Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 79: Un asunto de confianza

Entre las hermanas Gutiérrez reinaba la pesadez del ambiente, la densidad del aire se había tragado las palabras, la misma mantenía baja la cabeza de Alika y rígido el gesto de Roberta.

—Alika—fue la menor la primera en hablar—, dime que pasó.

—Lo siento—susurró Alika.

Roberta apretó los dientes, asintió buscando resignación en su gesto, pero una lágrima se le escapó dejando una marcada huella por su mejilla.

—¿Y eso es verdad? —preguntó en un sollozo —, ¿qué tanto lo sientes?

—Hermanita... —su voz viajaba envuelta en su remordimiento—, no me gusta que llores.

—Elizabeth tiene razón, yo no tengo cara para reclamar nada por lo que no voy a hacerlo, pero si me permites señalarlo como un hecho, la razón por la que lloro eres tú.

—Lo se. Por eso lo siento.

—Las disculpas no valen nada si volverás a cometer el mismo error.

—Ya no lo haré—la vio a los ojos—, lo prometo.

—¿Enserio? Lo has prometido antes.

—Es diferente está vez.

—¿Qué vas a hacer diferente está vez?

—Aceptaré la ayuda de Elizabeth, iré a la terapia, conseguiré un empleo más digno y... —se tapó la boca al sentir que su garganta se desgarraba por el llanto —. No sé, no sé qué más haré, pero algo tengo que hacer.

Roberta asintió, ¿cuántas oportunidades más le daría la vida?, ¿cuántas veces tenía que pasar por esa misma incertidumbre?, ¿valía la pena? Solo si al final lograba Alika salvarse, solo entonces valía la pena quedarse a su lado para seguir viviendo esa agonía otra vez.

Pero si la perdía igual, solo sufriría en vano.

Le pesaba en el alma cada paso, sin embargo, no quería que, pasado el tiempo se arrepintiera de no haberlo intentado por lo menos una vez más.

—Sí, algo tienes que hacer porque si no lo haces—la tomó de la mano—, Alika, si no lo haces, la próxima vez que alguien nos llame a mí o a Elizabeth, será para decirnos que estás muerta y yo no puedo... no soportaría perderte a ti también.

—Roberta... —le tomó la mejilla para contemplar su rostro.

—Hermana, yo no quiero más dinero, no quiero regalos o salidas a comer, no necesito nada, ni siquiera para las colegiaturas, lo único que quiero es que tú estés aquí, viva, que estes conmigo muchos años más.

—Lo sé, sé que eso quieres, y me voy a esforzar, me voy a esforzar como jamás en la vida por concederte ese deseo.

Roberta la abrazó con fuerza y cerró los ojos, después le imploró a dios porque ese deseo se cumpliera, porque para su hermana, ya no le quedaba fe.

Mitzuru se preparaba para dejar la oficina cuando escuchó el teléfono fijo.

—Dígame, Charlotte.

—Disculpé, vinieron a verlo, ya le dije que usted va de salida.

—¿Quién es?

—Edvin Marcovich.

Se sobó el entrecejo, ¿por qué creyó que sería fácil deshacerse de ese problema?

—Déjelo pasar.

—Está bien.

No había terminado de ordenar los documentos en su portafolio, cuando el hombre apareció tras la puerta.

—Señor Tashibana, buenos días.

—Edvin. No pretendo ser grosero pero mi madre viene de un viaje muy largo y no me gustaría hacerla esperar.

—Seré breve. Vine a disculparme—eso fue inesperado para Mitzuru, tanto que detuvo sus manos para fijarle la vista—. Por el puñetazo que le di antes. Elizabeth... nos contó lo que le pasó y como usted la ayudó. Al parecer no se ha portado mal con ella, así que yo no tenía ninguna justificación para actuar como lo hice. Lo siento. Sinceramente, lo siento.

—Está bien. No es que le guardase rencor. Se que no acostumbra ser un hombre violento.

—Uno siempre se va al extremo cuando se trata de sus hijos.

—Me tocará descubrirlo antes de darme cuenta—mencionó con una sonrisa y por alguna razón, Edvin sintió ganas de darle otro puñetazo—. Pero me da gusto que viniera, así aclaramos las cosas antes de la boda.

—Pues sí vamos a ser sinceros, en realidad, mi esposa y yo seguimos sin estar de acuerdo con esa boda—su declaración arruinó el ligero aire optimista de Mitzuru.

—No podía ser de otra manera, ¿cierto?

—Simplemente, nos dimos cuenta de que, peleando con nuestra hija no la ayudamos en nada. Así que, mi esposa le ayudará con la organización y en caso de que se realice...

—¿En el caso de...?

—Sí. Si llega a realizarse —reafirmó su punto—, asistiremos.

