A veces le era tan fácil dejarme entre la espada y la pared. ¿Qué podría yo decirle sobre mis aventuras descaradas en Daegu? ¿Qué fue esa curiosidad? Como sea, no me molesté en hacérselo fácil, divagué para molestarla y para poder voltear la conversación, eso, si tenía suerte. Terminamos peleando, otra vez, pero al final no fue nada que no pudiera arreglarse con palabras bonitas.
De esto me di cuenta que Doyeon buscaba ciertas cosas para desahogarse de otras cosas, o tal vez para arrojarme ciertas ¿indirectas? Casi siempre mencionaba esa frase "Si hubiésemos estado juntos de verdad..."

Juntos de verdad: casados, ¿no?

Seokjin me dio un golpe en la cabeza. -Hace meses que ella descubrió el anillo, ¿tú crees que no lo estará esperando?-

-Te dije que esperaría la señal.-

-Esa es la señal. ¿Estás esperando la boda de Namjoon acaso? Ya que eso te encanta, usar las fiestas y bodas de tus amigos para tus locuras de amor.-

Ni siquiera negué nada, tenía razón. Pero esta vez tenía que ser diferente.

Ahora hablamos de una propuesta de matrimonio de verdad, formal, con detalles de cuentos de hadas:

-Ponte el maldito anillo, vas a ser mi esposa.-

-No quiero.-

En ciertos aspectos.

Fui torpe en esto también, es mejor decirlo de una vez, ¿no?
Me comprometí con Doyeon poco antes de su siguiente cumpleaños, en primavera. Y luego, tal vez lo más esperado de todo esto, nos casamos cuatro meses después de comprometernos.

Una locura. Odio las bodas.

Pero, a final de todo, es por todo esto por lo que estoy sonriendo ahora. Dije antes que contaría esta historia para averiguar si tomé la decisión correcta de volver. De tomar la decisión más importante de mi vida que se denomina Jung Do Yeon.
Y aquí esta, no hice todo esto por nada, ¿cierto? Doyeon es mi vida.
A vece me cuesta creer todo aquello que sucedió detrás y sobre nosotros. Es imaginable, no tengo duda de ello, sobre todo conociéndome y demás, pero, en el lado de Doyeon, ¿cuál es la diferencia entre nuestras historias?

Entonces, amigos, ya lo saben todo. 

O no.