Mi amigo
❆ Notas iniciales: Como dije antes, este pequeño capítulo es paralelo al anterior. Un poco necesario para dejar el terreno un poco más definido para los otros participantes de la historia. Y, para mostrar un poco más de cómo son las dinámicas de las diferentes castas.
Algo un poco corto, pues mi semana de parciales es esta y la que viene.
❆ ❆ ❆
Cuando Yuri era un cachorro, nunca tuvo muchos amigos. Cuando su madre aún vivía parecía que no había mucha gente que estuviera dispuesta a pasar tiempo con ella, mucho menos dejar que sus hijos jugaran con Yuri. Cuando ella falleció, y sólo le quedó su abuelo, aquello tampoco era una opción. Las pocas personas que solían visitar a Nikolai pintaban canas ya.
En la escuela, tampoco había corrido con una suerte diferente, mucho más concentrado en sus tiempos de práctica y en lo mucho que deseaba terminar las horas en un pupitre para poder volver al hielo.
Haciendo un recuento de su infancia, Yuri nunca había tenido amigos. Pero tampoco era como si los quisiera, sólo que a veces, solía que pensar que podría ser divertido. Quizá.
Las ocasiones donde podía pasar más tiempo rodeado de niños de su edad era durante los campamentos de entrenamiento. Aunque allí lo más cercano a una distracción era el escuchar a grupos de niños hablar mientras hacía sus estiramientos después de la práctica. No tenía mucho tiempo para otras cosas.
Su primer campamento de entrenamiento lejos de casa fue uno dirigido por Yakov, la división entre juniors y seniors era mucho más clara en semejantes lugares, llenos de personal y cachorros de diferentes nacionalidades. Las filas en la barra de ballet eran larguísimas, con sendos cuerpos intentando moverse al son de las instrucciones del maestro.
Unos mucho más duchos con el arte del baile que otros.
Uno podía haber creído que, en semejante conglomeración, Yuri quizá hubiera logrado encontrar alguien con quien conectar, pero la verdad era que no.
Tampoco era algo tan malo. El trabajo era casi titánico durante el día, y Yuri prefería usar sus horas libres para descansar sus adoloridos músculos. O, quizá, intentar llamar a su abuelo.
Él siempre tenía un tono amigable y cariñoso, siempre dispuesto a preguntarle cómo había estado su día. Yuri amaba que su abuelo lo viera en la pista, pero los kilómetros de distancia desde Moscú hasta San Petersburgo no iban a poder permitir eso.
Yuri siempre frunciría la nariz de manera casi cómica, agradeciendo que su abuelo no pudiera ver su expresión del otro lado de la línea, antes de soltar una respuesta genérica o, un mucho más común, 'nada'.
Y, alguna que otra vez, su abuelo le confesaría con una voz que no dejaba asilo para la tristeza, que lo extrañaba. Quizá era su manera de darle campo abierto a Yuri, pues él nunca lo habría admitido primero de otra manera.
'Y yo a ti, abuelo'
Yuri extrañaba la pequeña rutina que tenía en su hogar, extrañaba ver a su abuelo en las bancas y extrañaba clavar un salto en el ángulo correcto para poder ver con facilidad la sonrisa del hombre cada vez que lo hacía.
Yuri extrañaba muchas cosas. Pero, aprendió, que era mucho más difícil extrañar algo cuando uno se mataba trabajando.
Cuando su carrera como junior comenzó a llamar la atención de los ojos del mundo, todo dio un giro para mejor. Cierto era que tenía que viajar más, pero siempre se mantenía en contacto con su abuelo. Su cuerpo que había sido sometido a un inclemente entrenamiento espartano antes, parecía considerar los entrenamientos diarios de rutina bastante más sobre llevables que en un principio; comenzando a encontrarlos algo tediosos y molestos. Prefiriendo dedicar un poco de ese tiempo a relajarse.
Practicar ahora parecía más una formalidad, pues su talento natural comenzaba a salir a flote a raudales, y era algo imposible de negar. Yuri se hizo de un gran nombre entre las líneas de los juniors rápidamente, muchos incluso afirmando que no tenía ya ningún rival allí.
Aquello se convirtió en una especie de línea invisible que delimitaba su casi nula pertenencia al grupo. Aún si había un par de personas que hablaban con él, Yuri nunca sintió particularmente que fuera parte del grupo. No como lo eran los demás muchachos o muchachas. Pues, aún si Yuri parecía no saber exactamente cómo explicarlo, el grupo de juniors siempre había parecido estar estructurado de una manera casi muda. Donde todo el mundo sabía exactamente cómo debía comportarse y hacia dónde debía ir.
Yuri entendía el concepto de una manada de trabajo. Los equipos de atletas profesionales eran un claro ejemplo. Suponía que los patinadores senior que estaban estrictamente bajo el cuidado único de Yakov también se comportarían así.
Empero, eso no significaba que le gustara.
Un intento de manada con un montón de cachorros sin presentarse no era exactamente lo que Yuri tenía en mente cuando pensaba en una.
Su pequeño grupo etario pasó por la misma dinámica durante mucho tiempo. Hasta que, cuando Yuri tenía doce años, ocurrió. Uno de los muchachitos más populares del lugar faltó a una de las prácticas, retornando a su ciclo normal de entrenamiento dos días después. Yakov normalmente era un dolor de cabeza con esas cosas, lanzando miradas cortantes y sermones larguísimos a cualquiera que osara tan siquiera llegar tarde. Empero, aquella oportunidad pareció dejarlo pasar por alto. Actuando como si aquello fuera lo más normal del mundo. Yuri no había entendido aquel comportamiento. Al menos no hasta que el susodicho hubiera pasado deslizándose cerca de él y su nariz, aún con el olfato desarrollándose, lo hubiera captado.
