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Evermore



Notas Iniciales: Oh god, capítulo 14. Lamento que este sea un poco más corto que el resto. Escribir largos periodos de tiempo parece terminar siendo mucho más escaso que escribir un solo día. Vaya (im sorry)

Pero, antes de correr a repasar, les dejo un capítulo.

Después de la pequeña conferencia, Yuuri se quedó a charlar un momento más con Moroka. El presentador lucía bastante emocionado, y; aunque no fuera información que pareciera utilizar para alguna nota en particular -pues su equipo se mantuvo apagado y no llevaba una libreta en la mano- escuchaba a Yuuri con mucha atención.

Su despedida fue breve, no sin que antes él le deseara suerte.

El tren que lo llevó finalmente hasta Hasetsu, era el último y venía casi vacío, un par de escolares cuchicheaban mientras revisaban su teléfono y un viejo hombre dormitaba de brazos cruzados. La estación, que ahora tenía nuevos posters suyos, lucía un poco muerta por la falta de personas que normalmente estarían caminando por allí o esperando silenciosamente sus líneas. Cuando llegó al onsen, su hermana era la única que le estaba esperando despierta. Sus padres ya se habían retirado a descansar hacía un par de otras atrás.

Mari, sentada como estaba en una de las mesas de la cocina, se regaló una media sonrisa mientas agitaba una botella de sake en su dirección.

Yuuri nunca había bebido con su hermana.

Claramente, había consumido su justa cantidad de alcohol en su hogar. Lo cual le había llevado a la triste realización de que había heredado los increíblemente vergonzosos hábitos de ebrio de su padre. Haciendo que relegara su consumo de licor a situaciones realmente especiales, o cuando debía aceptar una copa a dos para mantener el ambiente en una reunión social.

Sin embargo, la intimidad que traía sentarse simplemente junto a su hermana en la mesa de la cocina, compartiendo casi en silencio un par de tragos de saque; nunca había pasado siquiera por su mente.

Ocasiones así solían guardarse para ser compartidas en el jardín trasero de una clásica casa japonesa, siendo acompañados por una conversación profunda y el sonido de los grillos acompañado por el brillo lunar. Sin embrago, Yuuri creía que una casi muda conversación entre hermanos en la cocina, iluminados únicamente por el brillo de una vieja bombilla, estaba bastante bien también.

—Lindo discurso, Yuuri.

Le dijo Mari, al tiempo que tomaba el pequeño recipiente con licor y lo sacudía en su dirección, como si hiciera un brindis.

Yuuri sonrió.

—Gracias, Mari-neechan.

Cuando el nuevo trago de licor bajó por su garganta, pensó que quizá sería buena idea llamar a Victor. Aunque probablemente él estaría descansando ya, pues si su reloj biológico era de confianza, ahora mismo ya debía estar rozando la madrugada. Yuuri no podía hacer cálculos exactos en ese momento, pero también debía ser bastante tarde en Rusia. Y, llamar a Victor con alcohol en las venas, definitivamente no pintaba como una muy buena idea.

—Estoy ansiosa por poder ver tu presentación.

Yuuri sabía que su hermana y sus padres no podrían estar con él durante el evento, pero siempre seguían la transmisión televisada. Si tenía suerte y se daba la ocasión, probablemente Minako y Nishigori lo acompañaran. Y, aún si no se pudiera, Yuuri tenía la suerte de que este evento se televisaba a todo Japón así que no tendrían que sufrir con streamings en internet. Sus padres lo adoraban, pero aún tenían muchos problemas batallando con algunos dispositivos electrónicos.

La competencia se llevaría a cabo dentro de tres días más. Celestino le había dicho que llegaría directamente al lugar un día antes de la presentación, Yuuri le había pedido ir sólo antes para pasar un par de días en familia.

—También yo.

Admitió. Y era cierto. Estaba ansioso por mostrar nuevamente toda la determinación que podía tener, al mismo tiempo que la fe que había depositado sobre sí mismo en esta ocasión.

Yuuri despertó, la mañana siguiente, un poco más tarde de lo normal. Su cabeza no dolía ni nada por el estilo, pero sus ojos batallaban por mantenerse abiertos. A él le hubiera gustado ayudar un poco con las labores domésticas del hotel, pero su cuerpo aún parecía quejarse por el cansancio que había traído consigo la conferencia y por el mismo viaje hasta allí.

Sus padres, al parecer, no habían encontrado necesario despertarlo. El hotel parecía estar en su época de baja afluencia, incluso con el pequeño incremento de turismo que había traído a Hasetsu el repentino renacimiento de la carrera de Yuuri. Se puso de pie y cambió, antes de comenzar a hacer su camino hasta la cocina. En el camino, tropezó con su madre quien parecía traer sábanas limpias y, quien, le sonrió con cariño cuando lo vio ya de pie. Le dio un abrazo dándole la bienvenida, antes de disculparse por no haberlo podido recibir anoche.

