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Desesperadamente tuyo


NOTAS INICIALES.

Dedicado, con amor, a mi querida amiga Fran.

Por aguantar mis desvaríos y que juntas confundamos nuestros sentimientos sobre lo que shipeamos o no.

❆ ❆

Hacía frío en el pasillo, y Victor podía escuchar claramente el sonido de algunos autos corriendo fuera del edificio. El silencio de la noche ayudándole a afinar su oído.

Victor entró a su apartamento, intentando hacer el menor ruido posible. Cerró la puerta con el mayor cuidado, pues su avión había aterrizado alrededor de la una de la mañana; y entre todo el proceso de papeleo y el inexistente conocimiento de puntualidad que siempre demostraba Aeroflot-terminando en unas nada sentidas disculpas y diciéndole que su equipaje llegaría al día siguiente-, deberían estar rondando las tres ya.

Encendió la luz de la puerta, que era la más alejada de todo y la más tenue de todas, mientras balanceaba su equipaje de mano. La luz llegaba hasta la parte más externa de la sala, donde se fundía con los tonos oscuros de la madrugada. Avanzó por el pasillo, las suelas de sus zapatos casi sonando como zapatos de tap en un recital para sus oídos, haciendo que hiciera una mueca de dolor figurativo con cada paso que daba.

Cuando llegó a la sala, ya había tenido suficiente. Dejando sus mocasines a un lado continuó avanzando, sus medias resbalaban un poco en el piso recién encerado, pero era mejor que hacer de su llegada una entrada con orquesta.

Escuchó un pequeño y ahogado sonidito llegando desde el sofá más lejano de la entrada, el que casi colindaba con el pasadizo que lo llevaba a su habitación. Sobre este, Makacchin le miraba con los ojos apenas abiertos y su cola moviéndose de manera perezosa de un lado a otro.

Victor sonrió, prendiendo el interruptor de una lámpara cercana, iluminando el corredor por completo, pero sin llegar a ser molesto para los ojos.

— ¿Cuidaste de la casa bien, Makkachin? —Preguntó Victor, usando su tono cantarino pero manteniendo la voz baja, al tiempo que acariciaba a su can detrás de la oreja, ganándose un pequeño ladrido quedo de agradecimiento—Buen perro, sigue descansando—Arrulló, antes de dirigirse a su habitación.

Normalmente Makkachin habría dejado su lugar para seguirle hasta la habitación, pero los años que traía encima hacían que, en cierto punto de la noche, el último lugar donde hubiera caído dormido fuera el lugar donde despertara el día siguiente.

Tomó la perilla y la hizo girar despacio, la madera no crujió, moviéndose suavemente y dejando que Victor pudiera ver la silueta que descansaba en cama, dándole la espalda a la puerta.

Sonrió para sí sin poder evitarlo, no importaba si dejaba las luces encendidas, podía pagar el recibo luego. Entró y cerró la puerta tan suavemente como la hubiera abierto, quitándose el abrigo y dejándolo en una silla junto a su equipaje de mano. Desabrochó su camisa y la dejó colgando en la parte trasera de la misma silla, lo mismo que sus pantalones. Victor acostumbraba a dormir desnudo, desde antes de conocer a Yuuri incluso, y el hábito había demostrado ser más que útil una vez ambos se hubieran decidido compartir lecho, aún si sólo se mantenían abrazados. A Victor le gustaba actuar como calefactor humano para Yuuri.

Sin embargo, desde que Yuuri hubiera comenzado con su embarazo, él había empezado a usar al menos un pantalón, con el constante recordatorio de que quizá debería salir de la cama para llevar a su marido al hospital en el momento menos esperado. Yuuri lo había llamado paranoico por pensar eso desde que le hubiera contado la noticia, pues apenas tenía tres meses cuando lo había anunciado.

A Victor no le había importado, ninguna preparación sería suficiente para su bebé.

Subió una de sus rodillas a la cama, estirando su cuerpo y descubriendo un poco la manta que cubría el cuerpo de Yuuri.

Y, justo como lo había esperado, se encontró con el par de personitas que ocupaban su cama desde hacía casi seis años.

Yuuri abrazaba a su pequeño como si alguien fuera a arrebatárselo, con sus brazos enredados en su infantil torso y tras su cuello, acunando su cabeza con una de sus manos. Aleksei, quien ya tenía el cabello tan largo como el propio Yuuri, aferraba ambas manos al pecho de su padre, arrugando la tela de su pijama, y hundiendo su rostro en el pequeño espacio que sus manos creaban.

Victor tuvo que morder su labio inferior para evitar sonreír como un idiota.

—Yuuri—llamó entonces, bajando su rostro hasta que sus labios rozaran el oído de su esposo, susurrando su nombre como si fuera un poema—Despierta, moya lyubov'

El cuerpo de Yuuri se removió un poco, como si no se decidiera si quería despertar o simplemente alejarse de lo que sea que intentara despertarlo.

—Vamos, mi amor, ya estoy en casa—acompañó con un beso en su mejilla, disfrutando del aroma de Yuuri, tan familiar y dulce, tan suyo.

—Victor...—Escuchó que susurraba, arrastrando las palabras. Era casi ininteligible, pero Victor era capaz de reconocer su nombre siendo pronunciado por esos labios en cualquier momento y lugar.

—Sí, mi Yuuri—Dijo, acomodándose mejor, subiendo por completo a la cama—Regresé.

Aquello pareció ser suficiente para que Yuuri lograra despertar, moviéndose lo más delicadamente posible que podía, giró su rostro para encontrarse con el sonriente de Victor. Probablemente no podría verlo, por la oscuridad y porque no llevaba lentes, pero Victor agradecía que al menos él pudiera diferencias las facciones de su marido y su hijo.

—Bienvenido—dijo, rasgando su sonrisa. Logrando sacar la mano que estaba sobre el cuerpecito de Aleksei para tomar el rostro de Victor y halarlo hacia abajo, dejando un beso sobre sus labios—Te extrañamos mucho—murmuró a tan sólo centímetros de su rostro.

Victor maniobró con destreza sus manos entonces, alejándose un poco de Yuuri y moviendo las cobijas de su lado, para poder entrar en la cama también. Aleksei soltó un gimoteo quedo por el repentino movimiento, que fue acallado por un pequeño beso en la frente de parte de Yuuri.

—Lo lamento—Se disculpó Victor, mientras Yuuri dejaba que su cuerpo volviera a acomodarse contra el de Aleksei y él trataba de encontrar la posición perfecta para abrazar a su esposo por detrás. Uniéndose como piezas de un rompecabezas, encajando como si siempre hubiera estado destinado a ser.

—No te disculpes—Masculló Yuuri, acompasando su respiración con la de Victor. Podía escuchar cómo los dedos de su esposo se enredaban más fuerte alrededor de su pequeño, antes de suspirar—Sólo abrázanos más fuerte.

Victor asintió, enrollando sus brazos en la cintura de Yuuri, sintiendo como su calor corporal le rodeaba. Era por eso que Aleksei adoraba entrar en su cama en la noche. Un lecho mucho más cálido gracias a Yuuri, y buscar el confort de los brazos de sus padres luego de un largo día en el rink, practicando formas e intentando realizar saltos. Aleksei era su pequeño bebé milagro, nacido apenas a los siete meses, después de que la placenta de Yuuri se desprendiera. El doctor había decidido que sería mejor adelantar el nacimiento, para evitar que Yuuri o el bebé estuvieran en peligro, y realmente no querían tener que recurrir a la cesárea, pues le tomaría mucho más a Yuuri en recuperarse.

