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Victor destapó la botella de vino con un viejo sacacorchos que tenía guardado entre uno de los cajones de su alacena. Un buen vino como ese solía guardarse para situaciones especiales, y Victor podía contar con una mano las ocasiones que se podrían describir de esa manera.

En la actualidad, una velada con amigos; era una de ellas.

Con Georgi y Mila sabía que el nombre o año de las cosechas no importaba, o si en lugar de alcohol de calidad tomaban un coctel de licores con etiquetas que parecían dibujadas con marcador. Empero, Victor siempre había sido ligeramente elitista cuando se trataba del alcohol, y eso parecía ser algo que no cambiaría pronto.

Sirvió tres copas, con la cantidad justa, y después elevó la suya, como si hiciera un brindis.

— ¿Acaso estamos celebrando algo? —Cuestionó Mila, sonriendo entretenida e imitando su ademán. Georgi hizo lo mismo, sonriendo también y dando un trago después.

— ¿Pasar tiempo con ustedes no parece motivo suficiente para celebrar? —dijo, antes de llevarse su propia copa a los labios, deleitándose con el sabor del vino—Para mí sí.

Deleitarse y encontrar gusto en cosas pequeñas parecía mucho más fácil en esa clase de situaciones, en la calidez de su hogar y rodeado de gente. De amigos.

—Suena bastante bien para mí también.

Repuso Georgi, antes de que la charla se encaminaría, como siempre, a terrenos más personales. Hablar de patinaje o cualquier cosa relacionada a este había parecido un tabú insorteable hacía varios meses, Victor no había perdido de vista esa clara sombra de incomodidad y aprehensión que las menciones de este les causaban. Ellos habían estado siendo amables, por lo que Victor podía entender, tratando de alejar cualquier clase de detonante verbal que pudiera ponerlo triste o melancólico.

Quizá había sido lo mejor, en su momento.

Sin embargo, ahora, Victor agradecía que la prohibición no dicha hubiera sido levantada. Victor amaba el patinaje, y siempre estaría feliz de hablar de este.

—Fue una buena temporada—Georgi lucía tranquilo, de una manera que era algo extraño de esperar en un alfa tan expresivo como él—Trataré de hacer lo mejor que pueda en mi último campeonato europeo.

Aquello logró que Victor detuviera la tercera copa que pensaba beber esa noche, parpadeando varias veces y mirando incrédulo al otro hombre.

Mila estaba en muy similares condiciones.

— ¿Qué? —Cuestionó entonces, sonando entre divertido y nervioso—¿Acaso olvidé mencionarlo?

— ¡Sí! —Mila no gritaba, nunca lo hacía. Pero su simple tono y porte cuando estaba enojada bien podía ser más aterrador que un grito—Es esa tontería de que cuando pasas mucho tiempo con alguien se te pegan sus hábitos, ¿es eso? —Su rostro era un poema, uno que parecía variar entre la diversión y el escepticismo—¿Por qué se te tenía que pegar la mala memoria de Victor?

—Hey...

Aunque no tuviera mucho con qué defenderse en ese apartado.

—Tenía muchas cosas en mente, creo—dijo, intentando excusarse—Pero era algo que estuve pensando durante mucho tiempo, mi carrera quizá nunca fue tan brillante como las suyas—Victor estaba seguro que una frase así, dicha por cualquier otra persona tendría alguna clase de tinte de rencor o envidia en ella, pero Georgi lucía tan sereno y en paz que ni un solo rastro de la misma podía vislumbrarse—, pero creo que esta ha sido una de mis mejores temporadas. Es un buen final para una buena carrera.

—Vaya...

Victor no sabía que su propia voz pudiera sonar así de suave e incrédula, aunque no estaba triste. No podía estarlo, no cuando Georgi lucía así de bien servido.

—¿Acaso te dejé sin palabras, Victor?

Mila giró el rostro ante la afirmación, observando con nueva gracia la expresión de Victor.

— ¡Pero claro! —se cruzó de brazos, sintiéndose ligeramente avergonzado por un motivo que no terminaba de comprender— Es sólo que me tomaste por sorpresa...

Georgi sonrió más ampliamente.

—Entonces no me imagino cómo te pondrás cuando te diga que Sophia y yo estamos pensando seriamente en mudarnos juntos.

Y si Mila no gritaba cuando estaba enfadada, sí que lo hacía cuando se emocionaba.

— ¡Dios mío, Gosha! ¡Eso es maravilloso!

Un poco del contenido de la copa de Mila terminó manchando el suelo, pero Victor podría encargarse de eso después, ya que en ese momento estaba demasiado ocupado abrazando a Georgi.

Los hombres y mujeres rusos no solían ser expresivos, no de esa manera, o al menos esa era la imagen que siempre parecía primar entre compatriotas, pero Victor había desafiado estereotipos más de una vez, especialmente cuando se trataba de expresar sus sentires.

