Capítulo 9: Puro veneno
Mitzuru permaneció tecleando en su laptop cuando Elizabeth le puso el plato de comida en frente, le agradeció sin voltear a verla y continuo trabajando esperando que ella se marchara, pero Elizabeth se sentó en el sofá de enfrente y comenzó a comerse la bolsa de crutones que Mitzuru había rechazado para su ensalada.
Al escuchar el crujir del pan entre los dientes de Elizabeth él le fijó la vista.
Pero no pudo decirle nada, porque incluso los delicados movimientos que ella hacia al comer y las pequeñitas mordidas que le daba a sus alimentos, le parecían a Mitzuru absolutamente adorables.
Se pregunto si acaso ella no se daba cuenta. Si no era consiente del efecto que tenia sobre él.
Ante la insistente mirada de Mitzuru, Eli se quejó.
—¿Qué? A mí si me gustan y los cobran igual.
Como ella no mostraba indicios de irse, él cerró su laptop y se levantó para empezar a comer lo suyo.
Pretendía mantener distancia con ella. Porque la idea de salatarle encima y hacer que se recostara en el sofá, abrirle las piernas y hacerla gritar su nombre no dejaba de hostigarle la mente y empujaba en algún oscuro rincón la parte racional de si mismo.
La que le decía: "Ya deja de verla, pareces un pervertido".
—Tenía razón—sonrió Eli comiéndose el dedo de pollo—la comida ahí es muy rica. Pero en Brooklyn hay un restaurante llamado Chiken mama, ese es mucho mejor.
Ese comentario lo hizo espabilar.
—Sabe mucho sobre eso. ¿No?
—Pues sí. Restaurantes, bares, cafeterías. Soy como una guía turística en esta ciudad.
—¿Y los museos?
—Todo el mundo sabe que—levanto el dedo—, el verdadero arte de New York esta en las calles.
Él no pudo sino asentir, después de todo, Mitzuru no sabia nada de arte.
—Se ve que sale mucho—Eli no supo bien cómo interpretar el comentario, ya que Mitzuru lo decía con la mirada fija en sus piernas.
"Joder, que piernas" pensaba él.
—Pues si—se agachó Elizabeth haciéndolo regresar la vista a sus ojos, se hacia la ofendida pero, en realidad le gustaba esa sensación de tener toda su atención—, aunque últimamente no tanto. Pero me gusta salir por la ciudad.
—¿Citas?
Fue tan directo que el bochorno de Eli no se hizo esperar. Conteniendo su sonrisa, levantó las cejas en un movimiento sugestivo que arrancó la sonrisa que ansiaba de Mitzuru.
—¿Y usted?—le pregunto a Mitzuru—¿Sale a citas?
—No. Yo solo salgo a juntas—ante su respuesta, Eli arrugó la nariz.
—Es tan aburrido, señor Tashibana.
—¿Perdón?—la cuestiono indicando que ella no debería simplemente decir eso. Después de todo, él era su jefe.
—Además, siempre parece estar enojado—Pero Eli no cambió su actitud en lo más mínimo, como si el tono coqueto de su voz excusara automáticamente su insolencia—. A las mujeres no nos gusta eso.
Él consideraba que más enojado debería estar por sus comentarios, en cambio, le hacían gracia.
—Conquistó suficientes, gracias.
—Entonces, es un mujeriego.
—Eso es una exageración.
—Déjeme ver. ¿Con cuántas mujeres ha estado?
—Los caballeros no tenemos memoria—Elizabeth hizo un puchero—, además, por su último informe, veo que no es la indicada para hablar de números.
—Bueno. Estamos en el descanso ahora, así que no use el trabajo como excusa para cambiar de tema—lo acusó divertida—. Dígame, si no tiene citas. ¿Cómo hace para conseguirlas? ¿Qué les dice a las mujeres para conquistarlas?
—Les digo—dejo su comida en la mesa de café, dio un paso hacia Eli, se inclinó a ella y susurro: —soy muy rico.
En consecuencia, Eli soltó una carcajada.
—Seguro que eso funciona el 90% de las veces.
—Si va a burlarse tan descaradamente—tomó otra porción de ensalada sin recoger el plato—, al menos dígame qué hace usted. Cuando un hombre le gusta, ¿Cómo hace para conquistarlo?
—Dejo que me vea y listo—afirmó de forma pretenciosa.
A Mitzuru entonces se le escapó una risilla, ella reía sin inhibiciones y sin cubrirse los dientes, pero la risa de Mitzuru era tranquila, apenas un murmullo y un levantar de hombros.
—Supongo que también es efectivo.
—Sí. Pero es fugaz—Torció sus labios con desdén—, en ese sentido, soy como Maia.
—¿Cómo Maia?
—Porque me enamoro de hombres—lo vio con recelo—que no se enamoran de mí—Mitzuru giró el rostro notando su acusación—¿Tiene algo con ella o no? Porque si no, es raro que lo cele tanto.
—Tuve algo con ella—admitió dejando ver un ligero arrepentimiento, luego regreso la vista a Elizabeth—, pero ya no.
—¿Por qué terminaron?
Mitzuru busco una excusa, pero era demasiado simple.
—Dejó de gustarme.
—¿Le gustó otra?
—Eso fue después.
—¿Por qué dejó de gustarle?
Consideraba que la curiosidad de Elizabeth se estaba volviendo invasiva. Aun así, quería ser honesto con ella y continuó respondiendo sus preguntas.
—No queríamos lo mismo.
Eli analizó las palabras de Mitzuru dentro de su cabeza.
—¿Ella quería casarse?
—Quería una relación.
—¿Y no la tenían?
—No. Yo no tengo ese tipo de relaciones.
—¿Reales?
—Exacto—Su respuesta solo aumento la intriga de Eli.
—¿Por qué no?
—Porque una relación implica una promesa—explico con fastidio—. Un futuro que después se convierte en la idea de matrimonio, hijos...
—¿Y usted no planea tener hijos?
—Ni casarme—sonrió para ella.
—Puede casarse sin tener hijos.
—¿Por qué me casaría entonces?
—Por amor—Respondió como si fuera obvio.
—El amor es una pérdida de tiempo—aseguró Mitzuru.
—Así que ¿esa es su resolución?—preguntó como si la hubiese ofendido—Puede vivir sin amor, ¿pero no puede vivir sin sexo?
—Soy un hombre, después de todo—levantó los hombros en desquite.
Elizabeth se levantó del sofá notablemente decepcionada y arrojó el plástico de su comida a la basura.
—¿Sabe? —le dijo con una expresión firme—un día la va a encontrar.
—¿A quién?
—A la mujer que lo hará arrepentirse de haber jugado con todas las demás.
Su afirmación parecía más bien una amenaza, eso no le gusto a Mitzuru.
Podía dejarla contonearse en la oficina con sus diminutas faldas y sus blusas de telas ligeras, con una actitud engreída como si estuviera por encima de todos los demás, pero no permitiría que se sintiera de algún modo por encima de él.
Cuando ella quiso irse, él se apresuro hasta alcanzarla, la tomó por la cintura con un solo brazo y la empujó hasta el escritorio.
—¿Qué hace?—se quejó Elizabeth mientras sus pies retrocedían, vencidos por la fuerza de Mitzuru—suélteme.
Él uso entonces ambas manos para levantarla como si estuviera hecha de trapo y no pesara nada y la sentó en el escritorio.
Ya una vez allí, Mitzuru tomó el rostro de Eli por el mentón y su calma se le contagió a ella, pese a que el frío de su pecho no la había abandonado del todo.
—¿Sabes una cosa?—le preguntó Mitzuru contemplando con sus profundos ojos negros el rostro pálido de Elizabeth—a ti te daría el mundo entero.
Y ahí estaba, la propuesta que Alika le advirtió que llegaría, la que temía y a la vez ansiaba, pues la hacía tambalearse entre la duda y el deseo.
Si acaso aceptaba, toda su vida sería resuelta. Adiós al hambre, al departamento de mierda y al hedor a humedad en su colchón. Adiós a contar centavos, a usar el metro y a las ratas en las tuberías.
Pero si aceptaba, ya no sería la misma Elizabeth, puesto que dejaría de pertenecerse a sí misma para entregarse a un hombre que solo quería de ella lo mismo que el resto. Su cuerpo.
—¿Y si no me bastara con el mundo?—con su dedo contorneo la barbilla de Mitzuru, él era atraído hacia ella con la misma fuerza con la que lo atraía a la tierra la gravedad—¿si quisiera al dueño?
—Que codiciosa.
—Pues lo soy—bajó su mano —. No me conformaría nunca con el dinero de un hombre. Yo lo quiero todo.
Mitzuru la vio entonces con una cara que parecía juzgarla de tonta y le preguntó:
—¿Me rechazas porque prefieres algo real?
—No—Elizabeth se bajó del escritorio y frunció el ceño—. Lo rechazó porque yo no suelo salir con hombres que, casi tienen la edad de mi mamá.
Y así descubrió Mitzuru que Elizabeth tenía carácter, uno casi tan insoportable como el que tenia él mismo.
Él podía lidiar con eso, con lo que no podía hacerlo era con esa mirada de satisfacción absoluta que le dedicó Elizabeth, como si lo hubiese vencido en un juego que no estaba listo para dejar de jugar.
Ella susurró un "con permiso" con la intención de marcharse al fin, pero Eli no tenía idea, ninguna idea del hombre al que estaba provocando.
No la dejo irse, apenas le paso a un lado, él la tomo del brazo evitando que llegara a la puerta y la jalo para voltearla hacia él.
Eli se sintió tan ligera como una pluma, cuando la tomo de la barbilla y le acercó el rostro, ella no pudo hacer nada, cuando la abrazo por la cintura y la aprisionó en su brazo derecho, ni siquiera pensó en apartarse y cuando ensambló sus labios con los de ella y le recorrió el interior de su boca con la lengua, su única respuesta fue cerrar los ojos y ponerle las manos en sus masculinos brazos.
Es divertido cuando solo son bromas y coqueteos. Recibir almuerzos y algunas miradas sugestivas no esta mal. Además, es incluso halagador cuando se recibe tanta atención y esta es deseada.
Pero un beso cruza una línea.
Porque en el mundo entero se sabe, que para bien o para mal, todo siempre cambia a raíz de un beso.
Sobre todo ese tipo de beso.
Pues Mitzuru tenia filo entre los dientes, sabía a tabaco, a alcohol y a café.
Nunca olvidaría ese pequeño toque amargo que Elizabeth Marcovich estaba segura de que era la prueba, de que esos malditos labios eran puro veneno.
—Entonces, no sale con hombres mayores —le susurro para después darle un pequeño mordisco en el lóbulo de la oreja, cosa que hizo que a ella le hormiguearan las piernas —, pero ¿si nos deja besarla? —ella no contestó, lo oía a lo lejos como un eco, el calor se empezaba a sentir en su cara, eso lo volvió altivo —¿Qué más hace con un hombre como yo, señorita Marcovich?
Esa pregunta fue justo lo que necesitaba para darse cuenta de que, ahora era él quien jugaba con ella.
Notas de autor:
Hola, soy la autora. Espero que te este gustando esta historia.
De ser así, no olvides dejar tus votos y comentarios, los estaré leyendo todo.
Gracias por leer. ChaoBye.
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