Yuuri devolvió el gesto, deteniéndose un poco a olfatear el aroma de su madre y sonreír ante lo feliz que parecía estar, para luego decirle que no había problema, pues Mari le había esperado. Su madre asintió y siguió su camino. Yuuri se permitió seguirla con la mirada un momento, sonriendo para sí al notar que su madre seguí siendo tan animosa como la recordaba, antes de continuar con su propio quehacer.

En la cocina, Mari terminaba de secar casi con perezosa paciencia unos cuencos de sopa miso. Yuuri la saludó al tiempo que trataba de cubrir un bostezo, Mari se burló de su aparente y clara flojera matinal sin siquiera apartar la mirada de lo que estaba haciendo.

Yuuri sólo se limitó a murmurar algo que de seguro era casi ininteligible para oídos ajenos, mientras se servía una porción de arroz que pensaba acompañar con verduras.

Aunque sí debía admitir que era increíble cómo Mari parecía tan vital a pesar de haberse trasnochado con él. Quizá eso de ser una persona difícil en las mañanas era más algo de Yuuri que algo de familia.

Una vez Mari hubiera terminado, Yuuri pudo ver cómo secaba sus manos con el pequeño delantal que siempre llevaba, antes de despedirse de él haciendo una señal con la mano y partir hacia su siguiente tarea. Yuuri, por su parte, sólo le dedicó una larga mirada a su tazón antes de comérselo. Estar en casa hacía que la pequeña tentación de pedirle a su madre que preparara, al menos, un tazón de cerdo para él. Pues, si bien él también sabía cómo prepararlo, nada se compraba con la sazón de su madre. Sin embargo, Yuuri aún mantenía aquello como una tradición ganadora; y, ahora- casi como un recordatorio constante en su mente, también estaba plasmada la idea de que no sería lo mismo comer su amado platillo sin Victor a su lado. Antes era la tradición ganadora de Victor, pero después se había convertido en la tradición de ambos. Se sentiría incorrecto hacerlo solo.

Alejó la idea rápidamente de su mente, terminando con su plato y lavándolo con prisa. Concentrándose mejor en la razón por la que había querido regresar en primer lugar. Definitivamente, quería pasar un poco de tiempo con todos, disfrutando de la quietud de Hasetsu antes de que la competencia lo absorbiera por completo. Empero, también quería ver a una parte de su familia que había mantenido casi a raya durante ese tiempo.

En la entrada del onsen, se despidió de su padre diciéndole que iría a correr un par de vueltas, antes de dirigirse a paso ligero hasta el Ice Castle.

Los Nishigoris y él habían mantenido una buena cuenta de llamadas telefónicas, y otro tanto de mensajes de parte de Yuuko -y unos cuantos de Takeshi- informándoles de algo que hubiera ocurrido en la ciudad o alguna foto de las trillizas haciendo algo en el hielo. Empero, no había mantenido ninguna conversación cara a cara con ellos ni siquiera durante su estancia previa en Hasetsu. Principalmente, porque no quería ir a la pista de hielo. Ese lugar encerraba demasiados recuerdos que inevitablemente lo hubieran llevado a un camino de desencanto y dolor. Allí habían nacido muchos de sus amores: El que hubiera sentido por Yuuko, el que sentía por el hielo, y el que le había dedicado a Victor.

Yuuri, en ese momento, no habría podido enfrentar semejante hecatombe emocional.

Ahora, en retrospectiva, Yuuri se arrepentía un poco. Yuuko y Takeshi siempre sonaban preocupados en las llamadas. Yuuko con ese deje maternal que había aprendido a tener, mezclado con el antiguo de mejor amiga que siempre le dedicaba a Yuuri. Takeshi, por su parte, con casi recatada y mal disimulada vergüenza parecía no saber exactamente cómo poner en palabras una pregunta que le hiciera saber cómo se encontraba Yuuri, sin decir las palabras directamente.

El camino, Yuuri se lo sabía de memoria. Pocas cosas habían cambiado en esos años. Un par de negocios se habían hecho más grandes, y había autos más modernos por las pistas. Así como la ciudad parecía haber mutado un poco, el ice castle también lo había hecho. Había habido apenas cambios notorios en su fachada externa, así como un nuevo anuncio que le hacía publicidad, pero de alguna manera el lugar parecía mucho más vivo.

Yuuri sabía que ahora había pequeños grupos infantiles que tomaban clases con Takeshi, pero considerando que era sábado, la pista probablemente estaría casi vacía a esa hora.