Ese aroma tan dulce del cual le habían hecho leer en las clases de salud de la escuela.
Yuri no había olfateado a un omega así de cerca en muchísimo tiempo. Sus maestros en la escuela solían ser alfa o betas, y su abuelo también era un alfa. Lo más cercano que había estado a una, había sido en los brazos de su madre, y aquello había pasado hacía tanto que Yuri creía que había olvidado el aroma.
No pudo evitar llevar el dorso de su mano hasta sus fosas nasales, frotando con un poco más de fuerza de la necesaria. El olor dulzón le provocaba un cómico cosquilleo en la parte baja del estómago, haciendo que deseara llevar tapones de lo alienígena que parecía sentirse la nueva esencia en el mar casi hetero de cachorros sin una. No era particularmente desagradable, pero tampoco era que Yuri estuviera particularmente a gusto con el cambio.
La segunda vez que ocurrió, fue sólo un par de semanas después. Era una muchachita que no era entrenada directamente por Yakov, ya que era una bailarina de hielo y no una patinadora. Ella no les dio ninguna clase de advertencia ausentándose o algo por el estilo. Yuri no llevaba particular interés en personas que no compartieran su disciplina, pero el grupo de bailarines siempre estaba completo hasta ese día. Pero, a diferencia del primer muchacho, ella no llegó al rink con un nuevo aroma envolvente y casi empalagoso. Ella olía mucho más fuerte. No era desagradable, para nada. Yuri encontró que era mucho menos chocante que el olor de un omega.
Quizá se debía a que él sí estaba acostumbrado a estar rodeado de alfas.
No hubiera sido un evento particularmente saltante, de no ser porque en medio de la práctica, un pequeño gritito llenó el lugar. Lo suficientemente agudo como para sobresaltar por el cortar de las cuchillas. Era la nueva niña alfa, quien se había detenido en su lugar y tenía ambas manos cubriendo sus labios, mientras el resto de personas allí le miraban entre sorprendidos y algo asustados. Su entrenadora la llamó con presteza desde un lado del cercado, la niña aún con un semblante confundido había patinado hasta allí sin cambiar la posición de sus manos. La mujer le había susurrado un par de cosas al oído, y tras facilitarle los protectores para los patines la niña había desaparecido corriendo en dirección al baño, sólo para regresar varios minutos después luciendo más tranquila, aunque con un ligero color rosado en las mejillas, que sólo era notorio por lo claro de su piel.
Había entrado al hielo nuevamente, al tiempo que parecía intentar masticar el aire, haciendo movimientos cómicos con su boca. Yuri fue capaz de escuchar a Mila, una patinadora de la división femenina que pasaba por su último año como junior, reír con un poco de gracia y decir que ella recordaba bien esa sensación.
Y, siguiendo ese patrón, su pequeño grupo que siempre había sido una mezcla de olores suaves, como una muestra del mundo atenuado, se había convertido en una convergencia de esencias marcadas. Alfas, betas, omegas. Esencias de adultos.
Ese año demostró ser uno de cambios gigantescos en la vida de Yuri. Sus compañeros ya no eran solo cachorros, él había obtenido medallas de oro en sus tres clasificatorias y en el Grand Prix Junior. Y, al finalizar la temporada, se había presentado como un alfa.
Ocurrió de noche. Él había regresado a Moscú con su abuelo, listo para darse un par de semanas de merecido descanso donde las horas nocturnas eran dedicadas únicamente al sueño. Si bien su horario durante la temporada le exigía programar sus horas de descanso con precisión, cuando estaba de vacaciones, solía ocupar parte de estas simplemente para vaguear y revisar sus redes sociales hasta que el sueño se lo llevara. O jugar con su gata, o pensar en qué clase de nueva ropa podría comprar ahora que su cuerpo había crecido un poco más.
Pero aquel día no había encontrado energía para hacer ninguna de esas actividades. Desde la mañana había sentido una constante molestia que lo había acompañado durante todo el transcurso del día. Haciendo que se frustrara con mucha más facilidad, al mismo tiempo que su cuerpo le pedía algo de descanso porque había decidido despertar con el sentimiento de haber corrido una maratón. Lo cual sólo había empeorado entrada la noche, pues había sentido que su rostro comenzaba a calentarse, como si una fiebre intentara traerlo abajo.
Yuri odiaba los resfriados. Así que había decidido acostarse y dejar que una buena noche de descanso aplacara lo que sea que aquel virus estuviera intentando hacer con su cuerpo. Pero el ardor no había hecho más que aumentar, y Yuri se encontró a sí mismo girando de un lado a otro en su cama, intentando encontrar confort- hasta que ocurrió. La quemazón desapareció, para que su boca comenzara a llenarse de un sabor nuevo. Amargo y penetrante. Haciendo que esta se llenara tan rápido que la sorpresa lo llevó a sentarse de golpe y correr al baño, queriendo escupir lo que sea que estuviera allí.
Era saliva.
Mucha saliva.
Su pequeña desesperación inicial desapareció rápidamente, pues en su nueva posición inclinado hacia el interior del lavabo esta podía caer libremente. Sabía extraño, pero no dolía ni lo ahogaba.
