Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Alguien que solía conocer


Cuando Yuri finalmente puso un pie en Canadá, no pudo evitar sino fruncir el ceño al recordar con quién se suponía que le tocaba competir.

No era como si odiara a Jean Jeaques Leroy o algo por el estilo. Incluso había enviado un regalo a la boda del sujeto -aunque no había asistido, Otabek luego le habría contado que la celebración había sido tan propia de alguien como J.J. Con su casi exagerado nivel de pomposidad y exageración- Y ahora podía decirse que ambos tenían una casi-cordial relación.

Aunque el otro sujeto en cuestión actuara como si no supiera por qué Yuri estaba ignorándolo en primer lugar.

Yakov le dedicó una mirada sabida camino al hotel, y le dio un par de palmadas en la espalda mientras él y Georgi terminaban de hacer el check-in en el hotel. Un grupo de fanáticas, claramente parte del aún creciente número de Yuri angels, lo había estado esperando en la recepción.

No eran un número alarmante como lo eran cuando le tocaba participar en Rusia, pero Yuri nunca terminaría de acostumbrarse al increíble barullo que significaban ese grupo de chicas gritando su nombre y llevando pancartas con su rostro impreso en ellas.

Yuri Plisetski.

Habría sido todo lo que le hubiera tomado decir a Lilia para que él, menos reticente que años pasados, tratara de poner su mejor cara y accediera a una extenuante sesión de fotos con sus fanáticas.

No era que Yuri fuera un malagradecido ni nada parecido, menos con un grupo tan variopinto -que iba desde omegas, pasando por betas, y terminando en un curiosamente alto número de alfas- y fiel como lo eran las muchachas que seguían su carrera. Después de todo, quisiera o no, habían ayudado a que de una manera u otra su nombre fuera más reconocido, y les agradecía por apreciar su talento. Además de no haber cambiado su postura para con él después del gigantesco escándalo que había ocurrido con Victor.

Yuri estaba seguro de que había un centenar, o más, de personas que lo culpaban a él por el incidente. Habría unos que siempre lo tendrían como el tercero en discordia que había sido el catalizador de la desgracia en la vida de uno de sus ídolos. Para otros ese lugar sería para Yuuri, quien para siempre sería la imagen que les saltaría a la cabeza cuando alguien dijera que tenía que cuidarse de esa clase de omegas, esos que muchos seguían llamando perras. Y para los que quedaran, el protagonista de todo aquello sería Victor, el epítome de que sin importar que tanto pudiera hacer un alfa, siempre terminaría siendo un bárbaro que recurre a la violencia.

Sin importar la situación, habría alguien que terminaría siendo el blanco del golpe mediático y la estigmatización. Yuri no era tonto, y aunque Yakov hubiera tratado de mantenerlo alejado de todo el revuelo en las redes -y en general- durante los primeros meses, sabía que su imagen también había sufrido alguna clase de cambio, y que muchos nunca podrían verlo de la misma manera.

Pero para ser sincero, él tampoco creía que pudiera verse de igual forma tampoco.

Y, apenas ahora, con el maremoto cambiante que había sido su vida y la calma que ahora parecía gobernar sus costas; Yuri comenzaba a pensar que aquello no podía ser tan malo.

Georgi, Yakov y Lilia habían subido a sus respectivas habitaciones mucho antes que él, así que cuando la última muchacha hubiera terminado de tomarse una foto con él y Yuri sintiera que bien podría lanzarse a su cama a morir hasta el día siguiente, no tuvo que hacer un gran espectáculo despidiéndose para dirigirse hacia los elevadores.

Su nueva altura y ganada masa muscular le ayudaban a hacer mejores escapes ahora, que parecían más bien salidas con un aire descuidado y misterioso más que como intentos desesperados de buscar tranquilidad.

Era lo que un alfa haría.

Era algo que el Yuri de apenas quince años no habría podido imaginar hacer.

Le tomó aproximadamente diez minutos llegar desde la recepción hasta su habitación, y no se dio el trabajo de inspeccionar cómo habían arreglado el lugar. La federación siempre escogía hoteles muy bien equipados para las competencias, y Yuri no era la clase de personas que se molestaría en revisar nimiedades como esas.

Dejó sus maletas a un lado y sacó una muda de ropa. Se encaminó hasta el baño de la habitación y tomó una larga ducha, asegurándose de usar bastante del jabón neutralizador que solían dar esa clase de lugares para quitar los remanentes de esencia que podrían habérsele quedado tras pasar tanto tiempo con otras personas.

Los alfa, especialmente los que oscilaban entre un nivel intermedio y uno alto, tenían la nariz sensible. No en el mismo sentido que lo haría un omega. Pues, mientras ellos eran capaces de captar los aromas para ayudarlos a entender mejor las situaciones y buscar una actitud que no los pusiera en peligro, o saber cuándo era que sus cachorros necesitaban de ellos; los alfa tomaban casi cualquier cambio en su entorno como un signo de alerta.

Yuri había visto mucho eso en la televisión. Alfas que se enfrentaban a otros a puño limpio en la parte trasera de la escuela porque alguno de ellos había estado pasando demasiado tiempo cerca de algún omega que otro estuviera pretendiendo. También estaba la historia de nunca acabar de dos alfas que parecen desprender chispas cada vez que sus miradas chocan, y estar inmersos en un casi inentendible aire de competitividad sin más contraste en su relación. O la cabeza alfa de la manada, que normalmente tendía a ser el padre, observar como predador al nuevo novio o novia que alguno de sus cachorros hubiera traído a casa.