La puerta automática se abrió con un pequeño sonido. Yuuko, quien estaba escribiendo un par de cosas en un cuaderno en el mostrador, elevó la mirada mientras le daba la bienvenida como lo haría con cualquier otro cliente. Al menos hasta que sus ojos se centraron en el rostro de Yuuri.

— ¡Yuuri!

Gritó ella, llevando sus manos hasta su rostro.

Lucía tan linda como siempre.

Yuuko era una omega, justo como él, de nivel bajo. Con un cuerpo algo pequeño y con las caderas un tanto anchas, sus curvas sólo se habían terminado acentuando después de haber tenido a sus trillizas. Takeshi, por su parte, era un alfa de nivel intermedio.

Yuuri y Takeshi parecían pelear mucho antes, aunque la animosidad del muchacho había disminuido una vez los tres se hubieran presentado. Con la idea de que Yuuri pudiera siquiera concebir sentimientos por Yuuko completamente eliminada de la mente de Takeshi, este se había convertido en una especie de amigo para Yuuri y en el novio de Yuuko. Ambos habían cumplido con lo que normalmente se esperaba de las parejas en Hasetsu; casándose jóvenes y teniendo cachorros rápidamente también. Las trillizas no estaban en el lugar, pero considerando su edad; probablemente estarían en la escuela.

—Yuu-chan—saludó él una vez hubiera estado frente al mostrador, con una sonrisa un poco tímida pintando su rostro. Yuuko se lanzó por sobre el mostrador para atraparlo en un apretado abrazo, y aunque las pocas personas que estaban patinando desinteresadamente allí giraron el rostro para verles, a ella pareció no importarle. Yuuri sólo se limitó a devolver el gesto, ligeramente avergonzado por el repentino arrebato, pero reconociendo el vínculo de amistad que los unía y sonriendo al sentirlo ser alimentado.

Victor despertó la mañana de la competencia de Yuuri con un sentimiento extraño de confianza llenando todo su cuerpo. Uno que ni siquiera había sentido completamente cuando Yuuri hubiera estado bajo su tutela. Como una pequeña voz en su cerebro que le aseguraba que todo estaría bien.

Quizá era porque estaba seguro que, aún con el año fuera de práctica, Yuuri era más que capaz de dominar la competencia. O porque su mente estaba ya programada por estar del lado de Yuuri en cualquier clase de empresa en la que se aventurara. Fuera deportiva, o no.

El evento no se trasmitía internacionalmente, así que Victor se había asegurado la noche anterior de encontrar un sitio donde pudiera verlo por streaming cuando el momento llegara. Era una manera molesta de tratar de ver eventos, pero Victor pensaba agradecer que al menos hubiera manera alguna de hacerlo, sin tener que viajar hasta allá.

Su mañana pasó de manera rutinaria, iniciando con la inyección que se colocaba casi religiosamente. Acostumbrado a hacerlo sólo una vez por las mañanas, Victor se encontró observando largamente las coloraciones purpureas que tenía su brazo, formando un patrón alrededor de sus venas más notorias. No era una vista muy bonita, pero Victor la prefería mil veces antes de la desoladora sensación que había estado atormentándolo antes; como una sombra perennemente sobre él, recordándole que algo le faltaba. Makacchin, después, se arrebujó contra él; pidiendo caricias, como siempre hacía cuando veía que Victor hacía alguna expresión que difiriera de su habitual sonrisa.

Victor recibió la acción con cariño, tomándose su tiempo para acariciar la cabeza del caniche con cariño y rascando sus orejas hasta que el perro pareciera satisfecho de atenciones de su amo, y se fuera a buscar la comida que ya lo esperaba en su plato en el piso de la cocina.

Con tranquilidad, se preparó un desayuno simple, y lo devoró mientras veía noticias en un canal nacional. Un accidente de tránsito en una de las vías más concurridas de la ciudad, avisos de que una ola de frío llegaba desde el norte, y un video de unos adolescentes -alfas y betas- haciendo estupideces en claro estado etílico que había terminado en ellos atravesando propiedad privada y siendo llevados por la policía hacia una carceleta.

Después revisó la lista de patinadores junior que habían solicitado sus servicios, anotando un par que llamaban su atención para poder buscar sus programas y revisarlos con detenimiento. El resto del día lo dedicó a practicar con el teclado hasta que fuera hora de comer nuevamente.

Yakov le llamó después de que hubiera terminado de lavar los platos, porque ya parecía casi una costumbre que el viejo alfa intentara ver qué era lo que su alumno más antiguo estaba haciendo con su vida, y charlaron sobre los prospectos de patinadores que podrían utilizar un programa coreografiado por Victor. Yakov podía ya no ser su entrenador, pero Victor creía que se preocupaba por el tanto como si aún lo fuera.