Aleksei Nikiforov nació con apenas 700 gr, piel demasiado arrugada y brillante, una muy fina pelusita cubriéndole por completo y, tan pequeño que Victor no tenía problemas para sostenerlo. Tan frágil que Victor no hubiera dejado que nadie se le acercara, sólo desistiendo de su idea de crear una mini barricada para su cachorro cuando las enfermeras le pidieron que les devolviera al bebé, pues tenían que llevarlo a una incubadora.

Su pequeño milagro que había logrado crecer en un niño con los mismos hermosos ojos de Yuuri y un cabello casi tan oscuro también. Tenía la sonrisa de Victor y su gracia y galantería en la pista, incluso siendo tan pequeño.

Además, de haber heredado su amor por abrazar a Yuuri.

Victor acomodó su rostro en el cuello de Yuuri, donde su marca descansaba, inhalando todo lo que podía. Esperando llenarse de la escensia de su esposo. Empero, no lo logró. Aunque inhalara con todas sus fuerzas, sólo olía a vacío.

Y se sentía como soledad.

El sonido de su alarma rompió el silencio de su habitación, haciendo que sus ojos se abrieran de par en par. Victor se levantó en un movimiento violento, quedando en medio de la cama. Su respiración era descompasada y sentía como pequeñas gotas de sudor caían por su cuello.

Su mano, instintivamente, bajó hacia el lado derecho, tocando desesperada, esperando encontrar algo.

Nada.

Giró su mirada lentamente, como si el tiempo extra le diera la oportunidad a algo de materializarse por arte de magia a su lado.

Nada.

Absoluta Nada.

Sábanas impolutas de un blanco vacío.

Victor tuvo que ahogar un grito.

❆ ❆

Phichit había intentado todo.

O quizá exageraba un poco.

Pero realmente, había intentado cualquier cosa que pasara por su cabeza la noche pasada, cualquier cosa que él creyera pudiera traer las lágrimas de Yuuri a un final. Nada había resultado, y Phichit se había encontrado únicamente frotando círculos en la espalda de Yuuri hasta que el sueño lo hubiera derrumbado muy entrada la madrugada.

Phichit, sin embargo, no había tenido la misma suerte. Sus nervios eran un desastre y no había podido cerrar un ojo en toda la noche. La madrugada llegó con él observando el sol salir desde la ventada de la sala de su departamento, con el cuerpo de Yuuri sobre el suyo y una manta cubriendo su espalda.

Si Phichit quería ser imaginativo y tratar de reducir un poco lo desastroso de la situación, podía pensar que regresaban a la semana de finales en la universidad, y que en un par de horas tendría que presentar un examen para el cual no estaba ni mínimamente preparado. Cómo extrañaba cuando la mayor preocupación de Yuuri era reprobar alguna materia.

Yuuri abrió los ojos exactamente a las once de la mañana. En el momento exacto en el cual Phichit tomaba a grandes tragos su tercera bebida energética, preguntándose cómo es que antes una sola de esas botellas lo despertaba como si no tuviera la necesidad de dormir en una semana, pero ahora sentía que necesitaba acabarse al menos seis para ser un ser funcional.

Phichit extrañaba los días de juventud.

Yuuri hizo un sonido grave desde el fondo de su garganta, luciendo casi como un zombie.

—Buenos días—Saludó Phichit, mientras se acercaba y le ofrecía sus lentes.

Yuuri era bastante ciego. Phichit encontraba adorable cómo tenía que cerrar los ojos para poder dilucidar algo de las figuras delante de él, pero ahora no era momento para encontrar gracioso el rostro de su amigo.

—Te hice el desayuno—huevos, tostadas y algo de jugo. Nada demasiado elegante o si quiera trabajoso, pero Phichit había encontrado que mientras menos tiempo pasara delante de la estufa o frente a una sartén, más seguro sería para ambos.

Yuuri pareció espabilar entonces, haciendo que su expresión mutara a una muy parecida a la de la vergüenza.

Sus labios temblaron un poco.

—Phichit...—dijo, intentando que su dicción no fuera opacada por el ligero temblor de su cuerpo—Perdón por...

Él lo detuvo.

—No, no. Está bien, Yuuri.

Phichit no quería que tan siquiera terminara de decir aquello.

Porque Phichit conocía muy bien cómo funcionaba el cerebro de su amigo, haciendo que pequeñas cosas se convirtieran en montañas que terminaban aplastándolo bajo sentimientos de culpa.

Phichit no quería que su amigo se sintiera así nunca más.

—Pero...

—No—detuvo, usando el tono más suave pero firme que tenía. Colocando una de sus manos sobre el hombro de Yuuri. Si él hubiera sido un alfa, probablemente hubiera parecido que estaba pidiéndole que se sometiera y se quedara callado. Pero Phichit era un beta, y más importante, era su amigo. Y, estaba pidiéndole que se detuviera, y que dejara de martirizarse—Yuuri, si quieres disculparte, o lo que sea—Porque otra cosa que Phichit sabía bien de Yuuri, es lo tozudo que podía ser cuando se lo proponía—Ven a patinar conmigo, ¿sí?

Yuuri se mantuvo en silencio, mirándolo a los ojos.

—Ven

Pidió nuevamente.

Yuuri, finalmente, asintió.

El desayuno y el posterior camino hacia el rink fue silencioso. Phichit usualmente habría sugerido que tomaran el bus pues, aunque no hubiera nevado, las corrientes de aire helado se podían sentir al chocar contra su mejilla. Pero Yuuri había insistido en caminar.

Probablemente quería el tiempo extra para vaciar su mente.

Habían sido demasiados meses alejado del hielo.

Al llegar al rink fueron saludados con sendas sonrisas por parte del personal que trabajaba allí. El rink se encontraba algo vacío, gracias a que la temporada aún no empezaba y aquellos que estuvieran listos para participar en el mundial probablemente estarían descansando antes del viaje.

Así era mejor. Yuuri podrían reinsertarse lentamente.

Cuando Phichit observó a Yuuri tomar su primer paso en el hielo, casi fue como ver un ave tomando vuelo.

Yuuri lucía magnífico. No estaba haciendo nada muy particular, al menos nada que Phichit pudiera reconocer. Ninguna rutina que hubiera visto antes.

Yuuri estaba bailando, de una manera que parecía indicar que sus músculos intentaban recordar algo que habrían hecho hace mucho tiempo. Sus manos se mueven al son de la inexistente melodía. Y, antes de que Phichit pudiera darse cuenta, ya tenía el teléfono en la mano. Filmando sin perder un segundo todo lo que Yuuri hiciera en la pista.

Y, así como no pudo detenerse a sí mismo de filmarlo.

Tampoco pudo detenerse de subirlo.

❆ ❆

— ¿Estás listo para el mundial?

Aquella era la última llamada que Otabek podría tener con Yura hasta que se vieran nuevamente en Suiza. El mundial empezaría en tres días más, tiempo que pasaría en un abrir y cerrar de ojos. El vuelo que Otabek había reservado junto a su entrenador estaba programado para esa tarde, dándole así tiempo suficiente de adecuarse al lugar y tratar de practicar su rutina un par de veces más en un rink local.