Cuando sintió que su boca había regresado a la normalidad, abrió la pila y dejó que al agua corriera libre, llevándose los restos de la pegajosa sustancia. Tomó un poco en su mano y se la llevó hasta la boca, enjuagando los rezagos que hubieran podido quedar allí.
Cuando finalmente pudo cerrar la corriente de agua, Yuri elevó su mirada hasta el pequeño espejo que estaba empotrado sobre el lavabo. Sus ojos fijos en sus facciones.
Inhaló profundamente.
Ya no olía como un cachorro.
Yuri sabía sobre las presentaciones. Claro, todo el mundo pasaba por ellas en algún punto de su vida, algunos de maneras más dramáticas que otros dependiendo de su casta. Los omega tendrían fiebres altas, quemazón y comezón en el cuello -donde su glándula estaba-, algunos decían que también podían sufrir de dolores abdominales muy parecido a un cólico, antes de que sus olfatos parecieran abrirse haciendo que el todo oliera mil veces más fuerte. Un pequeño preludio que no tardaría en derivar en su primer celo. Los alfas compartían un par de esas pequeñas molestias, el calor molesto de lo que parecía bochorno, molestias musculares y una sensación de desesperación hasta que sus glándulas salivales extra comenzaran con la primera producción de saliva alfa de su vida. Ellos no tenían nada parecido a un celo, aunque las primeras semanas seguidas a la presentación solían traer consigo repentinas producciones de saliva involuntaria. Finalmente, los beta, simplemente experimentarían un cambio en su aroma y en su sentido del olfato, nada muy ostentoso ni molesto. Pero, aun así, todos eran puertas que abrían una nueva visión del mundo en el que vivían y cuál era su relación con este.
Yuri abrió y cerró su mandíbula. Una vez, y luego un par más; casi como si intentara tantear si más de aquella amarga sustancia saldría en algún momento.
Cuando estuvo seguro de que ya no ocurriría de nuevo, al menos no esa noche, llevó una de sus manos hasta su mentón, repasando el contorno de este con una sonrisa en los labios.
Yuri era un alfa. Uno como Victor, como Yakov, y como su abuelo.
Él no era tonto, sabía perfectamente que era lo que los medios y los fanáticos decían sobre él. Yuri Plisetski para ese punto de su vida ya había sido clasificado como un omega por más de uno.
Y, ser un alfa, le daba una satisfacción secreta que no sabía exactamente de dónde salía. Lo ponía un paso más cerca de muchas cosas que parecía perseguir en su vida, y era una risotada en la cara del mundo.
Era algo infantil e incluso tonto, ser feliz por algo que no se podía controlar como la casta. Pero, para Yuri, era casi como sentirse ganador de una competencia.
Cuando los médicos y profesionales encargados de medir los niveles de hormona de las personas intentaban explicar este sistema de números a sus pacientes, o cuando los maestros tocaban el tema en clase, siempre se referían a la estratificación de castas como una carrera hormonal. Y, aunque siempre se encargaban de mencionar que no había ganadores ni perdedores y era sólo un eufemismo; Yuri sentía que había ganado algo y lo quería celebrar.
Su emoción inicial no hizo otra cosa más que ser alimentada por lo feliz que había lucido su abuelo la mañana siguiente cuando hubiera captado el cambio en su aroma. Yuri siempre había querido a su abuelo, pues era su única familia. Para Yuri, Nikolai había sido su mundo durante mucho tiempo, y lo había demostrado intentando acapara su atención de todas las maneras posibles y haciendo todo lo que su mente creyera necesario para sacarle una sonrisa. Sin embargo, si bien antes todo lo que su cuerpo le pedía hacer era quedarse junto a su abuelo pues significaba seguridad, ahora había una pequeña voz interna que le exigía todo lo contrario. Yuri era quien debía de cuidar de su abuelo, y no sólo en el apartado económico. Dentro de su pechó, nació la imperiosa necesidad de saberlo seguro y fuera de peligro, con una vida estable y sin alteraciones. Al mismo tiempo que, si bien sus halagos y cumplidos siempre le hacían sonreír, ahora mismo era casi como si le estuvieran colocando una nueva medalla de oro en lo más alto de un metafórico pódium, mientras era aplaudido por la mejor audiencia del mundo.
Cuando la época de entrenamiento inició de nuevo y Yuri regresó al rink, fue recibido por unas felicitaciones muy sinceras de Mila, quien ahora estaba lista para hacer su debut en la categoría senior. Yakov, quien había estado supervisando su entrenamiento mucho más de cerca que la del resto de patinadores de su edad; dejándolos al cuidado de los demás instructores, trató de ocultar la sonrisa que se le dibujó, pero Yuri igualmente fue capaz de notarla. Finalmente decidió darle una palmadita en el hombro e indicarle que comenzara a entrenar.
Convertirse en alfa no le dio más amigos, pero sí hizo que se ganara más miradas. Entre en cada vez más reducido grupo, todos le dedicaron sendas miradas de sorpresa, y él estaba seguro de que vio más de un rostro sonrojado.
Yuri no le dio importancia alguna, pues su meta no había cambiado.
Él patinaría su camino hacia la victoria con todo lo que tenía. Y, ahora, ostentando su adquirida casta con orgullo.
Yuri no quería amigos. Y tampoco creía que los necesitara.
Empero, algo que Yuri aprendería luego era que; a la vida normalmente no le importa lo que queremos o lo que creemos necesitar.
