Point of no return
La oscuridad del local sólo era rota por las intermitentes luces de neón que se disparaban de los lados de vez en vez.
Los alto parlantes, empotrados en cada esquina, resonaban con música estridente, haciendo que Victor sintiera que su cuerpo entero vibraba al mismo tono de la música.
Giró su vaso de whisky en las rocas con lentitud y parsimonia que parecían disonar completamente con el ambiente que lo rodeaba.
Salir a beber a un club de los muchos que abundaban en St. Petersburgo no era exactamente la idea de diversión para Victor en esa etapa de su vida, pero el repentino incremento en su tiempo libre tras haber concluido con sus estudiantes le había dejado un vacío en la rutina que, de pronto, parecía imperioso llenar. Pero ese había sido uno de los tantos vagos consejos de su médico, aunque Victor estaba bastante seguro de que no era eso lo que el galeno tenía en mente cuando le alentó a celebrar- era la mejor manera de ahogar ideas que él conocía, Y Victor realmente no veía por qué no podía tomarlo.
Dio un largo trago al vaso, sintiendo el licor quemar su garganta, y dejándolo ya vacío a un lado.
El cantinero le dedicó una mirada apreciativa ante el gesto, Victor simplemente se limitó a hacer un movimiento con la cabeza indicándole que rellenara su vaso por quinta vez esa noche.
— ¿Acaso quieres olvidar algo?
Le preguntó con una sonrisa que apenas enseñaba los dientes, mientras servía con una facilidad que sólo regala la experiencia. Victor le miró de refilón por un momento, su cabello desordenado cayendo por sobre uno de sus ojos y la escasa iluminación apenas le dejaban distinguir los detalles de las cosas, o las facciones del rostro de la gente, pero a esa distancia no era tan difícil. Era un muchacho relativamente joven, su marcada musculatura en los bíceps y tamaño probablemente le agregaran más edad de la que realmente tenía, pero Victor estaba bastante seguro que no pasaba de los veinticinco.
Además, si su nariz no le fallaba, era un alfa de alto nivel justo como él. Aunque mientras la esencia de Victor -de acuerdo a la gente que se hubiera dado la molestia de hacérselo notar - era más envolvente y seductora, como la de un cortejo reverente, constante y tortuosamente lento, la del otro hombre gritaba dominancia a vivas voces. Penetrante y violento.
No exactamente la clase de gente que Victor soliera frecuentar, pero no iba a quejarse.
—Algo así—respondió, ganándose una risa que de seguro intentaba ser compresiva; antes de que el cantinero se girara a atender a otra persona.
Victor tomó el vaso sin cuidado, ahogando el contenido en su garganta casi tan rápido como el anterior. No era exactamente que quisiera olvidar, pues eso había probado ser casi imposible, mas sino escapar.
Escapar del tiempo libre y las ideas que este le había traído a la mente, donde no dejaba de mezclar cosas que sabía habían ocurrido con teorizaciones mentales basadas en absoluta nada para llenar los espacios en blanco de la historia. Sólo para llegar a obsesionarse con cosas que, aún, no sabía si habían pasado, convirtiéndolos en nuevos miembros de la larga lista de variables que había estado queriendo obviar, pero ahora que su desfase físico y emocional había pasado, parecían regresar con renovada fuerza listos para hacer de su subconsciente su hogar permanente.
Podía huir de Yuuri y Yuri evitando las llamadas, ignorando mensajes, o evitando verlos en la televisión. Pero no podía huir de ellos en su cabeza.
Había demasiado en su mente. Demasiadas cosas que hasta ese momento sólo habían estado sujetas a asunciones: La estancia de Yuuri en Hasetsu, su tiempo con Yuri, los sentimientos de Yuuri, y los suyos propios.
Pero aquello era algo que ya no podía seguir haciendo.
Y, él no podía pedirle honestidad a Yuuri si no era él honesto consigo primero.
— ¡Oye! — el grito de un muchacho a su lado fue suficiente como para sacarlo de su pequeña burbuja de contemplación, haciendo que girara el rostro.
Eran dos omegas que, de manera nada cuidadosa, se estiraban por sobre las bancas acomodadas cerca de la barra llamando la atención de varias de las personas que al igual que Victor habían decidido pasar su noche pegados al bar en lugar de la pista de baile.
Ambos lucían muy jóvenes -como todos en ese lugar- y llevaban ropa tan holgada que, Victor creía, dejaría muy poco a la imaginación con un par de movimientos poco cuidadosos.
Victor no estaba completamente seguro, gracias a los tonos índigos que habían tomado las luces, pero podía jurar que había visto la tonalidad casi imperceptible de una marca de dientes de varios días de antigüedad sobre el cuello de uno de ellos.
El cantinero, quien al parecer había sido el aludido, les dio un movimiento con la cabeza en señal de atención.
— ¿Si nos besamos nos das un trago gratis?
El omega se señaló a sí mismo y a su amigo, ganándose una ceja alzada de manera apreciativa por el cantinero, y un pseudo ahogamiento por parte de Victor.
Oh, agradecía no haber estado bebiendo nada en ese momento.
El alfa se cruzó de brazos, sonriendo sardónicamente.
—Adelante.
Sin necesidad de más aliciente o palabras, el omega que hubiera iniciado la conversación tomó a su compañero del cuello, enredando su mano entre sus cabellos y pegando sus labios en un beso lento y casi descarado; como el espectáculo que estaba intentando ser.
El silbido del cantinero fue como una señal para que ambos se separaran, con sendas sonrisas de satisfacción en la cara.
—Dulce—halagó el alfa, al tiempo que servía dos tarros de cerveza para alcanzárselos a los muchachos sin pena alguna.
Los omega simplemente rieron, tomando sus bebidas y abandonando la barra para regresar a bailar, no sin que antes uno de ellos le guiñara el ojo de manera muy sugerente a su interesado benefactor, quien respondió con una risa pagada de su misma para luego girar su rostro hacia Victor, tomar su vaso vacío, y decirle sin tapujos:
—Puedes agradecerme luego.
Victor no respondió, recibiendo simplemente el vaso nuevamente lleno aún si él no lo había pedido esta vez. Las relaciones entre parejas homosexuales -como lo eran dos omegas, o dos alfas- habían sido tabú durante mucho tiempo; y aunque ahora el ámbito social, legal y general era mucho más abierta con las mismas, llegando hasta a legalizar el matrimonio sus matrimonios o permitírseles adoptar en diferentes países, muchos aún seguían viéndolo como un fetiche y nada más.
Particularmente algo de acción entre dos omegas.
Victor, siendo un alfa heterosexual, entendía el atractivo del asunto; aunque no apelara particularmente a él.
Prefirió concentrarse entonces en su propia bebida, dando un par de sorbos mucho más lento que antes.
La voz del cantante lanzaba rimas rápidas en inglés, y Victor creía que era hasta un poco hilarante que no reconociera al cantante. ¿Qué era lo que estaba haciendo allí?