Yuri, si es que los cálculos de Otabek no fallaban, viajaría con Victor y con Mila. Los tres representando al equipo de Yakov.

Otabek únicamente solía llevar un control mental de los puntos de Yuri, sus compañeros nunca habían representado un particular interés para él. Ni siquiera Victor Nikiforov.

Empero, después del incidente, Otabek se había encontrado a sí mismo tratando de entender cómo es que había terminado de cicatrizar la herida que se había abierto entre ambos patinadores. Puede que Yuri no lo dijera, pero sus compañeros eran algo especial para él. Quizá porque había crecido con ellos en el hielo, manteniéndolos como la imagen inexpugnable que en algún momento podría traer abajo. Al mismo tiempo que servían como combustible para sus deseos de mejorar.

Y, como una extensión de su familia, también.

Yura hizo un sonido que no podría describir ni como afirmativo ni negativo, haciendo que Otabek tuviera ganas de suspirar. Pero si lo hacía, probablemente terminaría estresando mucho más a Yuri.

Otabek tomó un gran respiro.

— ¿Y cómo ha estado el asunto con Victor?

La verdad era qué, cuando Yuri había llegado finalmente a Rusia y había terminado de instalarse, tomándose el tiempo necesario para decidir llamarle. Otabek había estado más que listo para escuchar todo lo que Yuri tuviera que decir.

Otabek estaba, incluso, mucho más que dispuesto a hablar sobre Yuuri.

Quería escuchar lo que Yura tuviera que decirle. Aún si eso significaba tener que escuchar la palabra amor saliendo de sus labios dirigía hacia otra persona, o tener que intentar darle sentido a un escenario telenovelesco, incluso aguantar horas de simples quejas contra Victor o la situación en general.

Otabek había estado listo para todo.

Pero, para su sorpresa, Yuri se había mantenido silente. Conservando casi un entero secretismo sobre el asunto entero. Lo cual, hacía todo simplemente peor.

Al menos en el primer caso, Otabek sabía cuáles eran los sentimientos de Yuri.

Pero quizá nunca podría saberlos con certeza, no mientras Yuri siguiera pareciendo tan perdido en ese campo como él.

—Victor...—La voz de Yuri parecía más rasposa, como si de pronto fuera difícil poder pronunciar un nombre que antes gritaba como si no fuera la gran cosa—Está bien.

Era una respuesta vacía y evasiva, pero Otabek no quería seguir presionando.

—Y yo—continuó Yuri, no dejando espacios para más cuestionamientos—He estado con la misma rutina por un año entero, aún si no la practicara no podría olvidarla.

Yuri era la clase de personas que practicaba incluso si sus músculos gritaban, aun cuando su entrenador le reprochara que no debía poner tanto estrés sobre sus músculos.

O, al menos, en esa clase de persona se había convertido gracias a Yuuri.

Sus palabras intentaban ser conciliadoras, pero su rostro claramente decía otra cosa.

—Hey, Yura.

Otabek quería decirle algo. Lo que fuera.

Quería decirle que todo estaría bien.

Aquello era algo que no podría afirmar nunca- pero.... Aun así, quería decirlo.

Pero Otabek sabía que no podía prometer algo que no era verdad, así que- cuando Yuri elevó la mirada para que sus ojos se encontraran con los propios a través de la pantalla; Otabek sólo pudo sonreír antes de decirle.

—Te veo en Zurich.

❆ ❆

PATINADOR JAPONES, OMEGA YUURI KATSUKI VUELVE AL HIELO

[VIDEO] EXCLUSIVA FILMACIÓN, OMEGA YUURI KATSUKI, ¿LISTO PARA SIGUIENTE TEMPORADA?

❆ ❆

Victor observó la jeringa que descansaba sobre su palma por un largo momento, intentando darle algún sentido a su forma larga y tubular, observando cómo el líquido viscoso e incoloro dentro de esta aún tenía un par de burbujas. Debería haberle dado un par de golpecitos para evitar aquello. Aunque era más preocupante el tiempo que ya había dejado la medicina sin refrigerar.

Victor no quería tener que inyectarse más.

Especialmente, no quería tener que inyectarse en ese momento.

Probablemente aquello le cobraría factura después, pero su cuerpo parecía haber estado acostumbrándose bien a permanecer bajo control sin ayuda en ese último mes, que Victor creía que podía darse el pequeño lujo de mantenerse limpio de hormona omega por unos cuantos días.

Además, su actuación se volvería mucho menos delicada si es que se encontraba con demasiada hormona omega en la sangre. El sentimiento de adormecimiento que le traía se seguía sintiendo incorrecto, casi físicamente doloroso, casi enfermizo. Victor no quería tener que lidiar con aquello mientras intentaba dar su todo en el hielo.

Victor nunca tomaba su propio auto cuando se dirigía al aeropuerto. Aunque, se recordó de manera casi dolorosa, que hacía mucho que no conducía en general. Probablemente el tanque estaría vacío, Victor no podía recordar exactamente cuándo había sido la última vez que había tenido que cargarlo.

Llamar a un taxi siempre había sido más fácil, los nuevos servicios que uno podía obtener incluso descargando aplicaciones en el celular eran bastante confiables y discretos, con las ventanas oscuras y con conductores que no sentían la necesidad de hacerle a uno alguna clase de charla en el camino.

Los asientos eran tan cómodos que Victor, por un momento, sintió la necesidad de cerrar los ojos y dejarse llevar por el sueño que aún permanecía como un fantasma detrás de sus párpados. Frunció la nariz y negó un par de veces con la cabeza, sabiendo que no debía- pues el aeropuerto no estaba tan lejos.

Tratando de mantener su mente alerta, intentó hacer una lista mental.

Su departamento estaba limpio, la maleta llena con sus trajes y un par de muda de ropa. Su traje para el campeonato en una separada, junto a sus patines e implemento en general. El pasaporte en el bolsillo interno de su abrigo. Dinero en la billetera. Makkachin descansando tranquilamente en un piso inferior del que ocupaba su departamento, siendo cuidado por un vecino beta muy amable y su mujer.

De hecho, habían sido ellos quienes llamaron a seguridad cuando escucharon los gritos de Yuuri. Ellos le habían ayudado en ese momento, y ahora aceptaban hacerlo de nuevo con gusto. Victor, normalmente, habría dejado a Makkachin en alguna veterinaria, pero su vida se había resumido en un constante camino entre su casa y el rink de entrenamiento; dejando absolutamente nada de tiempo para buscar un lugar adecuado donde pudieran cuidarlo. Además, mientras más cerca estuviera de su hogar, mucho mejor.

Intentó repasar su lista nuevamente, esta vez tratando de concentrarse específicamente en qué prendas había colocado. De qué colores eran, cuál podría combinar con qué, dónde las había comprado. Estaba intentando distraer su mente, y cualquier tema era válido.

Cualquier tema que le ayudara a no pensar en lo hermoso que se veía Yuuri en el hielo.

Un ambiente que simplemente era completamente suyo.

Yuuri siempre debería estar allí. Había nacido para estar allí.

