Everything stays
❆Notas iniciales: Esta vez sí siento que es necesario puntuar que, creo que confundí las fechas, posiblemente los cuatro continentes eran antes que el campeonato Europeo. Pero bueno, ligero cambio.
Además, este capítulo está inspirado por esta canción.
Sí... cosas.
❆ ❆ ❆
Yuuri había sentido que estaba en una especie de sueño. Uno de esos muy realistas que te envuelven en su fantasía, y te dejan preguntándote cosas en la mañana.
Lo sintió mientras el doctor terminaba de decir un par de cosas y Victor presionaba su mano, lo sintió también cuando la enfermera entró y le ayudó a acomodarse en una camilla cercana, descubriendo su estómago. Siguió sintiéndolo cuando el ya conocido frío del gel tocó su piel, haciéndole estremecer.
Estuvo presente también cuando el doctor le repitió lo que siempre le decía cuando tenía una revisión con el ecógrafo. Cuando la pequeña máquina recorrió su estómago, y cuando la estática comenzó a formar imágenes en el monitor que se alzaba junto a la cama.
El trance sólo se vio roto, cuando el doctor, con voz clara y algo alegre señaló lo que parecía ser un pequeño círculo en la pantalla. Pequeño, muy pequeño.
—Y... allí está.
Y sí.
Allí estaba.
Yuuri escuchó a Victor soltar un pequeño gemido de admiración, probablemente sin querer.
—Aquí está su bebe, Señores Nikiforov.
Yuuri creía que había olvidado cómo respirar.
❆ ❆ ❆
La cena se sentía casi irreal.
Era como un viaje al pasado, con Yuuri preguntándose en qué se había convertido su vida teniendo a su ídolo y a un adolescente Ruso compartiendo su mesa mientras hablaban de una competencia que poco a poco se estaba convirtiendo en un círculo mediático más que otra cosa.
Ahora, años después, la mesa sólo era para él y Yurio, quien ya no lucía como un adolescente; aunque aún conservaba algunos de sus manerismos.
Como la desastrosa forma de comer.
—Esto sabe tan bien como siempre—Lo escuchó murmurar mientras limpiaba su rostro con una de las servilletas. Por la manera como había atacado el plato una vez su madre se lo hubiera llevado con una sonrisa cálida en el rostro, Yuuri podía sospechar que el muchacho no había comido en todo el día.
Aunque él no entendería porqué.
Sin embargo, en este momento había muchísimas cosas sobre Yuri Plisetski que él no entendía.
Siendo la más importante, qué era lo que hacía en su hogar en este mismo instante.
—Me alegra que te gustara, Yurio.
Dijo Yuuri, picando su propio plato. No lo había tocado realmente, cualquier clase de apetito perdido por las emociones del día.
Yurio le miró un largo momento, enfocando sus ojos en su plato fugazmente.
—Oye, tazón de cerdo—Puntuó como si estuviera a punto de soltar un mordaz insulto—Come, con un demonio... ¿Acaso te has vuelto tan inútil que no puedes ni cuidarte a ti mismo?
Yuuri parpadeó sorprendido ante la declaración.
—Eh...—intentó articular, la mirada molesta de Yurio clavada sobre él—No tengo mucha hambre realmente...
Dijo poniéndose de pie, tomando el plato vacío de Yurio y el suyo propio, para llevarlos a la cocina.
Mientras hacía su camino de salida, pudo escuchar claramente el chasquido de la lengua de Yurio, quien sonaba y olía más que frustrado. En otra ocasión, quizá hasta le hubiera parecido divertido. Pero Yuuri estaba demasiado confundido como para intentar encontrar algo entretenido en la situación.
—Oye, Yuuri—Dijo Mari, quien había entrado repentinamente a la cocina, luciendo ligeramente desinteresada—Ya terminé de limpiar el viejo cuarto de Yurio.
Porque él había insistido en que con ese pequeño almacén estaría bien. Aun cuando Hiroko había sugerido que podían usar el viejo salón del banquete.
Yuuri había sentido un pequeño estremecimiento ante la mención del viejo cuarto de Victor. Yurio simplemente había hecho una expresión de repulsión repentina, negándose tajantemente.
Ese cuarto, también había sido el que Yuuri y Victor habían compartido durante su pequeña recepción de boda, probablemente fuera eso. Yurio siempre se había mostrado particular aversión a la idea de ellos juntos.
Así estaba bien, Yuuri no sabía cómo se sentiría con alguien más ocupando ese lugar de momento.
—Gracias, Mari-neechan.
Yuuri dejó los platos ya vacíos en el fregador, lavándolos con presteza.
Mari atrás de él hizo un extraño sonido.
— ¿Y?—animó después de un par de segundos— ¿Vas a decirme qué está haciendo Yurio aquí?
Mari no olía enfadada, aunque su tono pareciera mucho más serio que el que normalmente usaba, sólo realmente interesada.
Yurio se había mantenido en comunicación con Yuuko, ciertamente. Como una extraña clase de amigos por correspondencia. Y aunque era algo que se había mantenido hasta ahora, en mucha menor medida, Yurio nunca había expresado deseo alguno de regresar a Japón.
Además de las contadas ocasiones que hubiera sido arrastrado allí por Victor. Tras su primera medalla de oro en el GPF y para su boda.
—Siendo sincero—Suspiró Yuuri, una vez hubiera terminado con los platos—No tengo idea...
Las maquinaciones de la mente de Yurio, eran casi un misterio para Yuuri. Lo habían sido ya desde hace un tiempo, y si bien había sido doloroso sentir que el alfa se alejaba un poco de la amistad que habían formado, Yuuri no había tenido mucho tiempo para preocuparse de eso con los otros problemas que había estado enfrentando en ese momento.
—Uhm...
Sopesó Mari, cruzándose de brazos y manteniéndose en silencio por casi un minuto.
—Está bien, supongo...
Dijo finalmente, más para ella, como si hubiera llegado a términos con una discusión interna. Yuuri le miró confuso.
—Nada—Declaró finalmente, girándose para salir—Deberían entrar a tomar un baño, ya es tarde.
Y tan pronto como había venido ya se había ido.
Yuuri regresó al comedor, donde Yurio parecía muy interesado en cavar un hoyo en el suelo con su mirada.
— ¿Te gustaría entrar a las aguas termales, Yurio?—ofreció Yuuri. Cuando Yurio apenas había tenido quince años, la idea lo había casi horrorizado.
Sin contar que compartir un baño no era cosa común en Rusia, la idea de compartir el baño con un omega sonaba simplemente mal.
No por primera vez Yuuri se había encontrado con la tan famosa barrera cultural. En muchas partes del mundo, era mal visto que los omegas enseñaran el pecho, incluso los omegas varones. Mucho menos estar desnudos delante de alguien que no fuera un doctor o su pareja.
En Japón, las cosas no eran muy diferentes, pero los Onsen eran un poco diferentes. Había baños separados para omegas y para alfas, ciertamente, pero los baños en el exterior solían ser compartidos por todos.
Yuuri quien era un omega de bajo nivel y nunca había tenido que preocuparse demasiado por llamar la atención de alfas, y quien además había crecido en ese ambiente toda su vida, encontraba desnudarse en esa situación algo natural.
