sus movimientos, empujándose ambos y sin poder evitar que las risas escaparan de sus labios, terminando ambos en la arena, con los zapatos olvidados y rodando de un lado a otro mientras intentaban lanzarse arena encima.

Yuuri pareció ser quien resultó Victorioso, terminando sobre Victor y luchando por ver bien su rostro entre lo empañado que ya estaban sus gafas.

Ambos intentaron calmar sus respiraciones.

Victor, quien le miraba fijamente desde debajo de él, habló primero.

—Sí lo es.

Yuuri se mordió el labio inferior.

—No tanto como el real.

Dice, antes de que la parte final de una ola particularmente grande los encuentre demasiado cerca de la orilla, empapándoles por completo.

❆ ❆ ❆  

De regreso a casa, Victor puede sentir mucho de la arena pegada a su cuerpo, al igual que la propia tela de sus prendas, pues el agua ya se había secado sobre ellos.

Deberían darse un baño, pues hasta Makkachin parece algo reticente a acercarse a ellos mientras huelen a humedad y sal de mar.

Victor nunca había hecho una cosa así, ni cuando fuera niño, lo cual le parecía hasta un poco cómico. Comicidad que terminó de morir cuando un estornudo escapó desde su nariz y lo hizo temblar un poco.

—Debería tomar un baño.

Yuuri, a su lado, temblando también asintió.

La piel de Yuuri lucía mucho más sonrojada de lo normal, por el frío y por el viento. Sus labios algo cuarteados y secos, y sus lentes mucho más manchados que nunca.

La manera en la que su cuerpo se mueve, temblando ligeramente y cómo sus brazos se abrazan a si mismo buscando calor, sólo son un par de las cosas que alentaron el espíritu de Victor, que ya de por sí se estaba sintiendo algo aventurero. Se mordió el labio inferior con un poco más de fuerza de la necesaria.

Tomó aire, para hablar finalmente.

—¿Quieres entrar conmigo?

Yuuri se detuvo en seco entonces, haciendo que Victor sintiera que había sobrepasado una línea imaginaria entre ellos, pero antes de que pudiera decir algo más, Yuuri ya le estaba respondiendo.

—Claro...

Victor sintió entonces que él mismo se paralizaba, pero asintió finalmente, dibujando la sonrisa más conciliadora que sabía.

—Vamos.

Desnudarse uno frente al otro nunca había sido raro. Quizá por el particular escenario de su primer encuentro en Hasetsu, y todo el tiempo que hubieran pasado compartiendo en las aguas termales. Sin embargo, y una vez ambos hubieran quedado simplemente con un par de toallas alrededor, Victor pudo sentir como el tiempo parecía enlentecer su cauce. Yuuri parecía nervioso, pero aun así fue él quien primero dejó a un lado la toalla, metiéndose en el agua caliente de la tina.

Yuuri pareció acomodarse, dándole espacio a Victor. Sus brazos volvieron a enredarse sobre su cuerpo, acariciando su propia piel con suavidad.

Victor tuvo que negar un par de veces, obligándose a apartar la mirada.

—¿Vas a entrar?

Preguntó Yuuri, apenas hablando alto.

Victor asintió lentamente. Detuvo sus manos en el nudo de la toalla en su cintura un momento más del necesario, desatándola con lentitud casi tortuosa, dejando que cayera y finalmente dando los pasos necesarios para poder entrar y acomodarse.

Sus piernas chocaron con las de Yuuri, haciendo que ambos rieran. El agua estaba caliente, invitando a Victor a hundirse más en ella. Cerró los ojos y dejó que su cabeza descansara contra uno de los bordes, despertando de su pequeño trance sólo cuando Yuuri decidió hablar de nuevo.

— ¿Me dejas lavar tu cabello? —Victor le miró sorprendido un momento—Por favor.

—...Claro.

Girarse en la bañera era casi un arte. Un arte que Victor aún no dominaba, pues logró que mucho del agua se saliera y mojara el piso mientras lo hacía.

Yuuri rió, mientras sus manos ya embadurnadas con shampoo buscaban la cabeza de Victor, masajeando con cuidado su cuero cabelludo.