Victor había pasado toda la noche viendo el video en el Instagram de Phichit. Repitiendo aquella corta secuencia como un demente, memorizando los viejos movimientos que conocía tan bien de aquella rutina que Yuuri no había logrado presentarle al mundo hacía un año. Apreciando el movimiento de sus músculos, memorizándolo. Durmiendo siendo arrullado por la música que el cuerpo de Yuuri podía crear.

Su Yuuri regresaba a su hogar, el hielo. Sólo que, parecía qué, aún estaba buscando algo. Anhelando algo que ya no podía tener.

Victor conocía ese sentimiento demasiado bien.

Victor tuvo que respirar un par de veces, en el mismo momento que el auto se detenía frente al aeropuesto.

Victor pagó, y tardó un poco más de lo necesario para bajar sus maletas, agradeciendo al hombre con una sonrisa de plástico.

Arrastró una de sus maletas, dejando que la otra descansara sobre la primera. Aunque aquella mañana hubiera podido moverlas sin problemas, ahora sentía como si estuviera cargando una gigantesca roca. Una que parecía querer rodar sobre él en cualquier momento.

Las puertas automáticas se abrieron, dejando que el gran pasillo del lugar se mostrara frente a Victor. Todos se movían de un lado a otro, conversaciones y gente caminando presurosa hacia sus destinos. Era un mar de personas en el que Victor muy gustosamente habría querido perderse.

Pero sus ojos, raudos, no tardaron en identificar a las personas que estaban esperando por él.

El primero en captar su atención fue Yakov, quien le miraba con una expresión que trataba de balancearse entre la molestia y la consternación, cruzándose de brazos y golpeando su pie contra el suelo de manera rítmica. A su lado, Lilia trataba de lucir ajena a la situación entera, girando su cuerpo ligeramente, dándole la espalda a la entrada, concentrada en su bolso de mano. Mila, junto a ellos, jugueteaba con el borde de su chaqueta, apoyándose contra el recargo de su maleta.

Y- un par de metros más allá.

Yuri.

Yuri, quien no tardó en clavar sus ojos directamente contra los suyos, haciendo que Victor sintiera que el aire del lugar se detenía por un segundo.

❆ ❆

Yakov no había sentido tanta tensión concentrándose detrás de su cien en mucho tiempo. No sabía si era sólo cuestión de paranoia, o si su miedo estaba justificado, pero la adrenalina que le llenó tan pronto Victor puso un pie en el aeropuerto era tanta qué, Yakov estaba seguro de que podría poner de rodillas a alguno de ellos si una confrontación intentaba darse a lugar. Poner de rodillas a otro alfa, obligándole a someterse, era un comportamiento degradante y vergonzoso. Una llamada de atención física que se basaba en poder y autoridad, pero además en amenazas. Era algo que Yakov no quería hacer y que nunca pensó que haría, pero que estaba dispuesto a intentar por el bien mayor.

Era un millón de veces preferible que fueran tildados de bárbaros en casa a hacer un espectáculo o escena una vez estuvieran en Suiza. No dejaría que la imagen de ninguno de los dos fuera manchada internacionalmente. Yakov quería, que todos dejaran en paz a Victor y Yuri de una vez.

Yakov adoraba a sus estudiantes, en una manera particular que mezclaba el complejo cariño de padre con la severidad de un mentor y la dedicación de un entrenador. Empero, también los conocía bastante bien, y si no eran capaces de controlarse allí, definitivamente no serían capaces de hacerlo en otro lugar.

Si se daba ese caso, Yakov no los dejaría poner un pie en el avión.

Ambos lucían bastante tranquilos. Al menos hasta que Yuri decidió acercarse a Victor. Quién, contra todo pronóstico, hizo una expresión que Yakov no creía capaz de aparecer en su rostro.

Completo y total pánico.

Victor era un excelente actor. Había pasado todos sus años de vida interpretando diferentes tipos de papeles para poder renacer una y mil veces, pero Yakov conocía al Victor real, ese pequeño que parecía un nacido del hielo y quien tenía un universo entero de emocionas tras los ojos. Yakov podía reconocer exactamente qué clase de expresiones ponía ese Victor, aún si trataba de ocultarlas con la máscara que era Victor Nikiforov el rey del patinaje.

—Oye...

La voz de Yuri era firme, sin tinte de duda.

Yakov dio un paso hacia adelante.

—Tenemos que hablar.

Un silencio tenso.

—Después del mundial...

Yakov escuchó a Mila removerse incómoda a su lado, Lilia no había dicho ni una sola palabra. Su silencio no hacía más que incrementar su nerviosismo.

Victor asintió, sin atreverse a decir algo.

—...A solas.

Aclaró Yuri, dedicándole una mirada de refilón al resto del grupo.

—Está bien.

Accedió finalmente Victor, con un tono que no daba pista alguna de sobre cómo podría estar sintiéndose.

Yuri le sostuvo la mirada, manteniendo el silencio y la ligera tensión presente por lo que pareció una pequeña infinidad.

Antes de que asintiera y adelantara el paso, adentrándose en el aeropuerto.

Yakov no supo en qué momento exacto volvió a respirar.

❆ ❆

—Yuuri—habló Phichit, estirándose en el sofá. Observando el gigantesco número de me gustas que había recibido su pequeño video de Yuuri, sonriendo al leer la increíble cantidad de mensajes de felicidad y ánimo que tenía. Entendiendo los que estaban en inglés y suponiendo la intención de aquellos que estaban en idiomas que él no conocía por los emoticones que habían escogido para acompañar sus palabras—¿Quieres hacer algo hoy?

Yuuri, quien escribía un par de cosas en un pequeño cuaderno sobre la mesa de la cocina, se removió algo incómodo. Era una suerte que no hubiera estado molesto por el video que Phichit había subido.

'Están hablando de mi de cualquier manera, al menos esto no es malo'

Había dicho, intentando quitarle importancia al asunto.

—Uhm, estoy bien—Dijo Yuuri, dejando de escribir de repente. Cerrando el cuaderno con cuidado y guardándolo en la mochila que tenía al lado—Sólo necesito ir a una revisión de rutina al médico.

Phichit se removió emocionado en el sofá, dejando de lado el teléfono y encarando a Yuuri con una gran sonrisa en el rostro.

— ¿Quieres que te acompañe?

Hoy era el día del campeonato mundial de patinaje. Phichit lo había marcado discretamente en su calendario personal, como un pequeño recordatorio. Las presentaciones de los programas cortos serían ya bastante entrada la noche, gracias a la diferencia horaria. Pero el ambiente entero parecía gritar en pos del evento. Los cuchicheos en el rink durante la práctica, llenos de expectación y emoción. Los novatos gritando a todo pulmón que apoyarían a uno u otro patinador. El canal de deportes pasando un anuncio que se perdía entre los tantos sobre fútbol soccer y baloncesto.

Phichit simplemente quería que Yuuri no pensara en ello. Así que había hecho su tarea personal el mantener la mente de Yuuri ocupada el día entero de la mejor manera que sabía. Pasando tiempo con él, aún si Yuuri se mostraba reticente.

Un gracioso sonrojo cubrió el rostro de Yuuri.

—No...

Murmuró, mientras estiraba el cuello para atrás y trataba de mirar a cualquier lugar que no fuera Phichit.