Victor rápidamente se había acoplado a la costumbre, más que feliz. Y, causándole un par de mini paros cardiacos a Yuuri en el proceso.
Yurio había aceptado renuentemente, sonrojándose ligeramente y culpando al calor del lugar por la reacción.
—Claro—Aceptó finalmente, sin hacer gran problema del asunto.
Yurio ahora parecía haber superado la incomodidad por completo.
❆ ❆ ❆
Cuando regresaron al apartamento, el pesado aire que había estado flotando entre ellos, pareció finalmente decidir sentarse.
Se sentía como una gigantesca cruz, sobre los hombros de Victor. Apenas podía intentar imaginar qué estaría sintiendo Yuuri en ese momento.
—Yo...—Empezó Yuuri, en ese tono inseguro que no había tenido a su alrededor desde hacía tanto tiempo. Era casi como si hubiera regresado a ser el Yuuri que acababa de quedar en sexto lugar en el Grand Prix y dudara sobre todo lo que su vida había sido hasta ese momento. Tal pensamiento, sólo logró que un nudo se atara en la base del estómago de Victor—Necesito recostarme...
Yuuri dejó que sus palabras se arrastraran un poco, como si tuviera algo más que agregar. Pero la idea murió simplemente allí. Victor giró un poco el rostro, regalándole la sonrisa más sincera que podía en ese momento.
No necesitaba que Yuuri explicara sus acciones. Y no quería que Yuuri sintiera que necesitaba hacerlo.
—Descansa, Yuuri—dijo con cariño, mientras dejaba la bolsa que habían traído con ellos en el sofá y se quitaba el abrigo y lo dejaba colgando en el perchero cerca de la puerta. Tratando de concentrarse en tener los pliegues correctos, y en lo prolijo que lucía la tela al caer. Cualquier cosa que le alejara de la situación actual y la creciente tensión del ambiente—Yo- prepararé la cena.
Ofreció. Yuuri había bajado la mirada, lamió sus labios un poco y asintió, desapareciendo no mucho después por la puerta de su habitación.
Victor observó la figura de Yuuri alejarse, y la puerta cerrada después, un par de minutos. Intentando afinar el oído por si algo ocurría. Victor conocía a Yuuri, y aunque siempre había querido darle la privacidad que él necesitaba, no pensaba quedarse quieto si escuchaba a su pareja llorar.
Podían llamarlo estúpido y arcaico instinto, pero Victor simplemente era así.
Sin embargo, ningún sonido en particular dejó la habitación. Todo estaba sereno.
Victor dejó escapar un suspiro.
Eso era casi tan aterrador como escuchar el llanto de Yuuri.
Se apresuró a la cocina, tratando de recordar las palabras del doctor, sobre llevar una dieta adecuada para mantener a Yuuri saludable. Victor, siendo el atleta que era, siempre había tenido cuidado con la comida durante la temporada competitiva; descontando el año que estuvo siendo únicamente entrenador. Sin embargo, ahora, pensando en la situación de su esposo; se encontró siendo mucho más meticuloso sobre el asunto.
Verduras hervidas, carne blanca- Oh, ¿qué más podría hacer?
Giró el rostro para observar la bolsa que habían traído. Dentro había vitaminas y una pequeña lista de alimentos que podrían ayudar a sentar el estómago de Yuuri. Son remedios de viejas omega- Había dicho el doctor, con una sonrisa mientras agitaba la mano de un lado a otro. Cosas que los mayores le decían a los omegas más jóvenes, como que agregarle azúcar al agua en las partes más bajas del ciclo ayudaba a ganar calorías extra, o que si comía ciertos tipos de fruta podía hacer que su celo se acortara y debían evitarlo por completo.
Pero Victor no estaba pensando en esos viejos dichos.
Pensaba en el ácido fólico, en el hierro, el yodo- y demás.
Eran vitaminas prenatales.
Victor alejó la mirada, encontrando que no tenía la suficiente fuerza para dejarla fija en ese lugar por más de un par de segundos.
La charla del doctor, sus consejos, la receta y la manera en la que se había dirigido a ellos en general, todo apuntaba a que ellos conservarían al pequeño.
Era de esperarse. Los médicos en su país realmente no esperaban otra clase de respuesta de una pareja ya enlazada.
Pero, realmente, Yuuri y Victor no habían hablado del tema. Durante toda la consulta Victor había tratado de encontrar el mínimo cambio que delatara cuál podría ser el sentir de su esposo con respecto a todo.
Además de la increíble ola de alerta que había despedido la esencia de Yuuri ante la noticia inicial, Victor no había sido capaz de captar nada. Parte de él quería creer que, siendo Yuuri una persona así de emocional, esto sólo se debía a los supresores, que mantenían su esencia al mínimo. O que su esposo había aprendido a tener un mejor control de sus emociones desde el año pasado.
Pero la parte más profunda del subconsciente de Victor temía que fuera la tercera opción.
Que Yuuri simplemente hubiera decidido alejarse emocionalmente del asunto tanto como pudiera.
Victor no era bueno cuando la gente lloraba, no era bueno con las emociones del resto. Pero, en ese último tiempo, había aprendido a tratar con las de Yuuri. Le había conocido en sus diferentes facetas y había logrado ver hasta qué alcances llegaban sus sentires.
Victor podía con un Yuuri emocional. Victor no estaba seguro qué haría con un Yuuri que de pronto decidiera cerrarse al mundo nuevamente.
Una vez la cena estuvo terminada, Victor esperó un momento, pensando qué podría hacer. Finalmente, decidido, se acercó a su habitación y entró sin hacer mucho ruido. Afuera el cielo ya se había teñido de tonos naranjos y azules. Victor había prometido que asistiría al entrenamiento con Yakov en la tarde, una vez la consulta de Yuuri hubiera terminado. Había roto su promesa y ahora probablemente tendría miles de llamadas perdidas en el teléfono, y un par de mensajes de voz que no serían más que gritos. Pero, no podía llevarse a preocuparse por eso en ese momento.
Su atención entera estaba sólo en las líneas que formaban la silueta de Yuuri que ahora le daba la espalda. Miles de veces había delineado esa silueta con sus dedos, la conocía de memoria, de arriba abajo. Siempre a su alcance.
Pero ahora, a tan sólo unos pasos de él, se sentía como si fueran separados por incontables kilómetros.
Una distancia tan grande que Victor no creía ser capaz de cruzarla.
—Yuuri—se aventuró. El ritmo suave y casi estático de la respiración del otro hombre no cambió mucho, tampoco hubo sobresalto, suficiente para decirle que él no estaba dormido.
Por unos segundos no hubo respuesta. Victor quiso llamarle de nuevo, pero se detuvo.
—Victor—esta vez fue Yuuri quien tomó la iniciativa, hablando tan bajito que Victor creyó que estaba oyendo cosas—...Ven un momento.
Victor respiró. Dándose cuenta de que Yuuri realmente estaba hablando.
—Por favor.
Avanzó más lentamente de lo que hubiera querido, con pasos cortos y delicados. Se acomodó detrás de Yuuri, acercándose lentamente, casi de manera tentativa.