Cuando finalmente pudo entrar a su computador, era bastante tarde, pero el cambio horario no era importante para Victor en aquel momento. El video era lento y se detenía en algunos momentos, y Victor apenas entendía cinco de cada diez palabras- su conocimiento de japonés conversacional era demasiado básico y estaba bastante oxidado, pero Victor no estaba realmente interesado en lo que decían los presentadores de cada uno de los participantes. Pues, el objeto de su adoración acababa de aparecer.

Yuuri, tan grácil como siempre, hacía su aparición en el hielo.

Yuuri recordaba perfectamente cómo se había sentido la última vez que hubiera estado en aquella misma competencia. Con las expectativas de todo el mundo cayendo sobre sus hombros.

En aquel momento, aún con Victor a su lado, había sido difícil sentirse cómodo o tan siquiera tranquilo, porque temía decepcionarlo. A Victor, a sus padres, al público y a la poca fe que él mismo había estado tratando de construir para sí.

En esta ocasión, mientras Celestino le daba una pequeña charla motivacional al tiempo que lo dirigía hacia el centro del lugar, Yuuri podía volver a sentir el nerviosismo concentrarse y crecer en la base de su estómago, como siempre ocurría cuando estaba a punto de poner un pie en el hielo. Empero, la avasalladora necesidad de querer probarse a sí mismo terminó por hundirlo completamente, intentando sacarlo fuera de su sistema.

Junto a él estaban Mikano y Takeshi, quienes le daban ánimos al mismo tiempo que lo flanqueaban, como evitando darle entradas libres a cualquier invasor posible que intentara destruir la pequeña burbuja de concentración de Yuuri.

Era una manía que ellos tenían, incluso en casa, porque al parecer mantener a los omegas en el centro de otras castas siempre hacía al resto sentirse mejor.

—Buena suerte, Yuuri—dijo Minako, palmeándole la espalda—Te estaremos animando desde el público.

—Intenta no golpear tu rostro nuevamente—bromeó con sorna Takeshi, dándole una palmada también con un poco más de fuerza de la necesaria, haciendo que Yuuri sonriera y riera sin mucha gracia.

—Gracias por el consejo—dijo colocando una expresión de circunstancia- Intentaré mantener mi cara lejos de la pared.

Cuando ambos se hubieran retirado para tomar su lugar con el público, Celestino volvió a acercarse a él, listo para escoltarlo hasta la zona de patinadores.

Allí, muchachitos que apenas parecían rozar los veinte o menos, parecían desbordar emoción y sus entrenadores les daban unos últimos consejos. Esta vez, en el sorteo, Yuuri había obtenido el cuarto lugar. Por eso había podido observar detenidamente los tres programas cortos a los que se enfrentaría.

En el pasado, el simple hecho de enfrentarse a jovencitos que claramente podían ganarse el cariño del público por el número de aplausos que estaban recibiendo había sido suficiente para que se sintiera ansioso y con deseos de correr hacia cualquier otra dirección que no fuera el hielo. Pero ahora, sólo podía encontrarse a sí mismo disfrutando del espectáculo y sabiendo, en su fuero interno, que el futuro del deporte de Japón estaría en buenas manos.

Cuando el último muchacho hubiera terminado su programa corto, inspirado en una pieza de Mozart, Celestino le dio una palmadita en la espalda, animándolo a ir hacia adelante.

—Tú puedes, Yuuri.

Él respiró, quitándose la chaqueta y dejándosela a Celestino, antes de entrar a la pista en el mismo momento que el presentador llamaba su nombre.

Victor había visto muchísimas presentaciones de Yuuri en su vida.

Desde las que había conseguido en internet, contando el video que había terminado uniendo el destino de ambos, hasta las que había tenido la suerte de presenciar en persona.

Yuuri tenía una manera de actuar muy particular cuando ponía los pies sobre el hielo. Era casi como si todo, a excepción del mismo Yuuri, desapareciera.

Yuuri no siempre era bueno comunicando lo que quería, y más veces que las que no, terminaba guardando ideas para él mismo, hasta que estas se terminaban volviendo una carga demasiado pesada como para ser llevada solo. Oscureciendo el resto de sus cavilaciones y creando un pequeño desastre allí mismo. Victor había visto aquello ocurrir más veces de las que le gustaría admitir. Los signos solían ser difíciles de captar al inicio, pero Victor había podido notarlos al menos la última vez.

Sin embargo, cuando Yuuri se presentaba, y era capaz de dejar de lado sus pensamientos- era como si por sobre todo el desastre, por sobre los nervios e inseguridades, sus sentimientos y más profundos deseos saltaran, manifestándose en el mundo a manera de baile.