—Pero si puede, lo evitará a toda costa.

—Se que no está en mí esa decisión.

—No —suspiró con fastidio—, pero también sabe lo mucho que su opinión afecta a Elizabeth.

—Si le afectara tanto, no se hubiese involucrado con usted.

—Sabe que está embarazada, ¿no?

—Ella aún tiene asuntos que aclarar, pero con usted, no conmigo.

—¿Qué asuntos? —cuestionó, pero él desvió la vista —¿Por qué los menciona si no me los va a decir usted? —preguntó con aire retador.

—Como dije, no me corresponde.

Mitzuru reflexionó un rato en ello, ni cuando lo derrumbó de un golpe sintió tantas ganas de devolvérselo.

—Mire, Edvin: su hija no es una niña inocente que necesita a sus papás cuidándola de "depredadores peligrosos" como yo. Es una adulta que eligió involucrarse conmigo, otro adulto y ahora eligió casarse conmigo.

—Ya sé que legalmente es una adulta —replicó, pero Mitzuru lo interrumpió.

—No lo parece. Su problema Edvin, es que usted y su esposa esperan de Elizabeth una hija que no tienen. Y sé que soy mayor que ella, pero encuentro irónico que tengan tantos problemas con eso, ya que tengo entendido que usted tenía veinte años cuando ella nació y si hacemos matemáticas, ¿su esposa no era menor de edad?, ¿cómo de dieciséis?

—Usted no sabe cómo fue nuestra relación.

—Ni usted sabe cómo es la mía con su hija.

—No, pero se la persona que ella es estando con usted—lo señaló—, y no me agrada en lo absoluto.

—Pues debería acostumbrarse a ella, porque esa es la persona que usted crio.

—¿Sabe qué? A lo que vine ya lo hice, y no tengo porque darle más explicaciones.

—Estoy de acuerdo—revisó su reloj—, que tenga buena tarde, suegro—se despidió al salir de la oficina.

A Edvin aquel nombramiento, casi lo hace vomitar. Comenzaba a arrepentirse de haberse presentado en primer lugar.

Por su parte, Elizabeth llegó a casa de sus padres y tras tocar el timbre, su madre se apresuró a abrirle la puerta.

—Hola, linda —saludó Lucrecia—, no tienes que tocar, puedes entrar siempre que quieras.

—Gracias —sonrió Elizabeth. Se adentró a la casa, lo primero que llamó su atención fueron los montones de revistas para novias donde Lucrecia ya había marcado un par de vestidos, después se percató de que su madre era la única allí. —¿Y papá?

—Fue a ver a Mitzuru Tashibana —explicó sin verla a los ojos.

—¿A Mitzuru?, ¿Para qué?

—Para disculparse por el puñetazo que le dio.

—¿El qué? —preguntó incrédula—, ¿mi papá hizo eso?

—Sí, tras recibir el video de tu relación con él. ¿No te contó?

—No—aclaró ante el gesto interrogativo de su madre—. Es que ese día peleamos porque... Bueno, yo quería saber cómo fue que existía ese video. Después de todo, el departamento era suyo, él único que pudo poner una cámara es él.

—¿Cómo? —se sorprendió Lucrecia —, ¿había una cámara en el lugar donde vives y tú no sabías?

—Mitzuru ya me lo explicó —negó con la cabeza —, puso esa cámara por seguridad, aparentemente, todos los ricos lo hacen en sus casas.

—Pero dijiste que el departamento era tuyo, no de él.

—Es que primero era de él y me dejó vivir ahí, después vino su madre, la señora puso a prueba mi lealtad y en cuanto Mitzuru se dio cuenta de que podía confiar en mí, me cedió los derechos. Las cámaras solo están para prevenir robos, no es que las revise con regularidad por lo que olvidó que estaban ahí.

—Es algo difícil de olvidar.

—Mamá—la vio juzgante —, ayer entré a la casa con la llave que mi papá siempre olvida que está en el candelabro. Mitzuru trabaja un montón y siempre tiene tantas cosas en la cabeza, es de esperarse que olvide detalles que no le parecen tan relevantes—justificó.

—Significa que, si está en su oficina, ¿él podría usar su teléfono y espiarte cuando quiera?

—¿Por qué iba a espiarme? Solo es para cuando la casa esté sola, además, no hago nada malo cuando él no está, si entrara a ver las cámaras, solo me vería pintando.

—El punto no es que te vea haciendo algo malo, es que no debería necesitar verte para saber que no estas haciendo nada malo.

—Es que él no hace eso—lo defendió—. No ha revisado las cámaras ni una vez desde que las puso.

—¿Y estás segura de eso?

—Claro. Te lo dije, solo las revisaría si se perdiera algo o le preocupara que el lugar estuviese solo. Además, yo ya no vivo ahí.