Con cuidado, como si esperara que Yuuri fuera a echarlo o reprocharle algo en algún momento, acercó sus manos hasta él, acariciando casi con reverencia sus costados, pidiendo permiso silenciosamente.
Al no recibir negativas, terminó de envolverse alrededor de la cintura de Yuuri, presionando apenas con la suficiente fuerza para unir sus cuerpos, en un abrazo íntimo.
Victor inhaló con fuerza, intentando que los remanentes de la esencia de Yuuri que aún estaban allí a pesar de los supresores se quedaran impresos en su memoria, deleitándose con lo tranquilo que parecía estar.
—Victor...—Repitió Yuuri, y casi como respuesta instintiva Victor hundió su rostro en el hombro contrario. No quería tener esa conversación. Sabía que Yuuri tampoco. Pero era necesario. Y, aun así, quería permanecer un poco más en la falsa calma que le daba el abrazo de Yuuri—El bebé, Victor...
Victor asintió contra su espalda, diciéndole que le escuchaba. Las miles de ideas de él Yuuri y un bebé gritaban diferentes cosas en su mente.
Pero no era su decisión. Era completamente la de Yuuri.
Victor era su pareja, y tenía que apoyarle en lo que fuera.
Siendo que lo que escogiera, podría ser descorazonador de cualquier manera.
Yuuri se quedó en silencio unos segundos, como si de pronto se hubiera arrepentido.
—Te escucho, Yuuri—habló Victor—Estoy aquí.
Un respiro profundo.
—Yo... quiero tenerlo, Victor.
Terminó de susurrar, quedo y pausado. Como si Yuuri aún se estuviera acostumbrando al sonido de esas palabras en su boca.
Victor dejó que la idea se asentara en su mente.
Yuuri quería al bebé.
Iban a ser padres.
Victor iba a ser padre.
Presionó un poco más, enterrando su rostro todo lo que pudiera su rostro contra Yuuri, sintiéndole estremecerse.
'Sí.'
Había querido decir. Pero no encontró voz.
Simplemente asintió, temblando un poco.
'Claro que sí'
❆ ❆ ❆
Los cuatro continentes. 2017
El banquete tenía un ambiente de algarabía y felicidad particular esa noche.
Phichit sonreía a sus compañeros y reía ante las bromas que soltaban los patrocinadores. Había quedado en cuarto lugar, rompiendo su propia marca personal. Celestino lo había felicitado, mientras lo guiaba a través de la fiesta.
Llevarse bien con los patrocinadores siempre había sido fácil, el carisma natural que tenía le ayudaba muchísimo en eso. Todos parecían querer hablar con él al menos por un momento. Pero, Phichit comenzaba a cansarse ya.
Con una mirada a Celestino, su entrenador le respondió diciendo que podía descansar un momento. Tras una despedida educada avanzó hasta la mesa de bocadillos, donde podía reconocer más de un rostro familiar.
— ¡Guang Hong, Leo!—Saludó. Sus compañeros también habían superado sus marcas personales, aún si no habían logrado llegar al pódium tampoco. Más allá el medallista de oro JJ hablaba calmadamente, para sorpresa de muchos, con el medallista de bronce Seung Gil-Lee. Phichit no había visto a Otabek en toda la noche, aunque suponía que estaría por allí, muchos patrocinadores interesados en el medallista de plata.
—Phichit. Saludó Guang, moviendo ligeramente la muñeca a la par de Leo.
— ¿Terminaste?—Cuestionó Leo, quien le sonreía abiertamente, en la mano tenía un pequeño plato con bocadillos de diferente clase.
Phichit rió con gracia.
—Algo así—admitió, no queriendo decir que había encontrado la conversación entre los demás hombres allí aburrida. Parecía un gesto un poco rudo.
Leo y Guang parecieron entender de igual manera, asintiendo y alentándolo a comer con ellos.
—Todo está delicioso, deberías probarlo.
Guang Hong, siguiendo la clásica imagen de los omega, tenía muchísima afinidad para los dulces. Y aunque sus entrenadores y regímenes les obligaban a privarse de cosas como esas, durante los banquetes era que se daban esa clase de gustos.
Al menos Yuuri también lo hacía.
Phichit se sintió incómodo cuando ese último pensamiento invadió su mente.
Guang parpadeó de repente. Frunciendo la nariz un poco.
— ¿Estás bien, Phichit?—Cuestionó, llamando la atención de Leo también. El mentado se sonrojó un poco, al ser descubierto tan fácilmente.
Guang era un omega de nivel alto. Él mismo les había confesado eso hacía no mucho, lo cual explicaba que aún con la increíble cantidad de supresores que tomaba el muchacho su olfato aún era muy perceptivo. Más que el de la media de los atletas omega.
—Oh, sí, sí. Estoy bien—Se apresuró a decir, moviendo las manos de un lado a otro.
Pero las miradas de los dos muchachos le dejaban en claro que no habían creído en sus palabras.
Leo le dedicó una significativa mirada, como si pensara que debía decir a continuación.
—Está bien, Phichit.
La voz de Leo era más profunda ahora, y tenía un tono que invitaba a la calma en ella. Lo más probable fuera por su naturaleza de alfa. Aunque eso únicamente servía en omegas, los betas eran mucho mejores intentando calmar a otro como ellos.
Phichit tuvo ganas de reír ante lo irónico de la situación. Normalmente era la gente como él quien mantenía al resto a flote cuando algo malo pasaba.
—Lo sé—admitió. Porque era normal sentirse triste y extrañar a su amigo. Era normal sentirse nostálgico y, tan sólo un poco, enfadado también. Aunque el motivo del enfado fue efímero e imposible de reclamar—Lo sé.
Un pequeño silencio se extendió entre ellos.
— ¿Y has hablado con Yuuri, Phichit?
Esta vez quien preguntó fue Guang Hong. Su voz un poco más baja en el ya de por si tímido tono que siempre tenía. Sus ojos estaban pintados por preocupación, y aunque ellos nunca habían sido de los que quisieran inmiscuirse en la vida del resto, Phichit entendía la verdadera preocupación cuando la veía.
Puede que Yuuri no fuera amigo del resto, no como lo era de Phichit. Pero el par de jóvenes patinadores habían escuchado tanto de él a través de Phichit, que parecían sentir aprecio por su compañero japonés.
Además, Guang Hong y Yuuri eran omegas. Probablemente la noticia había tocado una fibra muy cercana al corazón del muchacho chino.
Phichit tragó duro.
—Aún no—admitió—No desde hace un mes...—puntuó. Su cabeza demasiado metida en el entrenamiento para la competencia, y sabiendo que Yuuri necesitaba su espacio.
Pero ahora Yuuri había regresado a Japón. Al menos eso decía el mensaje que le había dejado a Phichit no hacía muchas horas. Normalmente eso habría sido suficiente como para que él saltara a su teléfono y a base de insistentes llamadas lograra que ambos hablaran por facetime. Pero, esta vez, Phichit encontró que no sabía que decir.
Y, dudaba que cuando lo encontrara, fuera algo que se pudiera discutir por el teléfono.
Guang Hong y Leo se miraron ante esa declaración, pero no dijeron nada. Parecía que entendían.
— ¿Después...?