Yuri no sabía que quería a un Otabek Altin en su vida. Tampoco estaba realmente seguro de si lo necesitaba.
Pero, mientras estaba sentado en la pequeña mesa de su departamento con una taza caliente de sbiten entre sus manos y escuchaba la plática calma y curiosa del muchacho sobre su vuelo, no podía hacer otra cosa más que agradecer que Otabek estuviera en ella.
❆ ❆ ❆
Su departamento era pequeño. Además, la habitación principal que él ocupaba, sólo contaba con una para visitas que ahora usaba su abuelo, ya que Yuri realmente no había estado esperando recibir visitas o algo por el estilo allí.
Y, aunque Otabek hubiera dicho que ya tenía un cuarto de hotel reservado para la semana que duraría su estancia en Rusia, y que el lugar no estaba muy lejos aún si hacía el camino a pie; Nikolai insistió en que no podía irse tan tarde.
Yuri lo sopesó un momento, concordando con su abuelo.
—No quiero ser una molestia—admitió Otabek, mientras intercambiaba su mirada entre él y su abuelo y el sofá.
Yuri no necesitaba ser un psíquico para saber exactamente qué estaba pensando. Frunció el ceño.
—Y no vas a dormir allí— declaró tajantemente mientras señalaba el mueble acusadoramente.
El sofá era cómodo, claro que sí. Pero haría un patético intento de cama, haciendo que Otabek terminara con dolor de espalda en la mañana.
—Podemos compartir cama—propuso finalmente, encontrando la mirada confundida de Otabek la mar de graciosa. Sus ojos ligeramente más abiertos de lo normal parpadeando como un ciervo enfrentado a las luces de un auto— Es algo grande—explicó simplemente, elevándose de hombros—Nos podemos acomodar.
Reparar en el semblante dubitativo de Otabek era algo digno de recordarse, Yuri no recordaba haber visto algo así antes en las facciones de su amigo. Tras un par de minutos en lo que pareció ser la derivativa mental más grande de Otabek, el mentado terminó aceptando. Nikola simplemente se despidió de ellos dejándoles un par de palmaditas en el hombro y deseándoles una buena noche de descanso.
Otabek no había ido hasta allí esperando quedarse, así que Yuri había tenido que prestarle un par de pantalones cortos y una vieja camiseta que estaba algo anchada y decolorada por el tiempo para que hiciera el trabajo de un poco convencional pijama.
Yuri sabía que los alfa normalmente no gustaban de tener el aroma de otro de su clase esparcido sobre ellos. En condiciones normales, de las tres castas, ellos tendían a ser los más territoriales después de todo. Él mismo odiaba tener que usar prendas de alguien más por la esencia que estas traían. Empero, Otabek no lucía para nada fastidiado por el aroma de Yuri estando sobre su persona.
Mientras ambos se acomodaban en el colchón y Yuri los cubría con las mantas, se permitió pensar que a Otabek quizá le gustaba como olía. Así que estaba bien que Yuri encontrara la pequeña mezcla de sus esencias, en el reducido espacio que compartían, reconfortante.
Eso habría sido agradable.
Porque aún con su fuerte aroma como el almizcle, tan diferente al dulce y envolvente de los omegas, Yuri encontraba que Otabek era lo mejor que hubiera tenido para olfatear en mucho tiempo.
❆ ❆ ❆
Cuando Otabek tuvo que partir en la mañana, Yuri se encontró observando el camino que hubiera tomado por un largo rato, aun cuando su figura se hubiera perdido en la distancia.
Habían prometido pasar tiempo juntos todos los días que durara la visita de Otabek. Yuri se había emocionado ante la perspectiva, aunque no había podido evitar preguntarle si de verdad estaba seguro de que eso era lo que quería. Para Yuri, en ese momento, no había nada mejor en el mundo que pasar tiempo junto a su abuelo y a Otabek. Empero, al mismo tiempo, Yuri sabía que su apartamento distaba abismalmente de un lugar donde uno quisiera estar todo el tiempo. Especialmente si se encontraba en una ciudad nueva.
Le hubiera gustado poder enseñarle diferentes puntos en San Petersburgo, lugares que normalmente ninguno de ellos se daría tiempo de visitar en los pequeños espacios de tiempo libre que les daban las competencias que se dieran allí. Pero Yuri, realmente no se encontraba con ánimos de pasearse por el lugar.
—Claro.
Había dicho Otabek.
—Después de todo, vine hasta aquí por ti, Yura. Claro que querré pasar tiempo contigo.
Con una expresión tan calma y segura que había hecho que Yuri tosiera por lo sorpresivo de su declaración. Otabek, con esa falta de expresiones que tanto le caracterizaba, era capaz de soltar las declaraciones más vergonzosas cuando le daba la gana.
Su abuelo sólo había lanzado una risa ahogada al aire, al mismo tiempo que Yuri le hubiera dedicado una mirada exagerada que bien podría traducirse a ¡traición!
Nikolai podía ser todo un personaje cuando le daba la gana.
Cuando Yuri decidió que ya había pasado demasiado tiempo mirando la carretera vacía, lanzó un quedo suspiro al aire. Cerró la puerta y se encaminó hasta su habitación, dispuesto a ordenar un poco. Tomó la camiseta que Otabek hubiera dejado cuidadosamente doblada sobre las cobijas con cuidado, dejando que la tela corriera por sus dedos y sintiendo el material desgastado de la misma como si fuera la primera vez que la tocara. Llevó la prenda hasta su nariz un momento y, casi con timidez, dio una pequeña olisqueada.