Ahogó lo que suponía sería su último vaso en la noche, pero cuando se disponía a pagar por todo su consumo, sintió una mano halar un lado de su chaqueta.
Cuando giró su rostro, se encontró con un grupo de jovencitas que, con una sonrisa claramente insinuante, le miraban expectantes.
La que hubiera intentado llamar su atención en primer lugar batió las pestañas, preguntando con una voz suave.
— ¿Me invitas un trago?
Victor reconoció sus aromas rápidamente, también eran omegas.
—Claro—respondió algo desconcertado por la repentina petición, pero ellas eran jovencitas y él no se sentía realmente en todas sus facultades. Ya había gastado más en alcohol de lo que esperaba, un poco más no le haría daño.
A la muchacha se le iluminó el rostro mientras sus amigas le daban palmaditas poco discretas en la espalda, y Victor hubiera podido reír por su expresión.
Dejó un par de billetes en la mesa, cubriendo sus propios vasos y el que tomaría la muchacha.
Victor se puso de pie, dispuesto a dejarle su puesto a la muchacha, pero fue detenido por el brazo de la misma que intentaba aferrarle a su cuerpo. Victor sintió su cuerpo dar un pequeño salto, haciéndole pensar que quizá había bebido un par de onzas más de la cuenta.
—Espera, espera—pidió, sosteniendo su vaso con la otra mano. Sus amigas parecían haberse alejado un poco, pues cuando Victor intentó ubicarlas con la mirada no pudo distinguirlas entre la multitud—¿Acaso ya te vas?
Victor parpadeó un par de veces, sintiendo su boca seca de repente. El olor de la muchacha golpeaba contra él directamente, haciendo que se sintiera un tanto mareado.
Si hubiera estado enlazado, el aroma de otros omegas hubiera sido inocuo para él. Sin embargo, ahora casi parecía que su cuerpo era atraído a este.
—Yo—intentó articular Victor, señalando hacia la salida.
—Oh, no, vamos—pidió ella entonces, llevando el vaso a sus labios y dando un trago largo, vaciándolo. Victor casi podía sentir el licor quemar su propia garganta—¿No quieres bailar conmigo?
Victor sintió su respiración quedarse atrapada en su garganta. Los ojos claros de la omega brillaban con las luces de colores brillantes del lugar, y su cuerpo se reclinaba contra el suyo dejando que su calor le invadiera.
Tragó duro.
—Claro—murmuró, incapaz de reconocer su propia voz por un momento—Por qué no-
La sonrisa de la muchacha se expandió por todo su rostro. Dejando su vaso en la barra, arrastró el cuerpo de Victor hasta la pista de baile, donde el mar de personas se removía como olas al son de la música.
Victor no estaba seguro de qué se suponía que debía hacer después, pero la muchacha no le dejó en el aire por mucho tiempo; tomando sus manos con las propias y enlazando sus dedos en un movimiento lento, mientras le regalaba una sonrisa y movía el cuerpo de un lado a otro.
—Relájate—le dijo, lamiéndose los labios—déjate llevar.
Deletreó cada sílaba de su última frase con lentitud, antes de halar sus manos para atrás, haciendo que las de Victor se enredaran alrededor de su cintura, y al separar las de ella terminaran en su cuello.
Victor sintió un pequeño jadeo abandonarle, pues en su posición; el cuello de la muchacha estaba mucho más cerca que antes. Su aroma, sobresaliendo del gigantesco choque de esencias en el club, golpeándole directamente. Dulce, invitante, casi hipnotizante. Omega.
Una de alto nivel.
Pudo escuchar la risa de la muchacha resonar en sus oídos, y sus uñas largas pasar por su cuello como si intentara dibujar patrones allí.
Sus propias manos se aferraron con más fuerza al cuerpo contrario, sintiendo que sus sentidos se sobrecargaban de estímulos: el dulce aroma del cuerpo de la muchacha, su suave risa en contraste con la estridente música, y el bamboleo de sus caderas.
La muchacha presionó más su cuerpo contra el de Victor, y sus manos abandonaron su antigua posición para instar a las de Victor a bajar por su cadera. Victor opuso un poco de resistencia, sólo para sentir cómo su anteriormente desértica boca comenzaba a aguarse; llenándose de lo que pronto reconoció como saliva alfa.
Abrió la boca un par de veces, sintiendo la necesidad de deshacerse de ella, optando finalmente por tragarla y ahogarse con lo amargo de su propio sabor.
El rostro de la muchacha giró un poco entonces, haciendo que Victor girara la mirada hacia un lado y abajo, intentando enfocar mejor su rostro. Pudo sentir un beso ser depositado en su cuello, sólo para ver cómo ella parecía elevarse de un momento a otro, buscando algo más.
Sus labios tocaron los de Victor, haciéndolo temblar.
Una nueva carga de saliva llenó su boca.
—Perdón—cortó entonces, con un movimiento que hubiera parecido casi violento; separando el cuerpo de la muchacha con una mano y cubriendo su boca con el dorso de su otra mano—Yo tengo que- ir a—masculló, perdiendo su mirada en donde suponía se encontraba el baño.
La muchacha le miró confusa por unos segundos, pero pareció entender lo que le quería decir rápidamente.
—Oh—arregló uno de sus largos mechones detrás de su oreja, menando el cuerpo de un lado a otro—Adelante, te espero.
Victor intentó dibujar una sonrisa, aunque fue casi imposible. Apenas podía ver bien las facciones de la muchacha, con un rostro tan juvenil que no podía sobrepasar los veinte años.
Lo más probable es que ni siquiera supiera quién había sido Victor.
Victor no estaba seguro porqué la noción de que ella fuera a olvidar su cara al día siguiente o lo relacionara con un hombre anónimo en un club parecía darle cierto sentido de alivio.
Se escabulló entre la multitud, empujando a un par de personas en el camino, sintiendo que su cabeza rebotaba de un lado a otro sin estar seguro completamente si era debido a la música que incrementaba en volumen o a todo el alcohol que hubiera consumido.
No había llevado su auto, así que tuvo que esperar un par de minutos en el frío de la noche, hasta que un taxi apareció cerca y estuvo dispuesto a regresarlo a su hogar.
Cuando hubieran estado en la entrada de su edificio, Victor le entregó un billete al conductor, e ignorando el llamado de '¡Su cambio!' que le dio después el hombre, se dirigió hasta su hogar con largas zancadas.
Una vez dentro de su hogar, Victor cerró la puerta con más fuerza de la que hubiera querido, despertando a Makkachin con un sobresalto. Corrió hasta el baño, abriendo el grifo y lanzando agua a borbotones contra su cara, intentando limpiar todo de esta. Pero los olores se mantuvieron, como un funesto fantasma cerniéndose sobre él: El humo del lugar, el cigarrillo que más de uno hubiera estado fumando, la mezcolanza de esencias y, sobresaliendo entre todas, la de la mujer omega.