—Gracias, gracias.

Georgi lucía ligeramente avergonzado, aunque la sonrisa no se hubiera borrado de su rostro en lo absoluto.

Victor se acomodó nuevamente en su lugar, listo para tomar lo que quedara de su copa con renovado entusiasmo, hasta que Mila decidió tomar la palabra.

—Tú y Sophia están yendo en serio, ¿no? —La sonrisa en sus labios era sincera. Pero Victor podía notar algo más en ella, un tinte nostálgico que él podía reconocer perfectamente.

—Sí.

Respondió Georgi, y Victor dio un trago lento.

Mila se mordió los labios.

—¿Sabían que Sara quiere que conozca a su familia?

Victor parpadeó un momento.

—Pero tú ya conoces a Michele.

Y no es que Victor tuviera algo en contra de Michele Crispino, pero estaba seguro que para otras personas conocer al omega y pasar por el test de aprobación que seguramente tenía para cualquier individuo que intentara pretender a Sara debía ser una tarea casi titánica.

Mila ya conocía a Michele, y ella seguía saliendo con Sara, así que no vería qué más quedaba por hacer.

Georgi casi se atragantó con su vino ante la respuesta mientras que Mila no se molestó si quiera en ocultar su risa.

—Vitya... no, me refería a sus padres—se limpió una pequeña lágrima que estaba intentando escapar por su ojo derecho—Y a sus abuelas también.

Bueno, no podían culpara a Victor por no saber aquello.

—No tengo problemas con sus padres, Sara me ha contado mucho de ellos y ella también les ha hablado de mí, son buenas personas—Suspiró—pero sus abuelas...

Victor y Georgi escucharon con atención las palabras de Mila, que venían acompañadas entre anécdotas con actuaciones que dejaban notar que Mila ya tenía un poco de alcohol en las venas y más suspiros de los que Victor pudiera contar.

Por lo que había entendido, Alessia y Aryana Crispino eran la cabeza de la casa Crispino allá en Italia. Una familia increíblemente numerosa pues del matrimonio de ambas; Alessia había dado a luz a ocho niñas, de entre ellas una omega, tres alfas y cuatro betas que habían comenzado a expandir la manada.

Sara y Michele eran hijos de Gina Crispino, la hija mayor de las ocho hermanas y una alfa.

—Esas mujeres son extremadamente conservadoras.

Bufó Mila.

Victor podía entender su preocupación. Para las personas más conservadoras, ciertas actitudes eran mucho más importantes y criticadas que otras. En caso de alfas, el cortejo que estos podían tener para con sus omegas.

—De por sí que yo sea menor que ella me quita puntos de credibilidad.

Mila se sirvió una copa nuevamente, y después de soltar un bufido se tragó el contenido entero.

—La edad no es un problema—agregó rápidamente Georgi.

—Espero que ellas piensen así...

Victor le sonrió con comprensión.

—Apuesto a que les agradarás—estaba siendo sincero, Mila era una alfa increíble y una mujer maravillosa, además de que amaba muchísimo a Sara, y eso se podía ver—No tienes que preocuparte, Mila. Tú eres maravillosa.

Mila se sonrojó ante el comentario, pero Victor había logrado su cometido. Ella estaba sonriendo.

La conversación continuó, y Victor tuvo que abrir una nueva botella. Cuando la tercera botella hubiera estado a punto de acabarse, Georgi finalmente dijo la pregunta que tanto él y Mila parecían más que ansiosos de hacer.

—El cumpleaños de Yuuri será dentro de poco, ¿harás algo?

Y la gente decía que el alcohol no servía para nada.

—Sí y no—Normalmente, cuando Yuuri aún vivía con él, Victor la tenía difícil cuando debía planear algo para su cumpleaños; las competencias y el entrenamiento dejaban poco tiempo para las cosas personales, pero Victor y Yuuri siempre terminaban encontrando un pequeño espacio para ellos. Tiempo en el cual se deslizarían juntos por el hielo, tomándose de las manos o pasando largas horas en cama con una bandeja de fresas y crema batida mientras que ambos fingían que eso no rompía con la dieta tan estricta a la que ambos se ceñían—Me gustaría.

—Pero...

Alentó Mila.

—Su tiempo está más que medido.

Con la final así de cerca ya pisándoles los talones.

Georgi suspiró, Mila lo imitó.

—A veces uno quisiera simplemente detener el tiempo, ¿no?

Repuso Georgi.

—Si el tiempo avanzara como quisiéramos, podríamos hacer muchas cosas...

Completó Mila.

O se podría vivir momentos para siempre, contempló Victor en silencio. Si los días fueran eternos, sus tres días con Yuuri podrían haber durado una eternidad.

Sin embargo...