Solo para reírse al momento siguiente de lo tonto que era. Y, preguntándose, en qué clase de universo un alfa podía hacer eso con el aroma de otro alfa.
❆ ❆ ❆
Otabek no había tenido muchas oportunidades de tener lo que uno llamaría vacaciones o algo parecido antes. Claro que había visitado muchos países y había tenido su justa cantidad de paseos por los puntos más famosos en grandes ciudades.
Empero, nunca había sentido la libertad que uno normalmente experimentaba cuando se iba a algún lugar específicamente a disfrutar.
Otabek había ido hasta allí para servir de punto de apoyo para Yuri, dispuesto a soportar cualquier cosa que Yuri quisiera dejar caer sobre él, pero se encontró divirtiéndose, quizá, un poco más de la cuenta.
Cierto era que no había monumentos antiguos o bonitos paisajes llenando sus días. Tampoco caminatas o tan siquiera un cambio de escenario. Sólo era la casa de Yuri, su abuelo y su gata. Acompañando a ambos en la cocina tratando de aprender la particular receta que el abuelo de Yuri parecía haber inventado haciendo una fusión de cocina rusa y japonesa y probando lo que sea que Yuri decidiera cocinar ese día, para luego pasar las tardes perezosamente en el sofá viendo algún programa de entretenimiento que ninguno de ellos se hubiera dado tiempo para revisar antes y rondando los ojos antes las bromas estúpidas que no entendían.
Otabek nunca se había dado tiempo para crear recuerdos así de maravillosos antes. No podía evitar agradecer haber tomado la iniciativa en esa oportunidad.
❆ ❆ ❆
Corría el quinto día de la visita de Otabek cuando Yuri creyó que sería buena idea dejar de lado sus propias ideas y reticencia e invitar al muchacho a pasar un poco de tiempo fuera. Yakov le había dado esas dos semanas para que descansara y relajara su mente, Yuri había pensado seriamente en permanecer encerrado en su hogar durante todo ese tiempo y no dejarlo a menos que fuera absolutamente necesario.
Pero con Otabek allí, sus deseos habían cambiado un poco.
Además, su abuelo parecía también creer que aquella era una buena idea.
Tampoco era como si fueran a aventurarse muy lejos. Pues, Yuri había esperado hasta ya caída la noche para sugerirlo. Tres cuadras al sur de su departamento, había un parque que Yuri había visitado más de una vez desde que se hubiera mudado allí. Ambos hicieron su camino hasta allí a pie, con abrigos y capuchas que tranquilamente podían ocultar sus rostros. Además, nadie allí estaría buscando a Yuri Plisetski o algo por el estilo. Creando un ambiente de privacidad que Yuri había extrañado en las semanas que su nombre hubiera decorado los titulares en todo programa deportivo que pecara de amarillista.
El aire era helado, y chocaba con su piel aún con las gigantescas capas del abrigo que llevaba. Pero todo aquello parecía quedar en segundo plano cuando estaba junto a Otabek.
Había un par de bancas con una casi nueva capa de pintura, de madera pulida y tornillos bien ajustados. Si bien no podían ver las estrellas gracias a la iluminación de St. Petersburgo, los árboles y las flores que habían plantado allí eran suficientes para crear un ambiente agradable. Yuri gustaba de usar el lugar para pensar, algo que había tenido que hacer mucho en ese tiempo.
La verdad era que, Yuri pensaba bastante, aunque el mundo pareciera no querer creerlo. Le gustaba pensar que tenía un plan para las cosas que él consideraba importantes: su carrera, su imagen, sus entrenamientos desde su debut como senior, entre otras cosas.
Aunque debía admitir, que siempre solía dejar el tema de sus sentimientos a un lado. Nunca les daba demasiada vuelta, prefiriendo ignorarlos y dejarlos empolvarse en algún lugar de su mente.
Empero, últimamente, sentimientos eran todo lo que había en su mente.
—Este es un lugar muy tranquilo—murmuró Otabek, dejando que su espalda se estirara contra el respaldar de la banca. Sus ojos estaban fijos en el cielo nocturno, aunque no hubiera una sola estrella a la vista.
—Sí—asintió Yuri, dejando que la imagen de Otabek se fijara en su visión periférica—No suelen haber muchas personas aquí, por eso me gusta.
Otabek tuvo la gracia de soltar algo muy parecido a una risa, antes de regresar su vista a él, haciendo que Yuri terminara de girar y lo viera directamente.
—Suena a que te gusta la soledad—Dijo, como si estuviera notando algo obvio.
Yuri elevó una ceja.
—¿Acaso es algo malo?
Ambos se quedaron en silencio un momento.
—No—concedió finalmente Otabek—A mí también me gusta estar sólo—dijo, dejando que su oración se mantuviera en el aire por unos segundos—a veces.
Si Yuri hubiera estado con otra persona, probablemente no se hubiera reído.
—Es gracioso que lo digas—Se acomodó un poco mejor en la banca, dejando que su brazo se apoyara completamente en el respaldo y subiendo ambas piernas al banco—Tú eres el que tenía la imagen de lobo solitario. Durante mucho tiempo creían que simplemente odiabas socializar con el resto de gente.
O, al menos, eso era lo que Victor no dejaba de puntuar cada vez que mencionaba la amistad de Yuri y Otabek.