—Relájate—le pidió, y Victor sólo pudo murmurar una afirmativa.

Los dedos de Yuuri en su cabello se sentían como manos de un ángel, haciendo que sus ojos se cerraran en contra de su voluntad y que su espalda abandonara su intento de mantener una postura recta, optando mejor por buscar el pecho de Yuuri como soporte.

Era casi adormecedor, el toque de Yuuri, su aroma mezclado con los productos de baño, y el agua caliente rodeando su cuerpo por completo. Ni siquiera el agua Yuuri dejaba caer con cuidado sobre su cabeza era capaz de despertarlo de su pequeña ensoñación.

Sintió los labios de Yuuri sobre el lóbulo de su oreja derecha.

—Te estás durmiendo—le dijo, al mismo tiempo que Victor podía sentir los brazos de Yuuri enrollándose alrededor de su pecho.

—Lo lamento—murmuró Victor, con voz bastante adormilada.

—Tienes que descansar—siguió susurrando Yuuri, esta vez haciéndole ligeras caricias a un lado del cuello con su nariz.

Victor sintió su boca secarse.

—Quiero que descanses conmigo...

Yuuri no tardó nada en responder.

—Claro.

Lograr salir del baño, fue casi una tarea titánica, ambos llegaron a la habitación de Victor envueltos en toallas y una vez allí se cambiaron con lo primero que Victor hubiera tenido a la mano para darles, aún si era algo grande para Yuuri. Victor secó el cabello de Yuuri, antes de intentar peinar sus largas hebras de cabello con sus dedos. Ambos se recostaron, lo suficientemente cerca el uno del otro como para que sus respiraciones pudieran chocar con el rostro del otro. Yuuri jugaba con el cabello de Victor, mientras él intentaba mantener sus ojos abiertos un poco más.

—¿No tienes hambre?

Preguntó Yuuri. Sus ojos también parecían mantenerse abiertos apenas, y sin los lentes, sus pestañas lucían mucho más largas.

Victor negó con la cabeza.

—Sólo quiero estar un rato más contigo...

Yuuri tomó aquello como una señal, dejando su hacer y usando su brazo para acercar el cuerpo de Victor hacia el suyo, dejando que Victor hundiera su cabeza en el pequeño espacio entre su mandíbula y clavícula.

Y, en ese momento, no había mejor lugar para estar.

❆ ❆ ❆  

Cuando finalmente lograron despertarse, era de madrugada. Yuuri pudo escuchar sus estómagos soltar sendos quejidos, exigiendo algo de comida. Se escabulleron hasta la cocina, y demasiado agotados como para preparar algo se encontraron calentando vino en un par de tazas con motivos de animales, y comiendo algo de la comida chatarra que Victor guardaba en las gavetas. Yuuri le dedicó una mirada falsamente acusadora, aunque él ya sabía que de seguro eso era lo único que comía cuando Georgi o Mila pasaban a visitar.

Terminaron en el sofá cama de la sala, volviendo a guardar el colchón en el interior del mueble y acurrucándose uno al lado del otro con una manta encima, mientras una película demasiado antigua que aún estaba coloreada de blanco y negro pasaba en la televisión. Uno de los protagonistas acababa de hacer lo que parecía ser una muy oscura referencia, cuando Yuuri notó algo.

—Oh, olvidé mi pastilla.

Victor le miró sorprendido un momento, antes de ahogar una risa que claramente tenía un matiz de burla, antes de ofrecerse a traerle un poco más de vino caliente para que tomara la pastilla del día anterior.

Los supresores normalmente no debían tomarse con alcohol, y mucho menos fuera de hora. Pero Yuuri pensó que romper las reglas una vez no lo iba a matar.

Victor dejó su pequeño refugio en el sofá, para regresar con una taza llena y lo que parecía ser un teclado bajo el brazo. Yuuri lo vio sorprendido por un minuto.

Victor le estaba sonriendo ampliamente.

—Quiero mostrarte algo—Le dio la taza, y se sentó a su lado. Acomodó el teclado sobre sus rodillas y comenzó a tocar—Es el proyecto en el que estuve trabajando.