—Es lindo—admitió, la idea de lo eterno y la ilusión de la estabilidad, el querer atrapar una vivencia o un sentimiento para que nunca nos dejara. Ser felices por siempre era una idea adorable, pero algo que simplemente no tenía sentido—Pero lo efímero también es encantador, ¿no?

Porque la felicidad no es eterna, pero no se suponía que lo fuera.

—Nos da la oportunidad de crear nuevas memorias...

Con todos los matices que estos podrían tener. Con todas las diferentes hebras con las que se teje la vida.

—Nos da la oportunidad de vivir—Sonrió Victor.

Georgi le devolvió el gesto, y Mila elevó su copa.

—Entonces.... Un brindis. Por la vida.

—Por la vida.

Respondieron a coro.

❆ ❆ ❆   

Lo poco que quedaba del mes de noviembre pasó casi como una película delante de los ojos de Yuuri. En una mezcla de los entrenamientos y las horas extra que le dedicaba a sus programas y los mensajes y llamadas de Victor. La más larga de estas últimas había sido, por supuesto, el 29 de noviembre. Así como también la primera que hubieran hecho por video.

La computadora había ocupado la mitad de la mesa y por la diferencia horaria el almuerzo de Victor había terminado siendo la cena de Yuuri. Mientras Victor sorbía fideos instantáneos de un tazón y Yuuri le miraba frunciendo el ceño y masticando ensalada. La velada concluyó con Victor tocándole a Yuuri una canción.

—No está completa—habría admitido Victor, dejando que sus dedos descansaran sobre las teclas, luciendo casi temeroso de la respuesta de Yuuri.

—Me parece preciosa.

Y no mentía.

—No está completa.

Repuso nuevamente.

Yuuri había sonreído.

—Quiero oírla cuando la termines, ¿me dejarás escucharla?

Los ojos de Victor habían brillado como las estrellas.

—Lo haré.

El resto del tiempo había sido más entrenamientos junto a Phichit, y varias charlas con Celestino, quien parecía tener como principal objetivo ver la estabilidad de ambos.

Yuuri lo agradecía, su equipo se sentía más unido que nunca.

La noche previa a abordar el vuelo que los llevaría a los tres hasta Marcella, Yuuri terminaba de revisar las cosas que llevaría en su maleta de mano, mientras Phichit enlistaba los lugares que quería visitar y en donde planeaba tomarse selfies -exigiendo que Yuuri posara en al menos dos de esos lugares con él-haciendo que la sola idea de caminar tanto hiciera que Yuuri se cansara.

Su retahíla se vio interrumpida sólo cuando cambió por una pregunta.

— ¿Esos son tus supresores, Yuuri?

Yuuri detuvo su accionar, elevando la pequeña cajita que tenía en la mano y mirándola por un momento.

—Oh sí— Era casi nueva, sólo había tomado las pastillas de ese mes durante diez días hasta ese momento. Su última revisión con el médico no había arrojado nada extraño y su tratamiento continuaría con la misma medicación hasta el final de la temporada.

—Nunca he pensado mucho en eso...—admitió Phichit, dejando su anterior posición y sentándose junto a Yuuri—¿Es muy molesto? Ya sabes, tener que tomarlos todo el tiempo.

Yuuri se mantuvo un momento en silencio, pensando.

Phichit se adelantó a su respuesta.

—¿Alguna vez te has preguntado cómo sería tu vida si no fueras un omega, Yuuri?

Aquello lo tomó por sorpresa, y dejando lo que estaba haciendo vio a Phichit con atención. Movió la maleta un poco y se sentó junto a él.

—¿Tú has pensado qué pasaría si no fueras un beta?

Phichit no pareció avergonzado al responder.

—A veces.

Yuuri lo pensó un poco más.

Tenía que ser sincero.

A veces, pensaba, que la vida sería más fácil; sin los cuidados extra que suponía presentarse como omega, que si hubiera terminado siendo un beta quizá su personalidad hubiera florecido en los años de adolescencia, dejándole ser mejor con la gente y tener más amigos. O si hubiera sido un alfa, quizá mágicamente se habría convertido en una versión más asertiva de sí mismo.

Si hubiera cambiado quizá su madre nunca le hubiera alentado a seguir sus sueños con el ballet en espera de que aquello le hiciera ganar confianza y hacer amigos. Si su casta o él hubieran cambiado, quizá ni siquiera hubiera accedido a intentar con el ballet. O continuar con el mismo, o intentar cambiarlo por el patinaje.

Si su casta hubiera cambiado, quizá nunca hubiera conocido a Victor... O quizá sí lo hubiera hecho.

Quería pensar que, sin importar la casta, Victor y él se habrían conocido. Se habrían conocido y se habrían amado, de alguna manera, habrían encontrado la forma.