Y si bien estos tropos solían prestarse muchas cosas de la realidad, Yuri encontraba que la vida diaria parecía estar pintada con un tono mucho más mundano.

En el rink, por ejemplo, todo el mundo mantenía sus pertenencias a respetable distancia. Cada casillero tenía el nombre de los patinadores en una placa adherida a ellos, y si bien trabajaban eficientemente como un equipo de trabajo, esperaban que cada miembro de este respetara los límites que su aroma creaban para ese pequeño espacio personal suyo.

O como su abuelo, quien no era desagradable con otros alfa, y mucho menos parecía estar en contra de la idea de que Yuri tuviera una vida amorosa.

Había casos más extremos. Como a Yuri, a quien ni siquiera le gustaba usar ropa que tuviera el aroma de otras personas impregnada en esta.

Victor, si él recordaba bien, había sido igual en un pasado. Yuri lo recordaba de los días cuando Victor era el alfa en el centro del mundo; y él únicamente un cachorro a un par de años de presentarse. Lo veía de lejos en el rink, y sólo había logrado intercambiar un par de palabras con él, pero su aroma claramente gritaba alfa. Uno que, si bien no parecía estar desafiándote abiertamente, tampoco te daba paso a acercarte a él. Y eso no había cambiado durante mucho tiempo. Al menos no hasta que Yuuri hubiera entrado a la ecuación.

Entonces Victor se había convertido en algo más como Victor y Yuuri.

Y la barrera que antes parecía separar a Victor del mundo, parecía haber caído- al menos para una persona.

Victor, como el alfa sin manada con quienes convivir y en sus mejores años, parecía un lobo solitario. Y, aún con pareja, algo de esa imagen siempre se había mantenido con él. Victor había sido, durante un tiempo, la cabeza de la pequeña manada de dos que él y Yuuri hubieran conformado.

Yuri había podido verlos convivir de más cerca que el resto del mundo.

Mientras que Yuuri parecía todo lo que Yuri siempre había esperado en un omega, incluso rayando en lo hilarante; Victor tenía una manera algo curiosa de acertar su dominancia como alfa. Nunca se había visto particularmente molesto o tan siquiera preocupado con él visitando su hogar tan a menudo, tomando parte en actividades con ambos, o tan siquiera conviviendo.

No antes de su matrimonio, y mucho menos después.

Y, aun así, uno podía verlo en su lenguaje corporal. En la manera en la que sus ojos parecían no querer despegarse de Yuuri, en cómo sus manos siempre estaban tocándolo, en los roces silenciosos, en los besos robados. En todo eso que simplemente decía: mío.

Había hecho que el estómago de Yuri se atara en nudos, haciéndolo enfermar.

En ese momento él lo había tomado como su simple rechazo a semejantes muestras de afecto. Eran distractores que casi rayaban en lo nauseoso, y él simplemente les quería poner un pare. Y, si bien estos deseos habían terminado por aplacarse con el paso del tiempo y la costumbre, la pequeña duda del origen de los mismos había terminado pasando por encima de la cabeza del mismo Yuri.

Pues con la casta llegaban los instintos. Y en alguien como Yuri, que a pesar de manifestar las cualidades más saltantes de su casta de manera muy obvia parecía ajeno a las que se ocultaban debajo, no habían fallado en comenzar a actuar también.

Yuri había estado enamorado de Yuuri. En una manera que había sido casi imposible de terminar de explicar en su momento, pero nunca se había creído capaz de dar ese pequeño paso que lo pusiera en el centro de la palestra, listo para luchar por lo que quería. No de frente, no como realmente hubiera tenido que hacerlo.

Aun cuando sus oportunidades se hubieran visto reducidas por completo, y él hubiera creído que estaba cayendo en ese pequeño sentimiento que quería llamar aceptación, no había sido capaz de manejar la situación como hubiera querido.

Mucha gente le había dicho, tanto importante como no, que sus sentimientos podían sacar lo peor de él. Yuri era de actuar primero y pensar después, curiosamente esa pequeña corazonada que siempre lo había guiado al éxito en su vida deportiva, no parecía servir en lo absoluto en su vida en general. Y eso no había podido ser más grafico que en la desastrosa caída del puente que lo unía a Victor. Dejándolos a ambos heridos, y campo libre para que los escombros que seguían cayendo aplastaran lo que sea que hubiera podido quedar de ellos.

Pero qué más se podía esperar de dos alfas.

Choque. Colisión. Destrucción.

Se dio un ligero golpe en las mejillas con ambas palmas, haciendo que las gotas que corrían por ellas saltaran.

Había pasado demasiado tiempo bajo el agua, y el calor comenzaba a molestarlo. Se secó y cambió sin mucha ceremonia, tratando de ignorar cómo es que el constante recuerdo de Victor parecía seguir escalando por su mente ahora.

Si un alfa debía estar allí ahora, ese debía ser Otabek.

❆ ❆ ❆    

Para su desgracia, eso parecía ser una tarea casi imposible. El Skate Canadá y la lista de participantes únicamente conformada por alfas, no le dejaría centrar su mente en pensamientos agradables.

Georgi, junto a dos patinadores que Yuri no se había molestado en conocer, estaban en el primer grupo. Mientras él compartía el segundo junto a otro hombre, al parecer de España, y el actual campeón mundial Jean Jaques Leroy.