Él enarcó una ceja.

—¿Y eso?

Cuestionó, sintiéndose de pronto bastante más interesado en lo que sea que Yuuri estuviera planeando hacer. Las visitas al médico eran una costumbre para su amigo ya, así que quizá algo después de eso...

—Es...—Yuuri parecía luchar por encontrar las palabras correctas—Personal.

—Uhm...

—Hablaremos de cosas vergonzosas.

Phichit se sentó mejor en el sofá.

— ¿De...?

Yuuri lanzó un resoplido antes de decir con un tono más fuerte.

—¡De cosas de omega!

Que Yuuri fuera capaz de levantar la voz así y poner esa clase de expresión significaba que, definitivamente, ya estaba algo mejor.

Si podía replicarle, todo estaba bien.

Phichit lanzó una risa con gracia.

—Oh, Yuuri—dijo, moviendo sus manos hacia adelante, como si encontrara toda la situación divertida—No tienes que tener vergüenza, está bien—dijo, levantando su índice derecho en señal de sabiduría—He vivido tanto tiempo contigo que estoy seguro que conozco tu cronograma de celos mucho mejor que tú.

Yuuri, después de todo, solía ser algo malo llevando la cuenta de los días.

El rostro de Yuuri se coloreó el doble de rápido esta vez.

—¡Igual no!

Dijo desesperado, levantándose de golpe y corriendo hacia la puerta principal.

Phichit parpadeó al ver su repentina desaparición.

Yuuri volvió a abrirla puerta.

—Y... traeré algo de comer—dijo, usando un tono más quedo, luciendo más calmado y afilando su mirada detrás de los lentes—Así que no tienes que cocinar hoy... lo has estado haciendo desde que llegué...

Porque era la manera especial de Phichit de intentar hacerlo sentirse bienvenido de nuevo, esperando el momento en que tanto él como Yuuri volvieran a caer en la cómoda rutina de compañeros que habían tenido años atrás.

—Pero me gusta cocinar para ti, Yuuri.

Declaró con una sonrisa.

Yuuri frunció el ceño un poco.

— ¡Igual no!

Y la puerta se cerró de nuevo.

Phichit no pudo evitar sonreír.

❆ ❆

Zurich estaba pasando por una ola de frío cuando finalmente llegaron, de acuerdo a la lectura del clima se avecinaría una semana con dos o tres chubascos de nieve, probablemente cuando ellos ya estuvieran de regreso en Rusia, si tenían suerte.

Victor se acomodó en el cuarto de hotel que le habían designado. Los hoteles que se escogían por la federación siempre eran agradables, con sus cuartos amplios y comodidades dentro de estos. Victor, normalmente, hubiera pasado las primeras horas allí preparándose un largo baño, para luego ir a pasearse por el hotel; hacia el comedor, el bar, o la piscina; donde el clima y el tiempo le permitieran.

Empero, esta vez encontró que tan pronto salió de una rápida ducha usando el shampoo cubre esencia que venía de cortesía en cualquier habitación de hotel, no tenía mucha más energía que para hundirse en las sábanas de la cama e intentar recuperarse un poco del viaje.

Su celular, a un lado, seguía vibrando con llamadas perdidas y mensajes sin responder de Chris. Victor sabía que estaba siendo un mal amigo, y probablemente estresándolo más de la cuenta. Durante el corto periodo de preparación para el mundial, Victor sólo le había mandado escuetas palabras en mensajes, asegurándole que estaba bien. No confiando en su tono de voz cansado y rasposo, y tampoco pensaba arriesgarse a que notara algún remanente de su cansancio por las ojeras que se notaban claramente sin el maquillaje que usara para sus presentaciones.

Pero, ahora, el número de mensajes y llamadas había incrementado nuevamente. Chris vivía en Zurich, así que probablemente estaría esperando usar esta oportunidad para poder hablar con él. Chris era un gran amigo, pero Victor no tenía espacio en su mente para pensar en hablar con nadie en ese momento.

El video de Yuuri probablemente también fuera algo de lo que Chris quisiera hablar.

Victor estaba bien dejando ese tema de lado por al menos otros cinco días más.

Se giró en la cama, dándole la espalda a su celular, intentando que el silencio del cuarto lo ayudara a calmarse y, así, finalmente conseguir una noche de sueño tranquila.

Victor había dejado las inyecciones omega, cada vez usando menos. Si antes tenía que inyectarse tres veces al día, ahora sólo lo hacía una. Él se había estado controlando bien en ese último mes, pero ahora la desesperación y el sentimiento de ansiedad que lo había estado atacando los primeros días después de su altercado con Yuri, regresaban a él como un remolino. Pero Victor no podía simplemente volver a usarlas, no con una competencia al día siguiente, o estaría demasiado adormilado y sedado como para poder dar una actuación si quiera decente.

Era por eso que necesitaba calmarse de manera más tradicional, incluso había intentado tomar uno de esos tés herbales famosos en esas cafeterías con figuras en sus vasos cuando hubieran llegado al aeropuerto.

No había hecho mucho efecto. Victor se había encontrado a sí mismo observando el vaso vacío como si le hubiera mentido personalmente, aunque claro que agua de hiervas no podrían solucionar su problema.

Cubrió su rostro con la cobija, esperando que menos aire le ayudara a relajarse.

Tenía que dormir. Dormir y guardar energía.

Porque después, debería hablar con Yuri. En eso habían quedado, y así tendrían que hacerlo.

Hasta que un par de pequeños golpecitos sonaron a su puerta. Victor trató de ignorarlos, pues de pronto se sentía cansado y no quería desaprovechar la oportunidad para dejarse llevar por el sueño.

Tocaron de nuevo, con un poco más de fuerza.

Victor hundió su rostro más contra la almohada.

—Creo que está dormido...

Victor se sentó de golpe.

Esa voz.

Yuuri.

Su Yuuri.

Victor salió rapidamente de la cama, lanzando las cobijas sin cuidado de sobre su persona, sin importar que estuviera usando sólo la parte inferior de su pijama y todo el mundo en el pasillo -y en hotel, probablemente- pudiera oler la desesperación que estaba sintiendo en ese momento.

Su Yuuri había ido por él.

Corrió todo lo que sus pies le daban hacia la puerta, pues no iba a dejar que Yuuri se fuera, no cuando lo tenía tan cerca de sus manos.

Abrió la puerta.

Yuuri, frente a él, dio un salto.

— ¡Victor!

Gritó, mientras aferraba con más fuerza a la niña que traía en brazos. Ambos cubiertos por completo en trajes de invierno, una gran capucha sobre la pequeña cabeza de la niña.

Victor se quedó sin palabras.

Yuuri traía el cabello ligeramente más largo, así como cuando ellos comenzaron a vivir juntos en St. Petersburgo, no llevaba lentes, y el bolso deportivo que cargaba en uno de sus hombros lo hacía lucir como si acabara de salir de una clase.

Aún si el bolso tenía un montón de gatitos estampados en este.

—Casi me das un susto de muerte—rio entre dientes, acomodando a la infante en sus brazos. La niña hizo un pequeño sonido de molestia que sonó muy parecido a 'papi...' antes de que Yuuri le regalara una sonrisa y le diera un beso en la mejilla, quitándole la capucha de la cabeza—En un momento, Vannya.

Victor habría usado ese momento para notar que él también estaba completamente vestido, chaqueta de invierno, pantalones oscuros, mocasines a juego.

—Yuuri...—Empezó Victor, sintiendo que tenía que decir algo, pero cualquier clase de información o sentido al unir las palabras parecía haber desaparecido de su mente, pues en todo lo que podía pensar era en el bello y largo cabello rubio de la niña. Tan claro que uno podría jurar que era platinado bajo la luz solar, pero allí, en ese pasillo; era más que claro cuál era su color original.

— ¿Nos acompañaras a la pista, Victor?

Preguntó Yuuri, girando nuevamente a verle, haciendo que la niña también girara su pequeño y redondo rostros.

Sus ojos verdes se clavaron en él como si fueran un par de dagas.

Victor sólo había visto esa mirada tan severa una vez en su vida.

—Yo...—comenzó. Era casi como si su lengua se hubiera atado sobre sí misma—Claro, lo prometí, ¿verdad? —Cierto, porque lo había hecho. Podía recordar perfectamente cómo Yuuri lo había citado en una pequeña cafetería cercana a su apartamento. Yuuri solía hacer eso, comer con él una vez al mes, hablarle de cualquier cosa e intentar distraerlo. Lo había hecho desde que Makkachin hubiera muerto. Victor trataba de fingir que no se daba cuenta que él lo hacía para que él no pensara en que su espacioso hogar ahora estaba bastante vacío. Yuuri era así de amable con él.

Pero aquella ocasión Yuuri también había tenido otra intención para la cena, una petición sentida para que preparara una coreografía para su hija.

— ¿Lo- lo recordaste? —Preguntó con ojos brillantes, como si fuera un logro que Victor recordara una promesa. Eso era ridículo, Victor siempre cumplía todo lo que Yuuri le pedía. Incluso había aceptado ser el padrino de su hija. Uno de los dos, al menos—Gracias—él lucía más que aliviado—Ivanna estaba muy emocionada cuando se lo dije, muchas gracias.

La pequeña soltó un pequeño sonido desde el fondo de su garganta antes de hundir su rostro en el pecho de Yuuri, algo que siempre hacía cuando se sentía avergonzada. Victor debía saberlo. Lo había hecho el día que él había comentado en lo lindo que era el kimono que los padres de Yuuri le habían mandado desde Japón, o cuando Mila le había dicho que a pesar de no parecerse a Yuuri, sus saltos en ballet le recordaban mucho a como él solía bailar.

Antes de que pudiera decir algo más, los tres ya se encontraban caminando. El edificio donde Victor vivía había cambiado un poco con el paso de los años, haciendo que ahora tuvieran paneles electrónicos con claves en lugar de cerraduras, así que simplemente bastaba con que Victor cerrara la puerta y no se preocupara por dónde ponía las cosas.

El ascensor seguía sin tener música odiosa, así que Victor podía hablar con Yuuri con tranquilidad. Yuuri le hablaba de las clases de Ivanna con una sonrisa en el rostro, mientras ella ya había enredado sus brazos en su cuello y descansaba su cabeza a un lado del cuello de Yuuri. Exactamente donde estaba su marca de unión, una pequeña y decolorada flor que Victor se pasaba viendo más de lo que debería cuando tenía la oportunidad. Aunque ella lo hacía porque los niños se sentían bien impregnándose con el olor de sus padres omega. Era una manera de sentirse seguros y amados.

Victor se sentía como caminando en las nubes. Yuuri jugaba peinando la larga cabellera de Ivanna, haciendo que su anillo de bodas brillara con el sol. El oro blanco resaltando como un diamante con los rayos de la mañana.

—Sé lo ocupado que estas.

El rink no estaba mucho más lejos, veinte minutos a pie desde su apartamento

—No sabes cuánto te agradezco que hagas esto por nosotros.

Pero Yuuri-

Habría querido decir Victor.

Yo haría lo que fuera por ti.

Había dejado a medias su preparación para un show de hielo al cual había sido invitado cuando Yuuri había realizado una pequeña fiesta anunciando su compromiso, sólo porque quería estar allí antes que nadie para felicitarle. Se había ofrecido para cuidar su apartamento mientras él estaba de luna de miel, incluso le había ayudado a coreografiar su último programa antes de retirarse.

El pensar que el último regalo de Yuuri para el mundo tenía algo de Victor, hacía que su corazón se sintiera extrañamente cálido.

Y, Victor, también había sido el primero en enterarse del embarazo de Yuuri. Yuuri lo había ido a buscar hasta su casa, luciendo agitado por correr, con un sobre en la mano que no paraba de agitar de un lado a otro.

'Quería que lo supieras antes que nadie'

Por qué- habría querido preguntar Victor.

Pero las palabras se habían enterrado en su garganta, negándose a abandonar su boca.

'Porque eres quien más me ha apoyado estos años. Victor, eres mi mejor amigo'

Yuuri había respondido de cualquier manera.

—Sabes que no es problema, Yuuri.

Nunca lo había sido. Sin lugar a duda. Era simplemente algo que Victor hacía. Algo que siempre había hecho.

Las puertas del rink los saludaron. Victor había caminado por esas puertas muchas veces, incluso después de retirarse y dedicarse a entrenar a juniors que le parecieran prometedores y repartir su tiempo para realizar shows por diferentes partes del mundo.

La amplitud del rink nunca fallaba en sorprenderlo cuando había dejado Rusia por varios meses, la gran cúpula que era el techo, la enorme cantidad de vidrios. El larguísimo campo cubierto de hielo.

Aunque ahora, sus ojos sólo podían estar fijos en una persona.

— ¡Papá!

Gritó Ivanna, al mismo tiempo que Yuri clavaba un quad toe loop.

Yuuri la llevó hasta el borde del rink, mientras Yuri patinaba para encontrarlos.

—Yura, tus saltos siguen siendo los más impresionantes de toda la pista.

Victor había vivido mucho de su vida junto a Yuri, compartiendo entrenador, compartiendo rink, compartiendo el pódium, y compartiendo a Yuuri.

Pero mientras Victor podía pasar horas con él hablando de todo y nada en el café cercano a su hogar, pidiéndole ayuda para escoger una canción, u ofreciéndose a llevarlo a casa cuando tardaban demasiado en el salón de baile; Yuri podía realmente llevarlo a casa, pasar horas en su habitación escuchando mil y un opciones para sus nuevos programas, y tomar su rostro con esos largos dedos que Yuri había terminado teniendo, enredándolos en los cabellos de Yuuri y guiando su boca para compartir un largo y sentido beso.

Como el que hacían ahora, mientras Ivanna fingía cubrirse los ojos y alejaba su rostro un poco.

Como el que habían compartido el día de su boda. Como el que compartían cada vez que Yuuri terminaba de cenar con él y Yuri llegaba a recogerlo. Como el de la fotografía que estaba enmarcada en la sala de su hogar y que Victor se encontraba mirando cada vez que ponía un pie allí.

— ¿En serio? —La voz de Yuri se había agravado con los años, dejándole un tono ronco que casi era un ronroneo a los oídos de muchos—Sigo creyendo que la vista más impresionante aquí, eres simplemente tú.

Yuuri soltó una risa cálida, llena de amor.

La risa de un hombre enamorado.