Intentó Leo. Al tiempo que tomaba uno de los bocaditos del plato y lo pasaba hacia Guang Hong, quien lo recibía de manera casi automática.
Phichit no pudo evitar sonreír ante el gesto. Era la manera más antigua de cortejo entre alfas y omegas. Algo que se remontaba hasta milenios atrás, en una sociedad más arcaica. Proveer comida era una clara muestra de ser un cazador competente, y por ende una buena pareja. Aún el simple hecho de colocar comida en el plato de un omega podía evidenciar el instinto aún dormido en ellos.
No era extraño que la mente de Leo, siendo alguien tan tradicional como parecía en esa clase de aspectos, le llevara a hacer esa clase de cosas en lugar de simplemente decirle al otro muchacho que le gustaba.
Que Guang Hong lo recibiera tan tranquilamente, sólo demostraba que él también estaba interesado.
Era increíblemente adorable.
—Sí, después—Respondió Phichit, sonriendo realmente.
La temporada había terminado. Y él no tenía shows a los cuales atender.
Celestino también estaba preocupado, aunque fuera mucho más sutil al momento de expresarlo.
Quizá, sólo quizá, Phichit podría tomarse un tiempo para visitar Hasetsu.
❆ ❆ ❆
Yuuri había querido decirle a sus padres lo del bebé en una video llamada.
Era algo que no terminaba de cuadrar bien con Victor, y estaba completamente seguro de que tampoco con Yuuri. Pero las molestias aún no le habían abandonado y realmente no parecía una buena idea viajar.
Además, Victor no podía dejar Rusia así como así, no con el siguiente clasificatorio tan cerca. Y siendo sincero, la idea de Yuuri viajando sólo en ese momento hacía que su estómago se atara sobre sí mismo en una compleja y dolorosa maraña de nudos.
La llamada había durado bastante, y Victor había dejado que Yuuri lo hiciera sólo, justo como había pedido. En la sala, mientras él fingía dormir ya en el dormitorio.
En un impulso de desesperación se había puesto a contar los minutos que tardaba, perdiendo la ilación cuando hubiera llegado a sesenta.
Lo que se sintió como una eternidad después, finalmente trajo a Yuuri de regreso a la habitación. Victor fingiría hasta el fin de sus días que no escuchó los ligeros gemidos de claro llanto que habían venido de la sala minutos antes.
Yuuri finalmente se había acomodado en la cama, buscando los brazos de Victor con desesperación una vez dentro. Victor simplemente, no deseando romper el momento, le abrazó con más fuerza. Deseando que no más lágrimas regresaran a los ojos de Yuuri.
Esperando que su esencia sirviera de alguna manera, como un calmante.
Abrazados así, se rindieron finalmente al sueño.
Yuuri había querido decirle a sus padres la noticia. Victor tardó un poco en entender que eso significaba que él tendría que decirle a Yakov, quien posiblemente seguiría enfadado por su inasistencia a las prácticas.
Tenía sentido. Bastante en realidad.
Victor había perdido a sus padres aun siendo un adolescente. Y, quien realmente había jugado el papel de figura paterna años antes y tiempo después, había sido Yakov. Victor era demasiado mayor como para formar un vínculo hormonal de padre e hijo en ese momento, pero los vínculos emocionales que le unían al hombre era igual de importantes. Si no más, pues las respuestas que este tenía para con él iban más allá de simple instinto, eran decisión suya completamente.
Victor le había pedido que hablaran en su apartamento, pues el rink era un lugar muy público, y un café se sentía demasiado impersonal.
Esta era una gran noticia, Victor necesitaba la familiaridad de su lado.
Yakov estaba sentado frente a él, en uno de los sofás de su apartamento, mirándole como si estuviera arto de las excusas de pacotilla que Victor siempre le daba.
No podía culpar al hombre. No realmente.
Victor era, realmente, a veces demasiado.
—Lo lamento—dijo como inicio. Pero pronto la frase se sintió incorrecta. Como si estuviera hablando de un error.
Yakov elevó una ceja.
—Oh, esa es nueva—bufó—Había olvidado que de hecho sabes cómo disculparte, Victor.
Victor frunció el ceño, buscando arreglar la frase.
—Lamento haber faltado ayer—puntuó—pero, ocurrió algo importante.
Yakov soltó una risotada, sin pena.
—Claro—Dijo en tono casi incrédulo—Tan importante como la vez que habían correas para perro importadas en aquella extraña veterinaria, ¿O como cuando era el aniversario del primer cuádruple flip de Katsuki?—Porque Yakov parecía negarse a admitir que ese también era el aniversario de su primer beso—Los años me han enseñado a no creer en tu concepción de 'importante', Vitya.
Victor sintió ganas de reir, pero era causado por el nerviosismo.
Victor no estaba acostumbrado a esa clase de cosas. Ligeros nervios antes de un programa, quizá. Pero la clase de sentimiento que sube por tu estómago y traba tu lengua, que hace sudar tus palmas y te nubla la visión; claro que no.
Si era eso lo que normalmente sentía Yuuri, Victor no sabía cómo lo soportaba.
—Yakov...—interrumpió Victor, decidiendo que sería mejor terminar eso rápido—Yuuri va a tener un bebé.
Eso pareció ser suficiente para hacer callar al otro alfa. Quien ahora le miraba con los ojos abiertos de par en par.
Victor tragó el pequeño nudo que se había formado en su garganta.
—Yakov—intentó de nuevo—Voy a ser papá—Repitió. Porque sinceramente, no se cansaba de hacerlo, como si cada vez que las palabras abandonaran sus labios se hicieran un poquito más reales. La pequeña creación de su amor y el de Yuuri, creciendo tranquilamente en el estómago de su esposo.
—Yakov...—Ante la falta de respuesta, Victor intentó explicarse, aunque no supiera cómo hacerlo ahora. Se puso de pie, abriendo los brazos—Yo voy- yo voy
Yakov le imitó. Haciendo que se callara.
Victor le llevaba un par de centímetros, así que bajó el rostro para verle con cuidado.
Yakov, el hombre que había visto tantos años como un padre, le miraba con algo que Victor no terminaba de entender y que nunca le había visto al otro hombre expresar.
Yakov habló entonces.
—Sí. Un padre, Vitya—articuló, repitiendo con cuidado ese sobrenombre de cariño que tenía para él. No era orgullo lo que brillaba en sus ojos, no como el orgullo que siempre estaba allí cuando alguno de sus estudiantes obtenía una medalla. Pero tampoco había ira. Era casi fragilidad, pero no hubo tiempo para que Victor pensara mucho en ello, pues se encontró envuelto en un abrazo, que se sentía incómodo por la falta de práctica, pero aun así cálido—Uno muy, muy estúpido.
Oh, y allí estaba la ira. Porque aún con lo rasposa que sonaba la voz de Yakov, él nunca había sido capaz de esconder su molestia con las cosas. Especialmente cuando se trataba de Victor.
Victor sonrió un poco, antes de devolver el gesto.
—Lo lamento mucho—repitió nuevamente—Por los problemas que te traeré.
Porque Victor únicamente podía disculparse por eso. Porque sabía que de una manera u otra terminaría incordiando a Yakov. Pero esta vez no sonaba como arrepentimiento. Porque no lo era.
