Siglo XIX -Etiqueta inglesa II
Les dejo una excelente clase de etiqueta inglesa a la mesa.
SUCEDIO EN EL OTOÑO Lisa Kleypas 2º libro Wallflowers
-He hecho una lista-señaló al tiempo que se colocaba unas gafas de pinza sobre el puente de la nariz-de los errores que cometieron la pasada noche. Los discutiremos uno a uno.
-¿Cómo puede ser tan larga esa lista?-preguntó Daisy con desánimo-. La cena de anoche sólo duró unas cuatro horas. ¿Cuántos errores pudimos cometer en ese lapso de tiempo? La condesa les dirigió una mirada pétrea por encina del rollo de papel antes de permitir que la lista se desplegara. Al igual que un acordeón, se abrió... y se abrió... y no dejó de hacerlo hasta que el extremo inferior tocó el suelo.
-¡Por todos los infiernos!-musitó Lillian entre dientes. Al escuchar el juramento, la condesa frunció el ceño de modo que sus cejas se unieron en una línea oscura.-Si quedara más sitio en el rollo de papel-le dijo a Lillian-,añadiría ese toque de vulgaridad. Reprimiendo un largo suspiro, Lillian se reclinó en la silla.-Siéntese derecha, si no le importa-dijo la condesa-. Una dama nunca permite que su espalda toque el respaldo del asiento. Ahora comenzaré con las presentaciones. Las dos tienen la lamentable costumbre de estrechar manos. Eso hace que una parezca desagradablemente deseosa de congraciarse con los demás. La regla aceptada consiste en ejecutar una ligera reverencia durante la presentación, y no en estrechar la mano, a menos que se trate de dos señoritas. Y ya que ha salido el tema de las reverencias, una dama nunca hace una reverencia a un caballero que no le haya sido presentado, aunque lo conozca de vista. De igual modo, tampoco se debe hacer una reverencia a un caballero que sólo nos haya dirigido un par de comentarios en casa de un amigo común, o a un caballero con el que se haya conversado de vez en cuando. Una breve conversación no constituye una amistad y, por lo tanto, no debe reconocerse como tal con una reverencia.
-¿Qué sucede si el caballero te ha prestado un servicio?-preguntó Daisy-. Como recoger un guante que se te haya caído o algo por el estilo.
-Se le agradece en su debido momento, pero no se le saluda con una reverencia en el futuro, ya que no se ha establecido una verdadera relación de amistad.-Eso suena muy desagradecido-comentó Daisy.
La condesa pasó aquella observación por alto.
-Ahora, pasemos a la cena. Después de la primera copa de vino, no se debe pedir que la rellenen. Cuando el anfitrión ofrece la jarra de vino a sus invitados durante la cena, es para el disfrute de los caballeros, no de las damas.
-Le dirigió a Lillian una mirada reprobatoria-. La noche pasada, escuché cómo pedía que le rellenaran la copa, señorita Bowman. Es un comportamiento inaceptable.
-Pero, lord Westcliff la rellenó sin decirme nada-protestó Lillian.-Sólo para evitar que atrajera más atención indeseada sobre su persona.-Pero ¿por qué...? -La voz de Lillian se fue apagando hasta convertirse en silencio cuando se percató de la expresión amenazadora de la condesa. También se dio cuenta de que, si pedía explicaciones acerca de cada cuestión del protocolo, sería una tarde muy pero que muy larga.
La condesa procedió a explicar las normas que se exigían durante la cena, entre las que se incluían cuestiones como el modo apropiado de cortar las puntas de los espárragos y la manera de comer codornices y palomas.
-...el dulce de leche y el pudín deben comerse con tenedor, no con cuchara...-decía-y, para mi total asombro, me di cuenta de que ambas usaron el cuchillo con sus croquetas. Les dirigió una mirada elocuente, como si esperase que encogieran por la vergüenza.
-¿Qué son las croquetas?-se atrevió a preguntar Lillian Daisy respondió con cautela.
-Creo que eran esos rollitos dorados que tenían salsa verde por encima.
-Vaya, eso me gustó-musitó Lillian. Daisy la miró con una sonrisa maliciosa.
-¿Sabes de qué están hechas?
-¡No, ni quiero saberlo! La condesa pasó por alto esa conversación.
-Las croquetas, empanadas y cualquier otra comida amasada deben comerse únicamente con tenedor, y jamás con la ayuda del cuchillo.-Hizo una pausa y miró la lista para ver por dónde Sus diminutos ojos se entre cerraron hasta convertirse en un par rendijas cuando vio el punto siguiente en la lista-. Y ahora.-añadió, clavando una significativa mirada en Lillian, pasemos al asunto de las cabezas de ternera... Tras emitir un gruñido, Lillian se cubrió los ojos con una mano y se hundió en la silla.
JENNIFER ASHLEY
La Seducción de Elliot McBride
Dejó a un lado el whisky—sabía que estaba bebiendo demasiado esos días—y apartó la silla. Juliana le observó con sorpresa; un caballero jamás abandonaba la mesa hasta que las damas decidían que era hora de que se retiraran a la salita.
JULIA QUINN
El corazón de una Bridgerton
1820
—Ánimo, Francesca, estoy seguro de que lo soportarás. Ella lo miró de reojo.
—Esto no es algo que puedas comprender, ni que pueda comprender ningún hombre, por cierto, pero prefiero mi situación de mujer casada a la de debutante. Cuando estoy en la Número Cinco, con Eloise y Hyacinth, que viven ahí, me siento como si estuviera nuevamente en mi primera temporada, atada por todas las reglas y reglamentos de etiqueta que la acompañan.
—No todas —observó él—. Si eso fuera así, no se te permitiría estar paseando conmigo en estos momentos.
—Cierto —concedió ella—. En especial contigo, me imagino.
—¿Y qué debo entender con eso? Ella se rio.
—Ah, vamos, Michael. ¿De veras crees que te ibas a encontrar tu reputación blanqueada simplemente porque has estado cuatro años fuera del país?
—Francesca...
—Eres una leyenda.
Él pareció horrorizado.
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