Cuando Yuuri inició, Victor no pudo evitar perderse en sus giros, en sus saltos y -sobre todo- en sus pasos. Siendo capaz de despertar del encantamiento únicamente cuando la música dejó de sonar y la cámara se centró en Yuuri, quien estaba haciendo la pose final. La última que le había dedicado a Victor, había sido con una de sus manos en el pecho, y la otra estirada en su dirección. Como si estuviera ofreciéndole su corazón.

Esta vez él no estaba allí. Y las manos de Yuuri no señalaban su corazón o a alguien en particular, tampoco lo estarían haciendo en su patinaje libre el día siguiente. Empero, en su última pose final, sus manos señalaban hacia adelante. Como si Yuuri estuviera mostrando un camino, pero Victor sentía que, en parte, era para él también.

Yuuri obtuvo el primer lugar, ganándose su lugar en la tabla de clasificados para el Grand Prix, era algo que muchos esperaban por la historia de su carrera deportiva. Empero, Yuuri, ahora que la adrenalina finalmente estaba dejando su cuerpo, estaba más que contento. La falta de ejercicio y práctica que había significado su tiempo fuera de la competencia, si bien había sido relativamente corto, no se terminaba de sentar completamente bien.

Celestino lo felicitó antes de que Yuuri regresara a Hasetsu. Celestino, por su parte, iría a Tokio directamente antes de tomar su vuelo de regreso a casa. De esa manera, Yuuri aún tendría la oportunidad de despedirse de su familia antes de regresar a Detroit. Celestino lucía particularmente orgulloso, casi igual que Phichit cuando lo llamó durante el último viaje en tren que lo llevaría hasta el pequeño Hasetsu. Minako y Takeshi no habían parado de burlarse de él porque todo el mundo demostraba más alegría que el mismo Yuuri, exigiéndole que tratara de poner un rostro más expresivo, culminando en ellos amenazando con llamar a Phichit para que le diera un par de clases de carisma en Detroit.

Esta vez, sí había gente esperando por ellos en la estación. Yuuko junto con sus niñas, que ahora ya llegaban casi hasta la altura de su cintura, le sonreían cargando una pancarta con pintadas multicolor. Su hermana, también, junto a los que parecían ser los nuevos alumnos de la escuela de ballet de Mikano. Todos ellos, armados con sonrisas y felicitaciones listas para ser entregadas.

Muchos ya habían felicitado a Yuuri hasta ese momento. Pero la más real de todas, fue la que recibió mucho más entrada la noche. Cuando sus padres ya estuvieran dormidos, y él se encontrara en su habitación; terminando de empacar todo para su salida en la mañana.

Victor siempre sonaba demasiado emocionado cuando hablaba del desempeño de Yuuri en el hielo, mucho más de lo que Yuuri alguna vez creía sería capaz de estar sobre su propia carrera. Y, en cada ocasión, sus constantes halagos hacían que Yuuri quisiera hablar de otra cosa; porque le llenaban de una vergüenza a la que nunca terminaría de acostumbrarse. En esas ocasiones, sentía que Victor hacía de sus éxitos algo mucho más grande de lo que de verdad eran.

Empero, ahora, Victor no hablada de manera grandilocuente, ni lanzaba halagos uno detrás de otro. Su voz, a través de la línea telefónica, parecía acallada un poco por lo tarde de la hora, como si el universo entero estuviera dormido junto a ellos, y temieran despertarlo.

—Tu presentación fue hermosa, Yuuri.

Le dijo, y Yuuri sintió que sus mejillas se coloreaban.

Yuuri realmente no era fanático de los halagos, ni siquiera de ser notado normalmente.

Pero con Victor, en ese momento, hubiera deseado que nunca se detuvieran. No era necesario que fueran cosas buenas, o que tan siquiera estuviera hablando sobre su desempeño. Yuuri sólo quería que su voz continuara por siempre presente a su lado.

—Gracias, —Dijo, presionando con un poco más de fuerza el celular contra su mejilla, sonriéndole a la nada en la oscuridad de su cuarto que apenas era rota por la lámpara del escritorio—Estaba tratando de encantar a alguien muy especial.

La risa que Victor soltó en ese momento, hizo que Yuuri pensara que el sonido era mucho más dulce que el que se encontraba en sus memorias.

Victor había tenido la fama de no ser fácil de sorprender durante mucho tiempo. En muchos más sentidos que sólo uno.

Y no era mentira, pues antes de conocer a Yuuri había sentido que la vida había perdido gran parte de su atractivo, convirtiéndose en una serie de fotogramas que pasaban delante de él en una muy demacrada escala de grises. Con su decaimiento, dándose aires de gran señor o de gran dama, terminando por acompañarlo en su diario vivir. Quitándole un poco de interés por todo a su alrededor.

Aquella había sido una verdad perenne e irrefutable durante mucho tiempo, al menos hasta que Yuuri había entrado a su vida haciendo un desastre de ella, y dejándolo ansiando más. Empero, incluso allí, Yuuri solía ser el único capaz de causar alguna clase de impresión en él. Por eso, es que no había esperado quedarse sin saber qué hacer cuando, a su puerta, habían tocado Georgi y Mila.

Yakov era una cosa, pues Victor no podía imaginar su vida sin la constante voz del alfa regañándolo por sus malas y poco prudentes conductas al mismo tiempo que le lanzaba mil y un consejos que -probablemente- él mismo sabía que Victor nunca iba a seguir, pero que al menos intentaba considerar, hasta cierto grado.

Quizá era porque, al decidir separarse del hielo, no esperaba que parte de este fuera quien viniera a búscalo.

Sin embargo, Georgi y Mila eran, también, sus amigos. Y, acabar con parte de lo que los unía, no significaba que ellos iban a terminar fuera de su vida.

—Hey—dijo como saludo Mila, pues Victor sólo se había quedado en la puerta, mirándolos como si fuera un pez y parpadeando repetidas veces—Mira lo que trajimos.

Mila levantó su mano derecha, donde a través del plástico de la bolsa que cargaba, se podía diferenciar la muy clara forma de botellas.

Victor sonrió.

—Genial.

La temporada estaba por empezar, y tanto Mila como Georgi ya parecían listos para ser sorteados en las diferentes clasificatorias que les asegurarían un lugar en el Grand Prix. Aquel año probablemente fuera el último para Georgi, pero ninguno de ellos mencionó algo al respecto. Victor les ofreció bocadillos que no eran más que comida chatarra que ahora se daba el lujo de comer de vez en cuando, dejándolos en un profundo tazón en medio de la pequeña mesa que tenía en la sala, al tiempo que Mila ya servía los vasos que Victor hubiera preparado allí también.

Le hablaron del rink y de sus nuevos programas. También, de la relación de Georgi, que milagrosamente- en palabras de Mila- parecía ir viento en popa.

—Esa muchacha es más efusiva que el mismo Georgi.

Dijo ella, haciendo una expresión de exagerado asombro, para después hundirse en su vaso de vodka de un solo sorbo.

—Eso no es algo que se escuche todos los días—No pudo evitar decir Victor—Quién lo diría.

Mila no fue capaz de aguantar la estruendosa carcajada que abandonó su garganta siendo seguida por Victor no mucho después, al mismo tiempo que Georgi les dedicaba una falsamente ofendida mirada, perdiendo cualquier clase de credibilidad cuando se les unió riendo con ambos.

Mila les habló de su novia. Al parecer tanto Sara como Michele habían participado en un espectáculo en Italia en la época fuera de la temporada competitiva. Mila no pudo verla en vivo, pero gracias a la filmación que hubiera hecho llegar hasta sus manos, ella podía decir sin temor a equivocarse que la competencia que le esperaba este año iba a ser muy dura.

—Estoy ansioso por verlo.

Dijo Victor, mientras se servía un nuevo vaso al haber terminado ya su tercero de la noche.

—¿Lo harás?

Le preguntó Georgi, logrando que Victor elevara su mirada y parpadeara en su dirección un par de veces.

—Quiero decir, si alguno de nosotros terminara en la Rostelecom.

Verlos en vivo y en directo.

Mila le acompaño al colocar una mirada de curiosidad muy parecida a la expresión de Georgi.

Claramente, ellos estaban hablando de Yuuri también. De ellos, y -por supuesto- de Yuri.

Victor elevó su vaso a medio llenar, dándole un par de giros y concentrándose en el reflejo que le devolvía el claro contenido de este, sonriendo apenas.

—Tal vez.

Yuuri encontró que su entrenamiento en Detroit cada vez se sentía más natural, aún con los pequeños cambios que había traído su victoria en Japón. Recibió un par de felicitaciones de otros patinadores, y algunos con los que nunca hubiera hablado de pronto parecían haberse vuelto más amables.

Era casi, como si de pronto, Yuuri se hubiera vuelto más interesante. Incluso había algunos que parecían saludarle con un nuevo sumado interés, uno que Yuuri creía reconocía, y que intentaba detener con una educada sonrisa. Esperando que eso no dé lugar a dobles interpretaciones.

Además de él, sólo había un omega más en el rink. Era un muchacho, a quien Yuuri podía calcularle a penas dieciséis años, y era un bailarín de hielo. Yuuri entendía que aquello era normal, al ser la distribución de castas tan desigual. Habían muchos más alfas que omegas.