Tan distinto al aroma de Yuuri.
Victor gruñó, lanzándose agua al rostro en nueva cuenta, intentando ahogar el repentino asco que parecía invadir su cuerpo, haciendo que tuviera arcadas.
No quería vomitar.
Porque, ¿qué tan más patética podía tornarse su noche?
❆ ❆ ❆
Yuuri pagó su cuenta, y tras recibir un agradecimiento y una sonrisa por parte de la camarera del hotel, se dispuso a regresar a su habitación.
Mientras Phichit y Celestino hubieran decidido salir a la ciudad y buscar un agradable restaurante para cenar, Yuuri alegó que quería descansar más temprano y que se conformaría con algo del café que el hotel tenía dentro.
Phichit le había dedicado una mirada algo consternada, pero él había hecho de lado su preocupación, diciendo que prefería aprovechar el tiempo que tuviera durmiendo.
Y, de cualquier manera, Yuuri creía que lo último que necesitaba en ese momento era lugares con mucha gente. Sus nervios mezclados con frustración aún parecían ser un cúmulo de voces gritándole con clara cólera, reclamándole por su desempeño tan lamentable.
Y Yuuri no podía hacer otra cosa más que estar de acuerdo con ellas. Al mismo tiempo que intentaba repetirse mil veces que lo haría mejor al día siguiente.
Los pasillos del hotel estaban, parcialmente, vacíos. Un par de personas caminando en ellos o algunos jovencitos pasando el tiempo en el lobby. Pero, aunque el lugar hubiera estado estallando de gente, Yuuri estaba seguro de que hubiera sido fácil reconocer a la persona que se acercaba a él con claro nerviosismo.
Minami había crecido un poco desde la última vez que le hubiera visto, dando un estirón que francamente había sido inesperado para Yuuri, que ahora podía verlo directamente a los ojos sin necesidad de agachar la cabeza.
— ¡Yuuri-senpai! —Saludó, con una octava de voz demasiado alta, levantando una de sus manos casi como un saludo robótico.
—Minami-kun—respondió el de vuelta, sintiéndose ligeramente avergonzado por el honorario que el muchacho seguía usando—Puedes llamarme simplemente Yuuri, lo sabes; ¿verdad?
El rostro de Minami se encendió como un bombillo, haciendo que Yuuri no supiera si calmarle o reír nerviosamente ante semejante reacción. Respirando un poco, y recordándose que él debía ser el adulto en la situación, finalmente se decantó por preguntarle si quería que caminaran juntos hasta el elevador.
Minami asintió entonces, efusivamente, usando su nombre casi con reverencia.
—Está bien, Yuuri—Yuuri estaba casi seguro que al muchacho le faltaba aire—¡Y puedes llamarme simplemente Minami, también!
Yuuri asintió un par de veces, sin detener su avance hasta el final del pasillo, donde y tras unos minutos de un muy peculiar silencio, el ascensor apareció listo para llevarlos a ambos hasta sus respectivos destinos.
Cuando las puertas se cerraron y Yuuri hubiera marcado tanto su piso como el de Minami, sintió que el ambiente cambió un poco. Su nariz no era tan buena como cuando no tomaba supresores, pero podía reconocer bien cuando alguien estaba sintiéndose inquieto.
Miró de refilón a su compañero. Minami, quien hubiera estado nervioso hasta hace un momento, ahora lo parecía más. Mordía su labio inferior y estiraba las mangas de su chaqueta, mirando al piso con interés exagerado.
Yuuri parpadeó, intentando analizar la situación.
¿Querría decirle algo?
Recordó su nada prolija presentación en el programa corto, y por un momento, pensó que Minami quizá estaba pensando en alguna manera de animarlo. Era lo que cualquier otro beta hubiera intentando en una situación así. Era algo que incluso el mismo Phichit había intentado hacer una vez las puntuaciones y el ranking hubiera sido anunciado. Era un gesto noble empero, Yuuri no quería escuchar nada más sobre su programa.
Finalmente, Minami decidió hablar.
—Es... es un honor.
Aunque su declaración tomó a Yuuri por sorpresa.
Girando por completo la mirada, un muy poco elocuente sonido gutural fue lo único que abandonó los labios de Yuuri.
—Quiero decir—se apresuró a recalcar Minami, elevando sus manos en puños y regresando a la sonrisa que Yuuri le conocía mejor—Me siento honrado, ¡Y feliz! De poder patinar contigo en la misma pista, Yuuri—Parecía que aún no estaba acostumbrado a llamarlo únicamente por su primer nombre, pues la última sílaba titubeó antes de terminar.
Yuuri intentó asimilar sus palabras, a la par de su expresión.
Minami, como lo hubiera recordado antes, llevaba su corazón en la manga. Completamente honesto y abierto, sin lugar para segundas intenciones o secretos.
Le sonreía, aunque Yuuri estaba seguro que Minami sabía que él no había hecho lo mejor que podía, fallando en saltos que normalmente podría clavar sin problemas. Retrocediendo y dejándose arrastrar.
Yuuri agradeció por un momento la cantidad de supresores que circulaban por su sangre, y que impedían que el claro aroma de molestia y frustración abandonara su cuerpo como la marea que realmente era.
Minami estaba siendo amable, y sincero. Puede que Yuuri no entendiera cómo es que el muchacho podía tenerlo en tan alta estima, o en semejante consideración. Pero si había algo que Yuuri sabía, eso era cómo se sentía admirar a alguien.
Y no quería hacer menos a esa clase de sentimientos.
Se mordió la lengua.
—Gracias—murmuró, intentando aclarar su garganta pues su voz era demasiado suave. Frunció la nariz un poco, finalmente decidiendo en agregar—Lamento haberlo arruinado.
Porque vaya que lo hizo. Y su disculpa no era sólo para con Minami, quien parecía haber estado esperando la ocasión desde hacía tanto; sino también con Phichit, con Celestino y con él mismo. Porque sabía que podía hacerlo mejor.
Lo hubiera tenido que hacer mejor.
Y quizá, también tendría que disculparse con Victor, a quien Yuuri podía imaginar con una expresión que no terminaba de mutar entre el desconcierto y la preocupación al ver su programa y su pobre desempeño. Si es que lo había visto, claro estaba.
— ¡No lo arruinó!
Gritó entonces Minami, haciendo que Yuuri se sobresaltara un poco. Notando que su arrebato había sido un poco exagerado, se aclaró la garganta y se disculpó, para poder continuar.
—Todos tenemos días malos—Aseguró Minami, mirándolo directamente a los ojos—Pero sé que lo hará mejor mañana.
Yuuri abrió la boca, con la obvia intensión de preguntarle cómo es que estaba tan seguro de ello.
Minami no lo dejó hablar.
—¡Simplemente lo sé!
Aseguró, con la sonrisa más amplia que Yuuri le hubiera visto esa noche.
La confianza de Minami era envidiable. Un alma simple y transparente.