Su amargura inicial regresó casi al instante en la práctica matinal para el programa corto. J.J. había sido el primero en llegar, y uno podía notarlo por la manera tan ruidosa en la que recibía a los que apenas entraban al hielo.

Recibió un par de saludos escuetos y cada quien se fue por su lado, en un estilo silente y educado que parecía ser la norma durante ese pequeño periodo de tiempo.

Yuri chasqueó la lengua, escuchando a medias las indicaciones de Yakov y deslizándose hacia un lado. Practicó un par de saltos, hasta que su aterrizaje fuera tan perfecto que su cuerpo cambiara de posición casi al instante.

Ya se había adecuado mucho mejor a ese nuevo cuerpo, y los resultados se veían.

—Veo que has mejorado desde la última competencia, Yuri.

Ese tono, y esa innecesaria elongación en su nombre, no podían pertenecerle a nadie más que a cierto alfa canadiense.

—J.J.—saludó entonces Yuri, girándose apenas para reconocer al otro hombre, quien como siempre, le miraba con una sonrisa que era demasiado grande y que en el pasado hubiera querido tumbar de un buen derechazo.

J.J., nuevamente, al parecer no notó el claro poco interés de su respuesta, pues continuó hablando como si fueran dos simples colegas que se encontraban después de mucho tiempo.

—Ah, no pongas esa cara—el tono bonachón de Jean era casi icónico para ese momento. Yuri no podía tratar de imaginar un hombre que entrara más en el estereotipo de alfa frente a cámaras que él: grande, ruidoso, y demasiado acaparador de escena.

La clase de alfas que el público ama.

—Estoy emocionado, creo que al fin podré verte hacer saltos como antes. ¡Estoy muy ansioso!

Yuri ya no tenía que elevar la mirada para que sus ojos se encontraran, y aquello le daba una satisfacción que no creía posible pudiera nacer de tan insignificante detalle. Sus hombros también eran más anchos, y aunque Yuri no tuviera la misma cantidad de musculatura, ambos eran atléticos.

Yuri ya nunca más tendría el cuerpo de un pre adolescente escuálido.

—Claro que sí—respondió sin mucha emoción y con un ligero deje de sarcasmo, pero incapaz de sonar hostil tampoco. A diferencia de lo que hubiera creído, Jean no había vuelto a ser un particular dolor de cabeza después de su debut como senior.

Su personalidad era algo difícil de llevar de por sí, y Yuri encontraba que simplemente hacer como si no estaba allí resultaba mucho mejor, pero Jean Jaques no era realmente alguien hiriente.

No había vuelto a hacer bromas a su costa. Incluso cuando sus cambios por su último estirón hubieran arruinado su precisión con los saltos de manera tan evidente; y cuando le hubieran preguntado su opinión sobre los incidentes de la copa del mundo y cómo creía que eso se reflejaba en la actitud de los involucrados en la presencia de su casta en el mundo del deporte; él simplemente había hecho menos la pregunta con una sonrisa que parecía no ser para nada falsa. Diciendo que se reservaba los comentarios.

No había tenido ninguna palabra hiriente o denigrante para con Victor. Y tampoco para él.

Había lucido mucho más compuesto que Otabek durante la ceremonia de premiación también, cuando Yuri se hubiera dedicado a buscar una grabación del evento sólo para matar un poco su curiosidad.

Y aquello lo había molestado un poco. Pues, aunque fuera inconscientemente, J.J. también era una de las figuras alfa que su mente traía a colación cuando sobre pensaba su propia naturaleza.

Victor podría haber sido un ícono para mucha gente durante mucho tiempo, pero Jean Jaques era la imagen que el público por consenso parecía encontrar casi igual de atrayente. Un alfa de alto nivel, con una manada que no se despega de él y que no sólo funciona como familiar, sino que también como un equipo de trabajo. Una carrera con grandes piques, y un legado sobre el hielo que se remontaba a su padre y parecía que seguiría con sus hermanos menores.

Parecía casi una imagen de plástico.

Pero Jean Jaques era muy real. Tan real como que había roto el canon de los alfa, y se había comprometido y casado con una beta. Yuri no sabía qué tenía Isabella Yang en la cabeza, y realmente no quería hacerlo, pero tenía que admitir que algo de valor tenía que estar allí para aguantar la oleada de comentarios que habían seguido a esa decisión. Una pareja de alfa y beta no era extraña, pero cuando ocurría con alguien como ellos, parecía que de pronto importaba mucho.

—Hablo en serio—J.J. le puso una mano sobre el hombro, y Yuri tuvo que suprimir la necesidad repentina que tuvo su cuerpo de temblar.

Jean hablaba con una sonrisa un poco más pequeña esta vez, y los ojos de Yuri podían captar el brillo del anillo de bodas en la mano que ahora descansaba en su hombro si giraba un poco el rostro. Su aroma era fuerte y reconocible, antes habría hecho que la bilis comenzara a subirle a Yuri por la garganta, pero ahora únicamente hacía que su nariz se frunciera ligeramente.

Yuri solo pudo relajar un poco la expresión.

—Es bueno tenerte aquí de nuevo, Yuri. En toda capacidad.

Y tan esporádicamente como había llegado, también se había ido, con una limpia maniobra Jean se deslizaba hacia el lado contrario del rink.

Yuri se quedó sin palabras por un momento, sintiendo un vacío donde la mano de J.J. hubiera estado hacía poco.