—¿Cómo de que no? —se cruzó de brazos —, ¿dónde vives entonces? —Elizabeth apretó los labios—, Elizabeth, ¡¿vives con él?! —la regañó.

—¿Qué tiene de malo? Voy a casarme con él.

—Sí, pero aún no te casas.

—Mamá—dijo como en una confesión—, no soy virgen.

—A tu padre no le va hacer ninguna gracia lo que estás haciendo—respondió seria—. Con razón no quieres volver a casa, pensé que era por el departamento, pero es porque te la quieres pasar pegada a él.

—Mitzuru trabaja mucho, en realidad, es demasiado. Si yo no hago tiempo para cuando él puede, nunca lo voy a ver.

—¿Y así es como pretendes pasarte el resto de tu vida?, ¿condicionando tu tiempo al suyo?, ¿y tus metas?, ¿y tu futuro?

—Si te refieres a la universidad, ese nunca fue mi sueño, era el tuyo. Ahora, casarme con Mitzuru y educar a este niño a su lado es lo más importante para mí, así que, mejor solo hablemos de vestidos.

Elizabeth no tenía idea el monumental esfuerzo que Lucrecia hizo en ese momento por no perder los estribos, se había prometido controlarse más, pero esa chica sí que se la ponía difícil.

—Bien—balbuceó tragándose su rabia—. Estaba pensando en un corte A para disimular la barriga—dijo mientras pasaba una a una las hojas de la revista.

—Quería un corte de princesa.

—Si te hago un corte de princesa me la voy a pasar ajustándote el corse hasta el día de la boda.

—Queremos que la boda sea lo más pronto posible, tal vez aún no se me note para entonces.

—Pero si ya se te nota.

—¿Cómo? —preguntó con todo su cuerpo rígido. Lucrecia le pellizcó la panza.

—Esto no estaba antes, ¿verdad? —Eli la vio con un rostro pálido, se había mareado, más que eso, sintió que se hundía—. Si quieres, te hago un corse bajo los pechos para enfocar esa área.

—Hay que ver los diseños —respondió con voz apagada.

Al notar su poco entusiasmo, Lucrecia se apresuró a agregar:

—Lo bueno es que aun tienes una cara muy linda, tal vez también te crezcan los senos, eso compensará la barriga.

Elizabeth respondió con una sonrisa que no sirvió en lo absoluto para engañar a su madre, Lucrecia buscó algo más que decir, de pronto, su hija se puso de pie.

—Es Nico —señaló a la ventana —, voy a saludarlo.

Eli salió de la casa sin otra explicación, llegó hasta Nico quien se encontraba podando el jardín.

—Hey, Nico.

—Eli, ¿Cómo te fue ayer con tus padres? —preguntó sin distraerse de su labor.

—Todo bien —respondió alegre y dio un vistazo a su alrededor—. ¿Yuu no está contigo hoy?

—No está conmigo todo el tiempo. A veces va a trabajar.

—Ya veo.

—¿Por qué preguntas?

—¿Conoces a una chica llamada Do-on-ji o algo similar?

—No me suena. ¿Por qué?

—Es amiga de Yuu. Quería contactarla porque me hizo un favor hace un tiempo y quería agradecerle.

Nico sonrió con cierto aire de gracia. Soltó la herramienta, se quitó las gafas de protección y la vio a los ojos.

—Eres bastante buena para mentir, pero yo te conozco hasta las pecas, Eli.

—No digas esas cosas —señaló con fastidio.

—¿Qué tiene? Solo estoy jugando.

—Le molesta a Mitzuru.

—Me pregunto si esta chica, Do On Ji, tendrá algo que ver con "Mitzuru". —Eli desvió la vista—, ¿por qué no le pides a él que te contacte con ella ya que es el jefe de Yuu?, ¿O es qué no quieres que sepa que la estas buscando?

Hubo un momento de silencio, Elizabeth respiró profundo.

—Oye, Nico—preguntó sin verlo a los ojos —, si sospecharas que alguien que quieres está haciendo algo malo, ¿preferirías saber o no saber?

—Preferiría saber —afirmó Nico — con qué tipo de personas me estoy involucrando.

—¿Y si... —se mordió el labio—estuvieras haciendo algo malo también?

Nico lo pensó un rato antes de responder.

—Tal vez sería mejor ser honesto para recibir honestidad de vuelta—concluyó.

—Sabía que dirías algo como eso—respondió con una sutil sonrisa—, porque eres el tipo de chico que siempre hace lo correcto—vio hacia la casa y reconoció el auto de su padre estacionándose —. Pero yo no soy ese tipo de persona.

—Elizabeth—preguntó serio —, ¿por qué te gusta ese sujeto?