Yuuri recordó entonces, que alguna vez en la escuela, uno de sus maestros les hubiera dicho que mantener las cosas simples estaba bien; que aquella era una cualidad que pocos llegaban a entender, a tener, y mucho menos a apreciar.
Yuuri creía entenderlo un poco mejor ahora.
—Gracias—le murmuró, sonriendo apenas.
El ascensor se detuvo, abriendo sus puertas de par en par.
—Oh, es mi piso.
Dijo Minami, Yuuri aún tenía dos pisos más para subir. Haciendo una pequeña reverencia, Minami abandonó el lugar, deteniéndose apenas delante de la puerta; mientras esta se cerraba.
Yuuri balanceó su peso sobre sus pies un momento.
—Minami, por cierto—dijo, antes de que las puertas se cerraran por completo—Tu programa fue magnífico.
Lo último que Yuuri pudo ver antes de que el ascensor siguiera su curso, fue el increíblemente sonrojado rostro de Minami.
Tomando una bocanada de aire y dejando que esta escapara sólo cuando el camino del elevador hubiera terminado, Yuuri intentó que el sentimiento de calidez que le había brindado Minami no le abandonara.
Avanzó por el pasillo, ya que la habitación que compartía con Phichit estaba ubicada casi al final.
Las luces del lugar se encendían automáticamente cuando uno pasaba lo suficientemente cerca, así que era de esperarse que el lugar estuviera sumido en la oscuridad. Y lo estaba, a excepción de la puerta de su habitación.
Yuuri se detuvo un momento.
Aún con los lentes, la distancia y la tenue iluminación no le dejaban reconocer exactamente de quién podía tratarse. Presionó su palma con sus uñas un momento, y alejando cualquier idea extraña que pudiera tener en su cabeza, avanzó.
Las luces del pasillo se prendían con sus pasos, y la persona que lo acompañaba en el desierto pasillo parecía al fin haber reparado en su presencia. El otro hombre levantó el rostro ligeramente, y- Yuuri creyó que debió verlo venir.
—Otabek—saludó, deteniéndose un momento, a casi diez pasos de su propia puerta.
El rostro estoico de Otabek no se alteró en lo más mínimo. Sólo hizo una pequeña reverencia con la cabeza, a manera de saludo.
—Yuuri.
Su nombre en los labios de Otabek sonaba algo raro. Habían hablado un par de veces antes, intercambiando saludos o frases sin mayor trascendencia durante competencias o símiles; pero Yuuri no podía recordar alguna verdadera charla entre ambos.
Asintió también, enfocándose entonces en la mirada del alfa, tan profunda y oscura que Yuuri encontraba difícil intentar encontrar algo en esta. Aunque su mente, por otra parte, ya estaba formulando un par de posibilidades por su repentina visita.
Yuuri a veces podía pecar de denso, o alguno de sus sinónimos. Pero no estaba ciego.
Y, si la cercanía que hubiera entre Yuri y Otabek no era un secreto para nadie, la manera en la que Otabek observaba a Yuri tampoco lo era.
—¿Hay algo que quieras decirme?
Preguntó, hundiendo la mirada sin querer.
No estaba intentando ser maleducado, y aunque hubiera sido mejor pedirle que se fuera para poder descansar, Yuuri quería evitar una incomodidad similar a la de la mañana. Pues la mirada de Otabek aún podía despertar en él escalofríos.
Otabek respondió sin un solo rastro de duda en la voz.
— ¿Podemos hablar?
Yuuri se removió en su lugar.
Suponía que mientras no fuera en el pasillo, pues no quería hacer un escándalo, no había problema. No temía a Otabek. No había porqué temerle.
Parte de sí le pidió que sugiriera regresar al café, donde podrían sentarse y conversar; pero la hora y el cansancio acumulado del día fueron más fuertes.
—Claro—respondió finalmente Yuuri, lamiéndose los labios inconscientemente en claro signo de nerviosismo— ¿Pasas?
Gesticuló hacia la puerta. Otabek asintió, esperando que Yuuri abriera.
El lugar aún estaba lleno con maletas a medio empacar y las sudaderas sin guardar, pero al Otabek conocer los pormenores de la vida de un atleta, Yuuri creyó que no le importaría.
Yuuri cerró la puerta, con Otabek aún de pie e inmóvil detrás de él. Tomó aire, avanzando hasta su cama y tomando asiento.
Podía sentir la mirada de Otabek seguirle desde la puerta, casi tan penetrante como durante el evento.
Yuuri quiso aclararse la garganta, pero Otabek habló antes.
—Lo lamento.
Dijo, haciendo que Yuuri parpadeara con incredulidad.
La expresión de Otabek no había cambiado, sus facciones tan ilegibles como siempre.
—Sé que te estoy poniendo nervioso—admitió, haciendo que Yuuri frunciera el ceño casi por reflejo, y tratara de olfatear.
Aquello pareció ser suficiente para que Otabek suavizara su expresión.
—No es tu esencia—se apresuró a explicar, dibujando algo muy parecido a una sonrisa que intentaba ser apologética—Es tu rostro, tu expresión. Te pareces mucho a Yura en eso, amos son como un par de libros abiertos cuando quieren.
El nombre hizo eco en la mente de Yuuri.
—Así que sí es por Yuri.
Dijo, aunque eso sonaba más como si se estuviera respondiendo a sí mismo.
Intentó no mostrarse hostil, o enfadado. En algún punto, los medios habían dejado de hablar de ellos, o al menos Yuuri había dejado de ver titulares que llevaran sus nombres juntos, demasiado concentrado en Victor y en distraerlo a él de los rumores que su nombre levantaba.
Lo que hubiera ocurrido entre Yuri y él era algo que no quería hablar con nadie que no fuera el mismo Yuri.
Había esquivado las confrontaciones externas, y sus amigos cercanos no mencionaban el asunto. Nadie que importara le había pedido explicaciones.
Ni siquiera Victor.
Aunque, pensó Yuuri al tiempo que sentía un nudo en el estómago, esa era una puerta que debía cerrar en algún momento.
Otabek se maniobró entonces por la habitación, dejando su posición estática en la puerta y sentándose en la cama de Phichit, quedando frente a él.
—Algo así—Admitió, y Yuuri recordó no ponerse a la defensiva—Sólo quería saber si estabas bien.
— ¿Eh?
Balbuceó. Parecía que la elocuencia no era su amiga esa noche.
—Que hubieras llegado hasta aquí es un signo suficiente—empezó Otabek. Un signo de qué, intentó preguntarse Yuuri. De que no te rendiste, fue lo que su mente respondió casi en un parpadeo—Pero tu ausencia en la práctica matutina...
—Oh.
Sí.
Eso sin duda habría hecho elevar una ceja a más de uno, y ganarse un par de comentarios por los presentadores en las versiones televisadas.
—No es como si Yuri lo hubiera preguntado—Puntuó entonces—Pero estoy seguro de que querría saberlo.