—Creo que también lo he pensado. Pero me gusta ser omega, ¿sabes?, un poco.

Phichit sonrió, mirándole.

— ¿A sí?

—Te gustan los omegas, ¿no? —preguntó entonces Yuuri, adelantando un poco su cuerpo hacia Phichit—No serías tan amable conmigo si no fuera así.

Y Yuuri no sabía cómo había logrado mantener su compostura para no reír antes de terminar la frase.

— ¡Tonto! —medio chilló Phichit, empujándolo entre juegos y riendo también—Pero a mí también me gusta ser un beta.

Admitió, cuando se hubiera calmado finalmente.

—Sí y con razón—le abrazó—, los beta son los mejores.

❆ ❆ ❆   

Cuando Yuri finalmente puso un pie en Francia, faltaba un día para el inicio del Grand Prix. El vuelo a Marsella había sido de lo más cotidiano posible, así como la vista que los había esperado una vez el equipo hubiera tocado tierra.

La presencia de las Yuri Angels y su efusividad ya eran cosa de leyenda entre los conocedores del deporte, pero eso no evitaba que Mila le diera un par de golpes en las costillas e intentara reírse de él cada vez que el grupo de jovencitas apareciera con sus carteles y gritando su nombre a viva voz. Sin embargo, en esa ocasión, Yuri tomó el gesto con tranquilidad, para hacerle una señal con la mano a su compañera de equipo como quien quiere despedirse y simplemente acercarse a sus fanáticas intentando sonreír, ganándose la mirada de completa sorpresa de los demás rusos cuando incluso se agachó para que pudieran ponerle esas orejas falsas de gato que por algún motivo habían terminado siendo populares.

Yuri no entendía aquello, pues sí eran orejas felinas, pero se no parecían ni un poco a las de un tigre.

Aunque aquello no les hubiera impedido pedirle que hiciera poses asemejando arañazos, cosa a la que él también había terminado accediendo.

Sobreviviendo el shock inicial -y después de que la pequeña sesión de fotos de Yuri con sus fanáticas hubiera terminado- Mila se había acercado a él para decirle que ella y Georgi irían a un bar a beber algo, Sara también los acompañaría pues su vuelo llegaría en unas horas más. Mila les había pintado el lugar como un lugar sobrio con buena comida y buena música, lo mejor de la cultura francesa, y que regresarían lo suficientemente temprano como para descansar para la competencia del día de mañana.

Yuri se negó, alegando que tenía algo más importante que hacer en Francia.

Y, cuando una hora más tarde su celular vibró con una notificación nueva supo que ya había llegado. Se colocó una chaqueta ancha junto a una capucha oscura, y escabulléndose junta a la multitudinaria cantidad de gente que iba y venía en el hotel llegó hasta la entrada principal, donde una motocicleta negra ya esperaba por él.

—Yura.

Había ocasiones en las que Yuri creía que el guardarropa de Otabek estaba conformado únicamente por prendas de cuero, y no es que él se estuviera quejando. Las chaquetas de cuero le quedaban como un guante.

—Beka—le sonrió, para luego rodar los ojos ligeramente cuando Otabek le ofreció el casco antes de que se pudiera acomodar con él en la moto.

Otabek era un hombre bastante fanático de la seguridad, aunque la gente de por sí dijera que jugaba con la muerte por conducir una motocicleta.

Una vez sentado detrás de Otabek, Yuri notó con más claridad la diferencia de alturas y cómo esta afectaba sus posiciones. Ahora que era más alto su cabeza ya no chocaba contra la espalda de Otabek, pero si lo abrazaba fuerte y se encorvaba un tanto podía hacer que su rostro descansara escondido en la separación de su hombro y cuello.

El viento que corría gracias a la velocidad de la moto ayudaba a que el aroma de Otabek viajara con más rapidez, haciendo que envolviera por completo a Yuri, que se perdiera en este y que su boca se aguara ligeramente.

Era excitante.

Sus manos se aferraron con más fuerza a la cintura de Otabek.

— ¿Yura?

Aún con el viento fuerte zumbando en sus oídos, Yuri pudo escuchar la pregunta.

—Sigue conduciendo—dijo, quitándole importancia.

Otabek obedeció. Las calles de Marcella eran preciosas, y había muchas otras personas andando en motocicleta. Yuri no conocía mucho de la ciudad, pero Otabek le había prometido llevarlo a un buen lugar para dar un paseo.

La Catedral Basílica de Santa María la Mayor era un nombre larguísimo que Yuri no se iba molestar en recordar, pero estaba iluminada de manera exquisita y si uno se sentaba en las escaleras que llevaban allí se podía ver el mar a lo lejos.

El aroma de la ciudad se mezclaba con la sal marina, mientras las calles se iluminaban con una gigantesca cantidad de luces.

A diferencia de la primera vez que hubieran estado juntos, en Barcelona, esta vez el lugar estaba lleno de personas, turistas tomando fotos y grupos de locales hablando entre ellos, ajenos al resto del mundo. Yuri había apreciado la soledad e intimidad que su primera escapada con Otabek le había dado, ahora incluso con el mundo alrededor de ellos; Yuri mantenía el sentimiento fresco en su mente.

—Esto no se parece para nada a nuestra primera salida.

Dijo Yuri, acomodando su cabeza en el hombro de Otabek, mientras veían a unos niños corren en la avenida de en frente. Los escalones no eran muy cómodos pero el hombro de Otabek sí lo era.

— ¿Te molesta?

Susurró Otabek.

Yuri no tuvo que pensarlo.

—No.

Admitió, arrebujándose más contra el cuello de Otabek, permaneciendo así varios minutos más, disfrutando simplemente de la presencia del otro, hasta que finalmente Otabek le preguntó si tenía hambre ya que había un café cercano que había visto de camino a la catedral.

Yuri había dado una respuesta afirmativa, pero no había hecho esfuerzo por moverse.

—Yura...

—Me quiero quedar así un momento más—murmuró, pegando su nariz al cuello de Otabek y causando que riera.

—Vamos, podremos descansar después.

Ambos se pusieron de pie y caminaron con paso lento, Yuri podía sentir sus manos rozarse apenas la una con la otra. Si ponía un poco de esfuerzo podría estirar uno de sus dedos y quizá tomar la mano de Otabek.

Un poco.

Sólo un poco.

Pero no pudo hacerlo, pues alguien había chocado contra él.

Yuri se giró de repente. Un niño había chocado contra él y ahora estaba en el suelo, mirándolo como si estuviera a punto de llorar.

—Ah...—dijo Yuri, sintiéndose de pronto sin palabras intentando recordar cómo se hablaba, y cómo se hacía en otro idioma—Espera, déjame ayudarte—halló finalmente su voz, agachándose un momento y ofreciendo su mano.

El niño se puso de pie lentamente, sin soltar su mano y sin cambiar su expresión sentida. Yuri quiso tragar duro.

Intentó decir algo, pero Otabek había sido más rápido que él y acomodándose de cuclillas junto a él limpiaba las rodillas empolvadas del pequeño con delicadeza.

— ¿Estás bien? —le preguntó al pequeño entonces, con un acento bastante marcado y con una pronunciación graciosa, haciendo que su expresión finalmente cambiara.

El pequeño asintió, y Otabek sonrió en respuesta.

Yuri, cuyo francés no pasaba de un par de palabras aprendidas a groso modo, simplemente imitó la sonrisa intentando transmitirle tranquilidad al pequeño, pues pareció suficiente para que su sonrisa se ensanchara y con un movimiento de manos se despidiera de ellos para decirles gracias antes de salir corriendo nuevamente.

—¿Te ponen nervioso los niños, Yura?

Preguntó Otabek, aún en su posición y mirando en la dirección que el pequeño había tomado.

—Un poco—Admitió él. Yuri nunca había tenido que interactuar mucho con pequeños, en su familia y círculos cercanos no había cachorros, y Yuri siempre los había visto como pequeños humanos difíciles.

—A mí me parecen un poco lindos. Me gusta pasar tiempo con ellos.

—Pero tú no tienes hermanos.

Yuri se puso de pie entonces, observando a Otabek desde lo alto. Este le devolvió la mirada, poniéndose de pie lentamente.

—No, pero uno de mis amigos sí. Onur tiene dos.

—Oh, recuerdo su rostro—Otabek le había mostrado una foto de su grupo de amigos, y si no recordaba mal; Onur era uno de los más altos con cabello ligeramente ensortijado y ojos cafés.

—Lo suelen visitar, una vez cada par de meses y él los lleva a pasar tiempo con nosotros.

Otabek se veía complacido admitiendo eso, y Yuri no pudo evitar mostrar su sorpresa.

Otabek le miró fijamente.

—¿Qué pasa? ¿Te parece que un montón de alfas no son la mejor opción para cuidar de unos niños? —Preguntó, y aunque su tono le decía que estaba bromeando había algo más escondido en su pregunta.

Los niños, y bebes; en realidad todos los que se podían llamar cachorros; siempre habían parecido preferir a los omegas. Sus olores dulces y su personalidad complaciente parecían actuar como imanes. Los alfa, por otro lado, eran más como una barrera protectora, de quienes los niños normalmente copiaban comportamientos y acciones ya al crecer. Los alfa cuidaban, pero no criaban.

—No, de hecho...—Y con Otabek, que era tan él, especialmente—Creo que los alfa son excelentes para cuidar niños.

— ¿Uhum? —susurró Otabek, mirándolo de manera fija, con algo especial brillando en ellos.