—Bueno—empezó Otabek, moviendo sus piernas de tal manera que imitara la postura que Yuri había tomado—Realmente no era muy fanático de pasar tiempo con los otros patinadores.
— ¿Sí? —Preguntó Yuri, haciendo su cuerpo ligeramente hacia adelante e impostando la voz en un claro tono de falsa incredulidad— ¿Y ahora?
Otabek elevó un poco el rostro. El nuevo ángulo de la luz hacía que su sonrisa se sintiera más acentuada. No era una sonrisa amplia como la que Yuri normalmente dedicaba, era una apenas visible y bastante sutil. Empero, contrastaba tanto con el rictus normal del rostro de Otabek, que Yuri no podía evitar pensar que era su favorita.
—No hay otro lugar donde preferiría estar.
Yuri no pudo evitar soltar un bufido casi avergonzado ante la declaración, halando los costados de su capucha con ambas manos y ocultando su rostro, al mismo tiempo que dejaba escapar una risa sentida y larga. Yuri pudo jurar que escuchó una risa salir de Otabek también, mucho más queda y suave que la suya propia.
Ese sonido era magnífico.
—Basta—pidió de manera juguetona, golpeándole con el hombro, una vez hubiera regresado a la normalidad. Otabek le devolvió el gesto al tiempo que sacaba un par de auriculares de uno de los bolsillos de su abrigo, ofreciéndoselos con una mano.
—Es una nueva mezcla.
Explicó simplemente. Yuri le dedicó una mirada de circunstancia.
—No podía cruzar tantos kilómetros y dejarte sin oírla.
Yuri aceptó uno de los aparatos, acomodándolo en su oído y dejando que su cuerpo regresara a su posición original, para evitar estirar demasiado el cable.
Cuando la música comenzó a sonar, Yuri cerró sus ojos. Era casi imposible no tratar de imaginar una coreografía que acompañara todos los sonidos que comenzaban a envolverlo. Agachó la cabeza un poco, dejando que esta descansara sobre el hombro de Otabek. Disfrutando del calor extra que su contacto les daba.
❆ ❆ ❆
El sexto día de su visita en Rusia, Otabek recibió una llamada de Yakov.
Era un poco extraño. Él había hablado con el hombre antes de ir allí, porque lo había considerado necesario. Empero, no había esperado que lo llamara posteriormente a aquella charla. Con una ceja alzada en una clara expresión de contrariedad, Otabek decidió que tenía que contestar de cualquier manera.
Yakov era un hombre que parecía ser prudente y recatado, cuando no estaba perdiendo todo el aire que tuviera en los pulmones gritando el nombre de Yura o el de Victor. O, al menos, esa era la impresión que Otabek había creado de las pocas charlas que hubieran mantenido. Aquello no sería la excepción.
Su saludo había sido cordial y, aunque le hubiera preguntado cómo estaba pasando su estancia en Rusia, no había perdido mucho tiempo en llegar a su verdadero tema de interés: Yuri.
Otabek no podía evitar sentir tranquilidad invadiendo su pecho cada vez que reafirmaba que había muchas personas que se preocupaban por Yuri. Su resumen de la semana fue escueto en el mejor de los casos, resaltando únicamente cómo era que Yuri lucía mucho más tranquilo que tras la finalización del torneo mundial. Ambos habían creído que sería mejor mantenerse alejados de cualquier cosa relacionada con el patinaje de momento. Y, si bien ambos se habían conocido gracias al deporte, había muchas otras cosas en las que se podían concentrar más allá de este. Ya no era sólo su batalla en el hielo lo que los unía, sino los intrincados lazos de lo que muchos llamaban amistad.
'Me alegro de escuchar eso'
Había confesado Yakov.
'Yura tenía muchas cosas en las que pensar'
Otabek estaba de acuerdo.
Y, había un tema en particular, que él creía que debía tocar. No sólo por Yuri, sino también por él.
❆ ❆ ❆
El día que Otabek tomaría un avión para regresar a Kazajistán, Yuri lo esperó con una pequeña merienda en su casa. Otabek tenía que empacar todo lo que había traído en su única maleta e ir a su casa a pasar el tiempo que les quedara, antes de tomar un taxi que lo llevaría al aeropuerto.
Su abuelo había dejado el apartamento diciendo que quería darles tiempo a solas antes de que su amigo se fuera, aunque cuando lo hubiera dicho sus ojos hubieran brillado con picardía y algo que Yuri no terminaba de entender. Como si hubiera querido decirle algo, pero se hubiera arrepentido al final.
Cuando Otabek llegó finalmente, el ambiente cargaba con un aura expectante. Claro, era su último día allí, y Yuri sabía que él tenía muchas cosas que decirle. Había dejado que sus primeros días allí pasaran con calma y sin exabruptos, casi fundiéndose con la ilusión doméstica que les daba compartir un ambiente tan pequeño.
Pero Yuri no iba a escapar de las cosas. Las iba a enfrentar, como enfrentaba todo. Sólo que ahora, había tenido tiempo suficiente como para replantearse muchas cosas.
Era increíble cómo todo parecía tener una nueva perspectiva cuando uno se detenía a ver con detenimiento por dónde había ido y a dónde se suponía que quería ir.
—Yuri—habló Otabek. Ambos estaban sentados en la mesa de la cocina, sus tazas vacías a un lado y nada entre ellos. Aquí estaba. Ese era el momento.
Él asintió, sólo para que Otabek supiera que sí, que estaba dispuesto a tener esa conversación.