Y Yuri levantó la mirada, encontrándose con los ojos de Victor; quien no podía apartar la mirada.

Su cabello largo atado en una cola baja, sus ojos verdes algo rasgados; brillando con bestial animosidad. Su sonrisa altiva enfocada en él.

Sus labios moviéndose de arriba abajo, susurrándole.

—Te lo dije.

Victor lanzó un grito, acallando el estruendo con su mano derecha sobre sus labios. Las sábanas del hotel eran un desastre alrededor de su cuerpo, una capa de sudor parecía empapar su cuello, su cabeza daba vueltas y su corazón amenazaba con huir de su pecho.

Victor dejó que sus manos viajaran hasta su rostro, cubriéndolo enteramente. Sintiendo cómo temblaba por entero. Incapaz de volver a cerrar los ojos, temiendo a que aquella imagen volviera a su retina.

No tuvo que esperar mucho, pues la alarma de su celular llenó la habitación un par de minutos después.

Entre el tremor que azotaba su cuerpo, una sola idea logró devolverle el foco: Él tenía que salir.

❆ ❆

Durante el inicio de la competencia, una hora antes de que iniciara el calentamiento, Victor podía sentir a su cuerpo gritar. Produciendo una cascada de feromonas de estrés. Aún si intentaba caminar de arriba hacia abajo, sentarse en la silla más alejada del camerino de patinadores y respirar en una bolsa de papel. Nada parecía ser capaz de ponerle un pare.

Su mente moviéndose frenéticamente entre el recuerdo vívido de su sueño y la imagen de Yuri, con la palabra amenaza gravada con rojo sangre sobre su frente.

No.

Gritó otra parte de su mente, con una voz suplicante y desesperada.

No.

Yuri era familia.

No.

Respondió otra, grave y profunda, con una intensidad bestial y una ira inconmensurable.

Yuri eran un alfa.

Un alfa que intentó quitarle a su esposo.

A su familia.

A su Yuuri.

A su Omega.

—...ctor

Victor llevó sus manos hasta su rostro, inhalando su propio aroma, haciendo que sus propios sentimientos se revolcaran en su estómago, creciendo como una bola de nieve.

—Victor—La voz de Yakov sonó fuerte cerca de él, Victor no sabía exactamente cuándo es que más personas habían entrado a la habitación, pues él había corrido dentro tan pronto como hubiera puesto un pie allí.

Pero él no quería escucharlo.

—¡Victor!

Oh.

Oh- ese era Yuri.

—Yuri—reaccionó Yakov, usando un tono más severo. Victor levantó la vista, podía verlos claramente a ambos parados delante de él—Lárgate.

Esa era una voz de mando.

Yuri no se amilanó.

—No—gruñó bajo y entre los dientes, empujando con su cuerpo el de Yakov hacia un lado.

—Te lo dije, ¿no es así? Que al menos te aferraras a tu título.

La voz de Yuri era extraña. Con una entonación perdida y las palabras dejando sus labios a una velocidad desmedida. Hablaba con pérfida ironía. O quizá era sólo la manera que tenía de ocultar lo que sea que de verdad estuviera sintiendo.

Victor no creía que conociera a Yuri lo suficiente para poder decirlo.

No a ese Yuri al menos.

Ya que él también lucia tan perdido como él mismo.

—Te diré lo mismo que le dije a él—dijo entonces, cuando pareció recuperar la compostura por un momento. Con el pecho henchido y mostrando los dientes.

La imagen de Yuri pareció disolverse frente a él, dejando de lado la chaqueta del equipo nacional y el cabello atado. Convirtiéndose en un abrigo de invierno y el cabello desordenado, en un par de ojos cerrados y expresión relajada. En un par de labios acariciando los de Yuuri.

La ira bulló bajo su piel, como un caldo ardiente de puro desdén.

Pidiéndole que hiciera algo.

Lo que fuera.

Yuri abrió la boca.

—El mundo no se acaba porque no estés.

Masticó cada palabra, dejando un particular tono diferente en el tú.

Victor tomó una bocanada de aire.

Yuri pareció querer volver a abrir la boca, pero no fue capaz de hacerlo.

Victor ya se le había ido encima.

❆ ❆

Yuri sólo había querido arreglar las cosas. Siendo arreglar quizá un término demasiado entrado en el terreno de lo imposible en ese momento. Yuri no estaba seguro si, de hecho, aún quedaba algo que pudiera ser arreglado entre ellos.

Empero, no podía simplemente quedarse quiero mientras veía la triste y desesperante imagen que era Victor en ese momento, una temblante masa de ansiedad y algo que Yuri no terminaba de entender.

El mundo no se terminaba por perder a alguien.

Aún si era alguien como Yuuri.

Y si Victor quería hacer algo con su vida, llevarla en alguna dirección, o tan sólo evitar que se hundiera al ritmo de un lentísimo réquiem, tenía que saber eso.

—El mundo no se acaba porque no estés.

Porque uno aprendía a vivir con el constante sentimiento de pérdida, aprendiendo a aceptarlo y dejar de mirarlo como a la sombra de un cuervo sobre la puerta, atormentándote diariamente, para vivir con una pequeña cicatriz que te recordara quién se supone que eres. Qué se supone que sientes y qué fue lo que quisiste.

Pero, antes de que pudiera volver a abrir la boca, Victor ya estaba sobre él.

❆ ❆

Durante la ceremonia de entrega de premios el último día de la competencia, Otabek se encontró compartiendo el pódium con JJ y Seung Gil Lee.

Las luces brillaban centelleantes, dejándolo un tanto encandilado. Podía escuchar los gritos del público, podía escuchar sus vítores sumados al armónico sonido de flashes abandonando cámaras uno detrás de otro.

Sus manos se aferraban fuertemente al ramo de flores con el listón del mismo color que el primario de su bandera, intentando hacer sentido de situación.

JJ estaba un par de centímetros por sobre él, y en el medio. Una brillante medalla de oro decorando su cuello y un ramo igual de colorido en su mano izquierda. Seung Gil Lee a la izquierda de este, con el bronce brillando y una poco común sonrisa pintada en sus labios. Sobre su propio cuello, la pesada plata se sentía casi como una roca intentando halarlo hasta las profundidades de un metafórico océano.

Yuri no estaba allí con él, habiendo obtenido el cuarto lugar- era lógico.

Era lógico, porque así eran las reglas. Pero para Otabek, la falta de Yuri en aquel pódium era casi como una balante falta al orden natural del universo.

—Otabek—La voz de Jean Jaques le llegó como un susurró, giró el rostro un poco, para observar cómo el otro alfa sonreía con gracia y galantería, elevando su mano y saludando. Su anillo de matrimonio brillando con los reflectores—Trata de sonreír.

Aquello no era una orden, ni siquiera una frase soltada con mala intensión.

Quizá era un consejo.

Otabek decidió tomarlo como tal.

—Sé que estás preocupado—continuó, sin mirarlo, girando la cabeza de un lado a otro como regalándole ángulos diferentes a las hambrientas cámaras—Pero no les des más razones para hablar.

Jean Jaques no era una persona razonable. Otabek había escuchado suficientes historias de boca de Yuri para poder saber al menos eso. Ellos habían compartido un cortísimo tiempo en el mismo rink, en el par de años que Otabek había residido en Canadá, pero nunca habían cruzado más que un par de saludos y educadas frases sin sentido en ese tiempo.