Empero, aun así, era extraño notar que había alguien que pudiera estar interesado en él en alguna clase de manera romántica.

Por suerte, a su lado tenía a Phichit, quien siempre parecía listo y dispuesto para ayudarlo a evitar esa clase de situaciones.

Aunque eso no quitaba que él fuera el primero en dedicarle miradas ligeramente cuestionantes, como si le preguntara si algo más estaba pasando.

Yuuri, en esos momentos, simplemente lo empujaría a un lado y ambos reirían, quitándole importancia al asunto.

Yuuri no podía pensar o tomar esa clase de proposiciones, por más informales y formales que fueran, en serio. Su mente ni siquiera le daba el tiempo de sopesar la simple idea de ceder al claro coqueteo de un alfa, a sus sutiles muestras de dominancia, o a los gestos de cortejo disfrazados en lo que parecerían amables gestos cotidianos.

Su mente no los tomaba como posibles opciones. No eran importantes, no lo suficiente como para ser consideradas, mucho menos como para siquiera mencionarlas a Victor, o tenerlas en cuenta como factor en la gigantesca ecuación que eran ellos dos.

— ¿Ocurrió algo interesante hoy?

Preguntó Yuuri, mientras se sentaba en la cama y terminaba de secar su cabello con una toalla.

Yuuri aún no sabía exactamente en qué terreno estaba parado cuando se trataba de Victor. Era una línea gris entre lo que fueron y lo que ya no eran. Un terreno donde ahora mismo, Yuuri se creía incapaz de poder ponerle una etiqueta a su relación.

Victor pareció meditarlo un poco, hasta que finalmente respondió.

—Al fin decidió a qué patinadores podía crearles una pieza de exhibición.

Yuuri recibió la noticia con una sonrisa.

— ¿De verdad?

Mientras Victor le respondía con una afirmativa, y comenzaba a dar un par de nombres de muchachitos que Yuuri nunca había escuchado en su vida- probablemente porque eran junior rusos que apenas estaban haciéndose con un nombre en el mundo del deporte- Yuuri pudo decirse a sí mismo que al menos sí sabía un par de cosas.

Él y Victor no eran nada.

Nada a lo que él pudiera ponerle un nombre, al menos en ese momento.

Pero aquello no importaba. Porque al menos Yuuri sabía lo que aún sentía por Victor.

Lo ama. Y, lo quería en su vida de nuevo.

Victor repasó la lista de niños que había elegido al mismo tiempo que se la leía a Yuuri. Dos betas y una alfa.

Todos junior que tenían algo en su manera de patinar que hacía a Victor sonreír. Sus estilos estaban apenas en camino a formarse, pero verlos era casi refrescante. La alfa, aun siendo tan joven, tenía una fuerza increíble; sus movimientos fluidos y fuertes y sus saltos eran altísimos. Casi como si estuviera intentando batallar contra algo en la pista. El primer muchachito beta era algo más recatado con sus movimientos, pero era rápido y parecía incapaz de mantenerse quieto, si pudiera darles una forma más trabajada a sus movimientos seguramente sería capaz de mantener al público en el borde del asiento durante toda la duración de su programa. Y, el último muchachito, a quien escogió porque, tendría que admitir, le recordó un poco a Yuri. A Yuri cuando aún era un cachorro. El muchacho parecía no tener técnica aún, pero sus movimientos y su manera de actuar en la pista, demostraban un talento casi bestial oculto.

Esa cualidad era una que Victor siempre había sido bueno notando, y era algo que también siempre había querido sacar a flote.

— ¿Victor?

Preguntó Yuuri, del otro lado de la línea.

Victor negó un par de veces con la cabeza, antes de murmurar una disculpa, diciendo que se había perdido en sus pensamientos por un momento.

Yuuri rio con mesura, haciendo que Victor dejara de lado su lista para concentrarse completamente en él.

Si Victor tenía que ser sincero, debía admitir que él fue capaz de reconocer esas cualidades hacía tiempo ya, pero que aún seguía retrasando su toma final de decisiones. Haciéndole notar que su mente últimamente parecía intentar dilatar el espacio en el cual, finalmente, Victor se dignaba en admitir verdades.

Había pasado con admitir que Yuri había crecido.

Con admitir que él ya no quería seguir haciendo avanzar su carrera.

Admitir que quería un cambio.

Y, también, con qué quería ahora con Yuuri.

Su presencia, a través de la línea, había servido como aliciente para que su mente le dejara mantener el tema a raya durante un tiempo más. Empero, mientras Yuuri ahora intentaba contarle sobre cómo había sido su práctica matinal, Victor finalmente se permitió admitir un par de cosas que ya sabía antes.

Su carrera terminó, pero su futuro no.

Su nueva vida ya se está formando. Lento, pero a paso firme.

Y, finalmente, que Victor aún quiere que Yuuri sea parte de esa. Aún si Yuuri sólo quiere ser una vocecita escondida a kilómetros a la distancia

Los meses venideros pasaron entre conversaciones largas por teléfono, y un par de mensajes que se terminaron convirtiendo en una cadena.

Yuuri, quien parecía más concentrado en describir su cotidianidad creando una ilusión de tranquilidad, le contó que Phichit había tenido que comprarse nuevos hámster mascota, pues los anteriores ya habían muerto de vejez. Y que, aunque le lanzara indirectas sutiles sobre que sería buena idea que Yuuri consiguiera un nuevo perro también, él nunca se había sentido realmente listo. Porque no le gustaba la idea de dejarlo allí esperando por él todos los días.

Victor, quien trataba de responder de la misma manera, le dijo que Makacchin ya no era tan exigente con su idea de salir a pasear a cada momento del día, pero que aún tenían larguísimas caminatas por la orilla de la playa en las mañanas.

Yuuri le hablaba de los entrenamientos, de lo animoso de la personalidad de Celestino y de que aún era bastante difícil llegar a tiempo hasta el rink gracias al frio de Detroit. Victor, por su parte, le comentaba un par de ideas que había estado gestando para los tres programas que debía desarrollar, pero se negaba a mencionar nada sobre su proyecto sorpresa. Aun cuando ya le había contado a Yuuri que dicho proyecto existía.

Yuuri le contó que una de las muchachas de la pista se había torcido el tobillo luego de un mal aterrizaje, y que uno de los niños que practicaba allí como parte de los junior había caído pesadamente en su espalda intentando una pirueta. Habían tenido que cargarlo hasta una de las largas bancas del rink, donde lo habían hecho recostarse hasta que pudiera respirar mejor. El muchacho había estado bien, pero sí que había sido un poco gracioso ver como todos los beta del lugar habían querido hacerlo sentir mejor después de la caída, acercándose y preguntándole un montón de cosas y varias veces durante lo que quedara de entrenamiento. Y, el pobre muchachito -un alfa de nivel bajo- no había sabido qué hacer con toda la atención que parecía recibir.

Victor se hubiera reído de la clara muestra de instinto entre compañeros, si no fuera porque Yuuri se terminó riendo primero.

Victor le contó, también, sobre las noches de alfa que había estado teniendo con Mila y Georgi, donde había escuchado sobre la muy animosa novia de Georgi, con su nivel de emotividad siendo casi equiparable a la de su antiguo compañero; y donde Mila le había confesado que esperaba lograr clasificar junto a Sara, pues hacía mucho que no podía tener a la muchacha cerca, y la extrañaba.

'La viste hace un mes'

Había dicho Victor, imitando la voz de Georgi con ligero tono de reproche.

'Eso no importa'

Se hubiera respondido a sí mismo, esta vez con la de Mila.

Yuuri sólo había sido capaz de aguantar la ola de risa gracias a que tenía una pregunta ya lista para nacer de sus labios.

'Espero que no sólo sean ustedes tres bebiendo licor y comiendo chatarra sin sabor'

Aunque aquello había sonado más como una advertencia que como una verdadera pregunta. Victor no le había respondido, por su puesto, aunque sí se había reído de su pobre imitación.

Yuuri le contó más sobre su vida en el rink, y Victor sobre su vida en casa.

Yuuri no hablaba de si estaba nervioso o no, y Victor no le había mencionado que aún continuaba con inyecciones hormonales, o que a aún visitaba al terapeuta, y que tenía pensado hacerlo hasta que sus niveles de hormona alfa regresaran a la normalidad.

Tampoco hablaban de Yuri.

Y, finalmente, tres meses después; cuando la noche ya se cernía sobre St. Petersburgo, las clasificatorias fueron anunciadas. Victor se había mantenido sumergido la tarde entera en terminar de perfeccionar los últimos toques de la tercera coreografía. La última que le faltaba. Pero, cuando ya todo estuviera listo, se había dado un tiempo para observar cuál había sido el veredicto de la ISU.

Y, casi como una alegoría al pasado, sus ojos viajaron hasta la que sería la última copa clasificatoria de ese año.

La Rostelecom.

Donde dos de los patinadores listados, justo uno debajo del otro, eran:

Yuri Plisetski.

Yuuri Katsuki.

Notas finales: Yo estaba segura, segura; de que iba a poder terminar de escribir esto ayer. Pero fue la boda de mi prima (me puse super emotiva, lloro ; ; ) Al menos logré terminar antes de que me tocara prepararme para mi exposición en clase.

Muchas gracias por leer, los que llegaron hasta aquí ♥ Los adoro.

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