Aquello pareció ser suficiente para dar el impulso que Otabek necesitaba, si es que necesitaba alguna en primer lugar.
—No voy a preguntar qué fue lo que ocurrió con Victor. No siento que sea algo que debas hablar conmigo.
Ciertamente. Eso era algo que tenía que hablar con Victor.
—Pero—Continuó entonces Otabek—Hay algo que nunca me respondiste—Otabek clavó sus ojos contra los suyos, estaban vacíos de cualquier clase de prejuicio o juzgamiento que alguien hubiera podido imaginar—Hasetsu y Yuuri Katsuki.
Otabek siempre llamaba a Yuuri: el otro Yuri. Como una manera algo infantil de darle gusto a Yuri, pero ahora que usaba su nombre real, era casi como si hubiera roto una regla no dicha entre ellos. Se sentía un poco extraño, pero Yuri asintió de igual manera.
—Sí...
Dijo con un hilo de voz.
Yuri sabía que Otabek no quería detalles, o ni siquiera una confirmación sobre si él y Yuuri habían tenido algo o planeaban tenerlo en un futuro. O todas las cosas que hubieran estado estallando en los medios y siguieran dando vueltas por allí, aun cuando ellos no hubieran sido vueltos a ver juntos desde su vista a Hasetsu.
Otabek quería saber qué era lo que él sentía. Lo había visto acompañarlo durante toda la travesía de su montaña rusa sentimental. Había estado allí, siempre presente, mientras Yuri despotricaba todo lo que su corazón y mente guardaran. Ocultando algo muy profundo en lo oscuro de sus ojos. Algo que un alfa normalmente no debería dedicarle a otro alfa. Algo que Yuri a veces quería dedicarle a Otabek también.
—Yuuri Katsuki es estresante—admitió. Y era tan fácil decirlo porque era verdad—No podía creer que sus programas me hubieran encantado tanto como lo hicieron la primera vez que los vi. No sé qué esperaba encontrar cuando lo conocí finalmente—Aunque aquello no hubiera sido lo que todo el mundo llamara una presentación muy ortodoxa. Pero era verdad. No sabía. Su mente sólo había pensado que quería presenciar una presentación perfecta interpretada por ese sujeto. No tenía idea de qué clase de persona estaría detrás de semejante secuencia de pasos. Empero, demonios, Yuri había apostado que sería alguien un tanto genial—Pero créeme cuando te dijo que definitivamente no era a un sujeto llorando en un cubículo del baño.
Otabek le sonrió con un poco de gracia.
—Un gran mata pasiones, ¿no crees? Creí que después de eso, él podría estar completamente fuera de mi mente. Pero luego el mundo tenía que decidir que mi vida no era suficientemente ridícula, y agregaron a Victor a la ecuación—Aunque el sujeto probablemente había estado presente allí mucho antes de lo que Yuri creía—Y... supongo que conocí lo que no estaba esperando. Yuuri Katsuki es muchas cosas, y creo que lo poco que logré ver de él durante nuestra competencia, fue suficiente para superar las expectativas que creía no tener en un inicio.
>Era agradable patinar con él. Siempre hizo que quisiera esforzarme el tripe. Porque ¿sabes? —le confesó, mirándolo con las cejas ajustadas en una expresión que no terminaba de ser cómica—Todo el mundo apuntaba a Victor como el candidato a derrotar. Pero, de alguna manera, yo siempre le apunté a Yuuri.
Admitió Yuuri, dejando escapar una bocanada de aire.
—Es patético, sabes- cómo caímos en esta tonta dinámica. ¿Una familia? Qué clase de fantasía infantil es esa. Cómo podía aguantar tonterías así cuando mi cuerpo y todo alrededor me recordaban que estaba convirtiéndome en un adulto—Y no, Yuri no se refería a algo simbólico como la presentación. Era un proceso mucho más complejo, uno que no estaba seguro de cuándo había empezado y tampoco estaba seguro de cuándo se suponía que debía detenerse. Porque Yuri no estaba seguro de cuándo uno realmente era un adulto donde de verdad contaba—Y antes de que me diera cuenta, mientras intentaba mantener mi propio equilibrio, todo lo demás se venía al suelo.
—Lo sé.
Dijo Otabek. Yuri asintió con parsimonia.
—No necesito contarte eso.
Otabek lo había vivido a su lado.
Yuri chasqueó la lengua, sentía que su explicación no iba a ningún lado.
—Siempre odié las estúpidas bromas de familia. Pero- siendo sincero, me gustaba un poco la idea de tenerlos a ambos allí. Yuuri era un dolor de espalda cuando quería, pero hacía que el rink se sintiera más... vivo. Y Victor—tomó aire—No odio al anciano. No lo odio—Aunque probablemente hubiera muchos que creyeran eso en ese momento—Claro que encuentro su actitud insoportable, pero.... Era bueno, verlo tan vivo nuevamente.
>Me recordaba un poco al estúpido Victor que me hizo una promesa que no tenía pensado cumplir.
>Y, cuando ninguno de ellos ya quedaba, creo que intenté tomar lo que fuera que pudiera rescatar del desastre y traerlo de vuelta a la superficie...
Pero eso no era todo.
—Y yo...siempre quise besar a Yuuri Katsuki.
Declaró, mirándolo directamente a los ojos.
O, al menos, eso había querido hacer desde que lo hubiera visto danzar en el hielo y hubiera sentido su particular aroma cuando dejaba todo lo que era en sus presentaciones.