—¿Eso era todo?
Preguntó Yuuri entonces, deseando morderse la lengua después. Otabek estaba siendo amable, y él sólo podía sentir que su tono podría parecer maleducado. Pero estaba fuera de su zona de confort, y no sabía exactamente cómo reaccionar.
Otabek no pareció ofendido, y Yuuri sólo tuvo más deseos de golpearse por ello.
Respiró, intentando alejar el aura de alerta que parecía hacerlo actuar sin pensar, pensando que a él también le hubiera gustado saber de Yuri.
Después de todo, ellos aún eran amigos.
—Lo lamento...—murmuró Yuuri, dejando caer ligeramente su cabeza. Y, aun sin verlo, Yuuri supo que Otabek estaba negando con la cabeza.
Si debía ser sincero, aún había muchas cosas que lo estaban atormentando y llenando su cabeza de dudas. Cosas que quisiera quitarse de encima y resolver antes de que la frustración acabara con sus nervios.
Pero no puede actuar sin pensar. Eso crearía un desastre aún más grande.
El arte estaba, en vivir un día a la vez.
Yuuri levantó la mirada, notando que la duda aún estaba presente en los ojos de Otabek.
No realmente.
Era la respuesta que quería darle a su pregunta.
Pero no terminaba de sonar correcto. El aire demasiado derrotista no parecía el adecuado para cerrar su día.
Así que, suspirando, decidió por una variante.
—Y yo... Lo voy a estar.
Y aquello sí sonaba correcto.
Otabek le miró por un momento, aunque Yuuri no sintió que estuviera tratando de analizarlo, para asentir.
—Lamento el importuno.
Otabek se puso de pie, y Yuuri lo imitó.
—No pasa nada—Yuuri lo acompañó hasta la puerta, y antes de abrirla, volvió a hablar—Gracias... y, ¿Otabek?
El alfa le devolvió la mirada, como pidiéndole que siguiera.
La lengua de Yuuri se ató un momento, reteniendo su pregunta. Quería saber qué había sido de Yuri, con quien no había hablado desde su encuentro en Hasetsu y el escándalo subsecuente involucrándolos a ambos.
Pero Otabek no era la persona indicada para responder aquello.
—Nada—renegó con una sonrisa pequeña, agitando la cabeza de un lado a otro—Descansa.
Si Otabek encontró extraña su actitud, tuvo el decoro de no mencionarlo, haciendo una pequeña de reverencia y dejando el lugar en el momento que Yuuri abriera la puerta.
—Descansa, Yuuri.
Fue su despedida, suficientemente audible para la otra persona que ya se acercaba a la habitación.
Phichit se detuvo en su andar por un momento, y pareció que apenas pudo responder al breve saludo de Otabek.
Sólo cuando el pasillo hubiera quedado desierto de nuevo, con ellos dos como únicos ocupantes, Phichit se permitió acercarse a Yuuri con la mirada abierta de par en par. Señalándole a él y el camino que hubiera tomado Otabek mientras una expresión incriminaría se plasmaba en sus cejas.
Yuuri le dio un pequeño empujón en el hombro, haciéndolo reír.
—Y—empezó Phichit, cerrando la puerta de la habitación detrás de él—¿Estás mejor?
Phichit era bastante bueno intentando ocultar cosas en su tono, para poder sonar mucho más amigable y tranquilo de lo que normalmente se sentía, pero Yuuri podía reconocer la preocupación aún si era en su mínima expresión.
Eran los gajes de la amistad.
—Sí.
Respondió simplemente.
Y, sorpresivamente, era verdad.
Aquella noche, muchas horas después, y escuchando la acompasada respiración de Phichit sólo un par de metros más allá; Yuuri se encontró revisando su celular.
No llamadas, ni mensajes.
Absoluta nada.
Sus dedos pasearon hasta el nombre de Victor, abriendo un mensaje antiguo. Golpeó las teclas sin pensar mucho, observando el resultado de las derivaciones de su mente escritos en la pantalla.
Por un momento, pensó en borrar el texto, dejar el celular a un lado y tratar de dormir.
Pero su propia voz, incrustada profundamente en su subconsciente, le pedía ser más honesto.
Si no peleaba por lo que quería. Nadie lo haría por él.
Ese sólo había sido un mal día, lo haría mejor mañana.
Tomando un respiro profundo, presionó enviar.
❆ ❆ ❆
'Yuuri Katsuki está bien'
Fue lo primero que Otabek le dijo a Yuri, después de saludarlo, cuando hubiera respondido el teléfono. Yuri no había respondido en un inicio, y aquello había hecho que Otabek sonriera con gracia desde un lado de la línea.
—Creí que querrías saberlo.
El silencio siguió siendo la única respuesta de Yuri, aunque Otabek estaba casi completamente seguro de que el pequeño rastro de un bufido había logrado escapar por allí.
—No pongas esa cara, Yura—instó.
Fue suficiente para que Yuri respondiera.
— ¿Qué cara?
No sonaba particularmente molesto. Al menos no a oídos de Otabek.
—La que estás haciendo ahora mismo—puntuó—Frunciendo el ceño fingiendo que estás enojado, no lo hagas. Está bien preocuparte por tus amigos.
Y, sí, aquella era una buena manera de referirse a Yuuri.
Otabek pudo escuchar la risa de Yuri como respuesta, escapando de sus labios, aunque este pareciera intentar ahogarla.
Bueno. Quizá si era un poco irónico que fuera justamente él quien dijera eso.
—Y yo que pensaba que llamabas para que celebráramos que estás en el primer puesto—Yuri sonaba falsamente decepcionado, y Otabek tuvo que suprimir los deseos de recordarle que aún quedaba el programa libre—Pero era para esto... pff, ¿Qué voy a hacer contigo?
Otabek se elevó de hombros, aún si Yuri no podía verlo.
—No lo sé—respondió, divertido—Quererme, ¿tal vez?
Escuchó una respiración contarse al otro lado de la línea, antes de que la voz de Yuri respondiera, con un tono suave.
—Esa opción me gusta.
Sí.
A Otabek también.
❆ ❆ ❆
Victor abrió los ojos con pesadez, sintiendo el peso de su cansancio golpearlo directamente. Se sentó en la cama, sintiendo que el mareo no lo había abandonado por completo. Frunció el ceño, cerrando los ojos con más fuerza, antes de dejar que se enfrentaran al día demasiado brillante que tenía por delante de él.
Revisó sus alrededores. Entre las sábanas desordenadas podía ver parte de su atuendo, que no se había molestado en guardar apropiadamente antes de buscar cobijo en sus sábanas. A un lado, y como la noche anterior antes de salir de casa, su celular esperaba por él aún conectado al cargador.
Victor estiró su mano, dispuesto a revisarlo.
Saludándolo, junto a los números que señalaban una hora demasiado avanzada para ser considerada adecuada para levantarse, había cinco llamadas perdidas.
Dos de Chris y tres de Yakov.
Victor trató de no pensar lo peor en cuando a las razones de aquello
Había mensajes también.
Y, el nombre de Yuuri figuraba allí, justo debajo de el de Chris.
Victor sintió su garganta cerrarse, sintiendo inexplicable vergüenza de un momento a otro. Chasqueando la lengua y negando con la cabeza, presionó el mensaje de Chris primero.
'¿No vas a responder?'
Ponía el primero, seguido por una pequeña cadena.
'Bueno, estoy emocionado así que no importa'
Junto a este, había una imagen adjunta. Meses atrás habría sido una figura casi incomprensible para ojos inexpertos, pero ahora, Victor podía ver la forma con increíble facilidad.
Era la bebé de Chris.
Una foto de la ecografía, junto a la posible fecha de su nacimiento.
'Más te vale que me llames, Victor. Tú no quieres tenerme enojado contigo'
Chris hormonal y enojado.
No. Definitivamente no era una imagen que Victor estuviera muy ansioso por contemplar.
Victor dejó que sus dedos se detuvieran un momento en la pantalla, milímetros separándolos del mensaje de Yuuri. Se mordió el interior de la mejilla; y decidiendo esperar, buscó el número de Chris para llamarlo.
Contestó sin que el segundo tono llegara a terminar.
Para alivio de Victor, no había ni un rastro de molestia en su voz.
—Victor—saludó. Victor podía escuchar un ligero bullicio en el fondo, como el que causan las calles ajetreadas cuando uno las está cursando—¿Estás bien?
Victor acomodó su teléfono, al tiempo que se sentaba mejor en la cama.
—Bien—dijo, aunque su cabeza se encargó de darle una punzada para recordarle que estaba mintiendo—¿Por qué lo preguntas?
Chris pareció meditarlo un momento.
—No respondías.
Victor tragó, sintiendo su garganta como un desierto.
—Ah... yo salí.
—¿A dónde?
El sonido de un claxon en la lejanía inundó la línea. Victor suspiró.
—A un bar.
Chris se mantuvo en silencio un momento, en un movimiento tan poco característico de él, que Victor se vio forzado a revisar si la llamada no se había cortado.
—Oh...
Respondió. Con un tono que Victor no terminaba de encontrar agradable.
Una nueva punzada le atacó, parecía que sólo era un interludio para el gigantesco dolor de cabeza que se le avecinaba.
—Y después, estuve algo ocupado.
Intentando no devolver sus entrañas en el baño de su casa, y peleando con sus propios pensamientos para poder conseguir algo de descanso.
Chris hizo un par de sonidos afirmativos.
—Uhm, entiendo. Entiendo. No contestabas porque llevaste a alguien a casa contigo. Está bien.
Victor sintió su migraña incrementar.
—No. No, no. Es no.
Chris se rio de él.
— ¿Ahá?
Su tono claramente era irónico. No le creía.
Victor no pudo evitar suspirar.
—No...—susurró, estirando la palabra más de lo necesario—No puedo... y quizá, así sea mejor. ¿Sabes?
Terminó, dejando que el peso de su cuerpo pudiera con él, llevándolo hacia abajo y descansando precariamente en el colchón, sus ojos cansados se perdieron en la pintura del techo de su habitación.
No había podido.
Y no creía que pudiera tampoco.
Chris esperó un par de segundos para responder.
—Victor... está bien—alentó—Está bien. Siempre y cuando sea lo que tú quieras.
Se permitió cerrar los ojos.
Lo que él quisiera...
—No es sólo decisión mía.
Chris soltó un pequeño sonido de afirmación.
—Claro que no. Pero es por donde debes empezar, porque es lo único que puedes controlar.
Lo único en lo que Victor, realmente, podía tener algo de control.
Y- quizá, lo único de lo que realmente estaba seguro.
Sonrió un poco, llevando su mano libre para cubrir sus ojos del sol mañanero.
—Y, Chris. ¿Por qué me llamabas anoche?
Un ahogado 'Oh' dejó los labios de Chris, quien pronto cambió su anterior tono por uno mucho más animado.
La foto era la última ecografía que se hubiera realizado. El médico encargado de controlar el embarazo de Chris ya les había dado una fecha aproximada para el parto, y la pequeña ya tenía incluso un nombre esperando por el día que decidiera llegar.
—Beatriz—le dijo Chris. Ese era el nombre que le habían escogido—Y quiero que seas su padrino, Victor.
La garganta de Victor pareció cerrarse de nuevo. Pero esta vez no era doloroso.
—Yo...—dijo, dándose cuenta que no tenía palabras exactas—... sería un honor.
Victor pudo escuchar a Chris sonreír desde el otro lado de la línea, aunque aquello fuera imposible.
—Su inscripción en el registro será cuando cumpla un mes. ¿Estarás allí?
Victor asintió, maldiciendo su emoción pues el dolor de cabeza no le perdonó el movimiento, murmurando su afirmativa poco después.
Un mes era un tiempo prudente. Los bebés, en sus primeras semanas, solían ser muy sensibles. Lloraban cuando extraños con aromas desconocidos a los de su manada se acercaban. Y no era un estrés al que ningún padre deseara someter a sus hijos.
Probablemente, en caso de Beatriz, ese pequeño círculo de aromas aceptados se centraría únicamente en Chris, Francis y sus abuelos.
Si Victor intentaba acercarse mucho, probablemente la haría llorar.
Charlaron un poco más, sobre los antojos ridículos de Chris, el estrés de Francis que parecía llevar la etiqueta de padre primerizo en la frente, y de todo lo que Victor estuviera dispuesto a revelar sobre su vida privada.
—Tengo que colgar ya—se disculpó, pues había pasado al menos unos cuarenta minutos y aún tenía que comunicarse con alguien más—Prometo llevarle cosas lindas a la bebé.
—No exageres mucho—pidió Chris.
Victor hizo un pequeño mojín.
—Es mi sobrina, tengo derecho a querer consentirla.
Chris rio por lo bajo.
—Sí—accedió—Sí lo tienes.
Cuando Victor cortó la línea, dejó que su brazo descansara un momento. Aún podía ver el teléfono de refilón, descansando a su misma altura en la cama.
Con el mensaje de Yuuri sin leer aún en el.
Tomó el aparato, sin importarle que el movimiento tan violento le hubiera mandado una nueva punzada de dolor en la cien. Sólo para detenerse antes de tocar el nombre de Yuuri en la pantalla otra vez.
Suspiró, marcándole a Yakov en su lugar.
Se puso de pie mientras escuchaba el conocido sonido de la línea intentando conectar. Tenía que ir a la cocina y servirle algo de comer a Makkachin. Que el estómago de Victor pareciera haberse puesto en huelga y no quisiera saber de alimento, no quería decir que su caniche fuera igual.
Quizá lo sacaría a pasear más tarde, para disculparse del susto que de seguro le debió dar anoche.
Cuando Yakov respondió finalmente, Victor ya estaba repartiendo una buena cantidad de croquetas en el plato de Makkachin.
—Victor—saludó—No respondías.
Directo como siempre.
—Sí, lo lamento—Victor dejó de lado la caja de alimento, observando cómo Makkachin trotaba hasta él desde su lugar de descanso en la sala listo para devorar el plato—Estuve ocupado.
— ¿Haciendo?
Fue la pregunta de Yakov. Victor aguantó la necesidad de aclarar su garganta.
—Salí un momento.
Yakov pareció pensar en algo por un momento, pero terminó murmurando que entendía.
Victor soltó un pequeño bufido de gracia.
— ¿Y qué con la repentina preocupación?
Su tono, demasiado pagado de sí mismo, no pasó desapercibido para Yakov.
—Ok. Voy a colgar ahora.
—No, no, no—se disculpó Victor, intentando que su risa no escapara—Estoy bromeando.
Yakov bufó, claramente sin encontrar la gracia en la situación.
Pero el hombre nunca había tenido un particularmente buen sentido del humor tampoco.
— ¿Estás siguiendo las clasificatorias?
Preguntó entonces Yakov, usando el tono que Victor podía reconocer se dividía entre la zona del profesionalismo como entrenador, y ese campo sin etiqueta aparente que era su relación como personas.
Victor frunció ligeramente el ceño. Pero, Yakov podría estar refiriéndose a los niños a quienes les había coreografiado piezas de exhibición.
—No—respondió simplemente, presionando con un poco más de fuerza el teléfono contra su rostro, intentando mantenerse lo más vago posible.
— ¿Ni siquiera a los junior?
Pero Yakov no lo iba a dejar.
Victor presionó sus labios uno contra otro.
—Tampoco.
Yakov no dijo nada más, poniéndolo nervioso.
— ¿Por? —Preguntó, balanceando su peso de un lado a otro.
—Por nada—respondió Yakov, con tono solemne—pero si tienes tiempo para salir y hacer tonterías, debería seguir trabajando. Bueno para nada.
Victor soltó una risa gastada. Su cien volvió a doler.
—Ha... yo también te quiero, Yakov.
Colgó el teléfono y terminó de ver a Makkachin devorar su desayuno. Después, buscó un par de aspirinas que siempre tenía en el único botiquín que mantenía en casa, tomándoselas con demasiados vasos de agua.
Su día transcurrió, bajo cualquier estándar, de manera normal.
Cuando el dolor hubiera disminuido lo suficiente, se encaminó hasta el centro comercial para buscar suministros para la semana. La cajera, una omega bastante joven, le sonrió con deje coqueto, jugando con su cabello e incluso guiñándole un ojo cuando le entregara la última de sus bolsas. Victor le había sonreído de vuelta, e incluso había reído un poco ante la balante muestra de coquetería.
Cuando cayó la tarde, Victor llevó a Makkachin a dar un paseo justo como se había prometido que lo haría. El parque estaba lleno con personas que al parecer habían tenido la misma idea que él, y mientras Victor dejaba que el caniche se revolcara en el pasto y retozara con otros como él, un par de muchachos se acercaron a él para halagarlo por el perro tan lindo que parecía tener. Ambos eran omegas y entre los dos paseaban a un gigantesco san bernardo, que Victor acarició con gusto mientras los dueños reían encantados.
Cuando regresó a casa, se tomó todo el tiempo del mundo para prepararse un almuerzo tardío. Comiendo con parsimonia y lentitud.
Cuando el reloj hubiera pasado de las siete, Victor se encontró en el sofá de su departamento, viendo sin ver realmente una vieja película dramática de los años donde encarnar a la primera guerra mundial era lo que todo mayor estudio de Hollywood hacía. No estaba siguiendo realmente la trama, pero esperaba la canción que acompañaba los créditos.
Era una de sus favoritas.
La película que le seguía parecía ser una comedia romántica. Victor frunció el ceño y apagó el televisor.
Caminando hasta su teclado, practicó su cuota diaria; las notas fluían de manera libre y orgánica, haciendo que el ambiente pareciera más calmo y armónico. Makkachin a su lado, movía la cola con gusto mientras le escuchaba.
Cuando el reloj hubiera pasado de las nueve, y sólo entonces, Victor regresó a su habitación.
En la oscuridad del lugar, con el cuerpo de Makkachin acurrucado en sus pies, Victor finalmente decidió revisar el mensaje de Yuuri.
Desplazando la pantalla de bloqueo con demasiada delicadeza, y presionando finalmente el nombre de Yuuri en su teléfono, Victor se preguntó por qué no lo había visto antes.
Te extraño.
Era todo lo que decía.
Y solo fueron necesarias dos palabras para que Victor sintiera que su fuero interno era removido. Mirando la pantalla y sintiéndose un completo estúpido.
—Y yo a ti.
Le respondió, aun si Yuuri no podía escucharlo.
—También te extraño, Yuuri.
Escribió lentamente su respuesta, observando el resultado por un largo minuto. Presionó enviar, y acunó el teléfono contra de su pecho.
Cerró los ojos, dejando que las horas pasaran y el sueño se lo llevara. Acompañado únicamente por la rítmica respiración de Makkachin y sus pensamientos, meditó las palabras de Yuuri una y otra vez.
Deseando poder aferrarse a ellas por sobre todo lo demás.
Porque Victor sabía, y había comprobado, que podía vivir sin Yuuri.
Pero no quería hacerlo.
❆ ❆ ❆
Cuando Yuuri se levantó, no pudo evitar el impulso de revisar su teléfono.
No había nada nuevo. Pero no iba a deprimirse por eso.
Acompañó a Phichit y al resto en la sesión matutina de práctica pues, aunque sus horas de sueño se habían visto acortadas, no se sentía realmente cansado.
Estaba ansioso, eso era cierto, pero no de la misma manera en la que lo hubiera estado el día anterior. En lugar de la desesperante sensación de vacío, ahora sólo quedaba el deseo irrefrenable de hacer las cosas. Estaba impaciente. Quería empezar ya.
Cuando su equipo llegó al rink, Emil y Michele ya estaban allí. El segundo siendo flanqueado por el Emil y por su propio entrenador, un alfa de nivel intermedio que Yuuri sólo conocía de boca de Celestino, mientras parecían hablar de algo.
Le pareció extrañamente reconfortante. Le recordaba a su propio caso.
El omega siempre al medio.
Otabek estaba más lejos de allí, ya dentro de la pista. Yuuri sintió la mirada del alfa sobre él, y cuando cruzaron miradas ambos se reconocieron con un leve movimiento de cabeza. Era extraño, pero Yuuri encontró que no le incomodaba.
—Te vez mejor, Yuuri.
Le dijo Phichit. Yuuri asintió.
No se sentía del todo mejor, pero al menos estaba sobreponiéndose a sus nervios. Estaba haciendo que su decisión ganara.