Sus dedos corrían sobre las teclas de manera grácil y rápida, creando notas y sinfonías, envolviendo a Yuuri en una historia que parecía empezar en un hola y que no parecía tener aún un final.

Allí los encontró finalmente la mañana, con pocas horas hasta que Yuuri tuviera que emprender su camino hacia el aeropuerto. Yuuri había contado tres días, pero el último día siempre parecía estar dedicado únicamente a las preparaciones para irse. Era una regla no dicha de todos los viajes. Victor le ayudó a guardar la ropa que hubiera usado el día anterior. No la habían lavado, pero a Yuuri no le importaba, podía hacerlo cuando regresara a Detroit. La guardaron en un par de bolsas, y la pusieron hasta el fondo de la maleta.

Prepararon desayuno rápido, y comieron en el sofá mientras acariciaban a Makkachin quien había decidido que ya había sido mucho de ellos dos ignorándolo.

Yuuri revisó su equipaje una última vez, y Victor se ofreció a llevarlo, asegurándole que no había problema si se iba con su ropa puesta.

Cuando llegaron finalmente al lugar, Victor fue el primero en salir y tomar la maleta de Yuuri del asiento de atrás, exigiéndole que le dejara ayudarle con ella, al menos hasta que tuviera que dejarla con el personal del lugar.

Yuuri aceptó a regañadientes, siguiendo a Victor, quien no soltó su mano en ningún momento.

Registraron su equipaje, y pasaron la siguiente media hora paseando por los atestados pasadizos del aeropuerto. Ambos subieron a la gigantesca escalera eléctrica, y Yuuri pudo sentir un agujero crecer en su estómago mientras más cerca del final del recorrido se hallaran.

Una vez frente al control de la sala de abordaje, Yuuri separó sus manos y giró a ver a Victor.

—Ya tengo que irme.

Era el mismo escenario de hace unos meses. Ambos en el aeropuerto, con el boleto de avión en el bolsillo de su chaqueta, y en el vuelo que lo llevaría lejos de Victor esperando ya por él. Pero esta vez, el ambiente era diferente.

El silencio los rodeó, pero no se sentía incómodo. Era como cuando compartían una conversación telefónica. No era un adiós, era un hasta luego.

Yuuri se acercó, no muy seguro de cómo debía despedirse de Victor. Llevó su mano hasta su hombro, intentando ir por un abrazo, Victor no se movió. Los dedos de Yuuri se detuvieron en sus hombros por un momento, sólo para con algo de timidez terminaran subiendo hasta las mejillas de Victor, acunando su rostro y obligándolo a bajar un poco, al mismo tiempo que Yuuri se elevaba usando las puntas de sus pies. Yuuri pudo sentir el cuerpo de Victor bajar ante su silenciosa petición, al mismo tiempo que veía sus ojos cerrarse. Cuando sus labios chocaron, Yuuri también cerro sus ojos. Dejó que la calidez de Victor le invadiera, y que sus manos presionaran con un poco más de fuerza su rostro, al mismo tiempo que sentía las de Victor buscar el suyo también.

Yuuri no estuvo seguro de cuánto tiempo estuvieron así, uno junto al otro, separándose únicamente cuando los ojos de ambos se hubieran abierto y sus miradas hubieran chocado.

La respiración de Victor era tenue, y acompasada.

Su aroma le decía que estaba feliz.

Victor abrió los labios, agachando su frente un poco para que chocara con la de Yuuri, y con voz profunda le dijo.

—Voy a estar esperándote.

❆ ❆ ❆  

Notas finales:

No me maten por el capítulo fail. Y, por favor, deséenme suerte- mañana tengo cuatro exámenes y aún debo estudiar para dos.

Que 'Be my coach, Victor' y 'Yo también te extrañe' tengan la misma cantidad de palabras fue una linda coincidencia.

Y finalmente conseguí inspiración para este capítulo repitiendo una canción que una amiga me dijo que le recordó a este fanfic, Just give me a reason de P!nk -al menos, el cover que más me gusta de dicha canción.

Por cierto, me da curiosidad- ¿Cómo fue que conocieron esta historia?

El siguiente capítulo: Alguien que solía conocer.


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