—Me trata bien —dijo en un tono banal.

—Otros también podrían tratarte bien.

—Si te dijera que me gusta porque es rico—lo vio a los ojos con un gesto travieso—, ¿esa sería una respuesta aceptable para ti?

A Nico no le hizo ninguna gracia, por el contrario, le produjo una sensación desagradable en el estómago.

—No sabía que fueras ese tipo de chica.

—¿De qué tipo? —lo retó.

—De las que les importa tanto el dinero.

—No me importaba tanto cuando no lo necesitaba. Pero cuando no tuve nada, me di cuenta de lo importante que es.

—¿Tan importante como para casarte con alguien solo porque lo tiene?

—No sería la primera ni la última. —Como él no contestó nada, ella supo que no se lo tomaba a broma—. Pero me conoces, soy una romántica.

—¿Entonces?

—Estoy tan harta de que me pregunten porque me gusta, sobre todo con ese tono. Como si no pudieran creer que me gusta. Pero en realidad, a mí me gusta mucho Mitzuru.

"No creo que sea aburrido, al contrario, me impresiona que sepa tantas cosas y que encuentre como explicarlas de manera en que yo las entienda. Si bien es cierto que es malhumorado, eso hace más especial la ternura que muestra conmigo y no lo considero viejo, creo que es maduro y sofisticado.

"Me pregunto, Nico, ¿si acaso Mitzuru no fuera rico, la gente vería todo eso de él y dejarían de preguntarme porque me gusta, o solo les parecería incluso más difícil de creer?

—Sabes que yo no lo digo por eso.

—Lo sé—sonrió en un gesto sutil—. Tú lo preguntas porque te preocupa, pero Mitzuru jamás me lastimaría. ¿Sabes? Cuando me echaron de casa, yo tenía mucho miedo de quedarme sola, porque sabía que no podría sobrevivir por mi cuenta. Pero con Mitzuru estamos a salvo —se sostuvo el vientre —. Él nos cuida y nos ama y cuando yo sea su esposa, estaré segura para siempre.

—¿Incluso de él? —mencionó acusante, Elizabeth afiló su mirada —Sí, ahora es muy bueno contigo, pero te recuerdo que te arrojó desnuda al pasillo de un hotel una vez, ¿y si descubriera que le mientes?

—Nunca lo va a descubrir.

—No puedes asegurar eso, Elizabeth.

Por eso necesito que me ayudes otra vez. Necesito que le digas a mis padres que vamos a ver arreglos para la boda, pero en realidad, vamos a otro lugar.

—¿A dónde?

—Te lo voy a decir—señaló—, si aceptas ir conmigo. Como tú vas a llevarme, mis padres nos van a prestar el auto, ya ves que no quieren que me suba a la motocicleta.

—¿Por eso necesitas que vaya yo?, ¿para qué te presten el auto?

—Necesito que vayas porque no quiero ir sola.

—¿Por qué no le dices a tu papá que te lleve?

—Porque mi papá no me va a ayudar a mentirle a Mitzuru.

—Entonces... —chistó—, a tu prometido le dices que estas con tus padres, a tus padres que estás buscando flores conmigo y, ¿en realidad no vamos a ir a eso?

—Así es.

—Es muy complicado, pudiste solo decirle a Mitzuru que vendrías, no tenías que venir realmente—ella vio a su alrededor —. No es como si te estuviera siguiendo, ¿verdad?

—Si así fuera—respondió dudosa—, significaría que él no confía en mí tanto como creo.

—Es más grabe que eso—afirmó Nico viéndola a los ojos.

—Lo sé, pero no puedo pelear con él ahora. Mi suegra acaba de llegar y solo dios sabe que tantas ideas contra mí le está metiendo en la cabeza. Si ella lo convence de que haga una prueba de ADN, estoy jodida.

—Entonces no estás tan ciega, sí tienes miedo de que lo descubra.

—Él no me haría nada—afirmó, luego agachó la cabeza—. Pero si me descubre, jamás me va perdonar.

—Cuando el bebé nazca, bastará con una gota de saliva para comprobarlo.

—Pero para entonces, estaré casada con Mitzuru y a Mei no le servirá de nada.

—Podría hacerlo para separarlos.

—No, ella me odia, pero Mitzuru es todo lo que tiene, jamás haría algo para perjudicarlo y él dijo que el divorcio es inaceptable para su familia. Por eso solo, necesito llegar al día de la boda, porque después de ese día, Mitzuru, mi bebé y yo seremos una familia y los tres estaremos a salvo. Pero para llegar a ese día, aún tengo un cabo suelto que cerrar.

Entonces, Nico lo entendió.

—¿Te refieres a...?

—Sí—admitió con una mueca de fastidio —. Necesito ver a Kiroshi.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro