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Capítulo 8: Hambre

En aquellos días, las cosas parecían estarse acomodando.

Aún la trataban mal en el trabajo y era muy aburrido, sobre todo por el hecho de que todos sus compañeros habían tomado la unánime decisión de no hablarle.

Probablemente porque notaban el recelo que le tenia Maia, quien era algo así como la Queen Be de ese lugar.

Esa situación le molestaba pero, por lo demás era un trabajo bastante cómodo en el que le pagaban relativamente bien. Quiero decir, considerando que ella no sabia hacer nada.

Sin embargo, surgió un nuevo problema.

Pese a que se estaba tomando las vitaminas y que se había asegurado de que las comidas se hicieran sustanciosas, su hambre había aumentado de golpe.

Ya no se llenaba con 200 gramos de pasta, además, estaba harta de la maldita pasta, fue lo único que compró para comer con su primer cheque porque era lo mas barato para hacer.

Eli tenia la repetitiva idea de que esa sensación de hambre que no la abandonaba nunca estaba nublando su juicio. Por eso fue que, aquella vez que Maia la llamo para que llevase los cafés a la sala de juntas dos, que era un poco más pequeña a la oval, apenas y vio a Tashibana Mitzuru y Tashibana Kai hablando con Denji Godoi, pues su vista se fijó rápidamente en las sobras de dedos de pollo que Mitzuru dejo en su plato.

—Ah genial —se alegró Godoi al verla entrar —, ya quería mi Chai late.

Eli no saludo, Mitzuru la vio con su acostumbrada sutil sonrisa, Kai lo vio a él y luego a la chica, como si sospechara algo de los dos, Maia asintió entonces como para invitarla a pasar.

Se aproximó a repartir los vasos de café, pero el dedo de pollo que quedaba en plato la distrajo de su labor. No había comido casi nada los últimos días, así que, naturalmente, todos sus pensamientos se dirigieron hacia ello.

A causa de esto, puso el vaso inclinado en la mesa, provocando que esté callera y se derramara en todos los documentos esparcidos.

—¡Pero ¿Qué haces?! —le grito Maia respecto al desastre de café que había causado.

—Lo siento, lo siento —repitió Eli mientras trataba de limpiarlo con las servilletas del centro.

—Eso no va a servir para nada. Ve a imprimir más hojas.

—No importa—hablo Mitzuru—de todas formas, ya habíamos terminado.

—Recoge los platos—ordeno Maia.

—Sí—Eli se apresuró a amontonar los platos.

—Lo siento, señor—se disculpó Maia—. Esta niña no deja de cometer errores.

—Ya era basura Maia—respondió Mitzuru.

Maia no dijo nada, torció la vista y salió de la oficina.

—No eres muy buena para esto, verdad ¿Eli? — dijo Kai entre risas.

—Al parecer no soy buena para nada —Susurro Eli sin darse cuenta de que se metió el dedo de pollo en la boca.

Al morderlo todas las miradas se clavaron en ella, Eli abrió los ojos como si se le fueran a salir, pensó que debía escupirlo, pero en este punto, parecía un pecado.

— ¿Acabas de...—se rio Kai—comerte eso?

—Lo siento —respondió Eli tapándose la boca.

—Déjala, Kai—interrumpió Mitzuru, acto seguido se inclinó a Denji—es nueva, seguramente está nerviosa.

—Perdón—respondió Kai aún burlón —. Nunca había visto a nadie hacer eso antes.

—Debería tomar una foto—le respondió Eli saliendo con la pila de platos de la oficina, sin darle tiempo para contrarrestar.

Denji Godoi comenzó a reír.

—¿De dónde se sacan chicas tan efusivas? —le dijo el señor Denji a Mitzuru, éste simuló compartir su risa.

Eli se dirigió rápidamente al ascensor, con los platos en sus manos. A pesar de que pensaba que las cosas le habían empezado a ir mejor, la frustración de no poder hacerlo bien la orillo a sentarse en el piso cuando las puertas se cerraron.

Inmediatamente después puso los platos a un lado, ella sollozó un par de minutos sin poder contenerse, preocupada por el hecho de que su llanto parecía servir menos cada vez que se le escapaba así, después tomó los otros dos dedos de pollo que quedaban en el plato y se los comió también, ni siquiera sabían bien.

Se preguntaba si siempre sería así, si tendría cada vez más hambre hasta que no la pudiese saciar nunca, si realmente algo mejoraría algún día.

Después de entregar los platos en la cocina del tercer piso, Eli volvió aún con los ojos rojos al piso 50, solo para encontrarse con el ceño fruncido de Maia al salir del elevador.

—Oye, tenías que entregar los platos a los de limpieza, no llevarlos hasta la cocina —le regaño Maia.

—Lo siento, no lo sabía.

—Trata de usar tu cabeza para hacer mejor tu trabajo y no para encontrar excusas que te permitan ir a perder el tiempo—Eli la miró con unas ganas increíbles de golpearla.

Como odiaba a esa maldita bruja, fantaseaba con el hecho de que al caminar se le rompiera el tacón de aguja y cayera al suelo rompiéndose la nariz operada.