Yuri volvió a hablar.

—Que tú serías excelente con los niños—afirmó, esta vez estirando su mano y tomando la de Otabek, haciendo que este mirara sus dos manos entrelazadas con sorpresa. Para luego sonreír un poco.

—Tú también lo serías, Yura.

❆ ❆ ❆   

—Oh dios mío, Yuuri ¡La ciudad se ve preciosa!

El ascensor del Hotel tenía los vidrios libres para permitir la vista de la ciudad, y mientras este subía Phichit no paraba de pegarse al mismo y lanzar grititos cada que su mirada encontraba alguna nueva luz o edificio.

Cuando el ascensor llegó a su piso Celestino le dedicó una mirada sentida, como deseándole suerte para lidiar con la emoción de Phichit y los nuevos lugares. Yuuri le devolvió el gesto y avanzó con él hasta su habitación, donde ambos se instalaron.

—¿Seguro que no quieres que salgamos juntos, Yuuri?

Yuuri negó un par de veces con la cabeza.

—No, está bien.

Phichit lo observó, cruzándose de brazos y haciendo un mohín con los labios.

—No tenemos que salir, también podemos ir a la piscina del hotel o a tomar algo al bar del hotel, o-

Yuuri se puso de pie entonces, tomándole de los hombros y observándole fijamente.

—Phichit—puntuó—Estoy bien.

Phichit se quedó en silencio, observándole fijamente.

—Gracias por preocuparte. De verdad—le sonrió, honestamente. Dejó que sus manos cayeran, y tomó las de Phichit con cariño, acariciando sus nudillos, haciendo que las mejillas de su amigo se colorearan de un rosa tenue.

—Sé que normalmente me pongo nervioso, y te agradezco que intentes distraerme. Estás intentando cuidarme, ¿verdad?

Presionó las manos de Phichit con delicadeza, sintiendo cómo él le devolvía el gesto.

—Siempre me has estado cuidando...

Murmuró.

—Yuuri...

—Gracias—dijo entonces, soltando sus manos y abrazándolo con fuerza—, pero de verdad estoy bien.

Phichit tardó un momento en devolverle el abrazo, presionando con fuerza y cariño.

—Siempre voy a querer cuidarte...—admitió, despacio y sentido.

Se separaron apenas, con sus frentes unidas y sus ojos fijos en el otro.

—...Y siempre voy a querer que estés bien.

Yuuri sonrió.

—Lo estoy ahora—admitió Yuuri—Así que no te preocupes, y ve a divertirte, por favor.

Phichit asintió, esperando un par de minutos más para desaparecer por la puerta con un pequeño sonrojo aún, despidiéndose con un movimiento de mano.

Yuuri esperó un momento, para después de tomar un rápido baño acomodarse con su ropa para dormir en cama, tomando el teléfono y marcando el número de Victor, que ya se sabía de memoria.

—Pensé que nunca llamarías.

Yuuri tuvo que ahogar una risa.

—¿Es esa tu nueva manera de saludarme?

—No—repuso Victor—, es mi manera de decir que soy un hombre impaciente.

Yuuri se mordió los labios, intentando inútilmente ahogar una risa.

—Era una broma—Victor también sonaba divertido—, me alegra que llamaras. Creí que dormirías, los vuelos te cansan increíblemente.

Yuuri se acomodó, peleando ligeramente contra el sueño que ya golpeaba a su puerta.

—Pero quería escuchar tu voz, es mi amuleto de buena suerte.

—No necesitas un amuleto, Yuuri—aseguró Victor.

—Pero quiero uno—murmuró Yuuri—, te quiero a ti.

Confesó.

—Y yo te quiero a ti.

Yuuri juró que su corazón dio un vuelco en su pecho.

—No sabes lo que me gusta escuchar eso.

Victor hizo un pequeño sonido del otro lado de la línea.

—Lo diré todas las veces que quieras

— ¿De verdad?

—Claro—aseguró Victor con una voz que era dulzura infinita—Te quiero cuando me hablas, te quiero cuando patinas, te quiero cuando me cuentas de tu día, y cuando te quejas de mis hábitos alimenticios—Yuuri escuchó a Victor reír ligeramente—te quiero cuando... mandas esa serie de mensajes y los graciosos emoticones que tardo en entender, cuando escuchas mis tonterías y a pesar de que divago me prestas atención, cuando me buscas, cuando me encuentras... cuando dejas que yo te encuentre... te quiero Yuuri.

Yuuri sintió su respiración atrapada en su garganta.

Su boca seca, y palabras danzando sobre su lengua.

—Yo...

Tomó aire.

—Yo te amo Victor. Siempre lo he hecho.

El silencio sonó un segundo. Yuuri continuó.

—Y siento que siempre lo voy a hacer.