—Y no me disculparé por haberlo hecho.
Porque él había sido un hombre libre en ese momento. Aunque Yuri hubiera querido que ese momento se hubiera quedado entre ambos, como se suponía que debía ser.
Yuri no iba a disculparse por algo que quería.
Aunque sí podía hacerlo por todo lo que había ocurrido después.
—Pero—se apresuró a agregar, antes de que Otabek llenara los espacios en blanco sin su permiso—También se otra cosa: No quiero volver a hacerlo.
Dijo finalmente. Y, las palabras lo dejaron con suma facilidad.
Era verdad.
Otabek lo miró sorprendido, parpadeando un par de veces.
Yuri dibujó una sonrisa nerviosa en su rostro.
—No luzcas tan sorprendido—Dijo, tratando de aplacar el calor de sus mejillas—Yuuri es.... Importante—Y había sido difícil admitirlo con palabras. Pero era verdad. Había sido parte importante de su vida, se llevaba parte de sus sentimientos y, le había ayudado a darse cuenta de otros tantos más.
Estiró su mano con cuidado, casi como si tentara el camino.
Porque las oportunidades sólo se presentaban una vez. Y, Yuri Plisetski siempre las tomaba.
—Pero ahora hay alguien mucho más importante que él—Y estaba completamente seguro.
Su mano llegó hasta donde la de Otabek descansaba. Su dedo índice estirándose lo suficiente como para enrollar el contrario de Otabek.
—Lo que siento por Yuri—O lo que sentía. Aquello que de alguna manera siempre estaría grabado en su memoria, como un recuerdo con agridulce tono—No es lo mismo que siento por ti.
Y presionó de manera delicada, casi tímida. Sólo incrementando la presión de su toque cuando sintió que Otabek le devolvía el gesto.
Otabek le sonreía, con algo que Yuri no sabía cómo describir. Pero, mezclado con amor desbordante que muchos dirían no debería estar dedicado a él. Pero no importaba.
Los alfa normalmente no debían amar a otros alfa, pero Yuri quería amar a Otabek.
❆ ❆ ❆
Yuri acompañó a Otabek al aeropuerto. Observando cómo el avión tomaba vuelo y se perdía en el cielo pintado de colores rojizos de la tarde.
Su abuelo fue a buscarlo, aunque Yuri le hubiera dicho que no era necesario. Estaba esperando por él una cuadra más alejada de la entrada principal, enfundado en su pesado abrigo.
—Ya se fue.
Dijo, recalcando lo obvio. Yuri hundió sus manos en los bolsillos de su propio abrigo.
—Sí.
Nikolai asintió un par de veces. Mirándole con los ojos brillantes. Como si supiera exactamente qué era lo que había pasado entre ellos.
Yuri sabía que su abuelo quería que se lo dijera. Y Yuri quería hacerlo. No porque fuera una obligación, sino porque Yuri realmente quería que su abuelo supiera más de todos los aspectos de su vida.
No había pasado por alto lo herido que de seguro se habría sentido por el accidene de las fotos.
—Abuelo—Dijo Yuri, mientras ambos caminaban por la avenida, buscando un taxi que los llevara a casa—tengo algo que decirte.
❆ ❆ ❆
Yuri la última semana con su abuelo en tranquilidad, relajado y tratando de ignorar todas las noticias que estuvieran relacionadas con Victor. Aunque estas terminaban golpeando su puerta de cualquiera manera.
Incluso después de que su periodo de descanso hubiera terminado y Yuri se hubiera visto forzado a iniciar su rutina atlética nuevamente.
Era... tranquilizador, el saber que Victor parecía estar bien.
La noche que Victor anunció su retiro definitivo del circuito profesional, Yuri supo que una etapa de la historia del deporte que tanto adoraba se había terminado. Pero no se sentía triste, ni parecía una tragedia, como sospechaba que todo el mundo lo vendería el día de mañana. Quizá mucho de eso se debía a la expresión con la cual Victor lo había anunciado al mundo. Se veía tan en paz consigo mismo, que Yuri no se hubiera atrevido a querer llevarle la contraria.
Esa noche su abuelo lo llamó, y, aunque no hubieran mencionado a Victor sí se pasaron largo tiempo hablando de cómo se sentía Yuri. Otabek también lo llamó, quedándose despiertos hasta la madrugada usando el facetime.
Nadie dijo nada en el rink. O, al menos, no se lo dijeron a él. La gente parecía haber aprendido a evitar dedicarle miradas indiscretas.
El lugar se sentiría vacío sin Victor. Casi como cuando él se encontraba compitiendo para enfrentarse a lo que tanto él como Yuuri estaban construyendo.
En su momento esa dupla había sido el origen de muchos de sus dolores de cabeza, pero ahora, Yuri debía admitir que eran un buen equipo.
Quizá fue por eso que Yuri no pudo evitar sonreír cuando notó, meses después, el tema que Yuuri Katsuki tenía para la temporada. No había tenido noticias de ninguno de los dos, manteniendo respetuosa distancia, pero esa clase de cosas eran casi imposibles de perder de vista.
El mañana, pensó Yuri, sonaba como tan buen lugar para empezar a construir lo que sea que fuera a ser de sus vidas como cualquier otro.
❆ ❆ ❆
❆ Notas finales: Desde el siguiente, la historia avanzará seguido, como lo estuvo haciendo en capítulos pasados.
Muchas gracias a todas las que siguen leyendo esto conmigo. ♥
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