— ¡Hey, J.J! —se encontró gritando antes de que pudiera controlar su lengua. El mentado giró el rostro, deteniéndose por un momento. No estaban realmente muy alejados, pero Yuri sintió que debía hablar claro—Gracias.

Dijo, con tono sincero.

J.J. le devolvió una sonrisa tan pagada de sí misma que hizo que Yuri casi rodara los ojos, y que Georgi los mirara como si acaba de contemplar una señal del apocalipsis acercarse a ellos.

Pero no importaba. Yuri estaba de regreso y listo para triunfar.

Y el día siguiente tendría una medalla de plata que demostraría que estaba en el camino correcto para hacerlo.

❆ ❆ ❆    

Cuando Yuri regresó a Rusia, y finalmente pudo tener algo de tiempo para recobrarse de su primera clasificatoria, Otabek no tardó mucho en felicitarlo.

Durante las épocas de prácticas, y especialmente antes de los viajes, solían compartir largas videollamadas por Skype; hecho que sólo se había incrementado ahora que ambos estaban saliendo.

Las llamadas solían ser en la noche, cuando ambos hubieran regresado de sus respectivos itinerarios y pudieran charlar tranquilamente sobre su día, o que uno hiciera casi toda la charla mientras el otro escuchara y dijera un par de palabras aquí y allá. El segundo, normalmente, cuando Yuri sentía que había tenido un día particularmente pesado.

Otabek parecía ser capaz de mantener su compostura sin importar el estrés que lo estuviera rodeando, y aunque Yuri podía adivinar o notar los sutiles cambios en el rictus de Otabek cuando algo malo pasaba; eran contadas ocasiones cuando sus papeles se hubieran invertido.

Incluso ahora, cuando faltaban menos de tres días para el Trhopeé Eric Bompard, Otabek lucía tan sereno como siempre. Aquella era una habilidad que a él le gustaría tener.

—No luces para nada nervioso—comentó Yuuri, mientras trataba de atar su cabello en una coleta alta. Hacía no mucho que había salido de un largo y merecido baño, y su cuerpo le pedía que dejara correr un poco el aire.

El Otabek en la pantalla de la computadora se elevó de hombros, como restándole importancia al asunto, para luego dejar que su cabeza cayera ligeramente para un lado, observándole fijamente.

Yuri no tardó mucho en darse cuenta que estaba viendo lo que hacía con su cabello.

—Está haciéndose más largo—dijo entonces, aunque no creyera que fuera un dato particularmente interesante.

Otabek sonrió un poco.

—Me gusta así.

Yuri detuvo sus manos, arqueando las cejas en una expresión que intentaba parecer ligeramente incrédula. Llevó sus manos hacia los lados, dejando que su cabello cayera todo lo largo que era por su espalda, bajando un poco más allá de sus hombros.

— ¿De verdad?

—Ajá.

Las ideas de un alfa con el cabello largo habían sido algo que muchos miraban de mala manera, excluyendo ciertos periodos de tiempo donde la moda de la época parecía haber traído esa clase de estilo a su auge. Y, aunque actualmente parecía ser algo que tanto alfas, betas y omegas hacían sin mayor repercusión que un par de miradas extrañas de gente demasiado mayor, Yuri siempre terminaba dudando si es que la imagen encajaba bien con su nuevo estilo.

O cuál, se suponía que su nuevo estilo era. O debía ser.

Hacía mucho que nadie lo llamaba el hada rusa, pero el tigre de Rusia parecía ser un nombre que tampoco quedaba en la mente del colectivo.

Otabek, por otra parte, era atractivo como un alfa debería serlo de manera tradicional. Tenía facciones marcadas y varoniles, con ojos profundos, cabello recortado y un porte que proyectaba grandeza. Él vivía sólo, pero no terminaba de tener el aire de lobo solitario de Victor, y aunque pareciera difícil acercarse; una vez se lograba, Otabek daba mucha confianza. Si tuviera que crear una jerarquía con su mente, Otabek sería la clase de alfas que uno querría en la cima de todo.

Fuertes, independientes, y confiables.

Seguros.

Nikolai era el único alfa, y la única familia, con quien realmente había creado una manada con jerarquía, y aunque Nikolai hubiera llevado la cabeza del pequeño grupo de dos que eran los Plisetski; Yuri ahora era mayor de edad, y quien técnicamente, tendría que tomar el papel de cabeza de manada.

Su abuelo lo protegía, se hacía cargo de él, y veía que nada le faltara. Yuri había estado haciendo parte de eso durante un tiempo, encargarse de la manutención de ambos, llevar un registro de la salud de su abuelo, y pagar las deudas. Pero no estaba seguro de si eso era suficiente, o si es que siquiera, lo poco que hacía lo hacía bien.

Ser cabeza de la manada era un título demasiado grande, y uno que casi se sentía irreal.

Si tuviera que elegir entre él y Otabek para tomar ese lugar, probablemente terminaría cediéndoselo a Otabek. Quien, en uno de esos escasos episodios de terquedad, le diría que ambos simplemente deberían compartirlo.

Yuri reiría y le diría que así no se hacían las cosas.

Otabek entonces le diría que, bueno; ellos simplemente tendrían que inventar su propia manera de actuar entonces.

No pudo evitar sonreír.

—Yura—Habló de repente Otabek—¿Estás bien?

Yuri se mordió el labio inferior, reprimiendo el ligero temblor en sus hombros que la risa le había traído, y dejó que su mirada se quedara pegada en un punto inexacto del suelo.