❆ ❆ ❆   

El bullicio que las personas causaban en el GPF era muchísimo más alto que en otras competencias, quizá porque la gente que solía llegar hasta esos eventos era quienes más acérrimos fanáticos se consideraban, tanto de los deportistas como del deporte.

A Mila le gustaba todo el revuelo que se armaba, le emocionaba y le hacía sentirse viva.

Se acomodó mejor en su asiento, dispuesta a animar igualmente a su compañero de equipo cuando su turno llegara.

—El entrenador Celestino luce particularmente orgulloso—Georgi, a su lado, dijo de pronto. Mila parpadeó un par de veces, mirándolo de lado.

Celestino y el resto de entrenadores estaban ya en los laterales de la pista, hablando con diferentes personas del staff preparando todo para la primera vuelta de muestra de los patinadores.

Ellos ya estaban en sus puestos listos para el espectáculo. Sara, Michele y Emil llegarían pronto, pues habían ido a hacer un par de diligencias antes.

—Todos los entrenadores lucen así, Georgi.

El muchacho asintió.

—Yuuri se ve tranquilo también—una de sus manos descansaba en su mentón, dejando una pose pensativa—Es gracioso, nunca me había puesto a ver la expresión de otras personas.

Mila le miró en silencio un momento.

—Supongo que antes no había necesidad de hacerlo...—la voz de Georgi era parca.

—Y ahora...

Alentó Mila

—Ahora sí. Claro—Le sonrió— Me interesa la vida de mi amigo, y él es parte de su vida.

—Eso también es nuevo.

Dijo entonces Mila, como si notara algo de repente.

— ¿Qué?

—Amigo. Llamar a Victor amigo—Mila no sabía exactamente de dónde salían sus palabras—Es decir, nosotros siempre estuvimos juntos, somos un equipo. Éramos un equipo. Pero nunca creí que fuéramos... ya sabes... amigos.

Pero era sincera.

Georgi pareció entender su sentimiento. Y, asintiendo, continuó con algo que muy bien encajaba con el tren de pensamientos de Mila.

—Creo que por mucho tiempo ni siquiera pude ver a Victor como Victor—Georgi también era sincero, y el cambio en su esencia le decía a Mila que le dolía—El título de campeón mundial es algo muy grande, pero al mismo tiempo muy simple—su respiración se cortó un poco—Y, temo que hayamos dejado esa simple etiqueta caer sobre él...

Mila entendía.

—Victor es más que eso.

Afirmó.

—Lo es.

Contestó Georgi, Mila podía leer exactamente todo lo que sentía en la expresión de su rostro. Era casi como un libro abierto.

—No pudimos apoyarlo cuando nos necesitó—Dijo Mila, mordiéndose los labios con un poco más de fuerza de la necesaria—Dudo que hubiéramos podido hacer algo... porque el mundo de Victor era Yuuri—afirmó con tristeza—Pero ahora nosotros también somos parte de el.

Georgi le sonrió.

—Asegurémonos de estar, para cuando nos vuelva a necesitar.

—¿Pacto de alfas? —preguntó Mila

—Pacto de alfas—aseguró Georgi.

❆ ❆ ❆   

— ¿Estás listo, Yuuri? —Le preguntó Phichit antes de que saliera. Yuuri asintió y tras regalarle una sonrisa a su compañero se apresuró a salir. Leo, Yuri y él mismo eran los últimos clasificados, así que serían los primeros en participar.

De camino a la pista, Leo se acercó a Yuuri, sonriéndole y deseándole surte. Yuuri respondió de igual manera, ya que Leo sería el primero en salir.

—¿Animando a la competencia, Yuuri?

Su nombre dicho por esa voz lo hubiera descolocado antes, pero en esta ocasión casi podría haberlo hecho reír.

Claro que no lo hizo, eso habría sido extraño.

—Espíritu deportivo, le dicen.

Se giró para encarar a Yuri.

—Innecesario, le digo yo.

Puntuó, al mismo tiempo que estiraba su mano.

Yuuri le miró sorprendido un momento, pero no tardó en devolver el gesto, tomando la mano de Yuri con firmeza.

— ¿Y esto? —cuestionó.

Yuri simplemente se alzó de hombros.

—Era algo que simplemente quería hacer.

Yuuri sonrió.

—Buena suerte, Yuri.

—Buena suerte, Yuuri.

❆ ❆ ❆   

—Que Jean Jaques quedara en primer lugar en el programa corto no me sorprende.

Yuri normalmente hubiera golpeado a Otabek en la cabeza por decir eso. Sin embargo, se había prometido a sí mismo que intentaría ser un poco más civilizado cuando se tratara de ese hombre, quien no había hecho otra cosa más que portarse como un ser humano durante toda la competencia.

Por increíble que eso sonara.

—Si no fueras tú, Beka. Te habría lanzado una almohada en la cara.

Y así como estaba, descansando sobre su cama de hotel, tenía un buen par de armas que hubieran servido para eso.

—Creí que habías dejado tu enemistad con él en el pasado—dijo, sentándose a su lado después de tomar una ducha, acomodándose la camiseta que usaba para descansar—Tú mismo lo dijiste—estiró su cuello ligeramente, observándolo desde arriba.

Yuri frunció su nariz.

—Por los viejos tiempo.

Otabek soltó un bufido que terminó convirtiéndose en una pequeña risa.

—Pffff—tosió—A veces eres ridículo, Yura.

—¡Hey!

Se quejó.

—Honestidad, Yura—Puntuó Otabek, sonriéndole de manera coqueta—La base de toda relación.

Yuri fingió una expresión de incredulidad mezclada con ofensa. Otabek continuó.

—Ridículo con tu repulsión por Jean Jaques en su primer puesto—dijo, acomodándose mejor a su lado, y colocando sus manos a los lados del rostro de Yuri—ridículo por fingir que no querías felicitar a Yuuri Katsuki por su tercer puesto, aún con su apretón de manos antes de iniciar.

—Oh dios ¿viste eso? —La mortificación en la voz de Yuri no era del todo fingida, así como tampoco lo era su ademán de girar el rostro para ocultarse en la almohada.

Otabek rio de nuevo, profundo y cadente, moviendo el rostro de Yuri con su mano y haciendo que le mirara de nuevo.

—Pero mentiría si no dijera que también amo eso de ti.

Aquello eso que Yuri se petrificara, abriendo los ojos ligeramente y notando que parte de su cabello cubría su vista.

Debería responder, pero...

Pensándolo mejor, elevó las manos y cuando Otabek no se resistió a su toque, dejó que su boca atacara le de Otabek halándolo hacia abajo y profundizando el beso, sintiendo cómo su saliva se mezclaba con la de Otabek, comenzando a teñirse del característico sabor de la saliva que los alfa sólo producían en algunas ocasiones. Yuri sonrió entre el beso, antes de separarse.

Cuando lo hizo, se dio cuenta de que Otabek lo miraba con una expresión que no le conocía de antes.

Mejillas ardiendo, y ojos abiertos en shook.

Si hubiera sabido que podías poner esa cara—Murmuró Yuri con voz ronca—te habría besado así muchísimo antes.

Otabek dejó escapar un jadeo.

—Esta una posición algo incómoda para eso, ¿no te parece?

—Pues acomódate—sugirió Yuri—tenemos toda la noche para eso

❆ ❆ ❆   

El sentimiento de estar en la final era bastante conocido para Yuuri, la maraña que esta causaba; claro. Yuuri conocía muchísimas facetas de quienes estaban allí, pues había conocido casi todas.

Ahora, podía decir que había uno nuevo a su repertorio: tranquilidad.

Había quedado en el tercer puesto, quedando sólo cinco puntos detrás de Yuri, ambos habiendo superado su record personal.

Phichit y Celestino le habían felicitado, antes de decirle que ambos saldrían a beber algo, más que ansiosos de probar un poco de vino francés. Yuuri se había negado educadamente, recordándoles que sus experiencias con el alcohol no eran exactamente agradables.

Yuuri había preferido pasear un poco por un parque cercano, admirando las decoraciones navideñas. Yuuri no era católico, y la navidad tampoco era una celebración particularmente interesante en Japón; más para un eterno soltero como lo era él. Empero, ahora, la simple llegada de diciembre le llenaba de gozo. Era un mes especial y mágico. Era el mes de Victor.

Compró un café un par de horas después, de camino al hotel. El camino hacia este estaba lleno de personas, con un mar de esencias que podrían confundir a cualquiera, y quizá esa fue la razón por la que Yuuri no lo notó al instante. No cuando los pasos se acercaron a él por la espalda, ni cuando se detuvieron justo detrás de él.

Pero, cuando unas manos cubrieron sus ojos y su repentino detenimiento no terminó volcando su vaso de café por puro milagro, Yuuri lo supo.

Porque esa voz la reconocería en cualquier lugar.

Un susurro resonó en sus oídos.

—Adivina quién soy.

❆ ❆ ❆   

Notas finales: Ahora sí. Dos capítulos, y terminamos por completo. No puedo creer que casi llegamos a las 7k leídas, durante mucho tiempo quise borrar esta historia, como las otras muchas que empecé y nunca terminé.

Pero tan cerca de la recta final, sólo puedo agradecer a todos los que se dieron un pequeño momento para leer esto. Los amo.

La canción, por cierto; me inspiró mucho. Secreto no tan secreto; me gustan demasiado los cover de Glee, ¿por qué seré así?, caray.

Capítulo siguiente: Para ti.


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