Antes de entrar al hielo, pudo ver a Minami llegar con su entrendora. Elevó una de sus manos, en un saludo abierto, haciendo que el beta lanzara un grito de júbilo.
Phichit se sorprendió, dando un salto. Pero Yuuri sólo sonrió con gracia, comenzando a deslizarse.
Y, cuando su turno en la competencia finalmente llegó, Yuuri se dejó ser en el hielo.
Sabía que podía hacerlo mejor, y que aquel no era su límite, pero estaba dándolo todo. Y, aún si las cosas no salían como el quería, al menos no se llevaría el arrepentimiento de no haberlo intentando.
Yuuri decidió que tenía que tomar el riesgo.
❆ ❆ ❆
Cuando el momento de la entrega de medallas llegó, Yuuri pudo finalmente respirar con tranquilidad. Un par de niveles más arriba que él, Phichit y Otabek regalaban saludos a las cámaras.
Era extraño estar parado nuevamente en un ambiente así, con el sonido de los vítores del público resonando en sus oídos y el calor de las luces contra su piel. Yuuri creyó escuchar que Phichit le susurraba algo desde el pódium del segundo puesto, y se recordó que debía sonreír.
Bronce no era algo que hubiera estado esperando, pero eso significaba que aún podía estar dentro de la competencia.
De regreso en su hotel, Celestino no dejó de darles felicitaciones, asegurándoles que se habían ganado un poco de tiempo para ellos mismos.
Phichit normalmente hubiera sugerido que salieran a ver el lugar, a hacer un poco de turismo y quizá a comprar un par de cosas. Yuuri normalmente hubiera accedido para hacer feliz a su amigo, pero el cansancio que traía encima era demasiado.
Terminaron descansando juntos en una de las camas, mientras hablaban de todo aquello que estuviera alejado de su vida como competidores.
Cuando la línea que separaba la noche de la madrugada hubiera estado muy peligrosa a cruzarse, Phichit finalmente logró hacer que Yuuri dijera algo de lo que realmente lo molestaba.
Habló de la marca de Victor, y su actual ausencia en su cuello.
Era un tema al que Yuuri había preferido no darle demasiadas vueltas, pero casi se sintió culpable por mantenerlo en secreto cuando la expresión de sorpresa de Phichit terminó de tomar forma.
Phichit lucía- casi tan herido como él se sentía.
—Entiendo...
Murmuró. Y, quizá no era una aseveración precisa; pues Phichit era un beta y no podía nunca otorgar o llevar una marca, pero Yuuri creía que si había alguien que fuera a entender el peso completo de aquella implicación, tenía que ser Phichit.
Un silencio contemplativo los rodeó, y Yuuri agradeció la calma. Antes de que fuera rota por el sonido de su teléfono.
El tiempo pareció detenerse entre ambos. Phichit parpadeó, y Yuuri también lo hizo.
— ¿Vas a revisar quién es?
Preguntó Phichit. Aunque Yuuri creía ya saber la respuesta.
Con cuidado, tomó el aparato y, sin poder evitarlo, susurró el nombre en voz alta.
—Victor...
'Yo también te extraño'
Era su única respuesta. Una pista que Yuuri no sabía dónde los dejaba.
En una línea que ninguno había definido aún, separándolos entre viejos amantes y un futuro incierto. Línea que se hacía más borrosa mientras más tiempo pasara.
Yuuri tenía que hacer algo.
— ¿Y?
Y tenía que hacerlo pronto.
—Dice que también me extraña...
Las señales eran algo importante en la cultura de Yuuri. Y, si aquello no era una clase de buen augurio, Yuuri igualmente quería tomarlo como uno.
Phichit sonrió.
—Y—volvió a iniciar—¿Qué piensas hacer al respecto, Yuuri?
El tono de Phichit era suave y amigable, invitándolo a hablar.
Yuuri observó la respuesta de Victor. Deseando se capaz de acariciar las palabras.
Cuando fuera un niño, había escuchado un centenar de historias sobre la unión de alfas y omegas. Además del hilo rojo que hubiera estado atado en sus dedos desde el día de la creación, también existía aquella conexión espiritual que les permitía sentir lo que el otro sentía.
Compartían, alimentando su lazo de emociones y sentimientos.
Cuando Yuuri hubiera sido un cachorro, aquello había sonado algo aterrador, pues parecía que perdiera esa pequeña necesidad suya de privacidad que encontraba más que necesaria.
Pero hubiera sido más fácil, si aquello fuera cierto.
Quizá.
Porque habría podido saber qué era lo que Victor quería, aún si temía a la intensidad de la honestidad de los sentimientos que Victor podría transmitirle por ese hipotético e inexistente lazo.
Porque habría podido saber qué estaba mal, desde un inicio.
Y quizá, incluso habría podido saber qué pasaba por la cabeza de Victor durante los últimos días de vida de su enlace.
Pero como la vida no era un libro de fantasía, no podía seguir pensando en posibilidades.
Sólo le quedaba entregarse de lleno, sin saber a qué podría enfrentarse.
—Es Victor...—dijo Yuuri, pronunciando el nombre con infinito cariño—Es la persona que más quiero en el mundo—Y era verdad. Lo era, lo es, y probablemente lo sería. Sus sentimientos por Victor pedían sobrevivir, peleando y abriéndose camino por sobre todo lo demás—Haría lo que fuera para que fuese feliz...— Dejando de lado la tozudez de Yuuri, enterrando sus inseguridades y eliminando sus dudas—Y voy a hacer que regrese a mi lado.
Porque Yuuri creía firmemente que, felicidad, era algo que ambos podían hallar y compartir el uno con el otro.
Pues mientras Victor no le cerrara la puerta de la oportunidad, Yuuri aún se podía esforzar.
Era un poco aterrador, abandonar ese terreno neutro que parecía haberse construido alrededor de sus llamadas, en esa pequeña isla de tranquilidad donde sólo existían ellos y sus voces. Pero Yuuri sabía que no podían quedarse allí para siempre, o terminarían despareciendo, como lo hacen las ilusiones.
—Wow, Yuuri Katsuki. ¿Acaso este eres tú, siendo romántico?
Preguntó Phichit, con una sonrisa de lado.
—No.
Respondió Yuuri, reconociendo el miedo al rechazo y lo aterrador de la incertidumbre, pero intentando de todas maneras.
—Soy yo siendo valiente.
Por ambos. Al fin.
❆ ❆ ❆
❆ Notas finales:
Sé que anoche dije que estaba algo-así-como atascada con este capítulo. No sé qué pasó hoy, pero logré terminarlo.
¿Saben? Escribir la primera escena fue lo más difícil que he hecho esta semana. Creo que tardé tres horas enteras. Pero, de cualquier manera, tengo que agradecer a mi adorada Fran: arisadesu, que me ayuda a tomar decisiones para este pequeño pedazo de historias.
La amo, y a ustedes también ♥
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