—Sí, sólo pensaba.

—¿En qué?

Yuri levantó la mirada entonces, regalándole una sonrisa lánguida.

—En ti.

Hacer sonrojar a Otabek era de las cosas más difíciles y divertidas del mundo.

❆ ❆ ❆    

El día en el que se presentarían los programas cortos del Trofeo de Francia, Yuri escuchó a Mila hablar por teléfono con Sara.

De entre todos los miembros de su pequeño equipo, Yuri no había creído que a quien más tardara en pasársele la fase de luna de miel fuera a Mila. La pequeña retahíla de cursiladas que había escuchado salir de la boca de la alfa bien podrían haber llenado un pequeño libro de coqueteo con omegas barato.

Era hasta algo gracioso, porque de los tres alfas que quedaban bajo la tutela directa de Yakov, Mila era quien más abierta se había mostrado a experimentar con cualquiera de las tres castas que existieran en el mundo; aunque siempre había parecido preferir al sexo masculino.

Si Yuri recordaba bien, Sara era la primera omega que le conociera a Mila. Ella siempre había parecido preferir a los betas, o incluso tratar de pretender a un alfa, sin importar lo que la gente dijera o cómo la miraran.

Las relaciones entre dos alfas, a través de la historia, habían tenido diferentes clases de matices en el mundo. Lastimosamente, durante la mayor parte de la historia, todos terminaban siendo negativos. En algunas partes del mundo, incluso en la actualidad, seguía siendo castigado. Yuri estaba seguro de que había al menos una religión allí afuera que seguía aplicando la pena de muerte para relaciones entre dos alfas o entre un alfa y un beta. Su país había sufrido un clima de discriminación muy parecido durante largos años, y aunque ahora el matrimonio entre alfas fuera legal como en la mayor parte de Europa, un gran sector poblacional seguía mostrándose reticentes a aceptarlo.

Mila simplemente se elevaba de hombros y dejaba que los comentarios pasaran por sobre su cabeza, haciendo incluso más alarde de sus actos cariñosos cuando se topaba con esa clase de situaciones. Cosas como esas habían hecho que Yuri creyera que ella terminaría con un alfa, con uno de esos jugadores de Hockey que tanto interés le causaban o quizá con algún otro patinador.

Sara Crispino no se le había dibujado en la mente ni siquiera como una opción.

Y, no es que Yuri supiera mucho sobre omegas, pero el hermano de la patinadora era difícil de ignorar. Un omega que bien podía confundirse con un alfa... Yuri le deseó suerte a Mila.

Aunque quizá no la necesitara tanto.

Mila era un tanto diferente al resto de alfas que solían asistir a las concentraciones de Yakov. Desde que Yuri la conociera, de mucho más joven, Mila había demostrado lo fácil que se le hacía adaptarse, y que su naturaleza era más amigable que el de la media. Yuri durante mucho tiempo creyó que ella terminaría siendo una beta; de esas molestas que siempre te preguntan si algo anda mal, con esa voz particular y que no te dejan en paz que hables.

Pero había errado.

Y Mila había terminado convirtiéndose en una alfa, y en una que sin importar la casta sí había terminado por convertirse en esa inescapable voz de amistad que no quiere dejarte en paz.

Y vaya que lo demostraba. Pues cuando hubieran estado ya frente a la televisión, las miradas poco discretas que ella le dirigiera eran casi tan distractoras que por poco no escuchó el nombre de Otabek ser llamado al escenario. El programa de Otabek, como Yuri hubiera imaginado, fue hermoso. Con sus formas elegantes y su estilo único que lo llevaban a resaltar del resto, hacía que su figura se alzara por sobre el hielo como la de un gallardo caballero.

Yuri podría observarlo hacer saltos y deslizarse por horas enteras sin cansarse.

Y, después, le tocó a Yuuri.

Verlo de nuevo, logró mover algo en él. No habían intercambiado palabra o contacto alguno en mucho tiempo, y Yuri ni siquiera había visto una toma del omega durante la práctica matinal. Y si Yuri debía ser sincero, aunque todo pareciera indicar que Yuuri estaba listo para participar, aún había una pequeña voz en la cabeza de Yuri que le gritaba que quizá terminaría haciéndose para atrás, y que simplemente no participaría.

La frustración que eso le causaba era imposible de describir.

Su lado más competitivo no podía evitar sentirse timado, puedo había reconocido a Yuuri como un rival hacía mucho y perder la oportunidad de enfrentarlo era insoportable. Su lado comprensivo, el que intentaba analizar todo en frío, le decía que no había ningún problema en que Yuuri se hiciera para atrás, que después de todo él no podía juzgar. Y, el lado suyo que terminaba siendo una convergencia de los demás, ese que él creía era el más Yuri; sólo podía sentirse preocupado, porque había estado seguro de que Yuuri y su decisión de regresar al hielo.

Pero Yuuri finalmente salió.

Y no lo hizo bien. No cómo debía. No como Yuri sabía que podía.

No era necesario ver las demás presentaciones, Yuri sabía que Otabek estaba a la cabeza, y que se mantendría allí.

Cuando se puso de pie para retirarse, Mila se le quedó mirando un momento, Yuri podía sentir perfectamente el peso de sus ojos sobre él.

— ¿Estas bien?

Le habría preguntado.

—Por qué no lo estaría.

La voz de Mila había cargado algo muy particular al momento de responder.

—No sé, tú dime.