Pero era difícil considerando que eran unos Louis Vuitton.

Estos pensamientos le arribaban a la mente cuando los tres hombres ingresaron al pasillo, Kai se despidió de Godoi y entró a paso veloz a su oficina, Mitzuru acompañó al hombre al ascensor.

—Pero si es la chica del café —la saludó Godoi.

—Lamento eso —dijo Eli agachando la cara.

—No se preocupe, no fue mi café sino el de Mitzuru-san.

—Igual y debería dejarlo —sonrió Mitzuru.

—El exceso de trabajo, que no lo deja dormir, es lo que igual debería dejar un poco —le señaló Godoi.

—La señorita Marcovich es, de hecho, hija de uno de nuestros abogados —intervino Maia, cambiando el tema—, una vez lo asesoro sobre un asunto de despido, se llama Irving.

—Se llama Edvin —la corrigió Eli, harta de que no pudiera pronunciar bien su maldito nombre.

—Sí, sabía que empezaba con una E —señaló Denji —, señorita, su padre es un hombre muy agradable y sabe muchísimo en su campo. Debe sentirse orgullosa.

—Gracias —sonrió Eli.

—Bueno, ya debo irme, Mitzuru-san, sabrá de mí muy pronto.

—Gracias por su tiempo—lo despidió Mitzuru mientras el hombre subía al ascensor —, espero que nos veamos pronto.

Cuando Denji subió al ascensor, Eli sintió los robustos dedos de Mitzuru adentrarse en sus cabellos desde su nunca, obligándola a inclinarse mientras él y Maia hacían lo mismo para despedirse de Denji.

—Y señorita Marcovich —se despidió Godoi de Eli, quien levantó la vista hacia él—, aunque hay que mejorar esa presentación, su chai late no estuvo nada mal—el guiño el ojo de forma simpática.

—Gracias.

Cuando las puertas finalmente se cerraron, todos se reincorporaron y Mitzuru se giró a Eli.

—Señorita Marcovich —ella levantó el rostro para encontrarse con el de él —, venga conmigo.

Eli suspiró, sabía que no debía haberle respondido a Kai y pensó que ahora tendría más problemas por eso.

Así que lo siguió a su oficina esperando su penitencia, Mitzuru entonces hizo algo completamente inesperado para Eli, se sacó la cartera del pantalón y la abrió.

—Mire, Maia es una excelente asistente, pero la comida que encargó en realidad sabía horrible y no pude comer bien, así que —le dio un billete de 50 dólares —, necesito que baje y vaya a la plaza de enfrente, uno de los primeros locales es un restaurante que me gusta y sirve comida para llevar—Eli tomó el billete —, quiero una ensalada césar con queso extra, no incluya los crutones, también pídame un jugo de zanahoria.

—De acuerdo —asintió ella metiendo el billete en su monedero que tenía forma de concha marina, Mitzuru noto que lo había tomado del edificio, prefirió no decir nada al respecto.

—Escuche, yo sé que esto está fuera de sus labores...

—No se preocupe, servirlo es mi principal labor.

—Sí, pero, aun así, como es más bien un favor personal para mí, usted también puede comprar su almuerzo con el cambio—Eli lo vio extrañada.

—Son 50 dólares —le señaló —, si acaso me gastaré unos 15 en su platillo.

—Pues—lo pensó Mitzuru—, yo que usted pediría el filete—Eli lo observó sintiendo unas tremendas ganas de volver a llorar, mientras Mitzuru se dirigía a su silla —, ya va a ser la hora del almuerzo, por favor, no regrese tarde.

—Sí—asintió con la voz quebrada—, gracias.

—A usted— respondió él como si no fuera nada.

Fue como si la abrazara.

Tendiéndole la mano así, en aquel momento de absoluta desesperación, como si le dijera que no era para tanto.

No la consolaba ni le daba un discurso cursi respecto a cómo las cosas iban a mejorar en el futuro, un futuro del que no tenía certeza alguna.

Solo le ofrecía su ayuda con indiferencia, como si no significara nada.

Pero para ella, era mejor que cualquier abrazo.

Se preguntó si era obvio para otros que la veían actuar de manera imprudente y torpe, si acaso era obvio para él que se estaba haciendo pedazos y todos los demás solo pensaban que actuaba así porque era estúpida.

Quería saber, si para él, era algo natural el cuidar a otros o era que, había visto algo especial en ella, que le impedía apartar la vista y por eso hacía ese tipo de cosas.

Eli se apresuró para salir de la oficina antes de que se le escaparan las lágrimas.

Pero en ese momento fueron lágrimas reconfortantes, lágrimas dulces que parecían tener la intención de borrar las anteriores, que habían sido amargas y le sabían a puro miedo, estas se sentían cálidas, como un abrazo al alma, de los que te da la gente que amas cuando te prometen que todo es temporal, que todo va a estar bien, que no pasa nada.

Finalmente, compró para ella una cubeta con 12 tiras de pollo de ese restaurante y regresó a la oficina de Mitzuru con su almuerzo para él.

Justo esta decir que, esos dedos de pollo sabían deliciosos.

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