Pero en aquel momento, sus palabras parecían ser lo único que tenía algo de sentido.

Y, por eso-

Porque vivir en un universo donde de pronto Jean Jaques fuera la voz de la razón parecía suficientemente lunático, Otabek se atrevió a pensar que todo estaría bien.

Tomó su medalla con una mano, presionándola con fuerza y elevándola al aire. Sonriendo todo lo que su rostro le permitía.

Porque todo estaría bien, de alguna manera.

❆ ❆

— ¡¿Podrías dejarme en paz un momento?!

Chris sintió ganas de morderse la lengua entrelazadas con una muy molesta naciente migraña tan pronto ese grito abandonó sus labios.

Francis dio un paso hacia atrás, probablemente más por la sorpresa que por otra cosa. A Chris no le gustaba levantar la voz, pero últimamente no podía evitarlo. Francis volvió a su antigua posición, con las manos intentando tocarlo, pero dejando suficiente espacio entre ellos para que Chris no sintiera que su espacio personal estaba siendo atravesado.

—Pero Chris—trató de hacerle razonar Francis, aún a pesar de su estado de alfa, Francis a veces pecaba de no ser lo suficientemente asertivo, en su relación nunca había sido un problema, pues normalmente ambos siempre halaban hacia el mismo lado y lo que Chris hacía era darle un pequeño empujón cuando sea que su novio lo necesitara—Tanto estrés no te hará bien—parecía que peleaba con las palabras, tratando de encontrar aquellas que lograran expresar sus preocupaciones sin enfadar más a Chris—El doctor dijo que tenías que evitarlo...

Para que fuera más fácil que pudieran concebir. Claro.

Chris había escuchado esa frase un montón de veces, en todas las consultas con su médico. Y, últimamente, parecía un mantra al que Francis había decidido aferrarse con uñas y dientes.

Lo estaba volviendo loco.

—Demonios, Francis. Si tanto quieres un bebé, simplemente házmelo mientras llamo. Esto es importante.

Gruñó entre dientes, arrepintiéndose tan pronto terminó de decirlo.

El rostro de Francis estaba desencajado, casi todo el color drenado de su piel.

Chris suspiró.

—Oye, Fran-

Pero el mentado no le dejó terminar, dándose la vuelta y abandonando la habitación con largos pasos, cerrando la puerta con fuerza detrás de él.

Chris se mantuvo un momento en silencio, observando la puerta cerrada. Inseguro i debía ir tras él o no. Un inclemente sentimiento de frustración construyéndose en la base de su estómago.

Lanzó un improperio al aire, al mismo tiempo que tiraba su teléfono, haciendo que se estrellara con la pared más cercana.

—Ah, maldición—refunfuñó, dejándose caer en la cama. El sonido de los resortes en sus oídos sintiéndose como cuchillas contra sus tímpanos.

Chris esperó unos segundos, dejando escapar un suspiro de frustración, antes de levantarse y arrastrar sus pies hasta donde su teléfono yacía.

No era una sorpresa que tuviera la pantalla destrozada. Chasqueó la lengua, porque ahora tendría que hacer que la cambiaran. Una alarma sonó, haciendo que casi soltara el teléfono nuevamente por el sorpresivo movimiento del aparato.

Aún con la pantalla quiñada las letras eran bastante entendibles, haciendo que Chris recordara exactamente para qué había salido de casa esa mañana.

No estaba sintiendo ninguna de sus urgencias normales pre celo.

Caminó hasta donde había dejado su abrigo tirado hace unas horas, sacando una caja del bolsillo y caminando hacia el baño.

Después de hacer lo necesario y esperar unos quince minutos sólo para estar seguro y para ayudar a su respiración a atenuarse, relajándose tras el previo estrés, se acercó hacia el lavatorio donde había dejado la pequeña varilla de plástico, dándole una mirada con una ceja alzada en expectación.

Dos líneas rozadas saludándole desde esta.

Oh bien.

—Oh...

❆ ❆

Victor dejó que su mirada siguiera fija en el techo del hotel.

El blanco impoluto de la pintura lo volvía loco, completamente libre de manchas e imperfecciones. Un lienzo vacío y sin gracia. Justamente como se sentía.

El vodka que hubiera bebido aquella noche, como si fuera agua y él un viajero en el desierto, había dejado su garganta ardiendo y sintiéndose ligeramente entumecida. Ojalá pudiera hacer lo mismo con su mente.

Pues en el intento de ahogar los recuerdos del día y el golpe que había sido ver a Yuuri nuevamente en la pista, sólo había logrado revivir las palabras que Yuri le había espetado. Todo aquello que le había susurrado, como agujas que se clavaban bajo la piel, rompiendo todo lo que estuviera a su paso.

No quería pensar en Yuri. O en lo que hubiera podido pasar entre ellos dos. No quería pensar en el tiempo perdido y en la posibilidad de haberlo perdido todo. No quería pensar.

Intentó levantarse, sintiendo que el cuarto apestaba a licor y a su propia miserable esencia. Su mente, que siempre estaba presta a la imaginación, y a crear historias, le apuñaló por la espalda. Pues sólo podía rememorar escenarios iguales, donde él hubiera buscado el cuerpo cálido de Yuuri después de deleitarse con alguna buena cantidad de alcohol. Yuuri solía fruncir la nariz ligeramente, fastidiado por el inclemente aroma, antes de abrazarle con cariño, restregando con delicadeza su rostro contra el suyo.

Alejando los aromas extraños, llenándole con el suyo. Recordándole donde estaba su hogar.

Victor no estaba seguro de cuándo había tomado su teléfono. O cuándo había buscado el nombre de Yuuri en él. Sólo fue capaz de notar que estaba llamando cuando el sonido de la línea llegó zumbando a sus oídos mientras sus ojos intentaban enfocarse en la foto de Yuuri que aún conservaba en su teléfono.

—Yuuri...

El nombre dejó sus labios como un ruego sin destinatario, un quejido roto y sentido de un alma desnuda.

Yuuri quien siempre respondía al llamado de su nombre. Yuuri que le llamaba de vuelta con la voz llena de adoración. Yuuri que ya nunca más estaría a su lado.

—Yuuri—volvió a repetir, no sabía si alguien estaba escuchando en la otra línea, todo lo que llenaba sus sentidos era el entumecimiento de su cuerpo, su dolor de cabeza y lo agrio de su garganta—¿Por qué no estás a mi lado, Yuuri? —un gemido, como el de un pobre diablo que pelea por el aire— ¿P-por qué ya no puedes seguir amándome, Yuuri?

❆ ❆

ANTIGUO CAMPEÓN MUNDIAL, ALFA RUSO VICTOR NIKIFOROV, DESCALIFICADO TRAS ALTERCADO VIOLENTO EN LA COPA DEL MUNDO.

❆ ❆

NOTAS FINALES:

Con respecto al capítulo, sólo diré. La mala suerte golpea a la puerta de todos, ¿no?

Si alguien quiere ver cómo se supone que lucen Aleksei e Ivanna, en mi perfil hay un link, es el penúltimo mensaje, y lleva a un pequeño post con horribles rayones y un montón de headcanons que no tengo idea de dónde salieron.

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