Pero Yuri había preferido hacerse el desentendido, regresando a casa y dejándose caer en la cama esperando que el inconmensurable sentimiento de malestar dejara su cuerpo. Se sentía mal, casi como después del primer Grand Prix donde Yuuri se hubiera presentado; con un sentimiento que no podía calificarse como enfado, sino una ira que se apagaba lentamente, comenzando a convertirse en tristeza.

Fue cuando lanzó un suspiro al aire que su teléfono sonó. El saludo de Otabek no lo tomó por sorpresa, pero sí de lo que hablaron después.

De entre todas las personas, que Otabek fuera quien quisiera asegurarse de que Yuuri Katsuki estuviera bien terminaba siendo una realidad que casi rozaba en lo irrisorio, tanto que por un momento; Yuri olvidó que se suponía que tenía que responder, únicamente frunciendo el ceño ante las implicancias de lo que Otabek le decía y que, al parecer, lo conociera tan bien.

Su línea de pensamientos terminó con una risa.

—Qué voy a hacer contigo...

Con Otabek nunca podía saber. No se parecía a ninguno de los alfas con los que se hubiera topado antes. No era el siempre lejano Victor que se convertía en una ilusión que ni él mismo podía terminar llenando, ni como el molesto J.J. que se exhibía para todos, ni como Mila quien encontraba una manera de encajar sin problemas en todo lugar.

Y, definitivamente, no era como él. Con Otabek nunca había habido colisiones, choques, ni destrucción.

Realmente no, no sabía exactamente qué hacer de la idea de otabek

—Quererme, tal vez.

Yuri rio.

—Me gusta esa idea.

La mejor alternativa de todas.

❆ ❆ ❆    

Cuando el trofeo de Francia hubiera tenido a sus medallistas oficiales, el primero en llamarle había sido su abuelo; pidiéndole que recordara felicitar a Otabek de su parte también.

Yuri tuvo que repetir muchas veces que lo haría, y que tenía planeado llevarse el oro en Moscú; así que más le valía a su abuelo prepararse para ser sorprendido.

—Claro Yura.

Su abuelo siempre había tenido fe ciega en su habilidad.

La siguiente en el cronograma era la copa de china, dejándole un par de semanas para prepararse; y para que el entrenamiento de Yakov se tornara sólo una pizca más espartano que de costumbre.

Aunque sin importar el cansancio, Yuri nunca se perdía de alguna charla nocturna con Otabek.

—Me hubiera gustado que al menos una de nuestras designaciones coincidiera.

Le dijo Yuri mientras rascaba la cabeza de su gata, quien dormía perezosamente enrollada a un lado de él.

—Bueno—dijo entonces Otabek, tratando de sonar gracioso—Eso quiere decir que tendré que verte en la final.

Y selló su afirmación con un asentimiento.

—Y cuando eso pase, también tendremos que compartir pódium—agregó antes de que Yuri pudiera decir lo mismo.

—Ohh, alguien está confiado.

Otabek se elevó de hombros.

—No, sólo estoy seguro. Vi tu programa, Yura, es uno que de seguro se merece el oro.

Yuri se removió en su lugar un poco, sintiéndose ligeramente avergonzado de pronto.

—Antes tengo que clasificar, sabes.

Otabek sonrió aún más ante eso.

—No es como si ese fuera un problema. Rusia es tuya, Yuri.

Rusia. Rostelecom. Yuuri

—Sí, la Rostelecom.

La idea de encontrarse nuevamente dejaba un pequeño sinsabor en su boca, y un sentimiento gracioso en la base de su estómago. Yuri no quería admitir que estaba nervioso, pero su cuerpo no paraba de recordarle que ese era un hecho.

Quizá no era el escenario más propicio para esa clase de reunión. Empero, había cosas que tenían que decirse, y en el entramado irregular de sus vidas, Yuri agradecía poder tener un lugar dónde hacerlo.

—¿Yura?

Preguntó Otabek, y sólo entonces Yuri se dio cuenta que se había mantenido en silencio.

—Uhm...

—Todo estará bien.

Yuri asintió. Si Otabek lo decía, crecía que podía creerle.

❆ ❆ ❆    

Para el inicio de la Rostelecom, Yuri le había pedido a Yakov partir a Moscú unos días antes. Su abuelo no sería capaz de atender a su presentación, y él quería asegurarse de que estuviera bien sin levantar mucho revuelo con su llegada. Yakov aceptó sin mucha reticencia, probablemente gracias también al empeño que había estado dándole Yuri a sus entrenamientos.

Aunque la semana previa a su viaje Yakov le hubiera dedicado una expresión extraña, que no había terminado de desaparecer de su rostro ni siquiera durante su último día en el rink de San Petersburgo.

Yuri había decidido no darle mucha importancia al asunto, pues prefería a un Yakov taciturno y casi ensimismado que a uno que no dejara de gritarle. Aunque debió haber pensado que algo pasaba cuando es taciturnidad se tornó más en una expresión reflexiva, pero Yuri había tenido cosas más importantes en la mente en ese momento.

Pues, saliendo del aeropuerto, había alguien esperándole.

Distinguirlo en una multitud era un poco difícil, más ahora que llevaba un abrigo invernal y una bufanda demasiado grande. En un lugar donde tanta gente se reunía sólo para buscar rostros específicos, la nariz de Yuri; que no buscaba a nadie, no tardó en captar un aroma conocido.