Yakov gruñó algo ininteligible. Simplemente dándole una palmadita en la espalda.
—Vas a ser un gran abuelo, Yakov.
Victor fue lo suficientemente amable como para no mencionar el repentino estremecimiento que asaltó el cuerpo de su entrenador.
Yakov y Lilia, dejando de lado el divorcio, eran una pareja de alfas. Realmente nunca habían esperado tener hijos. O eso era lo que Yakov le había respondido una vez en sus años de adolescencia, cuando Victor había decidido que era hora de incordiar al pobre hombre con preguntas personales.
Pero Victor sabía la clase de miradas que él les dedicaba a sus patinadores. Probablemente nunca había sentido la necesidad de tener un hijo tampoco, él ya tenía cuatro putativos.
Un yerno. Y, pronto, un nieto también.
Victor intento ahogar la risa que había escapado de sus labios al recordar las palabras que Lilia había soltado viendo practicar a ambos Yuris un día en su estudio, Yuuri recordándole a Yuri que apuntara sus pies para recibir un grito de 'Ya lo sé' no mucho después.
'Habría podido convertirte en un cisne' Había sido dirigido a Yuuri, con algo de molestia escapando su tono.
Sin lugar a duda, ella estaría feliz de entrenar a su hijo o hija en algún momento.
❆ ❆ ❆
Yuuri rodó en la cama, no por primera vez. Antes el cansancio y la diferencia horaria habían sido suficientes para enviar a su cuerpo a descansar. Pero ahora, ya adecuado al tiempo en Hasetsu, dormir parecía una tarea titánica.
Su mente era una marea de ideas recurrentes y pensamientos repetidos.
Sentía que daba vueltas a la misma idea, girando sobre sí mismo y llegando a nada.
Lo vacío de la habitación venía a perseguirle, haciendo que se sintiera fuera de lugar.
Combatió los deseos de revisar su celular. Normalmente ver las redes sociales de sus amigos le ayudaba a mantenerse distraído. Pero ahora, no creía que fuera la mejor idea. Aún no se sentía listo para hablar con ninguno de ellos. No era como con Yurio, él de alguna manera había estado allí, Yuuri no tenía que decirle nada para que entendiera.
El resto del mundo era un tanto diferente.
Suspiró pesadamente, observando el techo con desinterés. Su mano derecha, casi mecánimante terminó viajando hasta su estómago, como hubiera hecho tantas otras noches.
Había evitado hacerlo antes, cuando aún estaba en Rusia y hubiera salido del hospital. Pero el impulso era demasiado fuerte ahora.
Sus dedos repasaron con cuidado la superficie plana ahora.
Dio un par de golpecitos.
Donde antes hubiera habido movimientos de mariposa, ahora sólo había vacío.
Yuuri mordió su labio inferior. Deseando poder articular el nombre de su hijo.
Antes no había podido decidir el nombre, aunque él y Victor hubieran armado una pequeña lista. Yuuri realmente no había querido elegir, aunque Victor hubiera lucido más que emocionado por repasar las opciones con él. Y, ahora, se arrepentía de no haberlo hecho.
Así al menos podría llamar el nombre de la persona que estaba extrañando.
❆ ❆ ❆
La charla con Yakov no había sido desastrosa.
En realidad, había salido mucho mejor de lo que Victor hubiera podido esperar.
Pero Victor no era lo suficientemente ingenuo como para creer que eso sería fácil. Sus compañeros eran- particulares a veces. Definitivamente tendría que ser en un lugar aparte del rink. Victor no quería que la historia se supiera aún. Era suficiente con que sus amigos cercanos lo supieran, el resto del mundo podía esperar.
Y, eso también, era lo que Yuuri quería.
Cuando el fin de semana llegó, Victor invitó a su pequeño grupo de amigos a un café cercano al rink. Yuuri no había estado sintiéndose del todo bien esa semana, pero esa mañana las náuseas habían desaparecido temprano. Victor estaba feliz, tomando aquello como que el cuerpo de Yuuri al fin estaba acostumbrándose al bebé.
El doctor había sugerido un poco de ejercicio leve, caminatas y quizá, si se sentía lo suficientemente bien, trotar. Pero el patinaje estaba completamente prohibido, pues Yuuri aún no terminaba de sentirse bien. Eso había sido un poco frustrante, pues Yuuri aún había esperado poder, al menos, pisar el hielo un poco más.
Mila, Georgi y Yurio no habían tardado en preguntar, en diferentes tonos y con diferentes grados de sutileza, si Yuuri estaba bien. Pues faltar tantos días a práctica no era algo que el muchacho hiciera.
Victor había dado un par de evasivas que se habían ganado miradas confundidas tanto de Mila como de Georgi y un insulto de parte de Yurio.
Así que cuando Victor los había invitado para que él y Yuuri hablaran con ellos personalmente, ninguno había faltado. Era sólo un almuerzo, nada realmente grande, Yurio había protestado un poco pues tenía su último clasificatorio en un mes, y 'No tenía tiempo para perder con un montón de flojos'. Georgi había aprovechado la oportunidad para presentarles a su nueva novia, una muchachita beta, rubia, y muy amable.
Georgi la había conocido poco antes del pasado Grand Prix, y ella había sido la inspiración para sus programas de la última temporada.
Comieron con calma, entre bromas con un tono burlón, y miradas sospechosas de Yurio. Quien parecía no terminar de comprar la idea de un simple almuerzo. Pero Victor no estaba preocupado, Yura siempre había sido particularmente perceptivo.
Georgi despidió a su novia con un beso en la mejilla. Georgi, aun siendo un alfa de nivel intermedio, tenía una gigantesca vena romántica que la gente normalmente no relacionaría con su casta. El siempre proclamaba que su amor iba mucho más allá de las castas y los niveles, y aunque la emotividad del hombre parecía ser un chiste entre los demás patinadores rusos, la verdad era que lo encontraban un tanto encantador.
—Ahora que los enamorados se separaron—Bromeó Mila, mientras le daba una palmada a su compañero en la espalda—Creo que Victor y Yuuri tenían algo que decirnos, ¿verdad?
Alentó. Ella también estaba curiosa, y no era para menos. Victor tomó aire, agradeciendo que la esencia de Yuuri aún se encontrara controlada por los supresores que aún quedaban en su sistema y de los cuáles se iría limpiando con el paso de las semanas. Sería incómodo que fuera así como se enteraran de su estado.
—Ah, sí—Yuuri se aclaró la garganta, Victor quería dejar que él tuviera la palabra y que explicara el asunto como mejor le pareciese. Pero su ligero rubor de mejillas y el temblor de sus manos le revelaron que quizá, iba a necesitar un poco de ayuda.
—Yuuri—Dijo Victor, tomando su mano con cariño y ganándose una arcada de Yurio—Déjame a mí.
Yuuri le miró por un momento, antes de asentir.
Ellos tres habían sido sus compañeros por más tiempo. Estaban acostumbrados a sus particularidades y excentricidades. Pero, por sobre todo, estaban acostumbrados a él. Nadie mejor que el mismo Victor para dar la noticia.
—Yuuri y yo vamos a tener un bebé.
Y, muy fiel a su estilo, nada mejor que ser directo.
Una vez la noticia dejó sus labios, tomó un par de segundos para que ellos reaccionaran. Victor pudo ver cómo es que todos llegaban a la realización de que, de hecho, era verdad.
Los ojos de Georgi se abrieron un poco, al igual que su boca. Dejando escapar un simple 'Oh' antes de que un pequeño sonrojo se esparciera por su rostro.
Mila, llevó sus manos hasta su boca, dejando salir una pequeña risa de emoción.
— ¡Eso es genial!
Yuuri a su lado ahogó un pequeño sonido de vergüenza. Sonido que fue opacado por el fortísimo golpe de Yurio contra la mesa.
El grupo entero quedó en silencio, mirando al muchacho con sorpresa.
— ¿Y-Yura?—preguntó Mila.
Yurio tenía el puño aún pegado a la madera, su rostro oculto por el flequillo. Si Victor no hubiera creído que era imposible, hubiera jurado que incluso estaba gruñendo.
—No me jodan—dijo, en un tono de voz muy bajo.
— ¿Yura?—Esta vez fue Georgi, quien al parecer había sentido algo de hostilidad también y ahora intentaba ponerse de pie. Pero no fue necesario, pues Yurio simplemente se levantó, y tras dedicarle una mirada de repulsión a él y a Yuuri, abandonó el lugar, no sin antes patear la silla a un lado.
❆ ❆ ❆
Yuuri no había logrado cerrar los ojos en casi toda la noche.
Cuando su teléfono finalmente sonó, con el insistente repiqueteo de la alarma indicándole que era hora de iniciar un nuevo día. Le rogó a todas las deidades existentes que le dieran fuerzas para no desplomarse como un saco con un par de horas de trabajo.
Hoy, tenía muchas cosas que hacer.
❆ ❆ ❆
Las noches rusas eran heladas.
En realidad, el clima de Rusia podía llegar a ser así en todo momento. Pero Yuuri creía que las noches y las madrugadas eran lo peor.
Se preguntó cuánto más faltaría para que Victor terminara sus prácticas nocturnas. Yakov había exigido que aprovechara estos meses, donde Yuuri aún podía hacer las cosas por sí sólo. Aún si Yuuri hubiera asegurado que su estado no afectaría el cronograma de prácticas de Victor, Yakov parecía estar completamente seguro de que Victor terminaría obsesionándose con pasar tiempo con Yuuri.
Esta era su manera de compensar por el tiempo aún no perdido y decirle que estaba bien. Mientras Victor siguiera dando más del cien por ciento.
La puerta del apartamento sonó. Makkachin fue el primero en dar un ladrido de gusto.
Yuuri parpadeó, pues Victor tenía la llave, pero igualmente se puso de pie y se acercó a la puerta. Si habían dejado entrar a alguien, lo más probable es que el guardia de la entrada le conociera.
Observó por la mirilla de la puerta, donde la imagen de un algo compungido y avergonzado Yurio le saludaba.
Yuuri se sorprendió. Pero raudamente se dispuso a abrir. Makkachin, a su lado, hacía soniditos de emoción.
—Yurio...—murmuró una vez estuvo frente al muchacho. El pequeño sonrojo en sus mejillas era bastante evidente, quizá por el frío, o quizá por vergüenza.
El mentado no dijo palabra alguna.
Yuuri se hizo a un lado.
—Pasa—le animó, Makkachin ladró felizmente, como repitiendo la propuesta.
Yurio sólo murmuró algo ininteligible, antes de obedecer y quedarse en medio del salón.
Yuuri se sentó en el sofá más grande, mientras Makkachin se acomodaba en sus pies. Yurio no hizo esfuerzo para moverse.
Yuuri creía saber por qué había venido. Palmeó el asiento a su lado en el sofá. Yurio sólo movió la cabeza un poco, aceptando la invitación.
El sofá se hundió ante el peso extra, y el aroma algo alterado de Yurio le llegó finalmente. Estaba nervioso.
Yuuri entendía.
—L-lo lamento—Murmuró, quedito, tanto que si Yuuri no hubiera estado prestando atención, probablemente lo habría ignorado.
Yuuri no necesitaba que le dijera porqué. Si él había venido a decirle eso de frente, era porque al fin había llegado a términos con lo que la noticia le había hecho sentir.
Sólo asintió.
—Está bien, Yurio.
El mentado hizo un movimiento brusco, girándose a verle con la expresión algo desencajada, como si no terminara de creer que le dejara libre con algo así de simple.
Hasta casi lucía un poco enfadado de que ese fuera el caso. Pero no dijo nada.
Se mordió los labios con fuerza, Yuuri creía que incluso se podría lastimar. Pero antes de que pudiera comentar en ello, los brazos de Yurio ya estaban rodeándolo, en un gesto casi desesperado.
La esencia de Yurio lo llenó entonces, y Yuuri supo que simplemente tenía que dejarlo ser. Con cariño, devolvió el abrazo.
❆ ❆ ❆
El desayuno no fue nada realmente problemático, el paso de los clientes ya hospedados era lento y Yuuri sólo tenía que encargarse de ayudar en la cocina, más que de servir.
Así estaba mejor. Terminó lo más rápido que pudo, su cuerpo; aún cansado, le pedía hacer cualquier otra cosa que no fuera quedarse atrapado entre las cuatro paredes del hotel.
El doctor le había pedido que se mantuviera con actividad menor. Sabía que correr, la cantidad de metros que él acostumbraba, probablemente le haría fruncir el ceño. Pero en ese momento realmente no le importaba.
Despidiéndose de su madre y hermana se aventuró al exterior. Hasetsu ya se estaba levantando, con el sol comenzando a emerger, los negocios abriendo sus puertas y las gaviotas saludando a la mañana con su canto.
Yuuri aceleró, cuando finalmente alcanzó el puente frente a la costa, deteniéndose únicamente cuando el dolor en su pecho se hizo más fuerte, obligándole a pelear por un poco más de aire. Aún tenía que acostumbrarse a eso nuevamente.
Estiró sus músculos, observando el amanecer.
Tan parecido al de San Petersburgo. Tan diferente a la vez.
El canto de las gaviotas, incluso, parecía llevar en el un tono diferente. Era nostálgico, y casi triste.
Un par de pasos se escucharon atrás de él. Yuuri giró el rostro. Yurio, le miraba directamente.
—Yurio...
No esperaba que el muchacho le buscara. Siendo sincero, no tenía idea de qué quería aún.
—Aquí estabas—Era una afirmación. Como si él lo hubiera sabido—No importa donde vayas, tazón de cerdo—Dijo dando un paso más, acercándose a él—Yo siempre te encontraré.
❆ ❆ ❆
Cuando Yuri regresó al departamento de Yakov y Lilia, ambos le dedicaron sendas miradas que mezclaban el reproche y la preocupación, pero no dijeron nada; Yuri tuvo que agradecer que respetaran su privacidad.
Deseándoles buenas noches, pues realmente no tenía hambre, se metió a su habitación y ahogó un suspiro.
Su gata llegó de algún rincón, maullando con gusto, dándole la bienvenida. Yuri sonrió en la oscuridad, moviendo el interruptor y luego agachándose para tomar a la gata entre sus brazos, hundiendo su nariz en el pelaje.
Estaba exhausto.
Pero aún tenía que hacer algo.
Prendió la computadora portátil que descansaba en su cama, y notó con una pequeña sonrisa que Otabek aún estaba conectado. Había cumplido su promesa.
Yuri tomó un poco de aire, dejando a su gata a un lado, presionó el botón de videollamada.
El cambio horario no era exagerado esta vez, pero igualmente, Otabek probablemente debería estar descansando. Yuri se sentía un poco culpable por haberle hecho esperar tanto tiempo.
—Yura—Saludó Otabek, su rostro mostraba ligeros signos de cansancio, pero además de eso, estaba sonriendo.
—Beka—Saludó de vuelta, sintiéndose de pronto algo cohibido, no queriendo mirarle directamente mucho tiempo; aún si era a través de una cámara—Gracias- por esperar.
Otabek sólo asintió del otro lado de la pantalla.
Y, antes de dejar que el silencio que los envolvía se volviera incómodo, continuó.
— ¿Lo hiciste?—preguntó, aunque Yuri estaba seguro que él ya sabía la respuesta.
Yuri sintió que sus mejillas se coloreaban ligeramente. Su arrebato frente a Victor y Yuuri había sido injustificado, y- algo exagerado. Pero, en ese momento, la ira simplemente había bullido desde lo más profundo de su ser.
Él había estado preocupado por el tazón de cerdo, pues tantos días fuera del rink simplemente no podían ser buenos para su régimen de entrenamiento, y ahora con esa noticia, todo tenía sentido. Y, sin embargo, Yuri no podía evitar sentirse robado. En más de un sentido.
Tazón de cerdo definitivamente estaría fuera de competencia. Ya no podría enfrentarlo en la final. Completamente fuera de su alcance.
Ahora, definitivamente, en más sentidos que uno.
Parte de sí mismo le decía que tenía derecho a sentirse ofendido por uno de ellos, pero que realmente no por el segundo.
Era vergonzoso.
Casi tanto como que hubiera sido Otabek, quien había aguantado su verborrea horas antes en una larguísima llamada, quien le hubiera convencido finalmente de disculparse con el otro Yuuri.
Beka, a veces, parecía ser capaz de ver más allá de Yuri. Logrando entender sus verdaderos sentimientos antes que él mismo.
Nuevamente. Vergonzoso.
—Sí...
Murmuró, casi como si hiciera un puchero.
Otabek, sonrió complacido.
—Me alegro, Yura—La voz de Otabek era suave en ese momento, no tenía ni un solo tinte de condescendencia. Hacía que el pecho de Yuri doliera. Otabek tenía ese efecto sobre él a veces, y sólo hacía que las ya de por sí confusas ideas de su mente, se revolvieran más.
Yuuri Katsuki era un problema por sí solo.
Otabek Altin era otro.
Mezclar a ambos en el mismo embrollo, era algo que Yuri no estaba listo para afrontar. No aún, quizá nunca, si podía.
— ¿Y por qué te interesaba tanto?—Se animó a preguntar finalmente Yuri, algo incómodo por el silencio que siguió.
Otabek no tardó en responder.
—Porque quiero verte feliz, Yura.
Yuri quiso lanzar su computador.
❆ ❆ ❆
Yurio le había acompañado en el camino de regreso al hotel, sin hacer nada más que ligera conversación. Yuuri había aprovechado para felicitarle por la medalla de plata en el campeonato Europeo, Yurio había evitado mencionar al campeón de dicho torneo.
Yurio mencionó que iría a practicar al castillo de hielo, donde probablemente Yuuko y sus hijas harían gran alboroto por su llegada, ofreciéndole a su propia manera que le acompañara. Yuuri negó educadamente, pues aún tenía muchas cosas que hacer en el hotel.
Yurio frunció el ceño ante la negativa.
—No pienso dejar que hagas estupideces, tazón de cerdo.
Y al parecer esa era la principal razón de su presencia repentina en Japón. Aunque Yuuri no terminaba de entender qué clase de importancia pudiera tener él, o qué clase de cosas entraban en el rango que Yurio consideraba tenía la palabra estupidez.
Aunque la parte más racional de su mente le gritaba que Yurio ya había descubierto lo que Yuuri aún no se atrevía a decir en voz alta. El futuro de su carrera.
Yurio terminó quejándose ante su falta de respuesta, y tras decirle el nombre de un café cercano al centro de la ciudad, le dijo que lo vería allí antes de cenar, pues él no podía perder tiempo importante sin entrenar.
Yuuri simplemente rió ante la última remarcación. Asegurándole que le iría a ver, cuando terminara sus labores para el hotel. Yurio bufó antes de irse.
El resto del día pasó con una parsimonia y lentitud casi torturantes. Y, cuando la hora del encuentro llegó, Yuuri se encontró más nervioso de lo que esperaba. El sentimiento de preocupación se había estado agrupando en su estómago durante todo el día.
Encontró el café que Yurio le había mencionado antes, una amable mesera beta le saludó con una sonrisa y le ayudó a ubicar una mesa. Le acompañó a una de las mesas y le preguntó reiteradas veces si necesitaba algo.
Posiblemente fuera porque estaba comenzando a despedir el aroma de un omega estresado. El instinto natural de los betas era ayudar a los omegas en apuros. Yuuri simplemente no podía culparla, aunque de pronto tanta atención le hiciera sentirse incómodo.
La mesera se fue sonriéndole, dejándole sólo con sus pensamientos y la molestia que se había construido en la base de su estómago.
Yuuri trató de anular los sonidos externos del lugar, el café no estaba realmente lleno pero aun así, la sobrecarga auditiva a veces llegaba a incrementar el sentimiento de ansiedad que lo atacaba a veces.
No quería arriesgarse esta vez, estaba tratando de componer su vida; después de todo.
No tardó mucho para que Yurio le acompañara, los años habían hecho maravillas con el muchacho, y ahora podía notarlo mejor, haciendo que creciera de manera agraciada y no como si sus extremidades parecieran ser un objeto alienígena en su cuerpo. Tanto tiempo perfeccionando sus formas probablemente tuviera que ver; Yurio era tan elegante en el hielo como fuera de este.
— ¿Y? ¿Hablaras o no?—espetó el muchacho antes de desparramarse de mala manera sobre la silla.
Bueno, pensó Yuuri, tan elegante como quisiera ser.
—Tan directo como siempre, ¿No Yurio?—coaccionó Yuuri tratando de alivianar el ambiente en la mesa con un falso retintín de tranquilidad. Yurio, sin sorprenderle, no se lo compró.
—No trates de hacerme perder el tiempo, tazón de cerdo, sabes perfectamente porqué vine aquí.
No había ni un sólo tinte de suavidad en sus palabras, Yurio era tan duro y honesto como había sido siempre. Y, aquello, de alguna manera traía calma al espíritu de Yuuri quien no habría sabido cómo actuar ante un diferente tipo de trato. Ante Yurio, al menos, él seguía siendo él mismo.
No había esperado que fuera Yurio quien de hecho le hiciera sentirse así nuevamente. La cercanía con su familia le había traído calma, ciertamente, pero Yurio le recordaba que él seguía siendo Yuuri.
Yuuri inhaló lentamente; había practicado esas palabras al menos unas mil veces en su mente, pero decirlas en voz alta las hacían más reales.
Más aterradoras
—Voy a retirarme.
Nunca creyó que una oración tan pequeña pudiera acarrear tanto. Significaba ponerle fin a uno de los amores más grandes de su vida, a más de veinte años de experiencias y recuerdos. De ponerle fin a algo que nunca creyó que lo tendría, a algo que sin lo cual no podría reconocer su vida.
Y aun así allí estaba.
Era descorazonador pensar que semejante despedida se sintiera tan pequeña en ese momento.
Yurio, esperablemente, frunció el ceño.
Su esencia claramente alterada por el arrebato de enojo que le invadió. Pero Yuuri no se amilanó.
—Tienes que estar bromeando—Dijo en un tono que tenía ligeros tonos de amenaza. Yuuri sabía que Yurio se enfadaría una vez se enterara, algo mucho más sentido que la tristeza que podrían sentir los demás patinadores rusos al enterarse. Por eso era que Yuuri había intentado evitar el tema todo lo posible. Dejándolo como un cuestionamiento que se respondería solo cuando el momento llegara.
—Yurio...—inició él, pero fue interrumpido por el repentino golpe que Yurio dio en la mesa con la mano hecha puño.
—No—Dijo con fuerza. Tratando de imponerse—Escúchame: No. Simplemente no.
Yuuri sintió su garganta cerrarse.
—El mundo no terminará porque ahora estés aquí—dijo, intentando que esa frase englobara todo—El mundo no se termina, aunque te deje tumbado en el suelo y te patee cuando estés caído. Ni cuando te tira un montón de mierda encima, aunque la vida te estuviera sonriendo tan solo el día de ayer. Y—puntuó. Yuuri podía escuchar los murmullos alrededor, estaban llamando la atención—Tampoco se termina porque ya no estés al lado de Victor.
Yuuri abrió la boca. Pero nada salió.
—Disculpen—La camarera que le hubiera atendido antes se acercó, luciendo algo agitada. Yuuri solo notó en ese momento que el resto del staff les miraba como deseando intervenir, al igual que un par de clientes.
Probablemente todos ellos betas también.
— ¿Está todo en orden?—Preguntó, mirándole con preocupación. Yurio chasqueó la lengua atrás de él. Yuuri simplemente se aclaró la garganta.
—Sí, sí—dijo, moviendo las manos intentando quitarle importancia al asunto—Nosotros... ya nos retiramos, perdón.
La camarera negó educadamente, y les agradeció la visita, aunque no hubieran consumido nada. Yurio bufó por lo bajo antes de comenzar su camino hacia el exterior de la tienda. Yuuri no tardó mucho en seguirle, tratando de ignorar las miradas que aún los seguían desde adentro del café.
El cielo ya estaba oscureciéndose, y el camino hasta Yu-topia parecía demasiado largo. Que ni él ni Yurio hubieran dicho algo más hacía la atmósfera aún más insoportable.
Las únicas compañeras de su caminar eran las gaviotas y si graznido. Yuuri sintió que estallaría si no decía algo
—No es por Victor—Eso pareció ser suficiente para hacer que Yurio se detuviera. Girando desde donde estaba y mirándole con auténtica sorpresa en el rostro. Yuuri sintió que necesitaba elaborar-No es solo por Victor, mi decisión.
Sería mentir decir que la ausencia aún no le dolía, que la falta de Victor no seguía calando profundamente en su alma. Pero eso había sido culpa de Yuuri, él no podía atar a Victor a un hombre como él.
Sería mentir decir que no le afectaba, cierto.
Pero sería mentir también, decir que esa era la única razón de su decisión. Yuuri creía que había perdido algo muy importante de sí mismo, y estaba demasiado ocupado intentando encontrarlo de nuevo.
No creía ser capaz de balancearse a sí mismo y a su patinaje. Su arte no merecía menos que lo mejor de sí, no podría permitirse intentarlo de nuevo si no estaba completamente seguro de aceptar el reto.
Yurio pareció meditar sus palabras. Yuuri agradecía que no le hubiera pedido especificar qué más podría atormentarle.
—Te he visto levantarte antes, tazón de cerdo. Tú siempre... te levantas. De una manera u otra—Un Yurio menos elocuente era una visión nueva. Algo enternecedora—¿Qué es diferente esta vez?
Yuuri lo pensó.
—No... No lo sé
Y era sincero.
Eso era lo peor.
Yurio se le quedó mirando un largo momento sin decir nada. Solo para luego plantar su mirada en el suelo. Yuuri esperó un poco antes de seguir andando, Yurio no tardó en seguirle
Diez metros eran lo que los separaba de su hogar; las luces de la recepción se veían claramente desde su posición. Invitantes y cálidas.
Yuuri abrió la boca; dispuesto a despedirse, pues aún tenía una entrega que recoger antes de la cena de esa noche. Pero la repentina intromisión de Yuri lo evitó
—Piénsalo bien, tazón de cerdo—Dijo; acercándose hasta encararlo. Los centímetros extra que le llevaban se reflejaban casi como una torre en esos momentos, lo brillante de sus ojos resplandecía con algo que Yuuri sólo le había visto en la pista hasta ese momento—No hagas algo de lo que luego te arrepientas.
Yuuri sabía que este era un momento crucial. Si realmente lo dejaba ahora, no habría manera de continuar en un futuro. No se hacía para nada más joven, y su cuerpo aún no estaba completamente recuperado.
Pero podía. Él podía, aunque fuera, robarle un par de años más a su juventud. Aunque fuera uno solo. Una única temporada más. La última.
—Si no tomas la oportunidad cuando está delante de ti—dijo, suave y profundo, como si se hablara a sí mismo—La habrás perdido para siempre.
Yuuri sintió su corazón perder un latido.
Antes de que pudiera terminar de darse cuenta; Yurio había bajado su cabeza terminando por chocar sus labios contra los suyos, cálidos en comparación con el viento frío de Hasetsu que golpeaba sus mejillas; terminando por separarse apenas y viéndole como si fuera la primera vez que realmente le veía.
—Siempre quise hacer eso—confesó con un tono de voz tan quedo y contrito que hizo que su corazón se achicara.
Era la declaración de un secreto.
❆ ❆ ❆
❆Notas finales: Lo lamento, creí que este capítulo sería muchísimo más largo. Pero, tuve un par de problemas con un examen que tomé hace un año. Resultó, que debía tomar otro, y el que tengo realmente no sirve para lo que quiero.
¿Escuchan eso? Soy yo, gritando.
Pero hablando de la historia.
Hey, ¡Al fin salió Phichit! Y no pude evitar poner pedacitos de otra pareja que me gusta. Porque Leo y Guang son demasiado lindos y en cada cosa que hago ellos deben estar juntos. Luego saldrán más, creo, al menos esa es mi intención.
Nuevamente, God bless the betas.
Y- bien... Eso último, uh- aha. Debía estar en el capítulo que seguía, pero- i'm sorry. I'm trash. Los sentimientos de Yuri son un desastre, casi tanto como mi escritura.
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