Alguien que sería imposible de olvidar o confundir

Giró lento, sintiendo su mano en la maleta pesada y su corazón latir en sus oídos.

Allí, Victor le estaba mirando desde una fila de bancas cercanas.

Los ojos de Victor estaban fijos en él, y las personas que pasaban desentendidas y despreocupadas entre los metros que los separaban permanecían completamente ignorantes al momento.

Su cuerpo reaccionaba casi como un autómata, llevándolo hacia adelante. Lo reconocía, lo reconocía como un alfa en competencia, como una amenaza. ¿A qué?, se preguntaba Yuri. Ni siquiera cuando hubieran sido rivales en el hielo habría visto a Victor de esa manera. Y, sin embargo, no se amilanó.

Dejó que sus pasos le llevaran directamente hasta donde Victor le esperaba, la capucha que usaba cubría su rostro lo suficiente como para que no le reconocieran, y su manera de caminar no demostraba el caldo de nervios que ahora era su estómago. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, Victor se puso de pie.

Yuri pudo sentir que un par de miradas se posaban sobre ellos, pero que nadie se acercaba.

Quizá no era sólo él quien sentía la tensión del ambiente.

—Hola, Yuri.

Yuri no respondió, demasiado distraído observando los ojos de Victor. Tan distintos a la última vez que hubieran hablado o se hubieran visto. Tan tranquilo, tan cambiado.

—Creo que te debo una charla.

❆ ❆ ❆    

La primera parada después de su llegada al aeropuerto debía ser su casa, y nada logró cambiar eso en el itinerario de Yuri. Allí, su abuelo lo recibió con un fuerte abrazo, que Yuri dejó se extendiera más de lo que normalmente hacía.

Cuando se separaron, Yuri mantuvo al otro alfa un momento más entre sus brazos, notando casi como si lo viera por primera vez lo pequeño que ahora era a comparación suya. Con el tiempo pasando sin darle tregua, y la agitada vida que llevaba, nunca se había detenido a darse cuenta realmente de la inversión en sus papeles. Yuri solía verlo hacia arriba, y disfrutar cuando sus manos acariciaban su cabeza; y ahora tenía que doblar las rodillas y encorvar la espalda para acomodar su cuello correctamente en un abrazo.

— ¿Todo está bien, Yuratcha?

Preguntó su abuelo, observándolo con una de sus cejas elevadas en un rictus inquisitivo. Yuri negó suavemente, separándose por completo.

—Sí—respondió con simpleza, pues no quería preocuparlo—Pasaré aquí la noche, y regresaré pronto para ayudarte a hacer la cena; pero antes hay algo que tengo que hacer.

Su abuelo le miró escéptico por unos segundos, como si intentara hallar una respuesta para el extraño comportamiento de su nieto de alguna manera.

—Está bien—Reafirmó entonces Yuri. Quería mantener la situación bajo control, como un buen alfa haría—Lo prometo.

Y le regaló una sonrisa, de esas que sabía eran irresistibles para su abuelo.

Su abuelo pareció convencido con eso, y bajo la promesa de que prepararían piroshky para cenar, Yuri se apresuró a dejar su maleta en su viejo cuarto; arreglar un poco su ropa y dirigirse nuevamente afuera. Victor estaba allí, parado a un lado de la puerta.

Hablar en un lugar tan abierto podría parecer un movimiento tonto, pero el lugar donde su abuelo y él hubieran vivido seguía siendo un barrio bastante promedio, con casi todos siendo familias trabajadoras que dejaban la casa temprano y no regresaban hasta muy tarde. No había tránsito directo, así que los pocos coches que transitaban eran taxis o de algún vecino.

Y, de momento, estaba increíblemente silencioso.

Si alguien los veía, dudaba que una multitud o tan siquiera un grupo de personas se arremolinaran a su alrededor.

Lo mejor que alguien allí podría obtener sería una foto de ambos.

Y quizá esta vez una foto suya terminaría con resultados menos trágicos.

—Lo lamento mucho...

Fue Victor el primero en hablar, tomando a Yuri por sorpresa. Estaba parado contra una de las paredes, muy cerca de la puerta. Su postura entera le indicaba que no tenía intenciones de moverse, aunque terminara agachando su cuerpo y se sentara sobre el pavimento.

Lucía cansado, pero no con el espíritu destrozado como hubiera estado en el mundial. Era como si acabara de quitarse una gigantesca carga después de un largo viaje, y apenas estuviera entendiendo que la había llevado en primer lugar. Si Yuri usaba un poco su imaginación, incluso podía decir que se veía aliviado.

Yuri le imitó, dejando al menos un cuerpo de distancia entre ellos.

Qué lamentaba Victor, se preguntó Yuri.

Muchas cosas, probablemente. Y no sólo para con él.

—Lamento el haberte golpeado—Puntuó.

Yuri asintió, con su mirada ligeramente clavada en Victor.

—Lamento haberte hablado así. Estuvo fuera de lugar.

Yuri estaba familiarizándose con el conflicto interno, y era una batalla que uno debía tener solo.

Yuri no sabía cómo era que funcionaba la mente de Victor, y mucho menos que clase de ideas podrían estar allí, y posiblemente nunca lo haría. Pero Yuri lo había respetado: como atleta, como competidor, como alfa, y como persona. Sin embargo, Yuri le había faltado el respeto ese día.

Y era algo de lo que realmente se arrepentía.

Afiló más su mirada, girando un poco más el rostro. Victor tenía las piernas dobladas y abiertas, con los brazos estirados sobre sus rodillas y la cabeza ligeramente caída.

Pero, estaba asintiendo.

El ambiente se llenó de silencio entonces, roto únicamente por el canto de un par de aves y el soplido del viento. Hacía frío, pero Yuri no quería moverse. Intentó captar algo en la esencia de Victor, que era llevada por el viento, pero no había ninguna alteración que pudiera delatarlo.

Se veía más calmado. Y aquello era algo bueno.

Una mejor imagen que la del desesperado patinador siendo sacado del cuarto por miembros del equipo de seguridad, con el traje desarreglado y la mirada desencajada.

Un lo siento, nació entonces en su mente y se mantuvo allí un momento. Yuri lo pensó un poco, y decidió que eso no sonaba bien. No podía ser hipócrita con Victor.

Él había venido por la verdad.

Las palabras danzaron en su boca, y cuando estuvieron listas, esas fue la que dijo.

—Y... me alegro mucho—dijo, girando el rostro por completo. Victor hizo lo mismo, observándolo como si no pudiera creer que Yuri hubiera hablado—De que tus programas volvieran a ser como antes—Yuri los había visto. Esos programas que Victor había coreografiado especialmente para niños. Estaban presentes allí, sentimientos más allá del dolor o la pena. Era decisión, era alegría. Eran deseos de Vivir. Secuencias que te atrapaban y no te soltaban, hasta que dejaran ir tu mano con la pose final. Victor estaba haciendo lo que mejor sabía hacer nuevamente, sorprender al mundo cuando nadie parecía esperarlo—Y... de que tazón de cerdo regresara al hielo.

Victor no dijo nada por unos segundos, y Yuri bajó la mirada un poco.

—Eso era lo que quería—Y, uno de los pocos quereres de esa época que aún se mantenía muy dentro de Yuri. Un buen duelo final con un gran rival. No dejar que un amigo querido se dejara ir. Sentir que había hecho algo para alguien que significaba algo para él—Y, parece que finalmente, él está yendo por lo que realmente quiere.

Pues el tema de Yuuri no había pasado desapercibido por él. Y, esperaba que por Victor tampoco.

Victor no dijo nada. Yuri bajó la mirada un poco.

Victor solo le dedicó una mirada larga, parecía tener mil preguntas y ninguna a la vez.

Esta vez Yuri no creía que el silencio fuera malo, pues ya no había colisiones o cosas que destruir, sólo escombros que levantar

Abrió la boca y finalmente

—Sí... lo sé.

Y quizá, listos para usarse y construir.

❆ ❆ ❆    

Victor tomó un taxi que lo regresaría a su hotel, tenía que terminar de arreglar sus cosas para tomar el vuelo que salía a San Petersburgo la mañana siguiente.

Habría querido quedarse a ver el programa de Yuuri en persona, pero se sentía emocionalmente drenado. De una manera extraña, como si de pronto algo hubiera sido quitado de sus hombros y tuviera que acostumbrarse a caminar ligero nuevamente

No era una sensación desagradable, pero le dejaba un gracioso sentimiento en el pecho.

La mirada de Yuri había sido una completamente diferente a la que recordara del mundial. No había rabia mezclada con miedo, pero tampoco lucía como rabia diluyéndose en tristeza.

Era una extraña aura de tranquilidad y aceptación.

Algo que Victor nunca había visto antes en Yuri, pero a lo que creía poder adecuarse.

El silencioso reconocimiento entre ambos.

Victor y Yuri. Alfa y alfa.

Con una pequeña conexión que aún llamaba a ambos, y les recordaba que hubieran sido equipo. Trabajado juntos. Manada. Amigos.

Victor repasó los últimos minutos de su conversación con Yuri mientras el auto se metía más y más en la ciudad.

Su lenguaje corporal estaba calmado, y sus ojos lucían extremadamente sinceros. Su mente le hizo una mala jugada y de pronto, quien estaba frente a él era el mismo Yuri que hubiera estrechado su mano con demasiada emoción, y que oliera como el jovenzuelo más afortunado del mundo; sólo por recibir la promesa de que obtendría un programa coreografiado por él.

Victor sabía que Yuri no le estaba mintiendo. Y que no estaba ocultando nada.

De alguna manera, aquello eliminó cualquier pregunta que quisiera estar gestándose en su mente. No había motivo para hacerlas.

Ya no.

—Sí... lo sé.

Casi susurró. Y la mirada de Yuri se iluminó por un momento.

Tragó duro.

Lo sabía.

—Yuri—terminó, mientras se ponía de pie y le miraba.

Sabía de las intenciones de Yuuri. Y sabía dónde estaba su corazón cuando se trataba de ellos.

Pero en cuanto a Yuri...

—Uhm

—Mucha suerte mañana.

Yuri asintió, y sólo entonces Victor se levantó y se preparó para irse.

Con Yuri... al menos sabía que sin importar qué pasara. Él seguía siendo Yuri, y él seguía siendo Victor.

Alfa y alfa.

Finalmente, en paz.

❆ ❆ ❆    

Notas finales:

Lamento muchísimo haber tardado tanto con este capítulo. La escuela -entre otras cosas- me tuvieron entre ocupada y, bueno, tonterías que les aburrirían. Logré escribir esto entre clases, y ahora mismo huyo para un examen.

Muchas gracias por leer.

PD: Por cierto, los premios Katsudon ya iniciaron. Muchísimas gracias a quienes me apoyan allí ;;

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro